REFLEXIONANDO CON EL TAO



Las armas son las herramientas de la violencia;
todo hombre decente las detesta.

Las armas son las herramientas del miedo;
el hombre decente las evita.
Sólo con el mayor refreno
y en la más extrema necesidad
las usará si a ello es compelido.
La Paz es el valor más elevado.
Si la paz ha sido alterada,
¿cómo podría estar contento?
Sus enemigos no son demonios
sino seres humanos como él.
No les desea mal.
No se regocija en la victoria.
¿Cómo podría regocijarse en la victoria
y deleitarse en la matanza?

Él entra en batalla gravemente,
con gran pena y compasión,
como si a un funeral asistiera.

(TAO TE CHING (versión de Stephen Mitchell), de Lao Tse. Alianza Editorial, edición en «El libro de Bolsillo», con ref. H 4115. Fragmento completo Cap. 31, pág. 73)■




El TAO es una de las joyas de la Humanidad, de hecho supone una cumbre del trascendentalismo psíquico-espiritual y un sendero hacia la iluminación o consciencia objetiva. Creo lógico que todo el mundo se queda en halagos pues si leemos el TAO y observamos el mundo es de suponer que o no conocen el TAO y no han visto un sendero que recorrer, o simplemente no saben leer o viven en la indiferencia más pusilánime e indolente que puede arrastrar el ser humano sobre su cuerpo, un cuerpo sin alma, muerto, solamente carne y huesos.

Habría querido hacer un extenso análisis del libro TAO TE CHING como ya hiciera con la novela 1984, pero me advirtió un iniciado en estos temas que no cayera en el intelectualismo. Y es cierto, pues del TAO en realidad no se puede hablar, cuanto más hablamos de él (y lo dice el propio TAO) menos se conoce y entiende. El Tao simplemente hay que vivirlo; nos adentra en el mundo de los contrarios, en cómo todo se complementa, cómo la vida es una cuestión de tira y afloja. Llevar una vida contemplativa, la no-acción, vencer el deseo y desterrarlo, dejar que todo fluya... eso es lo que nos enseña el Tao; y todo tiene una finalidad: LA PAZ; que es el valor supremo, tanto en el TAO y en el hombre de bien como en cualquier religión del mundo, aunque algunos tachen a ciertas religiones como violentas.

De todos los poemas del TAO, he elegido el que podéis leer más arriba de nuevo. Creo que define perfectamente al hombre que no tienen más remedio que dejar aparte sus principios y adentrarse en un mundo de violencia para restablecer el orden del Tao, que no es otra cosa que la no-acción y que las cosas fluyan sin mediación externa: "debemos vivir con la naturaleza y no como si la naturaleza fuera un ser del que pudiéramos abusar; vivimos en ella y el daño que le hacemos es daño que nos infringimos".

También he de decir que el hombre de bien al que se hace referencia en el poema es un hombre que no existe, es el guerrero con honor, aquel que respeta a su enemigo, que lo venera y en cierta medida lo ama. Hablamos de los hombres de la buena guerra, de aquellos que ven a sus enemigos como a sus iguales y no como a demonios. Los hombres valían lo mismo. Hoy en día nos encontramos con que las vidas no valen nada, y si es cierto que antes tampoco, en ninguna época, al menos tenían honor y unos valores más verdaderos, de auténtico peso, hasta la palabra tenía un valor: creo que antes los hombres tenían más dignidad, ya fuera cual fuera su condición a pesar de las excepciones. Hoy en día el hombre vive lejos del TAO, vive lejos de cualquier fuente purificadora, envenenándose con la guerra, con las cruces, con los odios. De los 26 años que llevo viviendo creo que el mundo que he heredado en la actualidad es el más desalentador, desesperanzador y enfermo, pues todo está recubierto de una gran falsedad e impregnado de una fuerte psicosis y esquizofrenia que nos está empujando a una destrucción que se resume un suicidio colectivo de dimensiones globalizadoras.

Antes tenía unas fuertes convicciones políticas, ahora creo que he desterrado todo prejuicio ideológico y soy más libre, incluso más libre que cuando maté a Dios de mi cabeza. Mi nihilismo es sano, es vitalista y hasta puede complementarse con el TAO. No dejo que todo fluya porque sí, aunque ese flujo del que habla el TAO es incontrolable, al menos el de la energía espiritual. Supongo que no vale la pena luchar por nada, hemos tenido siglos y siglos para resarcirnos y solamente vamos a peor, ¿acaso no hemos aprendido algo? Y no es desesperanza, ¿acaso creéis que vale la pena mover un dedo por gente que consiente un mundo así? Yo he intentado cambiarlo, he luchado a mi manera y solamente me he llevado insultos. Nada más que me queda mi círculo de amistades y mi mujer, y así creo que seré feliz, más feliz que preocupándome por todas las injusticias. La mayor injusticia es tener que vivir en un mundo enfermo y sin alma, en un mundo desterrado de sí mismo, que odia y que se odia y que no cesa de autoflagelarse. ¿Qué queda entonces? Queda uno mismo, que es el camino más difícil, el reinventarse, el volver a crear un mundo propio mediante la voluntad de poder, el volver a la nada, al folio en blanco para luego resurgir de las cenizas hacia una nueva vida. Una vida en la que pueda purificarme, en la que pueda vencer al deseo, a la lujuria, a todo lo que me hace daño y que detesto y a lo que aún así reincido de nuevo. El deseo es una droga incontrolable, la lujuria un vicio maltratador del espíritu… Una vez curado puede que vuelva a dar algo a los demás, a entregarme fervorosamente a la digna e imposible tarea de cambiar el mundo.

LA UTOPÍA ESTÁ CERCA DE NOSOTROS, PERO TENEMOS DEMASIADO MIEDO PARA ALZAR LOS OJOS AL HORIZONTE.

Se despide cordialmente hasta el próximo POST,
DAORINO.■


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