NIETZSCHE Y LA CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL NIHILISTA

por Juan Dianes Rubio


-¡Y qué sutiles instrumentos de observación tene­mos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún filósofo ha hablado todavía con venera­ción y gratitud, es hasta este momento incluso el más deli­cado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de mo­vimiento que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento. O ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tam­poco como la cuestión de qué valor tiene en general ese convencionalismo de signos que es la lógica. -

F. Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos. La «razón» en la filosofía. 3.


La directa apología de la vida nietzscheana, su estilo provocador frente a los orgullosos de su intelecto no da rodeos, incide directamente en lo que desea expresar sin atenerse a falsos respetos humanos: Nietzsche contrapone las fuerzas cognoscitivas de los sentidos, es decir, del cuerpo en sus sentidos, de la biología, de los instintos frente a la pretendida verdad de la ciencia positivista del siglo XIX. -¿Se sugiere quizás también alguna capacidad intuitiva superior del superhombre? No olvidemos sus contactos con el orientalismo presente en la época, entre otras, en las filosofías de Shopenhauer o del propio Hegel-.

Por otra parte, ¿cómo hablaría ningún filósofo o teólogo dogmático con veneración de una nariz? ¿De su capacidad olfativa? La tesis de Nietzsche -que la historia de la filosofía confirma en gran medida- es que los filósofos como Platón, Descartes, Kant, Hegel, etc., en cuanto ejemplos señeros, han realzado solamente la razón, una razón que sólo se guía por los pre-conceptos que ya son en gran medida pre-juicios de los miopes y alicortos conocimientos de cada época, ya que la vida –ese juego de fuerzas colosal del Universo- no puede ser captado por una filosofía conceptualista o por una ciencia o una religión excesivamente dogmáticas: “es capaz de registrar (la nariz) incluso diferencias mínimas de mo­vimiento que ni siquiera el espectroscopio registra”, nos dice Nietzsche.

Sin embargo, el germano parece aceptar el postulado esencial de toda ciencia, es decir, la experiencia sensible y el experimento que se basa en la comprobación por medio de los sentidos de todo fenómeno que se quiera tomar como real: “Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final”. Lo acepta en la medida en que progresa la ciencia sólo al aceptar “el testimonio de los sentidos”.

Desprecia, aparte de esto, en consonancia con su vitalismo irracionalista, todo lo que vaya más allá de este testimonio de los sentidos. Es curioso, sin embargo, que en este aspecto coincida precisamente con el positivismo científico –en la versión práctica ya existente en su época- que tacha de falsedad, de vacío, de ilusión o simplemente de hablar por hablar, a todo conocimiento que vaya más allá de los sentidos: “El resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento.”. ¡Eterno y curioso coincidir de los extremos!

Por otra parte, cita las llamadas hoy ciencias formales como la lógica o la matemática: “O ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática.”, diciendo la razón por la que las agrupa en el mismo sitio que la metafísica o la teología, porque “En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema;”, es decir, sólo desenvuelven la estructura de la mente lógica al razonar con signos lógicos o matemáticos.

Por tanto, estamos ante la crítica de Nietzsche a toda la cultura occidental conceptualista y a toda filosofía dogmática, es decir, a todo lo perteneciente a lo que califica como Nihilismo pasivo, que, según Nietzsche, tuvo como comienzo la filosofía de Sócrates, el cual inauguró un conceptualismo aplicado a la moral dando al traste con la forma de ser presocrática expresada en la Tragedia griega. En ésta, Apolo prestaba la forma armoniosa a un contenido formado por la vida (Dionisos), expresándose la vida con ello en todo su gozo y en toda su exuberancia que no excluye el sufrimiento.

Platón, según Nietzsche, empeora la situación trasladando la ideas a un trasmundo, el Mundo de las Ideas -para él especie de cielo filosófico que no existe- y, por otra parte, todo esto fue aprovechado por el judaísmo y el cristianismo, seguido luego por los filósofos conceptualistas, llegando esta transvaloración en el tiempo hasta la “muerte de Dios” representada por los filósofos materialistas y ateos del siglo XIX.

Tenemos entonces el siguiente cuadro. El Nihilismo pasivo representa la figura del “Camello” que acepta la carga y dice sí a todo. Es la mentalidad del débil, del hundido, del que se auto mortifica y, según Nietzsche, dice no a la vida.

La “muerte de Dios” supone comenzar a terminar con esta primera transvaloración y empezar a destruir los antiguos valores, lo cual representa el "Nihilismo activo" . Esto es representado por la figura del "León" que se revuelve y destruye los antiguos valores heredados en esta cultura occidental. Una vez conseguido esto aparecería el Superhombre, representado por la figura del "Niño", que juega creativamente a construir nuevos valores en el horizonte del eterno retorno de lo idéntico.

Pienso que ¡no hacía falta negar a Dios para cantar a la vida! ¡No hacía falta negar a la Vida para afirmar la vida!

La desdicha de Nietzsche es haber nacido en un siglo que entendió la religión como tortura, en un siglo en que "Dios no cantaba y bailaba en el universo".■