Relaciones España - Latinoamérica El ayer y el hoy de las relaciones de España con sus antiguas colonias americanas


En el contexto de la crisis diplomática entre España y Venezuela, en Foro Identidad debatimos sobre la relación entre nuestra nación y ese conjunto de estados americanos en el seno del cual se halla la misma Venezuela.

Lo primero que queda claro es que, si queremos que el análisis no lo sea de situación e inmediatista, hay que abordar en profundidad todo el entramado económico, político e institucional de la relación entre España y ese grupo de naciones americanas. Y en este sentido aparecen varios condicionantes que no se pueden olvidar. En primer lugar, está el hecho de que históricamente las relaciones entre una metrópoli y sus ex-colonias han sido problemáticas. Tampoco podemos dejar de lado el punto de vista de que Venezuela, al igual que la mayoría de las ex-colonias americanas, accedió a la independencia hace ya casi 200 años y que la presencia e influencia española desde entonces fue decreciendo. La responsabilidad de España por lo que ocurre ahora en América Central y del Sur es bastante remota, por tanto. Se propone, en este sentido, que la relación de España con las ex-colonias de América debe ser ya como las existentes entre España y cualquier otro país no europeo. Frente a esta idea aparece la reivindicación de la importancia que para nuestro país tiene el liderazgo en América con un cierto papel de intermediación y los lazos que aún continúan. Entre éstos se habla de cierta deuda histórica contraída con aquellas jóvenes naciones. También del ejemplo de transición a la democracia que España supuso para los estados dominados por dictaduras en aquella parte del mundo. Se tiene la percepción, desde este planteamiento, de que desde 1975 las relaciones con aquella América empezaron a incrementarse, tanto en un plano social como sobre todo económico (fuertes inversiones de empresas españolas en la zona, que son consideradas por parte de algunos como positivas por cuanto aportan capital, tecnología y empleo) proceso que continuó hasta 1995, cuando parece que algo empezó a cambiar en el plano social, no así en el económico. Y aquí, desde esta posición, se introduce otro elemento importante: el papel de Estados Unidos en las crisis que se han producido entre España y sus ex–colonias americanas, debido a los inmensos intereses comerciales que el coloso del norte de América parece tener en el resto del continente. En este sentido se hace preciso denunciar el beneficio manifiesto que Estados Unidos obtiene del deterioro de las relaciones de España con el centro y el sur de aquel continente.

Un punto de vista distinto viene tras la idea de que una mal potencia colonizadora, como España, difícilmente va a tener una influencia efectiva en sus ex-colonias. Por esto y por otro tipo de razones, España debe centrarse en Europa y en desarrollar sus propias potencialidades, olvidándose de aventuras transatlánticas. La nación española no debe defender intereses de empresas de capital volátil. El concepto de “empresa española” es un concepto vacío en el universo de la globalización. Una cosa es aquello que se denomina empresa española y otra muy distinta es el pueblo español, que en su inmensa mayoría no tiene relación con las aventuras que las “empresas españolas” desarrollen en aquellos territorios. Hay que evitar a toda costa esta identificación, muy interesada. Y, como se advierte desde otro discurso, distinto pero en este sentido concreto complementario, el concepto de liderazgo o de intermediación puede ser molesto para el indio.

Pero, se insiste, no podemos olvidar nuestra deuda con aquellas naciones. Tenemos cierta culpa, como responsabilidad consciente, como culpa consciente que hay que reparar, al menos como reconocimiento. Ante esto se contraargumenta: si entramos en una dinámica reparadora, ¿dónde fijamos el límite temporal? La invasión y el sometimiento de otros territorios ha sido patrimonio de muchos pueblos, europeos y no europeos, y España no ha estado libre de ello, unas veces como invasora y otras como invadida. También se invita desde esta réplica a no acabar embaucado por el mito del buen salvaje.

Un tema tangencial al núcleo del debate desarrollado, pero muy interesante y surgido a última hora, es el del origen de la leyenda negra contra España, sin duda de factura inglesa y francesa. Y relacionado con esto último, la relación entre la masonería y el proceso independentista en aquellas tierras, ante la evidencia de que el propio Simón Bolívar era masón.■