Nicolás MAQUIAVELO sobre Fernando de Aragón

El siguiente texto, del que no diré nada especial, pues Maquiavelo se basta a sí mismo sin nadie que lo interprete (tan claro es el florentino), es un buen ejemplo de cómo un Rey, en este caso Fernando de Aragón, se hizo respetar. Eran otros tiempos, entonces nuestro país no era uno más en Europa, sino una gran potencia. No existía el buenismo y por lo tanto un Rey o un Príncipe o quien sea hacía lo que tenía que hacer y punto. Ay esa Santa Crueldad...

«Nada proporciona a un príncipe tanta consideración como las grandes empresas y el dar de sí ejemplos fuera de lo común. En nuestros días tenemos a Fernando de Aragón, el actual rey de España, a quien casi es posible llamar príncipe nuevo porque de rey débil que era se ha convertido por su fama y por su gloria en el primer rey de los cristianos. Si examináis sus acciones, encontraréis que todas son notabilísimas y alguna de ellas extraordinaria: al comienzo de su reinado asaltó el reino de Granada y esta empresa le proporcionó la base de su poder. En primer lugar la llevó a cabo en un momento en que no tenía otras preocupaciones y sin peligro de ser obstaculizado. Mantuvo ocupados en ella los ánimos de los nobles de Castilla, quienes al pensar en aquella guerra dejaban ya de pensar en promover disturbios en el interior. Entretanto y sin que ellos se dieran cuenta, iba consiguiendo reputación y sometiéndolos a su poder. Pudo sostener sus ejércitos con el dinero de la Iglesia y del pueblo y aquella larga guerra le dio la posibilidad de proporcionar un sólido fundamento a su ejército, el cual le ha conquistado con posterioridad gran renombre. Además de todo esto, para estar en condiciones de acometer empresas mayores —sirviéndose siempre de la religión— recurrió a una santa crueldad expulsando y vaciando su reino de marranos. No es posible encontrar una acción más triste y sorprendente que ésta. Después, arropado siempre con la misma capa, atacó África, llevó a cabo la empresa de Italia y últimamente ha atacado a Francia. De esta forma ha realizado y tramado siempre grandes proyectos que han mantenido siempre en suspenso y asombrados los ánimos de sus súbditos, atentos al resultado final. Estas acciones suyas se han sucedido de tal manera la una a la otra que nunca ha dejado espacio de tiempo entre una y otra para que se pudiera proceder contra él con calma.(…)»

Nicolás MAQUIAVELO, El Príncipe. Alianza Editorial, año 2008 (Décima impresión). CS 3401, Pág. 123, 124. Traducción de Miguel Ángel Granada.