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LO REAL


Todo es real, todo lo que puede ser pensado, todo lo que es sensible, todo lo que se puede tocar y no tocar, nuestros sentimientos, las mentiras y las verdades... todo es real. En el mundo no hay lugar para lo irreal, todo lo que es es en cuanto que se manifiesta de una forma u otra. El mundo de las ideas existe, pero no como otro mundo, sino inmerso en ese único mundo real y absoluto como un algo pensado. ¿Qué es entonces lo irreal? Lo irreal es también lo real. Lo irreal es lo que no existe, es decir, lo que carece de "sensibilidad", pero a su vez se proyecta en forma de pensamientos, de ensoñaciones, etc. Todo lo que puede ser explicado o plantearse es de alguna forma.

Cuando la moral que se quiere implantar no se encuentra en la naturaleza se coge con las "manos" y se crea un sucedáneo, una moral manufacturada y racional. En el mundo real lo irreal surca invisible como el viento, pero como el viento, pega fuerte con sus azotes. Y corremos el riesgo de que se convierta en lo único real, en que sea la mentira, lo inexistente, lo "insensible", lo que domine cada acto, cada acontecimiento, cada hito de nuestras vidas. Si lo real y lo irreal son igual de reales, es decir, si ambos forman parte de lo Real, no sea descabellado pensar que existe una lucha inmemorial entre ambas fuerzas por ser hegemónicas dentro de un mismo mundo, del único mundo posible, como si hubiera una pugna eterna entre los que quieren mantener y defender lo ya establecido, es decir, el orden natural de las cosas (y estúpido sería aquí decir que se quiere "imponer" algo que ya es por sí mismo), y los que quieren establecer una realidad que sólo es viable mediante la imposición y el lavado de cerebro, es decir, el orden racional de las cosas.

Y no piensen que el orden natural no puede dar lugar a una moral, a un mundo espiritual y racional. Pero ese mundo espiritual surge de la tierra al igual que un manzano gracias al baño proporcionado por un cielo que siembra con agua y luz. El sustrato de esta moral es real, surge del mundo natural. Sin embargo, el orden racional de las cosas surge de algo tan sencillo como decir que aquello que no existe nos lo inventamos y que los manzanos nacen del aire. Este orden racional no surge de la tierra, es mera especulación. Mientras que el orden racional posibilitado por el orden natural surge de la tierra.

Esa moral que hoy impera lo único que pretende es lo mismo que con la silla, hacer el mundo un poco más cómodo. La moral que hoy nos domina no está hecha de las cosas de la vida, sino de divagaciones, de sueños, de metas imposibles e irrealizables. No está hecha para la laboriosidad y la paciencia de una vida natural y sacrificada, sino para monos sapientísimos con moral de esclavos. Esta moral que hoy totalitariza la vida de forma invencible quiere poner un velo a la propia vida en su crudeza. Quiere pasarnos por el fuego hasta que no quede dentro de nosotros ni una sola gota de sangre, quiere convertirnos en seres que no sienten ni padecen, en seres sin cuerpo que sólo sean pensamientos, como el aire, como los fantasmas.

Sin embargo, es inútil todo esfuerzo del utópico por deshacerse del mundo real, del único mundo posible. El polvo se puede tapar con una alfombra, pero el polvo sigue allí. El maquillaje puede ocultar el paso del tiempo, pero el paso del tiempo está ahí, inexorable, dorando cada piélago de nuestra piel.

Más de una vez he dicho que "el marxista cultural va en contra de la vida, pues no es un hombre de este mundo, de lo real, sino de otra parte, del mundo de las ideas". Básicamente no es que sea de otro mundo. Sé que todos habrán entendido lo que quería decir en aquel momento, pero me parece necesario aclararlo. El que es de otro mundo quiere alcanzar su mundo destruyendo el que ya existe. No quiere otro mundo en realidad, quiere el mismo mundo de ahora sustituyendo los pilares del mundo presente. Sólo de mentalidades así puede entenderse ese ánimo tan genocida del marxista. En el mundo que construye el moralista triunfante de la modernidad valdrá poco lo que veas, u oigas, o sientas. Lo irreal, que también es real, quiere imponerse y ser lo único Real. Preparaos para un mundo pensando, preparaos para un mundo que hecho de cosas que no existen tu cuerpo dejará de ser una pesada carga. "Pedazos de carne, pasad por la trituradora", nos dicen a lo lejos.■

EL RACISMO Y LA INTOLERANCIA DEL MARXISMO CULTURAL (2/2)

CONTRA EL RACISMO Y LA MORAL DE LOS PROGRES

Son tiempos difíciles,
pero paradójicamente divertidos.

Todo el mundo habla de razas excepto cuando no quiere que le llamen racista. Hay que mantenerse firme y hablar de razas, incluso cuando moleste. Es más, las razas existen siempre y cuando nadie defienda la suya (siendo blanco), porque entonces te salen con miles de artimañas argumentativas para escudarse o defenderse de lo que consideran un ataque racista verbal. Si un negro defiende su raza todo aquel que no ponga buena cara se verá envuelto en un auténtico ambiente de exclusión, pues negarle la identidad a ese negro sería un acto de racismo. Y es que a todas horas se habla de razas para diferenciar al negro, al chino, etc. (paradojas de la vida cotidiana), sin embargo al blanco le dicen que las razas no existen. Dicho todo esto hay que destacar que la psicología del marxista cultura es altamente contradictoria, refutándose ellos mismos, siendo muy complicado hacer una crítica global a este tipo de sacerdote que va del dogmatismo al relativismo, de un argumento a su contradicción, con suma facilidad.

En este nuevo mundo de lo cultural, "donde sólo existe lo cultural para hacer una valoración de la realidad, de la sociedad...", que nada tiene que ver con lo biológico -según los marxistas culturales- no sólo no tiene valor el sexo, sino tampoco la raza. Es decir, el marxista cultural, en su nuevo dualismo, lamenta que lo biológico sea una imposición, algo 'inmodificable', pero a la vez celebra que dicha realidad para nada afecte al ser social (algo muy cristiano, por otro lado, ¡ese odio al cuerpo!, a lo físico, a lo natural... ¡pero el marxista cultural a la vez te emputece... para joder el cuerpo!); por lo cual, y partiendo de que todos son iguales, se trate de mujeres y de hombres, de chinos, de negros, de indios o de blancos, el marxista cultural nos quiere convertir en seres sin biología o ajenos a ella donde el determinismo biológico no tenga sus efectos "en la teoría", y sólo en la teoría, pues la realidad se muestra exquisitamente evidente, afortunadamente evidente, totalmente irrefutable. Entonces, para los marxistas culturales, un negro y un blanco no son un negro y un blanco, sino dos "personas iguales", dos personas culturalmente diferentes (por imposición) que deberán evolucionar hacia la cultura global que constituirá el "Hombre Nuevo". Y la cosa no acaba ahí, son meras personas culturales con (pero sin) sexo, con (pero sin) raza, con (pero sin) nada, SÓLO CON ROLES OPCIONALES. Para estos el roll de madre puede hacerlo un hombre, así que ¿nos convencerán de que podemos hacer el rol de negro, es decir, ser étnicamente negros? ¿Convencerán a los negros de que podrán ser étnicamente blancos y componer obras como las de Mozart y menos hip hop? Por lo tanto, si la sexualidad es inmodificable pero la feminidad y la masculinidad son opcionales, imposiciones sociales, ¿nos convencerán de que la raza es inmodificable (siempre que no la nieguen de primeras) pero que la etnia es una imposición social que surge por unas diferenciaciones artificiales generadas por grupos de hombres y no por la biología? ¿Diferencias que surgen de la irracionalidad de un grupo de personas que no han sabido ver lo iguales que son a cualquier homínido?

La raza es un concepto biológico y como tal es desechable, no interesa, no importa... al ingeniero social; al corruptor moderno sólo le interesa cargarse lo biológico, pues este no debe jugar un papel en lo cultural ni en la propia vida. Debemos mantenernos firmes y reafirmar nuestra esencia natural, porque si no viviremos en un mundo fantasmagórico, hecho sólo de ideas, de razón "sin sentidos", con razón procesada con el cerebro y no sentida desde el mundo. El marxista cultural va en contra de la vida, pues no es un hombre de este mundo, de lo real, sino de otra parte, del mundo de las ideas.

Y ahora pasemos a analizar tres esquemas que explican todo esto.


El primero de los esquemas es el de "sexo y género", que ya conocemos por una publicación anterior en este blog:


Para el análisis de los siguientes esquemas he hecho una serie de cambios en el anterior para explicar dos posibles mentalidades que puede tener el marxista cultural, pues marxistas culturales hay de tantos tipos como matices pueden ellos mismos darle a sus ideas. Pero hablamos siempre de matices rocambolescos, con apariencia de verosimilitud, que surgen más de la fantasía de la razón, que de la propia realidad. El progre es el único capaz de sostener a la vez que todos somos iguales. que a la vez diferentes, que las razas no existen y que existe la raza humana, lo cual le convierte en una alimaña bastante compleja.

El esquema número dos establece la lógica menos paranoica del marxismo cultural, ya que relativiza la raza sin negar su evidencia. En este esquema el hombre es tratado como un ser social, como he repetido hasta el hartazgo, dándole al papel biológico una importancia insignificante, como si lo biológico no determinara ciertas actitudes, como si lo biológico no determinara la inteligencia, la fuerza, ¡la cultura!, etc., como si lo biológico simplemente diera lugar a variantes de fenotipo, siendo lo de dentro "lo mismo" (esto no lo dice el esquema pero se deduce ateniéndonos a la lógica del primero de los esquemas). Lo que importa es la persona, y la persona no es un concepto biológico, sino moral. El hombre es persona, puede serlo, pero ante todo es hombre (género HOMO), es decir, 'animal'. ¡Qué manía en aislar al hombre del reino animal!

Obviamente, lo biológico no determina la cultura de forma absoluta, pues el medio es un factor de influencia importante.

He de señalar que el tipo de marxista cultural especificado en el esquema número dos también puede aseverar, al no ser un negacionista de la raza, que la única raza existente es la humana, cambiando el lado izquierdo del esquema:

RAZA
ES BIOLÓGICO
SE TRANSMITE GENÉTICAMENTE
NO ESTABLECE NINGUNA DIFERENCIA REAL
ENTRE GRUPOS HUMANOS
NO ES EL ORIGEN DE LA DIFERENCIA
ES INMODIFICABLE

El esquema número tres es más delirante, y es a su vez el más extendido, pudiéndose resumir en una sentencia: las razas no existen. Bajo esta lógica el hombre no tiene una dimensión biológica, siendo el único ser sobre la tierra que no la tiene. Quien sostiene tamaña estupidez sólo basa sus conjeturas en un absoluto: el hombre es un ser determinado socialmente, es un ser moral. Para este un negro puede ser étnicamente un latino o un nórdico. 'Qué más da si lo que determinará tu etnia será si te adaptas o no a un tipo de determinación social', piensa este tipo de marxista cultural. La etnia es, de esta forma, y como lo son lo femenino y lo masculino, un rol social. Mañana podremos ser esquimales si queremos, o de los Bakongo. En el mundo globalizado todo será posible y cada uno no será lo que es, que es lo que debemos descubrir, sino lo que quiera ser. Y aquí podríamos derivar hacia el problema filosófico de la libertad... ese otro dogma marxista cultural cuando tal concepto es tratado con esa ideología que sólo lleva a una parte: al desarraigo.■


Vídeos sobre RACISMO LEGAL:
- Un racismo legal - Del silencio mediático a la manipulación periodística
- Racismo Anti Blanco Agresion por parte de 5 moros de mierda en un cercanias de Madrid

Enlaces:
- Artículos publicados en El Mundo de Daorino con etiqueta "Sobre las Razas"
- Artículos publicados en El Mundo de Daorino con etiqueta "Marxismo Cultural"

EL RACISMO Y LA INTOLERANCIA DEL MARXISMO CULTURAL (1/2)

CONTRA EL RACISMO Y LA MORAL DE LOS PROGRES

El progre es el único capaz de sostener a la vez que todos somos iguales, que a la vez diferentes, que las razas no existen y que las razas deben de mezclarse (mestizaje). Luego nos hablan de "raza humana", raza humana en lugar de especie humana, lo cual nos desvela en toda su miseria a este ser tan exento, tan ayuno, tan abstinente de cultura y, a la vez, tan sabelotodo y tan alimaña.

Si en el mundo hay racistas, son aquellos que quieren reducir todo a lo mismo. Si hay odio hacia lo diferente, existe precisamente en aquellos que quieren reducir todo a lo mismo. Si no les molestara la diversidad no se empeñarían tanto en la igualdad. Así que racistas e intolerantes, odiadores e inversores del orden natural, esos son los marxistas culturales, los nuevos sacerdotes, los nuevos oradores que levantan su voz en variopintos púlpitos con esa nueva moral de esclavos que caracteriza a nuestra modernidad. Hombres que son capaces de decir una cosa e inmediatamente después la contraria y salir airosos, hombres que a cada momento dicen una cosa distinta, aunque siempre dirigidas hacia un mismo fin. Alcemos el martillo alegremente, y peguemos fuerte, ¡Nietzsche no ha muerto!

Pero también hay algunos rapados, muchos 'fachas' y muchos casposos que no han superado la derecha y la izquierda, viviendo enfrascados en esquemas de división política del pasado, autoproclamándose herederos de la pestilencia derechista; hablamos de escoria que se llama identitaria sin saber lo que ello conlleva, siendo la justificación del progre para joder a todo un movimiento, un movimiento identitario de verdad, que quiere desprenderse del lastre que supone todo lo anterior. Esa escoria blanca se autoproclama racista, piensa con el odio, siendo tan imbéciles como los progres, pues ellos también quieren reducir todo a lo mismo, sólo que a su propia raza. Yo quiero diversidad, pues así mido mi propia superioridad. Lo débil, lo inferior, existe para engrandecernos. Por supuesto, mi diversidad no es la de todos juntos, sino la de cada uno en su sitio.

Al progre, en realidad, lo que le molesta de estos falsos identitarios y de los identitarios auténticos, no es que odien  (pues ellos también odian, aunque no lo sepan) o que no odien racialmente respectivamente, sino que no se odien a sí mismos, que no se sientan culpables por ser lo que son, o que no se den cuenta de que las razas no existen, que existe sólo la humana y por lo tanto no sean racistas contra los "inhumanos". Y así es, les molesta que no se hayan enterado de que las razas no existen, pues todo proviene "de las diferencias provocadas por las tensiones entre las diferentes etnias, restándole valor al componente biológico y real de la raza". Y entiéndase etnia como un concepto que para nada tiene que ver con su origen etimológico, sino, en este contexto, bajo los parámetros del marxista cultural, como algo que únicamente se ciñe a lo cultural.

Por supuesto, existe un racismo identitario, que yo defiendo, y que explico en este artículo:


En un sentido identitario, racismo adquiere su significado etimológico y real, alejado de toda emoción de odio. Ser racista en sentido identitario no es odiar, sino apreciar la diversidad, poner en 'valor' la raza, ese inmutable sello identitario.

No obstante, la paradoja está en que son los progres los abanderados del antirracismo. 


Esa canción va dirigida a y en contra de (tácitamente) los blancos, mezclándose la endofobia por parte de unos españolitos traidores y el odio de unos inmigrantes ascendidos a "personas que nos dan lecciones de moral". Pero no han condenado públicamente canciones como las que podréis ver más abajo, no han generado un revuelo espantoso, ni ocupado cientos de minutos en telediarios y programas televisivos. Estas canciones, al parecer, no incitan al odio, ni a la violencia, pues están echas por los "oprimidos". Existe pues un racismo legal, un racismo en sentido progre además, pues se basa en el odio, un odio que siempre niegan: el que existe de "otros" hacia los blancos.




Un negro puede azotarte, un chino puede mearse encima de ti, un ecuatoriano puede pegarte con un palo, todo el que viene de fuera puede joderte porque ellos son los superiores moralmente (eso se creen y a eso los han encumbrado). Eso no es racismo al parecer, pues se considera que el racismo es sólo una actitud del hombre blanco (las razas no existen, pero bien que diferencian al blanco de los demás). Cuando el que no es blanco actúa de forma racista no se le considera, entonces, racista, sino una VÍCTIMA. Se le disculpa, se le justifica, se dice que ha sido provocado por las diferencias sociales, porque vive en un ambiente de exclusión, etc. La culpa es siempre nuestra. Hoy debemos luchar contra el racismo legalizado contra nosotros los blancos, y también contra la endofobia de miles de traidores, a quienes deseo que prueben en toda su plenitud, contra la pared y con los pantalones bajados, toda su multiculturalidad. ¿Se dirán a sí mismos, contra la pared, mientras son sodomizados por un nigeriano de dos metros, que lo que les pasa es culpa suya y que lo que hace falta es más integración? Porque ellos siempre salen con eso, parece ser que la fórmula "más integración" es la panacea... la solución de todos los problemas, cuando no significa otra cosa que dejar entrar a más inmigrantes y convertir a los autóctonos en ciudadanos de segunda.■

EXPRESIÓN SENSIBLE DE LO INVISIBLE


Más allá de no agotarse en un naturalismo –tal como hoy sólo la ignorancia o la falsificación tendenciosa de algunos puede presentarla– más allá de conocimiento de los ideales de la superación viril y de la liberación absoluta, en la concepción pagana el mundo era un cuerpo viviente, compenetrado por fuerzas secretas, divinas y demónicas, por significados y por símbolos, de acuerdo al dicho de Olimpiodoro: era la “expresión sensible de lo invisible”. El hombre vivía en conexión orgánica y esencial con las fuerzas del mundo y del supramundo, de modo tal de poder decir, con la expresión hermética, que era “un todo en el todo, compuesto de todas las potencias”: no otro es el sentido que trasunta de la doctrina ario-aristocrática de âtmâ. Y esta concepción fue la base sobre la cual se desarrolló, como un todo en su manera perfecta, el corpus de las ciencias sagradas tradicionales.

El cristianismo infringió esta síntesis, creó un abismo trágico. Y así, por un lado el espíritu se convirtió en el “más allá”, lo irreal, lo subjetivo; de allí la raíz primera del abstractismo europeo; por otro, la naturaleza se convirtió en materia, exterioridad encerrada en sí misma, fenómeno enigmático. De allí la actitud que tenía que dar lugar a la ciencia profana. Y como el saber interior, directo, integral dado a la Sabiduría se le sustituyó el saber exterior, intelectual, discursivo-científico, profano, simultáneamente a la conexión orgánica y esencial del hombre con las fuerzas profundas de la naturaleza que constituía la base del rito tradicional, del poder del sacrificio y de la misma magia, se le sustituyó una relación extrínseca, indirecta, violenta: la relación propia de la técnica y de la máquina. He aquí pues en cuál manera la revolución judeo-cristiana contiene el germen de la misma mecanización de la vida.

Julius EVOLA, Imperialismo Pagano. Ediciones Heracles, año 2001. Págs. 102-103. Traducción del italiano y estudio preliminar a cargo de Marcos Ghio.■


Hay un impulso biológico que no es menos profundo por no ser espiritual; porque no es espiritual es por lo que es más profundo y por ello, sagrado, sagrado porque su violabilidad conlleva sacrilegio. ¿Qué valor puede tener una religión que se basa en oír y creer? La verdad no necesita ser creída, poco valor tiene aquello que necesita ser creído, que es cuestión de fe, que no tiene un lugar en el mundo, en el único mundo posible.

Crear un más allá, generar un abismo que separe a los hombres de lo sagrado y de la posibilidad de una experiencia vívida que supere lo perceptible por los sentidos, eso ha generado el judeocristianismo y otras formas de desacralizar el mundo; es mejor sentir la esencia de las cosas, vivir en un mundo vivo y no en un mundo donde lo sensible es mera materia, mera masa inerte sin posibilidad de transmitir nada, mera mecanización, en definitiva.

¿Existen los dioses? Si. Veo a Zeus a lo lejos en una lluvia con su trueno, a Poseidón en los mares calmos y crepitantes… ¡siento a Ares cuando la ira me embarulla y a Atenea equilibrándome para no generar un estrago que me perjudique! Siento a Eros ante la belleza irresistible de una mujer y en los impulsos que dicha belleza me genera por tan agradable impudicia; también siento a Hera, diosa de las mujeres y del matrimonio, cuando veo a una madre ofrecer su seno a aquello que es sangre de su sangre… Los dioses se manifiestan, nosotros les damos valor pues valor deben tener nuestras acciones, lo que hacemos. Que les hemos creado a nuestra semejanza… sin duda, ¡ellos no existen sin nosotros! Pero es que la única diferencia sustancial es que ellos son inmortales… ¡hemos creado dioses que nos sobrevivirán!

Los dioses surgen de la asunción de que hay un orden natural de las cosas, un orden no humano, no creado por nosotros. Es a partir de ese orden que con la razón hemos de generar un orden racional de las cosas. No es como siempre se ha hecho, generar un orden racional de las cosas que transforme la naturaleza: eso ha provocado toda una hecatombe de difícil explicación, una deriva perpetua. Nuestros dioses, nuestro Olimpo, nos ayudan a vertebrar ese orden natural, a generar un centro al hombre. Y esa es la misión de toda religión, fijar un punto, un centro, una brújula espiritual que pueda catapultarte a lo sagrado. Pero lo sagrado está en nuestro mundo, ¡ni en el más allá ni el más de ningún sitio!

Salir a la naturaleza es reconciliarse con los dioses. Un hombre reconciliado con los dioses es un hombre que tiene grandes posibilidades de ser humilde –pues reconoce sus limitaciones, PERO REALMENTE HUMILDE ESTÁ MAL DICHO, por lo que deduciréis– sin renunciar a su orgullo, es decir, en una contextualidad de amor propio. Para mí el orgullo es reconocerse en la justa medida, pues si orgullo es amor propio, ¡qué mal se quiere aquel que se sobrevalora o que se infravalora! Y ahora que surge el punto medio –inferido de justa medida–, decir que es algo totalmente subjetivo. En sí mismo no existe, es una medida racional de las cosas y como tal, de existir, sólo en nuestra cabeza. Así que amarse en su justa medida no es realmente el punto medio, sino verse objetivamente, verse de la forma más consciente posible, verse uno mismo tal como es, es decir, en toda su radicalidad.

Yo pienso, entonces, que los hechos se muestran de forma radical. Lo que es se ha manifestado como es. El punto medio, la comparación, etc. son medidas racionales, como he dicho, pero en realidad no ha habido punto medio, ni siquiera justa medida, pues el hecho o el fenómeno se ha manifestado en toda su plenitud. Las cosas son al margen de nuestra interpretación. Es la interpretación lo que hace que nos confundamos, lo que a veces nos hace ver lo que no existe. Es por ello lógico la necesidad de un mirarse a sí mismo, de un pararse, analizar y autocriticarse para no exagerarse o exagerar algo hacia arriba o hacia abajo.■

Del «ser» y la «nada» y de la «Nada» y el «Ser»

Consideraciones posteriores a un debate de FORΦιDENTIDΛD
titulado «FÍSICA Y METAFÍSICA»

(…) Pero entonces ¿por qué nos preocupamos de esta nada? Precisamente, la ciencia rechaza la nada y prescinde de ella como de algo nulo. Ahora bien, al despreciar de este modo la nada, ¿no estamos precisamente admitiéndola? Aunque, ¿se puede hablar también de admitir cuando lo que admitimos es nada? Tal vez estos giros del discurso se muevan ya en un juego de palabras vacío. Frente a eso, la ciencia tiene que volver a afirmar ahora su seriedad y lucidez: que lo único que le importa es lo ente. ¿Qué le puede parecer a la ciencia la nada más que un espanto y una fantasmagoría? Si la ciencia está en lo cierto, entonces una cosa es segura: la ciencia no quiere saber nada de la nada. Al final, ésa es la concepción rigurosamente científica de la nada: la sabemos en la misma medida en que no queremos saber nada de ella. (…)

Martin HEIDEGGER, ¿Qué es metafísica?. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2003. H 4443, Págs. 17-18. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte.

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El 19 de diciembre de 2009 tuve la suerte de poder asistir a uno de los debates que organiza Foro Identidad en la ciudad de Algeciras (Cádiz), tertulias de las que soy uno de los promotores, además de un orgulloso y asiduo contertulio. Hago mención a este foro y a dicha tertulia no por el mero hecho de publicitarla sino porque este texto que viene a continuación es deudor de aquel debate porque como siempre no supe decir todo aquello que me habría gustado expresar o simplemente no se me ocurrió en aquel momento.

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Pincha en la imagen para agrandar:
Para empezar, he de matizar ciertos términos (para lo cual hago énfasis de que lo que viene a continuación es producto de mi subjetividad), con la mira puesta a intentar delimitar conceptos para poder hacer el texto comprensible. La «física» se refiere a lo físico, a lo material, su realidad es asumible con los sentidos y nada más. Sin embargo, tras lo sensual se esconde lo metafísico, aquello que está «después» de lo físico y cuya percepción no es con el cuerpo propiamente dicho (los sentidos), sino mediante la lógica. Para mí, lo metafísico no es otra realidad evidente, no es nada que esté detrás de la materia, sino que es un modo de «plantearse filosóficamente la existencia», la vida, el ser…, aquello que no es materia pero que es real y que de alguna forma se manifiesta porque el Hombre es capaz de detectarlo y sobre todo de planteárselo, de crearse ese «problema». La metafísica no puede entenderse por lo tanto como otra realidad ni como aquello que está detrás de lo físico sino como aquello que convive con lo físico en un mismo plano: descarto el dualismo y me alejo por supuesto del platonismo y derivados. Materia y esencia forman y son la misma «unidad». En definitiva, la materia es «con ser» o «sin ser» pero ambas forman parte del Ser en cuanto que son y tienen existencia: el «ser» y el «no-ser» son la esencia de la materia, son aquello que determina la vida y la muerte.

Como dice Heidegger, la mejor forma de entender qué es la metafísica es haciéndose una pregunta metafísica. La metafísica se dedica al «Ser», su campo de trabajo es el Hombre y su existencia. Así que por ejemplo si queremos definir la metafísica podemos hacerlo con sus propias cuestiones: ¿Qué es el «ser»? (esto es metafísica), ¿qué es la «nada»? (esto también es metafísica)… por ello digo que la metafísica es «plantearse filosóficamente la existencia». La metafísica solamente puede entenderse en su significado pleno cuando uno se inunda en ella, definirla es demasiado aventurado, al menos para mí.

El Hombre en sí es metafísico porque de él surge un ser, un ser metacorpóreo que la ciencia no ha encontrado: ese ser es lo que hace que la materia se mueva, que tenga vida. Una roca no tiene ser, y por lo tanto es metafísicamente «nada», aunque forme parte de lo físico; cuando digo «nada» no me refiero a que algo no tenga realidad en este mundo, sino que no tiene un «ser» (carece de vida-vívida) y que por lo tanto tiene existencia pero no una «existencia experimentada», vívida y con conciencia. Esto ha generado barreras entre la ciencia, que se dedica a lo físico, y la metafísica propiamente dicha. Sin embargo, yo no creo que el campo de la metafísica comience allí donde la ciencia deja de tener validez, sino que son dos campos totalmente distintos dedicados a dos agentes conformadores de una misma realidad y que deben complementarse. Pero claro, dichas confrontaciones nacen sobretodo de la denostación por parte de la ciencia hacia la metafísica, ya que ésta última no es demostrable mediante la experimentación, ni visible o evidente.

Prosiguiendo, podemos categorizar entonces que el «ser» es aquello que da vida, aquello que hace posible la experiencia (que a la vez es existencia en su totalidad) y que la existencia sea vívida. La «nada», la materia sin «ser» y la no-materia es a la vez parte del ser, porque participa de la misma existencia y con el «ser» interactúa. El «ser» y la «nada» se necesitan como la luz y la oscuridad: el mundo es esencialmente «Nada» y de él trasciende el «Ser», lo mismo que la luz revela lo que se esconde en la oscuridad y por lo tanto lo que antes no era porque no era visto «llega a ser». En definitiva, el ser y el no ser («nada») comparten la existencia, pero solamente aquello con «ser» puede vivirla y experimentarla, solamente el «ser» tiene esa cualidad de dinamismo y tensión constantes.

La «Nada», el gran abismo con el que el Hombre intenta no tropezar pero que forma parte de su existencia, de su propio mundo. La Nada no es un lugar, no es una sustancia, la Nada es aquello que no «es», aquello que «es» en cuanto que «no es» y que hace que a la vez «todo sea». Esto me recuerda a Shakespeare, «¡Ser o no ser: he ahí el problema!»… metafísico por excelencia. La Nada no es «nada», no es como esa materia «sin ser», sin «esencia», sino aquello que en definitiva trasciende y forma parte del Ser en su totalidad.

En la actualidad la metafísica carece de importancia en cuanto que el Hombre se ha alejado del ser sumiéndose en la nada más profunda. La negación del ser es la negación de toda la existencia humana, la negación de querer responder a las preguntas trascendentales que nos incumben a todos sin excepción, pero sobre todo es la negación de uno mismo. El Hombre, arrojado a la existencia sin percibir su propio ser, convertido en un zombi, en una maquinaria de interacciones fisiológicas, en un organismo sin conciencia. Un hombre sin metafísica es necesariamente un hombre vacío, un hombre fallido y nulo que no tiene nada en valor; pero eso sí, un hombre exclusivamente metafísico es un esperpento, un espíritu grotesco que no entiende el mundo en su totalidad, sino de una forma parcial y fragmentaria. Sin metafísica no habría conceptos de gran fuerza y valor como identidad, amistad, amor, conciencia, espíritu… la metafísica intenta poner en valor todo eso. Pero claro, cuidado con la metafísica. No es lo mismo la metafísica de «universales» platónica que la angustiosa metafísica del siglo XX de Heidegger, Sartre, Camus, Ciorán… ¡No es lo mismo el idealismo que el existencialismo y sin embargo ambas tendencias filosóficas tienden a la metafísica! Y digo que la metafísica habida en el siglo XX es angustiosa porque ya fuera porque aquellas generaciones vivieron una época de estupor y náusea o por las convulsiones bélicas y otros efectos producidos por esquizofrenias diversas, lo cierto es que se fundó una metafísica de «la nada», del «vacío», de la «amargura», la cual a su vez reclamaba un nuevo heroísmo en el Hombre, un Hombre arrojado en la existencia que debería asumir todo el irracionalismo y las dudas abismales de las invencibles preguntas sin respuesta que sumen al hombre en la incertidumbre y en el temor, incluso en el miedo (sentimiento trágico de la existencia): la pendencia del Hombre contra la Nada, contra el «Desistir que es la Nada» (como diría Heidegger); ¡es esa lucha la que constituye para mí ese heroísmo del que hablo y que es denominador de ciertos hombres modernos (tales en cuantos contemporáneos y habidos en el presente-devenir)! Esto provoca la aprensión a pensar, esto hace que la metafísica y toda filosofía y pensamiento sean, a excepción de en pequeños oasis, casi impracticable. El Hombre-sin-ser arrojado a la existencia, el hombre-ahí-siendo como una piedra, eso es un manifestación de la Nada.■ 


Anotaciones sobre el esquema y anexos:

1. Si la Nada no aparece en el esquema es porque no es un lugar, ni una cosa, ni «nada», ni Ser ni no-Ser. No está en realidad, su existencia no es tal a pesar de ser asumible, intuida, etc. mediante la lógica e incluso mediante un estado de ánimo (la angustia) y la náusea. Y todo esto a pesar de ser la esencia del Ser: la Nada es en cuanto no es. Sin embargo, hablar de la Nada es algo contradictorio, una paradoja metafísica, ¿cómo puede hablarse en realidad de algo que no es? Hablar de algo es situarlo. ¿Y sin embargo si «no es» cómo puede presentarse abrumadora en nuestro propio ser y en la propia existencia del Ser…?

2. La percepción metafísica es una cualidad del «ser», y en concreto del ser del Hombre, pues sólo él es consciente del Ser en sí… ¡pero no del Ser en su totalidad! El Ser en su totalidad es tan abstracto como lo puede ser la Nada. Se la puede conocer en esencia pero no en toda su dimensión, y siempre en tanto que uno es protagonista de ese Ser: uno solamente puede conocer el Ser respecto a su ser y conciencia: concepción existencialista de la metafísica.

3. El Ser no es Dios, aunque Dios está integrado en el Ser en cuanto idea; no estoy haciendo teología. El Ser representa el conjunto de todo el ser y la nada, representa igualmente la existencia de todo lo habido. A fin de cuentas, tanto el Ser como el no-Ser son meramente conceptos, ideas, abstracciones, por eso está bien escrito "representa", ¡todo esto no son más que representaciones lógicas!… y la realidad no es lógica, por ello la metafísica no es aplicable al mundo; el mundo puede vivir sin metafísica, es en su totalidad un problema y una preocupación humana y nada más.


SENTENCIAS


1
La salvación, promesas para la otra vida… pero ¿qué delirantez es esa? De esta forma los hombres hipotecan sus vidas al servicio de la fe, despojándoles de su poca libertad. Las religiones se convierten así en entidades más feroces y crueles que los bancos. Pero no solamente las religiones, también las ideologías o todo acto en sí. Igualmente, las ideologías requieren fe, cierta entrega inconsciente. Pocas diferencias hay entre un político y un sacerdote o un fanático político o un fanático religioso; es más, son más sus semejanzas. Tal vez el sacerdote ideológico, el político, sea el más peligroso de cuantos vendedores de paraísos existen en el mundo, y es que sus exigencias son mayores y los beneficios escasos. Embadurnan de razón sus postulados: la razón se ha equiparado a la fe, lo que ha provocado que muchos se revelen como iluminados de limusina y traje con corbata. El mal uso de los dones de la inteligencia solamente nos ha traído fe por un lado y la razón descafeinada por el otro en forma de pompa política. Ambos son charlatanes, vendedores de paraísos y mercaderes del porvenir.■

2
El Hombre reniega de la metafísica para bañarse en lo tangiblemente práctico; por lo tanto, tira el ser a la basura, apestando a casi todo el pensamiento humano. Amigos del “átomo”, amantes de la cosa, el hombre sueña con una vida material voluptuosa pensando que ello es la felicidad. Cegados por una demencial lujuria, el hombre se condena a ser un mero adorno frente a los mismos adornos que venera, convirtiéndose en bellas esculturas perecederas, en figurantes estéticos en este mundo sin ser. Así que el hombre ha perdido toda su esencia, es cosa, y sin embargo es feliz, cree que es feliz en una apariencia de inmortalidad. En el mundo de las quimeras la felicidad está inventada, pero una felicidad artificial, de la que se puede tocar, vender, comprar y alquilar, pues si no no valdría nada.■

3
La deshumanización: montones de cadáveres apilados ante eslóganes que deletrean c-i-v-i-l-i-z-a-c-i-ó-n. Los seres sin ser son los deshumanizados, son los sin voluntad, y andan gracias a su motor automatizado, que les da vida. Son como un muñeco de cuerda, un montón de cuero o trapo que anda de forma mecánica. Sin esencia, son menos que el Hombre de Hojalata. Su corazón late para el cuerpo pero no para un espíritu, para un alma o… (llamarlo como queráis) para una esencia. Sin duda, seguirán siendo punto de inspiración para los existencialistas, otros seres que se ven más humanos y que leído lo leído solamente cuentan historias de zombis o vampiros en lugar de hablar sobre el Hombre, ¿acaso es posible hablar de hombres sin esencia y estar refiriéndose al hombre en sí o como tal? Posible si es, pero estaríamos hablando solo de seres antropomorfos. Parece que la voluntad de poder se ha apagado del hombre, pues no aspira a más que a huir de sí mismo.■

4
La realidad visible y tangible son cortinas que esconden un vacío total, una Nada incomprensible. Pensar que esa realidad es el resultado de nuestro aburrimiento, de nuestra incapacidad para soportar el sufrimiento de no hacer nada, tiñe de cosas absurdas mis pensamientos. Se han erigido religiones, sistemas e ideologías con el único fin de poder soportar mejor el aburrimiento de una estancia en el vacío. ¿Acaso es tan difícil quedarse quieto? Lo que nos habríamos ahorrado en estupidez habría sido incuantificable, pero claro, cómo iba a saberse. El hacer algo supone una esperanza para ganarse la inmortalidad, un lugar en la eternidad donde brille nuestro obrar; somos como niños que quieren llamar la atención, la atención a la Historia, cuando ésta es sorda y le da igual cuánta tinta o cuánta sangre se derrame para hacerla brillar. Qué triste es el Hombre con sus esperanzas, siendo arrastrado por el devenir hacia un olvido… lo único eterno que conseguirá. Y visto así, sea un final trágico y glorioso para el Hombre, que lucha y se condena al sufrimiento a sí mismo y al prójimo por Nada.■

LOS ANIMALES


En definitiva, veo más humanidad en los animales. Los supuestos "hombres", crueles e inconscientes, sumen su razón a lo instintivo y se condenan a una vida insignificante. El hombre es una bestia, una bestia bípeda simplemente. Su apariencia humana no es más que el síntoma de una esperanza; es el envoltorio de unos seres de vida antropomorfa.

Los animales solamente hacen lo que tienen que hacer, sin embargo, el hombre (¡cómo no!) hace más de lo que debe. Es el animal listillo de la clase que no se da cuenta de la estupidez de su inteligencia y de la sinrazón de sus razonamientos. Tal es así, que el mundo no aparece en su complejidad colectiva y planetaria como un ser cuerdo, sino más bien como un ser depresivo y paranoico con cierta inclinación al suicidio. Un suicidio que como último acto sería sublime a escala universal y el mejor favor que podría hacérsele a la naturaleza; una naturaleza a la cual el hombre moderno no ha sabido ni comprender ni dominar.■



Nuestra vida es un molde, un molde existencial. Hemos llenado de cosas todo el vacío que existe en la propia vida y nos hemos creído nuestras propias mentiras. No creer es lo más parecido a ser libre; no vivir… es ser libre. La vida es un suplicio, el mundo se hincha los pulmones para expulsar quejidos pestilentes y el aliento putrefacto de sus sueños. La vida no vale nada, somos el cáncer de un vacío infectado, una extraña anomalía aislada de la naturaleza con pretensiones de deidad.


“Nihilista” es el epíteto atribuido a los cínicos modernos. Irreverentes y sarcásticos no tienen más remedio que vivir con desprecio, incluso con el de su propia vida. Rechazan al hombre, rechazan cualquier cosa, hasta a la nada, que es nada. Emisarios del sinsentido, existencialistas virtuosos y solipsistas por derecho propio, pasean su yo con un claro desencanto y una iluminada desesperanza con cierta consciencia del sinsentido y del vacío oculto en todo lo que nos rodea, siendo forzados a vivir en la infelicidad de cierta verdad.


No hay mayor condición en un nihilista que el desprecio por la vida, que es lo mismo que decir su desprecio por el Hombre; por ello, no hay más condena para un ser de tal naturaleza que tener que vivir como hombre, como hombre en sociedad, siendo cómplice de todas las quimeras y de todas las estupideces vacuas por las que el ser hombre libra una batalla sin cuartel a cada segundo y aniquila sus vidas. El mundo se pudre, somos materia orgánica en descomposición y nadie lo sabe.■