EL FRACASO: EL FRACASADO Y SU VICTIMISMO


Hay muchos tipos de fracasados. Me detendré sólo en dos. Uno de ellos es el fracasado que está orgulloso de su fracaso y quiere en ello ser reconocido, así que no os corroa el veneno de la pena por él. Este tipo de fracasado se aprovecha del romanticismo de muchos personajes habidos en la historia o en los libros. Se aprovecha del estado hoy normal de cosas que ha hecho creer a la masa que el fracaso te otorga cierta superioridad moral o el estatus de víctima, lo que te da también superioridad moral. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que ser un fracasado te dé superioridad en algo? ¿En qué se basa esto? ¿Por qué necesariamente una víctima? A mí no me entra en la cabeza. No quiero decir que un fracasado no tenga en cierto momento razón, ¿pero ya, de entrada, ser fracasado te facilita superioridad moral y la razón?

Este tipo de fracasado es fracasado incluso cuando triunfa, pues este fracasado habla en nombre de los perdedores, se erige como mártir de las causas perdidas. Observareis que aquí, más que fracasado, hay pose de fracasado. Y es que este tipo de fracasado se inventa hasta sus fracasos. Es el rey del fracaso, es el rey de la derrota, y siempre será por culpa de alguien más fuerte, por alguien que supuestamente le oprime, la razón por la cual no consigue el éxito anhelado. El fracasado, en este caso, es también un oprimido, o más bien un victimista. Y se siente tan oprimido que se oprime a sí mismo. En batalla eterna contra sigo mismo y gracias a las psicologías modernas llega al propio auto-odio... Luego se vanagloria de ello: me odio, soy un ser mediocre, debo desaparecer... ¡Se vanagloria de su propia culpabilidad por existir, de su debilidad, de su podredumbre!

¿Qué estado de cosas ha propiciado todo esto? ¡Qué estado de cosas ha hecho posible que esta pose de fracasado, que este auto-odio, se ensalce como un don de humildad! La respuesta es sencilla, después de más de 2000 años la pregunta tiene fácil respuesta. ¡Los esclavos pueden hablar! ¡Maldita sea!

La figura del fracasado tiene muchos ejemplos en la literatura y en la historia. Casi ninguno de ellos responde al fracasado definido anteriormente. Y entramos de lleno en la segunda figura que quiero exponer.

Si existe romanticismo en estos seres creados por los más agudos ingenios o surgidos por los más enrevesados contextos históricos es porque se trata de seres que nunca han cejado en el empeño por algo, porque son luchadores empedernidos que prefieren la mayor de las derrotas y su honor intacto a recular y vivir mancillado. A ellos la derrota no les hunde, no es motivo ni escusa para ceder, sino más bien lo contrario, es la motivación. Fracasa constantemente, es decir, sus acciones no alcanzan la meta, pero sus miras están en la victoria, en la gloria, en el reconocimiento de sus hazañas por algo noble. Este fracasado tiene un aire voluntarioso, un aire distinguido e ingenuo, una inclinación hacia arriba que les obliga a luchar por valores más elevados que ellos mismos; y puede que por ello ya se hayan superado en parte. Su fracaso se mide por las acciones. El fracaso no está por lo tanto en el espíritu, que sólo tiene las miras puestas en la victoria, en el triunfo, en ¡la gloria!

Esto me hace pensar que qué importa fracasar o no, lo que importa es vivir la vida lo más intensamente posible sin renunciar en cada momento a lo que uno es y a lo que cada cual quiere proyectarse.

Se habla de que el nacionalsocialismo, por ejemplo, surgió de las cenizas del fracaso de la Primera Guerra Mundial. Su ascenso al poder es definido, por parte de muchos, sin que ello resulte escarnio, sino un matiz romántico, como el ascenso victorioso de una masa de fracasados o de una masa que más que fracasada, surgió del fracaso y estaba condenada al fracaso. Y es que el fracasado de verdad está condenado a ello. El fracaso real es el tema central de la tragedia moderna, y no una pose, ni una forma de vida, ni algo que deba infundirnos pena. Es el sino posible de los hombres heroicos, de los hombres fuertes que dan el todo por el todo aún a riesgo de quedarse con nada.■