SENTENCIAS


1
La salvación, promesas para la otra vida… pero ¿qué delirantez es esa? De esta forma los hombres hipotecan sus vidas al servicio de la fe, despojándoles de su poca libertad. Las religiones se convierten así en entidades más feroces y crueles que los bancos. Pero no solamente las religiones, también las ideologías o todo acto en sí. Igualmente, las ideologías requieren fe, cierta entrega inconsciente. Pocas diferencias hay entre un político y un sacerdote o un fanático político o un fanático religioso; es más, son más sus semejanzas. Tal vez el sacerdote ideológico, el político, sea el más peligroso de cuantos vendedores de paraísos existen en el mundo, y es que sus exigencias son mayores y los beneficios escasos. Embadurnan de razón sus postulados: la razón se ha equiparado a la fe, lo que ha provocado que muchos se revelen como iluminados de limusina y traje con corbata. El mal uso de los dones de la inteligencia solamente nos ha traído fe por un lado y la razón descafeinada por el otro en forma de pompa política. Ambos son charlatanes, vendedores de paraísos y mercaderes del porvenir.■

2
El Hombre reniega de la metafísica para bañarse en lo tangiblemente práctico; por lo tanto, tira el ser a la basura, apestando a casi todo el pensamiento humano. Amigos del “átomo”, amantes de la cosa, el hombre sueña con una vida material voluptuosa pensando que ello es la felicidad. Cegados por una demencial lujuria, el hombre se condena a ser un mero adorno frente a los mismos adornos que venera, convirtiéndose en bellas esculturas perecederas, en figurantes estéticos en este mundo sin ser. Así que el hombre ha perdido toda su esencia, es cosa, y sin embargo es feliz, cree que es feliz en una apariencia de inmortalidad. En el mundo de las quimeras la felicidad está inventada, pero una felicidad artificial, de la que se puede tocar, vender, comprar y alquilar, pues si no no valdría nada.■

3
La deshumanización: montones de cadáveres apilados ante eslóganes que deletrean c-i-v-i-l-i-z-a-c-i-ó-n. Los seres sin ser son los deshumanizados, son los sin voluntad, y andan gracias a su motor automatizado, que les da vida. Son como un muñeco de cuerda, un montón de cuero o trapo que anda de forma mecánica. Sin esencia, son menos que el Hombre de Hojalata. Su corazón late para el cuerpo pero no para un espíritu, para un alma o… (llamarlo como queráis) para una esencia. Sin duda, seguirán siendo punto de inspiración para los existencialistas, otros seres que se ven más humanos y que leído lo leído solamente cuentan historias de zombis o vampiros en lugar de hablar sobre el Hombre, ¿acaso es posible hablar de hombres sin esencia y estar refiriéndose al hombre en sí o como tal? Posible si es, pero estaríamos hablando solo de seres antropomorfos. Parece que la voluntad de poder se ha apagado del hombre, pues no aspira a más que a huir de sí mismo.■

4
La realidad visible y tangible son cortinas que esconden un vacío total, una Nada incomprensible. Pensar que esa realidad es el resultado de nuestro aburrimiento, de nuestra incapacidad para soportar el sufrimiento de no hacer nada, tiñe de cosas absurdas mis pensamientos. Se han erigido religiones, sistemas e ideologías con el único fin de poder soportar mejor el aburrimiento de una estancia en el vacío. ¿Acaso es tan difícil quedarse quieto? Lo que nos habríamos ahorrado en estupidez habría sido incuantificable, pero claro, cómo iba a saberse. El hacer algo supone una esperanza para ganarse la inmortalidad, un lugar en la eternidad donde brille nuestro obrar; somos como niños que quieren llamar la atención, la atención a la Historia, cuando ésta es sorda y le da igual cuánta tinta o cuánta sangre se derrame para hacerla brillar. Qué triste es el Hombre con sus esperanzas, siendo arrastrado por el devenir hacia un olvido… lo único eterno que conseguirá. Y visto así, sea un final trágico y glorioso para el Hombre, que lucha y se condena al sufrimiento a sí mismo y al prójimo por Nada.■