1984 (PARTE III)

Como pudimos leer en la primera y segunda parte de este análisis sobre la obra 1984 de Orwell, el odio sigue centrando cada punto a abordar. Es sin duda el denominador común de 1984, alrededor del cual gira todo lo demás. En esta tercera parte nos ceñiremos en la jerarquía social, en la configuración mundial y en los objetivos del Partido, entre otras cosas. Sin duda, todo análisis se quedará corto, pues sobre 1984 se podrían escribir libros enteros.■


VI
LA GUERRA ES LA PAZ:
EL OBJETIVO DEL PARTIDO Y LA GUERRA CONTÍNUA


En 1984 el desarrollo tecnológico se sostiene en la guerra: la destrucción es el fin supremo de toda técnica, es, de hecho, lo que justifica la existencia de la ciencia. Esto es solamente el reflejo de la ciencia del s. XX. Sin la guerra la aviación no se habría desarrollado tan rápido, así como la tecnología naval. En los laboratorios se han generado armas mortíferas, ya sean mediante átomos o virus, y no digamos la carrera espacial, si el hombre llegó a la luna o si un ruso fue el primero en orbitar la tierra como una mosca suele marear con sus vuelitos fue gracias a la guerra, al odio, al miedo… Porque al fin y al cabo la ciencia sirve a los principios del miedo y del odio, al menos a la así descrita en 1984. Bien sabemos que la ciencia médica y doméstica han avanzado con creces, lo cual ha supuesto un crecimiento en nuestro nivel de vida, pero también es cierto que también se ha visto empañada por logros un tanto indignos. Lo descrito en 1984 es la ciencia al servicio del mal, de la maldad, una sombra no demasiado exagerada de la realidad.

La finalidad del Partido se podría definir con la siguiente cita: «Las dos finalidades del Partido son conquistar toda la superficie de la Tierra y extinguir de una vez para siempre la posibilidad de toda libertad del pensamiento» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.192) La primera se sabe imposible porque no convendría al motor de la economía: una vez conquistado todo no se podría producir, no se podría destruir, la máquina económica se pararía y todo el subsistema social se derrumbaría. Todo esto lo sabían muchos miembros del Partido pero lo anulaban mediante el doblepensar. Además, ese objetivo utópico de conquista total hacía valer la guerra continua y la actitud exacerbaba a las masas, fanáticas y enérgicamente contundentes.

El Mundo de 1984 se divide en tres bloques, y en los diversos bloques el motor de la economía es la guerra. No sólo es el motor de la economía, sino la forma de mantener a la sociedad al límite, lo que hace que la jerarquía social se mantenga y todo sea mejor sometible mediante el miedo y el odio. Se da la paradoja, por lo tanto, de que los tres bloques funcionan como aliados aunque estén en constante guerra, como podremos leer en el siguiente fragmento, donde también se alude a la integridad cultural, bien a mantener y que hace referencia a la identidad y al nacionalismo:



«(…) Eurasia podría conquistar fácilmente las Islas Británicas, que forman parte, geográficamente, de Europa, y también sería posible para Oceanía avanzar sus fronteras hasta el Rin e incluso hasta el Vístula. Pero esto violaría el principio –seguido por todos los bandos, aunque nunca formulado–, de la integridad cultural. Así, si Oceanía conquistara áreas que antes se conocían con los nombres de Francia y Alemania, sería necesario exterminar a todos sus habitantes –tarea de gran dificultad física– o asimilarse una población de centenar de millones de personas que, en lo técnico, están a la misma altura que los oceánicos. El problema es el mismo para todos los superestados, siendo absolutamente imprescindible que su estructura no entre en contacto con extranjeros, excepto en reducidas proporciones con prisioneros de guerra y esclavos de color. Incluso el aliado oficial del momento es considerado con mucha suspicacia. El ciudadano medio de Oceanía nunca ve a un ciudadano de Eurasia ni de Asia Oriental –aparte de los prisioneros¬– y se le prohíbe que aprenda lenguas extranjeras. Si se le permitiera entrar en relación con extranjeros, descubriría que sin criaturas iguales a él en lo esencial y que casi todo lo que se le ha dicho sobre ellos es una sarta de mentiras. Se rompería así el mundo cerrado en que vive y quizá desaparecieran el miedo, el odio y la rigidez fanática en que se basa su moral. Se admite, por tanto, en los tres Estados que por mucho que cambien de manos Persia, Egipto, Java o Ceilán, las fronteras principales nunca podrán ser cruzadas más que por las bombas» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.193, 194)

A su vez, el mensaje de 1984 te convence del absurdo de la guerra y de la política, si es que no son lo mismo. El nacionalismo no son sino inventos de la mente humana donde puede proyectar toda su energía paranoica, todo su fanático ego, tada su porquería.

Para concluir, el objetivo subyacente del Partido es el poder, el poder por el poder, el control total, y he ahí la desgracia de la sociedad de 1984, o de la nuestra propia, de que la persecución de ese poder no tenga un motivo o un fin, lo que hace todo más absurdo. Pero además, ese anhelo de poder por el poder no tiene vista, pues no le importa que para ello mueran miles de personas, ¿acaso no es el retrato de todas las tiranías, ya sean autoritarias o democráticas? El querer el poder porque sí, por amor al propio poder y ya está, como los padres quieren a sus hijos por el simple hecho de serlos y punto, sin que exista un motivo racional. En el siguiente fragmento se describe perfectamente la idea del poder por el poder:

«- Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el puro poder. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes e hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.257)

Dicho todo esto, La Guerra es la Paz porque mantiene el sistema y la jerarquía social inalterables; es decir, mantienen el orden, y el orden es la paz.■


VII
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA: JERARQUÍA SOCIAL Y DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA


Como ya hemos dejado entrever anteriormente, en el mundo de 1984 existían tres bloques, cada uno de los cuales seguía una ideología que, sin embargo, al final se traducían en lo mismo: control, dominación, esclavitud y guerra.


Pero el bloque predominante en la novela es Oceanía, cuya sociedad es la que vivió Winston y Julia, por lo que nos centraremos en ella. En la novela se hace especial hincapié en la importancia de la jerarquía social, jerarquía que se mantiene mediante la guerra y el odio, y cuyo sustento es la desigualdad, pues una sociedad no jerarquizada, según Ingsoc y el GH, no tiene futuro, no es rentable.

«Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en la que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por sí mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.189)



En el esquema que os presento arriba es la famosa jerarquía social. Arriba aparece el GH, que es una especie de deidad que nadie ha visto jamás y que rige el destino de Oceanía. Es la cabeza del Partido, que aparece más abajo. Éste se divide en Partido Interior y Exterior. El primero es el cerebro, un servicio de inteligencia y control de todo que se dedica a controlar cada paso que se da en el territorio. El Partido Exterior, sin embargo, va destinada a la guerra, y por ello son las manos del Partido y de Oceanía. Es de destacar que solamente representan el 6%, o así puede uno dilucidar leyendo la novela.

En el Partido también había desigualdades, pues existía una especie de élite con ciertos privilegios, como el de poder apagar la Telepantalla durante un tiempo limitado. Esta desigualdad se hacía igualmente patente en Winston y Julia, que eran verdaderos obreros del Partido, máquinas, personas sin vida propia con jornadas laborales desorbitadas. De hecho, casi todos los miembros del Partido tenían una vida laboriosa, sin tiempo para pensar. Por ello, el chispazo de luz de Winston se presenta en la novela como todo un acontecimiento en su vida: es un chispazo de decir basta, de rebeldía, de querer ser libre. Y era preferible la muerte a vivir muerto. En definitiva, el Partido era la casta dominante y gobernante, porque, aunque más pequeña, era como las bisagras de una puerta: la puerta es más grande pero sin bisagras no puede moverse.

«Si uno ha de gobernar, y de seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad. (…) Conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.209)

Luego se encuentran los proles, que representan el 83% aproximadamente (incluso puede que más) de la ciudadanía de Oceanía. Era como un mundo aparte, en la novela casi parece que se tratan de seres salvajes que no conocen la neolengua ni el doblepensar, de seres que viven en plena ignorancia, y eso es lo que le da fuerza al Partido, pues así más débiles, así más fáciles de dominar. De vez en cuando los proles sufrían ataques de misiles, sin embargo, parecía que nunca había pasado nada, pues el Partido lo dejaba bien claro: si no caían misiles no caían y lo que se viera era mentira, incluso los cadáveres. Los proles eran pasionales, acudían en masa a las manifestaciones y le daban un toque festivo, de fe y culto popular a la imagen del GH. No obstante, para muchos, incluido Winston, si había esperanza estaba en los proles, menos contaminados por el apestoso y asfixiante ambiente del Partido.

En el plano económico nos encontramos ante la guerra continua como motor incombustible de la producción, tal y como ya habíamos dilucidado anteriormente. Se trata de destruir para volver a construir, de destruir lo producido, de producir por producir para que la jerarquía social y el equilibrio mundial se mantengan estables, y que con ello se mantenga igualmente la desigualdad, el control, el miedo, el odio...

«El problema era mantener en marcha las ruedas de la industria sin aumentar la riqueza real del mundo. Los bienes habían de ser producidos, pero no distribuidos. Y, en la práctica, la única manera de lograr esto era la guerra continua.

»Un acto esencial de la guerra es la destrucción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo. La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes»
(1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.190)

«En cuanto al problema de la superproducción, que ha estado latente en nuestra sociedad desde el desarrollo del maquinismo, queda resuelto por el recurso de la guerra continua, que es necesaria también para mantener la moral pública a un elevado nivel» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.202, 203)

Claro está, todo lo dicho por Orwell, siendo irreal, resulta de una veracidad histórica contrastable. El siglo XX es un paradigma económico en este sentido. Después de quedar Europa arrasada durante la Primera Guerra Mundial y después de haber sido reconstruida, la bolsa de Nueva York calló, pasando a la historia como el famoso crack del 29. La economía estadounidense obtuvo grandes beneficios vendiendo sus productos a una Europa decaída. Pero cuando Europa se hacía cada vez más autosuficiente la producción estadounidense estaba por encima de su exportación y posterior venta, es lo que llamamos superproducción (aunque sería más descriptivo sobreproducción) y que en 1984 se solucionaba con la Guerra Continua. ¿Y cómo se solucionó toda la locura del CRACK del 29? Pues mediante la Segunda Guerra Mundial y la posterior configuración de un Nuevo orden Mundial con la Guerra Fría como telón de fondo a modo de Guerra Continua, ¿pues acaso no fue una lucha soviético-estadounidense encubierta Vietnam, Corea o Afganistán? Así se mantenía la producción y el orden económico mundial equilibrado, sufriendo unos para poder vivir otros. Y es que Occidente vive de la miseria de los demás, pese a quien pese, como Ingsoc y sus seguidores de los proles y de los esclavos.

Por último, nos encontramos con los esclavos. No son un porcentaje muy amplio (no se dice en la novela), pues resulta más ventajoso eliminarlos para poder mantener la integridad cultural. No tienen mucha importancia en la vida social de 1984, apenas se citan, aunque es relevante que se nutren de prisioneros de guerra de otros superestados y de hombres y mujeres de las nuevas tierras sometidas.

Para concluir, hemos de hacer mención de uno de los principios del Partido: LA IGNORANCIA ES LA FUERZA. No solamente es la fuerza, sino la única forma de mantener fanatizada a la ciudadanía mediante la desinformación y la tergiversación y control de la Historia. En 1984 nadie sabe realmente por qué combate, nadie sabe realmente nada, solamente lo que les dice el GH y El Partido.■

Enlaces de Interés:
1984 (PARTE I)
1984 (PARTE II)