EL IDEALISTA O EL HOMBRE DE OTRO MUNDO




Escena de la película Cielo sobre Berlín, del director Win Wenders. Mientras los ángeles quieren experimentar nuestro mundo sensible el hombre sólo piensa en paraísos imposibles y en la muerte.

Lo opuesto al idealista es el realista. Sin embargo, el idealista es el más realista de los realistas, diría que es el ser creador (de artificios) por antonomasia, todo lo que inventa ocupa un lugar en la realidad… pero nadie la ve: es la realidad de la fe, es la realidad de la utopía, es la realidad que no es real. A pesar de todo, el realista es idealista también, pero sus ideas brotan de las cosas que se pueden tocar, observar e intuir; más que crear transforma, y sea esa su creación: patria, familia, amor filial… todo ello tiene que ver, sin menospreciar su naturaleza espiritual, con la sangre, con la tierra, con las montañas y con los ríos; no es sólo cuestión de conocimiento pensado, sino de conocimiento vivido. Así pues yo trataría esta dicotomía como si fuera una cuerda. En un extremo tropezaríamos con el idealista, en el otro con el realista, pero en el centro con un nudo donde tanto el idealista como el realista se atropellan, se mezclan, se cruzan y se confunden, pero que delimita claramente dos formas de arrojarse a la existencia en un mismo mundo.

Max Stirner es mi maestro en esta materia. Resulta sugestivo leer su libro El único y su propiedad y descubrir un mundo de fantasmas y de espíritus, donde los idealistas son una especie de sombras, como muertos vivientes, como ángeles, como poseídos… poseídos por una idea, por una idea por la que luchan hasta el fanatismo, si es que la idea les posee completamente. Los realistas, los que se rigen por el orden natural de las cosas, son como exorcistas, como loqueros, o como hombres que viven entre tinieblas, dentro de una espesa niebla donde la visibilidad se ha reducido drásticamente. Y es que el mundo ha perdido su sentido, ha perdido su valor y claridad, ahora sólo hay sombras, espíritus, ideas… ideas que no son cosas, ideas que no representan nada de este mundo.

El idealista ama todo lo universal, pues el idealista es un ser totalitario. Quiere que su idea adquiera dominio integral sin distinguir la particularidad de cada cual, he ahí su tiranía. Así que no se enfaden con aquellos que dicen que somos todos iguales, con aquellos que dicen que no hay razas, que sólo hay una raza, la raza humana, con aquellos que sólo dicen que hay una única civilización, etc. Ellos están roídos como una mazorca de maíz en una conejera, están imbuidos y posesos por una idea que rige cada uno de sus movimientos, cada una de sus frases, cada uno de sus actos y ensoñaciones… su existencia la basan en determinaciones racionales, no someten su razón al juicio de la experiencia. Su realidad es en definitiva una realidad pensada que poco tiene que ver con lo que es realmente lo real. Si alguien les refuta y les explica que su concepto universal está equivocado, automáticamente te responderán que estás en un error lógico, que no tienes Razón y que lo que dices es absurdo, además de llamarte inculto, inmoral, malvado, malo, egoísta... ¡Qué perversos son los utópicos! Y es que la idea da superioridad moral y siempre llevan razón: un hombre racional no soporta ver su razón equivocada.

Así pues, poco puede hablarse con un idealista, con los fanáticos de la idea, con los que viven ojos hacia dentro con miedo a lo que pudieran ver si arrojaran su mirada a la existencia. En alguien que ve en todos la humanidad sin distinciones sólo verá en el disidente un inhumano, pero siempre al hombre, al mismo hombre; y se sentirá culpable de tu inhumanidad, pues en ti se ve reconocido igualmente. Aquel que ve en todos una misma raza verá en el disidente un loco que no se ha enterado del gran descubrimiento de la uniracialidad (jeje)… pero te verá del mismo color que a todos: nos os esforcéis en explicárselo, entre un negro y un blanco no verá nunca la diferencia racial, sino al hombre, lo que hay de humanidad en los dos y nada más: injusticia para el negro y para el blanco, la particularidad no existe. Aquel que ve en todos la igualdad, aquel que por comodidad racional ve a todos iguales, comete la mayor de las injusticias pero a la vez verá en el disidente un fascista, o un nazi… o un favorecedor de y conforme con las desigualdades sociales.

El idealista como negador de la realidad pues ésta refuta todo su mundo artificial e invisible.

¡Así que inhumanos, incivilizados y demás disidentes, rompamos el muro del idealismo, exorcicemos por doquier a los poseídos!■


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