ALBERT CAMUS: El Extranjero


El Extranjero fue publicado por primera vez el año 1942 y supone la obra que coloca en escena al franco-argelino Albert Camus, que posteriormente recibiría el Premio Nobel en el año 1957, tres años antes de su muerte en un accidente automovilístico.

El Extranjero pone bajo relieve el vacío y el absurdo de la existencia, es una expresión de lo meramente material de la vida y de lo superficial de las cosas por muy hondas que estén. Si se atisba cierta profundidad es posteriormente desmitificada, pues no es sino descubrir nuestra superficialidad oculta: lo trascendente debería por lo tanto quedar inaccesible e indescifrable o no quedar al descubierto ante la insípida sensibilidad de un indolente como Mersault, protagonista de la novela que comentamos y a quien todo le da igual. Ni afectos, ni sentimientos humanos, nada, en este libro eso no existe como buena muestra de la deshumanización del Hombre. Todo queda sumido bajo el yugo del absurdo y bajo la premisa “qué más da una cosa que otra” pues nada importa, todo queda bajo el paisaje de la indiferencia. En El Extranjero, la mirada del nihilista es contemplativa, pasiva, casi actúa por mero reflejo corporal, como cuando nos movemos por el susto y actuamos bajo un instintivo manotazo al aire para protegernos de a saber qué cosa invisible. El único sufrimiento apreciable es existir.

Esa prosa clara, concisa, lacónica, no hace más que inquietar al lector de El Extranjero. Te sitúa en un plano de casi atemporalidad, como si los hechos pasaran de un sitio a otro con un chasquido de dedos. Camus nos deslumbra con una prosa descriptiva, brillante en su medida, limpia y sin fisuras. Como buen existencialista, nos adentra en las tinieblas del espíritu humano, un espíritu que actúa sin razón clara, condenado al absurdo de su hacer o a la mentira de un objetivo, de una meta: ensoñaciones del Hombre que quiere darle sentido a las cosas que no la tienen.

Camus representa junto con Sartre una de las más brillantes prosas existencialistas del s.XX y podemos situarlo sin dudar entre los más destacados autores de la Historia Universal de las letras, al ser un referente literario insoslayable y el ojo de una época convulsa no ausente de la famosa Náusea; una época no ausente, en definitiva, de amargura y del sin sabor que deja la sangre. En definitiva, Camus nos muestra en El Extranjero el desencanto, el mismo desencanto de una época que podemos ver reflejada en Sartre o en Hesse, incluso en Cioran y otros más; sus ecos hoy se escuchan con la misma fuerza, sólo que se hace oídos sordos: hoy la esperanza suena con más firmeza que la verdad, y el hombre tropieza una y otra vez... Cada generación lo único que hace es levantarse de nuevo.

Y después de leer El Extranjero quién, con un poco de decencia y de decoro, no puede sentirse un poco extraño entre los hombres, un extranjero en su propia sociedad, una especie de apátrida en el mundo de las ideas; quién puede, en definitiva, resistirse a la idea de que es un extranjero, un hombre un tanto indiferente al obrar común que nos convierte en monstruos ante los ojos de la “normalidad”.■