La clase trabajadora nativa española es la auténtica víctima de la inmigración

Observamos día a día como el inmigracionismo es una ideología sostenida por diversos actores sociales. No sólo es la filosofía común a todos los partidos sistémicos y a todos los lobbies inmigracionistas, cuyo inmigracionismo y exaltación general del inmigrante es, obviamente, razón sine qua non de su existencia y recurso privilegiado de generosa financiación pública. También es la ideología del poder empresarial.

Existen una serie de razones económicas para que esto sea así. Como es de sobra conocido, en este sistema capitalista, basado en la explotación y en la usura, el beneficio empresarial, la plusvalía, es el vector que explica el comportamiento empresarial. Y la inmigración masiva es un factor que influye directamente en este beneficio empresarial, siempre en sentido favorable. Veamos esto.

En un primer nivel de análisis, en cualquier país europeo que sufra un proceso de inmigración masiva, España por ejemplo, al incrementarse aceleradamente el número total de trabajadores disponibles, los salarios tienden a descender. Es una ley económica sobradamente demostrada (1). Al haber más trabajadores para cada puesto de trabajo, las exigencias salariales (y de otro tipo) de éstos decrecen. En un segundo nivel, tenemos que, dado que los inmigrantes están acostumbrados a un nivel de salarios netamente inferior al existente en nuestro país, aceptarán de buena gana salarios que desde la perspectiva del trabajador nacional son bajos. Estos trabajadores nativos, a su vez, y por esta causa, si quieren trabajar se verán obligados a aceptar unos salarios más bajos de los habituales en el país. También juega en contra del trabajador nativo la habitual ausencia de cultura obrera y organizativa en los trabajadores inmigrantes. De la bajada de salarios sólo se beneficiará el empresariado, con incremento de la rentabilidad de sus empresas y, consiguientemente, de sus beneficios. Los puestos de trabajo que una mayor inversión empresarial, producto de esta mayor rentabilidad, pueda generar, tan sólo alimentarán, presumiblemente, el ciclo descrito. Además, estos puestos de trabajo serán de mala calidad, precarios. Y aquí tenemos una primera y sencilla explicación del inmigracionismo empresarial. Como contrapartida al citado incremento de la inversión y del empleo que los menores salarios pueden producir, hay que tener en cuenta también las cuantiosas remesas que los inmigrantes envían al extranjero y que suponen una pérdida neta de recursos para España, recursos que si se quedaran aquí incrementarían el consumo, la inversión y el empleo.

Un dato de no pequeña importancia en el análisis es el hecho de que la mayoría de inmigrantes que recibe España son trabajadores no cualificados. Luego la más brutal competencia laboral con el trabajador nativo va a tener lugar precisamente en este estrato del mercado de trabajo. Serán los trabajadores nativos menos cualificados los que más sufrirán la inmigración, si bien, a la larga, la competencia y la consiguiente bajada de salarios para los trabajadores nativos tienden a extenderse a todos los niveles de cualificación y salarios. También sufrirá la competitividad, si tenemos en cuenta la escasa cualificación de los inmigrantes respecto a los nativos incluso en relación a puestos de trabajo de poca cualificación per se. Si incorporamos otro elemento al análisis, como es el hecho de que recientemente en España la producción se ha centrado en los sectores de la construcción y la hostelería, muy sometidos a los flujos y ciclos económicos y con una evolución caracterizada por un fuerte carácter coyuntural, tenemos que el proceso de inmigración masiva sólo puede complicar más las cosas y alimentar crisis económicas y sociales y la inestabilidad.

Pero la presencia masiva de inmigrantes supone un grave perjuicio para el trabajador nativo también por razones distintas al desplome de salarios. Es sabido que la clase trabajadora es la que mantiene casi en exclusiva el estado del bienestar, del que se beneficia la sociedad en su conjunto. Triquiñuelas, resquicios y argucias legales deja el legislador por todos los sitios para que el empresario y toda una pléyade de técnicos a su servicio logren burlar a la fiscalidad. El trabajador está pagando en la práctica todas aquellas prestaciones que el estado proporciona al conjunto del país. Ahora le toca, no sólo mantener por partida doble (es decir, vía plusvalías y vía estado del bienestar) al empresariado y afines, sino también a todo un amplio conjunto de inmigrantes que está en la economía sumergida, o incluso al margen de toda actividad económica, no cotizando ni aportando nada al estado, pero beneficiándose grandemente de lo que éste ofrece. De esta manera, muchos inmigrantes no sólo toman de aquello sobre lo que no han cotizado ni aportado nada, sino que privan de estos escasos recursos a los estratos más desfavorecidos de la clase trabajadora nativa española.


(1) A estas alturas es algo aceptado en la ciencia económica que la afluencia de inmigrantes tiene el efecto de abaratar la mano de obra dado el aumento en la oferta del factor fuerza de trabajo y el consiguiente descenso de su precio, el salario. Esta merma salarial afecta especialmente a los trabajadores menos cualificados. Puede consultarse al respecto la obra de los teóricos del Mercado Dual Peter B. Doeringer y Michael J. Piore, Mercados internos de trabajo y análisis laboral. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1985. También para una perspectiva desde las tesis de la teoría del Mercado de Trabajo el estudio de Michael Todaro, El desarrollo económico del Tercer Mundo. Alianza Editorial, Madrid, 1988. Son escasos los materiales publicados que hacen referencia al caso español, lo cual hace más valioso el trabajo de José Vicéns Otero, Impacto económico de la inmigración sobre el mercado laboral. Una revisión. UAM, Madrid, 2003.