
Esta película dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris ganó en el año 2007 diversos premios en varios festivales, entre ellos dos Oscar: el de mejor actor secundario (por la interpretación de Alan Arkin) y el de mejor guión original (de Michael Arndt). Pero la película no merece mancillarse por la entrega de premios, creo que es más digno que se mancille con mi comentario, que supongo supondrá toda una profanación.
Pequeña Miss Sunshine es una pequeña obra maestra que, aunque menuda en tiempo (se hace corta) y en medios, es grande en contenido. Cada uno de los personajes encierra en sí un drama, un sueño y un objetivo, aunque algunos aguarden únicamente el drama, habiendo perdido todo sueño y todo objetivo. Juntos forman una familia que en su conjunto se quiere pero que a veces no sabe expresarlo o no lo reconoce; ni siquiera se comprenden aunque exista cierto respeto y tolerancia, que a veces puede verse empañado por algunos comentarios malintencionados o ciertas discrepancias, las cuales parecen inherentes en cualquier tipo de relación.
Rodada al estilo road movie gran parte de las escenas, Pequeña Miss Sunshine brilla por su originalidad y por suponer un soplo de aire fresco dentro de tanta basura fílmica. Corrosiva, irónica, crítica… esta película lo tiene casi todo. El talento se impone una vez más dentro de Hollywood ante sus propias producciones de alto presupuesto, algunas pomposas, otras extremadamente pretenciosas, que solamente aspiran a hacer taquilla para ser posteriormente olvidadas. Supongo que esta película aspira en cierto modo a ser un paradigma, a ser la prueba patente de cómo un cine sencillo, donde cada personaje y el guión son el punto fuerte y dominante, puede triunfar y ser de una gran calidad.
Para muchos es vitalista, pues a uno le entra esa euforia de querer comerse el mundo, de no perder la esperanza, de no echarse nunca atrás. Pero ahondemos en su mensaje, que sin duda tiene que ver con lo anterior. El fracaso y el éxito se enfrascan en un solo elemento como el aroma o el elixir al que debe oler Pequeña Miss Sunshine. Con la enseñanza de que el fracasado es aquel que tiene miedo del éxito o aquel que se ha dado por vencido, vemos como la voluntad de cada personaje se crece a cada instante. De hecho, algo tendrá que ver Nietzsche en todo esto, pues uno de los personajes tiene cierta admiración por el filósofo europeo, teniéndolo como ejemplo. La Voluntad de Poder (La Vida), el ser fuerte y obstinado en un objetivo, el levantarse en la derrota y no sentirla como fracaso, esa parece ser la moraleja o máxima de la película. Pero yo no veo todo tan de color de rosa. En el éxito tan ansiado también puedo ver cierta ambición nada sana, es casi como un enaltecimiento al grande y estereotipado hombre norteamericano, emprendedor y amigo del dólar, carácter que puede verse en el padre de la familia protagonista de la película.
Aún así, no descarto el mensaje positivo que pueda tener el film. En definitiva, como dice el personaje especialista número uno en Proust, el fracaso puede ser la cuna del éxito, una fuente de creatividad dirigida hacia la victoria, porque cuántos se acuerdan de los triunfadores si antes no han sentido las mieles de la desesperación y del fracaso. El convencimiento de querer ser un triunfador es en sí mismo una manera de abocarse al fracaso (aunque con una sonrisa bobalicona); ¡¡así vive esa cutre e idiota muchedumbre de viejos optimistas que nos rodea!! A la vida hay que mirarle desde su perspectiva: desde arriba parece limpia, pero se sustenta en una base de estiércol y orines. El mayor fracaso es vivir en una mentira; el éxito, sin embargo, solo reside en que uno pueda conseguir su objetivo, y, si es posible, sin pisotear a nadie. Y creo que esto último también lo muestra la película, que en un final apoteósico, te conmoverá de la misma forma que te hará reír.■
Pequeña Miss Sunshine es una pequeña obra maestra que, aunque menuda en tiempo (se hace corta) y en medios, es grande en contenido. Cada uno de los personajes encierra en sí un drama, un sueño y un objetivo, aunque algunos aguarden únicamente el drama, habiendo perdido todo sueño y todo objetivo. Juntos forman una familia que en su conjunto se quiere pero que a veces no sabe expresarlo o no lo reconoce; ni siquiera se comprenden aunque exista cierto respeto y tolerancia, que a veces puede verse empañado por algunos comentarios malintencionados o ciertas discrepancias, las cuales parecen inherentes en cualquier tipo de relación.
Rodada al estilo road movie gran parte de las escenas, Pequeña Miss Sunshine brilla por su originalidad y por suponer un soplo de aire fresco dentro de tanta basura fílmica. Corrosiva, irónica, crítica… esta película lo tiene casi todo. El talento se impone una vez más dentro de Hollywood ante sus propias producciones de alto presupuesto, algunas pomposas, otras extremadamente pretenciosas, que solamente aspiran a hacer taquilla para ser posteriormente olvidadas. Supongo que esta película aspira en cierto modo a ser un paradigma, a ser la prueba patente de cómo un cine sencillo, donde cada personaje y el guión son el punto fuerte y dominante, puede triunfar y ser de una gran calidad.
Para muchos es vitalista, pues a uno le entra esa euforia de querer comerse el mundo, de no perder la esperanza, de no echarse nunca atrás. Pero ahondemos en su mensaje, que sin duda tiene que ver con lo anterior. El fracaso y el éxito se enfrascan en un solo elemento como el aroma o el elixir al que debe oler Pequeña Miss Sunshine. Con la enseñanza de que el fracasado es aquel que tiene miedo del éxito o aquel que se ha dado por vencido, vemos como la voluntad de cada personaje se crece a cada instante. De hecho, algo tendrá que ver Nietzsche en todo esto, pues uno de los personajes tiene cierta admiración por el filósofo europeo, teniéndolo como ejemplo. La Voluntad de Poder (La Vida), el ser fuerte y obstinado en un objetivo, el levantarse en la derrota y no sentirla como fracaso, esa parece ser la moraleja o máxima de la película. Pero yo no veo todo tan de color de rosa. En el éxito tan ansiado también puedo ver cierta ambición nada sana, es casi como un enaltecimiento al grande y estereotipado hombre norteamericano, emprendedor y amigo del dólar, carácter que puede verse en el padre de la familia protagonista de la película.
Aún así, no descarto el mensaje positivo que pueda tener el film. En definitiva, como dice el personaje especialista número uno en Proust, el fracaso puede ser la cuna del éxito, una fuente de creatividad dirigida hacia la victoria, porque cuántos se acuerdan de los triunfadores si antes no han sentido las mieles de la desesperación y del fracaso. El convencimiento de querer ser un triunfador es en sí mismo una manera de abocarse al fracaso (aunque con una sonrisa bobalicona); ¡¡así vive esa cutre e idiota muchedumbre de viejos optimistas que nos rodea!! A la vida hay que mirarle desde su perspectiva: desde arriba parece limpia, pero se sustenta en una base de estiércol y orines. El mayor fracaso es vivir en una mentira; el éxito, sin embargo, solo reside en que uno pueda conseguir su objetivo, y, si es posible, sin pisotear a nadie. Y creo que esto último también lo muestra la película, que en un final apoteósico, te conmoverá de la misma forma que te hará reír.■