LA RISA DE LAS RISAS



De todas las risas que hablando propiamente no son tales, sino que más bien reemplazan el aullido, sólo tres a mi juicio merecen detenerse sobre ellas, a saber: la amarga, la de dientes afuera y la sin alegría. Corresponden a -¿cómo decirlo?- a una excoriación progresiva del entendimiento y el paso de una a otra es el paso de lo menos a lo más, de lo inferior a lo superior, de lo exterior a lo interior, de lo grosero a lo sutil, de la materia a la forma. La risa amarga ríe de lo que no es bueno, es la risa ética. La risa de dientes afuera ríe de lo que no es verdadero, es la risa judicial. ¡Lo que no es bueno!¡Lo que no es verdadero!¡En fin! Pero la risa sin alegría es la risa no ética por este gruñido -¡ja!-, así, es la risa de las risas, la risus purus, la risa que se ríe de la risa, homenaje estupefacto a la broma suprema, en resumen, la risa que se ríe -silencio, por favor- de lo desdichado.

Palabras de Samuel Beckett, extraídas del prólogo de un libro de E. M. Cioran, de título Breviario de Podredumbre. Suma de letras, S.L., enero de 2001, págs. 18-19. Traducción de Fernando Savater.

Creo que es un magnífico párrafo, una brillante clasificación; y espero que no parezca que esté adulando o halagando en sentido zalamero. La Risa sin Alegría, concepto del que alguna vez he hecho referencias, tiene su origen en esas palabras de Beckett, un maestro de lo desdichado, un embajador de la amargura, de la misma forma que Cioran, ambos Cortesanos del Vacío y NARRADORES DEL SIN SENTIDO. El nihilismo se me antoja ya como una forma de vida, una forma de vida para hombres fuertes de voluntad que realmente quieren ser libres y dar sentido a sus propias vidas como si fueran artistas de la materia y de la forma, narrando cada momento de sus existencias, dictando sus propias metas y consiguiéndolas o no consiguiéndolas. Es posible que solamente una vida libre sea digna de vivir, digna de revivir, digna de eternizar. Pero la vida carece de sinsentido cuando el hombre de voluntad pierde la inspiración creadora y deja de ser -en consecuencia- un hombre libre, un artista existencial. Entonces el hastío hace mella y la vida se cierne en declive, aplastándonos. Riámonos con el ¡JA!, será síntoma de buen humor y una gratificante forma de enfrentarnos a la vida, vida de la que no se puede esperar nada, pues está aliada con la muerte; es decir, y hablando metafísicamente, la muerte fornica con la vida, y posiblemente por detrás: ¿no nos vienen a caso todos los golpes por detrás, sin avisar, por el culo?■


¡JA! ¡JA! ¡JA!