Meditando sobre Nietzsche: de lo «VERDADERO», lo «APARENTE» y lo «REAL»


«(…) Dividir el mundo “verdadero” y el mundo “aparente”, ya sea a la manera del cristianismo, ya sea a la manera de Kant (que no es, a fin de cuentas, más que un cristianismo disimulado), sólo puede proceder de una sugestión de la decadence, sólo es el síntoma de una vida descendente… El hecho de que el artista sitúe la apariencia por encima de la realidad no prueba nada contra esta tesis. Aquí la “apariencia” significa la realidad repetida una vez más, pero escogida, reforzada, corregida… El artista trágico no es un pesimista, dice “sí” precisamente a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco…»

Friedrich Nietzsche. Crepúsculo de los Ídolos (BA 0615). Alianza Editorial, año 2001, pág. 56. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.


Después de leer esto voy a dejar de ver a todo pesimista, a todo nihilista y sobre todo a todo artista como a unos negadores de la vida, al menos a aquellos que me lo han parecido alguna vez. A Cioran, sin ir más lejos y a quien tanto he citado en El Mundo de Daorino, puedo verle ahora literalmente como a un negador de la existencia como tal pero no de la vida en sí. Creo que mi entendimiento acerca de las filosofías de Cioran y Nietzsche está madurando. Si Cioran sobrevivió a sus monstruos más lúgubres cuando era joven y eligió la vida en lugar de la muerte mediante el suicidio fue precisamente gracias a ese ejercicio de superación: la superación de la decadencia (¡y toda superación es un “sí” a la vida!). Por lo tanto, esa decisión de no quitarse la vida fue una afirmación a favor de la vida en sí. Incluso la furia incontrolada de Cioran frente a la existencia (que expone contundentemente en sus obras) y ese apego a la muerte como alivio existencial son en sí odas a la vida como tal, pues la muerte está contenida en la vida y por lo tanto es igualmente Voluntad de Poder dentro de lo “real”. Pero Nietzsche se diferencia de Cioran en algo muy esencial: el primero no niega la existencia pues es la vida en sí. Es decir, la existencia está contenida en la vida como que es vida en sí misma en lugar de suponer que la existencia transcurre en la vida o viceversa. Digamos que es la misma diferencia entre un vaso que contiene agua y un vaso vacío con un agujero en su base bajo un grifo del que cae agua. Así pues, la negación de la vida se nos presenta según Nietzsche como un atentado contra lo “real”, un apego hacia lo marchito.

Ciñéndonos al texto, esa negación de Nietzsche a la dualidad no es más que una muestra más de su clarísimo desprecio por toda la tradición filosófica venida desde Platón hasta Kant y que tanto ha servido como base ideológica para los estamentos eclesiásticos y otro tipo de pensadores o “sociedades”. Es como dividir la vida en dos, negar la parte de realidad de lo “aparente”. Nietzsche se expresa como un Platón a la inversa. Siempre me he imaginado a Nietzsche en uno de los diálogos de Platón, ¿cómo se defendería Platón de la furia del de Röcken? Sería una de las mayores batallas dialécticas de la Historia de la Filosofía.

Haciendo referencia al título de esta reflexión escrita, lo “verdadero” no tiene porque ser la verdad, pues lo “verdadero” puede ser del mismo modo la “apariencia” y ambas ser igual de válidas en cuanto que constituyen una única realidad, la realidad en sí. En palabras de Clément Rosset:

«(…) De manera que si el «mundo verdadero» es para Nietzsche una mentira, eso no significa que el mundo en su apariencia sea una fábula, sino más bien al contrario, que es verídico y que constituye la realidad. Por lo demás, resulta innecesario precisar que el pensamiento según el cual «el mundo como tal no es más que fábula» sería imputado por Nietzsche indefectiblemente a una calumnia hacia la vida y una venganza contra ella.»

Clément Rosset. La Fuerza Mayor, Notas sobre Nietzsche y Cioran. Acuarela Editorial, año 2000, pág. 79. Traducción de Rafael del Hierro.

Sin duda, esto puede recordar a la filosofía del francés Guy Debord, que en planos de realidad puede considerarse un Nietzscheano con terminología platónica, pues éste, como el alemán, asume tanto “lo sensible” (lo verdadero) como el mundo ilusorio de las sombras, es decir, el espectáculo y simulacro (lo aparente) como partes de la misma realidad, de lo real en sí. En definitiva, niega la dualidad existente entre un mundo sensible y un mundo de las ideas.

En definitiva, el mundo debe ser entendido en su conjunto como real. Tanto lo verdadero como lo aparente juegan en un mismo plano, forman parte de la vida y su no afirmación es una negación de la misma y de la realidad.■