POZOS DE AMBICIÓN


Pozos de Ambición, dirigida por Paul Thomas Anderson y protagonizada por un impresionante Daniel Day-Lewis, me parece, junto con No Country Old for Men de los Cohen, una de las mejores películas que he podido ver en los últimos seis meses. Y es que las película trata un asunto tan humano como nuestra codicia, nuestras ansias de poder, los pozos de ambición de nuestro espíritu. El petróleo no es más que la imagen de nuestras neuras por el poder y un manojo de dólares. Alrededor del petróleo sólo crecen ratas y cuervos. El comienzo de la película ya habla por sí mismo, sin voz en off, sin nada que decir, solamente puede verse a un hombre trabajando duro buscando su oro negro; maltrecho, fatigado... el comienzo de la película es de los más sombríos y espeluznantes que he podido ver en una pantalla de cine. Es más, es una película oscura, tenebrosa, una película que narra la vida de un hombre plagada de esfuerzo y éxito pero que a nadie le gustaría vivir, o así creo. Porque al final nuestro protagonista es un infeliz, un auténtico desgraciado, cuyos hálitos de vida aún son constantes gracias a la propia ambición, al propio poder y a la propia avaricia.

El título de la película ya podría hablar por sí mismo, creo que si dejo solamente el título ya habría terminado el comentario, pero qué mala pata por mi parte sería hacer algo así. La ambición, que este caso es una ambición negativa, de navaja en un callejón, surge de multitud de fuentes: de la fe y del dólar, de la religión y del liberalismo, de Dios y del Sueño Americano. Cada uno puede cavar un pozo en la tierra o en la fe de las personas, supongo que los ambiciosos son excavadores, auténticos pistoleros en busca de poder y dinero. Supongo que las víctimas, los ciudadanos normales y corrientes, igual de ambiciosos aunque faltos de voluntad, pueden parecer coladores de los agujereados que están. En definitiva, si algo define al ambicioso es una fuerte voluntad, pero menuda voluntad, una que solamente piensa en sí misma y que actúa con demagogia y una inteligencia sutil y a la vez despiadada. La ambición es por antonomasia el origen primogénito, la esencia, de nuestro sistema económico, el motor de nuestro progreso, de nuestro supuesto progreso.

Sin más, os animo a ver esta gran película, esta grandiosa obra de arte con un final memorable que de seguro será recordada para siempre entre todos los cinéfilos amantes del buen cine.■