LEAVING LAS VEGAS


Leaving las Vegas es una película de Mike Figgis basada en la novela de John O'Brien (de mismo nombre) y protagonizada por Nicolas Cage y Elisabeth Shue. La película es, y lo digo sin vacilar, fascinante: Nicolas Cage hace el papel de su vida y Elisabeth Shue sale preciosa, encandilando a la cámara y derritiendo mi libido como una diosa dulce, alegre y sabia. Shue me lleva a un estado de excitación hipnótica, de la misma forma que Nastassja Kinski, con su mirada, me dejó clavado en Paris, Texas, esa genial película dirigida por Win Wenders. La película retrata los submundos del alcoholismo y de la prostitución, dejando escenas impresionantes y una interpretación de Nicolas Cage sobrecogedora y creíble, muy creíble, podría decirse casi real.

Leaving las Vegas retrata la vida de dos personas perdidas en medio de este vasto mundo, a dos personas sin ilusiones y sin rumbo. Son como dos barquitos de papel en el agua, hundiéndose poco a poco, derritiéndose y deshilachándose, hasta que son absorbidos por el agua, que en este caso bien podría tratarse de una botella de burbon. Un borracho, una prostituta... ¿Quién da más? Uno que quiere morir atiborrándose de alcohol, otra que es maltratada y desechada por su condición de mujer de alquiler... Lo peor y lo mejor de la sociedad de las Vegas se mezclan como uno de los cocktails de BEN (Nicolas Cage) mientras SERA (Shue) le mira comprensiva sabiendo que no puede hacer nada por él ni por ella misma. Las luces de Las Vegas les guiñan y parecen simpáticas, pero es el infierno, que se viste de gala.

Leaving Las Vegas es una historia de amor, y no una cualquiera, el amor se ensalza y brilla y copula en toda su fastuosidad, pero no triunfa. Ni salva a Ben ni hace plenamente feliz a Sera pero sobrevive en lo macabro de sus vidas. El fracaso del amor, el no existir un final feliz, es uno de los grandes logros de la película y del libro del que está basado. Es como en esas películas donde gana el malo. Pero no crean que porque no triunfe el amor fuera menos potente, con menos garra o fuerza, al contrario. El amor residía en una aptitud del uno hacia al otro muy escasa en las relaciones habituales de hoy en día y de siempre: en aceptarse mutuamente, daba igual la condición. Para mí esa forma de amarse tiene mucha más profundidad y mucha más verdad que la forma de amarse de las dichosas parejas estereotipadas que nos quieren enseñar en casi todas las películas y que se viven en la calle y en las casas durante el día a día, donde solamente se pretende ceder al uno o ceder al otro, haciendo concesiones de la personalidad de cada uno para posteriormente convertirse en lo que la otra parte de la pareja quiere que seamos. En Ben y Sera el amor es realmente auténtico porque ellos son auténticos sin ceder nada de lo que son, soportándose y viviéndose mutuamente todas las penurias.

Después de lo visto, tendré muchos sueños con Elisabeth Shue. Me la imagino en mi regazo, enseñándome los pechos y acariciando mis mejillas con sus pezones. Ahora soy Ben y bebo de ella, que se verte alcohol, mucho alcohol en su cuerpo cálido y suave. La vida es magnífica, es pasional, es uno de esos momentos que viven en la eternidad de cada uno y que sobreviven a la muerte. Pero soy Ben, y le diría: Eres una droga que mezclada con alcohol me mantiene en equilibrio. Sera me miraría inquieta, no sabía que tuviera ese efecto. Creo que sería un sueño inolvidable.

Finalmente, recomendaros, cómo no, esta fortísima y magnífica película, de la cual podrían comentarse parrafadas y parrafadas sobre cosas ya dichas sobre el alcoholismo y la prostitución. Yo creo que os cuento lo esencial, el mensaje de la película; y es que el amor no puede con la muerte y no siempre dan ganas de vivir.■

Enlaces de interés:
- http://sobreelmundodelcine.com/2008/01/18/leaving-las-vegas-la-fortaleza-del-amor-debil/
- http://luppanar.blogspot.com/2007/09/leaving-las-vegas-adis-las-vegas-1995.html
- http://www.elmundo.es/papel/hemeroteca/1996/03/02/esfera/91708.html