ANÁLISIS DEL TOTALITARISMO (I)

Esquemas explicativos de 
Alain de Benoist, Hanna Arendt y Eric Hobsbawn 

Resumen de uno de los debates de FORΦιDENTIDΛD,

La temática que debatimos giraba en torno al totalitarismo aunque, como podrá observarse en el resumen, se deshilachó en varias derivaciones argumentales.

Para comenzar hubo una tormenta de ideas con la cual intentamos delimitar el término «totalitarismo» para saber a qué nos estábamos enfrentando. Para ello había que diferenciarlo con claridad de palabras que pudieran, a priori, provocar equívocos. Así, surgió la necesidad de discernir entre «autoritarismo» y «totalitarismo». La primera de las formas de ejercer la autoridad o el mando se entiende como aquello que procura domeñar los cuerpos:, la fuerza de trabajo; pero el segundo de los términos, el totalitarismo, pretendería subyugar tanto el cuerpo como la propia conciencia y pensamiento del sujeto.

Bajo la óptica de Benoist el «totalitarismo» se enfoca como un fenómeno moderno. Aún así algunos miembros asistentes al debate exponen cómo en las democracias liberales (y economía capitalista), donde se supone que la libertad es el valor sagrado, se están dando los esfuerzos más serios de manipulación de masas mediante el control mental: ya sea utilizando como herramientas la TV, el marketing, el cine, etc. Por ello, si totalitarismo es Nazismo y Comunismo, también lo es el «Nuevo Orden Mundial» que se quiere imponer bajo sus premisas universalistas nacidas de la Ilustración. Si de alguna forma puede definirse entonces la palabra «totalitarismo» es como aquella forma de ostentar el poder que pretende el «control total» sobre todas las cosas, sean animadas o inanimadas, hacer todo calculable y previsible, conseguir que todo quede englobado bajo una autoridad de «poder absoluto»; es decir, un gobierno totalitario aspira a sustituir a Dios, pues no sólo se expresa mediante la política, sino que los totalitarismos ofrecen una nueva dimensión religiosa del mundo, ya sea esta materialista o espiritual. Como no, el Islam… todo monoteísmo, se puede enfocar como fenómeno totalitario, de hecho lo es, porque quiere controlar el cuerpo mediante el pecado y el espíritu y la conciencia mediante la fe y el avasallamiento a un Ser Supremo o Superior.

Bajo términos morales, se aplica una dicotomía entre bueno y malo aplicado al nazismo y el comunismo. Por encima de todo, aquellos que actuaron bajo un sistema u otro siempre pensaban que hacían lo correcto. Sin embargo, es sabido que el comunismo ha causado un mayor número de muertes y cometido más crímenes, más que los cometidos o achacados (a los perdedores se les imputa de todo, hasta de lo que no han hecho, algo que hay que tener en cuenta) al nacionalsocialismo. Al nacionalsocialismo se le hace responsable de 25.000.000 de víctimas, y es porque se le otorgan no solamente 6.000.000 de judíos muertos en campos de concentración, sino todo el resto de las víctimas mortales habidas en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, al comunismo se le achacan cuatro veces más víctimas, 100.000.000. Es decir, una mentalidad moral podría decir que el comunismo es 4 veces más malo que el nazismo, sin embargo, como se ha aceptado la idea de que el comunismo servía a la democracia verdadera o más perfecta, de que tenía buenas intenciones y era una propuesta para perfeccionar al Hombre, ser comunista no es motivo de escarnio, escarnio que si merece, al parecer, el ser nacionalsocialista. La conclusión es que no hay que buscar orígenes de maldad absoluta. Nos podríamos preguntar, ¿cuántas víctimas son achacables a las democracias o sistemas liberales? No serían pocas las víctimas. Otra conclusión sería que triunfa la moralidad de la víctima y del vencedor y que todo parece bueno y justificable, aunque se hable de un crimen (parece ser que hay crímenes buenos, son los llamados un «mal menor»), ante toda la maldad atribuida hasta la exacerbación al derrotado, en este caso al nacionalsocialismo, que siempre es ofrecido como una expresión infernal y un arquetipo de maldad, cuando es posible que no fuera tan dañino como otros piensan. Al menos así reflexionó y argumentó uno de los miembros asistentes al Foro. Concluyó diciendo que no podemos permitir las taras del sistema actual por muy lleno que nos tenga el estómago; el que haya sistemas peores, o que se llaman peores, no quiere decir que dejemos que las democracias hagan lo que quieran. La democracia tiende al totalitarismo.

Un análisis que trata de explicar este reparto de papeles y que fue expuesto en el debate es el que sigue. Se observa, en primer lugar, la funcionalidad política de dos muy concretas teorizaciones historiográficas sobre el fascismo (o el nacionalsocialismo). Los historiadores liberales agrupan comunismo y nazismo bajo el concepto genérico de totalitarismo. Mientras, los historiadores marxistas acostumbran a identificar el fascismo con una de las etapas del desarrollo del capitalismo, agrupando de esta forma capitalismo liberal y marxismo. El fascismo es etiquetado como lo peor posible y cada uno trata de vincular al régimen sociopolítico rival al fascismo.

Pero, ¿cuál es la explicación de este etiquetamiento del fascismo? Pues bien, ésta se encuentra en la secularización de los valores y filosofemas de procedencia judeocristiana que define a la Modernidad. Este proceso de secularización genera automáticamente un lugar simbólico negativo que debe ser ocupado por una realidad contemporánea. De esta manera, se establece una dicotomía entre los que favorecen la realización de la historia conforme a la secularización descrita (liberales y comunistas, que son rivales pero no enemigos) y los que se oponen (el fascismo).

Esto es lo que explica que las imputaciones de criminalidad al fascismo fueran realizadas a priori. Antes de tener algún poder, el fascismo fue imputado como criminal. Mientras, una ideología realizada tan sanguinaria como el comunismo, aún a posteriori de una criminalidad probada, goza de una legitimidad que no cede. Al fin y al cabo cabe entender esta legitimidad como emanada de un ideario milenarista derivado del judeocristianismo y presunto portador del bien absoluto. A pesar del terror rojo. Y esto explica que Hobsbawm califique al fascismo de subversión deliberada de la civilización, mientras el comunismo, que desde un momento inmediatamente posterior a la toma del poder comenzó a mostrar su carácter criminal, parece formar parte de esta civilización. Es evidente que este análisis rebate algunos de los esquemas de Alain de Benoist. También que los efectos históricos de un relato falso son verdaderos.

Democracia y liberalismo guardan un nexo común con el comunismo, ambas se piensan herederas de la Revolución francesa y de sus valores universales. Éste es uno de los motivos por el que el comunismo no tiene tan mala reputación, a pesar de que bajo este sistema político se asesinaron sistemáticamente, judíos, «kulaks», cosacos, etc.: el nacionalsocialismo no hizo nada nuevo, los métodos de aniquilación los herederó del comunismo. Democracia, liberalismo y comunismo comparten los mismos ideales emancipadores para con el hombre. Se presentan como sistemas salvadores del hombre, salvaguardadores de la humanidad. Uno de los miembros sentencia con «no es más que mera hipocresía, a la vista está lo que hay en realidad».

En definitiva, el fracaso del nazismo tras la Segunda Guerra Mundial legitimó e hizo más fuerte al comunismo, lo mismo que el fracaso del comunismo soviético ha legitimado a las socialdemocracias para mostrarse como abanderados totalitarios bajo el NOM (llámese este G20 o G7, como se desee) y hacer del mundo lo que quieran. Por lo tanto, en la actualidad vivimos bajo un totalitarismo de baja intensidad en el sentido de que no te maltrata físicamente, pero que se muestra más cruel porque te compra y te maltrata mediante el mimo para anular tu voluntad o hacerte obediente al sistema. Asimismo, el NOM crea enemigos, crea antagonistas, genera guerras, pues necesita de la inestabilidad para controlar aún más y hacer creer a los demás de que dicho control es para su seguridad. En los últimos 100 años ha sido mayor el número de acontecimientos bélicos declarados por los países desarrollados de sistemas liberales que los de cualquier otro sistema; solamente un gobierno democrático ha legitimado y justificado con toda su bondad el asesinato sistemático de millones de japoneses gracias a la bomba atómica, etc.

¡Cuidado con los buenos!■