LA OTRA CANCIÓN DEL BAILE



El texto de Nietzsche que podréis leer a continuación es sin duda uno de los pasajes más bellos de Así Habló Zaratrusta, así que poco puedo decir que no diga por sí mismo. Y no vayan a pensar que voy a dejar de escribir por falta de energía; palabras y más palabras tendría para este bello canto a la filosofía y a la literatura. Simplemente no quiero estropear con mi tenue pluma, aún por madurar, un texto de tanta fuerza y voluptuosidad. Que hable Nietzsche por sí mismo, aunque sea en castellano:

«En tus ojos he mirado hace un momento, oh vida: oro he visto centellear en tus nocturnos ojos, –mi corazón se quedó paralizado ante esa voluptuosidad:

»–¡Una barca de oro he visto centellear sobre aguas nocturnas, una balanceante barca de oro que se hundía, bebía agua, tornaba a hacer señas!

»A mi pie, furioso de bailar, lanzaste una mirada, una balanceante mirada que reía, preguntaba, derretía:

»Sólo dos veces agitaste tus castañuelas con pequeñas manos –entonces ya se balanceó mi pie con furia de bailar.

»Mis talones se irguieron, los dedos de mis pies escuchaban para comprenderte: lleva, en efecto, quien baila sus oídos –¡en los dedos de los pies!

»Hacia ti di un salto: tú retrocediste huyendo de él; ¡y hacia mí lanzó llamas la lengua de tus flotantes cabellos fugitivos!

»Di un salto apartándome de ti y de tus serpientes: entonces tú te detuviste, medio vuelta, los ojos llenos de deseo.

»Con miradas sinuosas –me enseñas senderos sinuosos; en ellos mi pie aprende – ¡astucias!
Te temo cercana, te amo lejana; tu huida me atrae, tu buscar rehace detenerme: –yo sufro, ¡mas qué no he sufrido por gusto por ti!

»Cuya frialdad inflama, cuyo odio seduce, cuya huida ata. Cuya burla –conmueve:

»–¡quién no te odiaría a ti, gran atadora, envolvedora, tentadora, buscadora, encontradora! ¡Quien no te amara a ti, pecadora inocente, impaciente, rápida como el viento, de ojos infantiles!

»¿Hacia dónde me arrastras ahora, criatura prodigiosa y niña traviesa? ¡Y ahora vuelves a huir de mí, dulce presa y niña ingrata!

»Te sigo bailando, te sigo incluso sobre una pequeña huella. ¿Dónde estás? ¿Dame la mano! ¡O un dedo tan sólo!

»Aquí hay cavernas y espesas malezas: ¡nos extraviaremos! -¡Alto! ¡Párate! ¿No ves revolotear búhos y murciélagos?

»¡Tú búho! ¡Tú murciélago! ¿Quieres burlarte de mí? ¿Dónde estamos? De los perros has aprendido este aullar y ladrar.

»¡Tú me gruñes cariñosamente con blancos dientecillos, tus malvados ojos saltan hacia mí desde ensortijadas melenitas!

»Éste es un baile a campo traviesa: yo soy el cazador –¿tú quieres ser mi perro, o mi gamuza?

»¡Ahora, a mi lado! ¡Y rápido, maligna saltadora!

»¡Ahora, arriba! ¡Y al otro lado! –¡Ay! –¡Me he caído yo mismo al saltar!

»¡Oh, mírame yacer en el suelo, tú arrogancia, e implorar gracia! ¡Me gustaría recorrer contigo –senderos más agradables!

»–¡senderos del amor, a través de silenciosos bosquecillos multicolores! O allí a lo largo del lago: ¡allí nadan y bailan peces dorados!

»¿Ahora estás cansada? Allá arriba hay ovejas y atardeceres: ¿no es hermoso dormir cuando los pastores tocan la flauta?

»¿Tan cansada estás? ¡Yo te llevo, deja caer tan solo los brazos! Y si tienes sed –yo tendría sin duda algo, ¡mas tu boca no quiere beberlo!

»–¡Oh esta maldita, ágil, flexible serpiente y bruja escurridiza! ¿a dónde has ido? ¡mas en la cara siento, de tu mano, dos huellas y manchas rojas!

»¡Estoy en verdad cansado de ser siempre tu estúpido pastor! Tú bruja, hasta ahora he cantado yo para ti, ahora tú debes –¡grita para mí!

¡Al compás de mi látigo debes bailar y gritar para mí! «Acaso he olvidado el látigo? –¡no!»


(ASÍ HABLÓ ZARATRUSTA, de Friedrich Nietzsche. Alianza Editorial, veintidós edición en «El libro de Bolsillo», nº612. Fragmento completo -punto 1- del capítulo La otra canción del baile, págs. 314-316)■