LA ECONOMÍA DE PODER

El control político absoluto 
Ciclo J. T. (III/IV) 

Jean Thiriart, quien desarrolló el Nacional-Comunitarismo
Los cegatos de la izquierda confunden normalmente, y con agrado, capitalismo y libre empresa. La observación comparada de los sistemas soviético (estatal) y americano (libre empresa) establece suficientemente que la empresa libre es diez veces más fecunda.
(…)
En cuanto a los abusos del capitalismo, consisten en la injerencia de poderes económicos privados en la vida política. El capitalismo tiende al monopolio, es decir, a la supresión de una condición esencial de su vitalidad: la competencia. El capitalismo tiende igualmente a la creación de intereses opuestos a los de la Nación. Estimamos que es necesario destruir al capitalismo en la medida en que deviene monopolista por hipertrofia, en la medida en que ingiere en la política por la concentración de medios.
(…)
Comunitarismo tiende a la economía de poder, por oposición al concepto capitalista de economía de beneficio y al concepto marxista de economía de utopía. Dentro del marco de la economía de poder, estimamos que la libre empresa es un factor muy positivo por una parte, y que las oligarquías del dinero deben ser castradas políticamente, por otra parte.

Jean Thiriart. LA REVOLUCIÓN NACIONAL-EUROPEA - Homenaje a Jean Thiriart (1922-1992). Colección Europa Rebelde. Ediciones Nueva República, S.L., págs. 94-95. Traducción de Jordi Garriga.

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(…) La imprudencia del Liberalismo consiste en la plena libertad política dejada a los magnates del acero y del petróleo. El estado comunitario europeo preferirá que haya muchas pequeñas y medianas empresas libres, y una cantidad, indispensable -por razones tecnológicas- de empresas gigantes debidamente controladas.
(…)
El marxismo dogmático lo quiere nacionalizar TODO, el Liberalismo lo quiere dejar hacer todo. El comunitarismo quiere conservar el control político absoluto dejando subsistir lo máximo posible de libertad económica.

Jean Thiriart. LA REVOLUCIÓN NACIONAL-EUROPEA - Homenaje a Jean Thiriart (1922-1992). Colección Europa Rebelde. Ediciones Nueva República, S.L., pág. 97. Traducción de Jordi Garriga.

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El capitalismo esclaviza y te aplasta
Thiriart señala que "los cegatos de la izquierda confunden normalmente, y con agrado, capitalismo y libre empresa". Tiene razón. Y tal como señala igualmente el belga, la libre empresa es mucho más boyante que cualquier otro modelo de empresa. Pero "libre empresa" no debe ser necesariamente algo asociado en exclusiva al liberalismo, siendo aplicable a otras formas. Que los cegatos procapitalistas sinteticen normalmente, y con agrado, capitalismo y libre empresa como una sola cosa no quiere decir que los demás debamos hacer lo mismo, pues una empresa pública puede ser una "libre empresa".

El capitalismo es rígido, porque como bien sabemos pendula desde el liberalismo al marxismo y viceversa, de un punto a otro y nada más. Es por ello que igualar libre empresa con capitalismo es un error. Pues tan contrario es el marxismo a la libre empresa como el liberalismo a la propiedad estatal. Un sistema se basa exclusivamente en "el estado", el otro en "el individuo soberano". Hay que hacer lo posible para que individuo y estado aúnen esfuerzos y que de tal unión resulte "la nación". Y esto es lo que podría denominarse comunitarismo, o al menos, parte de él.

Más arriba he dicho que "libre empresa" no es sólo exclusivo del liberalismo. Creo que ni si quiera debe vincularse solamente a la empresa privada, aunque sé que por inercia mental se llega a tal conclusión. Pienso en las grandes posibilidades de la empresa pública, una empresa pública diferente, es decir, con autonomía, con libertad de acción, autogestionada (sobre todo si la empresa se dedica a algo productivo, que debiera dar beneficios: máxima importancia a las cooperativas para que los trabajadores también sean dueños de la producción) y burocratizada lo necesario, para que dé sus frutos y beneficios para el estado y para los contribuyentes, es decir, para el conjunto de la nación. La empresa pública tiene la obligación de ser eficiente y rentable y no una mera plataforma de vagos derrochadora de recursos públicos. Pienso, por ejemplo, en el transporte público, si éste lo gestiona alguna administración. Pero claro, hay actividades no rentables, no productivas, que por ello no son menos importantes: recogida de basuras, educación pública, sanidad pública… (todas ellas dan unos resultados producto del trabajo, pero no son actividades de beneficio económico, es decir, amortizables, generadoras de plusvalías o rentables en el sentido económico más estricto: el beneficio viene dado de otro modo). Todas esas actividades suponen un gasto lógico. Y además de suponer un gasto lógico se debería gastar con lógica y asegurarse de la máxima eficiencia y los mejores resultados.

Nuestra riqueza debe nacer del trabajo duro y de la tierra fértil,
no del abono del capital, del que sólo surgen arbolitos raquíticos
y postizos.
Es necesaria la convivencia entre empresas públicas y privadas, una convivencia dirigida a la buena gestión de los recursos y a la sana competencia, controlando siempre lo privado para que no interfiera en lo político y en el interés nacional; de esta forma un gobierno responsable deberá garantizar que su labor vaya dirigida al beneficio de la nación, así como garantizar que el control de la libre empresa privada y el beneficio de la misma apunten igualmente a la nación. Así, el estado nacionalista velará por una sociedad con mercado, un mercado lo más libre posible pero controlado (la proclama "No a la libertad de comercio" no entra en contradicción), evitando los desmanes que los intereses privados pueden llegar a causar, sobre todo si hablamos a gran escala; un ejemplo es el monopolio, es decir, la concentración en una única entidad productora los medios para producir determinado elemento u objeto. En definitiva, y como asevera Thiriart, se trataría de "conservar el control político absoluto dejando subsistir lo máximo posible de libertad económica". De esta forma no se cae en el marxismo, es decir, en el capitalismo de estado, ni en el liberalismo, gracias al control y autonomía de lo político sobre lo económico.

Dicha libertad económica (con matices en lo que atañe a la "libertad") reseñada no es prescindible. Está claro que la mayoría de las personas sólo tienen fijación por su propio interés: ser algo mejor no está al alcance de todos; ser algo mejor es no caer en la abnegación absurda, pero tampoco en el egoísmo absoluto. Por ejemplo, ¿qué le importa al estado los asuntos de un bar o de una tienda de lencería? ¿Qué le importa al estado la venta de palomitas, de pasteles o de pollos? De asuntos de este tipo puede ocuparse un mercado sano y controlado, de ello pueden ocuparse personas emprendedoras que sepan autogestionarse, de ello puede ocuparse, según el tamaño, las cooperativas. Es que nacionalizar los bares no sería serio. Lo serio y necesario sería la nacionalización y elitización de la enseñanza (me fastidia mucho que el estado se dedique a subvencionar los colegios privados. ¿Por qué debemos pagar la educación a los ricos o a personas con recursos superiores a la media cuando muchas familias no pueden costearse -o tienen dificultades para ello- los libros de texto?), nacionalizar completamente la sanidad y dotarla de mejores recursos, nacionalizar los recursos estratégicos, nacionalizar, por supuesto, la banca, etc.

«En el plano económico estamos CONTRA el colectivismo estatal como norma general (existen excepciones para las industrias estrategicas) y POR una cierta colectivización para las formas cooperativas. Si una colectividad económica por voluntad propia -y por ello libre- conduce mal sus asuntos, se causa daño a sí misma, si los lleva bien, se recompensará a sí misma. Es necesario entonces responsabilizar a las empresas colectivas. Actualmente todos los desórdenes, todos los despilfarros, están a cubierto por el anonimato de "mayorías no responsables" y pagados por el Estado. El comunitarismo tenderá a fortalecer las administraciones locales, las sociedades cooperativas, pero simultáneamente las considerará como entidades responsables de sí mismas (autogestión). He aquí un aspecto del comunitarismo».

Jean Thiriart. LA REVOLUCIÓN NACIONAL-EUROPEA - Homenaje a Jean Thiriart (1922-1992). Colección Europa Rebelde. Ediciones Nueva República, S.L., págs. 95-96. Traducción de Jordi Garriga.

Los oligarcas del dinero nos devoran
También habría que nacionalizar a las fuerzas armadas, aunque en otro sentido, me parece inaceptable que se permita el alistamiento de extranjeros. Las fuerzas armadas entrarían dentro de lo que se denominarían gastos lógicos. Un estado nacionalista, convencido en el deber de proteger su suelo, sus intereses y a sus gentes debe dotar a sus fuerzas armadas de los mejores materiales e infraestructuras, de más y mejor personal, etc.; todo ello sin la mentalidad de dotar al ejército para la servidumbre y para la defensa de los intereses del capital financiero internacional.

Dicho todo esto e incidiendo en ello nuevamente, se trata de que todos los medios productivos, así como los improductivos, además del interés particular como el colectivo, confluyan en un mismo fin, que no es otro que la nación.


Redundando aún más en lo anterior y con el afán de dejar las cosas claras aún a riesgo de ser repetitivo, señalar que Jean Thiriart nos habla de la "economía de poder". Ésta se distancia de la economía de beneficio y de utopía, es decir, de la liberal y de la marxista respectivamente. No se trata de otra cosa que del control político sobre la economía, favoreciendo a la libre empresa en su forma de empresa privada sin que ésta interfiera en ni decida sobre los intereses de la nación. "Castrar a las oligarquías del dinero políticamente" es una llamada poco pacífica -y por ello me agrada- a expulsar a toda la clase política catapultada por la oligarquía ya indicada. Una nueva clase política deberá liberarnos de esos impostores que no hacen otra cosa que o defender los intereses privados de unos o los propios: pues dentro de la clase política coexisten tanto los políticos bien pagados por las oligarquías como los propios oligarcas, que ocupan sillones en los congresos de muchísimas naciones; es así como el capital internacional convierte estados soberanos en secuestrados y ocupados.■

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