EL INCREÍBLE HOMBRE MENGUANTE


El Increíble Hombre Menguante es una maravillosa película en blanco y negro que ensalza al arte cinematográfico como todo un arte con todas sus letras. No sólo su realización resulta maravillosa por su sencillez aparente y trabajadísimos efectos especiales para la época sino igualmente por su calado filosófico. Calificada como de Serie B, fue dirigida por Jack Arnold y proyectada por primera vez durante el año 1957. Está basada en una novela de Richard Matheson, autor de otra gran novela calificada por muchos como esencial y que yo no he tenido el placer de disfrutar, Soy Leyenda, título que también ha sido adaptado al cine. El propio autor de la novela fue el encargado de guionizar El Increíble Hombre Menguante.

La verdad es que no veo mucho cine en blanco y negro pero siento una gran debilidad por el mundo del bicolor cinematográfico. El blanco y negro ensalza más al cine como un arte, ¡¡el cine siempre tenía que haber sido en blanco y negro!! Sin duda exagere, y seguro que sí, pero dicha apreciación cromática no deja de ser ese halo que rodea a cada historia de fotogramas de su piel fantástica, de su piel romántica, de su aura de irrealidad. El cine en blanco y negro, con toda su sencillez, me resulta, en definitiva, entrañable, más divertido y sobre todo menos superficial que el cine contemporáneo, dando más importancia a lo esencial que a la mera estética, lo que no quiere decir que la estética no fuera importante, sino que prevalecía el mensaje, el contenido esencial de la historia que se pretendía contar.

Sin más, creo que debo profundizar en la película. Y lo haré no contándola paso a paso a modo de resumen sino ciñéndome a su esencia, a su mensaje. Y este mensaje no deja de ser otra cosa que una llamada de atención al Hombre sobre su pequeñez; sí, la película trata de la pequeñez del ser humano como tal y en todo su proceso de empequeñecimiento. Un hombre sin trabajo y abrumado por la realidad, Scott Carey, interpretado por Grant Williams, de repente vive la desgracia de encoger debido a los efectos de una extraña niebla. Dicho encogimiento no es solo físico, sino mental y respecto al resto de la sociedad. No existe por tanto mucha diferencia entre La Metamorfosis (a la cual ahora llaman La Transformación, no sé si por distinguir la obra de Kafka de la de Ovidio o porque ésta es la traducción correcta) y la película de J. Arnold, puesto que Gregorio, "convertido en un monstruoso insecto", no dejaba de ser cada vez más insignificante, más abrumadoramente pequeño y “sobrante”. ¿Y cuántos nos sentiremos así de pequeños? El Hombre Menguante está de plena actualidad, más en un mundo de victoriosos y de fracasados, donde los perdedores son apedreados y los triunfadores venerados como faraones; ahora muchos victoriosos que se la prometían felices y sumamente enormes en su vida material menguan y ven cómo hasta su plato de comida les aplasta y tienen que luchar contra las ratas para no ser arrebatados de su último aliento, de su último céntimo.

El Hombre que Mengua es la metáfora de muchos que no saben cómo afrontar la vida, ni saben cómo luchar contra la multitud de obstáculos que se les presenta entre otras muchas cosas. Y no crean que el peligro de menguar no es real, vemos todos los días cómo muchos se rebajan (menguan) en esta sociedad, en este peligroso complejo social lleno de trampas que hemos creado… ¿para qué? ¿Y cómo sucede ese rebajamiento? Sucede de mil formas distintas y a todas horas: a la hora de despertarse, a la hora de ir a trabajar, en el trabajo, etc. En los supermercados vemos a los amansados seres humanos andar con aparente libertad como guiados por un amo invisible, como si fueran perros que van allá donde una mano porte un hueso. ¿Y a caso no hay mayor rebajamiento para el sobrevalorado ego humano que equipararse al olfato de un perro? Y que me disculpen los perros, ellos no son ni grandes ni pequeños, son lo que son y nada más y hacen lo que es debido, lo que se les ha dictado por capricho biológico. En definitiva, el hombre es un ser pequeño y amaestrado, pero un ser que no se abruma, que se llena de delirios de grandeza para paliar el frustrante sentimiento de insignificancia.

Pero ahondemos con mayor análisis en el concepto de empequeñecimiento. Dicho concepto representa la vía del fracaso sin fin: cuando uno piensa que no puede encoger más, que no puede rebajarse más a las obligaciones e imposiciones diarias, ve cómo aún puede caer más hondo, cómo puede ser más estrujado, aplastado y explotado. En la película vemos que representa la presión de la vida sobre el individuo, cómo ésta ejerce fuerza contra el ego humano y cómo a éste (el ego humano) le cuesta mucho más enfrentarse a los obstáculos del día a día. Es como si la vida (social) quisiera que te rindieras y tiraras las armas, como si quisiera que se abandonara la lucha, por eso tanto estrujamiento, tanto obstáculo, para que te canses, para que depongas tu ego y formes parte del mecanizado mundo social.

Siendo concluyente, El Hombre Menguante representa muchas ideas y exige muchos puntos de análisis, pero sin duda alguna es una clara metáfora sobre la insignificancia del género humano, sobre la nimiedad de todo ser viviente y sobre el heroico enfrentamiento del hombre ante, por y contra la vida, ésta última como sustentadora, cobijadora y también enemiga del hombre: sea esta conclusión la mayor de las paradojas existenciales.■


Enlaces de interés:
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