La colonización de Europa por parte de los musulmanes

por León Riente,

El discurso dominante y políticamente correcto está plagado de mensajes sobre lo beneficioso que es el multiculturalismo. Son los musulmanes una de las recientes comunidades llamadas a formar parte de la maravillosa sociedad multicultural que se nos impone en Europa y, como tal, sujeto de exaltación y parabienes por parte del poder y de sus altavoces. Sabemos mucho, no todo, de los proyectos para los musulmanes en Europa por parte de la oligarquía que ahora ocupa el poder. Pero, ¿qué sabemos de los proyectos para Europa de los musulmanes? Esto nos interesa porque la defensa de Europa no se hace con fábulas y mentiras acerca de la bondad de la “religión de la paz”, como la califican repetidamente los adalides del multiculturalismo.

No es el objetivo aquí entrometerse en creencias y prácticas religiosas ajenas y muy respetables en principio. Por lo tanto, no hay aquí lugar para un análisis de la religión musulmana en tanto religión. Pero el Islam no es meramente un conjunto de creencias, dogmas y prácticas religiosas, es también, y muy destacadamente, una comunidad de civilización (umma o comunidad de los creyentes), ahora tendencialmente expansiva, tanto demográfica como social y políticamente. El Islam tiene instrumentos suficientes en su tradición y en su historia para organizar una sociedad según sus parámetros particulares, y lo hace allí donde deviene mayoritario. Es por esto y en este sentido en el que nos interesa el Islam. La separación entre lo religioso y lo social y político es ajena absolutamente al Islam y la preponderancia del Islam y de los musulmanes en las sociedades que dominan es total. Lo no islámico en estas sociedades es, en el mejor de los casos, tolerado. Así, históricamente y en la actualidad, tanto ideas y organizaciones políticas, como entidades sociales y creencias y prácticas religiosas están controladas y reguladas por las normas islámicas allí donde los musulmanes gobiernan. El Islam también se entromete en el modo de vida de la gente. Los no-musulmanes, aún cuando sean nativos del país, son relegados de la vida política y social del país. No pueden ejercer cargos públicos que comporten autoridad o jurisdicción sobre los musulmanes. Las otras dos religiones monoteístas, cristianismo y judaísmo, son solamente admitidas con restricciones allí donde el Islam ha establecido su modelo social, y esto a condición de que renuncien a hacer proselitismo. Está prohibida la edificación de nuevas iglesias o sinagogas. Situación que, por otro lado, contrasta con la activa acción propagandística del Islam en nuestras sociedades, subvencionada incluso por el estado. ¿Cómo olvidar las machaconas demandas de una asociación musulmana para ocupar una parte de la catedral de Córdoba, antes mezquita, pero antes, interesadamente obviado, templo cristiano visigodo? El paganismo, el agnosticismo y el ateísmo son, con mayor o menor intensidad, perseguidos en las naciones musulmanas, aún a día de hoy. El Corán prohíbe al creyente amigarse con cristianos, judíos y paganos, por considerarlos impuros. Esa es la realidad que el discurso políticamente correcto niega u oculta. Todo esto no nos debería interesar mucho como europeos si no fuera por el hecho de que el Islam se extiende por Europa como una mancha de aceite.

En contra de la opinión interesadamente difundida por las élites políticas, sociales y económicas, los musulmanes como grupo étnico en Europa no son un sujeto pasivo que entra de buena gana a conformar una sociedad multicultural presidida por un pretendido pluralismo. Antes bien, poseen un plan, una estrategia dictada por el Islam sobre qué hacer en un caso como el actual. De este modo, la tradición musulmana señala tres tipos de situaciones, que se diferencian por el distinto poder que el Islam ha alcanzado en cada una, y establece cuál es la que el buen musulmán debe perseguir y cómo debe hacerlo, elemento este último que se adapta a las circunstancias.

El territorio de Dar al-Islam (casa del Islam) está constituido por el conjunto de naciones para las que el Islam es la religión de estado. Corresponde a la descripción hecha arriba de una sociedad donde el Islam se hace mayoritario.

Para el Islam, toda alteridad religiosa se traduce en enemistad política y militar. La paz para el Islam es posible sólo mediante la conversión del infiel al Islam. No existe espacio en el estricto monoteísmo del Islam para la pluralidad religiosa en condiciones de igualdad. Por tanto, el territorio bajo control de los no-musulmanes es Dar al-Harb (casa de la guerra). Únicamente relaciones de guerra pueden existir lícitamente entre los territorios musulmanes y los no musulmanes.

Sólo puede haber una excepción a la situación de guerra entre musulmanes y no-musulmanes según el Corán. Hacemos referencia al Dar al-Sulh (casa de la tregua). Esta situación se justifica en la coyuntura política y militar y en la posibilidad de continuar la yihad por otros medios. Es la situación de la Europa actual. Dada el carácter minoritario, aunque creciente, de los musulmanes, y dada la inferioridad militar de Dar al-Islam, esta tregua permite continuar la yihad mediante el arma de la propaganda y la edificación de más y más mezquitas en nuestro suelo. La evolución demográfica, favorable para los musulmanes, hará el resto. Requiere de una actitud de cierto disimulo por parte de los musulmanes y ahí es donde encajan estas declaraciones que se oyen frecuentemente, tanto por parte de líderes musulmanes como de colaboracionistas europeos, acerca de la posibilidad de una Islam laico, europeizado. Esta actitud de simulación tiene base en la tradición musulmana y se denomina taquiya. Una situación inédita en la historia resulta de la constatación de que la yijad está siendo financiada por las propias víctimas incluso antes de ser sometidas. Es de sobra conocida la financiación pública que recibe la propaganda islámica bajo la coartada de los Derechos Humanos, la libertad religiosa y la satisfacción de los supuestos derechos de las minorías. No es ajena a esta rendición ideológica y política la difusión, por parte de determinadas fuerzas de carácter internacional, de cierta mala conciencia entre los europeos, camino infalible para el etnomasoquismo y la xenofilia que nos azotan.

Los líderes musulmanes, sabedores del manifiesto colaboracionismo de las élites europeas, y del estado de decadencia profunda del pueblo, no dudan en explotar esta situación. El victimismo musulmán no conoce límites, mientras, en términos generales, allí donde dominan los musulmanes no guardan el más mínimo respeto por la condición política, social y religiosa de los no-musulmanes.