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ANÁLISIS DEL TOTALITARISMO (I)

Esquemas explicativos de 
Alain de Benoist, Hanna Arendt y Eric Hobsbawn 

Resumen de uno de los debates de FORΦιDENTIDΛD,

La temática que debatimos giraba en torno al totalitarismo aunque, como podrá observarse en el resumen, se deshilachó en varias derivaciones argumentales.

Para comenzar hubo una tormenta de ideas con la cual intentamos delimitar el término «totalitarismo» para saber a qué nos estábamos enfrentando. Para ello había que diferenciarlo con claridad de palabras que pudieran, a priori, provocar equívocos. Así, surgió la necesidad de discernir entre «autoritarismo» y «totalitarismo». La primera de las formas de ejercer la autoridad o el mando se entiende como aquello que procura domeñar los cuerpos:, la fuerza de trabajo; pero el segundo de los términos, el totalitarismo, pretendería subyugar tanto el cuerpo como la propia conciencia y pensamiento del sujeto.

Bajo la óptica de Benoist el «totalitarismo» se enfoca como un fenómeno moderno. Aún así algunos miembros asistentes al debate exponen cómo en las democracias liberales (y economía capitalista), donde se supone que la libertad es el valor sagrado, se están dando los esfuerzos más serios de manipulación de masas mediante el control mental: ya sea utilizando como herramientas la TV, el marketing, el cine, etc. Por ello, si totalitarismo es Nazismo y Comunismo, también lo es el «Nuevo Orden Mundial» que se quiere imponer bajo sus premisas universalistas nacidas de la Ilustración. Si de alguna forma puede definirse entonces la palabra «totalitarismo» es como aquella forma de ostentar el poder que pretende el «control total» sobre todas las cosas, sean animadas o inanimadas, hacer todo calculable y previsible, conseguir que todo quede englobado bajo una autoridad de «poder absoluto»; es decir, un gobierno totalitario aspira a sustituir a Dios, pues no sólo se expresa mediante la política, sino que los totalitarismos ofrecen una nueva dimensión religiosa del mundo, ya sea esta materialista o espiritual. Como no, el Islam… todo monoteísmo, se puede enfocar como fenómeno totalitario, de hecho lo es, porque quiere controlar el cuerpo mediante el pecado y el espíritu y la conciencia mediante la fe y el avasallamiento a un Ser Supremo o Superior.

Bajo términos morales, se aplica una dicotomía entre bueno y malo aplicado al nazismo y el comunismo. Por encima de todo, aquellos que actuaron bajo un sistema u otro siempre pensaban que hacían lo correcto. Sin embargo, es sabido que el comunismo ha causado un mayor número de muertes y cometido más crímenes, más que los cometidos o achacados (a los perdedores se les imputa de todo, hasta de lo que no han hecho, algo que hay que tener en cuenta) al nacionalsocialismo. Al nacionalsocialismo se le hace responsable de 25.000.000 de víctimas, y es porque se le otorgan no solamente 6.000.000 de judíos muertos en campos de concentración, sino todo el resto de las víctimas mortales habidas en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, al comunismo se le achacan cuatro veces más víctimas, 100.000.000. Es decir, una mentalidad moral podría decir que el comunismo es 4 veces más malo que el nazismo, sin embargo, como se ha aceptado la idea de que el comunismo servía a la democracia verdadera o más perfecta, de que tenía buenas intenciones y era una propuesta para perfeccionar al Hombre, ser comunista no es motivo de escarnio, escarnio que si merece, al parecer, el ser nacionalsocialista. La conclusión es que no hay que buscar orígenes de maldad absoluta. Nos podríamos preguntar, ¿cuántas víctimas son achacables a las democracias o sistemas liberales? No serían pocas las víctimas. Otra conclusión sería que triunfa la moralidad de la víctima y del vencedor y que todo parece bueno y justificable, aunque se hable de un crimen (parece ser que hay crímenes buenos, son los llamados un «mal menor»), ante toda la maldad atribuida hasta la exacerbación al derrotado, en este caso al nacionalsocialismo, que siempre es ofrecido como una expresión infernal y un arquetipo de maldad, cuando es posible que no fuera tan dañino como otros piensan. Al menos así reflexionó y argumentó uno de los miembros asistentes al Foro. Concluyó diciendo que no podemos permitir las taras del sistema actual por muy lleno que nos tenga el estómago; el que haya sistemas peores, o que se llaman peores, no quiere decir que dejemos que las democracias hagan lo que quieran. La democracia tiende al totalitarismo.

Un análisis que trata de explicar este reparto de papeles y que fue expuesto en el debate es el que sigue. Se observa, en primer lugar, la funcionalidad política de dos muy concretas teorizaciones historiográficas sobre el fascismo (o el nacionalsocialismo). Los historiadores liberales agrupan comunismo y nazismo bajo el concepto genérico de totalitarismo. Mientras, los historiadores marxistas acostumbran a identificar el fascismo con una de las etapas del desarrollo del capitalismo, agrupando de esta forma capitalismo liberal y marxismo. El fascismo es etiquetado como lo peor posible y cada uno trata de vincular al régimen sociopolítico rival al fascismo.

Pero, ¿cuál es la explicación de este etiquetamiento del fascismo? Pues bien, ésta se encuentra en la secularización de los valores y filosofemas de procedencia judeocristiana que define a la Modernidad. Este proceso de secularización genera automáticamente un lugar simbólico negativo que debe ser ocupado por una realidad contemporánea. De esta manera, se establece una dicotomía entre los que favorecen la realización de la historia conforme a la secularización descrita (liberales y comunistas, que son rivales pero no enemigos) y los que se oponen (el fascismo).

Esto es lo que explica que las imputaciones de criminalidad al fascismo fueran realizadas a priori. Antes de tener algún poder, el fascismo fue imputado como criminal. Mientras, una ideología realizada tan sanguinaria como el comunismo, aún a posteriori de una criminalidad probada, goza de una legitimidad que no cede. Al fin y al cabo cabe entender esta legitimidad como emanada de un ideario milenarista derivado del judeocristianismo y presunto portador del bien absoluto. A pesar del terror rojo. Y esto explica que Hobsbawm califique al fascismo de subversión deliberada de la civilización, mientras el comunismo, que desde un momento inmediatamente posterior a la toma del poder comenzó a mostrar su carácter criminal, parece formar parte de esta civilización. Es evidente que este análisis rebate algunos de los esquemas de Alain de Benoist. También que los efectos históricos de un relato falso son verdaderos.

Democracia y liberalismo guardan un nexo común con el comunismo, ambas se piensan herederas de la Revolución francesa y de sus valores universales. Éste es uno de los motivos por el que el comunismo no tiene tan mala reputación, a pesar de que bajo este sistema político se asesinaron sistemáticamente, judíos, «kulaks», cosacos, etc.: el nacionalsocialismo no hizo nada nuevo, los métodos de aniquilación los herederó del comunismo. Democracia, liberalismo y comunismo comparten los mismos ideales emancipadores para con el hombre. Se presentan como sistemas salvadores del hombre, salvaguardadores de la humanidad. Uno de los miembros sentencia con «no es más que mera hipocresía, a la vista está lo que hay en realidad».

En definitiva, el fracaso del nazismo tras la Segunda Guerra Mundial legitimó e hizo más fuerte al comunismo, lo mismo que el fracaso del comunismo soviético ha legitimado a las socialdemocracias para mostrarse como abanderados totalitarios bajo el NOM (llámese este G20 o G7, como se desee) y hacer del mundo lo que quieran. Por lo tanto, en la actualidad vivimos bajo un totalitarismo de baja intensidad en el sentido de que no te maltrata físicamente, pero que se muestra más cruel porque te compra y te maltrata mediante el mimo para anular tu voluntad o hacerte obediente al sistema. Asimismo, el NOM crea enemigos, crea antagonistas, genera guerras, pues necesita de la inestabilidad para controlar aún más y hacer creer a los demás de que dicho control es para su seguridad. En los últimos 100 años ha sido mayor el número de acontecimientos bélicos declarados por los países desarrollados de sistemas liberales que los de cualquier otro sistema; solamente un gobierno democrático ha legitimado y justificado con toda su bondad el asesinato sistemático de millones de japoneses gracias a la bomba atómica, etc.

¡Cuidado con los buenos!■

¿REVISIONISTAS, NEGACIONISTAS, AFIRMACIONISTAS?


La historia, como disciplina rigurosa que estudia los acontecimientos pasados, es revisionista por definición. Revisionismo es (según DRAE, por ejemplo) la "tendencia a someter a revisión metódica doctrinas, interpretaciones o prácticas establecidas con la pretensión de actualizarlas". Si la historia no es permanentemente revisada se multiplicarán los errores en ella. ¿O existe otro modo legítimo de respuesta por parte de la ciencia histórica ante la aparición de nuevos datos, ante la elaboración de nuevos métodos de investigación (disponibles ahora y no antes para aplicarlos a un campo particular de estudio) o ante la irrupción de nuevos paradigmas interpretativos de los sucesos históricos (paradigmas historiográficos)?

De hecho, los que hablan de "revisionismo" en forma descalificatoria, sólo se oponen a la revisión de una parte de la historia, generalmente el fascismo, el III Reich, etc. ¿Es qué no quieren que se haga o se siga haciendo Historia en lo que respecta a estos fenómenos históricos? Muy probablemente. Aparentemente sólo les interesa el mantener incuestionada la versión políticamente correcta del hecho, que generalmente consiste en pura ideología y propaganda basada en mentiras. Lo único que legítimamente puede descalificar una práctica revisionista en la Historia es la no aplicación escrupulosa del método científico particular que utiliza la Historia como disciplina científica.

Por lo que respecta al "negacionismo", resulta muy sospechoso que los historiadores oficiales utilicen un vocablo para descalificar de entrada al oponente y descartar toda confrontación teórica a priori. ¿Por qué es un problema negar? Si tan seguros están estos historiadores de sus afirmaciones, no necesitan de esta palabra. ¿Por qué no se remiten a hechos probados y refutan así las negaciones de los negacionistas? ¿Cabría llamar a estos historiadores, por esta actitud de sostener afirmaciones y no admitir la duda acerca de ellas, afirmacionistas?

El historiador debe trabajar con fuentes y con la crítica a estas fuentes. Después elaborará su teorización histórica. Una parte importante de todo el proceso de avance en el conocimiento histórico es la publicación de estas síntesis y teorizaciones. De no hacerlo así, éstas no entran en el debate histórico, no se discuten. La represión intelectual contra el historiador disidente tiene muchas formas: excluirle del ámbito académico y universitario, dificultarle el acceso a las fuentes históricas disponibles, etc. No obstante, existe una más eficaz y que garantiza la censura si todos los demás instrumentos represores fallan o no logran evitar la investigación. Muchas editoriales practican la censura contra toda forma de conocimiento histórico disidente, bien por convicción, bien por temor. De esta forma, la persecución contra editores que sí admiten la publicación de historiadores disidentes puede ser considerada también una persecución contra el quehacer de la ciencia histórica no oficial. Y los historiadores oficiales que no condenan esta persecución ideológica, practican la connivencia con el entramado desinformador y censor del régimen hasta tal punto que forman parte de él.■

HIPATIA, PAGANISMO Y CRISTIANDAD

NOTA: El siguiente artículo se desarrolla a partir de un comentario dejado en el blog IRANIA: http://tresmontes.wordpress.com/2009/11/03/mas-sobre-hipatia/ - Os recomiendo dicho blog por su diversidad temática y gran calidad.

De entrada, debo decir que no soy pagano, aunque mi visión del mundo pueda ser más parecida a la pagana. Esto lo digo porque se ha dado por supuesto que soy pagano. O si no, leer acá:

http://layijadeneurabia.com/2009/11/10/mas-sobre-el-caso-hypatia-y-la-manipulacion-anticatolica-del-suceso/

Esa calificación, sin previa información, forma parte de la idea "o estás conmigo o eres pagano". Lo mismo que en la antigüedad eran calificados de infiel o de ateo todo aquello que no fuera cristiano para los cristianos, o pagano para los paganos. Aún así, es posible que sea pagano en las formas, no lo sé: ante todo me considero librepensador. Mi defensa a Hipatia y al paganismo no es gratuita, tengo argumentos. Haría lo mismo si trataran injustamente a una figura histórica de remarcada devoción cristiana: ¿sería cristiano si lo hiciera? ¿Acaso debo renunciar a toda objetividad, imparcialidad y neutralidad a la hora de analizar algo, a la hora de ver un asunto lo más claramente posible sin que me cieguen mis devociones o pasiones? No defiendo por defender, ni siquiera defiendo, simplemente expongo una realidad. Si esa realidad molesta a los cristianos, allá ellos, "ELLOS NO SON DE ESTE MUNDO, SINO DE UNO IMAGINADO", ¡CÓMO NO LES IBA A MOLESTAR! (JAJAJAJA)

Pero hablemos de Hipatia. No cabe duda de que AGORA, la última película de Amenábar, es mera propaganda, toda una falsificación histórica, parafernalia mediática de ZP: en esto, cristianos, paganos y yo mismo parecemos estar de acuerdo. Pero muchos cristianos se escudan en dicha certeza para criticar la película y, sobre todo, para distanciarse del paganismo y de lo que a él le deben. Aún así, en mi opinión, le duela a quien le duela, digo sin tapujos que los cristianos son parte del problema en la actualidad, ellos han sentado las bases morales que han introducido el veneno para la decadencia de Europa: son padres de «lo progre». Quieran o no los cristianos, Hipatia fue asesinada por ellos, y no, no fue la excepción, sino la norma. Algún cristiano se ha pasado por alto cierta información muy verídica y que se había colocado en foros de debate virtual muy concurridos, como la Yihad en Eurabia:

http://lam.mithra.free.fr/doc/cronologia_de_la_persecucion_del_paganismo.doc

¿Por qué hay que disculpar al cristianismo?, ¿por qué no podemos hablar de los crímenes en nombre de su Dios?, ¿no es eso un comportamiento equiparable al de negar la posibilidad de hacer caricaturas de Mahoma?, ¿por qué les molesta tanto que se hable de sus crímenes de sangre?, ¿por qué critican el paganismo cuando el cristianismo es, en parte, paganismo cristianizado o paganismo invertido?

¿Pero qué tienen en común el paganismo y el cristianismo europeo? ¿Los ídolos, la multitud de imágenes, la veneración? Lo único que tienen en común la iglesia con el paganismo es cierta adaptación por el primero del neoplatonismo y de Sócrates, los introductores de la moral y del desprecio por el cuerpo, la fuerza y la belleza. Con esto no condeno las virtudes que se derivan del dominio de sí, lo mismo que no condeno la castidad y una vida de ascética como la de Hipatia o los platónicos. El cultivo de la virtud es muy loable y sinónimo de fuerza, no de martirio. Pero el paganismo es un sí a la vida y el cristianismo es una negación de la misma porque todo lo enfoca a un más allá, por ello Nietzsche decía que el cristianismo era el nihilismo, y, por lo tanto, «productor» de la decadencia. Pero existen diferencias esenciales que son irreconciliables. Por ejemplo, un estoico que se priva de ciertos goces, lo mismo que un cristiano militante que ha hecho voto; pero el primero lo hace por amor a sí mismo, se quiere saber domador de su bestia interior, el segundo porque se siente convicto de su corporeidad y de sus impulsos naturales, lo que le provoca culpabilidad.

Muchos dicen que ante la oleada del Islam no es positivo que paganos y cristianos se enfrenten. Pero es que el enemigo de Europa es todo el monoteísmo, da igual que sea cristiano, judío o islámico. ¿Al cristianismo qué le importa Europa? A ellos con tener súbditos les da igual el color que tengas, o si son mestizos, etc. Así que el cristianismo no es un aliado de Europa, sino parte del problema: el cristianismo tiene los mismos valores universalistas que los progres, ¿acaso no se dan cuenta de esto los cristianos que van de identitarios y amantes de Europa? ¡Viven en una contradicción tremenda! Con esto no me sitúo en posturas marxistas o progres, ¿acaso no puedo tener una postura crítica frente al cristianismo siendo no-socialista, no-progre? Precisamente por no serlo soy consecuente y critico al cristianismo: se ha dado por hecho que o estás conmigo (cristianismo) o con ellos (progres) y existe la posibilidad de no estar con ninguno de ellos. Si el cristianismo significara vitalidad, si tuviera dioses y una moral digna de seguirse… eso no sería cristianismo, ¡y yo no me quiero humillar con su fe! Los progres son paradójicamente herederos del cristianismo, sólo que del cristianismo ilustrado, del deísta, son herederos del cristianismo ilustrado de la guillotina. El ateísmo es el reconocimiento de Dios, sólo que odiándole: el cristianismo y la progresía tienen en común el mismo Dios. Y el laicismo no es lo mismo que ateísmo, el laicismo es independencia con respecto a la Iglesia o cualquier organización religiosa, lo que no quiere decir que el laico sea ateo necesariamente. Si algo me distingue de un cristiano es que para mí la diferencia no es un problema, pero para ellos sí. El cristianismo quiere reducir todo a lo mismo, quieren que todos piensen lo mismo, quieren el mestizaje… a ellos les da igual mientras se venere a su Dios… ¿nadie lo ve? Y esto se aplica a todo el monoteísmo, exceptuando posiblemente (y parcialmente) al judaísmo, pues la religión de casi-exclusividad judía pretende reducir a todo lo ajeno a lo mismo para diferenciarse ellos cada vez más como «pueblo elegido».

Aún así, por supuesto que cristianismo y paganismo tienen cosas en común, en realidad el cristianismo con el paganismo y no al revés. Hasta el paganismo tiene una interpretación monoteísta, pero respecto al mundo, pues todo viene del mismo mundo, lo mismo que el cristianismo es monoteísta porque viene del mismo Dios: los primeros realistas, los segundos idealistas: pero un idealismo que es un «imaginario dogmatizado» con el cual cegar a los Hombres. El paganismo no hace al Hombre culpable por existir, el hombre forma parte de este mundo y por lo tanto es sagrado. Los dioses son la esencia de esa sacralización de lo humano, de todo lo bueno que hay en el hombre. El cristianismo, alejándose del panteísmo, genera una dualidad, un mundo terrenal y otro divino, donde lo terrenal representa el mal y donde todo lo que era bueno se invierte para convertirlo en malo. El paganismo está por encima del bien y del mal, pues son la misma cosa, el monoteísmo, sin embargo, con su filosofía dualista, moraliza el mundo.

Se habla de Hipatia como mártir pagana, pero no fue una mártir. Un mártir se sacrifica por una orden dada o revelada, lo hace por un Dios porque piensa que le debe algo, su sacrificio es para glorificar a algo superior a él. Un Héroe sin embargo se sacrifica por la gloria y por él mismo, por su familia y su pueblo, porque quiere equipararse a los dioses y ser amado por ellos: el pagano goza de su propio esfuerzo, de su cuerpo y de su sufrimiento porque le hace sentir mejor, porque se siente parte de este mundo sagrado, ¡le hace sentir vivo! El primero se humilla y quiere conseguir todo con rezos y abstinencias, el segundo es capaz de desafiar y retar a los dioses: el primero es pasivo, el segundo activo. Hipatia no fue ni lo uno ni lo otro, simplemente fue asesinada. En ello no hay nada de mártir ni de héroe, porque ella no buscó el sacrificio, ella no se ofreció a nadie, su sacrificio no fue voluntario ni ordenado por Dios; fue humillada, y tanto como que fue ofrecida a un Dios Único en sacrificio, lo mismo que una vaca o una gallina, y nadie piensa que las gallinas y las vacas sean mártires.

Recomiendo esta lectura donde delimito mejor la dicotomía mártir-héroe en relación con Sócrates, el famoso Sócrates, no Sócrates Escolástico:

http://www.mundodaorino.es/2009/08/ciclo-genealogia-de-la-moral-parte-iiiv.html

Hasta pronto.■

HISTORIA, IDEOLOGÍA Y MUCHO MÁS (II)

«Reflexiones surgidas de una lectura»
HISTORIA, IDEOLOGÍA Y MUCHO MÁS (II)
LOS TOTALITARISMOS

(…) La comparación entre comunismo y nazismo es, de hecho, no sólo legítima, sino indispensable, porque sin ella ambos fenómenos resultan ininteligibles. La única manera de comprenderlos –y de comprender la historia de la primera parte de este siglo– es «tomarlos juntos» (Furet), estudiarlos «en su época» (Nolte), es decir, en el momento histórico que les es común. (…)■

Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 20. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.

Alain de Benoist nos presenta en su obra «Comunismo y Nazismo» las dos tendencias ideológicas que se deducen del título de dicha obra como fenómenos producidos por la modernidad. Tanto es así que se atreve a delimitarlo en el tiempo entre los años 1917, triunfo del bolchevismo en la llamada Revolución Rusa, y 1989, caída de la URSS - aunque es bien sabido que en la actualidad existen países como Corea del Norte que pueden denominarse como un residuo de un período pasado: el régimen de Pyongyang es un anacronismo. Por supuesto, en todo aquel tiempo, el totalitarismo soviético convivió con el nacionalsocialismo alemán, señalado igualmente como totalitario. Pero no son solamente «modernos» en sentido temporal, sino que son denominados un fenómeno único en la Historia: se perseguía el «control total» y absoluto del Hombre, nada podía escapar del control estatal; es decir, no eran ideologías que pretendían controlar los cuerpos nada más (lo que puede denominarse o traducirse en «fuerza de trabajo»), sino controlar igualmente el pensamiento (o alma, o espíritu, etc. - llamarlo como queráis), la conciencia, al propio ser interior e íntimo.

Podéis pensar que no es así, que el totalitarismo puede ser un fenómeno con antecedentes ya en el pasado. Sin embargo, el control del ser era potestad de la religión. De esta forma puede entreverse que lo religioso, encargado del control de las «almas», daba un servicio al poder político. No obstante, el poder político gobernaba los cuerpos de las personas. Ambos poderes son aliados en el PODER emanado de Dios, aunque manteniendo un «statu quo». Por supuesto, esto se ofrece a múltiples matizaciones, soy consciente de ello; porque al final si existía un totalitarismo era el basado en la figura de Dios, pues de él emana todo Hombre y toda Institución: ya sea de forma más o menos solapada la teocracia siempre ha estado ahí, contralando nuestra conducta y pensamientos.

En definitiva, el totalitarismo pretende dominar el cuerpo y el pensamiento, el cuerpo y el alma, el cuerpo y… lo sensible y lo mental, al ser completo. El nacionalsocialismo y el comunismo ofrecían su propia visión del mundo, su propia «espiritualidad», ya sea ésta mesiánico-esotérico-pagana (nazismo) o materialista-universalista-igualitaria-postcristiana (comunismo). Estas ideologías se entrometen en todos los ámbitos de la vida cotidiana haciendo imposible la libertad individual y la propia realización personal. Cada ser es «propiedad» del Estado, la causa es el Estado, cada individuo es sólo un medio para satisfacer al Estado: el Estado sustituye a Dios, el líder al mesías, el más acá al más allá. De esta forma, el comunismo y el nazismo se presentan como religiones profanas (religiones para no crucificados) que prometen una realización en el propio mundo: un paraíso en la tierra. Y cuando se equipara ideología totalitaria con religión es por compartir ciertos rasgos comunes: dogmatismo, certidumbres absolutas, mistificación, etc.

Y dichos rasgos totalitarios se dan en el comunismo y en el nazismo, por lo que no es descabellala su relación y hacer un análisis compartido, pues ambas perseguían un mismo fin: el control total y absoluto; ¡y ambas existían como socialismo (uno marxista, otro pseudomarxista)!, ¡ambas fueron impulsados por el proletariado y creadas para el proletariado!, ¡ambas fueron movimientos obreros!, ¡ambas fueron en sus formas e ideas anticapitalistas y antiliberales aunque el comunismo se promulgue como heredero de la Revolución Francesa!... Son casi gemelos, su disputa en la Segunda Guerra Mundial fue un malentendido, jajajaja…

El totalitarismo o «ideología total» pretende como se ha dicho anteriormente controlar todo, hasta el más mínimo detalle, solamente así podría explicarse la impresionante maquinaria burocrática soviética. Este control también puede situarse en el plano de la Historia. Para ellos la historia, el acontecimiento, debe ser calculable. Nada puede escapar al Estado. Para ello se hace necesario que todos los seres se reduzcan a un producto estándar y homogéneo. Todo totalitarismo aspira a homogeneizar a las masas, pretende, como diría Benoist, «reducir a las masas a un único modelo». Hablar de totalitarismo es hablar de «determinismo social» y de la pretensión del «fin de la Historia». Por supuesto, los regímenes totalitarios se diferencian del resto de regímenes por la existencia de un partido único que será el encargado de promulgar el dictado que han de seguir «todos» y que controlará los medios de producción, los medios de comunicación, los medios de combate, etc.

(…) En 1956, por último, el estudio de Carl Friedrich y Zbigniew Brzezinski, Totalitarian Dictatorship and Autocracy, ejerció una profunda influencia en los Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, al enumerar seis criterios formales que caracterizan a los regímenes totalitarios:
1. una ideología oficial que abarca todos los sectores de la vida social,
2. un partido único enraizado en las masas,
3. un sistema político organizador del terror,
4. un control monopolístico de los medios de información y de comunicación,
5. un monopolio de los medios de combate
6. y una dirección centralizada de la economía. (…)■

Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 100. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.


DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO

Las democracias occidentales no están libres del totalitarismo, de hecho tienden a él. Y es que existe cierto parentesco entre el comunismo y la democracia, de ahí que en el «presente» sea menos condenable el comunismo y si motivo de persecución e ignominia filiaciones nacionalsocialistas, a pesar de que el primero triplique (y son datos históricos aproximados veraces) en víctimas -75 millones- al nacionalsocialismo -25 millones de víctimas. ¿Por qué existe entonces un trato de favor hacia una tendencia ideológica que ha demostrado ser poco respetuosa con la vida humana? ¿No es acaso igual de aberrante e inhumano que el nacionalsocialismo? (Me gustaría que hicieran la misma contabilidad de cadáveres a los abanderados de la «democracia», el dato no sería pequeño). Si no se ve igual de aberrante el comunismo es por la sencilla razón de que ambas, democracia y comunismo, se sienten herederas de la Revolución francesa (universalismo, igualitarismo, etc.), distinguiéndose sólo en su realización (la primera el progreso se hace por sí mismo, mientras que en la segunda mediante la revolución).

Para no repetir las palabras de Benoist os transcribo literalmente otro texto más de «Comunismo y Nazismo» donde se expresa muy bien esa tendencia totalitaria del liberalismo y de la democracia y que dice demasiado bien todo aquello que a mí me gustaría escribiros de mi puño y letra sin lograr el mismo grado de claridad:

(…) La sociedad liberal sigue reduciendo el hombre al estado de objeto, cosificando las relaciones sociales, transformando a los ciudadanos en esclavos de la mercancía, reduciendo todos los valores a los de la utilidad mercantil. Lo económico se ha adueñado hoy de la pretensión de lo político al poseer la verdad última de los asuntos humanos. De ello se deriva una progresiva «privatización» del espacio público que amenaza conducir al mismo resultado que la «nacionalización» progresiva del espacio privado por los sistemas totalitarios. (…)

(…)También se constata que, en las sociedades liberales, la normalización no ha desaparecido, sino que ha cambiado de forma. La censura por el mercado ha sustituido a la censura política. Ya no se deporta o fusila a los disidentes, sino que se les marginaliza, ninguneándolos o reduciéndolos al silencio. La publicidad ha tomado el relevo de la propaganda, mientras que el conformismo toma la forma de pensamiento único. La «igualización de las condiciones» que le hacía temer a Tocqueville que hiciese surgir un nuevo despotismo, engendra mecánicamente la estandarización de los gustos, los sentimientos y las costumbres. Las costumbres de consumo moldean cada vez más uniformemente los comportamientos sociales. Y el acercamiento cada vez mayor de los partidos políticos conduce, de hecho, a recrear un régimen de partido único, en el que las formaciones existentes casi sólo representan tendencias que ya no se oponen sobre las finalidades, sin tan sólo en los medios aplicar para difundir los mismos valores y conseguir los mismos objetivos. No ha cambiado el empeño: se sigue tratando de reducir la diversidad a lo Mismo. (…)■

Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 154-156. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.

Para concluir, es de la lamentar que Benoist no se fijara en el carácter totalitario de las teocracias, ya sean éstas islámica, cristiana o judía, aunque en el presente es más patente el totalitarismo islámico o islamista.

El islamismo es también una ideología, y una ideología totalitaria en toda su plenitud, pues aspira a anular completamente la voluntad y la conciencia y domeñar el cuerpo del Hombre mediante la fe y un rígido y controlado sistema de valores. También es una ideología por el hecho de que aspira a gobernar y juzgar a los Hombres: el poder político es perseguido. Lo que ocurre es que aquí se pone como gobernador a Alá, a Dios; el totalitarismo no surge pues de un Estado que lo conforman Hombres, sino que se pretende un totalitarismo emanado de Dios donde los Hombres sean un medio para su glorificación: es un totalitarismo de tinieblas inspirado en las imaginaciones de un más allá y en el odio a lo sensible: el totalitarismo revelado.

La teocracia como ideología totalitaria sería un gran descubrimiento, de hecho son muchos ya los investigadores que lo señalan, también políticos como Geert Wilders. Esta visión nueva del totalitarismo le habría dado a Benoist una nueva perspectiva, estableciendo así el totalitarismo como un fenómeno mucho más amplio con delimitaciones temporales más duraderas.■

TEXTOS UTILIZADOS:
- http://docs.google.com/View?id=dfjqmwcs_88gxjcgmfp

«Reflexiones surgidas de una lectura»: HISTORIA, IDEOLOGÍA Y MUCHO MÁS (I)

SOBRE EL PASADO Y LO PASADO

(…) El pasado ha de pasar, no para caer en el olvido, sino para hallar su lugar en el único contexto que le conviene: la historia. Sólo un pasado historizado puede, en efecto, informar válidamente al presente, mientras que un pasado mantenido permanentemente actual no puede sino ser fuente de polémicas partidarias y de ambigüedades.■
Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 11. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.

No sé qué pensarán de Alain de Benoist, pero me parece un intelectual muy cuerdo, inteligente y justo. Me parece muy cuerdo porque las reflexiones que plasma en su libro «Comunismo y Nazismo», que es de donde surge mi inspiración para escribir esta serie de artículos, son muy lógicas y racionales y se alejan de lo puramente emotivo y la censura moral; me parece inteligente porque ve el problema del totalitarismo en su nacimiento sin detenerse ahí, pues hurga en el pasado y por supuesto en el presente: no sólo duda sobre si estamos realmente ante una democracia, sino que pone en duda la democracia, de la misma forma que pone en duda que los totalitarismos fueran totalitarios aunque su afán fuera de tal idiosincrasia; finalmente, me parece justo, pues es capaz de ver lo positivo y lo negativo de cualquier sistema político, sea este el Nazismo o el Comunismo o… el «democratismo». Sus juicios de valor, su condena a cualquier ideología, ya surjan éstas de buenas o de menos buenas -o de malas o de más malas- intenciones, son en todo caso serios, meditados y no gratuitos, es decir, no llevados por la pasión o el fervor ideológico, que en este caso no existe.

En este primer punto de este trabajo hablaré sobre el "problema de la Historia". El problema de la Historia es el mismo que existe entre la ciencia en su sentido real y la divulgación científica; en el caso que tratamos la relación sería entre la Historia (aunque debería utilizar el término «historiografía» -concepto polisémico y muy discutido-, que es la ciencia que se dedica del estudio del registro histórico, algo semejante a como la ética se ocupa de la moral) y la Literatura. ¿Cómo es posible esto? La Historiografía (apliquemos a partir de aquí este término como estudio de la Historia y a la Historia como "los hechos del pasado") debe ser objetiva y basarse en hechos y solamente los hechos: la historiografía se encarga de aplicar el método de estudio del pasado. De esta forma la Historiografía puede tratarse como una ciencia, de hecho es una ciencia social que necesita de lo demostrable y a partir de ahí un «método» de trabajo.

Pero si la historiografía no es vista como ciencia por muchos o se ha puesto en duda dicha categoría es debido a la tendencia de aliñar la Historia con la moralidad y las emociones: de esta forma la historiografía pasa a dedicarse casi a algo más bien literario, su objeto no es la historia, sino algo parecido a la historia. Así, nos encontramos con que en la actualidad la historia ha sido sustituida por la divulgación histórica novelada, y eso es una gran ofensa contra nuestro pasado, pues se supone que se aspira a conocer los hechos tal como sucedieron, no tal como se sintieron. Tal vez sirva este tipo de novelas y de historia divulgativa como estudio de una Historia de las Emociones, pero no para un estudio serio de la Historia. Por supuesto, en una «Historia Total» (un concepto «moderno»; podéis buscar información sobre Fernand Braudel o la Escuela de Annales, aunque el concepto se atribuye a Pierre Vilar) los sentimientos son válidos para entender a los «protagonistas» de la Historia -el Hombre-, para ver el calado humano de la Historia (la historia es un fenómeno exclusivamente humano, solamente el Hombre puede hacer Historia y forjársela para luego aplicarle un método de estudio científico mediante la historiografía), pero siempre para someter esos sentimientos al análisis objetivo e imparcial que requiere todo estudio e investigación histórica. Por lo tanto, el testimonio de una persona que ha vivido un momento histórico y que lo cuenta, como es natural, con sus emociones y sentimientos y bajo su escala de valores y moralidad, es también una gran aportación para el estudio de la Historia (y del Hombre), pues su uso equivale al de una estadística o a un papiro, por muy duro que parezca decirlo.

Asimismo, la historia nacida de la literatura contribuye a mantener el pasado en ebullición, en hacerlo vigente, ¡provocando polémicas y contextos anacrónicos en el… «ahora»! Los hombres y mujeres de hoy no nos escapamos del pasado entonces, incluso hay quienes echan la culpa del pasado a los que viven en el presente… ¿no es absurdo? ¿Acaso existen herederos de la culpabilidad? ¿Acaso existe un resentimiento secularizado? ¡La Guerra Civil Española parece que aún no ha terminado! ¡La Segunda Guerra Mundial parece que terminó ayer! (Esto es serio porque parece que se quiere criminalizar a los alemanes y europeos de por vida, ¡cuán desproporcionado es el resentimiento judeocristiano!). De tanto vivir en lo pretérito olvidan construir el futuro: hay quienes viven de las rentas de los abuelos, de los luctuosos padecimientos de generaciones anteriores; incluso hay quienes se siente culpables por lo pasado (y no de su pasado): en una ideología de progreso es obvio que sea la Historia la que genere la culpa, en lugar de lo sensual -como ocurre en el cristianismo-, pues no se olvide que en el Universalismo vigente el Yo no existe y es como si lo que hiciera un Hombre debiera ser pagado por el resto de los Hombres: la Historia convertida en «Pecado Original», «la causa» del Hombre… la causa de todos.

La política hace de lo anterior una bandera mediante la Memoria Histórica. La Memoria Histórica pretende revivir emocionalmente el pasado, celebrar a los héroes de una ideología concreta, además de buscar rédito electoral bajo la escusa de que quieren hacer justicia; y por supuesto, las fosas han de levantarse, pues todo ser se merece un entierro y un homenaje digno- pero eso no me obliga a ceder a las exigencias de consideración, pena y piedad que me piden: yo no soy quien está en deuda. He ahí que toda la emotividad que despierta todo esa parafernalia, unida a esa tendencia de hacer presente el pasado, por lo que el pasado no se va, sino que aún es presente (se consuma así un resentimiento ideológico constante), hace imposible el estudio histórico objetivo: la sociedad y los poderes políticos han establecido unas pautas de conducta, una moralidad y unas vías de investigación determinadas que prohíben sin prohibirlo que la verdad surja en toda su majestuosidad; en cambio, se favorece el trato de favor hacia cierta facción o ideología. En España es patente esta situación entre los Republicanos y los Nacionales, los dos bandos que combatieron en la Guerra Civil Española: ¿no es lo que se hace en la actualizar reescribir la Historia? ¿No es un crimen contra el pasado defenestrar estatuas, borrar calles, etc. para sustituirlos por los héroes del presente, o mejor dicho, los héroes que son venerados por los hombres del presente, llámense estos Azaña, Carrillo o Stalin? Hoy, los primeros -los republicanos- merecen todos los honores, su derrota se vende como una calamidad que solamente ha desencadenado en victimismo, un victimismo que quiere hacer culpable a todos; de hecho la sociedad lo entiende así y siente… pena (sentir pena me parece deshonroso). Sin embargo, los nacionales, que vencieron, son vistos como los malos, y por supuesto sus fallecidos como víctimas de la facción perdedora no merecen el mismo trato en cuanto a Memoria Histórica se refiere (debido a que son considerados por ellos un mal necesario), pues digámoslo ya, ¡la Memoria Histórica es el «Historicismo progre» que pretende cantar sus virtudes sin reconocer sus excesos de sangre! No quieren la verdad histórica, sino su «victoria final», reescribir la historia para aparecer ellos como «los que tenían razón».

La Memoria Histórica, y espero que todos sepan y entiendan a que memoria me estoy refiriendo, se cree pues en un estado de superioridad moral que se abandera con los ideales universalistas (Humanidad, derechos humanos, Justicia, etc.) de la Ilustración y su ideología obrera y social (Marxismo): es una Inquisición moderada que está claro que no te va a matar ni mandar al exilio, pero te hará el vacío y te denostará, te dilapidará como ciudadano con las palabras inmoral, inhumano, egoísta, etc. En definitiva, quien se salga de todo esto -de «la norma»- sufre el desprecio y el descalificativo y, sea dicho de paso, esto provoca que la discusión y el estudio crítico de la Historia sea muy difícil, ya que debido a la existencia de un bando bueno y un bando malo (prejuicio histórico), al situar la moral en la Historia, se pretende determinar ya el juicio sobre la misma: y en la Historia no deben existir «juicios finales», sino un constante dudar y un constante plantearse los hechos para analizarlos de la forma más perfecta posible.

La comprensión del pasado no puede efectuarse desde el horizonte del juicio moral. En el terreno de la historia, la moral se condena a la impotencia, porque se basa en la indignación –definida por Aristóteles como una forma no viciosa de envidia–, una indignación que, al proceder mediante el descrédito, impide el análisis de lo que desacredita. «La descalificación por razones de orden moral –escribe Clément Rosset– permite evitar todo esfuerzo de la inteligencia para entender el objeto descalificado, de forma que un juicio moral traduce siempre un rechazo de analizar e incluso un rechazo de pensar». (…)■
Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 61. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.

En la Historia no hay buenos ni malos, sino hechos, consecuencias y efectos y por encima de todo Hombres que siempre actuaron bajo sus propios valores: y por supuesto, todos esos hombres te dirían que lucharon por algo «bueno» y por el mismísimo «BIEN» (¿Y qué es el Bien? Pues Dios). Así pues, no es de necesidad llamar asesino a tal o a cual, o dilapidar un sistema político completo por muchos campos de concentración que hubiera y cosas por el estilo, pues ¿acaso se reconocen los llamados "buenos" en toda su maldad? No, pues ellos no son objetivos, ellos no quieren escribir una historia veraz, sino hacerse autobombo y glorificarse en la mayoría de los casos en el presente, pues en el pasado no supieron vencer y ganarse la gloria; y las cosas llamadas "malas" las justifican para convertirlas en un mal necesario… ¡Los perdedores son los vencedores morales del futuro! Al final los vencedores escriben la Historia, pero los perdedores también. No obstante, la Historia no justifica a nadie, o no debería, simplemente pone las cosas en el sitio que le corresponden: para calificar algo hay que demostrarlo… ¡y a ver quién se salvaría de calificativos que suenan moralmente malos en «oídos morales»!

Por supuesto, es de reconocer que si en el caso español los derrotados hubieran sido los nacionales se habría vivido (¿quién sabe?) lo mismo pero a la inversa, pues el cristianismo y su moral han inculcado al hombre el sentimiento de piedad frente al perdedor: de esta forma el cristianismo y sus formas "sin Dios" o "ateas" tienen por méritos propios el carácter de ser una "forma de pensamiento o de vivir la vida" como esclavos.

En definitiva, la Historia científica es objetiva e imparcial, hace una «justicia histórica amoral» (al presentar la realidad tal como es, no como algo interiorizado por el Hombre) al no centrarse en las emociones, en los llantos y en la moral, sino en los testimonios, los hechos, las fechas, las estadísticas y los documentos. Sólo una Historia basada en estos preceptos puede, como dice Benoist, «informar válidamente al presente» sin hacer de ella un instrumento político, religioso o lucrativo.■

(…) Los sistemas políticos tienen que ser juzgados por lo que son, no mediante la comparación con otros, cuyos defectos atenuarían los suyos. Cualquier comparación deja de ser válida cuando se convierte en una excusa: cada patología social tiene que ser estudiada por separado.■
Alain de BENOIST, COMUNISMO Y NAZISMO - «25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989)». Ediciones Áltera, S.L., enero de 2005. Pág. 157. Traducción de José Javier Esparza y Javier Ruiz Portella.

SOBRE LA HISTORIA



La historia es tan volátil como los recuerdos, tan efímera y gloriosa como una noche ebria y lujuriosa. Es tan caprichosa, débil y vulnerable que las proezas de los hombres por conservarla se asemejan en grandeza a los actos de aquellos que la escriben con sus actos mediante cabriolas infantiles en pos a la eternidad. Es la épica del hombre por perdurar en el tiempo, por ser recordados por siempre y para siempre; eternos, menuda pretensión, no es otra cosa que la quimera “soñorífera” del hombre por codearse entre los dioses; ensueños, sí, ensueños, idioteces humanas que se mecen entre la sangre de míseros y pudientes y que sin embargo esconde cierta magia, cierta dignidad para la condición humana.

Por mi parte, la verdadera historia se encuentra entre los olvidados, es ahí, donde no conocemos nada, donde verdaderamente somos. Lo que conocemos es en cierta medida falsa historia, la historia de los privilegiados, es decir, la Historia de los que sabían escribir. Por despiste, o por desidia, o por interés, parece haberse dejado en el tintero lo más importante de los pasos de nuestra civilización. La escritura aparece entonces como una puerta a la eternidad, cuando hasta la eternidad es efímera, una idea cosmogónica (o cosmo-agónica, quién sabe) del Hombre por darse un sentido.

En definitiva, nuestros actos perdurables en nuestra memoria parecen encadenarse entre comas, puntos seguidos y paréntesis, confiados en que nunca llegará un punto y final. Supongo que el hombre se cree en cierta medida inmortal, lo que le convierte en pretencioso por una parte e ingenuo por otra, cuando lo único que parece eterno de verdad es la muerte y el olvido, pues todas las historias tienen un final.■

EL VIEJO ESPÍRITU Y LA BATALLA DE FARSALIA (9 de agosto de 48 adC)


¿Qué era Roma? ¿Alguien lo sabe con una verdad certera? Todo lo que se habla del pasado son conjeturas e interpretaciones de eruditos, la verdad histórica siempre se escapa en la fugacidad del tiempo presente donde el acontecimiento tuvo lugar. Partiendo de estas palabras, igualmente digo que si generalizo en mis expresiones es para engrandecer una idea, eco me hago de las excepciones.

Entonces Roma no había llegado a su mayor esplendor, pero brillaba en el derroche de verborreas, traiciones y lujurias y en la agoniosa aptitud por el poder por parte de muchos. Así mismo, nos encontramos con un senado lleno de charlatanes que conspiran desde sus asientos, que tienen un poder de convocatoria terrible, capaces de reunir ejércitos. La lealtad entre políticos se compraba, ya fueran optimates o populares. La sociedad se dividía entre ciudadanos y esclavos, entre grupos sociales separados por la riqueza, los derechos y el prestigio; su economía era la guerra, las exportaciones e importaciones (como en toda economía), la cerámica, la metalurgia, etc., donde la imagen del mercader tenía gran peso, llegando a inmensas cotas de poder.

Pero ante todo en Roma pesaba el nombre, el mito, la casta, la leyenda forjada en cada hombre y en la heroicidad mucho más que ahora. Aún así, en un contexto donde la vida de unos parecía tener más valor que la de otros, que eran llamados escoria, pobres esclavos o plebeyos hechos a la tierra yerma, al polvo y la mendicidad, supongo que sus vidas eran más honorables que las nuestras por el hecho de que hoy en día no se protegen ciertos valores cívicos de respeto y honor, de lealtad y de amistad, que antes tenían un precio impagable y un castigo firme por incumplimiento. Antes, ser alguien tenía un valor, pero hoy en día no significamos nada porque carecemos de ciertos valores, de identidad, de un carácter y una ética propias. Digamos que la diferencia entre los hombres de ahora y de antes es la misma que existe entre dos vasos iguales, distintos por el hecho de que una contiene agua.

Pero si bien nuestra sociedad estúpidamente nihilista, centrada en una nada de ideas, en un vacío aviciado, que a mí me aperpleja, la sociedad romana poseía un vació menos hondo, más arraigado a deseos de querer ser libre, de querer servir, de querer ser feliz e incluso de hacer algo grande. En nuestra sociedad actual ni los dioses son respetables, todos viven en una modorra invencible. Antes podías enfrentarte a ellos y aún así había respeto entre rivales. Y eso es lo que debe honrar a griegos y a romanos y a cualquier otra cultura que compartiera ese principio de respeto, de respeto por el otro, hasta del enemigo. Eso dignificaba cualquier escenario, ya fuera en la batalla o en el senado, pues debajo del respeto se esconde cierta amistad, y entre romanos significaba desearle lo mejor al otro. ¿Acaso no era amistad que Marco Antonio honrara a su enemigo caído Bruto (el mismo que conspiró contra César junto con otros), declarándole el romano más noble por el hecho de que actuaba pensando que hacía lo mejor para Roma, y no por envidia?. Lo que vengo a valorar es ese espíritu romántico, esa tragedia que hacía de la historia casi una mitología paralela a la los dioses mismos, que se quedarían sorprendidos. Por eso digo que la vida de aquellos hombres significaba algo más que la de los hombres de ahora, a pesar de que la vida ha sido miserable en muchos aspectos en todas las épocas.

Pero vayamos a Farsalia, mucho ha llovido desde entonces pero allí se hizo historia, dando un giro total al destino de Roma, que de la República pasó al Imperio. Mucho miedo debían tener a Julio César para que Pompeyo, anteriormente amigo de César y amante de una de las mujeres de la familia Julia, huyera a Grecia para reunir a sus tropas, una vez que cruzaron las legiones cesarianas el Rubicón, llegadas de las Galias, victoriosas, convertidas en héroes por sus proezas en el campo de batalla y por su generosidad hacia el pueblo, que los aclamaban como salvadores.

La vida entre César y Pompeyo es un culebrón irresistible, junto con Craso formaron el primer triunvirato y los dos primeros eran grandes amigos. Pero el senado corrompió la mentalidad del magno Pompeyo, el mismo que acabó con la piratería en el Mediterráneo y que triunfó en las campañas de Hispania. Fue gracias al senado, con Cicerón, Catón y otros al frente, quienes convencieron a Pompeyo de la traición de César y del peligro que éste suponía para la República; pues César quería el poder, quería el liderazgo mundial para Roma, crear los cimientos de uno de los Imperios más grandes, gloriosos y trabajados de la historia. Tres años duró la Guerra Civil entre Pompeyo y Julio César. El primero abandonó Roma sin luchar, siendo perseguido por César, luego Pompeyo ganaba en número de hombres y el ratón perseguía al gato, hasta que llegaron a Farsalia, escenario final de la guerra y gloriosa batalla donde el nombre de César brilló como mil soles, cegando a Pompeyo y a la República.

César contaba con un número inferior de hombres y sin embargo venció a un ejército que les doblaba en número. Esa victoria en Farsalia, esa gloria de unos romanos contra otros romanos, supuso el fin de la República, la instauración de un nuevo orden y un alimento demasiado jugoso para el orgullo de un César que se pretendía un Dios.

En definitiva, Julio César es uno de los más grandes militares de la historia, tan inteligente en la batalla como en la política, aunque también demasiado confiado (por su endiosamiento), siendo negligente y poniendo su piel demasiado cerca de los traidores. Por otro lado, creo que la Historia ha sido injusta con Pompeyo. La deslegitimación de la República de Roma es de la misma índole que el fin de la Segunda República Española y el posterior reconocimiento mundial del caudillaje de Francisco Franco. Me parece un hombre sabio que se rodeo desgraciadamente de charlatanes, noviles con delirios de grandeza, más curtidos en la palabra que en la espada. Si Pompeyo hubiera vencido el genio habría sido él o hubieran mitificado la hipotética resistencia gloriosa de Julio César ante un ejército el doble de grande (como si fuera una especie de Leónidas menos glorioso). Lo que es cierto es que Pompeyo llevaba alejado de los campos de batalla mucho tiempo y que Julio César venía con la reciente victoria de las Galias y con ideas nuevas. Además, Julio César era el líder indiscutible y Pompeyo no, pues tenía que escuchar a esos hombres senatoriales que se creían demasiado listos, y cómo no, se fíaban más del número que de la calidad.■
Enlaces de interés:
http://www.historialago.com/leg_01250_tactica_farsalia_01.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Populares
http://es.wikipedia.org/wiki/Optimates
http://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Junio_Bruto

LOS BORGIA


Creo que no existe en la historia un apellido tan maldecido como el de los Borgia. En su tiempo fueron queridos y a la vez odiados, fueron ambiciosos y anhelantes de poder, deseaban un reino, ser dueños de Italia, y casi lo lograron; si bien sus mayores logros fueron la unificación de los estados centrales de Italia. Desde una perspectiva más amplia, los Borgia emprendieron un intento de reunificar los estados italianos y que no tendría su culmen hasta siglos después.

Alejandro VI, el Papa Borgia, era un ser lascivo, promiscuo, en cierto modo un ser normal, porque un ser normal se deja llevar por los derroches del poder, por la lujuria del poder, y vaya, no ha sido el único Papa que ha tenido mujeres en sus aposentos. Por otro lado, siempre tenía una predilección y amor extraexagerado por su familia, una familia que quería coronar, aunque al final se parecieran más a una mafia con demasiado poder.

César Borgia es sin duda el retrato más romántico de la familia. Modelo de Maquiavelo, mezcla ingredientes como pasión, fuerza, temperamento, violencia, heroísmo y belleza. Amante astuto, hombre pasional, fue nombrado cardenal por su padre Alejandro VI, pero él siempre ambicionaba algo más, se sentía más hombre de armas. Al final, como no, hombres de estas lides mueren de forma heroica, de él nacen bellas y exageradas leyendas, aunque hoy en día, o hasta hoy en día (no estoy seguro), los Borgia han sido denostados y poco valorados, cuando queramos o no, esta familia de origen valenciano consiguió casi un reino, le dio gran esplendor al violento vaticano y extendió su poder más allá de lo que se imaginaban bajo la bandera papal.

En definitiva, el pontificado Borgia fue corrupto, lascivo, derrochador, una administración en torno a una familia que se alimentó de poder, que codició en exceso, que se vanaglorió y que prácticamente se destruyó a sí misma.■

Enlaces de interés:
http://www.cesarborgia.com/
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/personajes/5573.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_VI
http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A9sar_Borgia
http://es.wikipedia.org/wiki/Lucrecia_Borgia

LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS

¿Resuenan los Ecos en la eternidad? ¿Puede el eco perdurar en cada generación e inmortalizar a nuestros héroes? ¿Podemos oír los gritos de guerra de nuestros antepasados para que nos sirvan de energía frente a las amenazas venideras? ¿Cómo se siente un héroe? ¿Qué es y cómo sería estar a la altura de los Dioses?

Leónidas, Alejandro Magno, Aquiles... todos ellos soñaban con ser recordados eternamente, toda acción mala o buena, toda virtud o defecto, me la imagino destinada a ser inmortal. El olvido es estar enterrado en la nada, por ello la vida solamente tenía sentido si aún podías llevar a cabo la acción que te condujera a la gloria; pero para ello debían ser vigorosos, luchar como gigantes o pensar como sabios. ¿No tenía más sentido la vida en aquellos tiempos, donde las vidas de los hombres podían ser memorables y luego ser engrandecidas por los demás, que forjaban la leyenda y la exageración?

Servir a Esparta, un honor, morir en el campo de Batalla, el final más glorioso. Fuertes, firmes, obstinados e impíos, así se levantaban nuestros héroes espartanos, que se hacen mucho más grandes de lo que fueron en realidad gracias a nuestra fantasía, a nuestra adulación, a nuestras ganas de hacer grandes a aquellos que sin duda eran una guardia infalible de nuestra antigua cuna ideológico-filosófica europea. Y con ello me refiero a ese concepto de civilización egocéntrico de justicia y de democrática que se llenaba de legajos de legalidad; tal y como hacen hoy en día nuestras democracias, haciendo uso de su poder e imponiendo sus legalidades, incluso sus sistemas de corrupción, e impartiendo su justicia, sin importar nada más que el beneficio (en lugar del honor) de la acción.

Actualmente, aquellos hombres que luchaban por unos ideales serían tachados de temerarios y de locos, cuando eran unos auténticos nacionalistas, defensores de su patria frente a un invasor extranjero que sin duda los espartanos no habrían dudado en invadir antes si hubieran tenido un contingente mucho mayor de hombres.

Los espartanos no lucharon solos, es decir, había 300 espartanos pero también otros 1100 griegos, 700 de Thespies y 400 tebanos, que lucharon junto a Leónidas, que era quien estaba al mando. Sin embargo, la gloria se la llevaron los espartanos y el traidor Efialtes (quien gracias a Heródoto también se ganó un latido en la eternidad).

Los persas, sin embargo, a pesar de liquidar a todos los griegos que allí se sacrificaron menos (supuestamente) a dos supervivientes, Alejandro y Antígono de Esparta, han quedado mal parados en la historia contada por Heródoto. No conozco ningún escritor persa que narrara los hechos desde su propia óptica; así, si hubiera tales escritos persas, tal vez los trescientos podrían ser cinco mil y el supuesto ejército de entre 250 mil y un millón de efectivos de Jerjes podría resultar que solamente era de 100.000. ¡La historia la escribe los vencedores y en aquella guerra la victoria fue para los griegos!.

De todas formas, supongo que en estos casos vale más la leyenda que la propia realidad. Aún seguimos recordando las hazañas de nuestros antepasados y por ello creo que pueden sentirse felices. Nos seguimos emocionando y estremeciendo por la épica de nuestros héroes; desgraciadamente, hoy en día es difícil de encontrar a alguien que luche por honor, o por amor, o por lealtad. Hoy en día los hombres no son de palabra, no son nobles: su acción se destina únicamente al dinero. Por ello, supongo que los hombres de antes eran más grandes que nosotros, eran mejores, pues al menos ellos tenían un espíritu más fuerte, más sacrificado y abnegado. Pero ya se sabe, en aquella época el oro también tenía su curso y con ello surgían la corrupción y las traiciones. Al final, lo único que ha perdurado es lo malo de nuestros antepasados (se ha demostrado que lo malo siempre es más sostenible por requerir a nuestra naturaleza un menor esfuerzo o sacrificio, es como si el hombre tuviera una inclinación natural hacia lo inmoral y de dudosa justicia), ¡esas prácticas espúreas!, en lugar de ese espíritu fuerte y heroico que daba a los hombres esperanzas y que demuestra que todo podía ser afrontado y vencido, ¡pero con voluntad!.■

Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_las_Term%C3%B3pilas
http://www.dearqueologia.com/hoplitas.htm