CIORAN, SU BREVIARIO Y LOS FANÁTICOS



Mi admiración por el filósofo rumano Emil Michel Cioran no es por estética esnobista o por extravagancia, sino por complicidad, por tener en su voz mi propio mensaje pero con una lucidez plena. Tal vez suene petulante lo que ya he escrito pero no puedo evitar que sea así. Aún recuerdo un día en el Instituto, tendría unos dieciocho años, cuando mi profesor de filosofía se dirigió a mí y me dejó un libro, diciéndome: «léetelo, esto deja a Nietzsche en ridículo en cuanto a contundencia». Así fue como conocí a Cioran y su libro Breviario de Podredumbre. Reconozco que no lo leí entero, era demasiado para mí entonces, tan claro, tan esclarecedor…

En él encuentro a un guardián de la desesperanza, la voz de un hombre que es “un destructor de valores”, de lo establecido, del propio hombre. Su desprecio por la vida es la antítesis de la vitalidad nietzscheana y sin embargo los dos son estandartes de un nihilismo que para mí, como para Nietzsche (o así creo), debería suponer una forma de destruir los valores establecidos para luego, mediante la voluntad de poder, crear unos nuevos valores (la transvaloración) que devendrían de la mano del hombre nuevo, del superhombre, que no se deja esclavizar y que es dueño de sí mismo. Sin embargo, Cioran basa su nihilismo en su esencia más pura, no como un camino, sino como una forma de vida por sistema y una certeza, pues en ella se basa toda su filosofía, que a la vez es existencialista porque nace de su propia vivencia. No es escéptico, ni relativista, Cioran derrumba todo, cuando dice NADA es nada, es negar todo, hasta negar la negación, hasta negar el propio nihilismo; su teleología es el propio vacío: la esencia de todo nihilismo auténtico.

Siempre he sentido inquietudes y he tenido ganas de conocer. Mi curiosidad me llevaba a la reflexión desde fechas muy tempranas en mi vida, creo que antes que adulto ya fui un aprendiz de filósofo forjado en el noble ejercicio del pensar. Y no es vanidad, ni estoy auto-biografiándome, simplemente supongo que solamente un ser solitario puede adentrarse en las palabras de Cioran, que en un principio pueden resultar vertiginosas, sin sufrir demasiado.

Pero adentrémonos en el texto, palabras con las que se inician Breviario de Podredumbre. Está parcialmente y por eso tantos puntos suspensivos. Nunca olvidaré su contundencia, el impacto que supuso en mí en una primera lectura, ¡Cioran es el único escritor-pensador que me ha dejado con la boca abierta!

Genealogía del fanatismo

En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas. (…)

(…) Incluso cuando se aleja de la religión el hombre permanece sujeto a ella; agotándose en forjar simulacros de dioses, los adopta después febrilmente: su necesidad de ficción, de mitología, triunfa sobre la evidencia y el ridículo. Su capacidad de adorar es responsable de todos sus crímenes: el que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si rehúsan. (…) No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la Inquisición o la reforma. (…) Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático. (…)

Me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir «nosotros», con una inflexión de seguridad, invocar a los «otros» y sentirse su intérprete, para que le considere mi enemigo. (…)…los fanáticos torturan y los «idealistas» arruinan. (…)

(…) El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo. No hay seres más peligrosos que los que han sufrido por una creencia: los grandes perseguidores se reclutan entre los mártires a los que no se ha cortado la cabeza. Lejos de disminuir el apetito de poder, el sufrimiento lo exaspera; por eso el espíritu se siente más a gusto en la sociedad de un fanfarrón que en la de un mártir; y nada le repugna tanto como ese espectáculo donde se muere por una idea... Harto de lo sublime y de carnicerías, sueña con un aburrimiento provinciano a escala universal, con una Historia cuyo estancamiento sería tal que la duda se dibujaría como un acontecimiento y la esperanza como una calamidad...

E. M. Cioran. Breviario de Podredumbre. Suma de letras, S.L., enero de 2001, págs. 29-34. Traducción de Fernando Savater.

El fanatismo es un tema que hoy en día resulta de una actualidad clamorosa. Pero… ¿Qué es el fanatismo? ¿Tal vez una tendencia del hombre hacia la violencia provocada por el uso exacerbado e indebido de los ideales?; ¿Y cómo se forja a un fanático? ¿A través del significado que el hombre establece a un ideal que requiere de la violencia para tener sentido y ser defendida? En el primer párrafo del texto ya nos advierte Cioran del génesis de toda religión o doctrina y, sea dicho de paso, de todo vehemente: el fanático es en sí mismo el creador de toda doctrina o ideología, o así se podría interpretar a través del texto. Pero las ideas no pueden hacernos daño por sí mismas, no son ellas las fanáticas, sino que es el hombre quien hace de ella un arma de fuego que acaba finalmente manchándose de sangre, dando lugar al fanatismo y a la barbarie: «En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo», diría Cioran.

En nuestros días vemos como en todo el mundo árabe y en otras zonas de nuestro orbe se están creando los caldos de cultivo para la generación de exaltados con la voluntad de perder su vida si es necesario: no existe arma más mortífera, ni más peligrosa ni más letal que aquel ser que no teme por su vida. ¿Pero quién contribuye a todo ello? No solamente unos hombres volcados en lucrarse y defender sus propios intereses, para lo que proyectarán en ella sus llamas y sus demencias, sino un drama humano donde convergen la pérdida, el hambre, el sinsentido y la tristeza, que obligan a muchos hombres y mujeres a esa lucha sin cuartel, a esa lucha fanática por curar su dolor y perpetrar su venganza. La Yihad no es otra cosa que una venganza del mundo árabe a nivel popular, sentida y deseada por muchos, y una lucha de intereses petrolíferos y de carácter energético a nivel de élites que luchan por un trozo del pastel. Son esas élites las que forjan a los fanáticos, los que provocan la desgracia para que los inocentes luchen por ellos. Y en estos términos, tanto Occidente como el resto del mundo tienen mucho que decir, mucho de culpables y seguramente muy poco perdonable.

Sin más, que sirva el texto de Cioran como una invitación para reflexionar sobre el fanatismo y la propia barbarie y sin razón que emerge, se crea y se proyecta a través del ser humano. ■