MI LUCHA


NOTA: El autor de este blog, de ser cierto, condena el Holocausto, además de todo tipo de genocidio; pero defiende, en la misma proporción que condena lo anterior (y son proporciones inabarcables), el derecho a todas las razas y pueblos a existir y a defenderse ante las agresiones externas. Por otro lado, condeno la censura que imprimen siempre los vencedores en la historia y la falsificación que de ella hacen, así como la moralización de ésta y la pérdida de toda objetividad y rigurosidad.

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Por fin me he leído el Mein Kampf, escrito por Adolf Hitler Pöltz. Sin duda me he leído una edición mediocre, con faltas de ortografía y errores de expresión incluso, no sé si por incompetencia de los editores o de forma premeditada. He aquí los datos de la edición.
Adolf Hitler, MI LUCHA (Mein Kampf: discurso desde el delirio). Colección «Ave Fénix Histórica» nº16, Barcelona, año 2003. Traducción de Sandra Schenker.
Me he tenido que conformar con lo que hay al haberme sido imposible hacerme con una edición como mínimo correcta. Pero a pesar de ser una edición mediocre me ha hecho pasar buenos ratos y ver la visión del demonizado fuhrer alemán: chivo expiatorio por excelencia de (casi) todo. No obstante, sería una ingenuidad pensar que la traducción está hecha con buena conciencia y no con la intencionalidad de falsificar párrafos, cambiar alguna palabra por otra o sesgar la obra.

Como bien es sabido Mi Lucha fue escrito en la prisión de Landsberg tras haber sido encarcelado por una intentona de golpe, inmortalizado en la historia como putsch de Bürgerbräu. En la prisión escribió el libro del que voy a hablar, espero que con la máxima imparcialidad y profundidad. Así que sigamos desmontando la edición y a Sandra Schenker, mujer a la que no he podido poner una cara, traductora de la edición que tengo entre manos y autora, igualmente, de la pequeña introducción; o así creo, pues no viene firmada.

Para empezar, Mi Lucha viene subtitulada de la siguiente forma: "Mein Kampf: discurso desde el delirio". Una vez acabada la lectura, para no precipitarme en juicios, me dije a mí mismo que discursos delirantes hay muchos pero no precisamente el del líder nacionalsocialista. Al contrario, veo un discurso sensato, acorde a su época -donde el antisemitismo no era propiedad de las NSDAP, sino de multitud de personajes y fuerzas políticas de diversa ideología (muchos de esos personajes y fuerzas políticas han sido exonerados y salvados en el presente, ya sea por omisión o mediante buena propaganda)-, además de colmado de amor y sinceridad hacia su pueblo, cultura y raza, es decir, hacia su grupo étnico.

En la introducción se dice lo que sigue en uno de sus apartados (Págs. 7, 8). 

-Entre líneas aportaré reflexiones propias-

DE LA OMISIÓN DE LA HISTORIA A LA CORRIENTE REVISIONISTA
Algunos libros como Mi Lucha han sido prohibidos o no recomendados con la intención de dejar constancia patente del rechazo a las tesis defendidas en ellos. Pero esconder datos sobre la historia no hace más que crear mitos, falsos mitos.
- Estoy deacuerdo. Una de las pocas cosas sensatas dichas. En cuanto a tesis rechazadas se referirá en concreto al racismo exacerbado, cosa cierta en el nazismo; racismo no menos cierto, aunque bajo otros presupuestos, que en el progresismo o en el cristianismo o... ideologías o doctrinas que rechazan igualmente lo diferente para reducirlo a un "igual", a una inmensa masa de individuos indiferenciables a escala global.
Y en este ambiente mítico ha surgido la corriente revisionista.
La corriente revisionista pretende que el holocausto nazi no existió o por lo menos que no alcanzó tan desorbitadas dimensiones. Pretende que «la fantasía del holocausto» no fue más que una trama de los judíos para lograr establecer el Estado de Israel.
- La corriente revisionista ha aportado datos objetivos que ponen en duda la realidad que nos venden los vencedores de la guerra. Si tan convencidos están de los crímenes del nazismo ¿por qué no dejan que se estudie libremente?, ¿por qué hay tanto interés por parte de los propios judíos en ser víctimas de todo? Si escribís "negacionismo" o "revisionismo" en cualquier buscador podréis encontrar muchas lecturas y videos para leer y ver siempre de forma crítica.
Esta corriente: reduce el número de víctimas de seis millones a medio millón; niega la existencia de los campos de exterminio y, así, afirma que Auschwitz no fue más que un campo de trabajo y que los hornos crematorios, que todavía hoy se pueden visitar, fueron construidos después del fin de la Segunda Guerra Mundial para desprestigiar a los nazis…
- Se niega precisamente por el oscurantismo que se mueve en torno a todo el asunto. Hoy se estima que hay entre 12 y 15 millones de judíos en todo el mundo. En 1933, según datos del enlace que podréis leer a continuación, la población judía en Europa era poco mayor de 9 millones.
De ahí que yo vea, como muchos, exagerada la cifra de 6 millones de judíos muertos a manos de los nazis en sus campos. O es exagerada o los nazis fueron muy pero que muy eficaces. En todo caso da igual que murieran seis millones o dos judíos, el matar por motivos de raza o cultura es despreciable y lo condenaré siempre. Aún así, en muchas informaciones se duda de los hornos crematorios y cámaras de gas… y por eso te meten en la cárcel. Los afirmacionistas deben tener algo escondido para querer evitar a toda costa que se investigue El Holocausto.
La prohibición directa o indirecta de ir a las fuentes del nazismo impide comprender su tono, impide enfrentarse a la corriente revisionista con el conocimiento necesario para la crítica.
- Este párrafo es muy ingenioso. Precisamente son los que no niegan el holocausto, los que hacen caso de todo lo que se dice, quienes son víctimas de los reproches de los revisionistas y negacionistas. No hay ningún investigador afirmacionista que haya estado en la cárcel o sufrido persecución mediática y difamación. De hecho, está tipificado como delito negar el holocausto en diversos tribunales de todo el mundo. Ejemplo:
Condenan a cinco años de prisión a negacionista austríaco detenido en España

Una vez más la libertad de opinión queda desacreditada. ¿Cómo es posible que pase esto en un Occidente que se vanagloria de sus logros en el terreno de la libertad? Está claro que te dejan departir hasta que no eres incómodo. A mi parecer, si querían castigar o desacreditar a los negacionistas, no lo hacen precisamente mandándoles a la cárcel o multándoles, eso, si acaso, da alas a los negacionistas y hace sospechar que la verdad no es como nos la detallan.
Las pruebas de la gravedad del holocausto pueden manipularse, pero no el exaltado tono de los discursos del nacionalsocialismo.
- El mismo tono exaltado de Hitler y sus discursos era algo tan común en la época en tantos otros líderes que no lo veo como argumento contra los nazis.
Ahora parece que incluso Hitler era políticamente correcto. Ahí van dos de sus frases que demuestran su racismo y su obsesión por el mejoramiento de la raza:
«El Estado declarará impropio para la reproducción a todo aquel que se halle evidentemente enfermo o padezca de incapacidad hereditaria, respaldando su actitud con la acción». (Hitler, Mi lucha, «El Estado»)
«Considérese cuán funestas son las consecuencias que a diario trae consigo la bastardización judaica de nuestro pueblo y reflexiónese también que este envenenamiento de nuestra sangre, sólo al cabo de los siglos -o tal vez jamás- podrá ser eliminado del organismo nacional. Millares de nuestros conciudadanos pasan como ciegos ante el hecho del emponzoñamiento de nuestra raza, sistemáticamente practicado por el judío». (Hitler, Mi lucha, «La farsa del federalismo»)
- ¿Qué Hitler parece ahora políticamente correcto? Ya vemos quién desvaría y a qué se refería lo de "discurso desde el delirio", a casi toda la introducción.

El enfoque de Hitler en su libro es claramente racista y xenófobo. Para Hitler, la raza y la nación van unidas, odia tanto al no ario como al extranjero de cualquier nacionalidad que no sea la alemana o de la órbita germana; con ese enfoque "racio-nacionalista" no solamente adquiere la raza un componente nacional sino que la propia nacionalidad encierra en sí lo que es la raza (se habla de raza alemana, raza checa, raza rutena…). Pero eso se destila en el discurso, un discurso para exaltar a las masas y favorecer un espíritu de orgullo nacional y de amor a la patria, algo de lo que carecen hoy desgraciadamente los españoles. En la práctica bien sabemos que Hitler no escatimó esfuerzos en crear alianzas tanto en el mundo musulmán como en Oriente. Pero ante todo era antisemita, y a pesar de ello en el libro no se desprende ninguna muestra o prueba que dé verosimilitud a La Solución Final. En la contraportada se dice: "El argumento más efectivo contra las corrientes revisionistas que niegan el holocausto es el mismo Mein Kampf". Pues no, este libro no me parece un argumento válido para los vencedores de la guerra. En Mi Lucha solamente leo la voz de un hombre embargado por el amor a su patria y a la historia que le antecede, un hombre concienciado en la importancia de la sangre, del pueblo y del trabajo. Por otro lado, se pueden entrever los deseos de venganza de muchos alemanes tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y el mal llamado Tratado de Paz de Versalles, tratado abusivo e injusto con el que los vencedores se cebaron contra Alemania.
«Estaba convencido de que el Estado se había impuesto la misión de contener y obstruir la acción de todo alemán realmente grande, apoyando, por el contrario, todo aquello que fuese antialemán. Yo detestaba la mezcla de razas que se exhibía en la capital (se refiere a Viena), odiaba aquella abigarrada colección de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas, etc., y, por encima de todo odiaba a los judíos, ese fangoso producto presente en todas partes: judíos y siempre judíos». (Pág. 51)
Cuando digo que el libro está escrito sensatamente tengo mis motivos: Hitler argumenta sus postulados, no parecen dictados precisamente por un lunático o un enfermo mental. Incluso justifica su antisemitismo y explica cómo llego a tal extremo. Llegó a tal extremo al darse cuenta de que los judíos no eran alemanes, sino extranjeros que mediante el sionismo pretendían un Estado propio. Los judíos, pues, no lucharían por Alemania y ningún estado que no fuera el propio, sino por el interés de su raza, de su cultura y nada más: o Israel o el dominio mundial (hoy sabemos que las dos cosas). Los judíos son el pueblo más resistente sobre la faz de la tierra, de eso no cabe duda y hasta el propio Hitler lo destaca. Cabe enfatizar en que casi existen tantos judíos en Estados Unidos como en Israel… y bien es conocida la orientación política internacional que tiene el gobierno norteamericano. Por otro lado, en aquella Alemania pre-nacionalsocialista (anterior al triunfo de las elecciones de 1933) era más que evidente el control que los judíos tenían sobre la economía y los medios de comunicación, lo que contribuía a la desconfianza de los gentiles: ¿por qué una raza extranjera quiere hacerse con todo el control de las finanzas y de los medios de comunicación? Además, el bolchevismo estaba a la vuelta de la esquina y bien es sabida las connotaciones judías que tiene dicha ideología, a pesar del antisemitismo de muchos de sus dirigentes. Si el cristianismo es la religión judía para los gentiles (es decir, para no judíos), el marxismo es ideología judía para los dichosos gentiles. Una relación muy imprecisa pero que puede servir para ilustrar toda la influencia judía tanto en lo ideológico como en lo religioso ya actúe o no la raza judía directamente.
«(…) Las oficinas estaban llenas de judíos. Casi todos los empleados eran judíos y casi todos los judíos eran empleados. Sorprendíame aquella muchedumbre de combatientes de la raza escogida y no podía menos que comparar su elevado número con la escasez con que esta raza estaba representada en los campos de batalla.
En el mundo de los negocios era todavía peor. La nacionalidad judía se había tornado allí verdaderamente "indispensable"». (Pág. 75)
En nuestro país, sin conciencia de Estado ni siquiera en nuestros gobernantes (que parecen más administradores de una ONG), donde la nacionalidad se le da a cualquiera, se está dando un grave caso de "bastardización", tal como lo consideraría Hitler. El Universalismo, que está aglutinando y destruyendo todas las identidades culturales y raciales, contribuye a que cualquier persona pueda ser de donde sea sin importar quién es él y de dónde viene. La humanidad no es una nacionalidad, sino un concepto zoológico y antropológico que define la diversidad cultural y racial del planeta. El Universalismo es el etnocentrismo globalizado: una cultura y una raza para todos. Y Hitler se planteaba, ¿quién puede ser alemán?:
«Apenas si es posible figurarse que exista alguien capaz de suponer que un negro o un chino, por ejemplo, puedan convertirse en alemanes porque hayan aprendido esta lengua y estén dispuestos a hablarla por el resto de sus días y a votar por algún partido político alemán. Semejante proceso equivaldría a un principio de bastardización de nuestra raza y no sería en este caso germanización, sino por el contrario la destrucción del elemento alemán.
Desde el momento en que la nacionalidad, o mejor dicho la raza, no es una cuestión de idioma sino de sangre, sólo sería posible hablar de germanización si el proceso pudiese alterar la naturaleza de la sangre de la persona a él sometida. Esto no obstante, es imposible. Por consiguiente, para que tuviese lugar la germanización, sería indispensable la mezcla de la sangre, la cual equivaldría a rebajar el nivel de la raza superior». (Pág. 134)
Para Hitler era de especial interés educar a su pueblo en el deporte. El deporte despierta el espíritu de lucha y de sacrificio. En la actualidad observamos cómo mediante los entretenimientos, la comida basura y el adocenamiento de la sociedad, componentes nefastos de la vida sedentaria moderna, la ciudadanía se inmola. Hitler demostró que la inculcación de grandes valores hacía a un pueblo fuerte, que despertaba de él una voluntad capaz de todo. Hoy en día, lo único capaz de levantar esa voluntad es el dinero, y no por su patria, sino por sí mismo y los plutócratas: todos los días pensamos en lo dinerario, más que en sexo incluso, lo que es lamentable y rúbrica de una vida ruinosa y decadente. En la época del nacionalsocialismo tengo entendido que sólo el 7% del salario era lo que todo alemán invertía en una vivienda. Hoy supone una barbaridad que me da vergüenza poner. Volviendo a lo primero, cabe destacar como curiosidad cómo Hitler gustaba del pugilismo como deporte:
«En las escuelas de un Estado nacional habrá de dedicarse más tiempo al ejercicio corporal. No deberá transcurrir un solo día sin que un muchacho no consagre al menos una hora al adiestramiento físico, así de mañana como de tarde, en forma de juegos y de gimnasia. Hay un deporte en particular que no se ha de excluir de ninguna manera: el boxeo. Apenas si es posible creer lo falsas que son las ideas imperantes sobre éste entre las personas «educadas». Suponen tales personas que es natural y honroso para un joven aprender esgrima y batirse en duelo, pero mirar como una grosería el boxeo. ¿Por qué? No existe deporte alguno que estimule tanto como éste el espíritu de ataque; requiere una decisión rápida como el relámpago y templa y agiliza el cuerpo. Y el hecho de que dos jóvenes resuelvan sus disputas trenzándose a puñetazos, no es en modo alguno más grosero que sí lo hicieran empleando al efecto una pulida hoja de acero». (Pág. 142)

Para el tercer Reich era muy importante la propaganda. En el propio libro, en la introducción, se le echa en cara al movimiento nacionalsocialista el hecho de que toma a la ciudadanía, es decir, a la masa popular, como a un conjunto manipulable y estúpido. ¿Acaso no es así? Pero es que esa perspectiva existe en cualquier ideología realista, y más en aquella época, cuando no habían tantos cortapisas a la hora de expresarse: antes había mayor claridad en los mensajes. Hoy en día es más que latente el borreguismo, y ese borreguismo es una demostración objetiva de esa estupidez y maleabilidad de la masa. Por otro lado, construir una propaganda que llegue al menos inteligente de los individuos es una muestra del talante popular y proletario del movimiento nacionalsocialista y que éste no excluía a ningún alemán fuera cuáles fueran sus capacidades.

Se habla de demagogia, de manipulación… La manipulación existe allí donde no se reflexiona sobre la información recibida o cuando uno se deja llevar por las emociones. En todo caso, no entiendo por qué se condena el ejercicio de la demagogia cuando es algo inherente en la política actual y de siempre. No hay política sin demagogia. La política discursiva que ha conocido el hombre siempre ha consistido en desparramar halagos, en la esperanza… todo político es un demagogo. Pero hay dos tipo de demagogia (en el plano emocional), una que miente y otra que dice la verdad, una que lucha por los verdaderos sentimientos que transmite y habla con el corazón y otra que lo hace de forma ladina, engañando y aprovechándose de la masa estúpida que conforma la sociedad. Nadie podrá negar que el tercer Reich no fue una época de prosperidad para Alemania y sus ciudadanos, lo mismo que el fascismo para Italia. ¡Oh, pobres borregos! Es verdad que Hitler utilizó a su pueblo pero todo pueblo elige a su gobernante para ser utilizado por el bien de sus propios intereses, ¿acaso no ocurre eso en nuestra democracia? Una política no demagógica, es decir, una política basada en argumentaciones, en la crítica constructiva y en lo intelectual donde se cultivara la razón (de la sensata, de la que está en el mundo, no la de "ideas universales" -los universalistas son platónicos modernos), una forma de ser político que en definitiva abogara a la inteligencia en lugar de a las emociones, sólo sería posible en sociedades donde la masa social fuera lo suficientemente educada y responsable, además de comprensiva, inteligente e intuitiva. Sin embargo, la sociedad que existe en la realidad es muy diferente de lo que muchos fantaseadores idealistas creen, la sociedad es maleable e ingenua, además de muy estúpida (no es un insulto, sino una palabra descriptiva de la sociedad). Queda mucho para que se alcance la mayoría de edad.
«Toda propaganda debe ser popular, adoptando su nivel intelectual a la capacidad respectiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desee que vaya dirigida. De esta suerte, es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande sea la masa que deba conquistar. Si se tratara, como acontece con la propaganda destinada a llevar adelante una guerra, de reunir a toda una nación en torno a determinado círculo de influencia, jamás se podría poner suficiente cuidado en evitar un nivel excesivamente alto de intelectualidad.
La capacidad receptiva de las multitudes es sumamente limitada y su comprensión escasa; por otra parte, tienen una gran facilidad para el olvido. De modo que toda propaganda, para que sea eficaz, se debe limitar a muy pocos puntos, presentándolos en forma de gritos de combate repetidos hasta que el último hombre haya interpretado el significado de cada uno. Si se sacrificara este principio al deseo de presentar la propaganda bajo múltiples aspectos, ésta perdería su efecto, ya que la muchedumbre resulta impotente para dirigir y asumir el material que se le ofrece; además se debilitaría, acabaría perdiendo su eficacia». (Pág. 70)
Para concluir, decir que evidentemente el movimiento nacionalsocialista no era democrático, por lo que rechazaba el parlamentarismo, el sufragio universal y la pluralidad política, siendo éstos los pilares fundamentales para comprender el componente totalitario del nacionalsocialismo. El parlamentarismo y la vida democrática suponen un derroche de recursos y de dinero público demasiado elevado, además de que no beneficia en absoluto a la premura de decisiones y a la efectividad que un Estado requiere. Por el contrario, se defiende la figura del líder, quien no debe estar supeditado a opiniones o mandatos ajenos. Y cómo no, el NS fue un movimiento que ofrecía una nueva visión del mundo con una idiosincrasia anticapitalista, poniendo en jaque la actividad preferida por la judería: la usura.

«8. El joven movimiento es en esencia y organización antiparlamentario; rechaza, tanto en su principio como en su composición, cualquier teoría basada en el sufragio de las mayorías, que implique el hecho de que el jefe se vea rebajado a no tener otra misión que la de poner en práctica órdenes y opiniones ajenas. El movimiento sustenta, así en las cuestiones pequeñas como en las grandes, el principio de la autoridad incuestionable del jefe, combinada con su más absoluta responsabilidad. Uno de los deberes principales del movimiento consiste en lograr que este principio rija, no sólo en lo que respecta a sus propias filas, sino también, y en forma decisiva, para toda la nación». (Pág. 122)



Fragmentos de Mi Lucha que me han llamado la atención:

«(…) El 27 de marzo de 1919, muy de madrugada, se intentó detenerme, pero cuando mostré mi fusil a los tres jóvenes que venían a arrestarme, éstos perdieron los bríos y se marcharon por donde habían venido. (…)» (Pág. 81) 

«(…) Nadie tiene derecho a pecar a expensas de la posteridad, es decir, de la raza». (Pág. 98) 

«Cuando los nacionalistas celebramos una asamblea, éramos nosotros mismos y no otros los soberanos. Más de una vez ocurrió que un puñado de nuestros camaradas se impuso heroicamente sobre una masa furiosa de elementos rojos. Seguramente que a la postre habría podido ser dominado aquel puñado de quince o veinte hombres, pero bien sabían los otros que antes se les hundiría el cráneo al doble o al triple número de ellos. Y a esto no querían exponerse. (…) Como un enjambre de avispas caían sobre los perturbadores de nuestras asambleas, fuese cual fuere la proporción numérica de éstos, sin temor a ser heridos, dispuestos a todo sacrificio y plenos siempre de la gran idea de abrir paso a la sagrada misión de nuestro movimiento». (Pág. 177) 

«(…) ¡No se libertan los pueblos por la inacción, sino mediante sacrificios!». (Pág. 263)

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