1984 (PARTE I)


Este artículo, debido a su extensión, se publicará en cuatro partes. Fue mucho el interés que suscitó en mí 1984 nada más empezar su lectura, pues no se trataba solamente de una novela, me encontraba con auténtica dinamita entre las manos, con todo un arma político, con toda una declaración de principios en modo de prosa.

La novela de George Orwell (pseudónimo de Arthur Blair) titulada 1984, es una de esas obras que, como otros libros que han sido comentados en este blog, se quedan clavados en la memoria, y no solamente por su sencilla y entretenida lectura, sino por su mensaje político, militante, combativo, certero y visionario. Así mismo, es una novela donde el debate y la reflexión moral y política están presentes en cada línea, pues es la plasmación de la contemporaneidad de Orwell. ¿Cómo iba entonces a obviar el hacer un artículo sobre semejante novela después de su lectura, una lectura que inspira a escribir? Pese a su visión futurista, uno no puede evitar entrever la visión que Orwell tenía de la Unión Soviética en manos de Estalin y la sombra del nazismo. Estalinismo y nazismo: tendencias políticas que si bien enemigas ideológicamente, tenían un parentesco común en la forma de mantenerse en el poder. 1984 es, por lo tanto, una crítica feroz a cualquier sistema oligárquico o autoritario y a su vez una danza literaria en loor a la libertad de expresión y de pensamiento.■


I
AMARÁS AL GRAN HERMANO


Antes de la Revolución, los capitalistas eran dueños de Oceanía. Pero después Ingsoc y sus revolucionarios impusieron su régimen. Todo se reduciría a una cosa: Amarás al Gran Hermano. Él siempre te vigilará, siempre verá cada paso y cada pensamiento que ronde tus sienes; la libertad será solamente un camino prohibido, un acto criminal para la consecución de los proyectos del Gran Hermano, que es omnipresente. Nadie sabe si el Gran Hermano existe, aunque mediante el doblepensar todos pueden pensar que es inmortal, que siempre ha existido, y a la vez que no existe, que es una patraña del Partido. El GH se materializa en unos aparatos llamados Telepantalla, apostados por doquier, incansables máquinas que vigilan cada rincón del suelo del país.

Todos los nacidos a la sombre del GH deben guardarle obediencia, hacer culto a su efigie, honrarle en los Minutos del Odio como si fuera un Dios en una especie de rito de reminiscencias remotas. Esto es una realidad, las calles de Oceanía pueden recordar a fotos viejas de las avenidas de ciudades rusas con el perfil de Stalin o a barrios de ciudades alemanas invadidas por simbología nazi, donde sus ciudadanos también hacían culto del doblepensar, un mecanismo mediante el cual uno piensa dos cosas al mismo tiempo y que a su vez implica la habilidad de olvidar lo no conveniente y poder atraerlo si se necesita. Todo ello era lo que ocurría en cada acción social, una actuación mecánica, teatral y preconcebida, dentro de una realidad delirante formulada por líderes paranoicos.

Así mismo, El Partido, dos palabras que al ser pronunciadas debían procurar miedo y respeto-más lo primero, porque lo segundo se derivará solo-, es la sombra del GH. Sus miembros deben hacerlo todo por él, pues es su vida, es su cruzada, por él deben darlo todo y por él deben estar dispuestos a realizar cualquier cosa, aunque de ello dependan la vida de los demás o las suyas propias.■

II
WINSTON Y LA VIDA EN 1984


La vida se regía por los principios de Ingsoc: LA GUERRA ES LA PAZ, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD; principios que a favor de la lógica significan literalmente lo que dicen, pues en neoluengua no se podían permitir fisuras que dieran lugar a equívocos. Pero Winston, protagonista de la novela, encarna al ser con conciencia, a un rebelde del sistema que al escribir su diario ya comete un sacrilegio que le llevaría a la muerte, a ser vaporizado.

En cada rincón, la Telepantalla te observaba, era la encarnación tecnológica del Gran Hermano, Oráculo Moral, político y biempensante de la sociedad de 1984, que vigilará tus sueños, tus gestos, te estudiará minuciosamente, hasta lo más insignificante, para ahondar en una posible traición veinticuatro horas al día.

En la vida de 1984 no era posible el amor, ni la amistad, todo se reducía a una desconfianza y a un control exhaustivos de cada uno de los miembros de la sociedad, pues a priori, todos eran sospechosos de traición y debían investigarse mutuamente. Esta situación se hacía más fuerte y patente en los hombres y mujeres del partido (a quienes se les exigía más que a cualquier otro ciudadano), que debían expresar su obediencia en los minutos del odio, en las manifestaciones, en jornadas de trabajo de catorce horas diarias, en actividades extralaborales para fingir que son fieles al Partido o para mostrar su amor al Gran Hermano, etc.

La vida en 1984 era asfixiante, ningún minuto de sosiego, ningún momento de libertad, ningún sentimiento auténtico. Por eso, 1984 constituye una distopía muy amarga, dolorosa y fría, pero contada de una forma sencilla y bella. Sin embargo existe la esperanza, establecida en Goldstein y en su organización, llamada “LA HERMANDAD”. Goldstein fue uno de los fundadores del Partido, una de las semillas de la Revolución. Posteriormente lo trataremos, porque siendo 1984 una obra que hace hincapié en los autoritarismos, y especialmente en el Estalinismo, se hace irremisible señalar el paralelismo que existe entre la realidad y la ficción, es decir, entre Goldstein-Ingsoc y Lenin-Stalin respectivamente, siendo Stalin el traidor de la Revolución y del concepto ideológico que lo hizo posible: el marxismo-leninismo.■


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