Ciclo Carl Schmitt y El Concepto de lo Político (II)

UN FENÓMENO MODERNO: 
LA NEUTRALIDAD POLÍTICA

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La edición manejada es la siguiente:
Carl Schmitt, EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO (Texto de 1932). Ciencias Sociales, Alianza Editorial. Quinta reimpresión, 2009. Versión de Rafael Agapito

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«Si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra sino que se habría acabado también la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política, incluida la de la evitación de la lucha, si dejase de existir la posibilidad de una lucha en general.» (Pág. 64-65)

Si bien Schmitt nos delimita el área de acción de lo político, que se circunscribe a las categorías de amigo y enemigo, hoy en día se da la situación de que dicha conceptualidad política ha sido sustituida por lo estrictamente moral, pero moral desde una línea de pensamiento único que no da cabida a confrontaciones reales, sólo a acusaciones vacías. En un escenario no-político como el actual (hablaré del ejemplo español) no está del todo clara cierta constitución de hombres y mujeres en agrupaciones de amigos y enemigos. Más bien se percibe un escenario de “colegueo”: todos forman parte de un mismo sistema, todos trabajan por el sistema, por lo que la única oposición posible y esperanza para lo político se daría gracias al ascenso a las cámaras de representación parlamentaria de miembros de partidos antisistema que propiciaran una confrontación aunque fuera moral, es decir, la confrontación de dos concepciones de lo bueno y de lo malo. No obstante, otra opción sería la aparición de una weltanschauung amoral del mundo, que supondría la confrontación radical entre una ética crítico-moral (por encima del bien y del mal) contra la otra ética estrictamente moral (situada en el bien y en el mal que se delimita a decir lo que es bueno y lo que es malo), y que es la que domina el mundo.

Tanto el de la derecha como el de la izquierda son enemigos de España
Así que nuestros políticos se sitúan en la atalaya del bien para decirnos a todos lo que está mal y lo que es malo. Y eso lo hace, en el caso español, la mayoría de la cámara (por no decir toda, quién sabe lo que cada cual dice en privado), y todos los partidos sin excepción, ya sean marxistas, liberales… Por lo tanto la unidad política del caso español, más que en la constitución del 78, se esgrime en cierto pensamiento correcto, lo que hemos llamado mil veces marxismo cultural; pensamiento que si no predicas (sic) el sistema te condena al ostracismo “político”, te despide como figurante del teatro. No existe una realidad política bajo el concepto de Schmitt, todas las formaciones políticas obedecen un mismo segmento moral. Si discuten sobre lo económico, lo hacen bajo un prisma liberal y sólo sobre qué camino es mejor para el sistema liberal, asumiendo que es el único sistema viable: lo bueno. Y lo mismo ocurre con la moral, si discuten es sólo porque discrepan que esta medida u otra perjudica más o menos la consecución de unos mismos fines. Y que no os engañen los juegos de Izquierda Unida, un partido aburguesado y nada antisistema u otros partidos que siguen predicando cierto marxianismo. Por lo tanto, ciñéndonos a la teoría de Schmitt podemos afirmar que no existe en el panorama político español tal panorama político español. Nuestras cámaras, donde debería discutirse de gran política, se habla de asuntos cual curillas en una Iglesia, pues todos sin excepción ya saben lo que está bien y mal, qué es lo correcto e incorrecto, aunque sólo bajo su óptica, pues sobre lo bueno y lo malo hay muchas posturas, y no sólo la marxista cultural. Por lo tanto, qué paradoja, en España hay unidad política interior y al parecer la sociedad se identifica con dicha unidad (acostumbrada a la neutralidad, por lo que cualquier cosa que se salga de esa neutralidad será calificada de hostil y de radical), pues voten lo que voten, con matices, será lo mismo. Así que se vive una neutralidad pavorosa de pensamiento y acción desde la sociedad y las supuestas esferas políticas donde las agrupaciones entre amigos y enemigos son un mero espejismo: nuestro escenario político es simplemente un espectáculo, haciéndose imposible lo político. Y es por esto que la democracia tal como se entiende por parte del vulgo no es tal, sino una mera ilusión: el pueblo ni decide ni se beneficia el poder. Lo que vemos no es, en consecuencia, una política real, ni una lucha real. La situación actual no es por lo tanto culpa de los "políticos" nada más, sino de un pueblo que ha renunciado a la lucha, es decir, a lo político.

No obstante, este estado de “neutralidad” no puede durar permanentemente y, por supuesto, lo que yo he dicho no es lo que ocurre exactamente, pues la realidad es más compleja; he construido una aproximación a la realidad, descrito en parte el ambiente del politiqueo español. Bien sabemos que los verdaderos grupos de oposición, al menos en un terreno moral y ético –también en lo económico- están bien machacados por el sistema (los buenos): me refiero a los partidos nacionalistas (los malos). Éstos, siendo una minoría, por ahora, son el gran demonio del sistema. Pero por ejemplo, los disturbios causados por la inmigración en Salt durante el mes de enero u otros disturbios parecidos (e imaginaros que no cesan y se hacen cada vez más afanosos, lo cual no sería descabellado) podrían catapultar a estos partidos nacionalistas como poder político de primer orden (con auténtica capacidad de), al verse buena parte de la sociedad autóctona identificada con dichos partidos. Constituyendo ya estos grupos nacionalistas un enemigo real y no irreal (como ahora, chivo expiatorio) podría reaparecer en la escena española la política, habiendo una clara confrontación y una clara distinción entre “enemigos públicos”. Pero esto es sólo un ejemplo, pues bien sabemos que en el área nacionalista no existe la ansiada unidad: bien harían los líderes de los diferentes partidos nacionalistas leerse a Schmitt o a Thiriart, pues ambos propugnan la “unidad política”.

Sin embargo, recuerdo que en España volvió lo político durante el año 2003 gracias a la Guerra de Irak. Si, ese “a favor” y “en contra” de la guerra favoreció ese regreso a la acción política, esa agrupación según amigos y enemigos ¡a escala planetaria! Para que se constituya lo político da igual que sea por algo moral, o por una confrontación religiosa, simplemente es necesaria esa agrupación según amigos y enemigos y entonces se da lo político:

«Nada puede sustraerse a esta consecuencia de lo político. Y si la oposición pacifista contra la guerra llegase a ser tan fuerte que pudiese arrastrar a los pacifistas a una guerra contra los no pacifistas, a una «guerra contra la guerra», con ello quedaría demostrada la fuerza política de aquella oposición, porque habría demostrado tener suficiente fuerza como para agrupar a los hombres en amigos y enemigos. Si la voluntad de evitar la guerra se vuelve tan intensa que no retrocede ya ante la misma guerra, es que se ha convertido en un motivo político, esto es, que ha acabado afirmando la guerra e incluso el sentido de la guerra, aunque sólo sea como eventualidad extrema». (Pág. 66)



- - Si bien el gobierno de Aznar metió a España en una guerra innecesaria e injusta, vean cómo los opositores, el enemigo político del PP -que en realidad no es tal- de aquellos tiempos (tanto desde las calles como desde la cámara), se pusieron el pañuelo y pasearon las banderas de Palestina, Irak y alguna Gay (es bueno ser palestino o irakí o homosexual, pero no español para esos traidores), paseando igualmente banderas republicanas y banderas rojas con hoces y martillos. Interesantes las pancartas y sus mensajes, incluso hay una que califica de miopes tanto a la izquierda como a la derecha. - -

Y bien, sé que existen diversos episodios pasmódicos en los que se ha dado también el deseado fenómeno de lo político en nuestro país, pero desgraciadamente a lo que se aviene el escenario español es a la neutralidad, a discusiones fútiles y a la asunción de un pensamiento único: para paliar esta carencia de lo político en nuestra vida actual se recurre a regenerar las sempiternas guerras del pasado en lo referido, por ejemplo, a la II República, el franquismo, etc.; a la vez que se soslayan de forma descarada problemas que requieren decisiones precisas y valientes: la inmigración o el independentismo, por ejemplo. Eso “de ir al pasado” es un intento desesperado por mantener en España una especie de escenario político, cuando ese ir al pasado es terreno de estudio de los historiadores y no de cuatro resentidos que se han afiliado a un partido político para dirimir las disputas de sus abuelos o bisabuelos. Y no digo que se deba obviar el pasado, nuestra historia, simplemente digo que es inútil hacer siempre presente el pasado; lo político debería tener otras prioridades, muchas de ellas con la necesidad de una respuesta política inmediata.

Nuestro país -ya refiriéndome al estado como la unidad política y dejando de lado las diferentes unidades políticas que podrían darse dentro de la suprema unidad, el susodicho Estado- ni siquiera tiene enemigos en el exterior. Nuestro país no encuentra enemigos fuera de sus fronteras, el mundo parece para nuestros gobernantes una bella utopía, un mundo armónico donde todos son amigos. Nuestro Estado se lleva demasiado bien con Marruecos, enemigo natural de España, de la misma forma que le está cogiendo el gusto al velo y al islam, por ejemplo. Unos gobernantes que no reconocen a sus enemigos han renunciado a lo político, y todo sea dicho, han dejado a todo un estado despolitizado a merced de lo “extraño”. Y es que las exigencias del mercado no hacen posible dicha hostilidad, hay que llevarse bien y hacer el idiota:


- ESPAÑA VENDE Y REGALA ARMAS A MARRUECOS
- España regala a Marruecos ocho lanzabombas como prueba "de hermandad" 

Pero claro, ¿cómo van a reconocer nuestros gobernantes a su enemigo exterior si ni siquiera son capaces de reconocer enemigo interior alguno? Yo si sé cuáles son mis enemigos, muchos si reconocen al enemigo, pero nuestra lucha carece de la fuerza para constituirse en enemigo de, nuestra lucha carece de la fuerza para constituir lo político.

Sé que se me podrían decir que ETA constituye un enemigo reconocido por nuestros “políticos”. Sin embargo, en mi opinión –que no debe ceñirse con la realidad de otros- ETA no constituye un sujeto político, ni su lucha una guerra. ETA no es más que cualquier mafia de delincuentes. Me niego a otorgar a ETA el estatus político, eso sería reconocer legitimidad al independentismo por un lado y a sus acciones por otro. Las pretensiones de ETA son ilegítimas.

Empero, si tienen estatus político ciertos partidos independistas que deberían estar ilegalizados y sus respectivos líderes metidos en la cárcel por traición a la patria. Estos enemigos de la nación no son vistos como tales por nuestros gobernantes a nivel nacional, depositarios del poder que obliga el ejercicio del Estado; son, por otro lado, enemigos con los que negocian porque no reconocen en ellos a su contrario. No nos sorprenda que hablen de unidad y fortaleza institucional cada vez que se negocia con partidos contrarios a la unidad nacional:


Nótese como el PP, pésimo opositor, simplemente, por inercia, está en contra de la medida del PSOE -sin aportar ningún arguemento, y la indignación no es un argumento-, como el que lleva la contraria a su padre, cuando el PP no puede presumir siquiera de defender la unidad nacional. Mienten como bellacos: el PP también vendió y negoció parte de la soberanía nacional para beneficio de sus intereses con partidos separatistas:


En el estado de la neutralidad, en el estado cuyos gobernantes no reconocen a sus enemigos, los enemigos exteriores vienen a hacer botín a nuestras tierras, los independentismos se hacen fuertes para constituir la más alta unidad política: la creación de un estado-nación nuevo… a la vez que la nación española, poco a poco, pierde soberanía territorial, pierde su identidad, deja de ser España… mientras la banca, como siempre, gana.

«Sería una torpeza creer que un pueblo sin defensa no tiene más que amigos, y un cálculo escandaloso suponer que la falta de resistencia va a conmover al enemigo. (…) es mucho menos imaginable que un pueblo, por renunciar a toda decisión política, pueda llevar a la humanidad a un estado puramente moral o puramente económico. Porque un pueblo haya perdido la fuerza o la voluntad de sostenerse en la esfera de lo político no va a desaparecer lo político del mundo. Lo único que desaparecerá en ese caso es un pueblo débil». (Pág. 82)


Enlaces de interés:
- ¿Qué es metapolítica?
- Manifestaciones globales contra la guerra de Iraq
- SOBRE EL PASADO Y LO PASADO