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ELLOS


Adolf Hitler decía algo parecido en el «Mein Kampf»: «El papel que desempeñan los judíos en la prostitución y, sobre todo, en la trata de blancas, podía ser estudiado en Viena más fácilmente que en cualquier otra ciudad de la Europa Occidental, excepción hecha, tal vez, de los puertos del Sur de Francia. Y Hitler añadía: «La primera vez que constaté que era el judío impasible y desvergonzado quien dirigía con una experiencia consumadas aquélla explotación indignante del vicio en la hez de la gran ciudad, noté un ligero escalofrío en la espalda. Después, el furor se apoderó de mí.»

En Francia, el judío León Blum había ascendido a jefe del gobierno del Frente Popular, en 1936. Había publicado, en 1907 un libro titulado «Du Mariage» (Del Matrimonio), y la obra había sido reeditada poco antes de su acceso al poder. En él, León Blum hacía muy explícitamente la apología del vagabundeo sexual para las muchachas cristianas: «Que ellas se entreguen cuando tengan ganas», escribía (página 279). «La virginidad, rechazada alegremente y muy pronto» era para él la solución (página 256). «Que antes del matrimonio, la mujer se prodigue en todo lo que hay de ardiente en su instinto, todo lo que hay de inestable en su capricho; que se consuma por un número indeterminado de aventuras.» (página 25) León Blum insistía: «Es algo bárbaro que en pleno vigor de su juventud, la virgen, so pena de degradación y de deshonor, deba refrenar en ella el instinto que es el mismo movimiento de la naturaleza.» (página 296) Y se dirigía directamente a las muchachas de Francia: «El sentimiento del honor que os protegía era artificial y estúpido…» (página 265).

Convenía, pues, terminar con estos viejos prejuicios inculcados por el catolicismo reaccionario: «Pienso que, en el futuro, nada subsistirá de estas costumbres» (página 280). «Vuestro prejuicio no es nada cuando se le aísla de las costumbres salvajes o del ascetismo religioso que lo patrocinaron antaño. Corresponde, como se dice, a una supervivencia de las épocas pretéritas de la civilización.» (página 292)

Al otro lado del Rhin, en la Alemania nacionalsocialista, Julius Streicher, el director del periódico antisemita «Der Stürmer» había escrito un artículo sobre el libro de León Blum. Su conclusión era, tal vez, un poco brutal: «El pretende tratar del problema sexual. En realidad, esta obra es una llamada invitando a todos los judíos a mancillar sistemáticamente y metódicamente a las mujeres y muchachas no judías.»

 ISRAEL Y LA TRATA DE BLANCAS, de Hervé Ryssen, págs. 17-18


No piensen que esta mañana me he levantado con el antisemitismo encendido. No, no puede ser porque no soy antisemita. Sí me he levantado con la desconfianza habitual hacia todo aquello que no sea "blanco", aunque en realidad esa desconfianza es sentida de forma cada vez más generalizada. Por supuesto, si me he levantado con mi repulsa hacia el sionismo. No porque piense que los judíos no tienen derecho a tener una tierra, un lugar donde crecer y hacer aquello que tanto les gusta, sino porque niegan el futuro, la tierra... porque aniquilan y avasallan a otro pueblo, a otro grupo étnico muy bien diferenciado.

No obstante, qué más da cómo me haya levantado, este artículo será considerado racista, antisemita, incitador al odio... ¿qué más da lo que haga? Eso sí, no me voy a callar.

Ellos, siempre ellos. Están desde los inicios del liberalismo, desde los inicios del marxismo... Toda forma de capital les excita. Manejan la banca, no obstante. Son fanáticos de los medios audiovisuales, adictos al cine, por ello manejan la televisión, Hollywood y un montón de medios de papel. Así podrán inculcar las nuevas ideas, esas ideas que destruyen al individuo, llenándoles de un odio visceral hacia todo lo "viejo", "puro", "duradero", "sagrado"... ¡hacia ellos mismos! (autoodio y autoculpa)

Los hay que se disfrazan de derecho-humanistas, que crean fundaciones que pretenden ayudar al tercer mundo, luchar contra las desigualdades y bla bla bla, aunque en realidad su labor es incitar la culpabilidad en los hombres blancos, en fomentar el odio, el racismo y el resentimiento contra y hacia los blancos. Todo es culpa nuestra, y ese es su discurso.

Ellos, siempre ellos, si. La banca que hoy tiene secuestrada a las naciones, aprieta con la soga a sus ciudadanos autóctonos que deben pagar una deuda que no han generado: porque la crisis se debe a que la banca solicita que le paguemos todo aquello que "le debemos"; esa banca privada que se quiere quedar con el capital y el trabajo de las naciones y de los hombres que la componen. ESTA CRISIS NO ES OTRA COSA QUE UN PASO MÁS HACIA EL NUEVO ORDEN MUNDIAL, UN PASO QUE HARÁ A LOS AMOS MÁS AMOS AÚN.

Hoy nos obligan a asumir la universalidad, la humanidad, todo aquello que niegue nuestra propia identidad: en el futuro, quien sabe, no existirá otra cosa que el judío y los otros. Todo nacionalismo será aniquilado, menos el de los judíos, toda identidad racial deberá ser aniquilada, menos la de los judíos. El derecho a existir no es tal para el resto, sólo para los judíos, sólo ellos deben ser los diferenciados, los únicos, como elegidos que son.

He escrito todo esto y no he hablado del texto. Y es que el texto habla por sí mismo, así que lo que yo diga sobra, todo esto que he dicho en realidad sobra. Aunque he de decir que la moral liberalizadora, esa moral que hace a todos supermodernos, esa mentalidad actual que se traduce en lascivia, vicio y regalarse carnalmente viene del envenenamiento generado por ellos, siempre ellos, mediante ese marxismo cultural. Y el texto de Hervé Ryssen creo que es explícito en ese sentido, es decir, en el sentido de los planes que tienen para nuestras mujeres y para nosotros los varones.

Y no quiero ser injusto, porque en realidad siento admiración hacia el judío, pero admiración no bajo el sentimiento de idolatración, sino bajo el sentimiento de profundo respeto hacia un enemigo formidable, pues eso es el judío, un enemigo formidable. Y es que en cierto modo los judíos hacen lo que tienen que hacer. Somos nosotros quienes no hacemos la otra parte: defendernos (y atacar). Los judíos no son ese pueblo pobrecito, no son ese pueblo que nos han enseñado las películas de Hollywood en esos dramas sobre la Segunda Guerra Mundial. El pueblo judío es un pueblo guerrero, es un pueblo que hace correr la sangre, es un pueblo fuerte a pesar de su moral de esclavos, esa moral abrahámica.

No obstante, hay muchas formas de ser judío, pues no todos son la hez, LA MAYORÍA NO LO SON. Los hay antisionistas: Red Judía Antisionista Internacional, por ejemplo. Existen judíos formidables como Israel Shahak, que en palabras de David Duke: "un superviviente del holocausto judío y ciudadano israelí que tuvo el coraje moral e intelectual de desafiar el supremacismo judío que pone en peligro tanto a judíos como a gentiles."

Esta última parrafada no la pongo para evitar que me llamen antisemita o racista, pues yo sé bien que no soy racista en el sentido de odio racial.De hecho no es mi intención evitarlo, hace tiempo que escribo sin importarme lo que personas "automáticas" me digan o piensen. Mi libertad y mi lucha no está condicionada por ellos, sino contra ellos, los colaboracionistas y quienes les manipulan. Ya basta de tener miedo, es el momento de hablar bien alto y dar fuerte allí donde hay que dar.


Algunos de los muchos sitios donde se fomenta el racismo antiblanco: