Ciclo Carl Schmitt y El Concepto de lo Político (III)

LA MORAL POLÍTICA

La desaparición de la división derecha-izquierda no quiere, en efecto, decir que todas las distinciones políticas vayan a desaparecer, sino únicamente que esta distinción, tal y como la hemos conocido hasta un tiempo reciente, ha perdido lo esencial de su significado. Reflejo de una época que concluye, su tiempo pasó.
(Alain de Benoist, Más allá de la derecha y de la izquierda)


Me río de aquellos que dicen que la Falange es la extrema derecha o un partido capitalista

¿Qué es la moral política? Cierto es que me he tirado meses pensando en este concepto y a decir verdad lo tenía muy claro hasta que leí a Carl Schmitt. Bien definí anteriormente el concepto como una política sacerdotal en el que las variantes bien y mal o bueno y malo mutaban en forma de derecha y de izquierda. La derecha dice que la izquierda es mala y se cree con la superioridad de imponernos todo aquello que les parece bueno, la izquierda hace lo mismo, y en eso consiste la política (de haberla) en este país. Esta significación parece valida, pero si nos adentramos en la lógica de Schmitt podemos apreciar que pierde todo su significado, pues como bien he intentado demostrar en los anteriores artículos de esta serie inspirada en el el jurista prusiano, ni siquiera existe lo político en nuestro país, ni confrontaciones reales, sólo cortinas de humo; me explico: esas discusiones no entran dentro de lo político porque no dan soluciones políticas. Esas peleas sobre que la derecha es buena o mala o que la izquierda es buena o mala sirven para charlas de sobremesa en Intereconomía o en la barra de un bar, pero eso no es estrictamente lo político, como he dicho antes. Son peleas absurdas entre hombres autodenominados de izquierda o de derecha que al final actúan de la misma forma a favor del sistema y que piensan más en el pasado que en el presente: si en algo se caracterizan los moralistas de la izquierda y de la derecha es en que se creen herederos de las pugnas habidas en el pasado histórico de nuestro país. No es más que parte del espectáculo mediático en que se ha convertido el escenario teatral de lo supuestamente político. Hoy el PP no parece menos de izquierdas que el PSOE ni el PSOE menos de derechas que el PP, por ejemplo. Además, ambos partidos se han incrustado en una misma línea moral y si bien pueden divergir en lo económico, sólo discuten en las formas sobre cómo llevar un mismo caballo, pero no discuten sobre cambiar de caballo.

Que no te digan por dónde tirar, al final acabarás en el mismo punto
Bien es cierto que esta significación pueda tener alguna importancia en una mente actual y distraída que realmente vea una antítesis clara entre ciertos partidos del sistema porque aprecia en ellos una línea de derechas y en otros una de izquierdas. Pero si por algo me planteé el concepto de “moral política” es porque un partido político realmente revolucionario debería despojarse de la idea de la izquierda y de la derecha (y he de reconocer que Benoist me ha ayudado mucho en esta cuestión) y simplemente amoralizarse políticamente, despojarse de la bidireccionalidad derecha e izquierda para tener toda libertad de maniobrabilidad política: estar por encima de la derecha y de la izquierda. Ahora bien, el que yo diga que el PP o el PSOE u otros partidos del sistema ya no son ni la derecha ni la izquierda no quiere decir nada, simplemente que esos partidos han convergido y avanzan ahora juntos a la espera de que surja una nueva unidad que les haga frente y vuelva a constituirse un escenario político español según amigos y enemigos.

Si bien la derecha ha consistido en cierto conservadurismo moral y políticas económico-liberales más o menos rígidas (posiciones conservadoras, capitalistas, religiosas, burguesas o simplemente opuestas a la izquierda política), si la izquierda se ha caracterizado por políticas sociales ya sea bajo un prisma económico-liberal (Social Liberal), económico-socialista (desde una óptica marxista y progresista, obrerista y proletaria o para con los necesitados) o socialdemócrata, en qué lugar situamos fenómenos como los fascismos o el nazismo, mal encasillados en el extremo de la derecha política. Los fascismos y el nazismo demostraron no ser de extrema derecha pese a muchos, pero ojo, tampoco demostraron estar por encima de la derecha y de la izquierda o ser exclusivamente de izquierdas, sino más bien situarse en la izquierda y en la derecha desde un extremo al otro, recorriendo todo el espectro político en una amalgama de ideas muy interesantes (en esto profundizaré en un futuro ciclo sobre los hermanos Strasser). El propio partido NAZI sería considerado de izquierdas en su época a pesar de su fuerte calado conservador: patriotismo, raza... El propio Erik Norling, en su obra “Los Hermanos Strasser y el Frente Negro” publicada por Ediciones Nueva República, diría lo siguiente:

«Con respecto al nacionalsocialismo, una realidad sobresalía: el NSDAP había sido –fundamentalmente entre 1925 a 1930- un partido de izquierdas; nacionalista sí, pero ante todo socialista» (Pág. 20)

«Insistimos: es erróneo seguir con la vulgata que el NSDAP era un partido de extrema derecha. Para sus contemporáneos, se trataba de un partido nacionalista de izquierdas. Los calificativos “socialista” y “obrero” no fueron nunca un señuelo con el que engañar a incautos. Y, por supuesto, si Hitler era la izquierda, los disidentes del nacionalsocialismo hay que situarlos en la extrema izquierda» (Pág. 22)

El Frente Negro
«Un aspecto sobre el que han insistido –no pocas veces de manera morbosa – los historiadores de la Escuela marxista de la segunda mitad del siglo XX es su rechazo de que el fascismo pueda haber sido un movimiento de izquierdas o, al menos, procedente o con raíces ideológicas en la izquierda. En el caso del nacionalsocialismo –y de buena parte de los fascismos europeos de la primera mitad del siglo XX–, esto fue realmente así. Uno de los afluentes que convergen en el nacionalsocialismo procede de la izquierda y es inequívocamente socialista. Se trata de un socialismo nacionalista –no internacionalista, no marxista–, pero ese socialismo no es, en modo alguno y como se ha repetido hasta la saciedad, un burdo señuelo con el que engañar a obtusos incautos». (Pág. 232)

Así qué ¿cómo calificar al nazismo, al fascismo o al sindicalismo como movimientos de extrema derecha si precisamente su componente nacionalista los convertían en anticapitalistas por un lado y antimarxistas por otro, al renunciar al carácter internacionalista de ambas, y demostraron hacer por su pueblo mucho más que cualquier movimiento socializante marxista o atomizante liberal? Conocer más a fondo la naturaleza de los fascismos, del nazismo y del sindicalismo fue lo que me motivó a replantearme los conceptos de derecha y de izquierda desde un extremo al otro. Como dice Benoist “las ideas no valen por la etiqueta que les pongamos encima. Más que las ideas de derecha o de izquierda, lo único que cuenta es defender las ideas justas”.

La moral política, es decir, la calificación de derechas y de izquierdas, tuvo su auge en su momento, durante el siglo XIX y parte del XX, pero hoy dicha distinción es absurda. Antes si existía una configuración entre amigos y enemigos basado en la burguesía contra el proletariado, en movimientos liberales contros otros socializantes… hasta la llegada de los fascismos. La historia política debería replantarse introducir en la lucha de aquellos años veinte, treinta y cuarenta la variante fascista, sindicalista o nazi como un fenómeno distinto a la derecha y a la izquierda que gozaba de cierta transversalidad, pues bien mezclaban ideas conservadoras con políticas socializantes que se distinguían plenamente por su antiliberalismo y defensa a ultranza de su identidad. ¿Es posible calificarlos como de derechas o de izquierdas? No, hacerlo sería una imprecisión, como mínimo una ambigüedad. Y hoy, en perspectiva, vemos que no tiene ningún sentido.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo una confrontación entre dos formas de internacionalismo aliados (liberalismo y marxismo) contra el fenómeno nacionalista (fascismos, nazismo...). Actualmente esos dos viejos aliados internacionalistas parecen volver a converger, pero carecen de la necesaria oposición que les haga frente: y el terrorismo internacional no es un sujeto político, me niego a darle ese estatus a un “enemigo” casi virtual que hace más por el sistema (pues lo justifica) que contra él. Incidiremos más en estas ideas aun a riesgo de redundarme.

Así que si durante varias décadas la lucha política se configuró según amigos y enemigos en un binomio burguesía contra proletariado y posteriormente en una lucha a escala casi mundial entre internacionalismos y nacionalismos para a posterior triunfo del internacionalismo volver al binomio capitalismo contra marxismo (Guerra Fría), hoy observamos cómo el capitalismo liberal ha triunfado en lo económico y el marxismo en lo cultural, convergiendo: ¡el liberalismo ha ganado el combate económico y el marxismo el cultural! Eso ha conseguido que la derecha y la izquierda pierdan significado, que se desvaloricen, que no tengan un sentido para la actualidad, por mucho que se empeñen en reivindicar dichos conceptos. Son conceptos que deberían estar en desuso, lo mismo que están hoy en día en desuso las palabras “jacobino” y “girondino” o “bolchevique” y “menchevique”.

Pero bien, la lectura de Schmitt me ha ayudado a entender que no existe en la actualidad un ejercicio de moral política en realidad, es decir, una configuración según amigos y enemigos desde lo moral. Hoy, sin duda, se sigue una línea moral específica, que es la marxista cultural. Quien no sigue esa línea queda condenado al ostracismo. Triunfa la neutralidad y el colaboracionismo y toda queja es sólo una apariencia (Ej. Las manifestaciones convocadas por los sindicatos el año pasado). Digamos que la política se ha hecho imposible. Pero los nacionalistas, si nos constituyéramos en un sólido bloque, olvidando las diferencias, podríamos desde lo ético y lo cultural constituir una gran fuerza y devolver a este país su estatus político. Nosotros debemos constituir el enemigo real del sistema y no un chivo expiatorio, nosotros debemos ser esa fuerza de choque revolucionaria que despierte las mientes de nuestros compatriotas. Tenemos que explicarles a nuestros compatriotas quiénes son nuestros enemigos, quieran o no; hemos, por ejemplo, decirles que Mohamed no es nuestro amigo, que el senegalés que vende bolsos tampoco es nuestro amigo,  que el chino que vende bonito y barato no es nuestro amigo, que los independentistas no son gente con la que negociar, sino enemigos de la patria que deberían estar en la cárcel y sus correspondientes partidos ilegalizados, que las feministas y sacerdotes de la "tolerancia" son también unos traidores, bufones subversivos, máximos exponentes de la degradación de nuestra cultura; hemos de afirmar que la chica blanca que se va con un ser extraño a su herencia genética es una traidora y una cualquiera, que quien se casa con un extranjero no eurodescendeiente es una mujer devaluada y que aquella que no dé hijos blancos a Europa es una mujer fracasada; hemos de ser firmes y mostrarnos con dureza y convicción, hemos de concienciarnos de que estamos ante una lucha aun por hacer. La confrontación del futuro hemos de llevarla a cabo nosotros los disidentes contra el sistema, hemos de encumbrar a la disidencia a nuevo modelo de sistema atacando desde lo ético, desde lo cultural y desde lo económico (generando de esta forma lo político, encumbrándonos a lo político como nueva fuerza que es capaz de declarar una lucha, unas intenciones y la guerra a su enemigo). Disidencia contra Sistema es la nueva configuración posible según amigos y enemigos, y en ella no juega papel alguno la derecha y la izquierda. Es de nuevo el nacionalismo contra el internacionalismo, el anticapitalismo contra el capitalismo, es la proposición de banca pública contra la banca internacional, es la invitación de un estado corporativista y nacional contra un modelo mundialista que crece a costa de la soberanía de las naciones, es una guerra a favor de la identidad contra la destrucción de las identidades, es la defensa de la raza contra el mestizaje, es la metapolítica contra la politiquería… Y quien quiera definir eso en conceptos de derecha y de izquierda que lo haga, pero a mi modo de ver caerá en un gran error: no existen los conceptos eternos.■