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¿DÓNDE ESTÁN LOS NACIONAL REVOLUCIONARIOS?

Este texto no va dirigido a esos otros
que van de revolucionarios y de rebeldes.


Bien, a vosotros que vais de revolucionaros, respondedme a ¿qué es ser un revolucionario?: ¿Un fetiche? ¿Una moda? ¿Una promesa de futuro que os embarga mientras tanto de esperanza en que llegará algún día una revolución? ¿Vuestro rol? ¿Una tribu urbana? ¿Un estado de ánimo que os hace sentir guays? ¿Hacerle la pelota al sistema? ¿Ser, aunque parezca contradictorio, el sistema, una expresión más del sistema? ¿Ser groseros, desagradables, malhablados? ¿Tener mil tatuajes y ser sólo un tatuado? ¿Presumir y ser un mero adorador de Hitler y de Mussolini cual adolescente que se toca viendo el poster de la última ramera que sale en una revista porno? ¿Ser un nostálgico de los años veinte, treinta y cuarenta del siglo pasado? ¿Ser un tío de izquierdas con la bandera española alzada? ¡Decidme qué es ser tal cosa sin que me haga reír!

La nueva revolución, si ha de venir, la harán hombres y mujeres dispuestos a perderlo todo por nada... o por todo. Y es muy probable que a ella se unan hombres y mujeres que no tengan nada que perder. La harán hombres dispuestos a tomar decisiones valientes y a veces dolorosas, hombres decididos a conseguir aquello por lo que luchan sin piedad, con constancia y tesón. La nueva revolución, si ha de venir, la harán hombres nobles, hombres leales, hombres obedientes a su voluntad, hombres radicales que no dejen lugar a la duda y a sus posibilidades, hombres transparentes, pero sobre todo hombres honrados, hombres incorruptibles, hombres que sean una superación de sí mismos en cada momento, hombres que sepan ser compañeros, hombres que sepan de la unidad y conozcan al enemigo, y una vez conocido éste sepan tratarlo como se merece.

Y entre los nacionalistas, dispuestos a tales sacrificios... ¿dónde? Por lo que afirmo que los revolucionarios no existen y que el futuro se muestra en el mismo plano de existencia revolucionaria, al menos para nosotros (yo y mis iguales), que poco podemos hacer... que vivimos como si no existiéramos. Pocos en número, es escasa la fuerza; escasa la fuerza, es imposible cualquier pretensión. En el futuro atomizado, en el futuro desnacionalizado, ¡nuestro presente!, hemos los individuos vivir lo más consecuentemente con nosotros mismos. La revolución consistirá en resistir a cada golpe que recibamos del sistema, permanecer puros en lo único que nos puede pertenecer: ser nosotros mismos. Quizá gota a gota pueda llenarse un vaso... y ese quizá deja a la vista que también soy un hombre con esperanza, muy a mi pesar, muy a mi pesar...

Y es muy posible que muchos esperen a que se les quite todo para ser revolucionarios de verdad, es decir, de acción. Muchos se harán revolucionarios una vez no tengan nada. Si son necesarios tiempos de escasez, si son necesarios más tiempos malos hasta la maldad para que la gente despierte, que así sea. Y bien, ya peco de esperanza de nuevo, pues pensar en un despertar revolucionario es mucho esperar de algo que no tiene su origen en nuestra propia voluntad, un hombre solo.

Ser nacional revolucionario no es ninguna etiqueta, no es una marca que deba vivir con uno siempre, es algo circunstancial. El final de esa circunstancia será consecuencia del triunfo de la revolución.

PARA LA LUCHA NACIONAL, EDUCACIÓN PARA LA LUCHA

VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN


«En las escuelas de un Estado nacional habrá de dedicarse más tiempo al ejercicio corporal. No deberá transcurrir un solo día sin que un muchacho no consagre al menos una hora al adiestramiento físico, así de mañana como de tarde, en forma de juegos y de gimnasia. Hay un deporte en particular que no se ha de excluir de ninguna manera: el boxeo. Apenas si es posible creer lo falsas que son las ideas imperantes sobre éste entre las personas «educadas». Suponen tales personas que es natural y honroso para un joven aprender esgrima y batirse en duelo, pero mirar como una grosería el boxeo. ¿Por qué? No existe deporte alguno que estimule tanto como éste el espíritu de ataque; requiere una decisión rápida como el relámpago y templa y agiliza el cuerpo. Y el hecho de que dos jóvenes resuelvan sus disputas trenzándose a puñetazos, no es en modo alguno más grosero que sí lo hicieran empleando al efecto una pulida hoja de acero».

El fragmento que habéis podido leer al principio es uno de los muchos que me llamaron la atención del libro de Adolfo. Dicen que es un libro aburrido, espeso, pero a mí me divirtió bastante. Léanse "El Capital" de Marx, o hagan el intento, y se adentrarán de lleno en un lugar farragoso, árido y aburrido. Las comparaciones son odiosas, lo sé, y no crean que hago este cotejo y esta crítica a la obra cumbre de Marx por pura animadversión al marxismo y a sus hijos ideológicos, ya que cualquier comunista o socialista marxista con la suficiente objetividad dirá que ese libro es como he dicho: farragoso, árido y aburrido. Sin embargo, el libro de Adolfo es más entretenido. No es que sea una novela de Charles Dickens, pero desde luego se puede leer, se puede leer sin caer en el hastío más absoluto o en el sueño más apacible... o desapacible. No me dan sueño sin embargo muchos libros anarquistas. Recuerdo la lectura hace unos años de 'La Conquista del Pan', del ruso Piotr Kropotkin, que me gustó mucho, o de alguna de Proudhom. Pero ahí quedó la cosa, "me gustó", y punto. Recuerdo que en aquellos años era comunista y había hecho "amistades" con muchos anarquistas: anarquistas que no tenían nada que ver con el anarquismo en realidad, que de anarquismo poco habían leído y que lo eran porque ellos me lo decían y porque se distinguían por sus ropajes de tribu urbana. En aquella época me parecía increíble ver cómo los anarquistas de izquierdas (porque eran de izquierdas, y anarquistas los hay de muchos tipos) odian a muerte a los comunistas. En fin, la historia del anarquismo en España está ahí, así como la historia compartida entre el anarquismo y el marxismo, en la que animo que indaguen y observarán que esa disputa y odio viene de muy lejos; y claro, como esas disputas se van transmitiendo de generación en generación, pues...

Disculpen esta digresión. Empecé con la intención de hablar de una cosa y acabé hablando de otra.

En los colegios no se enseña ningún tipo de disciplina. No se enseña porque primeramente los no comprometidos socialmente son los de arriba, que animan esta situación de decadencia. Los propios docentes, además, no están motivados en muchos casos y no pueden ejercer ninguna autoridad: su labor no puede apenas realizarse (quizá piensen que exagero, pero conozco muchos testimonios personales y no es difícil encontrar noticias que respalden mi argumento). No hablo de volver a la vara y a la mano abierta, sino a volver al respeto por la persona que debe ejercer una autoridad. Y es que a los niños y adolescentes cuando, como a los anarquistas que nunca han leído nada sobre anarquismo, les entra por una oreja la palabra autoridad se ponen como locos, como hienas, y empiezan a llamar a todo el mundo fascista, hasta a la profesora marxista-leninista. Si no hay orden allí donde reina el caos, si un hombre por sí mismo no es capaz de ordenarse, es necesaria una disciplina, una autoridad y a la postre un liderazgo. 

Una buena forma de educar a los jóvenes y a los no tan jóvenes es en la lucha. El entrenamiento duro, los deportes de contacto... fortalecen el espíritu. Un espíritu fuerte darán al individuo, si su voluntad le deja, si con su voluntad es capaz, una mentalidad y una forma física acordes con su espíritu. Y esto debería inculcarse en los colegios, en los institutos, etc. Porque la lucha educa. Y también habría que fomentar el ajedrez, como elemento puro de lucha intelectual, de escenificación de la guerra en un tablero. Porque el guerrero debe ser un buen estratega además de utilizar como un dios sus puños. Una lucha sin cabeza no es propia de un hombre, sino de una alimaña.

Quizá a muchos le parezca violento. Y claro, lo es... ¡lo soy! Pero la violencia y un buen puño han hecho más cosas buenas... y bellas por el mundo que cuatro palabras e ideas melosas que han postrado al individuo en la pusilanimidad, en el hastío, en el burdo pacifismo (que no consiste en buscar la paz, lo cual sería lícito, sino en dejar que te peguen), etc.

Y no se lleven las manos a la cabeza, no se trata de ir por la calle como un matón, no se trata de abusar de nadie, no se trata de dar rienda suelta a la violencia gratuita. Es todo lo contrario, es autodisciplinarse, es ser más fuerte, es tener más control, y todo eso se consigue a voluntad, cultivando el arte de luchar, la lucha física e intelectual. Y la mente intelectual primero, el puño después... porque cuando ya no se puede razonar 'con el otro' hay que golpear.

Y tal como están las cosas es el turno de cualquier cosa menos de hablar. Recortes, prebendas a la banca, paro al alza, etc. Una sociedad bien instruida, bien cultivada y sana, no habría votado lo que votó en las últimas elecciones. ¡Es que no habría dado tiempo a ello! Un pueblo sano no querría votar, sino tener soberanía; un pueblo fuerte no querría libertad, es decir, que se la dieran, sino conquistarla. Sobre todo, un pueblo maduro, un pueblo que ha recibido tales golpes de sus políticos, banqueros, sindicatos... no aguantaría tanto sin hacer nada al respecto. ¿Y aún queréis hablar? ¿Aún no os queréis defender?.

DIGRESIONES

SIEMPRE HAY UNA BATALLA QUE LIBRAR

No vale la pena esperar algo o todo de aquello que te es ajeno. Ni las cosas ni las personas te pueden dar la felicidad, y si te la dan, ¿es responsable rendirnos a la dependencia que supondría otorgar el origen de toda nuestra felicidad en cosas que no forman parte de nosotros? Porque entonces la felicidad no cobijaría dentro de ti. La felicidad debe forjarse con nuestras manos y desde nuestro espíritu, todo lo demás no nos pertenece. Si no te conformas contigo mismo es que eres un ser incompleto y por lo tanto sufrirás en la medida en que ni las cosas ni las personas te corresponden. En todo caso, ¿es la felicidad lo más importante? ¿No es la felicidad el resultado de haber conseguido algo mucho más significativo, algo superior? ¿Acaso no podría ser la desgracia más valiosa que la felicidad, siendo como es la que nos hace valorar realmente los momentos felices y las cosas bellas de la vida? La desgracia, musa inquisidora, pero sabia y maestra de la vida que te enseña a andar con paso firme. La felicidad es, sin embargo, musa de la esperanza -para aquellos a quienes esperar atolondra-, y como mucho te invita a soñar y te enseña a reír... y es tan necesaria: no es menos importante por ser tan boba. 

No es que le reste valor al significado profundo de las personas -de las personas que por serlo tienen algo de profundidad-, ni niego el valor del amor hacia alguien y hasta cierto punto el hecho de entregarse noble y heroicamente -al contrario, es lo que para mí tiene más valor- a unos ideales y a todo lo que uno ama con un "desinterés" clamoroso; pero la soberanía tiene un precio y uno mismo debe defenderse de sus propias emociones e inseguridades. Depender de uno mismo es el mayor valor que puede poseer un ser humano en todos los terrenos. Sin embargo, todo aquello que pueda depender de un sujeto sin que él mismo quiera es de por sí un elemento de grandeza para ese sujeto, pues es el resultado de su poder. Está claro que no todos nacieron para ser superhombres, algunos deben obedecer, ya que la voluntad no es igual en todos. Y no piensen en mí como si fuera un dictador, dictadores se eligen a montones cada cuatro años en las tiranías democráticas con el consentimiento de los muchos. Yo, al menos, voy de frente y dejo correr mi voluntad de... poder.

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El camino hacia el superhombre es un camino solitario y a la deriva, ¡pues cómo se llega a tal fin! No significa estar por encima de los demás hombres, sino ser ajeno a ellos, como trasladarse a otro plano: eso sería ya un rasgo de superioridad... ¿pero cómo se hace? Es alejarse de lo mundano, de lo superficial, de los problemas que son más creados que reales. Pues esa es nuestra realidad, un mundo falseado por problemas que surgen de la más enmarañada inteligencia de seres astutos, fantasmagóricos e invisibles.■

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Y si sólo una nación en el mundo tuviera el poder suficiente para tan sólo despertar su voluntad y erigirla hasta el cielo para luego arrojarla sin piedad sobre la tierra, si un pueblo fuera capaz de tal cosa y experimentar una fuerza de tales dimensiones.... Creerme, el mundo temblaría, pero sobre la tierra puede que de repente poblaran hombres libres, hombres más soberanos, aunque sea al nivel de nación.■ 


Artículos de interés:
- PENSAMIENTOS Y REALIDADES PARADÓJICAS

CONTRA EL SEXISMO: UNA VISIÓN NACIONAL REVOLUCIONARIA

Ser nacional revolucionario significa ser ni de izquierdas ni de derechas. Es seguir la tercera vía, una tercera vía que se rebela contra las dos fuerzas del capital: el liberalismo y el marxismo, aunadas en ese plan internacionalista que es el mundialismo. Para mí ser NR consiste también en defender tu nación desde una perspectiva combativa e inconformista, desde el orden natural y mirando hacia toda la comunidad que defiende, una comunidad con una identidad claramente diferenciada. Pero últimamente miro, no sin desagrado, cómo la línea nacional revolucionaria se adhiere a movimientos nada nacional revolucionarios que a buena gana nos encerrarían entre rejas o nos meterían una paliza; incluso observo cómo adopta algunos de sus principios, como el feminismo, ¡nadie sabe por qué!, vomitando innumerables barbaridades y falsedades demagógicamente.

El feminismo es el sexismo que hoy domina. No es la igualdad con los hombres lo que persigue, pues si así fuera protestarían contra todas esas ayudas que reciben los empresarios por contratar mujeres en lugar de machacarnos con el victimismo y con el que "antes las...", como si las mujeres de antes estuvieran esclavizadas por los hombres o no fueran libres, no tanto como los hombres, como si los hombres no amaran a las mujeres, disfrutando de tenerlas amarradas en la cama (a mi abuela le da miedo salir a día de hoy a la calle, y antes, me decía, caminaba a sus anchas, con total seguridad, sin miedo). Las mujeres son hoy un sector de la sociedad que beneficia al y se ve beneficiada por el capital. Aliarse con el feminismo no significa otra cosa entonces que aliarse con el sistema y servir al capital, no es otra cosa sino la instrumentalización de la mujer, la ideología que más que nunca ordena y somete a la mujer diciéndole constantemente contra quien debe rebelarse y lo que tiene que hacer: liberarse de toda obligación personal (familia) y librar su batalla contra el "opresor", el hombre. El feminismo le ha dicho a la mujer que las mujeres antes no eran libres porque no eran dueñas de su cuerpo, porque no trabajaban (¿cómo?), porque iban tapadas con prendas parecidas al burka (¡pero qué dicen!), etc. Pues óiganme, feministas, hay mujeres bien constituidas, no envenenadas, que libremente asumen su verdadero papel como madres y protectoras del hogar, como educadoras, depositarias y transmisoras de los auténticos valores que hacen de una sociedad un lugar sano y saludable. Y no, no son un mero vientre, no son simples paridoras. Ni el hombre es un simple polinizador, ni un monstruo que deba ser hoy reeducado por unas cuantas que se creen... ¿qué se creen?, unas cuantas que a la mínima te llaman machista o cualquier otra lindeza.

Hoy ser feminista es bueno, defender los derechos de las mujeres es bueno. ¿Por qué ese derecho no puede recaer también sobre los hombres? ¿Por qué los hombres no tienen derecho a defenderse? ¿Por qué los hombres no pueden ser machistas y defender sus derechos? Claro, ser machista significa tener una mentalidad supremacista respecto a la mujer y no perseguir la igualdad de derechos respecto a la mujer, mientras que el feminismo sería, según el diccionario, un "movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres". El diccionario dice muchas cosas. Pero feminismo es "tendencia hacia lo femenino", no es otra cosa que esa, lo mismo que racismo es "tendencia hacia la raza" y para nada odio racial. ¡Malditos estos tiempos de neolengua donde las ideas no pueden campar a sus anchas con un significado verdadero!

Y bien, "tendencia hacia lo femenino" no connota ninguna reivindicación de igualdad respecto hacia los hombres, sino una clara adhesión, escrupulosa y radical adhesión, hacia todo lo que tiene que ver con lo femenino. Por supuesto, me sumo a esas mujeres que defienden su propia identidad como tales, que defienden lo eterno femenino: mal hace aquella que quiere igualarse a los hombres. No obstante, esto en el terreno de la identidad sexual. En cuanto al terreno de los derechos éstos deben permanecer en igualdad para todos los hombres y mujeres de una misma comunidad, ya que no son menos uno respecto al otro y su peso es el mismo, aunque sus proyecciones distintas. Así que no hay que defender derechos para las mujeres, sino para la comunidad. Los derechos son para todos. Y si en el pasado ha habido abusos no es culpa de nuestra generación, no tenemos la generación actual que pagar ninguna deuda del pasado, porque eso sí que es una tara marxista, una tara a su vez adoptada del judeocristianismo, ese ansia de unos de querer hacer culpables a los presentes de un pasado que no vivieron, como si los presentes fueran herederos de las faltas del pasado cual pecado original. Y esos abusos no fueron sólo contra la mujer, sino contra toda la clase trabajadora, ni todo lo que le pasa o haya pasado a la mujer es culpa de los demás. Si somos nacional revolucionarios, ¡si somos revolucionarios!, es porque queremos ¡empezar! algo nuevo, construir y forjar nuestro propio destino sin ningún tipo de resentimientos. Nuestra revolución debería y deberá suponer una ruptura con todas las épocas: la rueda ha dado ya un giro y el nuevo giro debe empezar con el empuje de nuestra impetuosa fuerza en un camino ascendente.

Y ataquemos a la paridad, que no debe ser por una simple razón: un número igual de hombres y de mujeres es un freno para el ascenso de los mejores. A un puesto de trabajo deben acceder... una revolución la hacen... ¡la hacen los mejores, los más capacitados, al margen del sexo! Y que no vengan hablando de paridad las feministas, feministas que hacen una revolución para mujeres, y sólo para mujeres, a quienes se adhieren algunos hombrecillos.

Y yo digo que cualquier feminismo es malo, provenga de donde provenga, se tiña con lo que se tiña, diga quien lo diga. El feminismo significa ruptura, lo mismo que lucha de clases concurre a ruptura. ¡Contra el feminismo y el machismo unidad, contra el mundialismo soberanía nacional, contra la lucha de clases comunidad nacional! Seguir la senda del feminismo es adentrarse en la lógica marxista y de lo políticamente correcto, es generar una confrontación absurda, aumentar la desigualdad entre hombres y mujeres en favor de la mujer porque esa igualdad feminista se consigue... ¿cómo se consigue? Dando facilidades a la mujer en forma de ayudas al empresario en cuanto a inserción laboral, fomentando el aborto, descuidando la familia, magnificando la violencia de género, protagonizada en gran medida por inmigrantes, y dando una imagen de la mujer como no agresora potencial y si de pobre víctima (Enlace 1) (Enlace 2) (Enlace 3), etc. ¡Qué no os engañen! Aquí hay una clara voluntad de supremacismo femenino mediante una estrategia que ya conocemos de sobra y que utilizan multitud de colectivos. Asimismo, que decir sino afirmar que esa mentalidad de la mujer oprimida es algo moderno

En definitiva, el machismo es una lacra, cierto, pero el feminismo no es mejor. Un nacional revolucionario, de la misma forma que se desmarca de toda orientación desfasada por inexistente y ficticia de izquierda y derecha, lo mismo debe hacer con el sexismo, provenga de donde provenga, pues si no es así de nada se van a diferenciar los partidos nacional revolucionarios de otros pertenecientes a lo que podríamos llamar izquierda tradicional.

Mal orientadas están las mujeres si van adhiriéndose al feminismo, que será muy moderno, pero nada conveniente. Igualmente, decirles que son unas desagradecidas, cual inmigrantes a quienes todo se les da y encima se quejan. Los hombres han defendido el hogar incluso con la vida, han perecido en guerras por grandes ideales y por la familia, han hecho y siguen haciendo los trabajos más duros y arriesgados y os han protegido a vosotras, pandilla de gritonas, bolleras y ridículas mujeres (PRUEBA DE LO DICHO). Si de justicia histórica se trata...¡Los hombres del mundo reclamamos una muestra o gesto que repare tales daños hacia los hombres, que tanto han sufrido durante siglos al servicio de la protección de la mujer, de la familia y de la patria! Por supuesto, reconocemos el servicio de la mujer, como elemento protector del hogar y dadora de vida, habiendo sido la garantía, como sigue siéndolo, del futuro de nuestro pueblo, un futuro en juego por la irresponsabilidad tanto de hombres como de mujeres.

Así que un nacional revolucionario no debería tener en cuenta el sexo para defender unos derechos u otros, porque un nacional revolucionario debe defender los derechos para toda su comunidad. Porque es lo más justo, porque es lo verdaderamente revolucionario, porque en tal mentalidad sí que no hay discriminación, porque en dicha visión el sexismo brilla por su ausencia y porque en dicho ánimo si se respira UNIDAD.■


NOTA: Este texto es una respuesta a un artículo de título "En defensa del feminismo" publicado en TdE.

VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN


"En todos los lugares donde encontré seres vivos, encontré voluntad de poder, e incluso en la voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor [...] Y este misterio me ha confiado la vida misma: "Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo.
En verdad, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o instinto de finalidad, de algo alto, más lejano, más vario: pero todo esto es una única cosa y un único misterio [...]"
En verdad, yo os digo: ¡Un bien y un mal que fuesen imperecederos no existen! Por sí mismos deben una y otra vez superarse a sí mismos [...]
Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad ése tiene que ser antes un aniquilador y quebrantador de valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: mas ésta es la bondad creadora [...]
¡Hay muchas cosas que construir todavía! 
FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA.



La voluntad de poder es la actitud del hombre alzado hacia arriba, creador y destructor a la vez, como parte de la expresión nihilista activa y vitalista de Nietzsche. El hombre con voluntad de poder es el hombre que dice sí a la vida, es el hombre que se proyecta hacia el mundo como soporte y medio para sus ambiciones, deseos y aspiraciones. El hombre, luchando como la hierba bajo el asfalto desquebrajado, abriéndose paso... ¡eso es la voluntad de poder!, ¡eso es la voluntad de vivir... pero más!, ¡esa es la voluntad del hombre que quiere expandirse y siente necesidad de hacer uso de su poder y de sus fortalezas! ¡Ese es el hombre que se afirma constantemente!

Y la violencia... si la voluntad de poder es el motor de la vida y lo que empuja a todo ser a su realización, qué es la violencia sino su lenguaje. No hay nada más. La violencia propia que vemos "no" genera más violencia (es decir, no es el principio de la misma), sino que la propia vida, como violenta, genera la violencia: el hombre, como cualquier ser, es consecuencia de la violencia. ¿Acaso somos culpables de querer vivir, acaso hemos elegido un orden natural propio no-violento?, ¡¡las cosas son de una forma aunque nos empeñemos en lo contrario!!... ¿Y qué es la violencia? ¿Acaso no es querer someter a otro bajo nuestro poder? Voluntad significar someterse uno mismo (mandarse y obedecerse) o someter a (mandar y que te obedezcan, como si el ordenado fuera una prolongación de nuestra voluntad, y de hecho así sería), y con violencia o sin ella, pues alguien puede poseer un atractivo tal que la violencia se expresa en la tiranía de esa atracción, que domina las voluntades. Violencia física, violencia verbal, pero ahí está, esa necesidad de poder sobre otros, de someter la voluntad, el cuerpo, el espíritu... de nuestras presas, ¡esa necesidad de afirmación de nuestra existencia! ¡Todo y todos como un medio para nuestra realización y nuestra propia superación!

El diccionario nos dice que violento es aquel "que está fuera de su natural estado, situación o modo". No, el violento está en su estado natural, vive, sabe de qué va el juego en el que nos hemos involucrado involuntariamente los nacidos en este mundo. El violento quiere poner su orden, pues es un ser de poder. ¿Los que hacen los diccionarios dan por el hecho esa máxima de que el hombre es "bueno" por naturaleza?; y he aquí bueno en un sentido nada aristocrático, porque... ¿Qué es bueno?
¿Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.
¿Qué es malo? Todo cuanto procede de la debilidad.
¿Qué es felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada. 
FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO.
Y esta expresión de Nietzsche si es toda aristocrática... ¡superar, superar, superar!

Y que ahora se echen las manos a la cabeza los pacifistas (¡Los de la (pseudo)revolución pacífica!) y demás hombres y mujeres de la pusilanimidad. La violencia es la vía que pone orden, cualquier orden, incluso la que genera el caos para luego imponer su orden. Dejar hacer, es decir, que aquel que tiene la voluntad, el poder, la fuerza, consienta con su pasividad ese "no ejercer la violencia", "no ejercer el poder", sólo provoca el caos, que todo valga, que no haya ley. Si la democracia consiste en que no nos gobiernen los más capacitados, significa que gobernará el caos y que por lo tanto hoy democracia no signifique otra cosa que caos. Un caos provocado por el golpe violento de un poder que divide y vence, el poder violento de la inacción de esa vieja moral de esclavos, del pacifismo, del masoquismo, del martirio, que inutiliza al hombre para dar cuerda al motor de su voluntad y al de la propia vida, incapacitándolo a su vez para luchar. ¡El caos es el orden de los débiles y liberticidas!

¿Y por qué detestáis, pacifistas, mis palabras?, ¡quitaros las manos de la cabeza! Vuestro pacifismo es muy violento, ¿por qué os escandaliza que corra un poco de sangre entonces? Pero el pacifista adora y afirma la violencia: ¡¡sois entonces unos paradójicos adoradores de la vida!!, pero la adoráis con un rictus en la cara, como muertos, pues os da cierto asco. La violencia justifica vuestra existencia, da sentido a vuestra piadosa lucha. La adoráis tanto que necesitáis de ella para luego llorar como niñas. ¿Por qué tanta necesidad de martirio, de tristeza y de autoculpa?, ¿por qué tanta necesidad de victimismo? No hay nada más penoso ni más despreciable que aquel que desea ser víctima, que se hace la víctima o que adora a las víctimas. No digo que adoremos a los verdugos, a los que ejercen su poder sobre otros aunque sea justamente, etc., sino que animo a que cada cual ejerza su poder, su fuerza, sobre otros, sobre lo que desprecia, sobre aquellos que nos tienen sometidos: pero primero sobre nosotros mismos.

Hoy se hace necesaria una llamada a la violencia, más en unos tiempos de crisis donde nuestra impotencia se queda reprimida aún observando el abuso de las imposiciones hipotecarias, de un mercado laboral injusto, de los desahucios, de los despidos masivos, de las tropelías de la banca y otras aberraciones.

Asúmanlo, hay que gritar ¡basta!, el pacifismo y la inacción no han hecho nada bueno por los hombres, si acaso el juego a otros que pululan con total libertad sabiendo que hagan lo que hagan no van a recibir su merecido. Es la lucha lo que reventará un orden para instaurar otro, es la sangre la que debe correr y ahogar a nuestros enemigos.




¡LA REVOLUCIÓN SERÁ VIOLENTA O NO SERÁ!
¡LAS REVOLUCIONES O SON VIOLENTAS O NO LO SON!

Pues las revoluciones no son ni transición, ni punto seguido, ni siquiera punto y aparte, sino que suponen el cambio radical de la forma de pensar, de la forma de ver el mundo y de la forma de actuar. Una revolución supone una ruptura en el devenir histórico, un cambio tan violento que todo parece partir desde cero. Pero esto surge de hombres que a priori se han revolucionado a sí mismos.■


Fuentes consultadas:
- FRIEDRICH NIETZSCHE 1844-1900
- Voluntad de poder
- FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA. Alianza Editorial, año 1997. BA 0612, Pág. 176-178. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.
- FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO. Alianza Editorial, año 1997. BA 0613, Pág. 32. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.

LEÓN RIENTE


León Riente es todo un espectáculo en persona. Es un aguerrido patriota, un nacionalista y un revolucionario, y también un pagano y un racialista de primera, pero ante todo es, como yo y muchos de los que siguen este blog, un librepensador; pero antes de eso, antes de lo primero, es persona, es un hombre, es un ser con emociones, debilidades y fortalezas. Pocos hay como él que sin pudor defienden a su raza y a su pueblo, aunque ello provoque cierto rechazo social entre el personal programado por el sistema, un personal programado para odiarse a sí mismo y para repudiar todo aquello que les ha traído hasta su presente. Y no me refiero a la historia de España, sino al hilo de sangre que le precede a cada uno. Es la traición a la propia sangre el mayor sacrilegio de la modernidad, y es que es la sangre donde se centra y se encuentra toda posibilidad real de espiritualidad humana casi tangible. El hecho de que se pueda ver, incluso tocar, no lo hace menos espiritual. Los paganos son hombres de vista, no de oído, los dioses no son fantasías racionales, sino un hecho consumado, una realidad evidente. Y llegará, señores, llegará el día que los hombres blancos podamos reclamar de nuevo nuestro derecho de sangre sobre estas tierras, nuestro ius sanguinis, y expulsar a los traidores y mancillados.

Tengo la suerte de ser amigo de León Riente y compartir con él ciertos momentos. Más de una vez me ha acompañado a mis marchas por el bosque, por la llanura o por las alturas, y bien he de decir que viéndolo por esos parajes, arrojado a la existencia cual león en su sabana, se desenvuelve como si se tratara de su propia casa.

Muchos se pensarán si uno es tal como escribe en el blog. Es decir, si la sombra que uno proyecta de sí mismo por internet se ve reflejada de algún modo en la realidad. Tengo que asegurar que si de León Riente se percibe una fuerza mayúscula, una claridad desnuda y una impetuosidad controlada, además de una gran intelectualidad y cultura, y sabiduría, y madurez... en la realidad es así pero... mejor.

Y bien, una noche cualquiera León Riente y yo quedamos. No quedamos para hablar nada más, sino para beber cerveza, una tras otra. A lo largo del trayecto que nos llevaría a la cervecería observamos cómo los magrebíes y sus tiendas ocupan varias calles. Ya se ven con descaro bandas de moros pululando por las aceras, echando mano de nuestras mujeres blancas y mirándonos desafiantes tanto a León como a mí; pero nuestros ojos claros también desafían a los de ojos negros. Ojalá ese desafío se materializara en violencia hacia nosotros, hacia todos los blancos. No podéis imaginaros el hambre que tenemos de pelea, pero no de pelearnos porque sí, sino para defender lo que nos pertenece. Llegado al punto de que el extranjero se enseñorea, llegado al punto de la ausencia de un estado nacional, anhelamos la guerra como una vía de purificación, como un ascenso espiritual, semejante al sentimiento de un espartano en plena casquería. Derecho a defendernos, derecho que nos damos nosotros. Llegado el momento, de ser necesario, aplicaremos nuestro propio derecho: así hablan los soberanos.

Los establecimientos chinos no son pocos. También ocupan bastante en Algeciras. Pero esta gente son educados, inteligentemente educados, se integran, inteligentemente se integran, no se mestizan, pues sabiamente tienen conciencia de lo que es su etnia, es decir, su raza más su cultura.

Llegamos a la cervecería. Empezamos a beber con auténtico goce. Hablamos de varias cosas: sobre los últimos artículos de El Mundo Daorino, sobre Fichte, sobre Cavalli Sforza, sobre el matrimonio, sobre los hijos... Mientras bebemos, observamos que el fenómeno de la conguización, en la ciudad que esta noche nos acoge, está más extendido de lo que nosotros deseamos. Pero más extendido están aún ciertos rasgos mediorientales. Así, derivado de estas cuestiones, León Riente y yo empezamos a disertar sobre ciertos tipos de mucho interés para nuestros desarrollos sociogenéticos: el agricultor neolítico, el cazador-recolector cromañoide, el pastor indoeuropeo, etc. Quiero decir que la cerveza no es un eximente para nosotros a la hora de hablar de temas que creemos serios.

Tras todo esto, salimos de la cervecería, más alegres de lo que entramos. Justo enfrente, ante nuestros ojos sorprendidos, observamos como un grupo de personas danzaban con músicas extrañas. Los fenotipos eran variados y los colores abigarrados. Nada de homogeneidad, nada de pureza. La calle estaba plenamente bastardizada. ¡Oh, desgracia nuestra! ¡Esto es lo que ha provocado más de dos mil años de cristianismo y sus hijos marxistas! ¡Esto es lo que ha provocado tanto amor indiscriminado y sin conciencia de lo que se ama! ¡Esto es lo que pasa cuando no se enseña a amar, cuando la gente no sabe lo que es un valor! Promiscuidad pululante, juventud desnortada, padres orgullosos... ¡de qué! Mujeres con poca ropa, las menos recatadas, las más emputecidas... Y los chicos, ¡oh!, excitados, deseosos y malcriados por unas chicas que lo dan todo hecho, todo cocinado, todo sin forzar al varón a conquistarla. Entonces León Riente irrumpió en aquella verbena popular... ¡pero popular de no se sabe qué pueblo! -desde luego no era el español-, donde una heterogénea muchedumbre adornaba el mundo sensible con bailes ininteligibles y pavorosos, intentado dar sentido a unos ritmos que sonaban negroides y a todo volumen. No existía ningún pudor estético, el caos y la asimetría inundaban todo a nuestro alrededor.

Y bien, León Riente irrumpió en la verbena popular, irrumpió porque ocupaba toda la calle... Sí, y no lo hizo para bailar. Tras él observé con asombro cómo separaba una a una a un montón de parejas interraciales que bailaban abrazadas, cogidas de la cintura, separaba a aquellas en las que había un español, o una española, ¡separaba a posibles futuras familias mestizas! El personal allí presente, sin poder dar crédito, se quedó con la boca abierta al no poder hacer nada contra tal ímpetu. No obstante, aquel que intentara tocar a León Riente seguramente se vería reducido al instante. Tras esta tarea, la verbena extranjera prosiguió.

León Riente, aún furioso, marcó el camino hacia la siguiente cervecería. Pero de repente me vi solo por la calle y al echar la vista atrás me encontré a un fornido León cogiendo en peso una lavadora, levantándola por encima de sí como si se tratara de una pluma. Consecutivamente, en arrebato de fiereza celtíbera, con su rostro levemente sonrojado, empotró contra un pivote de hierro el pesado objeto, fragmentándolo en varias partes. Finalmente, León Riente y yo nos dirigimos a una nueva cervecería. Más relajado, León Riente bebió y rió y luego nos marchamos a nuestras respectivas casas por unas tierras que cada vez eran menos nuestras.■