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PENSAMIENTOS Y REALIDADES PARADÓJICAS

La libertad no es algo con lo que se nace, no es un derecho natural, ni siquiera está al alcance de cualquiera. Es un algo a conquistar, es un acto de voluntad.■

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Muchos españoles están a favor de la inmigración, y supongo que es algo lícito en aquellos que viven sumidos en un auténtico desconocimiento de la realidad social, en aquellos que han creído ingenuamente sin oponer resistencia crítica o en aquellos que conscientemente ven en tal tragedia un medio para lucrarse... ¡o simplemente les gusta!

La inmigración es una tragedia, pues supongo que en realidad nadie quiere dejar su tierra, ¿o sí? Pensemos bien esta vez porque conviene al discurso. Es una tragedia porque se supone que todo inmigrante es forzado a trasladarse por una situación insostenible en su país de origen. Y vienen a trabajar, y además con la conciencia de beneficiar a aquellos del país que les recibe, como si no vinieran a lucrarse. Pobres inmigrantes, son personas muy generosas. Pues claro, es normal que con estas premisas el biempensante esté a favor de la inmigración, pues piensa que le beneficia, que le enriquece... el bolsillo, incluso lo piensa ahora en plena crisis. ¿Veis la perversidad del inmigracionista? Se pone un manto de tolerancia y es un explotador de mano de obra barata, celebra la inmigración, está a favor de ella... ¡porque le beneficia!, ¡le importa bien poco la tragedia del inmigrante, la tragedia que hipócritamente todo inmigracionista denuncia para poder dejar entrar a más mano de obra barata y poder seguir con su industria de la esclavitud! Ahora bien, esto es paradójico, pues pensar que la inmigración beneficia es todo un logro. Bajo sospecha quedan todos aquellos que se sienten beneficiados por la explotación de esta industria de la inmigración, pues por algo será que se benefician.

No nos engañemos, estar a favor de la inmigración es equiparable a estarlo con el hambre en África o con el ahorcamiento de homosexuales y la persecución de cristianos en el mundo islámico. ¿Cuándo vamos a denunciar la perversa mentalidad del inmigracionista, ese nuevo "azotador de negros" de la modernidad?■

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El progre dice que quiere inmigrantes para que hagan los trabajos que los españoles no quieren hacer. ¿Será mentiroso? ¿Cuántos jornaleros españoles se han ido a Francia este mismo año? Vaya, resulta que el progre es un vago, lo que en realidad sucede es que él no quiere trabajar y quiere que se lo haga todo otro, el negrito o el indio, el morito o el chinito. ¿Quién es aquí el racista en el sentido de la palabra que ellos mismos le dan? El inmigracionista como esclavista, como traficante de carne humana, como señor de hombres. Menuda paradoja. Yo asemejo al inmigracionista al proxeneta que trae chicas de Sudamérica. Piénsenlo, todo el mundo asume que el segundo es un indeseable, ¿por qué no el primero?■

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No debemos sentirnos culpables los europeos y eurodescendientes de ser lo que somos, de vivir bien, aunque cada vez peor, por haber conseguido nuestros logros sociales, por descender de aquellos que lograron tales derechos. Si nuestro espíritu es más elevado, si somos más luchadores y nuestra voluntad es de mayor vigorosidad, ¿qué culpa tenemos nosotros de descender de hombres formidables? Sea nuestra línea de sangre un orgullo. Nefasto es el europeo que reniega de todo esto, que se siente culpable porque otros no tienen un espíritu tan elevado y viven peor. Si se sienten mal por ello es porque asumen que son superiores, porque miran desde arriba: su orgullo y su prepotencia radican en su pose de de pseudohumildad y creerse con una moral superior. No hagáis caso a aquel que se siente mal por su condición si os llama racista o supremacista, él es lo mismo o más sólo que tú te sientes orgulloso y al otro le escuece.■

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Aquel quien desea la soledad, aquel que va a la soledad como una huida hacia delante, ha superado al hombre y su propia naturaleza gregaria.■

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Nací el año 1981, durante los inicios de la orgia memocrática. Ya había ocurrido el intento golpista. Luego me educó la logse y me enseñaron a distinguir entre el fascista y el demócrata. Básicamente facha era todo lo que había antes desde el inicio de los tiempos hasta no hacía mucho... "desde hace poco el pueblo es libre", me dijeron. Pero hay más. Los docentes me explicaron que fascistas son todos aquellos que no desean la libertad de expresión, es decir, no se trataba de gente que no te dejara decir cosas, sino que te decían lo que se debía o no decir. También son aquellos o eran aquellos que persiguen o perseguían a los de pensamiento diferente, además de ser aquellos que defienden a los ricachones. Y es que todos los fachas son ricachones, me dijeron, todos son capitalistas y están en contra del trabajador. Sin embargo, los demócratas son gente humilde, es decir, gente que no hace ostentación de riqueza, gente generosa y que mira por el pueblo. Son también luchadores por la libertad y radicalmente tolerantes. Los demócratas son buenos, los fachas son malos. Pues bien, en este mundo tan extraño que me ha tocado vivir aún no he conocido a un demócrata, y si los hay, o son minoritarios, o son perseguidos o... ¡paradoja!, les llaman fachas.■

ÜBERMENSCH

Habla el martillo

«(...) ¡lo superior no debe degradarse a ser el instrumento de lo inferior, el pathos de la distancia debe mantener separadas también, por toda la eternidad, las respectivas tareas! El derecho de los sanos a existir, la prioridad de la campana dotada de plena resonancia sobre la campana rota, de sonido cascado, es, en efecto, un derecho y una prioridad mil veces mayor: sólo ellos son las arras del futuro, sólo ellos están comprometidos para el porvenir del hombre. Lo que ellos pueden hacer, lo que ellos deben hacer jamás debieran poder ni deber hacerlo los enfermos: mas para que los sanos puedan hacer lo que sólo ellos deben hacer, ¿cómo les estaría permitido actuar de médicos, de consoladores, de «salvadores» de los enfermos?... Y por ello, ¡aire puro!, ¡aire puro! Y, en todo caso, ¡lejos de la proximidad de todos los manicomios y hospitales de la cultura! Y, por ello, ¡buena compañía, la compañía de nosotros!, ¡o soledad, si es necesario! Pero, en todo caso, ¡lejos de las perniciosas miasmas de la putrefacción interior y de la oculta carcoma de los enfermos!... Para defendernos así a nosotros mismos, amigos míos, al menos por algún tiempo todavía, de los dos peores contagios que pueden estarnos reservados cabalmente a nosotros, - ¡de la gran náusea respecto al hombre!, ¡de la gran compasión por el hombre!... (…)»

FRIEDRICH NIETZSCHE, LA GENEALOGÍA DE LA MORAL (Un escrito polémico). Alianza Editorial, año 1998. BA 0610, Pág. 160-162. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.


«¡Quiero acabar con toda mi humanidad!», ¡Siiiii!, ¡sea este mi grito de guerra! ¡Quiero acabar con todo lo que me hace hombre!, ¡quiero superar todo lo humano y mi mortalidad!, ¡quiero ir más allá de lo que me hace ser igual que toda una especie biológica y más que aquello que me hace ser como ente individual absoluto! ¡Quiero alcanzar al máximo mi voluntad de poder!, ¡quiero destruir muchos valores y crear algunos nuevos, también recuperar algunos olvidados! ¿Por fin se acabaron los tiempos de la piedad y de la compasión, vuelven los seres de conciencia imperturbable? No lo sé, ¡pero aquí estoy yo! ¡El malvado para los crucificados, el bueno para los fuertes y puros, para los de la moral primigenia, para los de la moral anterior al charlatán de la plaza! Quiero ser el superhombre, ¡os digo!, superhombre no como hombre, sino como superación de todo lo anterior. Quiero ser un Dios, un ser que transcienda de su propia naturaleza y alcance una mayor. Quiero poder, quiero poder disponer de las vidas de los hombres y alcanzar ideales que nos lleven a la gloria, a ellos y a mí, para dignificarles y hacerles sentir triunfantes en una nueva vía mucho más noble y más pura, más natural y más auténtica, donde la realidad se siente en carne viva: la guerra será nuestra honra y la lucha nuestro oficio, ¡nuestro orgullo! No es la razón la que nos llevará a la paz, ni el derecho-humanismo, sino nuestra sangre, nuestro sudor, nuestro plomo y nuestro acero, sólo esto ha salvado a los hombres. Quiero hombres obedientes, hombres educados en el deber y en el sufrimiento, quiero hombres que desprecien las comodidades y la banalidad, quiero hombres que no sean hombres, que sonrían ante la muerte y que ante la vida gocen como niños pequeños jugando a la guerra. Quiero hombres de grandes miras y que sean soberanos en la medida que se comprometen y luchan por propia voluntad, es decir, que obedecen a voluntad y saben ver cuando la causa es una bella causa y un líder un gran líder, el LÍDER. Que silben las balas, yo quiero luchar, yo quiero devastar, yo quiero ser esa bestia que llevo tanto tiempo manteniendo quieta y ascender en mi vía espiritual. Quiero purificar mi tierra, ¡y la sangre!, quiero dar hijos al mundo y que éstos den prolongación a mis actos, y que me superen, y defiendan todo lo bello y noble que nos hace ser lo que somos. Quiero morir en el campo de batalla y que los hombres canten mis hazañas, quiero ser paradigma, Dios y gloria para los hombres, quiero ser la meta de todos aquellos que quieren alcanzar el superhombre.■

LEÓN RIENTE


León Riente es todo un espectáculo en persona. Es un aguerrido patriota, un nacionalista y un revolucionario, y también un pagano y un racialista de primera, pero ante todo es, como yo y muchos de los que siguen este blog, un librepensador; pero antes de eso, antes de lo primero, es persona, es un hombre, es un ser con emociones, debilidades y fortalezas. Pocos hay como él que sin pudor defienden a su raza y a su pueblo, aunque ello provoque cierto rechazo social entre el personal programado por el sistema, un personal programado para odiarse a sí mismo y para repudiar todo aquello que les ha traído hasta su presente. Y no me refiero a la historia de España, sino al hilo de sangre que le precede a cada uno. Es la traición a la propia sangre el mayor sacrilegio de la modernidad, y es que es la sangre donde se centra y se encuentra toda posibilidad real de espiritualidad humana casi tangible. El hecho de que se pueda ver, incluso tocar, no lo hace menos espiritual. Los paganos son hombres de vista, no de oído, los dioses no son fantasías racionales, sino un hecho consumado, una realidad evidente. Y llegará, señores, llegará el día que los hombres blancos podamos reclamar de nuevo nuestro derecho de sangre sobre estas tierras, nuestro ius sanguinis, y expulsar a los traidores y mancillados.

Tengo la suerte de ser amigo de León Riente y compartir con él ciertos momentos. Más de una vez me ha acompañado a mis marchas por el bosque, por la llanura o por las alturas, y bien he de decir que viéndolo por esos parajes, arrojado a la existencia cual león en su sabana, se desenvuelve como si se tratara de su propia casa.

Muchos se pensarán si uno es tal como escribe en el blog. Es decir, si la sombra que uno proyecta de sí mismo por internet se ve reflejada de algún modo en la realidad. Tengo que asegurar que si de León Riente se percibe una fuerza mayúscula, una claridad desnuda y una impetuosidad controlada, además de una gran intelectualidad y cultura, y sabiduría, y madurez... en la realidad es así pero... mejor.

Y bien, una noche cualquiera León Riente y yo quedamos. No quedamos para hablar nada más, sino para beber cerveza, una tras otra. A lo largo del trayecto que nos llevaría a la cervecería observamos cómo los magrebíes y sus tiendas ocupan varias calles. Ya se ven con descaro bandas de moros pululando por las aceras, echando mano de nuestras mujeres blancas y mirándonos desafiantes tanto a León como a mí; pero nuestros ojos claros también desafían a los de ojos negros. Ojalá ese desafío se materializara en violencia hacia nosotros, hacia todos los blancos. No podéis imaginaros el hambre que tenemos de pelea, pero no de pelearnos porque sí, sino para defender lo que nos pertenece. Llegado al punto de que el extranjero se enseñorea, llegado al punto de la ausencia de un estado nacional, anhelamos la guerra como una vía de purificación, como un ascenso espiritual, semejante al sentimiento de un espartano en plena casquería. Derecho a defendernos, derecho que nos damos nosotros. Llegado el momento, de ser necesario, aplicaremos nuestro propio derecho: así hablan los soberanos.

Los establecimientos chinos no son pocos. También ocupan bastante en Algeciras. Pero esta gente son educados, inteligentemente educados, se integran, inteligentemente se integran, no se mestizan, pues sabiamente tienen conciencia de lo que es su etnia, es decir, su raza más su cultura.

Llegamos a la cervecería. Empezamos a beber con auténtico goce. Hablamos de varias cosas: sobre los últimos artículos de El Mundo Daorino, sobre Fichte, sobre Cavalli Sforza, sobre el matrimonio, sobre los hijos... Mientras bebemos, observamos que el fenómeno de la conguización, en la ciudad que esta noche nos acoge, está más extendido de lo que nosotros deseamos. Pero más extendido están aún ciertos rasgos mediorientales. Así, derivado de estas cuestiones, León Riente y yo empezamos a disertar sobre ciertos tipos de mucho interés para nuestros desarrollos sociogenéticos: el agricultor neolítico, el cazador-recolector cromañoide, el pastor indoeuropeo, etc. Quiero decir que la cerveza no es un eximente para nosotros a la hora de hablar de temas que creemos serios.

Tras todo esto, salimos de la cervecería, más alegres de lo que entramos. Justo enfrente, ante nuestros ojos sorprendidos, observamos como un grupo de personas danzaban con músicas extrañas. Los fenotipos eran variados y los colores abigarrados. Nada de homogeneidad, nada de pureza. La calle estaba plenamente bastardizada. ¡Oh, desgracia nuestra! ¡Esto es lo que ha provocado más de dos mil años de cristianismo y sus hijos marxistas! ¡Esto es lo que ha provocado tanto amor indiscriminado y sin conciencia de lo que se ama! ¡Esto es lo que pasa cuando no se enseña a amar, cuando la gente no sabe lo que es un valor! Promiscuidad pululante, juventud desnortada, padres orgullosos... ¡de qué! Mujeres con poca ropa, las menos recatadas, las más emputecidas... Y los chicos, ¡oh!, excitados, deseosos y malcriados por unas chicas que lo dan todo hecho, todo cocinado, todo sin forzar al varón a conquistarla. Entonces León Riente irrumpió en aquella verbena popular... ¡pero popular de no se sabe qué pueblo! -desde luego no era el español-, donde una heterogénea muchedumbre adornaba el mundo sensible con bailes ininteligibles y pavorosos, intentado dar sentido a unos ritmos que sonaban negroides y a todo volumen. No existía ningún pudor estético, el caos y la asimetría inundaban todo a nuestro alrededor.

Y bien, León Riente irrumpió en la verbena popular, irrumpió porque ocupaba toda la calle... Sí, y no lo hizo para bailar. Tras él observé con asombro cómo separaba una a una a un montón de parejas interraciales que bailaban abrazadas, cogidas de la cintura, separaba a aquellas en las que había un español, o una española, ¡separaba a posibles futuras familias mestizas! El personal allí presente, sin poder dar crédito, se quedó con la boca abierta al no poder hacer nada contra tal ímpetu. No obstante, aquel que intentara tocar a León Riente seguramente se vería reducido al instante. Tras esta tarea, la verbena extranjera prosiguió.

León Riente, aún furioso, marcó el camino hacia la siguiente cervecería. Pero de repente me vi solo por la calle y al echar la vista atrás me encontré a un fornido León cogiendo en peso una lavadora, levantándola por encima de sí como si se tratara de una pluma. Consecutivamente, en arrebato de fiereza celtíbera, con su rostro levemente sonrojado, empotró contra un pivote de hierro el pesado objeto, fragmentándolo en varias partes. Finalmente, León Riente y yo nos dirigimos a una nueva cervecería. Más relajado, León Riente bebió y rió y luego nos marchamos a nuestras respectivas casas por unas tierras que cada vez eran menos nuestras.■

NUESTRO CAMINO ES EL DE LA LUCHA

A todos aquellos que jamás se rinden 


La lucha te dignifica y te purifica. ¿Es dolor? ¿Es placer? No lo sé. Yo lo llamo vivir; pero es mucho más, es afirmación, es un sí a la vida.


Siempre hay que luchar para vencer, pero si pierdes luchando ya has conseguido más que cualquier pusilánime, es decir, más que la mayoría. No es un consuelo, es lo glorioso de la lucha.


Qué te parten la cara, bien, que la partes tú, mejor, pero ¿ceder?, ¿rendirse?... ¡NUNCA! ¡Defiende tu patria!


Me gustaría ser parte de lo bello y de lo heroico de este mundo, me gustaría que mis aventuras fueran siempre recordadas y que éstas inspiraran las luchas épicas del futuro. Qué bello sería que los niños, gozosos, recordaran mi nombre y cantaran mis hazañas, ser paradigma y encumbrado hasta allí donde viven los dioses. Ser eterno: mi gloria.

LA VERDAD Y LO CREÍDO

A los guerreros de Europa


Poco valor tiene aquello que necesita ser creído, pues la verdad no necesita ser creída, es autosuficiente; sin embargo, lo creído necesita ser verdad, y he ahí la paradoja, creer en algo lleva consigo, implícitamente, la posibilidad no dicha ni confesada de que algo puede o no puede ser. Así que como el mundo se sostiene bajo las creencias, que es lo mismo que todo relativismo moral, o casi lo mismo, nada se asienta bajo la verdad o sobre las cosas o realidades que son, que no son inventadas, ni irreales, sino que son al margen de nuestra razón. Es que no hay necesidad de creer ni de dudar si queremos que sea la convicción y la seguridad la que nos mande, no hay que dudar de lo que se ve, de lo que se puede tocar o de lo que puedes sentir. El racionalismo nos pierde en una nebulosa de ideas. Es como andar o moverse en el aire. Quizá puedas volar, pero yo puedo sembrar en la tierra y alimentarme de buenos frutos, y no sólo del aire.

Las verdades construidas (con la razón) en base a creencias son los dogmas. La creencia, cercana a la fe por un lado, a la duda por otro... no tiene otro remedio que imponerse como certeza, o como realidad y en la realidad sin ser necesariamente real -pues lo que no es también es-, bajo la protección e imposición de la ley.

Antaño la Iglesia imponía sus dogmas, hoy lo hacen los gobiernos, lo hacen desde la ONU, o desde Washington, lo hacen con los derechos humanos... sí, nos imponen dogmas, nos imponen su ley, se creen que pueden estar por encima de lo que no necesita ser creído, de aquello que es por sí mismo.

Hoy tenemos una inquisición tan poderosa, que riámonos de aquella que tuvo la Iglesia. ¿Vamos a seguir aguantando? ¿Vamos a seguir soportando todo atropello? ¿Vamos a seguir aguantando a sus indignantes cachorros? No debemos, no podemos permitírnoslo. Llegará el día que debamos decidir si queremos perderlo todo o no en pos de una lucha que ni siquiera sabemos si podremos vencer. Pero es que es eso lo bello, es eso lo heroico y lo épico: es enfrentarse a un enemigo que te supera en millones lo que hace que uno sea elevado, firme y grandioso y que una lucha sea justa y equilibrada, pues qué injusto para hombres de virtud como nosotros enfrentarnos a una masa que no tiene nada más que ofrecer que el número con un mismo número de efectivos, sería como darle valor a cada migaja de la masa, cuando nosotros, hombres superiores, somos mejor que un millón de ellos todos a la vez. No importa perder, lo que importar es luchar. Nuestra gloria es morir en el campo de batalla; cuando un hombre siente esa llamada, sólo puede ser más fuerte: el miedo se convierte en respeto, el respeto en amor y el amor en sangre. Así que demostrémosles nuestro amor a nuestros enemigos, queremos su sangre, queremos ahogarnos entre sus exangües cuerpos. Porque no queremos que el odio nos martirice, ni sea motor de nuestra revolución. Firmes y erguidos, un tanto despreocupados y aniñados, así debemos enfrentarnos al mundo, ¡con toda nuestra alegría!■

SOBRE AQUELLO QUE ES MÁS QUE EL AMOR

 «¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!» - así piensa toda mujer cuando
obedece desde la plenitud del amor.
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie.
Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende.
Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba de decir Zaratustra, y sobre
todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.
¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo, tiene razón sobre
ellas! ¿Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es imposible?
¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy bastante vieja para
ella!
Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz en cuello esta pequeña verdad»
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla:
«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!»

Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche

Hoy matrimonio es cualquier unidad para aquellos que no tienen un orden racional de las cosas y que tampoco obedecen el orden natural de las cosas, un orden no humano, un orden que procede de lo alto. Pero el matrimonio es la institución que da legitimación y vía libre al amor desorbitado que un hombre una mujer se tienen para dar de sí lo mejor para ellos mismos y para el mundo: descendencia. No es otra cosa que esa el matrimonio, unión entre un hombre y una mujer y nada más, órgano que da un centro a la mujer, un lugar común con su opuesto masculino para realizarse plenamente en su función femenina. No es la unión entre hombres, ni entre mujeres, es la conjunción de dos opuestos, el hombre y la mujer, que encuentran en el jardín del matrimonio un sentido pleno a lo que ellos son. Que el amor es el elemento que empuja volitivamente al matrimonio, por supuesto, pero como desarrollaré a continuación, es el amor una palabra que dice poco, que minusvalora a aquello que trasciende de lo propiamente físico y que realmente no es amor, sino algo más, algo indescifrable, oculto y dantescamente irracional.

En un mundo donde el amor carece de valor, donde la propia palabra amor llama amor a algo que mis sentidos perciben como inadmisible, he ahí que hemos de encontrar un significado nuevo al amor. El amor, palabra pequeña, demasiado poco para expresar una realidad que trasciende de los hombres -por incomprensible, por irracional-, algo que con palabras se empequeñece, esa sensación que supera al propio ego y lo funde con su contrario femenino o masculino creando algo superior de lo que ellos son por sí mismos. ¿Puede la palabra amor definir algo tan elevado, algo que no necesita motivo y que no obedece a nuestra voluntad? ¿Y es que no es eso indescifrable, sin nombre, en cuanto que no nos hace libres, que nos somete a su tiranía, por lo que la deseamos, pues a pesar de ello nos embarga de felicidad? ¿Acaso no es aquel que lucha por amor el que muestra una voluntad de sacrificio mayor? ¡Y en contra de su libertad! Es el amor el que nos enseña a obedecer, es el amor lo que nos dice que no es la libertad lo mejor.

La mujer, hecha para amar de verdad, para amar hasta lo indecible, es decir, para rendirse a las virtudes del varón - varón que es superior a la mujer en los dones propios del varón, lo mismo que la mujer es superior al hombre en los dones que le son propios a la mujer-, sabiduría impuesta por los sabios dioses -hoy desobedecida y corrompida-, que se manifiesta desde siempre en nuestra naturaleza... la mujer, descarriada, ansiosa por parecerse al hombre, hace que peligre el amor, ese amor superior, ese amor de verdad, ese amor que la mujer debe sembrar en el siempre belicoso varón -y si no no es varón- para equilibrarlo; un hombre que debe amar y saber amar en cuanto lo aprende de la sabia y peligrosa mujer, ¿pero dónde están esas sabias y peligrosas mujeres, esas mujeres capaces de derribar todas las resistencias que ofrece todo hombre bien constituido ante sus seducciones, esas mujeres que se hacían respetar de verdad? ¡Dónde!, ¡dónde están esas mujeres! ¡Sólo veo concubinas de mancebía, liberadas de tres al cuarto y victimistas! El eco me replica, ¡es desesperante! Los pocos guerreros de hoy anhelamos a las mujeres que amaban a los hombres, que se rendían ante su fuerza y curaban sus heridas, anhelamos las virtudes femeninas, anhelamos el consuelo que sólo ellas saben dar, anhelamos ese campo sembrado de placer donde los hombres, al llegar a casa, podían refrescarse, hacer suyo, conquistar, dejarse llevar por los goces que únicamente ellas sabían darnos en ese noble arte -hoy olvidado, o casi olvidado- de amar de verdad, de amar sin límites; donde la mujer obedece y se rinde a él; placeres sagrados que no son necesariamente vicio, sino expresión volitiva del amor si este se conforma con la mente centrada en la unidad que deben conformar un hombre y una mujer, cada uno en su sitio, cada uno en su lugar, pero ambos conducidos por su función, obedeciendo siempre el orden natural de las cosas, una ley no humana, una ley que procede de lo alto y que unió el destino del hombre y de la mujer para ser ellos algo más, para dar el gran fruto, la hermosa obra: el hijo -expresión humana que debe surgir desde el amor que sólo la mujer puede ofrecer. ¡Y es que de la mujer quiero una amante y una madre para mis hijos, también una guía y una educadora, pues tales son sus dones, entre otros muchos! ¡Yo a ella le ofreceré los míos!

Ver a una mujer estremecida por todo aquello que sólo puede ofrecer el varón, verla arder de placer ante el gran goce que le supone sentir la poderosísima fuerza masculina, que hace de ella su capricho, su tesoro, todo aquello por lo que merece morir y vivir al mismo tiempo, todo aquello que ha de amarse como lo más sagrado, pues la mujer no es sólo una mujer, es la fuente de la vida, es el flujo del que manarán nuestros hijos, futuros guerreros defensores... ¡reconquistadores del orden natural, del orden de lo eterno! Las mujeres, desorientadas, se han dejado arrastrar por el emputecimiento de la modernidad; el hombre no ha ido con mejor rumbo. Ella elige y se cree libre, piensa que poseer los dones que son propios del varón le dará mayor soberanía; lo mismo que el hombre, afeminándose, piensa que tendrá más éxito entre las mujeres, que su pacifismo le hará más superior moralmente... ¡mentira! La responsabilidad no es de unas ni de otros, sino de ambos. Y no hay nada más puro ni más hermoso que un hombre blandiendo la espada, un hombre siendo guardián de su familia, protector indomable y aguerrido, conquistador de la siempre traviesa mujer, que se desvía fácilmente. Ni hay nada más bello que observar a una mujer ofreciendo su generoso pecho a su hijo, ni nada más bello, en definitiva, que ver a la mujer entregada a eso de lo que más sabe, en su plenitud, es decir, mostrando ese amor tan elevado que toda palabra empequeñece y ante lo que todo guerrero no tiene más remedio que rendirse, ¡pues gloriosa es esta derrota! Quizá el hombre debe aprender a amar de la mujer, pero la mujer necesita del hombre para encontrar el amor, algo que aquí llamaremos amor, pero que no son amores de escaparate, sino algo tan elevado y a la vez tan profundo, que atraviesa y supera cualquier lenguaje.■

Artículo recomendado:

NUESTRA VIDA

Por Kurt Ellersieck

Publicado en la «La casa de la tropa ϟϟ» nº4 – 1939. Extraído de La Orden ϟϟ, Edwige Thibaut

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La Peña Sacra de Ranchiles (Ensenada de Bolonia - Tarifa) - ¿Altar CELTA?

Nota: yo he extraído el texto del libro de Alejandro Arocha, “El sol negro”, una lectura muy recomendable.

Apunte: El mensaje contiene cierto tono cristiano, y todos sabéis lo que pienso sobre el cristianismo, por lo que no voy a añadir nada al respecto. Son evidentes las connotaciones cristianas en el lenguaje... pero es que a veces utiliza un lenguaje tan poco cristiano... Es este el claro ejemplo de lo que en el programa el NSDAP se denominó CRISTIANISMO POSITIVO, o así creo. Ver si no el punto 24 de los “25 puntos”:

24. Exigimos la libertad de todas las confesiones religiosas dentro del Estado en cuanto no representen un peligro para la existencia del mismo o estén reñidas con el sentimiento, la moral y las costumbres de la raza germana.
El Partido como tal defiende el punto de vista de un cristianismo positivo, sin atarse confesionalmente a una doctrina determinada. Combate el espíritu judeo materialista dentro y fuera de nosotros y está convencido de que un restablecimiento definitivo de nuestro pueblo sólo puede operarse desde adentro sobre la base del principio:

Provecho común antes que provecho particular.

Pero el texto no lo quiero criticar negativamente, al contrario, quiero que este texto melle en todos lo más profundo posible. Es un texto vitalista, combativo y noble. Que el sello de lo que sigue quede impreso eternamente en vuestra voluntad.

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BAELO CLAUDIA (BOLONIA, EN TARIFA)
Vivir significa luchar. Nos enfrentamos a este principio de manera inexorable y dura: como una orden militar, breve y concisa a la cual nadie puede sustraerse. O se acepta esa orden, cumpliéndola del mejor modo posible, o se deserta –y se muere– de una manera lamentable e infamante. No hay otra alternativa.

Vivir significa luchar. Esta orden que la Providencia nos ha dado distingue al señor del esclavo, al héroe del cobarde, al hombre de acción del charlatán, al carácter de la debilidad, define lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto y nos permite valorar nuestro trabajo cotidiano.

ACUEDUCTO DE SEGOVIA
Siempre ha habido en la historia épocas en que se ha creído poder eludir este mandato; en que creíamos que la lucha es una abominación y que la vida es un perpetuo estado pacífico; en que tratábamos de transferir la lucha de este mundo a otro; en que se medía el bien en el grado de la bajeza, de cobardía, de servilismo, y el mal en el grado del acto heroico; en que la traición y la mentira fueron preconizados como medios de presión contra la lucha.

TEATRO ROMANO DE MÉRIDA
Y otra vez, hubo épocas en que el espíritu heroico celebraba su mayor triunfo; en que la fuerza creadora señalaba nuevos caminos, nuevos objetivos a los hombres: en que la lucha tenía la resonancia más extrema a causa de la fuerza original de la voluntad de vivir, y en que el hombre, con su fuerza divina, devolvió su sentido propio a la vida. 

Nos centramos en esta época de energías acumuladas, de espíritu combativo y creador, de la inaudita voluntad de vivir.

Cueva de las Palomas (Tarifa)
Aprobamos la vida porque amamos la lucha, aprobamos la lucha porque amamos la vida. La vida no es para nosotros un valle de lágrimas por encima del cual hay unos dioses desconocidos que gozan al vernos arrastrarnos de rodillas llenos de humildad. Para nosotros, la vida es un campo de batalla que la Providencia nos ha dado, que nosotros queremos conquistar luchando. Nuestra oración es la lucha, nuestra lucha es la oración. La Providencia nos ha dado la vida en la lucha y nosotros queremos dominar la vida luchando.

Nosotros luchamos y somos un eslabón sólido en la cadena constituida por nuestros antepasados y nuestros descendientes. A través nuestro, la vida de los tiempos más remotos debe ser transmitida en la lucha, al futuro.

Tercios españoles
Así es como lo quiere la Providencia; así es como lo queremos nosotros. La Voluntad de la Providencia y la nuestra formarán la época de hoy, de mañana y de pasado mañana, tal y como crearon la época de ayer y de anteayer.

Vivir significa luchar. Durante siglos de luchas, nuestros antepasados nos formaron, permitieron a nuestro pueblo y a nuestros clanes triunfar de la cobardía y la bajeza, del servilismo y de la negación del mundo hasta nuestros días. Es un monumento de la lucha heroica y de inquebrantable voluntad de vivir.

No quedaría nada de nosotros, del pueblo y de los clanes, de las tribus y de la sangre si nuestros ancestros no hubieran amado la lucha como la amamos nosotros.

Nada existiría de la cultura, de los monumentos imperecederos de la literatura, de la música, de la pintura, de la arquitectura si ellos no hubieran aprobado la vida, es decir, la lucha.

Guzmán "El bueno"
(…) Sólo el que lucha puede triunfar y comprender la felicidad de la victoria o del final heroico. Pero el que rehúye la lucha y por lo tanto, la victoria, desconoce su espíritu. No comprenderá nunca el feliz sometimiento que la Providencia dispensa al combatiente que domina la vida; la capitulación es una cobardía y Dios sólo ayuda al valiente.

(…) En cada lugar se libra una batalla decisiva que determina la posición del hombre con relación a Dios. El hombre creador concibe su relación con su dios en la lucha, en la batalla. No considera su combate como una vergüenza, como una condena, un pecado, sino que se ve como un señor, cumpliendo de una manera positiva la orden dada por la Providencia.

¡Vivir significa luchar! Para él el sudor no es el salario de la acción pecadora sino la recompensa de su fuerza configuradora y de su magistral alegría creadora.

(…) no queremos pasar nuestra vida, que la Providencia nos ha dado, en contemplarla como un cenagal de vicio del que nadie escapa; pues nuestra vida no es un pecado ya que nos viene de Dios, y nuestra lucha no es una condenación puesto que es una plegaria heroica.

NIETZSCHE
Dejamos a los cobardes y a los miserables reptar de rodillas, a los pusilánimes gemir de desesperación, pues Dios está con nosotros, porque Dios está con los creyentes.

Saludamos a los espíritus heroicos del lejano pasado como a los compañeros de armas de nuestra vida porque sabemos que una verdad eterna sale de la boca de Nietzsche cuando dice:

«LA GUERRA Y EL CORAJE HAN CONSEGUIDO MÁS GRANDES COSAS QUE EL AMOR AL PRÓJIMO. NO ES VUESTRA PIEDAD SINO VUESTRA BRAVURA LA QUE, HASTA HOY, HA SALVADO A LOS DESGRACIADOS».■

SUEÑOS DE DESOLACIÓN

por Alan Christian
Fuente original: aquí


Creo que alguien puede creer que yo no escribo en realidad sino que voy juntando letras al azar; tal vez yo haga esto y sea un escritor poliglota sólo por combinar caracteres pues habiendo tantos idiomas en el mundo ¿Es posible que exista una combinación de letras que no forme una palabra? A todo esto debe añadírsele el importante detalle de las así llamadas "lenguas muertas"...

Cuando ya no forme palabras validas para ningún idioma, ya habré creado mi propia lengua. Entonces podré seguir como hasta hoy jugando con los átomos hasta formar distintas sustancias...

No hay más que ponerse a trazar líneas y puntos y ya se tiene miles de dibujos. Así un hacedor de mamarrachos como yo podría pasar toda su existencia haciendo garabatos hasta que un día le pega en el clavo pudiendo colgar el más bello autorretrato en la pared de su cuarto. Si yo nada dibujase, me estaría representando a mí mismo pues soy blanco como la hoja; si hiciera un par de manchas negras y dos bolitas de varios colores alrededor de un par de trazos indefinidos, también me tendría a mí mismo con mi oscuro cabello y mis ojos color del tiempo. Si pasara la goma por todo lo que hizo el lápiz ¿qué estaría haciendo yo? En tal caso también me representaría a mí mismo pues soy susceptible de desaparecer como todo ser vivo y entonces vano es reclamar por los desaparecidos pues estos mismos aparecen en otros estados de la materia...

Yo no sé cantar pero si articular un poco, ya podría pasar desapercibido entre quienes cantan el Himno Nacional. Y si juntase a un montón de nulidades musicales como yo, ya tendría una banda de música para adolescentes descerebrados. ¿Soy muy bueno o qué?

Si nada hiciera tal vez podría tenérseme como la nada y la nada ocupa el infinito y entonces sería Dios sólo por hacer nada. También podría plantear una abstracción pero inversamente proporcional a la anterior: si yo hiciera de todo y estuviera en todo, lo sería todo ocupando así un lugar en todas las cosas y llegando a ser Dios como en el primer caso...

¡Haga lo que haga no dejo de ser Dios!...

Lo que sería una estupidez y una petulancia es plantear: "Si Dios es Todopoderoso ¿puede crear una piedra que no pueda levantar?" Desde luego, esto es absurdo pues las fuerzas no actúan contra sí mismas o por lo menos, la especulación metafísica no tiene noticias del suicidio de Dios representado en aquel planteamiento retorcido que en su contradicción niega la razón y el ser supremo. Mucha gente hay que plantea esas cosas que tratan de denigrar la fe de las personas. Eso que está entre comillas no pertenece a mi autoría y por eso está encerrado, pues me parece una ofensa personal negar la omnipotencia divina; creo que es preferible negar a Dios y no a sus atributos que lo hacen Dios...

Lo que yo planteaba antes entre el "a todo o nada" de la divinidad, no es más que una metáfora de lo eterno tratando de ganarse un lugar en sus corazones. Me encanta plantearme estas cosas pues yo veo la grandeza tanto en el desierto como en la selva plena de vegetación.

Habiendo remado en medio de un rio que cruza la Cordillera de Los Andes y habiendo visto espesa flora en ambas márgenes de este mismo río, puedo llegar al mismo sentimiento de admiración que al pasar en medio de esas rutas de Neuquén que sólo regalan postales del desierto, todas ellas sobrecogedoras como esta patria que las vende al mundo. Entonces se deduce que nuestro país es el desértico rincón que es la provincia de Jujuy, pero es también ese paraíso turístico ofrecido como Cataratas del Iguazú. Así como el norte de mi Argentina tiene dos caras: ¿dios es el todo y la nada, es y no es, existe en todo y no existe en nada? ¿Esto ha de llevarnos a pensar en la dualidad?

Contemplando el arte europeo en general, Dios existe y es lo más bello que hay. Pero cuando también hay sacerdotes de la rama de los fariseos blasfemando bajo la Capilla Sixtina, Dios es un tirano creado a imagen y semejanza de un pueblo que una vez quiso representarlo cual becerro de oro… y le salió mal. No es que Moisés fuera un adorador del Dios verdadero y como tal, su portavoz; los pueblos del desierto carecían de todo talento para dedicarse al paganismo y a sus varias representaciones. No existiendo tampoco un paisaje que inspire y unas herramientas que ayuden, se hace imposible pensar en un dios mejor que aquel que encarna toda la moral de una comunidad cerrada.

Como argentino miro a mí alrededor y tengo mil cosas para adorar; si quiero adorar a una vaca como si fuera un hindú lo puedo hacer sin ser perseguido por nadie excepto por aquel que conozca mis hábitos alimenticios carnívoros.

Una minoría en el desierto tiene que erradicar a unos necios que tienen una pésima representación de Dios para que la gente no pierda la fe en Él. ¿Cuál es el pecado de los idolatras? ¿Haber desobedecido a Moisés siendo éste, como dijo Talleyrand, el mayor fabulador de la historia? No es maldito el Pueblo que hace una imagen y la adora; es maldito quien desobedece a su líder no teniendo nada bueno que oponer...

Los antijudíos de siempre dicen en su cristianismo oxidado que los judíos son malditos por lo del becerro de oro, siendo que los idolatras fueron muertos por los mismos jerarcas del pueblo. Los que no murieron, vivieron el resto de sus miserables vidas controladas por Moisés y Aarón. ¿Entonces en qué radica el mal de los "idolatras"? La rebeldia ante el excelente sistema racista y tribal del judaísmo le mereció la muerte a aquellos que no comprendieron la practicidad que había adoptado su dirigencia.

¿Qué tienen de común los judíos de las épocas recientes con aquellos que la Biblia y el Corán condenan como "idolatras"? El judío siempre es rebelde y de ahí tantas sectas que existen dentro de su seno. Quien no comprende la eterna lucha de poder entre todas las naciones y aun dentro de ellas, tampoco puede acceder a entender la lucha por la hegemonía moral que se da entre facciones antagónicas en lo político.

Yo os digo que es un absurdo no querer ver las cosas tal cual son.

Cada cual crea la moral, la cultura y la religión que le conviene.

En conclusión, es en vano universalizar una interpretación errada sobre las alegorías de una determinada asociación de personas. Quien va por la vida adorando dioses ajenos, está ya transitando con lo último que le queda hacia los umbrales de la muerte. Es que adorar una moral y una religión que no es propia, es odiarse a sí mismo.

Y estos son los sueños de desolación bajo los cuales gimen las naciones...■

LA CESTITA DE LAS VOLUNTADES

El texto que podréis leer más abajo lo escribí hace ya unos años, si no recuerdo mal en 2005, cuando tenía 24 años. Forma parte de la compilación de relatos Escorias y Cenizas, mi tercera obra. Aquí podéis descargaros todas mis historias si queréis: MIS OBRAS.

Leyendo ahora el texto puedo ver errores y cosas que podría haber escrito mejor, pero me resisto a rectificarlas por ahora, entonces yo era otro. Sé dónde están los errores y sé que en el futuro escribiré cosas mejores. LO MEJOR ESTÁ POR VENIR, no os quepa duda.

He aprendido que el mayor goce de escribir no es que te lean sino escribir para leerse uno mismo. El que yo exponga mis escritos es sólo producto de mi generosidad. Dicho esto, no quiero decir que no quiera que me lean o que me ponga por encima de los demás, sino que le doy una menor importancia, escribo por mí, por mi goce personal, y eso es lo que todo artista, supongo, debe hacer, porque si no se convierte en un "negro" o en un simple capitalista de las artes; o lo que es peor, en un esclavo de los demás, en un egocéntrico, en alguien que necesita el halago para sobrevivir. Yo no soy de esos: yo escribo porque "la vida" necesita que se cuente.

Aún así he de confesaros que he mandado mis obras a alguna editorial pero o no me han respondido o si lo han hecho ha sido imponiendo unas cláusulas inaceptables, como que si no vendo cien ejemplares en la presentación del libro los tengo que pagar de mi bolsillo. Por ello decidí poner mis historias en pdf en esta web de la que soy propietario, para que todo el mundo tenga libre acceso a ellas.

Sin más, decir que La Cestita de las Voluntades tiene un eco muy real. En Tarifa, donde vivo, había un hombre rubio de ojos celestes con acento extranjero. Vestía como un pordiosero y siempre me lo encontraba en la puerta del supermercado. Bebía vino como un descosido y a la vez pedía limosna. Poco se podía hacer por él. Nadie sabía cómo se llamaba ni de dónde venía. Cuando empezaron las lluvias, o eso me contaron, apareció muerto en un descampado. Tenía tuberculosis y dormía a la intemperie, con todo el frío... ■

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Hiciéronlo así: diéronle de comer, y quedóse otra
vez dormido, y ellos, admirados de su locura.
MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha


Bajaba calle abajo casi como un perro con su ropa sucia y hecha jirones, llevando por bandera una sonrisa de esas que, entre sus luengos y espigados vellones, parecía la mayor herejía infringida en el seno de cualquier religión existente o por inventar. Olía a matarratas barato y a apestosas comidas de hacía semanas, sus calzoncillos eran una piscina de orines que se mezclaban con los pelos tiesos de su pubis y su melena emulaba el deprimente limpiabarros de un sex-shop un día de lluvia donde seres solitarios buscaban un pequeño pero dulce consuelo.

Bajaba calle abajo con aire peleón y con el estómago vacío, portando su cestita para las voluntades y su vieja mochila que antaño fue pija y cara al hombro. Cuando cruzó la equina se encontró con una puerta automática que se abría y se cerraba a todo aquel que tenía la suerte de ser admitido en todos los sitios. Se sentó al lado de la puerta, puso en frente suya el cartelito que decía “TENGO HAMBRE” y la cestita de las voluntades con pequeñas monedas de dos céntimos que hacían la mitad de un euro y luego se tapó con su raída e insalubre manta de lana porque hacía un frío de esos de frigorífico.

Era veinticuatro de diciembre y, con cierto optimismo, Nicolás (que así dijo su madre que se llamaba aunque no figurara en ningún papel y no pudiera demostrarlo) acomodó su joroba contra la pared y fijó sus ojitos en el cestito para ver cómo llovían las voluntades con ese ruido tan alegre de soniquete que hacía sombra a las calumnias de su estómago.

Las pequeñas arrugas de su cara, que no se dejaban ver fácilmente, mostraban la dureza de la calle, las marcas del cemento de las aceras como almohada se adivinaban en diminutos arañados rojizos y su vivaz mirada, como la de un lobo hambriento, avisaba a quien le observaba de la dura juventud de alguien que no llegaba a los treinta pero que poco le faltaba; así que era joven, a pasar de su joroba, forjada con esmero durante años sentado en la puerta de cualquier supermercado mientras brotaban las voluntades como alma que se lleva el diablo.

Su vida no era sencilla, tenía más complicaciones que cualquier problema matemático y más males que cualquier dolencia. Su acento delataba aires del Levante y su dicción, incluyendo sus gesticulaciones y movimientos, irradiaba cierta educación suburbial. Nació de esperma prestado y fue parido por una puta barata del Este con la que vivía y era malcriado en cualquier esquina. De pequeño, Nicolás parecía un niño tonto, uno de esos que confundían la derecha con la izquierda y lo negro con lo oscuro. Tal vez fueran esas penetraciones que recibía su madre durante el período de gestación las que… Pero no era tonto del todo, a la vida sólo vienen los mejores. Desde muy pequeño supo lo que es vivir en la calle, ser escupido por los demás niños o ser magreado y sodomizado por la policía y adultos descentrados. Para él, ni la hoz ni el martillo hacían a todos iguales ni el dinero hacía la felicidad. Él lo sabía, él había visto a los dos mundos y ninguno de ellos le iba a conducir al paraíso. Y aunque odio generalizar, se me antoja decir que la política se basa en bonitas palabras pronunciadas por un charlatán que se escuda en una ideología que no llegará a cumplir; pero seamos sinceros con nosotros mismos, ser honestos en esta vida sirve únicamente para ser más soberbios, para creernos mejores por demostrar una mayor rectitud y ser más bondadosos que nadie, no para ceñirnos a la verdad, ser justos o alejarnos de esa idea de superioridad hacia quienes no somos el YO de cada uno; la mayoría se comportaría como esos políticos que odia, y eso es lo penoso, en ese consentimiento, en esa dualidad de odio y envidia, radica el vicio, el error. Para Nicolás la dignidad era tinta que se difuminaba sobre el papel, un espectáculo moral lejos de cumplirse, al menos en su vida.

Con la edad suficiente como para darse cuenta de que el mundo se movía por miles de direcciones, un maldito muro fue derrumbado; pocos años después pudo ir a Occidente a la vez que el capitalismo viajaba al Este y miles de sueños decían adiós por culpa de esos “charlatanes colorados” que defendían una ideología que habían olvidado o ejecutaban a medias. Nicolás, con su poco equipaje, un poco de dinero ahorrado durante años y con el beso de su madre en la frente, fue como inició su particular bagaje homérico. Su madre, con lágrimas en los ojos y sus herramientas de trabajo secas, caídas o arrugadas, vio cómo su hombrecito partía en busca de una vida mejor, deseando que la suerte le siguiera como lazarillo y que la virtud le iluminara senderos que le condujeran al Olimpo. Sin estudios, sin papeles, sin dignidad y con tristeza, cruzó toda Europa Occidental andando, hasta que llegó a España. Después de unos meses, cruzó toda la península y, desesperanzado, llegó al fin del mundo que llaman libre y civilizado, hasta el punto más meridional de Europa, después de haber sobrevivido, casi desde que inició su viaje, de lo que encontraba tirado o de lo que le dejaban robar. El Estrecho de Gibraltar le decía que el viaje había servido para nada, que sus ilusiones le habían llevado a una derrota de esas que uno no sabe como encajar, pues se había dado cuenta de que en el Oeste no había dicha, que no había bienestar, que todo era mentira. Se había criado en la calle y la misma calle sería, pensaba, su casa para siempre. Mientras miraba las montañas del Norte de África se sentía como preso en arenas movedizas y que todo lo que hubiera de lujo más allá del Estrecho de Gibraltar eran pequeños oasis donde no todos podían beber, diminutas parcelas donde irían los sedientos a encontrarse con la arena o con la imagen de la desigualdad y de la injusticia, que no conoce fronteras y no parece ilícita.

En su viaje por Europa había visto cómo algunos de su especie habían tenido suerte a la hora de encontrar trabajo y labrarse un futuro. Pero él carecía de papeles y el miedo le impedía solicitar algo así, ya que no tenía ni con qué demostrar su procedencia. En el Este ya era un extraño, ni siquiera allí poseía documentos con algún sello gubernamental, o alguna identificación falsa… Era un extraño, un extraño para las gentes de todo el planeta, únicamente su madre sabía que vivía realmente; para los demás era sólo un espectro pidiendo limosna, parte de esa cara de la vida que está lejos de la luz del sol, donde los desgraciados son ocultados en madrigueras y marginados como cucarachas.


Ilegal en todos los sitios, intentando hacer el menor ruido posible, buscó el mejor lugar donde ser explotado lo más dignamente posible. Lo encontró en pequeñas fábricas escondidas en sótanos donde se respiraba azufre y otros gases malignos o de la mano de chulos y proxenetas, gracias a los cuales hubo meses en el que su trasero fue la gran estrella de algunos locales. No ganaba mucho dinero, y aunque no tenía más remedio que dormir en la calle, al menos comía todos los días. Soñaba con las curvas de ensueño de mujeres inexistentes y también tenía pesadillas, que son sueños infectados con la maldad del mundo, donde miles de falos le golpeaban en la cabeza y en la frente recordándole su miserable y nauseabundo origen.

Finalmente acabó en Barcelona. En las ciudades grandes es donde hay una mayor demanda de mendigos. La clase media y alta necesitaba de ellos para sentirse mejor, para no creerse tan culpables de todo lo malo que consienten, para considerarse afortunados dándoles lo que les ha sobrado del pan o de la cerveza con su tapita. Nicolás, en cierto modo, y visto de esta manera tan original, llegaba a pensar que con su desdicha estaba haciendo un bien social. Pero eso era únicamente producto de su ironía, de cierto cinismo consigo mismo, de un humor descarnado y pútrido que le animaba a poder seguir viviendo.

Durante años pensó en suicidarse, que vivir no era necesario y que sólo sería un “bang” y ya está, adiós preocupaciones, adiós el dolor, adiós todo… Pero es tan fuerte la esperanza, es tanta la que puede contener un alma pesimista, solitario e idealista… Es la esperanza la que da vida a Nicolás, la que le nutre de anhelos y de sonrisas… Se reía del mundo, se sentía, a veces, de repente libre, pues no tenía papeles de ningún tipo, no estaba atado al mundo ni a ninguna sociedad, ¿a dónde le extraditarían? El mundo le pertenecía, él era un auténtico Ciudadano del Mundo, desde su primer aliento lo fue. Y aquel día, un veinticuatro de diciembre, a la entrada de un supermercado cualquiera, la gente entraba y salía alegre y sonriente rozando a Nicolás, que parecía un árbol de navidad barato y seco.

Siempre encontraba a alguien que le hiciera el pequeño favor de entrar por él a comprar su cartoncillo de vino de treinta céntimos, unos cuantos cigarrillos, un bollo de pan y cuatro lonchas de embutido barato para todo el día. El vino era uno de esos de mal agüero que cualquier estómago afortunado y bien criado vomitaría, pero para Nicolás era la única forma de animarse. Casi siempre era alguien que trabajaba en el Supermercado quien se lo traía todo, por lo que había días que le salía gratis, cosa que agradecía, pues para él un euro y cincuenta céntimos llegaban a suponer un día y medio de trabajo.

Alguna gente, al verle con su cartón de vino, no podía entender cómo alguien que pretendía vivir de las voluntades hacía tal apología del alcoholismo. Es una lástima que la ignorancia hable siempre a voces, suponer que alguien honrado de verdad desee vivir de los demás de forma tan mísera es como decir que las guerras son buenas y necesarias. Para Nicolás, ese vino insalubre y ponzoñoso era un agradable lenitivo que para sus circunstancias era necesario y vital. Y para qué engañarnos, algunos afrontan mejor las dificultades con una botella al hombro y unos grados de alcohol a sus espaldas.

En muchas ocasiones se le podía ver hablando solo o con su trozo de pan y, de vez en cuando, alguien se le arrimaba para darle un poco de gracia a su vida. Hubo una ocasión en la que se le acercaron unos niños. Uno de ellos estiró su brazo y puso su mano abierta ante los ojos de Nicolás, donde había una monedita de dos euros. Nicolás fue a cogerla pero el niño empezó a gritar “¡ese marrano me quiere robar!”. Entonces el encargado de la seguridad del supermercado llamó a la policía. Aquella noche la pasó en un pequeño y claustrofóbico calabozo; al menos pudo ducharse, le dieron ropa limpia y a la mañana siguiente fue soltado. La vida no es fácil para Nicolás, hasta los niños pueden ser crueles, ¿dónde está la inocencia? Nunca volvería a aquel supermercado a pedir al lado de la puerta automática que engullía y vomitaba sin parar a consumidores, a aquel lugar donde se encontró con el diablo teñido de niño, por lo que no tuvo más remedio que trasladarse a otro lugar para ganarse la vida e intentar ser feliz.

Para Nicolás ser indigente y ser vagabundo eran términos que diferían bastante de una forma muy sutil. El indigente es el pobre que se queda en un sitio, donde una acera, o un banquito, o un cubo de basura, o una chabola… se convierten en su casa, en su única casa; y al sentirla como suya, de su propiedad, se quedan en ella y no se mueven a otros lugares. Sin embargo, el vagabundo es simplemente un indigente que deambula por el mundo, alguien que considera su casa cualquier lugar. Y Nicolás echaba de menos su vida de trotamundos, pues consideraba aburrida, estática y deprimente la vida de indigente.

Ciertos centros comerciales o supermercados ya estaban cubiertos por otros seres de la calle. Alguna que otra vez llegó a pelearse por un territorio, siempre por una puerta que se abre y se cierra sola o por las mejores zonas de la ciudad. La competencia era realmente dura, muy agresiva. Cuando una acera se convierte en parte del negocio no puedes tolerar que alguien te lo arrebate, o así pensaban tan extraños empresarios. Pero bueno, Nicolás, aunque parezca mentira, tenía cierta soltura a la hora de negociar o encontrar nuevas aceras y puertas automáticas para mendigar voluntades.


Dicen que se puede ser feliz con muy poco; «para el cerdo la felicidad del cerdo», escuché una vez. Para Nicolás, la felicidad era un cartón de vino y el recuerdo de su madre. Se acostumbró a ello, tal vez sea cierto que la felicidad puede consistir en una monotonía estable, sin interrupciones ni sustos; pero a veces Nicolás pensaba en ascender en la sociedad, adquirir nuevos galones (ropa limpia y cara, un coche…) y hacer amigos de esos en los que puedes confiar y que no fueran ratas callejeras donde la puñalada por la espalda estaba a la orden del día. Era joven y el mundo podía girar a su alrededor y a su manera, pensó que tal vez era necesario y reconfortante para su vida renegar de su libertad de cucaracha y esforzarse de nuevo en encontrar un trabajo digno, y después conocer a una chica y hacer una familia, y… ¡qué sé yo!, si de joven no lo intentaba viviría con remordimientos, con la incertidumbre de lo que pudo y de lo que no pudo ser. “Se podía llegar a alcanzar la felicidad sin ser libre”, o a tal conclusión llegó Nicolás.

Estaba oscureciendo y Nicolás solamente tenía en su cestita sesenta céntimos. Esa noche tampoco cenaría, dormiría con el estómago vacío, el cual se le hincharía de aire y parecería un globo. Buscará un rincón seguro para dormir en algún lugar donde no viera a familias alegres paseando como si el mundo les hiciera inmortales, como si no existieran las preocupaciones… Intentará huir del recuerdo de su madre, del hambre, del… se cobijará en su sempiterna libertad, en su espíritu apátrido y solitario, en sus pensamientos más fogosos y vehementes. Recogió sus pocos enseres y paseó por calles perfumadas con fragancias navideñas, con los aromas del pavo, de los langostinos… las calles emanaban ese aire feliz proveniente del ideal burgués y de la pobreza consentida. Aquella noche padres bien instruidos les dirían a sus hijos que dejaran de quejarse, que lo tienen todo. Y es así, lo tienen todo; y dejarán de quejarse, Nicolás lo sabía, ya que él tampoco se quejaría con un poco de pavo en la boca. Y es que él es educado, ¡con la boca llena no se habla!. Y el que lo tenga todo y se convierta en un rebelde, o es demasiado caprichoso o es un perdedor, un pobre soñador que tiene miras demasiado elevadas para los hombres de su tiempo.

Nicolás se sentó en una esquina cualquiera y puso su cartelito y la cestita por si acaso. Para él un rincón no era la esquina de una calle, o de una ciudad, o de un país… para él cualquier lugar pertenecía al mundo, a un mundo donde todos, ricos y pobres, se pudrían por igual. Se le acercó un hombre, alguien anónimo que los ojos de Nicolás jamás habían visto, un dato más para las estadísticas. Nicolás no era ni dato ni nada, él era solamente él, el único hombre libre, el único ser que podía presumir, en cierto modo, de no existir. Aquel individuo le miraba fijamente, de una forma tan penetrante que Nicolás casi se ruborizaba, y llevaba una bandeja con los aromas de un gran banquete para una cena de nochebuena. Aquel hombre le dio la bandeja y Nicolás, casi llorando, se lo agradeció a la vez que esa sombra se marchaba silenciosa a través de la calle. Mientras se comía unas sabrosas gambas, llegó a su mente por sorpresa el recuerdo de su madre. Se la imaginó rebuscando en los cubos de basura que están junto a los supermercados, donde siempre tiran comida en buen estado pero con fechas desfasadas, pero también se la imaginó con la suerte de haber prosperado y haber conseguido la seguridad de unas vigas de hormigón, unas paredes y un techo de ladrillos. Entonces Nicolás veía a su madre en un jardín, balanceándose en un columpio y mirando al cielo mientras le recordaba. También podía ver en su imaginación a un padre prestado y a unos nuevos hermanos deseando conocer al hermano que se fue al oeste a conquistar la felicidad y el bienestar, pero eso eran solamente mentiras, nunca sabrá qué fue de su madre, a lo mejor estaba muerta; en todo caso, aquel adiós empañado de lágrimas que regaló a su madre el día que abordó su odisea fue el último, una verdadera despedida. Y de repente, mientras se zambullía en las delicias del banquete, empezó a llorar y a llorar, a berrear sin parar por su desgracia, por su soledad, por la dureza de su naturaleza y por no tener a alguien cercano que se preocupara de él.

Poco antes de las doce de la media noche ya se había comido todo. Pudo dormir con el estómago lleno, con los ojos hinchados y con la lengua entre sus dientes doblados y picados como una mina de carbón, tan alegre y triste a la vez como una comedia trágica. Y jamás volvió a despertar, el sueño se lo llevó a aquel lugar donde nunca se abren los ojos. En el mundo se quedaba una plaza libre de indigente, una puerta automática vagante, un aire más triste…

Aquel individuo tan generoso volvió de nuevo acompañado por otros hombres. Se llevaron a Nicolás en una furgoneta hasta un quirófano clandestino, donde lo destriparon para venderle a trozos a un alto precio a familias adineradas. Mientras tanto, los jóvenes bajaban a la calle después de una copiosa cena y se empezaban a escuchar los primeros “feliz navidad” con ese tono de vino o de champán que trababa algunas lenguas, ajenos al silencio de muchas tragedias que se nos escapan. Se llevaron a Nicolás, pero dejaron abandonadas todas sus cosas: su mochila, su mantita, el cartel de “TENGO HAMBRE” y su apreciada cestita. Todos pensaban que allí había alguien, que tras esa sombra que no conseguía atrapar la luz había un muerto de hambre; sólo la cestita era visible con claridad junto con su cartelito. A la mañana siguiente la dichosa cestita amaneció con treinta euros de voluntades en pequeñas monedas de menos de cincuenta céntimos. La navidad consigue hacer generosos y piadosos, pero eso era únicamente soberbia e hipocresía. Nadie disfrutaría aquellos treinta euros. Aquel veinticinco de diciembre Nicolás podría haberse dedicado una fiesta, o haber dormido en la modesta cama de un hostal o haberse comprado una botella de vino un poco más digna, una de esas de más de un euro con las que se le hacía la boca agua, pero... Y he ahí la trágica historia de un hombre sin patria, de un hombre libre, de un auténtico Ciudadano del Mundo que antes de morir había estado llorando por el recuerdo tan tierno que le evocaba su madre, la única persona que sabía que existía y la única mujer que le había amado. A pesar de todo, en alguna parte de Barcelona aún existe una cestita abandonada junto con un cartelito de cartón mojado que tiene hambre y pide ayuda. Nadie lo escucha, es como si no existiera.■

INVOCANDO A LA BESTIA INTERIOR

ARES - MARTE

¡Eh, vida!, aquí estoy, tu mayor sufridor, tu mayor héroe, el que siempre se ríe cada vez que le atizas. He aquí yo, el que te dice que sí, el que te dice ¡más!, el que ríe y llora, el que se regodea en la amargura y en la alegría, el que te saborea y te desafía, el que solitario te mira a la cara sin complejos y sin miedo a sucumbir.

Los tiempos de la raza se perdieron y he aquí un superviviente de sangre viva, viejos sueños y realidades pasadas. Soy el descuartizador y el creador, ¡sí!, ese soy yo, y quiero que me teman y que me amen por lo que me temen, ¡no soy de amor sencillo y bobalicón! Que me quieran los fuertes, que se me arrodillen los fuertes con dignidad, a ellos les daré algo por lo que luchar y por lo que vivir.

Algún día alzaré el puño y cuando caiga no habrá bastardo vivo. Llegará la hora de la devastación, llegará la hora de los que con acero irrompible descoyuntarán los huesos de los traidores, ¡la bestia rubia lleva demasiado tiempo en su guarida anestesiada y drogada!… ¡cuando salga no habrá piedad! Que la historia de los hombres me odien, me da igual, tras la muerte al cobijo del Olimpo me reiré, ¡una eternidad me espera!, ¡los dioses me aguardan!, ¡todo un devenir me hará justicia!

¡Muerte al extranjero!, ¡muerte al traidor!… ¡ninguna represión me parará! A mis iguales yo les ofreceré mi puño y yo les pediré el suyo, moriremos como hombres por una causa noble. La vida no significa nada si no se vive, la muerte significa menos si no has vivido.

¡Bestia rubia, despierta!, un hombre europeo requiere de tu fuerza. Quiero un futuro sin pena y sin culpa, un futuro sin misericordia pero si con empatía, quiero un futuro de hombres valerosos capaces de lo imposible. ¡Qué lo imposible sea demasiado fácil!.. ¡Quiero hombres que no sean hombres, quiero hombres que se vean superados por sí mismos!... ¡oh!, ¡bestia rubia!, ¡enséñanos el camino del superhombre!, ¡brota de mí como una flor!... ¡no quiero vivir como un capullo!

La fuerza se impondrá, los niños llorarán, una época de destrucción se hace necesaria. He aquí que se verá quien merece vivir y quién merece ser recordado. Repudiemos la paz, de ella solamente hemos fabricado cansancio, destruido nuestra patria y corrompido nuestra sangre. Un pueblo de guerreros se hace obligatorio, mi consuelo será un puñetazo en la cara y ver mi nariz rota, eso me hará sentir ante un hombre de mi altura, ¡lo demás me parecerá digno sólo de oprobio y desprecio!

El infierno me sabe a poco, eso es para los abrahámicos, a mí sólo me espera la gloria. ¡Europeos!, ¡hoy más que nunca Esparta en nuestros puños!, ¡hoy más que nunca Roma en nuestro espíritu!, ¡hoy más que nunca un pagano en nuestras venas! ¡Que la sangre brote a borbotones, nuestra victoria será sangrienta o no será! La batalla no será sencilla, ¡nuestro enemigo es temible y diverso! De mil caras se compone, todas ellas contrarias a la belleza. Y de nuestras mujeres hemos de sacar lo mejor, quieran o no, ¡con los asuntos de la posteridad no se juega! ¡Qué de su flujo broten cachorros!, ¡que de su vientre brote lo mejor de nuestra raza!

El futuro es nuestro si queremos. No temas ser fuerte, no temas someter al débil, no te dejes conmover por su llanto y su debilidad. Defiende tu patria, defiende tu sangre, defiende el vientre de tu mujer y a tus hijos, ¡no mancilles tu herencia con el mestizaje!… Si no lo haces, ¡muere!, te lo mereces… A buena gana yo te descabezaré.■

MAESTRA





¡Música!
Tú eres quien da la gracia al vacío
Y el verdadero eco de las emociones humanas
¡Música!
Tú eres el aullido del lobo
Y la fuerza del Hombre
¡Música!
Tú eres la tormenta
Y el mutis cuando habla
¡Música!
Tú eres el ruido del tráfico
Y el escándalo vapuleante del tiempo,
Los llantos, las lágrimas, los ríos y las montañas…
¡Música!
Tú eres tú, siempre tú
Y eres el ímpetu y el poderío,
La pasividad y el decaimiento…
Y mis oídos y mis ojos y mis labios…
¡Música!
Eres todo lo etéreo…
Todo lo material…
Todo lo todo…
¡Música!
¿Qué no eres tú
y qué no no eres?
¡Música!
Eres el niño al nacer
y la vejez agonizante
La sonrisa y la guerra
El hambre y a la vez la ambrosía
¡Música!
Tú eres el amor y el odio
Y amor cuando odia
Y odio cuando ama
¡Música!
Tú eres la vida y nosotros el pentagrama…
Mis acciones las notas
Mi vida una canción
La historia una sinfonía
¡Música!
Tú eres maestra de decepciones y de sentimientos
Eres danza y baile
Jubilo y alborozo y
Cópula y escalofrío
¡Y dime!
¿¡Qué no eres música!?
Eres vida y muerte y
todo lo etéreo y todo lo material…
¡Silencio!
...

CLAUSURA

Pasaba de los treinta y casi llegaba a los treinta y cinco, aunque para ello aún quedaban varias semanas. Su cabello liso flotaba en el aire cuando andaba, o así parecía, dándole forma a la brisa. Su cuello, lúcido y blanquecino, siempre olía a frutas tropicales, por lo que era un exquisito manjar, como el resto de su figura, que aún no destacando entre las demás mujeres y siendo lo que se diría “del montón”, podría considerarse sumamente atractiva y delicadamente esbelta. En definitiva, no dejaba de ser un paraje apetecible y digno de explorar; eso sí, mediante aptitudes libidinosas y poco “honestas”, aunque la falta de honestidad se encuentra en quien no reconoce los delirios obscenos que tanto nos gustan a todos.

Su vida era imperfecta, impía en forma y en todas las maneras. Carente de libertad, su fortaleza residía en la abnegación. Se virtud se cobijaba en sí misma, pues toda ella era virtud. Paradigma de bondad, a veces explotaba aunque los demás no la escucharan. Nadie le prestaba ayuda, y por eso su vida era ella misma y su calvario; un calvario diario, un infierno solitario, seco y desierto de afectos.

Era una guerrera, pues guerreros son todos aquellos que luchan contra algo. Pero existen diferentes tipos de guerreros, y ella era de las que luchaban con dignidad. La dignidad no es fácil de conseguir, es una aptitud hacia la vida, una pose de cabeza alta, un auténtico y necesario homenaje hacia uno mismo que requiere de voluntad e inteligencia. Digamos que la dignidad del guerrero, incluso la del hombre miserable, reside en el orgullo y en su buen obrar, y aquel que es fuerte de orgullo se respeta a sí mismo y es respetado por “la mayoría de los demás”, aunque a veces la teoría falla, y es que los humanos son demasiado ilógicos: al único animal de este planeta al que se le puede llamar estúpido, con razón y sin equivocarse, es al Hombre.

No tenía pareja, ni vida propia, aunque en su vida existieron desengaños amorosos, calentones de sábanas e incluso momentos de auténtica libertad de la que podemos llegar a saborear. Su vida transcurre en una casa, rodeada de paredes y por un techo con apacible apariencia de “dulce hogar”, pero cada mañana, al despertarse, solamente le queda la sensación de amargo olvido e implacable desarraigo con la vida normal.

Soñaba con ser libre, con ser ella misma y poder realizarse sin objeciones o resistencias ajenas. Sería fantástico poder verla salir a la ventana y contemplar cómo respira la húmeda brisa de una mañana primaveral o camina descalza por la playa contemplando esa belleza que aún puede verse en este mundo. Pero es lo de siempre, de quimeras vivimos y de quimeras se hacen algunos.

Su vida era carcelaria, pues era una mujer secuestrada por su familia, obligada en cierta forma a estar ligada íntimamente a un ser longevo y solitario, como ella, que nunca le dará una alegría o una situación divertida. Y no hablamos de sexo, estar ligado íntimamente puede ser muchas cosas, el lenguaje se ve incapaz de expresar ciertas cosas sin malentendidos.

De mañana a la siguiente mañana y así constantemente. Noches sin dormir, noches sin llorar (amontonándose la amargura para una futura explosión colérica)… su vida era abrumadora en responsabilidades y en cuidados a un ser humano que nunca tendrá tanto como para poder agradecérselo. Y mientras tanto, su familia miraba a otro lado, como si ella era fuera ajena a la vida de la casa, como si fuera una “cosa” ajena a sus felices vidas; felices vidas sin preocupaciones y llenas de caprichos, sin consideración ni empatía, sin pañales ni orines.

Mientras tanto, ella seguirá siendo fuerte y guerrera, hasta que llegue un momento en el que su infierno muera y sea enterrado. Entonces puede que su familia vuelva a acordarse de ella y la acepten en su apretadísima agenda, prestándole ayuda en ciertos quehaceres, estos ya menos sucios.■

Dedicado a Ascen.