"LA CONSCIENCIA: Una búsqueda de la verdad", de P. D. Ouspensky



Ouspensky fue un hombre ávido de sabiduría, alguien que buscaba algo al margen de los demás seres; o tal vez así le vea puesto que abandonó la enseñanza reglada muy joven. Como Platón, no cree en la palabra escrita, no es que no la utilice, pero no la ve como una herramienta válida como aproximación a la verdad. Él cree en la palabra hablada, en el diálogo, en la dialéctica.

La Conciencia: Una búsqueda de la Verdad (Editorial Humanitas, S. L. Primera edición en español, 1993), es lo primero que he leído de Ouspensky, y puestos a ser certeros, me ha sorprendido por su sencillez y lucidez, aunque para muchos sus postulados pueden sonar a metafísica esotérica.
El libro consta de cinco puntos y cada uno de ellos podría leerse por separado y entenderse igualmente. Es así porque se configura en forma de preguntas y respuestas recopiladas de las conferencias que ha dado el autor sobre diferentes temas. He aquí los cinco puntos:

1. La Memoria.
2. Personalidad superficial.
3. La obstinación
4. Las emociones negativas
5. Notas al trabajo
En este pequeño estudio nos centraremos en el punto 1, LA MEMORIA. Para los demás puntos podéis remitiros al libro en cuestión, una lectura que para mi gusto es muy recomendada por ser tan atractiva y rica en conceptos.

1
LA MEMORIA

Habla aquí Ouspensky de la memoria y el recuerdo, de la conciencia y de cómo ser más conscientes.
Sobre la conciencia se centra todo el ensayo 1 (La Memoria), dividiéndola en cuatro estados:
- Durmiente
- Vigilia o Conciencia relativa.
- Conciencia de sí mismo, Autoconciencia o Autorecuerdo.
- Conciencia objetiva.

Ouspensky parte de que la conciencia es un darse cuenta, y con esa pequeña definición se puede entender todo fácilmente. De los cuatro estados, nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas en el primer y segundo estado; el primero es el sueño, un estado de inactividad en el que el cuerpo descansa; y el segundo es el estado de vigilia o conciencia relativa, que explica la mecanicidad de nuestros actos, un mundo donde no controlamos el flujo de nuestros pensamientos y nuestra imaginación: la imaginación, junto con la mentira, son malísimas para la memoria según Ouspensky. En este segundo estado todo se queda en la superficie, no ahondando en las esencias y en nuestra verdadera personalidad. Para salir de ese estado de vigilia y crecer hemos de recordarnos a nosotros mismos, y eso puede hacerse a voluntad, pero no duraderamente. Lo ideal sería recordarnos a nosotros mismos constantemente, sin intermitencias, porque la memoria sólo recoge momentos en los que hemos sido conscientes: sólo se recuerdan momentos de conciencia; por eso no recordamos el nacimiento, parte de nuestra infancia y tenemos lagunas de etapas de nuestra vida, recordando solamente los momentos más vívidos, ¿pero y si pudiéramos recordar todo, activar todas nuestras memorias? Para ello es necesario desarrollo, voluntad y recordarse a sí mismo: «(…) conciencia y voluntad son casi una misma cosa o, en cualquier caso, aspectos de la misma cosa (…)», dice Ouspensky.

El tercer estado es la conciencia de sí (el recordarse a sí mismo), a partir de ahí se encamina uno hacia la verdad, es también la conciencia de la individualidad, es donde el hombre busca su esencia y la de las cosas. Para ello es necesario un gran trabajo interior. Mientras, el cuarto estado de conciencia, la conciencia objetiva, es vivir en la verdad, es un estado de iluminación, lejos de la mentira y de la imaginación: la realidad se presenta tal como es, en su mayor LUCIDEZ, en la esencia más pura.

Ouspensky hace referencia a las vidas anteriores y a la reencarnación. El que uno se recordara a sí mismo en el pasado de antes del nacimiento podría influir en la nueva vida del individuo, por eso la idea de que lo que hagamos hasta nuestra muerte puede influir en nuestro próxima existencia. Esto me lleva a la idea del Eterno Retorno, tema que el autor desarrolla en este ensayo sobre la memoria. Pero para llegar a ese estado de memoria en el que uno puede recordarse antes del nacimiento hay que esforzarse en lo que Ouspensky repite hasta la saciedad: recordarse a sí mismo, saberse que uno está aquí y allá, solamente así se podrá tener una vida consciente.

«(…) Sobre la cuestión de vidas anteriores creo que hay gente que puede recordar algo, aunque sólo en casos muy raros, ya que recordar algo implica ya un cierto grado definido de desarrollo. El hombre ordinario no tiene aparato para una memoria tal. La esencia es mecánica. No vive por sí misma; no tiene un aparato especial para el pensamiento sino que tiene que pensar a través de la personalidad, y la personalidad no tiene experiencia (…)»

Ouspensky intenta disculpar al hombre por su incapacidad relativa de comprensión del mundo y de búsqueda de la verdad. Habla del tiempo y de la eternidad, donde todo tiene otras reglas, donde todo se repite constantemente y al mismo tiempo, cuesta imaginarlo. El hombre se va a lo más fácil, no tiene un espíritu claro de sacrificio, es como si prefiriera vivir en la mentira, en el estado de vigilia, o, peor aún, como si no pudiera salir de ese estado, como si estuviera estancado y atrapado. Sus palabras hablan por sí mismas:

«(…)¿La idea de tiempo paralelo significa que todos los momentos existen continuamente?
Sí, es muy difícil pensar sobre ello. Ciertamente significa eternidad del momento, pero nuestras mentes no pueden pensar de ese modo. Nuestra mente es una máquina muy limitada. Debemos pensar del modo más fácil y ser indulgentes con ello. Es más fácil pensar en repeticiones que en la existencia eterna del momento. Debe usted entender que nuestra mente no puede formular correctamente las cosas como son. Podemos hacer sólo formulaciones apropiadas que estén más cerca de la verdad que nuestro pensamiento ordinario. Esto es todo lo que se puede hacer. Nuestra mente y nuestro lenguaje son instrumentos muy burdos y tenemos que enfrentarnos a problemas muy finos y a cuestiones muy delicadas (…)»

Y para terminar, leamos las siguientes letras de Ouspensky, donde hace hincapié en los dos grandes problemas que tiene el hombre para llegar a la verdad, las dos destructoras de la memoria.
«(…)¿Qué se debe hacer para que la memoria no se eche a perder?
Trabajar en la imaginación primero. Luego en la mentira. Estas dos cosas destruyen nuestra memoria. Cuando empezamos a hablar de mentira, la gente lo tomó como algo divertido; no se hacían a la idea de que uno puede destruir su memoria completamente. Luche contra la imaginación también, no sólo como deporte o ejercicio (…)».