Del «ser» y la «nada» y de la «Nada» y el «Ser»

Consideraciones posteriores a un debate de FORΦιDENTIDΛD
titulado «FÍSICA Y METAFÍSICA»

(…) Pero entonces ¿por qué nos preocupamos de esta nada? Precisamente, la ciencia rechaza la nada y prescinde de ella como de algo nulo. Ahora bien, al despreciar de este modo la nada, ¿no estamos precisamente admitiéndola? Aunque, ¿se puede hablar también de admitir cuando lo que admitimos es nada? Tal vez estos giros del discurso se muevan ya en un juego de palabras vacío. Frente a eso, la ciencia tiene que volver a afirmar ahora su seriedad y lucidez: que lo único que le importa es lo ente. ¿Qué le puede parecer a la ciencia la nada más que un espanto y una fantasmagoría? Si la ciencia está en lo cierto, entonces una cosa es segura: la ciencia no quiere saber nada de la nada. Al final, ésa es la concepción rigurosamente científica de la nada: la sabemos en la misma medida en que no queremos saber nada de ella. (…)

Martin HEIDEGGER, ¿Qué es metafísica?. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2003. H 4443, Págs. 17-18. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte.

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El 19 de diciembre de 2009 tuve la suerte de poder asistir a uno de los debates que organiza Foro Identidad en la ciudad de Algeciras (Cádiz), tertulias de las que soy uno de los promotores, además de un orgulloso y asiduo contertulio. Hago mención a este foro y a dicha tertulia no por el mero hecho de publicitarla sino porque este texto que viene a continuación es deudor de aquel debate porque como siempre no supe decir todo aquello que me habría gustado expresar o simplemente no se me ocurrió en aquel momento.

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Para empezar, he de matizar ciertos términos (para lo cual hago énfasis de que lo que viene a continuación es producto de mi subjetividad), con la mira puesta a intentar delimitar conceptos para poder hacer el texto comprensible. La «física» se refiere a lo físico, a lo material, su realidad es asumible con los sentidos y nada más. Sin embargo, tras lo sensual se esconde lo metafísico, aquello que está «después» de lo físico y cuya percepción no es con el cuerpo propiamente dicho (los sentidos), sino mediante la lógica. Para mí, lo metafísico no es otra realidad evidente, no es nada que esté detrás de la materia, sino que es un modo de «plantearse filosóficamente la existencia», la vida, el ser…, aquello que no es materia pero que es real y que de alguna forma se manifiesta porque el Hombre es capaz de detectarlo y sobre todo de planteárselo, de crearse ese «problema». La metafísica no puede entenderse por lo tanto como otra realidad ni como aquello que está detrás de lo físico sino como aquello que convive con lo físico en un mismo plano: descarto el dualismo y me alejo por supuesto del platonismo y derivados. Materia y esencia forman y son la misma «unidad». En definitiva, la materia es «con ser» o «sin ser» pero ambas forman parte del Ser en cuanto que son y tienen existencia: el «ser» y el «no-ser» son la esencia de la materia, son aquello que determina la vida y la muerte.

Como dice Heidegger, la mejor forma de entender qué es la metafísica es haciéndose una pregunta metafísica. La metafísica se dedica al «Ser», su campo de trabajo es el Hombre y su existencia. Así que por ejemplo si queremos definir la metafísica podemos hacerlo con sus propias cuestiones: ¿Qué es el «ser»? (esto es metafísica), ¿qué es la «nada»? (esto también es metafísica)… por ello digo que la metafísica es «plantearse filosóficamente la existencia». La metafísica solamente puede entenderse en su significado pleno cuando uno se inunda en ella, definirla es demasiado aventurado, al menos para mí.

El Hombre en sí es metafísico porque de él surge un ser, un ser metacorpóreo que la ciencia no ha encontrado: ese ser es lo que hace que la materia se mueva, que tenga vida. Una roca no tiene ser, y por lo tanto es metafísicamente «nada», aunque forme parte de lo físico; cuando digo «nada» no me refiero a que algo no tenga realidad en este mundo, sino que no tiene un «ser» (carece de vida-vívida) y que por lo tanto tiene existencia pero no una «existencia experimentada», vívida y con conciencia. Esto ha generado barreras entre la ciencia, que se dedica a lo físico, y la metafísica propiamente dicha. Sin embargo, yo no creo que el campo de la metafísica comience allí donde la ciencia deja de tener validez, sino que son dos campos totalmente distintos dedicados a dos agentes conformadores de una misma realidad y que deben complementarse. Pero claro, dichas confrontaciones nacen sobretodo de la denostación por parte de la ciencia hacia la metafísica, ya que ésta última no es demostrable mediante la experimentación, ni visible o evidente.

Prosiguiendo, podemos categorizar entonces que el «ser» es aquello que da vida, aquello que hace posible la experiencia (que a la vez es existencia en su totalidad) y que la existencia sea vívida. La «nada», la materia sin «ser» y la no-materia es a la vez parte del ser, porque participa de la misma existencia y con el «ser» interactúa. El «ser» y la «nada» se necesitan como la luz y la oscuridad: el mundo es esencialmente «Nada» y de él trasciende el «Ser», lo mismo que la luz revela lo que se esconde en la oscuridad y por lo tanto lo que antes no era porque no era visto «llega a ser». En definitiva, el ser y el no ser («nada») comparten la existencia, pero solamente aquello con «ser» puede vivirla y experimentarla, solamente el «ser» tiene esa cualidad de dinamismo y tensión constantes.

La «Nada», el gran abismo con el que el Hombre intenta no tropezar pero que forma parte de su existencia, de su propio mundo. La Nada no es un lugar, no es una sustancia, la Nada es aquello que no «es», aquello que «es» en cuanto que «no es» y que hace que a la vez «todo sea». Esto me recuerda a Shakespeare, «¡Ser o no ser: he ahí el problema!»… metafísico por excelencia. La Nada no es «nada», no es como esa materia «sin ser», sin «esencia», sino aquello que en definitiva trasciende y forma parte del Ser en su totalidad.

En la actualidad la metafísica carece de importancia en cuanto que el Hombre se ha alejado del ser sumiéndose en la nada más profunda. La negación del ser es la negación de toda la existencia humana, la negación de querer responder a las preguntas trascendentales que nos incumben a todos sin excepción, pero sobre todo es la negación de uno mismo. El Hombre, arrojado a la existencia sin percibir su propio ser, convertido en un zombi, en una maquinaria de interacciones fisiológicas, en un organismo sin conciencia. Un hombre sin metafísica es necesariamente un hombre vacío, un hombre fallido y nulo que no tiene nada en valor; pero eso sí, un hombre exclusivamente metafísico es un esperpento, un espíritu grotesco que no entiende el mundo en su totalidad, sino de una forma parcial y fragmentaria. Sin metafísica no habría conceptos de gran fuerza y valor como identidad, amistad, amor, conciencia, espíritu… la metafísica intenta poner en valor todo eso. Pero claro, cuidado con la metafísica. No es lo mismo la metafísica de «universales» platónica que la angustiosa metafísica del siglo XX de Heidegger, Sartre, Camus, Ciorán… ¡No es lo mismo el idealismo que el existencialismo y sin embargo ambas tendencias filosóficas tienden a la metafísica! Y digo que la metafísica habida en el siglo XX es angustiosa porque ya fuera porque aquellas generaciones vivieron una época de estupor y náusea o por las convulsiones bélicas y otros efectos producidos por esquizofrenias diversas, lo cierto es que se fundó una metafísica de «la nada», del «vacío», de la «amargura», la cual a su vez reclamaba un nuevo heroísmo en el Hombre, un Hombre arrojado en la existencia que debería asumir todo el irracionalismo y las dudas abismales de las invencibles preguntas sin respuesta que sumen al hombre en la incertidumbre y en el temor, incluso en el miedo (sentimiento trágico de la existencia): la pendencia del Hombre contra la Nada, contra el «Desistir que es la Nada» (como diría Heidegger); ¡es esa lucha la que constituye para mí ese heroísmo del que hablo y que es denominador de ciertos hombres modernos (tales en cuantos contemporáneos y habidos en el presente-devenir)! Esto provoca la aprensión a pensar, esto hace que la metafísica y toda filosofía y pensamiento sean, a excepción de en pequeños oasis, casi impracticable. El Hombre-sin-ser arrojado a la existencia, el hombre-ahí-siendo como una piedra, eso es un manifestación de la Nada.■ 


Anotaciones sobre el esquema y anexos:

1. Si la Nada no aparece en el esquema es porque no es un lugar, ni una cosa, ni «nada», ni Ser ni no-Ser. No está en realidad, su existencia no es tal a pesar de ser asumible, intuida, etc. mediante la lógica e incluso mediante un estado de ánimo (la angustia) y la náusea. Y todo esto a pesar de ser la esencia del Ser: la Nada es en cuanto no es. Sin embargo, hablar de la Nada es algo contradictorio, una paradoja metafísica, ¿cómo puede hablarse en realidad de algo que no es? Hablar de algo es situarlo. ¿Y sin embargo si «no es» cómo puede presentarse abrumadora en nuestro propio ser y en la propia existencia del Ser…?

2. La percepción metafísica es una cualidad del «ser», y en concreto del ser del Hombre, pues sólo él es consciente del Ser en sí… ¡pero no del Ser en su totalidad! El Ser en su totalidad es tan abstracto como lo puede ser la Nada. Se la puede conocer en esencia pero no en toda su dimensión, y siempre en tanto que uno es protagonista de ese Ser: uno solamente puede conocer el Ser respecto a su ser y conciencia: concepción existencialista de la metafísica.

3. El Ser no es Dios, aunque Dios está integrado en el Ser en cuanto idea; no estoy haciendo teología. El Ser representa el conjunto de todo el ser y la nada, representa igualmente la existencia de todo lo habido. A fin de cuentas, tanto el Ser como el no-Ser son meramente conceptos, ideas, abstracciones, por eso está bien escrito "representa", ¡todo esto no son más que representaciones lógicas!… y la realidad no es lógica, por ello la metafísica no es aplicable al mundo; el mundo puede vivir sin metafísica, es en su totalidad un problema y una preocupación humana y nada más.