CICLO “Tratado de Ateología” (PARTE I/IV) ATEOLOGÍA



Con esta entrada iniciamos un nuevo ciclo en El Mundo de Daorino donde pretendo hacer un pequeño estudio sobre la Primera Parte del ensayo Tratado de Ateología del filósofo francés Michel Onfray. Este autor, materialista, utilitarista y hedonista, propone una trasvaluación de la moral mediante la filosofía y la ética con la única herramienta de la Razón, alejándose de construcciones mediante la Metafísica y la Religión, negando tajantemente a Dios como idea valida; propone, en definitiva, una nueva era moral y ética, el poscristianismo, y una “física de la metafísica” (subtítulo de este libro).

« ¿La religión? Una invención de los hombres para poder asegurarse el poder sobre sus semejantes. ¿La razón? El instrumento que permite luchar contra todas esas tonterías (palabras de Cristovao Ferreira, citadas por M. Onfray)».

(Michel Onfray, Tratado de Ateología, Editorial Anagrama –Colección Argumentos, nº339-, Barcelona, 2007. Quinta edición. Página 46)

Su ataque al judeocristianismo es imperativo, irrumpiendo como una especie de pos-Nietzsche en el panorama filosófico actual. La tarea de la Ateología es deconstruir los monoteísmos (los tres), desmitificar las religiones (las tres), desmontar las teocracias (las tres) y gritar un sí a la vida, un sí al cuerpo, un sí al Hombre, alejándose como consecuencia de la neurosis, de las patologías, de las quimeras que provoca la fe y la fantasía. Así, este libro pretende ser una cura, una cura para erradicar esas pulsiones judeocristianas asentadas en nuestra cultura y que sobrevivirán a la caída de la Iglesia y de toda jerarquía religiosa organizada, ¡tal es el daño! En las voluntades de los hombres aún dicta una teocracia.

«El ateísmo posmoderno anula la referencia teológica, pero también la científica, para construir una moral. Ni Dios, ni Ciencia, ni Cielo inteligible, ni el recurso a propuestas matemáticas, ni Tomás de Aquino, ni Auguste Comte o Marx; sino la Filosofía, la Razón, la Utilidad, el Pragmatismo, el Hedonismo individual y social, entre otras propuestas a desarrollar dentro del campo de la inmanencia pura, a favor de los hombres, para ellos y por ellos, y no para Dios o por Dios».

(Michel Onfray, Tratado de Ateología, Editorial Anagrama –Colección Argumentos, nº339-, Barcelona, 2007. Quinta edición. Página 33)

Para Onfray es necesario, para construir una nueva moral, “trabajar con la realidad y construir a partir de ella”. Esa realidad existente es la sensible, no hay nada más allá. La realidad ostensible es todo a lo que el hombre puede aspirar, lo demás son divagaciones, imaginaciones de la mente, mentiras puras. El ateo debe vivir libremente ante sí mismo, no debe justificar sus actos ante ninguna divinidad ni llenarlos de la malsana mala conciencia. ¡El ateo ha desacralizado el mundo y lo ve ante sí tal como es, sin cuentos de niños, sin revelaciones, sin negar la vida, sólo con la Razón! El ateo es, en definitiva, un guerrero en constante lucha contra la inexpugnable y recurrente idea de Dios.

En el punto dos de la primera parte de este libro que comentamos Onfray dice claramente que Dios morirá con el último de los hombres, pues todo, hasta lo procedente de sus negadores le justifica de algún modo, dándole peso en “lo real”. A mí esto me lleva a lo siguiente: el ateo es un resentido, un odiador (todo odiador es un resentido), una víctima y un verdugo ante una idea que intenta aniquilar, una idea que a cada golpe recibido se hace más grande. ¿Cómo destruir a Dios, pues? Sería fácil, al menos el decirlo lo es: no pensando en él, ¡ja! Tarea ardua, imposible, tan anclada está la idea de Dios en nosotros. Como conclusión, la idea de Dios es totalitaria; y si bien Dios no es real y por lo tanto no es inmanente en la vida misma, si es inmanente en el Hombre, pergueñador de historietas, crédulo oyente de histerias, parturienta fértil de divinidades.

Para matar a Dios tal vez la Ateología sirva como una forma de enfrentarse contra tal idea inventada, contra la quimera, trabajando con la realidad y construyendo a partir de ella; pero la Ateología tal vez no sea lo suficientemente fuerte como para llegar a la consumación liberadora del deicidio. «Así pues, Dios durará tanto como las razones que lo hacen existir; sus negadores también…» (Michel Onfray, Tratado de Ateología, Editorial Anagrama -Colección Argumentos, nº339-, Barcelona, 2007. Quinta edición. Página 33), sentencia Onfray. ¿Pero cómo matar algo que cobra vida con sólo nombrarla? Dios es como Medusa, que al mirarla te convierte en piedra: negar a Dios casi te convierte en un creyente. Tal vez podría matársele siendo lo contrario que lo produjo: activo, afirmador, valiente, inteligente y consciente de “lo real”; pues Dios no pudo nacer sino del miedo y de la debilidad en tierras yermas, en el desierto. En definitiva, la única forma de aniquilarlo sería hundiéndolo en un profundo olvido: ¡Qué grande debería ser el golpe a nivel planetario para provocarnos “una amnesia de Dios”!

Pero he ahí que el ateo de Onfray no ha de confundirse con un “ateo resentido”: «Aquel que pretende aspirar a la no creencia en Dios, quedándose paralizado en el resentimiento, en el odio hacia lo relacionado con semejante invención. La no creencia, la negación total, sería el Nihilismo. Por lo tanto, el ateo es un mal rumiante porque no digiere ni a Dios por un lado ni su negación por otro -pues negar a Dios es una falsa negación-, por lo que no tiene acceso ni a Dios ni al Nihilismo» (daorino). Este tipo de ateo justifica con sus argumentos una idea ficticia, le da crédito al discutirla, pero para Onfray el ateísmo ha de entenderse como aquello que se opone drásticamente a la idea de Dios, sin darle crédito alguno (citarle debería considerarse como un in-nombramiento); pero en realidad el ateo le debe precisamente a Dios toda su existencia, un ateo que es además moral hasta la casquería y que como el hombre de fe se cree dueño de “lo cierto”: ambos, fe y razón, pretenden el poder: ¡¡A DIOS NO DEBE DE ENFRENTÁRSELE, SINO QUE HAY QUE SUPERARLO SIENDO MÁS!!

El principal problema de la Ateología, señala Onfray, es que no hay vocabulario hecho para la confrontación directa contra la Teología y las Teocracias. Ateo significa muchas cosas, ateos pueden ser gente con una fe incuestionable incluso: ateo es todo aquel que se ha rebelado contra el orden teocrático establecido, todo aquel que hace culto a una religión distinta, aquel que vive libre ante Dios, etc. Así pues, ¿cómo llamar a los negadores de Dios? La palabra a-Dios no existe dentro de los significantes establecidos. Este problema es de suma importancia en esta primera parte del libro que tratamos. Ni siquiera en la Ilustración, abanderados de nuestros ideales actuales, abanderados de las luces y del libre pensamiento, se despojaron del lastre judeocristiano: la adaptaron para los nuevos tiempos. No negaban a Dios, ciertamente, lo aceptaban bajo la sombra del deísmo. Así pues, la Ateología es en realidad algo muy reciente.

Onfray defiende el poscristianismo (una nueva Era para la Razón), una vida alejada de Dios, una vida basada en la realidad y en la verdad; defiende una sociedad hecha para el hombre y por el hombre, un mundo del más acá y no del más allá. Entonces su ateísmo no “parece” contener un resentimiento, sino un sí a la realidad sin Dios. La Ateología es entonces una vuelta a la cordura, a la vida, “salud mental recuperada”, como diría el propio francés. El nihilismo queda totalmente al margen, que para Onfray significa la decadencia del Hombre, una ausencia de valores.

«La época parece atea, pero sólo a los ojos de los cristianos o de los creyente. De hecho, es nihilista.»

(Michel Onfray, Tratado de Ateología, Editorial Anagrama -Colección Argumentos, nº339-, Barcelona, 2007. Quinta edición. Página 57)

Pero he que me inquietan ciertas cosas. ¿Qué lugar ocuparía la razón en un nuevo mundo pos-cristiano? ¿El de Dios? Si se hace cuestión de fe La Razón, mal, si se hace de la razón dogma, mal, si la razón es usada a manera de Dios, peor todavía; pero si se usa la razón para argumentar, observar, desenmarañar, desmitificar, desacralizar y aniquilar la mentira y las quimeras (¡pues para lo mismo que se usa la fe puede manejarse la razón!), estupendo.

Vivimos en un mundo aparentemente laico. Si bien dijimos que la mentalidad judeocristiana sobrevivirá a cualquier Institución religiosa, es debido a su inoculación inconsciente en el hombre durante siglos. Su moral se manifiesta espontánea: nuestra sociedad es la de los lastimeros y de los apenados, de los lastimados y de los penosos… ¡cuánta debilidad! Pusilánimes todos, ¿no nos damos cuenta de que todo funciona a base de piedad y pecado? ¡Razón para la inteligencia pero teocracia para el espíritu! Este es nuestro mundo, pura contradicción. ¿Contradicción o malentendido? ¿A caso la razón que se manifiesta en nuestra inteligencia no está judeocritianizada? Al débil se le ama, al masoquista (al que pone la otra mejilla) se le venera. El mundo sigue igual. Vivimos en el ateísmo cristiano o cristianismo sin Dios, como dice Onfray. Pero esto no es una evolución, es sólo una pequeña castración del cristianismo producto de la Ilustración deísta. Debemos superar esta etapa de debilidad, esta etapa decadente, debemos avanzar, según Onfray, a un ateísmo poscristiano, hacia una nueva era sin religiones y sin Dioses, a una nueva era construida exclusivamente con La Razón, La Filosofía y El Hombre. Pero qué lejos aún del “ateísmo ateo” nos encontramos, pues el hombre no está dispuesto a deshacerse de la fe, más bien al contrario, se empecina en matar por ella, en fanatizar su vida por una mentira, en sufrir una patología, una enfermedad mental: este tipo de ser alza su vista a Dios sin ver nada creyendo que es observado y que son escuchadas sus plegarias, mientras el racionalista poscristiano miraría de frente encontrándose consigo mismo en la mirada de otro hombre.

«La teología deja de ser la genealogía de lo moral, y la filosofía toma el relevo. Mientras que la lectura judeocristiana supone una lógica vertical –desde lo bajo de los humanos hacia lo alto de los valores-, la hipótesis del ateísmo cristiano propone una exposición horizontal: nada fuera de lo racionalmente deducible ni disposiciones en otro campo que no sea el mundo real y sensible. Dios no existe, las virtudes no se derivan de una revelación, no descienden del cielo, sino que provienen de un enfoque utilitarista y pragmático. Los hombres se dan a sí mismos las leyes y no tienen necesidad para ello de recurrir a un poder extraterrestre.»

(Michel Onfray, Tratado de Ateología, Editorial Anagrama -Colección Argumentos, nº339-, Barcelona, 2007. Quinta edición. Página 72)

Pues bien, si los Ilustrados sustituyeron a Dios por la Razón, Onfray pretende sustituir a Dios por el Hombre. Una gran pretensión sin duda. Quiere que seamos solares, nada de luces del siglo XVIII, sino solares, que la razón brille fuerte y poderosa sin brizna de Dios. Y quién sabe si Michel Onfray, como buen francés, da comienzo a una nueva etapa ilustrada o al menos cimenta una buena base para eliminar la florecida simiente judeocristiana en un futuro por el bien de Europa y del Mundo.■


Textos de interés:
- http://www.mundodaorino.es/2009/01/crtica-y-afirmacin-de-lo-real.html
- http://www.mundodaorino.es/2008/11/meditando-sobre-nietzsche-de-lo.html