ÜBERMENSCH

Habla el martillo

«(...) ¡lo superior no debe degradarse a ser el instrumento de lo inferior, el pathos de la distancia debe mantener separadas también, por toda la eternidad, las respectivas tareas! El derecho de los sanos a existir, la prioridad de la campana dotada de plena resonancia sobre la campana rota, de sonido cascado, es, en efecto, un derecho y una prioridad mil veces mayor: sólo ellos son las arras del futuro, sólo ellos están comprometidos para el porvenir del hombre. Lo que ellos pueden hacer, lo que ellos deben hacer jamás debieran poder ni deber hacerlo los enfermos: mas para que los sanos puedan hacer lo que sólo ellos deben hacer, ¿cómo les estaría permitido actuar de médicos, de consoladores, de «salvadores» de los enfermos?... Y por ello, ¡aire puro!, ¡aire puro! Y, en todo caso, ¡lejos de la proximidad de todos los manicomios y hospitales de la cultura! Y, por ello, ¡buena compañía, la compañía de nosotros!, ¡o soledad, si es necesario! Pero, en todo caso, ¡lejos de las perniciosas miasmas de la putrefacción interior y de la oculta carcoma de los enfermos!... Para defendernos así a nosotros mismos, amigos míos, al menos por algún tiempo todavía, de los dos peores contagios que pueden estarnos reservados cabalmente a nosotros, - ¡de la gran náusea respecto al hombre!, ¡de la gran compasión por el hombre!... (…)»

FRIEDRICH NIETZSCHE, LA GENEALOGÍA DE LA MORAL (Un escrito polémico). Alianza Editorial, año 1998. BA 0610, Pág. 160-162. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.


«¡Quiero acabar con toda mi humanidad!», ¡Siiiii!, ¡sea este mi grito de guerra! ¡Quiero acabar con todo lo que me hace hombre!, ¡quiero superar todo lo humano y mi mortalidad!, ¡quiero ir más allá de lo que me hace ser igual que toda una especie biológica y más que aquello que me hace ser como ente individual absoluto! ¡Quiero alcanzar al máximo mi voluntad de poder!, ¡quiero destruir muchos valores y crear algunos nuevos, también recuperar algunos olvidados! ¿Por fin se acabaron los tiempos de la piedad y de la compasión, vuelven los seres de conciencia imperturbable? No lo sé, ¡pero aquí estoy yo! ¡El malvado para los crucificados, el bueno para los fuertes y puros, para los de la moral primigenia, para los de la moral anterior al charlatán de la plaza! Quiero ser el superhombre, ¡os digo!, superhombre no como hombre, sino como superación de todo lo anterior. Quiero ser un Dios, un ser que transcienda de su propia naturaleza y alcance una mayor. Quiero poder, quiero poder disponer de las vidas de los hombres y alcanzar ideales que nos lleven a la gloria, a ellos y a mí, para dignificarles y hacerles sentir triunfantes en una nueva vía mucho más noble y más pura, más natural y más auténtica, donde la realidad se siente en carne viva: la guerra será nuestra honra y la lucha nuestro oficio, ¡nuestro orgullo! No es la razón la que nos llevará a la paz, ni el derecho-humanismo, sino nuestra sangre, nuestro sudor, nuestro plomo y nuestro acero, sólo esto ha salvado a los hombres. Quiero hombres obedientes, hombres educados en el deber y en el sufrimiento, quiero hombres que desprecien las comodidades y la banalidad, quiero hombres que no sean hombres, que sonrían ante la muerte y que ante la vida gocen como niños pequeños jugando a la guerra. Quiero hombres de grandes miras y que sean soberanos en la medida que se comprometen y luchan por propia voluntad, es decir, que obedecen a voluntad y saben ver cuando la causa es una bella causa y un líder un gran líder, el LÍDER. Que silben las balas, yo quiero luchar, yo quiero devastar, yo quiero ser esa bestia que llevo tanto tiempo manteniendo quieta y ascender en mi vía espiritual. Quiero purificar mi tierra, ¡y la sangre!, quiero dar hijos al mundo y que éstos den prolongación a mis actos, y que me superen, y defiendan todo lo bello y noble que nos hace ser lo que somos. Quiero morir en el campo de batalla y que los hombres canten mis hazañas, quiero ser paradigma, Dios y gloria para los hombres, quiero ser la meta de todos aquellos que quieren alcanzar el superhombre.■