LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE DE JOHN REED



Cuando en Rusia se cocía una Revolución, muchos norteamericanos soñaban con una insurrección del mismo nivel que transformara sus vidas, su sociedad, su forma de vida hacia un sistema más humano. Muchos soñaban, en definitiva, con la dictadura del proletariado: la toma del poder de los obreros de la Industria y la apropiación de la tierra para los campesinos mediante la Reforma Agraria.

John Reed, corresponsal de guerra y dirigente obrero, fue un hombre con espíritu bolchevique que conoció a Lenin y que siguió de cerca los acontecimientos revolucionarios desde Petrogrado, el actual San Petersburgo. La película Rojos de Warren Beaty retrata la pericia de este gran hombre, que se convirtió en un héroe en los círculos intelectuales estadounidenses, y no solamente por su trayectoria político-revolucionaria, sino por su trayectoria periodística.

John Reed, en su estancia en Rusia, tuvo una gran actividad, colaborando con el gobierno soviético en nombre de la Revolución. En la película Rojos se ve cómo tenía una gran amistad con Emma Goldman, una anarquista que dio de qué hablar en el movimiento obrero norteamericano. En ambos se podía ver la decepción por Rusia, tanto por lo que estaba representando como por lo que se estaba desencadenando debido a la Revolución: paredones, hambre, pobreza, dictadura... aunque John Reed nunca perdió la esperanza y lucho hasta que tuvo fuerzas como para levantar la bandera revolucionaria y contestar con sus ideas la amenaza capitalista.

Yo siempre me he preguntado qué hubiera ocurrido si hubiera tenido éxito una Revolución Bolchevique en EE.UU. Al final, los poderes del capital aplastaron toda esperanza. Sin duda alguna habría sido el mejor espacio, pues es el país más rico del mundo, donde existe una mayor industria... Sin duda alguna la historia se habría escrito de otra forma y las atrocidades habrían sido distintas. De todas formas, durante la Guerra Fría convivieron dos hegemonías mundiales y se vio cómo en muchos casos actuaban de la misma forma ante un mismo problema: mediante la violencia.

Las ideas solamente suenan bien en los intelectuales, aquellos que rara vez gobiernan; son el germen y la conciencia de todo gran acontecimiento. Los políticos, sin embargo, no son intelectuales, a pesar de las excepciones, pero les gusta utilizar esa palabra para encubrir sus rarezas, sus extravagancias, ¡sus torpezas!, algunos ni siquiera las encubren, pues son idiotas por formación. Se parapetan detrás de los intelectuales, malinterpretándoles y manipulándoles, pues no son originales, miran de frente y a su bolsillo. El político está más hecho a la medida de la palabra guionizada, de la televisión, del protocolo, de los consensos y de las ataduras que constituyen los documentos firmados, y si eso no funciona, sus voces suenan mejor en la guerra, pero desde sus despachos, pues los reyes, los grandes líderes y hombres no son como los de antaño, que luchaban junto a los suyos dando la cara. Y si cazan a un intelectual vivo y lo esclavizan, pues mejor, porque así parece que dan más credibilidad a su estupidez.

Aún así, John Reed era más que un político, era un idealista (que son los más realistas por darse cuenta de los verdaderos problemas y de los grandes engaños) que fue arrastrado por una oleada de acontecimientos, por su propia trayectoria y por sus propios principios, sueños e ideas que quería hacer algo pro la gente humilde. A todos nos gusta soñar y parece que al final de cada sueño hay alguien que te engaña. Parece que lo que distingue a un intelectual del político es que el segundo va cegado por el poder y el primero se desilusiona por la locura del segundo. Y no digamos la diferencia entre intelectual y político-intelectual-verdadero, son astillas de una misma madera y ambos acaban desilusionándose, aunque el segundo ya pierde un poco de credibilidad. Y como siempre digo, ahí están también las excepciones, porque un intelectual puede tomar una decisíón política en el sentido de que su idea puede afectar en la forma en que los demás pueden ser gobernados.

En conclusión, no creo que exista nada más digno que luchar contra la injusticia y a favor de la igualdad, pero no en manos de un político, que hace de ello un programa y empieza a jugar con la ilusión de los demás. Los políticos deben ser servidores, no portavoces, me parece sumamente negligente otorgarles tanto poder. Aún así, parece que alguien debe gobernarnos, y parece ser que nunca acertamos. Gente responsable y comprometida es lo que necesita nuestra sociedad, ¡cualquier sociedad!, no charlatanes de eslogan y foto que solamente sirven para estar colgados en una farola.■

Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/John_Reed
http://www.antorcha.org/galeria/reed.htm
http://www.upec.cu/noticias/mayo07/17/07.htm