(...) Por último, cabe aclarar que este libro no es sólo para adultos; también lo pueden leer, y sería recomendable que lo hicieran, niños a partir de los trece años de edad (...)
Cuando terminé de leer la historia me dije: ¿para adultos? Con esto quiero decir que pensé desde un principio que el El Niño con el Pijama de Rayas iba dirigido a un público juvenil, pero el editor me deja entrever que la historia estaba enfocada a priori para un público adulto. Esto me sorprende porque si es así me encuentro ante una historia que, si bien es conmovedora, se me antoja inacabada, pues creo que no se explota al máximo (ni siquiera llega a la mitad) todos los recursos; ni se le extrae todo el jugo a los personajes, a la escena, al entorno, etc. A una historia como ésta podría habérsele estrujado hasta conseguir un rendimiento mucho mayor, pues uno espera que ocurra algo pero todo transcurre tapando, sin decir nada, camuflando el lado cruel de la verdad histórica. Se cuenta todo de forma tan sencilla y literariamente es de un nivel tan ajustado que soy incapaz de entender cómo puede haber vendido tanto. El éxito reside sin duda a que está escrito con el corazón y de manera que pueda ser accesible a todo tipo de públicos; es decir, El Niño con el Pijama de Rayas es una obra de una gran voluptuosidad comercial, todo un producto preparado para el negocio puro y duro que será más recordado por la película (que dicen es mejor que el libro) que por el propio John Boyne.
Con lo citado anteriormente no quiero decir que la historia que nos cuenta John Boyne sea mala. Al contrario, me parece de un nivel aceptable si no tenemos en cuenta todo lo citado anteriormente y a que posiblemente el editor esté en un error y realmente la historia sea dirigida a los más jóvenes. Si es así El Niño con el Pijama de Rayas suma más puntos porque ya existe una intencionalidad por parte del autor, que en ese afán de no herir demasiado a los más jóvenes con un tema tan abrupto, obvia un montón de detalles que el lector debe leer entre líneas. El autor quiere darle a la historia un tono de fábula, pero me parece una excusa. Un tema como el de los campos de concentración y el Holocausto, con una construcción de personajes y de escena (como base del libro) tan currado debería haber sido tratado con valentía y visceralismo, con atrevimiento y descripciones desmedidas incluso, no siendo una pluma comedida y cobarde.
El tema principal de El Niño con el Pijama de Rayas es la inocencia y la infancia. Dos niños viven con total ingenuidad una situación cruel. Sus vidas, que dieron su comienzo un mismo día fingen una vida paralela con distinta suerte que acabarán con un desenlace desesperanzador y que les unirá aún más. Y es que todos los niños son iguales, ya sean arios o judíos, ¡a ellos les da igual la raza! La reflexión es en sí de un calado muy profundo, pues nos encontramos ante un tema muy recurrente: seguir ensañándose con el pueblo alemán y ofrecer una imagen de victimismo a un pueblo que no ha sido precisamente pacífico como el judío. Con esto no justifico el holocausto, pero que estas obras no sirvan para justificar las aberraciones que han cometido los judíos y el actual estado israelí como representante del sionismo y de la raza judía.
Los campos de concentración nazi fueron una aberración más dentro de una época de locura. ¿Por qué no se habla nunca de la humillación que sufrió el pueblo alemán después de la Primera Guerra Mundial? ¿Por qué no se hace referencia a los millones de rusos que murieron en la Segunda Guerra Mundial, siendo los peor parados en la Guerra? La Historia se escribe con la pluma del vencedor, ya sea con la sangre de los perdedores o con la suya propia. Es más, si un hombre o un grupo de hombres cometen una falta extremadamente grave con consecuencias incuantificables, todos los hombres como Humanidad habríamos de sentirnos responsables, pues al fin y al cabo la historia es Universal desde la perspectiva del Hombre, dejando a un lado tipos de sangre o las diferentes razas. Así pues, tendríamos que ser abiertamente crueles con nosotros mismos y sentir una gratificante vergüenza ajena por nuestra poca talla ante la Historia, pues ni siquiera somos buenos en la Guerra. Con esto quiero decir que si generalizamos, la Historia no acabará recordándonos por lo bueno, sino por lo malo. ¿Y cómo se escribiría la Historia sin tintes de tragedia? ¿Sabríamos hacerlo?
Concluyendo y retomando el libro de John Boyne, recalcar que El Niño con el Pijama de Rayas es una historia poco explotada que se ha visto absorbida por las exigencias de un mercado literario esclavo de la venta y alejado del arte literario. Seguramente, en manos de un escritor de la talla de Charles Dickens o de cualquiera de los grandes del siglo XIX y comienzos de XX, de los cuales deberíamos aprender (¡¡esos tíos si que sabían escribir!!) habría sido la mejor historia de su época, pues la idea de este libro no deja de ser afortunadamente genial.■