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EVOLA SOBRE NIETZSCHE Y LO PAGANO

La experiencia nietzscheana aun no se encuentra agotada, en la medida en que ni siquiera ha comenzado todavía. Se encontrará ya seguramente agotada la caricatura estético-literaria de Nietzsche, condicionada por el tiempo, lo estará también la reducción biológico-naturalista de algunas partes de su enseñanza. Pero el valor que Nietzsche ha llevado heroicamente y con el precio de un sufrimiento sin nombre, a pesar de todo su ser que se sublevaba y cedía hasta que, sin un lamento, luego de haber dado todo, se derrumbó. Este valor que se encuentra más allá de su "filosofía", más allá de su humanidad, más allá de él mismo, idéntico a un significado cósmico, reflejo de una fuerza eónica —el hvarenô y el fuego terrible de las iniciaciones solares— este valor espera todavía ser comprendido y asumido por los contemporáneos. Ya en el mismo se encuentra la alarma, la apelación al disgusto, al despertar y a la gran lucha: aquella en la cual —tal como dijéramos— se decidirá el destino de Occidente: el de caer en un crepúsculo o el de encaminarse hacia una nueva aurora.

Liberando la doctrina de Nietzsche de su parte naturalista, reconociendo que el "superhombre" y la "voluntad de poder" sólo son verdaderas en tanto se las comprenda como valores suprabiológicos y, querríamos decir, sobrenaturales, entonces esta doctrina para muchos puede ser una vía a través de la cual se puede arribar al gran océano, al mundo de la universalidad solar de las grandes tradiciones nórdico-arias, desde cuya cumbre se impone el sentido de toda la miseria, de toda la irrelevancia y de toda la insignificancia de este mundo de encadenados y de poseídos.

(...)

Los valores nórdico-paganos son valores trascendentes, que reciben su verdadero sentido sólo desde lo interno de aquella concepción completa antimoderna y antieuropea que, en sus rasgos esenciales, ya hemos delineado. Pero los mismos también podrían constituir unos principios éticos, aptos mientras tanto para formar una base para una nueva educación y para un nuevo estilo de vida, libres de la hipocresía, de la vida y de las alucinaciones de las generaciones últimas.

La experiencia pagana no es para nada una experiencia imposible y anacrónica desde cualquier punto de vista. ¿No sentimos acaso casi todos los días cómo el "paganismo" del mundo moderno es constatado y deplorado por los representantes de las religiones europeas? Este paganismo es en gran medida, es verdad, un paganismo imaginario: se trata de un mal en cuya raíz quien nos ha seguido hasta aquí sin dificultad puede reconocer a las fuerzas y a las condiciones que en su origen han alterado el mundo antiguo precristiano.

Julius EVOLA, Imperialismo Pagano. Ediciones Heracles, año 2001. Págs. 117-118. Traducción del italiano y estudio preliminar a cargo de Marcos Ghio.■

LA IDENTIDAD DE EUROPA (II). ¿CUÁLES SON ELEMENTOS DE UNA POSIBLE IDENTIDAD EUROPEA?


Debate organizado por Foro Identidad y celebrado el 22 de octubre de 2011

TEMA DE DEBATE: LA IDENTIDAD DE EUROPA (II). ¿CUÁLES SON LOS ELEMENTOS DE UNA POSIBLE IDENTIDAD EUROPEA?

HORA DE COMIENZO Y FINALIZACIÓN: 11:40 - 13:08

ASISTENTES: DAORINO, PABLO DE LA LÍNEA, TRIV, MAGO MÁRQUEZ

COMPILADOR: DAORINO


Daorino introduce el debate hablando de los textos que se han propuesto para la preparación del debate en la página web, haciendo hincapié en dos aspectos importantes: el religioso y el racial. Seguidamente interviene Mago Márquez, quien señala que cuando se fue a escribir la constitución europea se quiso negar la influencia de la Iglesia en Europa. Según Mago Márquez “el cristianismo está ahí, y unificó en cierto modo a los pueblos europeos. ¿Qué cultura a parte del cristianismo ha quedado en Europa? Hay muchas corrientes en Europa, pero son todas cristianas. Además, la Iglesia ha evolucionado mucho y no es la iglesia dogmática que fue”. TRIV hace una breve intervención en el que asegura que no hay entidad social que no tenga tanto patrimonio como la Iglesia. Mago Márquez indica entonces que parte del legado que tiene Europa es gracias a la Iglesia, “¿cuántos pintores?, ¿músicos?... la iglesia ha sido motor del arte, ¿vamos a borrar eso?”, concluye.

Por su parte, Pablo de la Línea sostiene que aquí estamos para crecer como europeos, que debemos evolucionar y ponernos en la vanguardia de las ideas y de la imaginación. Posteriormente ataca a la religión cristiana negándole toda contribución en la Europa más inmediata en el tiempo.

Daorino, tras ciertas intervenciones que ahondaban en el marxismo, señala que el marxismo quiso dar una respuesta en Europa con más cristianismo. Sin perder el poder de la palabra, Daorino argumenta que “las raíces de Europa no se encuentran sólo en el cristianismo”. Habla de Grecia y de la Roma no cristiana, que fueron fundamentales para la construcción de Europa, incluso incide en cómo los tentáculos de Roma favorecieron la expansión del cristianismo. A continuación se refirió a Sócrates y a Platón como a dos advenedizos del cristianismo o como ideólogos involuntarios, dando a entender que el cristianismo es en cierto modo una corriente “extranjera” que ha sabido recoger muchos elementos paganos y de las filosofías de lo que se llama “mundo occidental” para instalarse en Europa con éxito. Dicho todo esto, Daorino sentencia de esta forma: “El cristianismo europeo es nada sin el paganismo. El cristianismo en Europa sólo tiene razón de ser y sólo puede ser explicado en sus prácticas de culto, exposición, grandeza y belleza en la medida que es explicable el paganismo. El catolicismo es un paganismo que venera e idolatra a un hombre crucificado, a una multitud de Santos, etc.”.

Triv asegura que la iglesia era muy fanática y que el cristianismo y la libertad no son antagónicos. Ante la afirmación de Daorino sobre que el cristianismo fue el veneno que remató a Roma, Triv señala que el cristianismo no tiene nada que ver con la destrucción de Roma. “El paganismo ha sido superado por el cristianismo”, asegura, para continuar de esta forma: “El tema del cristianismo es el amor. El amor en todos los sentidos, solidario, al otro, a los demás… El agustinismo y el platonismo tienen una base común, y es que el hombre es inacabado e inacabable, siempre se está preguntando algo, no está terminado. Las dictaduras han querido acabar con todo ese legado cristiano.” Un poco al hilo de la exposición de Triv, Mago se luce con esta expresión: “el hombre es el único que puede aportar algo al mundo”, dando pie a otra nueva intervención de Triv: “el cristianismo es ejercer tu libertad, es aceptar la fe.” Pero Daorino no se da por vencido: “yo sólo digo que no hay que darle todo el protagonismo a la Iglesia y al cristianismo. ¡Qué discursos más evangélicos! Las dictaduras… -señalando a Triv-, ¿qué quisieron destruir…? Porque el franquismo fue amor absoluto al cristianismo. La Iglesia siempre ha estado al lado del poder, el Vaticano fue uno de los aliados de Hitler. Me rio de este mensaje que ensalza tanto al cristianismo. ¿Por qué darle todo el protagonismo a la Iglesia y al cristianismo? Las raíces de Europa son más amplias y profundas, el cristianismo es la superficie, y es que el espíritu europeo y el cristianismo católico, que es el que más abunda en Europa, no se puede entender sin el paganismo, vuelvo a repetir, y quien lee a Goethe lo sabe. La conquista de América no fue para liberar, sino para imponer. Me rio de los métodos del cristianismo para liberar.”

Triv llama Iglesia a aquello que toma todo lo bueno. “El mensaje de Cristo no le puede hacer daño a nadie, él no fue dogmatico, dio el perdón incluso a una prostituta, Doña Magdalena. El paganismo es una degeneración del hombre. El cristianismo es darle valor a las personas, dar amor. El hombre tiene una naturaleza no empírica, en el sentido de que imagina. Sin esperanza no hay razón y sin razón no hay esperanza.”

Daorino, ante un Triv evangelizado, se expresa de esta forma: “al perder la esperanza encontré la libertad, ¿qué libertad pueda dar entonces el cristianismo? ¿En qué basas que el paganismo fue una degeneración? Lo que importa es la voluntad y uno mismo y el cristianismo lo que te dice es que vendrán a salvarte. La esperanza es la antítesis de la voluntad.”

Pablo de la Línea se interesa por los conceptos de voluntad y esperanza e ironiza con la posibilidad de llamar a Dios “imaginación”. Daorino añade que la esperanza es darle las gracias a Dios o a otro por todo cada mañana y que la voluntad es enorgullecerse de lo que uno es capaz de hacer. “La identidad de Europa está sumida desde hace muchos siglos en un espíritu de piedad y de podredumbre de espíritu, que ha envenenado a cada cual de forma desigual. La libertad parece que es sólo despojarse de las cadenas que te pone otro. Pero hoy todo son cadenas, o eso parece a muchos.”

Mago Márquez señala que la identidad de Europa es la libertad, “es lo que nos ha dado tanta ciencia, cultura… eso está por encima de la Iglesia”.

TRIV insiste en que el cristianismo es la superación del paganismo y que como el paganismo no se ejerce y no tiene seguidores está superada y no tiene ninguna importancia. Le dice a Daorino que no le entiende, pero Daorino le dice que le ha entendido a la primera y que haga él un esfuerzo en entender al propio Daorino, extrañado ante un mensaje tan evangélico en boca de uno de los personajes más sumidos en el dogmatismo científico en el foro y conociendo lo crítico que ha sido éste siempre con la fe. Creado este contexto, repleto de entusiasmo, Daorino le vuelve a decir a Triv que el cristianismo católico es paganismo con un tío crucificado y un montón de santos. Le vuelve a recordar a Triv que su discurso es evangélico, que parece un curilla, “y que no estamos para defender vertientes del cristianismo a conveniencia, sino para investigar las raíces de Europa”. Pero Daorino no concluye, y apostilla con dureza: “Me dices que como nadie practica el paganismo ya está superado. Es como me dijeras que como nadie sube el Everest ya está superado.”

Pablo de la Línea dice que podría entrar a saco con muchas de las cosas que ha dicho Daorino, calificando su discurso de taxativo. Pero cambia de tercio y sostiene que hay que entenderse, que hay una mezcolanza y que queramos o no todo se mezcla. Pone sobre la mesa de debate una personalidad que pudo ser papa que dijo: “¿yo voy a obedecer a este papa que me niega las libertades que Cristo me dio como ser humano?.” Acaba con una frase llena de buenas intenciones: “si se reúnen las personas de buena voluntad las cosas se pueden hacer bien.”

Mago Márquez trae a colación la cuestión económica y la solidaridad entre estados. Habla de pueblos más laborioso ayudando a Grecia, lo cual va a condicionar la identidad europea y su futuro. Daorino asevera que la banca es enemiga de Europa y algo tendrá que ver con lo de Grecia, mientras que Triv apunta que Europa está en una encrucijada. “¿Qué hay en común entre un griego, un irlandés y un español? Muy pocas cosas, que están todos en Europa.”, pronuncia. “Como los intereses capitalistas han dominado y los partidos socialdemócratas se han dejado llevar por la buena vida y la vida subvencionada, donde todo está socorrido, se ha cimentado un campo de cultivo de vaguedad. Alemania y Francia son las únicas culturas de Europa fuertes.” Daorino le dice a Triv que Alemania y Francia tienen científicos y pensadores, pero que España tiene grandes escritores y no pocos científicos. Triv entonces insiste en que los partidos socialdemócratas sólo quieren subvencionar y vivir del cuento. Luego vuelve a señalar que el cristianismo es la base de Europa y ha impregnado nuestra cultura. Daorino, que en ningún momento ha negado la influencia del cristianismo en Europa, a pesar de que Triv no se haya enterado aún, le ataca. Le dice por enésima vez que el cristianismo no es la raíz de Europa, que las raíces de Europa son anteriores. “Si Europa fuera un árbol el cristianismo es la parte baja del tronco, pero no la raíz” Triv se defiende sosteniendo que los grandes científicos eran cristianos para demostrar la influencia de tal fe en el Europa. Daorino le dice, de nuevo, que no niega la influencia de tal fe en Europa y que lo que dice no demuestra nada, pero luego le pregunta que “¿quién se atrevería a no ser cristiano hace 500 años en Europa?”

Triv, irrespetuoso, asevera que el paganismo da risa con sus mitos y que Europa necesita algo que una en lo político. Califica a los paganos como bárbaros, tribales, etc. “¿Qué ha dejado hoy el paganismo? No hacían catedrales…”. Daorino le dice a Triv que su respuesta no es más que una manifestación de su intolerancia semítica. “Tú sigues insistiendo en que el cristianismo es la base. Europa no tiene un basamento concreto, se sostiene en pilares.”, alega. Seguidamente le dice a Triv que está negando la esencia de Europa con sus burlas y que el legado grecolatino en Europa es tan excelso que se ahorra nombrarlos, ya que Triv afirmó que el paganismo, es decir, el paganismo al que se refiere Daorino, el de Grecia y Roma, no han dejado nada en Europa, muy poca cosa. Asimismo le dice a Triv que el paganismo de Roma y Grecia no era precisamente tribal o bárbaro.

Llegados al crepúsculo del debate, Pablo de la Línea señala que no hay que abusar de la libertad y que se deben generar soberanías modernas. Daorino, por su parte afirma que hay que superar el pequeño estado y llegar a Europa para apuntillar que Europa lleva invadida más de 2000 años por una fe y una mentalidad extranjeras.■

EL ÚLTIMO HOMBRE CONTRA EL SUPERHOMBRE

Una reflexión sobre la pena y la lástima: una diatriba contra los "tolerantes"


La pena y la lástima son dos venenos casi sinónimos, y digo casi por no decir idénticos. Beber de ellos te convierten en un esclavo. Si, te convierten en eso, y siendo esclavo no ayudas a nadie. Es que sentir pena no te hace más humano, sino más gilipollas. Y disculpen el exabrupto, pero esa palabra es, objetivamente, la adecuada. Una cosa es sentir empatía por el dolor ajeno y otra vivirlo como si te doliera a ti. Una cosa es comprender un dolor ajeno y otra ver en el que sufre necesariamente una víctima o un ser que merece piedad, es decir, tu servidumbre hacia quien padece, tu esclavitud hacia el débil. Quejicas, flojos, vagos, pordioseros son los que dan pena y viven de ella, los que os dan su veneno y... picáis como moscas. Aquel que sufre de verdad no comparte su dolor, no lo expone, aquel que sufre de verdad no comparte su herida infecta, se la cura, pues quiere evitar el contagio. Presbíteros, monjas, capillitas, oenegetas, así llamo yo a los que son dichosos ante la servidumbre hacia la piedad, personas que beben de ese veneno de la misma forma que lo suministran.

Ser débil es hoy lo bueno, pues todo el mundo busca ser merecedor de la compasión de los otros, cual niños faltos de cariño que no se bastan a sí mismos. Seres incompletos, sumidos en la desesperación de sus propias carnes, son los que aúllan por las calles en silencio, clamando piedad, detestando la fuerza, ocupando plazas o jactándose de ser revolucionarios y rebeldes, además de víctimas de todo, sobre su fungoso sofá. Hoy es la debilidad la fuerza, hoy es la compasión la fuerza, hoy es el bello y esculpido Apolo una ofensa, no digamos ya Ares o Zeus. Salgo a la calle y me sorprendo por no ser quemado vivo.

Y ya sé que el mundo es cruel, ya sé que el mundo es una calamidad, pero por ello debemos ser alegres, debemos suministrar esa alegría paradójica que Clément Rosset me mostró, que me mostró como guía, dándome un arma para enfrentarme a los monstruos que me aturden. Es por su crueldad que el mundo necesita la auténtica fuerza, y una auténtica belleza, y una verdadera ética que ponga en orden este caos que nos ha tocado vivir. Y vayamos a lo cruel. Este vídeo que sigue es estremecedor, nadie en su sano juicio puede ser ajeno al sufrimiento que en él se ve plasmado y nadie en su sano juicio puede celebrarlo. En él vemos a auténticas víctimas de la sinrazón humana, en él también vemos a bien alimentados oenegetas:


No me divierte saber que eso ocurre en el mundo, no me divierte en absoluto, pero paradójicamente río, río consciente de la miseria, consciente de todas las injusticias: ser débil no os salvará, ni ayudará a nadie. Pero por qué me intentan inducir el sentimiento de culpabilidad, porque intentan debilitarme, por qué pretenden turbarme la razón y el buen juicio, por qué me hacen responsable de los males del mundo, cuando sabemos que la pobreza en el tercer mundo es anterior al colonialismo, ni es provocada por el hombre blanco.

Esas imágenes son las que provocan que los europeos y los occidentales en general no ofrezcan resistencia ante la venida de hombres y mujeres tercermundistas a su suelo. Esos oenegetas que ofrecen esas imágenes saben perfectamente que esos niños no van a ir a Europa jamás, que morirán en el mismo suelo que nacieron: esas imágenes fundamentan la idea mítica del "pobre(cito) inmigrante"; no obstante los oenegetas explotan y trafican su miseria humana, propiciando que el capitalista tenga mano de obra barata, que el marxista cultural pueda destruir Europa en sangre y en valores, y que el oenegeta pueda conseguir su donativo; como veis son demasiados los beneficiados en todo esto, por lo que no seáis ingenuos: mientras el problema (mientras su negocio) sea rentable... seguirá. Esto también ayuda a la psique del hombre europeo a sentirse culpable de su condición, de verse feo con su piel blanca e indeseable por la sangre que bombea su corazón. La pena, la lástima, la piedad, la compasión, eso es lo que corroe a Europa, eso es lo que corroe en los hombres de ahora, un mal de conciencia, una mala rumia. Ya Nietzsche lo denunció, ya Nietzsche nos avisó... pero nadie escucha a los hombres intempestivos excepto unos pocos.

Y ahora qué, cuando os deis cuenta de todo lo que habéis hecho, cuando os deis cuenta de lo que habéis provocado, cuando os deis cuenta del engaño, no será la tolerancia la que os vaya a salvar, si acaso os matará. ¿Qué haréis cuando sintáis el frio hierro del machete en vuestro cuello? ¿Qué haréis cuando escuchéis los jadeos de vuestra novia violada en grupo? Os arrepentiréis de todo y entonces os sentiréis culpables de otra forma, y os diréis: «Qué mejor habría sido ser intolerante, aunque pueda ser una inmoralidad. Mil veces mejor una inmoralidad que una estupidez. Mil veces mejor ser el malvado en un mundo de bonachones mojigatos». Y yo os digo, bestia entre las bestias: ¡temedme, buenos corderitos, temedme a conciencia y desearme un final atroz!, pero darme las gracias, pues yo mantengo, paradójicamente, vuestra esperanza viva en vistas de que vuestro señor o vuestros Dios os salvará. ¡Ingenuos! Yo y mis iguales danzaremos y beberemos sobre vuestros cadáveres, sobre los vuestros y sobre otros venidos de lejos, los cadáveres de los últimos hombres.■

LA TOLERANCIA

El laicismo militante se basa en la ética judeocristiana, y se contenta a menudo con plagiarla. (…)

(…) El pensamiento laico no es un pensamiento descristianizado, sino cristiano inmanente. Con un lenguaje racional, en el registro desfasado del término, la quintaesencia de la ética judeocristiana perdura. Dios sale del Cielo para bajar a la Tierra. No muere, no lo matan, lo consumen y lo introducen en el campo de la pura inmanencia. Jesús es el héroe de dos visiones del mundo: sólo se le pide que guarde la aureola y que evite los signos de ostentación… (...)

Michel ONFRAY, Tratato de Ateología


El acontecimiento:




Antes de nada, quiero recomendaros la lectura de una serie de artículos que abordan este tema:
La tolerancia es una actitud de la que todos presumen, pero también es algo de lo que la mayoría carece, como una gran mayoría de laicos. En estos días hemos visto cómo ha habido ciertos enfrentamientos verbales entre “laicos” y católicos, provocados por los primeros y consentidos por un estado ateo y generador de oposiciones, como buenos discípulos de marxistas, para distraer a la opinión pública, si es que aún la hay –si no distrae la opinión, al menos si la vista y la atención. Pongo laicos entre comillas porque dicha palabra quiere decir que una persona carece de “orden religiosa”, es decir, que es aconfesional y quiere una sociedad sin injerencia religiosa en la vida pública: y hoy la Iglesia no ejerce una injerencia real sobre la sociedad, sólo sobre sus fieles, los cuales tienen derecho a dejarse llevar por tal injerencia en su vida privada. Sin embargo, entre esa muchedumbre de invertidos (laicos, ateos, impostores, etc.) sólo veía a un montón de fervientes creyentes en su fe anticristiana, o cristianismo invertido, ¡había mucha orden religiosa!; lanzaban proclamas absurdas, malsonantes y alejadas del buen gusto, queriendo imponer su propia fe anticatólica, que bien se manifiesta contra cuatro viejas y algunos jóvenes con poca chicha. Estos mismos fervientes anticristianos se echarían atrás en una marcha contra el islam inmediatamente, la cual difícilmente se hará en un país donde se sostiene que dicha religión es la tolerancia y que el origen de todos nuestros males es el catolicismo y el cristianismo en general.

Pero no piensen que soy procatólico, que les voy a defender. Esta vez han sido ellos las víctimas de energúmenos, esta vez han sido ellos víctimas de sus propios hijos díscolos. El catolicismo, así como cualquier forma de cristianismo o de monoteísmo, no son precisamente tolerantes, no son precisamente un ejemplo de ello, ¿acaso tienen derecho a quejarse? Tienen derecho a defenderse, y también a callar. Son, por lo tanto, precisamente lo contrario: han perseguido, han aniquilado y han sometido durante más de dos mil años a los europeos y a otros no europeos con una moral de esclavos que te martiriza “piadosamente”, que te tortura psicológicamente, haciéndote sentir constantemente culpable, pecador y sórdidamente carnal, demonizando los placeres derivados del cuerpo, de la belleza, etc.

Pero si algo he de agradecer al catolicismo, la forma más apacible de cristianismo, es lo que con ella ha perdurado de paganismo, pero de paganismo politeísta y grecorromano. Es la forma en la que pudo subsistir una fe del desierto en nuestros campos europeos. El catolicismo es en cierto modo, paradójicamente, una fe que ha sucumbido a lo pecaminoso, a “la vista”, pues es una fe que te angustia por los deleites sensuales pero que a la vez te abruma con tanta belleza exuberante de catedral, de capilla, de objetos sagrados, incluso, dicen, con poderes... Es una contradicción de la fe católica. Sin embargo, los ateos y laicos se manifiestan como auténticos judeocristianos primitivos, es decir, odiando las imágenes, las banderas, los símbolos, como verdaderos iconoclastas, como verdaderos sacerdotes invertidos, sacerdotes de esta nueva modernidad, que de moderna no tiene nada, sino más bien de venida de lo protocristiano mediooriental, o de lo paleocristiano, es decir, de lo más soez, sólo que sin crucifijo. O siendo más irónico, estos laicos y ateos parecen protestantes invertidos encolerizados llenos de odio visceral contra el catolicismo.

Pero no piensen que generalizo, no es mi intención. Generalizar es un recurso del discurso. Toda generalización está sujeta a matizaciones, ¡siempre! Una generalización es siempre lícita cuando una cosa se da en la mayoría de individuos de un colectivo o en un porcentaje considerable. Y créanme, laicos y católicos conozco a mansalva, y la intolerancia se da en ambos. Eso sí, hay muchos que sí son tolerantes, en la medida en que muchos lo pueden ser, pues considero que todo no se puede tolerar y que ser plenamente tolerante es ser un estúpido como mucho, o un hipócrita como mínimo. Un laico de verdad no se habría preocupado tanto por la venida del papa, sin duda, y si se preocupara sería tan militante que protestaría diariamente por el asentamiento de mezquitas. Sin embargo, a mi parecer, un laico habría obviado la venida del papa y habría hecho su vida normal, sin sobresaltos. Por lo cual, he de decir que aquellos que se encararon con jóvenes católicos eran unos farsantes, unos farsantes que con una careta de laicismo excretaban su más mísero odio, cual puramente cristianos, si es que no son lo mismo o casi lo mismo. No obstante, si de algo ha de acusarse al catolicismo, es de excesiva tolerancia con su competencia monoteísta, especialmente con el islam, siendo el catolicismo una ventaja para que los de la media luna se asienten en nuestra tierra en lugar de un muro de contención y de resistencia.

Y bien, esos laicos y ateos han sufrido cargas policiales y los medios se han apresurado en mostrar dichas cargas, promoviendo la psicología del victimismo. En algunas pancartas se podía leer: SOMOS ATEOS, NO QUEREMOS HOSTIAS. Pues qué quiere que les diga, estos ateos, pergueñación siniestra del monoteísmo en general –del catolicismo en particular si hablamos de España-, si desean que les metan de hostias, pues desean ser reprimidos, desean ser mártires de su causa, pues su causa es también religiosa, aunque en un sentido difícil de entender para muchos. Lo diré claro: la negación de algo no es la negación de ese algo, sino su afirmación. Estos ateos y laicos, quienes se llaman laicos por ateos y ateos por laicos, siendo dos cosas distintas -que bien pueden conjugarse-, desean su propia victimización, desean ser vistos como pobrecitos, pues su moral es la misma moral de esclavos que la de sus paridores abrahámicos. Abraham, abuelo de los ateos y laicos.

Para concluir, quisiera reflexionar sobre la imposibilidad de una tolerancia total. No es posible. Quien diga que es tolerante miente. Lo puede ser hasta cierto punto, pero nadie personifica la tolerancia. Y créanme, la tolerancia, ya sea bajo su mayor expresión, como bajo su mínima expresión, es perniciosa. Lo es porque tan perjudicial es dejar hacer todo como dejar hacer nada. La tolerancia sólo es posible, y sólo hasta cierto punto, en sociedades homogéneas, en sociedades ajenas al mundialismo, al internacionalismo, a la bastardización... En un mundo que vive bajo lógicas hegelianas es totalmente imposible.■

NUESTRO CAMINO ES EL DE LA LUCHA

A todos aquellos que jamás se rinden 


La lucha te dignifica y te purifica. ¿Es dolor? ¿Es placer? No lo sé. Yo lo llamo vivir; pero es mucho más, es afirmación, es un sí a la vida.


Siempre hay que luchar para vencer, pero si pierdes luchando ya has conseguido más que cualquier pusilánime, es decir, más que la mayoría. No es un consuelo, es lo glorioso de la lucha.


Qué te parten la cara, bien, que la partes tú, mejor, pero ¿ceder?, ¿rendirse?... ¡NUNCA! ¡Defiende tu patria!


Me gustaría ser parte de lo bello y de lo heroico de este mundo, me gustaría que mis aventuras fueran siempre recordadas y que éstas inspiraran las luchas épicas del futuro. Qué bello sería que los niños, gozosos, recordaran mi nombre y cantaran mis hazañas, ser paradigma y encumbrado hasta allí donde viven los dioses. Ser eterno: mi gloria.

EXPRESIÓN SENSIBLE DE LO INVISIBLE


Más allá de no agotarse en un naturalismo –tal como hoy sólo la ignorancia o la falsificación tendenciosa de algunos puede presentarla– más allá de conocimiento de los ideales de la superación viril y de la liberación absoluta, en la concepción pagana el mundo era un cuerpo viviente, compenetrado por fuerzas secretas, divinas y demónicas, por significados y por símbolos, de acuerdo al dicho de Olimpiodoro: era la “expresión sensible de lo invisible”. El hombre vivía en conexión orgánica y esencial con las fuerzas del mundo y del supramundo, de modo tal de poder decir, con la expresión hermética, que era “un todo en el todo, compuesto de todas las potencias”: no otro es el sentido que trasunta de la doctrina ario-aristocrática de âtmâ. Y esta concepción fue la base sobre la cual se desarrolló, como un todo en su manera perfecta, el corpus de las ciencias sagradas tradicionales.

El cristianismo infringió esta síntesis, creó un abismo trágico. Y así, por un lado el espíritu se convirtió en el “más allá”, lo irreal, lo subjetivo; de allí la raíz primera del abstractismo europeo; por otro, la naturaleza se convirtió en materia, exterioridad encerrada en sí misma, fenómeno enigmático. De allí la actitud que tenía que dar lugar a la ciencia profana. Y como el saber interior, directo, integral dado a la Sabiduría se le sustituyó el saber exterior, intelectual, discursivo-científico, profano, simultáneamente a la conexión orgánica y esencial del hombre con las fuerzas profundas de la naturaleza que constituía la base del rito tradicional, del poder del sacrificio y de la misma magia, se le sustituyó una relación extrínseca, indirecta, violenta: la relación propia de la técnica y de la máquina. He aquí pues en cuál manera la revolución judeo-cristiana contiene el germen de la misma mecanización de la vida.

Julius EVOLA, Imperialismo Pagano. Ediciones Heracles, año 2001. Págs. 102-103. Traducción del italiano y estudio preliminar a cargo de Marcos Ghio.■


Hay un impulso biológico que no es menos profundo por no ser espiritual; porque no es espiritual es por lo que es más profundo y por ello, sagrado, sagrado porque su violabilidad conlleva sacrilegio. ¿Qué valor puede tener una religión que se basa en oír y creer? La verdad no necesita ser creída, poco valor tiene aquello que necesita ser creído, que es cuestión de fe, que no tiene un lugar en el mundo, en el único mundo posible.

Crear un más allá, generar un abismo que separe a los hombres de lo sagrado y de la posibilidad de una experiencia vívida que supere lo perceptible por los sentidos, eso ha generado el judeocristianismo y otras formas de desacralizar el mundo; es mejor sentir la esencia de las cosas, vivir en un mundo vivo y no en un mundo donde lo sensible es mera materia, mera masa inerte sin posibilidad de transmitir nada, mera mecanización, en definitiva.

¿Existen los dioses? Si. Veo a Zeus a lo lejos en una lluvia con su trueno, a Poseidón en los mares calmos y crepitantes… ¡siento a Ares cuando la ira me embarulla y a Atenea equilibrándome para no generar un estrago que me perjudique! Siento a Eros ante la belleza irresistible de una mujer y en los impulsos que dicha belleza me genera por tan agradable impudicia; también siento a Hera, diosa de las mujeres y del matrimonio, cuando veo a una madre ofrecer su seno a aquello que es sangre de su sangre… Los dioses se manifiestan, nosotros les damos valor pues valor deben tener nuestras acciones, lo que hacemos. Que les hemos creado a nuestra semejanza… sin duda, ¡ellos no existen sin nosotros! Pero es que la única diferencia sustancial es que ellos son inmortales… ¡hemos creado dioses que nos sobrevivirán!

Los dioses surgen de la asunción de que hay un orden natural de las cosas, un orden no humano, no creado por nosotros. Es a partir de ese orden que con la razón hemos de generar un orden racional de las cosas. No es como siempre se ha hecho, generar un orden racional de las cosas que transforme la naturaleza: eso ha provocado toda una hecatombe de difícil explicación, una deriva perpetua. Nuestros dioses, nuestro Olimpo, nos ayudan a vertebrar ese orden natural, a generar un centro al hombre. Y esa es la misión de toda religión, fijar un punto, un centro, una brújula espiritual que pueda catapultarte a lo sagrado. Pero lo sagrado está en nuestro mundo, ¡ni en el más allá ni el más de ningún sitio!

Salir a la naturaleza es reconciliarse con los dioses. Un hombre reconciliado con los dioses es un hombre que tiene grandes posibilidades de ser humilde –pues reconoce sus limitaciones, PERO REALMENTE HUMILDE ESTÁ MAL DICHO, por lo que deduciréis– sin renunciar a su orgullo, es decir, en una contextualidad de amor propio. Para mí el orgullo es reconocerse en la justa medida, pues si orgullo es amor propio, ¡qué mal se quiere aquel que se sobrevalora o que se infravalora! Y ahora que surge el punto medio –inferido de justa medida–, decir que es algo totalmente subjetivo. En sí mismo no existe, es una medida racional de las cosas y como tal, de existir, sólo en nuestra cabeza. Así que amarse en su justa medida no es realmente el punto medio, sino verse objetivamente, verse de la forma más consciente posible, verse uno mismo tal como es, es decir, en toda su radicalidad.

Yo pienso, entonces, que los hechos se muestran de forma radical. Lo que es se ha manifestado como es. El punto medio, la comparación, etc. son medidas racionales, como he dicho, pero en realidad no ha habido punto medio, ni siquiera justa medida, pues el hecho o el fenómeno se ha manifestado en toda su plenitud. Las cosas son al margen de nuestra interpretación. Es la interpretación lo que hace que nos confundamos, lo que a veces nos hace ver lo que no existe. Es por ello lógico la necesidad de un mirarse a sí mismo, de un pararse, analizar y autocriticarse para no exagerarse o exagerar algo hacia arriba o hacia abajo.■

LA ESPERANZA CONTRA LA VOLUNTAD O LA VICTORIA DEL IMPERIO DE LA CEGUERA

Contra los hijos de Abrahám

«Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer.
¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? -La compasión activa con todos los malogrados y débiles - el cristianismo...».
Friedrich NIETZSCHE, El Anticristo

JULIANO EL APÓSTATA

La esperanza supone la rendición de la voluntad, supone poner un límite, asumir la derrota de uno mismo. Cuando la esperanza hace su aparición el hombre pierde toda su dignidad para sumirse en una sensación que podría resumirse así: “a partir de ahora alguien tendrá que hacer las cosas por mí, o eso espero, pues yo soy incapaz”. Esperar, eso es la esperanza; no es otra cosa que soñar con la llegada de lo imposible, con la llegada de aquello que solucionará todos nuestros problemas: si no llega se le atribuirán como propios supuestos milagros o manifestaciones a eso que se espera, siendo ya el colmo de los colmos, el autoengaño total.

Para solucionar los problemas hay que luchar, uno se mueve y nadie más y, en todo caso, ¿qué es la vida sino problemas y lucha?: huir de eso es negación de la vida. Si el problema es casi imposible de solucionar, si no hay solución, hemos de confiar en nuestra voluntad y afrontarlo: séase “en nosotros mismos” la única fe lícita, una fe para hombres fuertes. Pero esa fe no es ciega, y toda fe es ciega… ¿acaso entonces puede llamársele fe? No, es algo mucho mejor: orgullo y seguridad. La esperanza desposeída de toda ceguera, la esperanza castrada de todo deseo de que otro nos solucione los problemas, eso es la voluntad, la única, la real, lo que surge de nosotros mismos, el verdadero motor que nos empuja a crear y destruir, a avanzar hacia delante o hacia atrás, lo único capaz de hacernos libres, aquello que es mando y obediencia a la vez en uno mismo: pues dentro de nosotros somos esclavo y señor y el señor siempre manda –hay quienes dentro de sí atesoran nada más que a un esclavo, pues sólo más allá, fuera de este mundo, se halla su Señor. Los primeros pueden ser libres, los segundos no.

Y dije orgullo y seguridad. Y orgullo es amarse en la justa medida; todo lo que no sea eso es megalomanía y ceguera. Y seguridad significa tener control, el control que debe tener el señor que hay en nosotros sobre el esclavo que también hay en nosotros. No hay opción, el débil debe ser dominado y sojuzgado, el señor debe mandar. ¡MANDE EN NOSOTROS UN SEÑOR, MANDE EN NOSOTROS EL PALPITAR DE LOS FUERTES! –Sólo así saborearemos el verdadero aroma de la libertad.

El hombre de voluntad, orgulloso, afronta la vida a pecho descubierto, irguiendo la vista hasta donde puede alcanzar: de sus ojos irradia una fuerza inconmensurable, de sus ojos “ve”. Sin embargo, el hombre de la espera, antípoda del anterior, un hombre rendido, de rodillas, mirando a muchos sitios pero nunca a sí mismo, retraído hacia sí no para encontrarse a sí mismo, ni siquiera para verse, sino para encontrar su esperanza, a un Dios al que sólo se le “escucha”... Reconozcamos que la fuerza de su esperanza es tan fuerte como la impulsividad del orgulloso. Pero esa fuerza es como tirar una piedra hacia arriba que al caer acabará golpeándote. Muchos lo han venido a llamar “voluntad de martiriológico”, creo que con bastante acierto.

No obstante, os recomiendo que crucéis la calle con alguien que vea. Los “ciegos” tienen fe en que ningún coche les atropellará. Alguien que vea siempre tendrá mayor certeza de que no va a ser atropellado, mira a los lados, se cerciora. Si es atropellado seguramente lo será por alguien ciego, alguien que no ve, que todo sea dicho, milagroso es ya que no se salga de un carril: no te atropelló porque no vieras, no te atropelló porque no te cercioraras, es que en la vida también ocurre lo inesperado, y los ciegos son eso inesperado que siembra las semillas de la decadencia. ¡Oh!, ¡qué calamidad que hombre libres se vean perjudicados y perseguidos por personas limitadas! Y es que las cosas de la vida, las del cruzar (superar un obstáculo) y las del conducir (encarrilar la vida), no son sino para los que ven y para nadie más.

SOBRE LA TOLERANCIA PAGANA Y LA INTOLERANCIA SEMÍTICA


Los siguientes textos me parecen de una gran profundidad. Ahondan en un tema que hoy está de candente actualidad. Hoy se habla mucho de tolerancia e intolerancia, de "tolerancia 0" incluso. "Tolerancia 0" significa intolerancia pero como no se atreven (quienes ya sabéis) a utilizar la palabra intolerancia, así de estúpida es su autocensura, recurren a juegos de palabras que convierten la expresión en políticamente correcta.

Por mi parte, afirmo que no se puede ser tolerante con todo. Algo siempre nos molesta y nos chirria, algo existe siempre que queremos que desaparezca. O intolerantes lo somos todos o no lo es nadie, pero de seguro es que no existe una tolerancia total, y tampoco una intolerancia total; de seguro es también que el más intolerante es el que presume de tolerante precisamente, pues es un reaccionario de la tolerancia y dice lo que es tolerable o no; para este ser lo que no es tolerable es un intolerante.

Y tolerancia no es sinónimo de respeto, tolerancia es otra cosa, tolerancia es consentir algo que te es ajeno, dejar que algo incluso nocivo viva. Hoy en día los identitarios no nos podemos permitir el lujo de ser tolerantes, no podemos caer una vez más en esa sana tolerancia pagana, en la ingenuidad, no podemos confundir la tolerancia que admite todo tipo de ideas para la discusión con la tolerancia que admite cualquier acto. Esta vez deberemos apretar el puño y hemos de dejarlo claro: ¡esto no lo voy a dejar pasar! Tolerancia para con nuestros iguales, tolerancia con la diversidad de ideas, pero no tolerancia para el que nos quiere imponer su cultura y forma rígida de ver el mundo, lo toleramos y aceptamos… pero de lejos.■

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«Yo creo, declara Gilbert Durand, que el mundo humano es politeísta cuando tolera al Otro, cuando no se rebaja a un sólo libro. Si se olvida esto, el saber queda bloqueado. El politeísmo induce siempre a la comparación» (Le Monde, 15 de junio de 1980). Que hay, en el interior del paganismo, un principio constitutivo de tolerancia, es algo reconocido efectivamente en general. Un sistema que admite una cantidad ilimitada de dioses admite a la vez no solamente la pluralidad de los cultos que les son rendidos sino también, y sobre todo, la pluralidad de las costumbres, de los sistemas políticos y sociales, de las concepciones del mundo de las cuales los dioses son como expresiones sublimadas. Es conocida, por los Antiguos, la mejor prueba de que todos los dioses existen o pueden existir es que los pueblos que los honran existen también. Incluso había, en Atenas, ¡un altar al dios desconocido! Esta «libertad de pensamiento debida a la ausencia de todo dogma religioso» (Louis Rougier, Le génie de l´Occident, Laffont-Bourgine, 1969, p. 60) era con toda naturalidad transpuesta en el plano político: el imperio romano respetó durante siglos las costumbres y las instituciones de cada pueblo conquistado; multiplicó las ciudades provinciales y organizó sus libertades, supo federar a los pueblos sin esclavizarlos. La tolerancia pagana -que, por ello, tuvo que hacerle en ciertos casos el juego a la propaganda cristiana- se expresa en la frase de Símmaco: «A cada cual sus costumbres, a cada cual sus ritos. El espíritu divino dio a las ciudades determinados guardianes. Así como al nacer cada mortal recibe un alma, del mismo modo cada pueblo recibe sus genios protectores.»

¿Cómo se puede ser pagano?, de Alain de Benoist. Ediciones Nueva República, S.L. Pág. 199-200. Traducción de Jordi Garriga y José Luis Campos.


(…) Es lo que ya afirmaba Renan: «La intolerancia de los pueblos semíticos es la consecuencia necesaria de su monoteísmo. Los pueblos indoeuropeos, antes de su conversión a las ideas semíticas, nunca había tomado su religión como la verdad absoluta, sino como una especie de herencia familiar o de casta, permanecían extraños a la intolerancia y al proselitismo: he aquí por qué no se encuentra más que en estos últimos pueblos la libertad de pensamiento, el espíritu de examen y de la búsqueda individual» (Histoire générale et système composé des langues sémitiques, 1855). (…)

A partir del comienzo de nuestra era, es esencialmente el cristianismo quien asumirá con renovadas energías esta tradición de intolerancia. La frase de Jesús transcrita por Lucas: «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo» (14, 26) ha hecho correr mucha tinta. Algunos ven en la palabra «aborrecer» un hebraísmo: Querría dar a entender que Jesús quiere ser absolutamente preferido a cualquier hombre. Otros ven en esta frase el rastro de una contaminación gnóstica, ligada a la renuncia, al desprendimiento de los bienes y al rechazo de la procreación: la obligación de «aborrecer» a los familiares sería correlativa a la de no tener hijos. Estas interpretaciones siguen siendo evidentemente meras especulaciones. Lo que es seguro, es que la intolerancia cristiana se manifestó bien pronto. Se ejercerá, en el transcurso de la historia, tanto contra los «infieles» como contra los paganos, los judíos y los herejes. Primero será el asesinato de la cultura antigua, la muerte de Juliano y de Hipatia, la prohibición de los cultos paganos, la destrucción de los templos y de las estatuas, la supresión de los Juegos Olímpicos, el incendio del Serapeum de Alejandría por instigación del obispo de la ciudad, Teófilo, en 389 (que conllevará el pillaje de la inmensa biblioteca de 700.000 volúmenes reunidos por los Ptolomeo). A eso seguirá la conversión forzada -compelle intrare…-, la extinción de la ciencia positiva, la persecución, las hogueras. Amiano Marcelino ya entonces decía: «Las bestias salvajes no son tan enemigas de los hombres como los cristianos lo son entre ellos». Y Sulpicio Severo: «Ahora, todo está agitado por las discordias de los obispos. Por todos lados el odio y la búsqueda de beneficios, el temor, la envidia, la ambición, el libertinaje, la avaricia, la arrogancia, la holgazanería: es la corrupción total.»

¿Cómo se puede ser pagano?, de Alain de Benoist. Ediciones Nueva República, S.L. Pág. 206-207. Traducción de Jordi Garriga y José Luis Campos.

PAGANISMO

por Alain de Benoist

Si se admite que algo es grande, dice Heidegger, «entonces el comienzo de esa grandeza resulta ser lo más grandioso». Evidentemente, el paganismo en la actualidad supone en primer término, una cierta familiaridad con las religiones indoeuropeas antiguas, su historia, su teología, su cosmogonía, su simbolismo, sus mitos y mitemas de los que se componen. Familiaridad en el saber, pero también familiaridad espiritual, familiaridad epistemológica, y aunque también familiaridad intuitiva. En efecto, no se trata únicamente de acumular conocimientos sobre las creencias de las diferentes provincias de la Europa pre-cristiana (ni por otra parte ignorar lo que pueda distinguirlas, a veces profundamente, a las unas de las otras), sino sobre todo identificar en estas creencias la proyección, la transposición de un cierto número de valores, que como herederos de una cultura, nos pertenecen y nos conciernen directamente. (Lo que lleva por consiguiente a reinterpretar la historia de los dos últimos milenios como el relato de una lucha espiritual fundamental).

Es ya una tarea considerable. No solamente las religiones de la Europa antigua no le van a la zaga al monoteísmo en cuanto a su riqueza o su complejidad espiritual teológica, sino que incluso se puede considerar que le superan muy a menudo en este terreno. Que le superen o no, no es por otra parte lo más importante. Lo que es importante, es que nos hablan -y yo, por mi parte, obtengo más enseñanzas de la oposición simbólica de Jano y Vesta, de la moral de la Orestíada o del relato del desmembramiento de Ymir, que de las aventuras de José y de sus hermanos o de la historia de la muerte abortada por Isaac. Más allá de los propios mitos, conviene buscar una cierta concepción de la divinidad y de lo sagrado, un cierto sistema de interpretación del mundo, una cierta filosofía. B. H. Lévy se remite al monoteísmo, aunque declara que no cree en Dios. Nuestra misma época es profundamente judeocristiana, aunque las iglesias y sinagogas se vacíen; lo es por su forma de concebir la historia, por los valores esenciales a los que se refiere. Por el contrario, no hay necesidad de «creer» en Júpiter o en Wotan -a pesar de que no es más ridículo que creer en Yavé- para ser pagano. El paganismo, hoy en día, no consiste en edificar altares a Apolo o en resucitar el culto a Odín. Implica, por el contrario, buscar detrás de la religión, y siguiendo un esquema ya clásico, el «utillaje mental» del que es producto, a qué universo interior hace referencia, y qué forma de aprehensión del mundo traduce. En definitiva, implica considerar a los dioses como «centros de valores» (H. Richard Niebuhr), y las creencias de las que son objeto como sistemas de valores: los dioses y las creencias pasan, pero los valores permanecen.

Es decir, que el paganismo, lejos de caracterizarse por una negación de la espiritualidad o un rechazo de lo sagrado, consiste por el contrario en la elección (y la reapropiación) de otra espiritualidad, de otra forma de lo sagrado. Lejos de confundirse con el ateísmo o con el agnosticismo, establece entre el hombre y el universo una relación fundamental religiosa -y de una espiritualidad que se nos aparece como mucho más intensa, grave y fuerte que la reclamada por el monoteísmo judeocristiano. Lejos de desacralizar el mundo, lo sacraliza en el sentido estricto, y es precisamente por esto, ya lo veremos, por lo que es pagano. Tal como escribe Jean Markale, «el paganismo no es la ausencia de Dios, la ausencia de lo sagrado, la ausencia de lo ritual. Más bien al contrario, es, a partir de la constatación de que lo sagrado ya no está en el cristianismo, la afirmación solemne de una trascendencia. Europa es más pagana que nunca cuando busca sus raíces, que no son judeocristianas» (Aujourd´hui, l´esprit païen? , en Marc Smedt, ed., L´Europe païenne, Seghers, 1980, p. 16).

El sentido de lo sagrado, la espiritualidad, la fe, la creencia en la existencia de Dios, la religión como ideología, la religión como sistema y como institución son nociones muy diferentes y que no se entrecruzan necesariamente. Tampoco son unívocas. Hay religiones que no tienen Dios (el taoísmo, por ejemplo); creer en Dios no implica necesariamente que se trate de un Dios personal. En cambio, imaginar que se podría eliminar de manera permanente toda preocupación religiosa del hombre, es a nuestro modo de ver una pura utopía. La fe no es ni un «retroceso» ni una «ilusión», y lo mejor que puede hacer la razón es que ella sola no basta para colmar todas las aspiraciones interiores del hombre. «El hombre es el único ser que se sorprende de su propia existencia, constata Schopenhauer; el animal vive tranquilamente sin sorprenderse de nada (…) Esta sorpresa que se produce, sobre todo frente a la muerte y observando la destrucción y desaparición de todos los otros seres, es la fuente de nuestras necesidades metafísicas; es por ello que el hombre es un animal metafísico» (Le monde comme volonté et comme representation, PUF, 1966). La necesidad de lo sagrado es una necesidad fundamental del ser humano, tan importante como la alimentación o la copulación (si hay quienes prefieren prescindir, allá ellos). Mircea Eliade señala que «la experiencia de lo sagrado es una estructura de la conciencia», de la que no se podría hacer economía (entrevista en Le Monde-Dimanche, 14 de septiembre de 1980). El hombre tiene necesidad de una creencia o de una religión -nosotros distinguimos aquí la religión de la moral- en tanto que ritual, en tanto que acto uniforme apaciguador, como parte concerniente que toma los circuitos habituales por los cuales se construye. A este respecto, la reciente aparición de la descreencia verdadera forma parte de los fenómenos de decadencia que desestructuran al hombre en lo que tiene de específicamente humano. (¿El hombre que ha perdido la capacidad o el deseo de creer, es aún un hombre? Se puede al menos plantear la cuestión). «Puede haber una sociedad sin Dios, escribe Régis Debray, no puede haber una sociedad sin religión» (Le scribe, Grasset, 1980). Y añade: «Los Estados en vías de incredulidad, están en vías de abdicación» (ibid.). Se pueden igualmente citar las palabras de Georges Bataille, según el cual «la religión, cuya esencia es la búsqueda de la intimidad perdida, se reduce a un esfuerzo de la clara conciencia por devenir completamente conciencia de sí» (Théorie de la religion, Gallimard, 1973). Basta con esto para condenar al liberalismo occidental. Ciertamente, representa darle aún mucho crédito al judeocristianismo al rechazar las nociones de las que pretende arrogarse el monopolio, por el único motivo de esa pretensión. No hay lugar para rechazar la idea de Dios o la noción de lo sagrado bajo el pretexto de que el cristianismo ha dado sobre ello una idea enfermiza, sería como romper con los principios aristocráticos bajo el pretexto de que la burguesía los ha caricaturizado. ■

¿Cómo se puede ser pagano?, de Alain de Benoist. Ediciones Nueva República, S.L. Pág. 61-64. Traducción de Jordi Garriga y José Luis Campos.


OTROS TEXTOS:

RESCATANDO A SÓCRATES Y A LA ANTIGUA GRECIA DE LAS IDEOLOGÍAS MODERNAS

(a León Riente)


Es curioso cómo la democracia clásica es venerada como el gran paradigma a seguir en la actualidad por el intelectual mediocre, siendo tratado como algo idealizado, como el origen de la libertad y de la tolerancia más absolutas. O cosas por el estilo he llegado a oír. Incluso he llegado a escuchar en boca de licenciados que en la democracia ateniense existía el sufragio universal y una tolerancia a la homosexualidad sin precedentes, cuando es sabido que no todas las personas que habitaban aquella Atenas de hace más de dos mil años podían votar y que los homosexuales no estaban bien considerados, de hecho habían leyes que condenaban tales inclinaciones, al considerarse innaturales. No podían votar los esclavos, ni los extranjeros ni las mujeres, algo que sería escandaloso para la mentalidad actual, y en cuanto a la homosexualidad podemos señalar el ejemplo del orador Esquines (389-314 a. de C.) cuando relata las Leyes de Solón, en las que puede leerse que aquellos que mantengan relaciones con personas del mismo sexo no podían ser sacerdotes, ni actuar como magistrados o tomar parte en debates. Así que la homosexualidad era considerada como algo vergonzoso y la democracia no era tan democrática. Pero claro, Atenas, como todo el mundo helénico, ha pasado a la historia como una especie de paraíso homosexual y progre. Más quisiéramos hoy en día tener aquellos valores helenos tan fuertes, aunque fueran los de la democracia ateniense, dónde por el bien de la polis no votaba cualquiera. De esta forma, resulta irónico que los demócratas actuales quieran ver su origen en la antigua Grecia y en sus valores, que hoy serían considerados fascistas y homófobos. La libertad de aquella Grecia no puede compararse para nada con el “liberticidio” de las sociedades modernas. Tras esta primera exposición se comprenderá entonces el porqué de lo que sigue.

Para mí la antítesis héroe-mártir es sumamente interesante pues se trata de una contraposición de conceptos radicalmente opuestos a pesar de que en la actualidad puedan observarse como algo semejantes. También son interesantes porque hablan del deber y del sufrimiento y de dos posturas religiosas enfrentadas, las concepciones grecorromana y abrahámica (en ésta incluyo a derivados como el progresismo).

En nuestros días se acuñan los conceptos héroe y mártir de forma demasiado generosa, cuando representan dos tipos de hombres distintos. El héroe es un tipo de hombre presente en las culturas paganas y se asocia a acciones heroicas, a hombres con voluntad propia que han acometido empresas legendarias. Por su parte, el mártir es principalmente un ser arquetípico de las religiones abrahámicas que obedece un mandato en lugar de su voluntad: no se inmolan, mueren o castigan a sí mismos por amor propio, sino por amor a su Dios o en busca del perdón.

El héroe no quiere fallecer, el héroe quiere ser eterno, dice sí a la vida y a todas las vidas, quiere vivir aún estando muerto. Su pulsión es, por lo tanto, activa y fuerte; sus arranques y padecimientos son exuberantes y van encaminados hacia la divinización de su unicidad como hombre. En definitiva, todo lo que concibe es por amor a sí mismo, a los dioses y a sus iguales (su comunidad); no conoce el odio, no es un odiador, aunque sí conoce el desprecio y a lo despreciable, es decir, aquello que no es digno de su amor porque no se lo ha ganado, o no obedece a su ética (costumbre), o no forma parte de su patria...

Sin embargo, el mártir es por necesidad un hombre ciego, un hombre sin voluntad únicamente solvente en la obediencia y en la debilidad. No hace más que someterse a su Dios sin más: ni elige ni decide, simplemente sufre y pide clemencia con las dos rodillas cosidas al suelo. Su destino está precisado, por lo que no es soberano de sus actos, no es la causa de sí mismo ni dueño de sus efectos, es propiedad de Dios y de nadie más. Dicho todo esto no es de extrañar que a este ser le aliente una pulsión de expiración: el ser mártir se relaciona irremediablemente con la muerte, ya que es un negador que no cree en esta vida y si en el más allá, un más allá estático asentado en la contemplación de Dios o en la esperanza de harenes y paraísos improbables. Y el mártir interioriza como una cloaca, se echa la culpa de su condición humana y de sus padecimientos: todo sufrimiento le parece incurable y un castigo; no goza de la vida en absoluto, pero se vanagloria de su propia humillación ante la idea de Dios. ¡Qué diferente al hombre pagano entonces!, que si bien obedecía a los dioses era porque mediante ellos la civilización se forjó un orden, una lógica y un sentido natural de las cosas; y el hombre antiguo se entregaba a sus dioses (a la naturaleza), tal como suena, por lo que no necesitaba interiorizar demasiado ni permitir a los gusanos de la mala conciencia que lo devorase: lo sagrado era el mundo, lo espiritual era el propio mundo y los dioses vivían entre los hombres, manifestándose mediante todas las formas posibles: el amor, el fuego, la lluvia... Así que el mundo entero era sagrado y de la misma forma el hombre era sagrado también. El abrahamismo desacralizó el mundo y obligó a los hombres a entregarse a una vida idílica. El hombre, en un mundo que ya no era sagrado, perdió toda su belleza.

Con esto queda claro que no solamente es héroe o mártir aquel que en los momentos que propician su muerte se comporta de tal o cual forma, sino que detrás de tales condiciones de ser podemos hablar de diferentes formas de enfrentarse a la existencia y de entender el orden de la vida. Y tal dicotomía vino a mis pensamientos debido a la inquietud que me provocaba la forma en que afrontó Sócrates su muerte. Con lo que sigue resolví tal inquietud.

Al griego, no sé cómo ni por qué, se le ha pretendido cristianizar (¡se le ha equiparado al propio Jesús de Nazaret!), además de convertirlo en un abanderado del progresismo, del feminismo y de otras tendencias modernas. Se le quiere apodar con conceptos no aptos para su tiempo y con tal afán llamarle equivocadamente mártir de muchas causas. Es cierto que Sócrates fue en cierto modo un advenedizo del cristianismo por la razón de haber dotado al hombre de alma, de haber abierto los caminos hacia la espiritualidad (arrancarle al hombre los pies del suelo), de haber sido creador de la moral y tutor de uno de los ideólogos involuntarios del cristianismo: Platón. Pero aún así yo veo en Sócrates a un griego y como a tal habrá que hacerle verdadera justicia, pues ni de lejos le imagino como quieren definirlo ciertos movimientos actuales utilizando la técnica del anacronismo.

Muchos piensan que Sócrates murió por sus ideas y que como tal fue un mártir. Yo digo que no fue así, que si bien es posible que muriera por sus ideas su muerte no estuvo bajo el régimen del martirio; ni siquiera pienso que se tomara la cicuta de forma voluntaria: lo hizo porque no tenía más remedio, la huída habría significado vivir con vergüenza eternamente. No obstante, un mártir no muere por sus ideas, alguien que muere por sus ideas es alguien que cree en sí mismo y en sus razonamientos, alguien que hace uso de su soberanía como ser en el mundo con voluntad propia, caso de Sócrates; porque un mártir obedece sin más un dictamen y lo cumple sin plantearse nada, carece de un pensamiento propio. Sócrates murió, en definitiva, con buena conciencia. Aunque es cierto que en cuanto a mala conciencia quizá Sócrates sufriera aquella que le produjera su mujer, Jantipa. ¡Qué diferente habría sido Sócrates y la historia de la filosofía con otra ama! De Jantipa dicen las crónicas que era una mujer horrenda, insolente, iracunda y atroz. Así es de entender cómo Sócrates se lanzara a la plaza pública a dar a conocer su sabiduría y resolver sus propias dudas, puesto que era mejor que estar en casa.

Así que Sócrates fue juzgado y castigado por diversos motivos: políticos, sociales, etc. ¿Todo el que es juzgado y castigado es un mártir o un héroe? Creo que no y el afirmarlo sería grotesco: dar por supuesta tal afirmación convertiría de repente en héroes o mártires a todos aquellos que reposan en las cárceles. Tampoco está claro por qué fue condenado el griego, se habla de que introdujo dioses extraños (cierta deidad como el daimon o voz interior mística) o de que negaba a los dioses establecidos (según qué fuentes cambia la versión), que corrompía la moral de la juventud (alejándolos de los ideales democráticos precisamente), de que introdujo un mundo etéreo sin que en ello mediara ningún Dios, etc. Aunque también se habla de que fue inculpado porque dos de sus discípulos fueron tiranos.

Así que como conclusión:

Que Sócrates fue condenado por sus ideas -consideradas éstas subversivas por la tan aclamada democracia ateniense en la actualidad- y que posteriormente prefiriese morir respetando la Ley de su polis, negándose a huir por vergüenza y honor -puesto que es sabido, según las fuentes, que sus amigos le podrían haber ayudado a sobrevivir-, demuestra que el filósofo griego fue un héroe porque su voluntad manifestó ante todo valentía y coraje, pero sobre todo porque decidió su sino y porque en decisión tan noble no intervino sobre su voluntad ningún designio divino ni ninguna revelación, ni siquiera se tiene constancia de que su polémico daimon influyera sobre él.

En definitiva, Sócrates siempre fue demasiado griego como para que se lo apoderen ahora tanto la cristiandad como el progresismo y le consideren aliado de sus causas modernas. Resulta irónico igualmente que defiendan a Sócrates como un abanderado de la libertad de expresión y que por lo mismo veneren la democracia ateniense.■

HIPATIA, PAGANISMO Y CRISTIANDAD

NOTA: El siguiente artículo se desarrolla a partir de un comentario dejado en el blog IRANIA: http://tresmontes.wordpress.com/2009/11/03/mas-sobre-hipatia/ - Os recomiendo dicho blog por su diversidad temática y gran calidad.

De entrada, debo decir que no soy pagano, aunque mi visión del mundo pueda ser más parecida a la pagana. Esto lo digo porque se ha dado por supuesto que soy pagano. O si no, leer acá:

http://layijadeneurabia.com/2009/11/10/mas-sobre-el-caso-hypatia-y-la-manipulacion-anticatolica-del-suceso/

Esa calificación, sin previa información, forma parte de la idea "o estás conmigo o eres pagano". Lo mismo que en la antigüedad eran calificados de infiel o de ateo todo aquello que no fuera cristiano para los cristianos, o pagano para los paganos. Aún así, es posible que sea pagano en las formas, no lo sé: ante todo me considero librepensador. Mi defensa a Hipatia y al paganismo no es gratuita, tengo argumentos. Haría lo mismo si trataran injustamente a una figura histórica de remarcada devoción cristiana: ¿sería cristiano si lo hiciera? ¿Acaso debo renunciar a toda objetividad, imparcialidad y neutralidad a la hora de analizar algo, a la hora de ver un asunto lo más claramente posible sin que me cieguen mis devociones o pasiones? No defiendo por defender, ni siquiera defiendo, simplemente expongo una realidad. Si esa realidad molesta a los cristianos, allá ellos, "ELLOS NO SON DE ESTE MUNDO, SINO DE UNO IMAGINADO", ¡CÓMO NO LES IBA A MOLESTAR! (JAJAJAJA)

Pero hablemos de Hipatia. No cabe duda de que AGORA, la última película de Amenábar, es mera propaganda, toda una falsificación histórica, parafernalia mediática de ZP: en esto, cristianos, paganos y yo mismo parecemos estar de acuerdo. Pero muchos cristianos se escudan en dicha certeza para criticar la película y, sobre todo, para distanciarse del paganismo y de lo que a él le deben. Aún así, en mi opinión, le duela a quien le duela, digo sin tapujos que los cristianos son parte del problema en la actualidad, ellos han sentado las bases morales que han introducido el veneno para la decadencia de Europa: son padres de «lo progre». Quieran o no los cristianos, Hipatia fue asesinada por ellos, y no, no fue la excepción, sino la norma. Algún cristiano se ha pasado por alto cierta información muy verídica y que se había colocado en foros de debate virtual muy concurridos, como la Yihad en Eurabia:

http://lam.mithra.free.fr/doc/cronologia_de_la_persecucion_del_paganismo.doc

¿Por qué hay que disculpar al cristianismo?, ¿por qué no podemos hablar de los crímenes en nombre de su Dios?, ¿no es eso un comportamiento equiparable al de negar la posibilidad de hacer caricaturas de Mahoma?, ¿por qué les molesta tanto que se hable de sus crímenes de sangre?, ¿por qué critican el paganismo cuando el cristianismo es, en parte, paganismo cristianizado o paganismo invertido?

¿Pero qué tienen en común el paganismo y el cristianismo europeo? ¿Los ídolos, la multitud de imágenes, la veneración? Lo único que tienen en común la iglesia con el paganismo es cierta adaptación por el primero del neoplatonismo y de Sócrates, los introductores de la moral y del desprecio por el cuerpo, la fuerza y la belleza. Con esto no condeno las virtudes que se derivan del dominio de sí, lo mismo que no condeno la castidad y una vida de ascética como la de Hipatia o los platónicos. El cultivo de la virtud es muy loable y sinónimo de fuerza, no de martirio. Pero el paganismo es un sí a la vida y el cristianismo es una negación de la misma porque todo lo enfoca a un más allá, por ello Nietzsche decía que el cristianismo era el nihilismo, y, por lo tanto, «productor» de la decadencia. Pero existen diferencias esenciales que son irreconciliables. Por ejemplo, un estoico que se priva de ciertos goces, lo mismo que un cristiano militante que ha hecho voto; pero el primero lo hace por amor a sí mismo, se quiere saber domador de su bestia interior, el segundo porque se siente convicto de su corporeidad y de sus impulsos naturales, lo que le provoca culpabilidad.

Muchos dicen que ante la oleada del Islam no es positivo que paganos y cristianos se enfrenten. Pero es que el enemigo de Europa es todo el monoteísmo, da igual que sea cristiano, judío o islámico. ¿Al cristianismo qué le importa Europa? A ellos con tener súbditos les da igual el color que tengas, o si son mestizos, etc. Así que el cristianismo no es un aliado de Europa, sino parte del problema: el cristianismo tiene los mismos valores universalistas que los progres, ¿acaso no se dan cuenta de esto los cristianos que van de identitarios y amantes de Europa? ¡Viven en una contradicción tremenda! Con esto no me sitúo en posturas marxistas o progres, ¿acaso no puedo tener una postura crítica frente al cristianismo siendo no-socialista, no-progre? Precisamente por no serlo soy consecuente y critico al cristianismo: se ha dado por hecho que o estás conmigo (cristianismo) o con ellos (progres) y existe la posibilidad de no estar con ninguno de ellos. Si el cristianismo significara vitalidad, si tuviera dioses y una moral digna de seguirse… eso no sería cristianismo, ¡y yo no me quiero humillar con su fe! Los progres son paradójicamente herederos del cristianismo, sólo que del cristianismo ilustrado, del deísta, son herederos del cristianismo ilustrado de la guillotina. El ateísmo es el reconocimiento de Dios, sólo que odiándole: el cristianismo y la progresía tienen en común el mismo Dios. Y el laicismo no es lo mismo que ateísmo, el laicismo es independencia con respecto a la Iglesia o cualquier organización religiosa, lo que no quiere decir que el laico sea ateo necesariamente. Si algo me distingue de un cristiano es que para mí la diferencia no es un problema, pero para ellos sí. El cristianismo quiere reducir todo a lo mismo, quieren que todos piensen lo mismo, quieren el mestizaje… a ellos les da igual mientras se venere a su Dios… ¿nadie lo ve? Y esto se aplica a todo el monoteísmo, exceptuando posiblemente (y parcialmente) al judaísmo, pues la religión de casi-exclusividad judía pretende reducir a todo lo ajeno a lo mismo para diferenciarse ellos cada vez más como «pueblo elegido».

Aún así, por supuesto que cristianismo y paganismo tienen cosas en común, en realidad el cristianismo con el paganismo y no al revés. Hasta el paganismo tiene una interpretación monoteísta, pero respecto al mundo, pues todo viene del mismo mundo, lo mismo que el cristianismo es monoteísta porque viene del mismo Dios: los primeros realistas, los segundos idealistas: pero un idealismo que es un «imaginario dogmatizado» con el cual cegar a los Hombres. El paganismo no hace al Hombre culpable por existir, el hombre forma parte de este mundo y por lo tanto es sagrado. Los dioses son la esencia de esa sacralización de lo humano, de todo lo bueno que hay en el hombre. El cristianismo, alejándose del panteísmo, genera una dualidad, un mundo terrenal y otro divino, donde lo terrenal representa el mal y donde todo lo que era bueno se invierte para convertirlo en malo. El paganismo está por encima del bien y del mal, pues son la misma cosa, el monoteísmo, sin embargo, con su filosofía dualista, moraliza el mundo.

Se habla de Hipatia como mártir pagana, pero no fue una mártir. Un mártir se sacrifica por una orden dada o revelada, lo hace por un Dios porque piensa que le debe algo, su sacrificio es para glorificar a algo superior a él. Un Héroe sin embargo se sacrifica por la gloria y por él mismo, por su familia y su pueblo, porque quiere equipararse a los dioses y ser amado por ellos: el pagano goza de su propio esfuerzo, de su cuerpo y de su sufrimiento porque le hace sentir mejor, porque se siente parte de este mundo sagrado, ¡le hace sentir vivo! El primero se humilla y quiere conseguir todo con rezos y abstinencias, el segundo es capaz de desafiar y retar a los dioses: el primero es pasivo, el segundo activo. Hipatia no fue ni lo uno ni lo otro, simplemente fue asesinada. En ello no hay nada de mártir ni de héroe, porque ella no buscó el sacrificio, ella no se ofreció a nadie, su sacrificio no fue voluntario ni ordenado por Dios; fue humillada, y tanto como que fue ofrecida a un Dios Único en sacrificio, lo mismo que una vaca o una gallina, y nadie piensa que las gallinas y las vacas sean mártires.

Recomiendo esta lectura donde delimito mejor la dicotomía mártir-héroe en relación con Sócrates, el famoso Sócrates, no Sócrates Escolástico:

http://www.mundodaorino.es/2009/08/ciclo-genealogia-de-la-moral-parte-iiiv.html

Hasta pronto.■