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DIGRESIONES

SIEMPRE HAY UNA BATALLA QUE LIBRAR

No vale la pena esperar algo o todo de aquello que te es ajeno. Ni las cosas ni las personas te pueden dar la felicidad, y si te la dan, ¿es responsable rendirnos a la dependencia que supondría otorgar el origen de toda nuestra felicidad en cosas que no forman parte de nosotros? Porque entonces la felicidad no cobijaría dentro de ti. La felicidad debe forjarse con nuestras manos y desde nuestro espíritu, todo lo demás no nos pertenece. Si no te conformas contigo mismo es que eres un ser incompleto y por lo tanto sufrirás en la medida en que ni las cosas ni las personas te corresponden. En todo caso, ¿es la felicidad lo más importante? ¿No es la felicidad el resultado de haber conseguido algo mucho más significativo, algo superior? ¿Acaso no podría ser la desgracia más valiosa que la felicidad, siendo como es la que nos hace valorar realmente los momentos felices y las cosas bellas de la vida? La desgracia, musa inquisidora, pero sabia y maestra de la vida que te enseña a andar con paso firme. La felicidad es, sin embargo, musa de la esperanza -para aquellos a quienes esperar atolondra-, y como mucho te invita a soñar y te enseña a reír... y es tan necesaria: no es menos importante por ser tan boba. 

No es que le reste valor al significado profundo de las personas -de las personas que por serlo tienen algo de profundidad-, ni niego el valor del amor hacia alguien y hasta cierto punto el hecho de entregarse noble y heroicamente -al contrario, es lo que para mí tiene más valor- a unos ideales y a todo lo que uno ama con un "desinterés" clamoroso; pero la soberanía tiene un precio y uno mismo debe defenderse de sus propias emociones e inseguridades. Depender de uno mismo es el mayor valor que puede poseer un ser humano en todos los terrenos. Sin embargo, todo aquello que pueda depender de un sujeto sin que él mismo quiera es de por sí un elemento de grandeza para ese sujeto, pues es el resultado de su poder. Está claro que no todos nacieron para ser superhombres, algunos deben obedecer, ya que la voluntad no es igual en todos. Y no piensen en mí como si fuera un dictador, dictadores se eligen a montones cada cuatro años en las tiranías democráticas con el consentimiento de los muchos. Yo, al menos, voy de frente y dejo correr mi voluntad de... poder.

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El camino hacia el superhombre es un camino solitario y a la deriva, ¡pues cómo se llega a tal fin! No significa estar por encima de los demás hombres, sino ser ajeno a ellos, como trasladarse a otro plano: eso sería ya un rasgo de superioridad... ¿pero cómo se hace? Es alejarse de lo mundano, de lo superficial, de los problemas que son más creados que reales. Pues esa es nuestra realidad, un mundo falseado por problemas que surgen de la más enmarañada inteligencia de seres astutos, fantasmagóricos e invisibles.■

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Y si sólo una nación en el mundo tuviera el poder suficiente para tan sólo despertar su voluntad y erigirla hasta el cielo para luego arrojarla sin piedad sobre la tierra, si un pueblo fuera capaz de tal cosa y experimentar una fuerza de tales dimensiones.... Creerme, el mundo temblaría, pero sobre la tierra puede que de repente poblaran hombres libres, hombres más soberanos, aunque sea al nivel de nación.■ 


Artículos de interés:
- PENSAMIENTOS Y REALIDADES PARADÓJICAS

LA ESPERANZA SIN ESPERA Y LA CULPA SIN MALA CONCIENCIA

Aprendamos a esperar siempre sin esperanza; es el secreto del heroísmo.
Maurice Maeterlinck (1862-1949)


No tener esperanzas no significa que no esperemos nada. No tener mala conciencia, desprendernos de tal veneno e incluso ser inmunes a él, no quiere decir que seamos o debamos ser ajenos a los resultados de nuestras acciones o que no podamos ser culpables y responsables de nuestros actos. Decir si a la vida quiere decir aceptarlo todo en cuanto es o en cuento a ocurre, es decir, asumir todo en toda su magnificencia, pero sin embargo no quiere decir que debamos conformarnos de como las cosas son o por como vienen dadas.
Estos temas, harto tratados en este blog, se me brindan siempre interesantes, siempre revisables, siempre apasionantes. Pues de los puntos que conciernen a la esperanza, a la mala conciencia o a la asunción de la vida puede que resulten los tres grandes ejes -o tres de ellos- que mueven los grandes pensamientos y todas las religiones del mundo.
ESPERAR SIN ESPERANZA
La cita de Maurice Maeterlinck que habéis podido leer al comienzo del artículo fue encontrada por casualidad por todo este mundo que es la red. Llevo días pensando en ella, y su mensaje es en apariencia sencillo, aunque su reflexión no tanto.
La esperanza es aquello que nos sume en la parálisis del espíritu: esperamos la salvación de otros o "del otro". Es como vender el alma al diablo, sólo que esta vez se vende la voluntad a Dios. Sin embargo hasta el más voluntarioso espera algo, aunque sea de sí mismo. Y es que un hombre soberano lo espera todo de su voluntad, o de la voluntad de otros hombres que no se postran, sino que actúan. Esperarlo todo de la voluntad es esperar sin esperanza. Los que a voluntad hacen y se hacen esperan de una voluntad superior (que puede ser la colectividad de su pueblo) un fruto mayor, una voluntad que no es nada irreal, que no es celestial, sino que pisa suelo firme y posee un cuerpo erguido, que puede que se eleve o no. Es la acción lo que nos salvará y nos hará crecer, no la espera, la espera interminable por la salvación mientras los espíritus yacen encadenados, cual esclavos.
Por ello el héroe no espera, ha aprendido a cabalgar sobre la tierra y a plantar batalla al enemigo. Ante él pondrá a prueba su voluntad; y quizá muera, pero morirá libre.
CULPA SIN MALA CONCIENCIA
Tener buena conciencia significa que nuestra conciencia no se va a ver aguijoneada por el veneno de la culpa o de cualquier otro veneno de similar naturaleza. No obstante, eso no quiere decir que no debamos ser conscientes de si hemos cometido un error o no, que no debamos actuar con un criterio ético o que todo nos dé igual. Es precisamente una conciencia sana ser consciente de tales cosas y que a su vez no nos haga sentir mal. Y no es el malestar lo que nos debería hacer actuar ante un error, sino la asunción de un error y posterior solución lo que nos debería hacer actuar. Actuar con buena conciencia es, en definitiva, por muy grotescas o dañinas que puedan resultar ciertos códigos de valores, actuar conforme a la propia voluntad.
Y por ello tanta tensión en el abrahámico (y no sólo en el abrahámico, claro está), pues muchas veces no actúa bajo los dictados de su conciencia, sino bajo la de "otro", y eso le hace sentir tan mal cuando no acata...■


Enlaces de interés:

SUFRIMIENTO Y GLORIA EN LA MONTAÑA

A aquellos que hacen que el Hombre tenga algún valor.




Entrenar duro, levantar tu cuerpo y decir que es mi voluntad quien manda, luchar contra las comodidades y sufrir por amor hacia uno mismo... ¡y hacer todo eso cada día! Muchos no le encuentran sentido a tal afán de superación, o, lo que es lo mismo, o casi lo mismo, a tal afán de sufrimiento. No obstante, no es otra cosa que sufrir aquello que nos hace crecer, es la constancia y el esfuerzo lo que nos hace ser algo: no hay gloria sin sufrir y sin sentir dolor.

Aquellos que tachan de locos a los de voluntad superior tienen un serio problema. Primeramente son unos envidiosos. Seguidamente son unos vagos, unos pusilánimes incapaces de reconocer una proeza. Unos venidos a menos o directamente nada: son los adalides de la moral de esclavos, de rendidos, de gusanos... 

¿Y qué es la gloria? Para mí no es otra cosa que ese momento "egoísta", ese momento de comunión con uno mismo en el que todo deja de importar, en el que uno se siente ajeno a la propia noción del tiempo y a todo sentimiento que nos envenena con maldad, ese instante en el que te desenvuelves de toda realidad humana y te sientes eterno y elevado, ese instante en el que nace el héroe; es sólo en ese instante en el que te afirmas realmente como un único absoluto, como un ser realmente especial; es ese instante en el que los dioses te miran a la cara con admiración por tal reivindicación, proveniente de un simple mortal.


Y ESE INSTANTE LO ES TODO.■


Artículos de interés:
- El último  hombre contra el superhombre.
- La esperanza de la voluntad y la voluntad de la esperanza.

VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN


"En todos los lugares donde encontré seres vivos, encontré voluntad de poder, e incluso en la voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor [...] Y este misterio me ha confiado la vida misma: "Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo.
En verdad, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o instinto de finalidad, de algo alto, más lejano, más vario: pero todo esto es una única cosa y un único misterio [...]"
En verdad, yo os digo: ¡Un bien y un mal que fuesen imperecederos no existen! Por sí mismos deben una y otra vez superarse a sí mismos [...]
Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad ése tiene que ser antes un aniquilador y quebrantador de valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: mas ésta es la bondad creadora [...]
¡Hay muchas cosas que construir todavía! 
FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA.



La voluntad de poder es la actitud del hombre alzado hacia arriba, creador y destructor a la vez, como parte de la expresión nihilista activa y vitalista de Nietzsche. El hombre con voluntad de poder es el hombre que dice sí a la vida, es el hombre que se proyecta hacia el mundo como soporte y medio para sus ambiciones, deseos y aspiraciones. El hombre, luchando como la hierba bajo el asfalto desquebrajado, abriéndose paso... ¡eso es la voluntad de poder!, ¡eso es la voluntad de vivir... pero más!, ¡esa es la voluntad del hombre que quiere expandirse y siente necesidad de hacer uso de su poder y de sus fortalezas! ¡Ese es el hombre que se afirma constantemente!

Y la violencia... si la voluntad de poder es el motor de la vida y lo que empuja a todo ser a su realización, qué es la violencia sino su lenguaje. No hay nada más. La violencia propia que vemos "no" genera más violencia (es decir, no es el principio de la misma), sino que la propia vida, como violenta, genera la violencia: el hombre, como cualquier ser, es consecuencia de la violencia. ¿Acaso somos culpables de querer vivir, acaso hemos elegido un orden natural propio no-violento?, ¡¡las cosas son de una forma aunque nos empeñemos en lo contrario!!... ¿Y qué es la violencia? ¿Acaso no es querer someter a otro bajo nuestro poder? Voluntad significar someterse uno mismo (mandarse y obedecerse) o someter a (mandar y que te obedezcan, como si el ordenado fuera una prolongación de nuestra voluntad, y de hecho así sería), y con violencia o sin ella, pues alguien puede poseer un atractivo tal que la violencia se expresa en la tiranía de esa atracción, que domina las voluntades. Violencia física, violencia verbal, pero ahí está, esa necesidad de poder sobre otros, de someter la voluntad, el cuerpo, el espíritu... de nuestras presas, ¡esa necesidad de afirmación de nuestra existencia! ¡Todo y todos como un medio para nuestra realización y nuestra propia superación!

El diccionario nos dice que violento es aquel "que está fuera de su natural estado, situación o modo". No, el violento está en su estado natural, vive, sabe de qué va el juego en el que nos hemos involucrado involuntariamente los nacidos en este mundo. El violento quiere poner su orden, pues es un ser de poder. ¿Los que hacen los diccionarios dan por el hecho esa máxima de que el hombre es "bueno" por naturaleza?; y he aquí bueno en un sentido nada aristocrático, porque... ¿Qué es bueno?
¿Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.
¿Qué es malo? Todo cuanto procede de la debilidad.
¿Qué es felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada. 
FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO.
Y esta expresión de Nietzsche si es toda aristocrática... ¡superar, superar, superar!

Y que ahora se echen las manos a la cabeza los pacifistas (¡Los de la (pseudo)revolución pacífica!) y demás hombres y mujeres de la pusilanimidad. La violencia es la vía que pone orden, cualquier orden, incluso la que genera el caos para luego imponer su orden. Dejar hacer, es decir, que aquel que tiene la voluntad, el poder, la fuerza, consienta con su pasividad ese "no ejercer la violencia", "no ejercer el poder", sólo provoca el caos, que todo valga, que no haya ley. Si la democracia consiste en que no nos gobiernen los más capacitados, significa que gobernará el caos y que por lo tanto hoy democracia no signifique otra cosa que caos. Un caos provocado por el golpe violento de un poder que divide y vence, el poder violento de la inacción de esa vieja moral de esclavos, del pacifismo, del masoquismo, del martirio, que inutiliza al hombre para dar cuerda al motor de su voluntad y al de la propia vida, incapacitándolo a su vez para luchar. ¡El caos es el orden de los débiles y liberticidas!

¿Y por qué detestáis, pacifistas, mis palabras?, ¡quitaros las manos de la cabeza! Vuestro pacifismo es muy violento, ¿por qué os escandaliza que corra un poco de sangre entonces? Pero el pacifista adora y afirma la violencia: ¡¡sois entonces unos paradójicos adoradores de la vida!!, pero la adoráis con un rictus en la cara, como muertos, pues os da cierto asco. La violencia justifica vuestra existencia, da sentido a vuestra piadosa lucha. La adoráis tanto que necesitáis de ella para luego llorar como niñas. ¿Por qué tanta necesidad de martirio, de tristeza y de autoculpa?, ¿por qué tanta necesidad de victimismo? No hay nada más penoso ni más despreciable que aquel que desea ser víctima, que se hace la víctima o que adora a las víctimas. No digo que adoremos a los verdugos, a los que ejercen su poder sobre otros aunque sea justamente, etc., sino que animo a que cada cual ejerza su poder, su fuerza, sobre otros, sobre lo que desprecia, sobre aquellos que nos tienen sometidos: pero primero sobre nosotros mismos.

Hoy se hace necesaria una llamada a la violencia, más en unos tiempos de crisis donde nuestra impotencia se queda reprimida aún observando el abuso de las imposiciones hipotecarias, de un mercado laboral injusto, de los desahucios, de los despidos masivos, de las tropelías de la banca y otras aberraciones.

Asúmanlo, hay que gritar ¡basta!, el pacifismo y la inacción no han hecho nada bueno por los hombres, si acaso el juego a otros que pululan con total libertad sabiendo que hagan lo que hagan no van a recibir su merecido. Es la lucha lo que reventará un orden para instaurar otro, es la sangre la que debe correr y ahogar a nuestros enemigos.




¡LA REVOLUCIÓN SERÁ VIOLENTA O NO SERÁ!
¡LAS REVOLUCIONES O SON VIOLENTAS O NO LO SON!

Pues las revoluciones no son ni transición, ni punto seguido, ni siquiera punto y aparte, sino que suponen el cambio radical de la forma de pensar, de la forma de ver el mundo y de la forma de actuar. Una revolución supone una ruptura en el devenir histórico, un cambio tan violento que todo parece partir desde cero. Pero esto surge de hombres que a priori se han revolucionado a sí mismos.■


Fuentes consultadas:
- FRIEDRICH NIETZSCHE 1844-1900
- Voluntad de poder
- FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA. Alianza Editorial, año 1997. BA 0612, Pág. 176-178. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.
- FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO. Alianza Editorial, año 1997. BA 0613, Pág. 32. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.

EL SER ÚNICO Y LA DISIDENCIA

EL LOCO

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras,. -sí; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones!¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas.

Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

-Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

Khalil Gibran. OBLAS COMPLETAS, VOLUMEN I. Edicomunicación, S.A., año 2003, pág. 209. Traducción de Fath al-Santott.

Khalil Gibran fue un poeta, pintor, novelista y ensayista que nació en Bisharri (Líbano) en 1883. No voy a decir nada más sobre su biografía porque hay mucha información en Internet y prefiero centrarme en el texto que habéis podido leer. Dicho texto lo leí hace más de diez años por primera vez, y aún recuerdo el impacto que me causó. Me pareció algo nuevo, algo totalmente revolucionario. Sin duda no es para tanto, pero con veinte años muchas cosas nos parecen más de lo que son. No quiero minusvalorar al autor de esta obra pero lo cierto es que a ciertas edades tendemos a mitificar y a idolatrar de forma desmedida, y yo siempre he sido desmedido en todo, así que imaginaros, jajaja...

En muchas de las últimas entradas publicadas se ha tratado el tema de lo real, un tema recurrente y que me obsesiona en cierta manera. Por ello, en parte, este texto, que al recordarlo y reencontrarlo me ha parecido muy conveniente mostraros. Se puede leer: "(...) corrí sin máscara por las calles atestadas de gente". Sin duda esa máscara dice mucho, siendo esa realidad que encubre la verdadera realidad. No digo nada nuevo, lo sé, pero me parece evocador esa metáfora que une lo desnudo con lo verdaderamente real, ese titubeo que nos concede o a que nos obliga irremisiblemente todas las inseguridades provocadas por la pudicia al ser descubiertos tal como somos.

Hagamos énfasis en lo verdaderamente real o en lo que puede acercarse a ella, en oposición a lo falsamente real, que sería la susodicha máscara. Conocer lo verdaderamente real me parece altamente complicado, por no decir imposible, pues nuestros sentidos no están capacitados para en un sólo instante, en el mayor grado de consciencia, hacernos participe de todo lo que es en todas las dimensiones de percepción posibles: por ello lo real, lo que es lo real en sí, es algo casi ajeno al hombre, que sólo aspira a sus verdades. Pero la máxima "Todo es real" hace fácil todo análisis, así como el hecho de que es más fácil llegar a cierta verdad poniendo al descubierto la mentira, rompiendo la máscara. A partir de ya no hay que cuestionar lo real, no hay que ser un negador, al menos un negador en el sentido de negar un hecho que puede darse de cualquier forma, incluso no dándose.

El texto sigue así: "Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas." Por la calle va el hombre desnudo, el hombre que dicen que está loco. Aquí la locura es mostrarse tal cual uno es, en toda su autenticidad. La máscara hace que los demás no se rían de ti, el ser despojado de ella hace posible que unos se burlen o te humillen y que otros huyan, pues el hombre auténtico, el hombre que no se da miedo a sí mismo, que no reniega de sí, que no se avergüenza de sí, que no es ajeno a sí mismo... ¡es el terror! Y así es un poco la disidencia, la disidencia real: es como ir desnudo, es como ir sin máscaras, es como ser una especie de ser que a veces es motivo de admiración pero que en demasiadas ocasiones es objeto de burla y escarnio. Existen personas verdaderamente reales y otras falsamente reales. No está loco el loco, sino quien llama loco a otro. Y bien, aquí la locura es ajena a toda desviación o trastorno mental, no hablamos de una locura clínica.

Para concluir, esta parrafada: "Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser." Al leerla por primera vez sentí un gran remover en las entrañas. Lo considero un pensamiento profundo, un pensamiento abismal. El derecho a la incomprensión, a ser una entidad indescifrable, a ser alguien que suponga en sí un misterio. Es una reflexión curiosa la de este autor libanés, plantea la comprensión de uno hacia otro como una especie de robo, un hurto de su ser, como si nos metiéramos en su mente y le poseyéramos. Se puede estar deacuerdo o no pero lo que sugiere dicha parrafada tiene un gran poder, pues se trata de un pensamiento poderoso, una evocación que invita a ser cada cual poseedor y defensor de sí mismo,  A SER ÚNICO.■

EL PENSADOR: ENTRE LA DUDA Y LA CERTEZA

El pensador, de Auguste Rodin
El primer pensador fue sin duda alguna el primer maniático del por qué. Manía poco habitual y de ninguna manera contagiosa. Raros, en efecto, son los que la padecen, los que están roídos por la pregunta y sin poder aceptar ninguna certeza, pues nacieron en la consternación.

E. M. Cioran. DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO. Santillana, S.A. (Taurus), año 1995, pág. 40. Traducción de Esther Seligson.


Desde pequeño he sentido una gran inclinación hacia el noble ejercicio del pensar, de hecho siempre he querido ser filósofo y de alguna forma lo soy, pues un filósofo no se fragua en las facultades, desde donde sólo surgen licenciados en filosofía; y bien, no quiero decir que de allí no salgan filósofos, pero una cosa es aprender filosofía y otra ser la propia filosofía. Reflexionar, meditar, llegar a conclusiones, crear mis propias convicciones y valores (si tal cosa es posible) ha sido uno de los quehaceres que llevo conmigo casi desde la cuna. Muchos desengaños y muchas desilusiones, pero siempre con la idea clara de que siempre puedo empezar, que siempre puedo emprender el camino desde cero y generar una nueva cosmovisión, complementar la que tenía o mejorarla. Creo que esta capacidad de empezar desde cero, de resetearme, ha hecho favorable que no me estanque en ideas fijas, tener posturas más abiertas y sobre todo ser más consciente de qué debo o no debo ser, qué debo y qué no debo seguir. Me puedo equivocar una vez, y es disculpable, pues errar es algo normal, pero si me equivoco de nuevo en lo mismo ya es culpa mía.

Un por qué incesante en mi cabeza, un por qué que poco a poco va perdiendo fuerza en mí. La razón es creo muy lógica: ese por qué es la duda, una duda que ciertamente me llena de consternación y que muchas veces no lleva a respuesta alguna. La duda ha convertido durante siglos y milenios a la filosofía en mera especulación. Y es que los filósofos han perdido mucho tiempo en la duda, en dudar y ya está. Hay que buscar la certeza, dejar de perdernos en laberintos y dar una respuesta inmediata a lo que es. Tanto dudar la filosofía parece haberse alejado de las cosas reales. Por supuesto, estoy generalizando, pero tal cosa no es mi intención, pues sé que la filosofía es muy amplia y no una sola cosa. Al final tendríamos que dudar sólo de nuestras certezas, no obstante.

Y bien, hoy todo el mundo llama filósofo a todo charlatán, a todo aquel que da consejillos. Ese ser no es un filósofo, sino un manual de autoayuda, un libro barato lleno de consignas vacías y expresiones manías. Y es que un filósofo no da consejos, sino que busca respuestas. Busca respuestas razonadas, y no empíricamente, cierto es, pero también se sirve de multitud de disciplinas que si son empíricas. Difícil tarea la del filósofo, entre la certeza y la duda se mueve, y es posible que sea entre las dos donde el filósofo encuentre la verdadera consternación: al nacer tiene la certeza de haber nacido y a la vez la duda de por qué ha tenido que nacer.

Es frustrante tener la certeza de las cosas que son y no saber el por qué éstas son o dudar de si son el realidad como se muestran. Así pues, ¿es la tarea del filósofo una tarea imposible? ¿Tiene entonces algún valor la tarea del filósofo?

Ciertamente tiene valor cuando su pensamiento aporta una sabia y una fuerza nuevas a un grupo concreto de hombres o a una cultura en general, cuando su pensamiento es capaz de mover la materia gris de todo un país y con ello construir un mundo nuevo. También cuando una cosmovisión particular es capaz de hacer más fuerte a personas individuales y luego éstas empujar a todo un grupo de personas con su carisma y personalidad atractivas. En definitiva, el poder de los pensamientos está ahí, parecen irreales, fantasmagóricos, pero su fuerza reside precisamente en ello. Hay que reivindicar la figura del filósofo, porque las armas son siempre más letales cuando van unidas a la virtud de la palabra y del pensamiento. De nada sirve ser el más fuerte, el mejor armado, si ello no va acompañado de valores, de una cosmovisión surgida del pensamiento (un pensamiento surgido a su vez de las cosas que son por sí mismas, de lo que es real sin más) y de los hombres formidables, que en un momento histórico concreto, deben mostrarse consecuentes, incorruptibles e implacables.■

EL FANTASMA Y LA MÁSCARA DE LO REAL

Los enemigos de lo posible y de lo evidente


(...) La desilusión, el desengaño, como dicen los españoles, es un remedio peor que el mal que pretende curar y desemboca casi siempre en un refuerzo de la ilusión. Un defensor obstinado de una ideología cualquiera estará siempre, no preocupado como podría esperarse, sino más bien tranquilo y reconfortado en su creencia por el fracaso de esta misma ideología, como lo decía François Furet, que muestra, en una obra sobre la idea comunista en el siglo XX, que la ilusión comunista no es para nada derrotada, sino que sale al contrario reforzada, por la sucesión de sus desventuras históricas. Todo hombre que se confiesa desengañado está más que nunca hundido en su propio error, como todo loco que se declara curado no ha hecho más que subir en grado en la jerarquía de su propia locura. Todo el mundo lo sabe. Lo que se sabe menos, y que yo mismo confieso ignorar, es el secreto del mecanismo psicológico que hace que toda ilusión desengañada se transforme casi siempre en ilusión agudizada. (...)

Clément Rosset. EL DEMONIO DE LA TAUTOLOGÍA, seguido de cinco breves piezas morales. Arena Libros, año 2011, pág. 86-87. Traducción de Santiago E. Espinosa.

Estoy parcialmente deacuerdo con el texto que habéis podido leer del filósofo francés Clément Rosset. Pero no lo puedo estar conceptualmente, pues no dejo de entrever en las palabras "desilusión" y "desengaño" dos cosas distintitas y porque lo que dice Rosset no deja de ser relativo, es decir, no es aplicable a todos los casos.

La desilusión comprende que un hombre se ha hecho una idea irreal -e irreal no quiere decir no real como carente de existencia, pues todo es real y lo irreal es real en cuanto que se trata de algo que puede ser pensado, sino que carece de posibilidad- de una cosa que primeramente consideraba posible, o que ha sembrado en su interior una perspectiva sobre algo que a priori parecía posible, pero siempre posible para ese propio sujeto... y para nadie más. La desilusión sería entonces una venida de golpe de lo real, un daño emocional, un golpe, en definitiva, que pone los deseos o lo que cada cual quiere que las cosas sean en suspensión, dejando únicamente al descubierto lo que es posible, lo único que es posible, la evidencia.

No obstante, el desengaño supone que se tiene un conocimiento de lo real pero que a la postre éste, posteriormente, se muestra contrariamente a lo real, manifestándose lo que es de una forma totalmente distinta a la que se concebía.

Así pues, la ilusión es el fantasma de lo real que nos creemos, que forzamos en creernos como real. Cuando el número de magia que nos hemos infundido, o el que nos han infundido, desaparece, viene la desilusión. El engaño, por otro lado, supone que alguien que es ajeno a ti te ha llevado a un entendimiento engañoso de lo real, o que uno mismo se ha forjado una realidad, una realidad de las cosas, pero una realidad siempre ajena al concepto de ilusión, pues no es una ilusión, no es algo que no esté, sino que está, pero que está como una máscara. Cuando la máscara desaparece y surge esa realidad detrás de esa otra realidad, nos encontramos con el desengaño.

Se desilusiona el que sueña, se desengaña el que ve, pero ambos viven en la mentira.

No obstante, ¿cuántas cosas que se han hecho con ilusión han dado un resultado real? Pues claro, una cosa es tener ilusión por las cosas, es decir, un estado de ánimo que te aventure hacia lo que aún no es real, pero que supone un posible sin evidencia aún en la vida misma; y otra cosa muy distinta es soñar despierto, crearnos un mundo idílico, un mundo ajeno a la propia realidad; pues las normas de ese mundo idílico no suelen ser las mismas que las del único mundo posible (si no no sería idílico o utópico). Y bien, ¿cuántos engaños son parte de nuestra propia realidad? El engaño es sólo una máscara, esa falsedad real. Porque lo falso no es irreal, es lo más real si cabe. Es por ello que el que más consciente es es el más desengañado. No está más hundido en su error, estimado Rosset, sino hundido en otro error o más cerca de la verdad, es decir, de lo real. Pero esto... ¿quién lo sabe o cómo puede saberse? Sólo sabemos que la ilusión es enemiga de lo posible y que la máscara lo es de lo evidente.