
Esta obra juvenil de John Kennedy Toole me ha sorprendido por su sencilla prosa y argumento. Me sorprende porque después de haber leído La Conjura de los Necios me esperaba algo más disparatado y divertido, y me he encontrado con un drama serio de una gran hondura y con una crítica reveladora a la sociedad de un pueblo norteamericano dejado de la mano de Dios.
David es el protagonista de la novela, que por circunstancias adversas tuvo que mudarse con su familia a la colina. Nos cuenta su infancia y adolescencia hasta llegar a la madurez, aunque fuera incipiente. Su tía Mae es la persona más importante en la vida de David y una mujer extravagante para las personas del pueblo, un pueblo controlado por el Predicador, personaje clave de la novela por su capacidad de obrar y de "manipular" la vida de los demás. La vida de todos los ciudadanos del pueblo está en boca de todos, en cierto modo es dirigida, hasta tal extremo de que si no encajas debes irte. Es el retrato de la Norteamérica profunda que puede recordarnos a la España de antes de la democracia, incluso a la de hoy.
El Predicador es un ser con poder, puede hacer la vida imposible a quien no siga sus pasos, es un pastor autoritario, la cruz le sirve más para golpear que para transmitir la fe y la palabra de Dios; y vaya si golpea, sobre todo cuando ve amenazado su Imperio de la Fe, de la moral y de lo políticamente correcto según su perspectiva.
Aunque sea un drama, esta novela no deja de tener momentos divertidos, sobre todo en la escuela, donde siempre existe esa confrontación alumno-alumno y profesor-alumno. Pero son pequeños atisbos de luz, la historia es dramática casi desde el principio.
La Guerra también juega su papel, porque es cuando las mujeres deben hacer el trabajo que hacían sus maridos debido a que éstos están en el frente, yendo a las fábricas y jugando un papel esencial en Estados Unidos durante la guerra: no frenar la maquinaria industrial y desarrollo económico.
No creo que deba contaros más, hay que leer esta novela, su desenlace es bello y te hace pensar que es justo, aunque sea una conclusión teñida de rojo y un poco macabra y consiga que el concepto de justicia se tambalee en cada uno según su moral. ■