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DIGRESIONES

SIEMPRE HAY UNA BATALLA QUE LIBRAR

No vale la pena esperar algo o todo de aquello que te es ajeno. Ni las cosas ni las personas te pueden dar la felicidad, y si te la dan, ¿es responsable rendirnos a la dependencia que supondría otorgar el origen de toda nuestra felicidad en cosas que no forman parte de nosotros? Porque entonces la felicidad no cobijaría dentro de ti. La felicidad debe forjarse con nuestras manos y desde nuestro espíritu, todo lo demás no nos pertenece. Si no te conformas contigo mismo es que eres un ser incompleto y por lo tanto sufrirás en la medida en que ni las cosas ni las personas te corresponden. En todo caso, ¿es la felicidad lo más importante? ¿No es la felicidad el resultado de haber conseguido algo mucho más significativo, algo superior? ¿Acaso no podría ser la desgracia más valiosa que la felicidad, siendo como es la que nos hace valorar realmente los momentos felices y las cosas bellas de la vida? La desgracia, musa inquisidora, pero sabia y maestra de la vida que te enseña a andar con paso firme. La felicidad es, sin embargo, musa de la esperanza -para aquellos a quienes esperar atolondra-, y como mucho te invita a soñar y te enseña a reír... y es tan necesaria: no es menos importante por ser tan boba. 

No es que le reste valor al significado profundo de las personas -de las personas que por serlo tienen algo de profundidad-, ni niego el valor del amor hacia alguien y hasta cierto punto el hecho de entregarse noble y heroicamente -al contrario, es lo que para mí tiene más valor- a unos ideales y a todo lo que uno ama con un "desinterés" clamoroso; pero la soberanía tiene un precio y uno mismo debe defenderse de sus propias emociones e inseguridades. Depender de uno mismo es el mayor valor que puede poseer un ser humano en todos los terrenos. Sin embargo, todo aquello que pueda depender de un sujeto sin que él mismo quiera es de por sí un elemento de grandeza para ese sujeto, pues es el resultado de su poder. Está claro que no todos nacieron para ser superhombres, algunos deben obedecer, ya que la voluntad no es igual en todos. Y no piensen en mí como si fuera un dictador, dictadores se eligen a montones cada cuatro años en las tiranías democráticas con el consentimiento de los muchos. Yo, al menos, voy de frente y dejo correr mi voluntad de... poder.

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El camino hacia el superhombre es un camino solitario y a la deriva, ¡pues cómo se llega a tal fin! No significa estar por encima de los demás hombres, sino ser ajeno a ellos, como trasladarse a otro plano: eso sería ya un rasgo de superioridad... ¿pero cómo se hace? Es alejarse de lo mundano, de lo superficial, de los problemas que son más creados que reales. Pues esa es nuestra realidad, un mundo falseado por problemas que surgen de la más enmarañada inteligencia de seres astutos, fantasmagóricos e invisibles.■

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Y si sólo una nación en el mundo tuviera el poder suficiente para tan sólo despertar su voluntad y erigirla hasta el cielo para luego arrojarla sin piedad sobre la tierra, si un pueblo fuera capaz de tal cosa y experimentar una fuerza de tales dimensiones.... Creerme, el mundo temblaría, pero sobre la tierra puede que de repente poblaran hombres libres, hombres más soberanos, aunque sea al nivel de nación.■ 


Artículos de interés:
- PENSAMIENTOS Y REALIDADES PARADÓJICAS

CICLO AYN RAND (III): UNA MARXISTA CULTURAL

THOR NO HA MUERTO: VIVE PORQUE YO QUIERO, PORQUE DE LA VOLUNTAD NACEN LOS DIOSES

En artículos y comentarios anteriores he afirmado que Ayn Rand es una marxista cultural. No lo es en actitud para consigo misma (o quizá sí, presa del feminismo), pero sí lo es cuando se trata de proyectar toda esa ideología dañina al resto de los mortales. Algo muy judío por otro lado: mestizaje para vosotros, pero no para nosotros, respeto a nuestra cultura, pero no a la vuestra, que carece de pureza… Y si no aceptamos las normas impuestas por los individuos seguidores de la religión más racista de la tierra y de la historia, sino no obedecemos al pueblo más excluyente, represor y victimista que ha habido en toda la historia de la humanidad… si no aceptas lo que proviene del amo, eres un nazi antisemita, un genocida y un delincuente.

En Metapedia hay un excelente artículo sobre el marxismo cultural, su lectura es obligatoria: MARXISMO CULTURAL; pero no es únicamente obligatoria, es necesaria para poder entender este artículo y la propia realidad vigente, una realidad que, como he dicho en otros post, se circunscribe en un contexto histórico bajo la configuración de unidad (simbiosis o reparto de rolles sociales) del marxismo y del liberalismo, es decir, en la convergencia de ambos capitalismos, creando la más sádica de las ideologías totalitarias de la historia: EL MUNDIALISMO (conocido también como globalización).

El marxismo cultural es lo que se ha venido a denominar “lo políticamente correcto”. En realidad es mucho más. El marxismo cultural supone un llamamiento al combate, un combate cultural. Si bien los marxistas no han ganado en el terreno económico a su rival capitalista, el liberalismo, bien pueden darse golpes de pecho atribuyéndose la victoria cultural. El éxito de los marxistas culturales, con su origen en La Escuela de Frankfurt, ha sido por varios motivos, pero sobre todo por una casi nula resistencia y absoluta sumisión. Es por ello que Europa y el resto de los pueblos blancos viven en una situación lamentable.

El marxista cultural tiene como misión amputar al hombre el orgullo por su historia y sus valores, quiere destruir la cultura particular de cada pueblo. Para ello una manada de teóricos o ingenieros sociales se pusieron en marcha para invertir los valores europeos y del resto de los pueblos blancos. Surge el mal de conciencia por ser blanco, se inocula la culpa en el devenir histórico. El hombre de occidente (no lo uso bajo mi semántica –el imperio judeonorteamericano-, sino bajo la semántica actualmente aceptada) no volverá a estar orgulloso de su pasado, más bien se sentirá culpable, se sentirá opresor: todo lo que no sea blanco es bueno, el hombre occidental es malo.

No puedo resistirme en no criticar el concepto Occidente. Es evidente que la Occidente de hoy no tiene nada que ver con el Occidente de ayer. Hoy occidente no es ni de lejos lo que fue. Hoy vivimos, si acaso, una fase más de su destrucción. O Europa y los pueblos blancos reaccionan o definitivamente los valores de familia, matrimonio, etc. en su sentido sano y natural, perecerán para posteriormente sumirnos en el caos total, donde las sociedades dejen de ser libres por no tener presencia alguna, por devenir inexistentes, imponiéndose el totalitarismo marxiano-liberal, que dominará al hombre atomizado, es decir, al hombre sin vínculos, desarraigado… al que hoy llaman libre. Esta distopía, que parece destinada a realizarse, parece surgir de las novelas de Huxley, de Orwell o de Michel Ende.


Para destruir nuestros valores estos marxistas culturales no cejarán en su empeño de introducir cada vez más inmigrantes en nuestro suelo, de darles todas las ayudas sociales, en defender culturas extranjeras y condenar las oriundas de su propia tierra; defenderán lo feo, lo deforme, lo macabro… lo bello perderá su significado profundo, convirtiéndose en mero fetiche comercial, en reclamo publicitario. Defenderán la libertad de expresión y a la vez te encadenarán por practicarla… ¡diciéndote que tú no utilizas correctamente la libertad de expresión! Hoy la libertad no es libertad, al menos no es la libertad que queremos los identitarios, es la libertad basada en la norma de los marxistas culturales. Defenderán al imán y condenarán al cura, preferirán lo innatural a lo natural y espontáneo, al “travelo” antes que a la mujer. Más que nunca vivimos en un mundo de ogros. Y no bromeo. Thor fue engañado por un gigante –al cual podríamos denominar ogro por su naturaleza subhumana– llamado Utgardhaloki. Thor era un Dios ingenuo, un Dios voluntarioso, defensor de todos los hombres de Midgard (tierra media). Estaba sujeto a las pasiones y a las mismas debilidades de los hombres. No es de extrañar que fuera tan venerado por nuestros ancestros o “primos” europeos del norte, pues en él se veían reflejados. Utgardhaloki era un rey gigante que humilló a Thor al no haber sido éste capaz de afrontar tres pruebas que le había sugerido: beberse el hidromiel que le habían servido en un cuerno (pero el hidromiel no se agotaba nunca), levantar a un gato (que no pudo levantar en su totalidad) y enfrentarse a una vieja en una pelea (cayendo el vigoroso Thor derrotado). Tras la humillación que sufrió Thor, Utgardhaloki reveló al ingenuo Dios el motivo de su fracaso: el cuerno estaba unido a los océanos; el gato era en realidad la serpiente que rodeaba el mundo, Jormungander; finalmente, la anciana era la misma Vejez, a la que nadie puede vencer.

Yo comparo a Utgardhaloki con los marxistas culturales. Los ingenuos europeos, humillados y derrotados, seguimos el juego de los ogros y de los gigantes “inclinados hacia abajo”. Siempre perderemos pues ellos hacen trampas. La trampa de los marxistas culturales es el lenguaje. Con él han convencido al hombre occidental de que lo bueno es esto y que lo malo es esto otro, que lo que fue bueno era en realidad malo y que lo que era malo era en realidad bueno. Han convencido al hombre noble e ingenuo de que él lleva en sí el mal y a un represor, incluso han convencido a generaciones enteras de blancos de que son culpables de las supuestas matanzas perpetradas por los nazis. Todo lo que detestas o no toleras es por prejuicio, “pruébalo”, te dirá el marxista cultural. La homosexualidad es natural, el matrimonio entre hombre y mujer es algo anacrónico que potencialmente “condena” a la mujer (pues en cada casa hay un maltratador y un machista en potencia), pero sin embargo el matrimonio homosexual es un derecho que se debe defender a ultranza. Si defiendes la maternidad de las mujeres blancas u occidentales (y he aquí una buena distinción, pues si todo lo que parece blanco no es blanco, todo lo occidental no es blanco) eres un anticuado, pero deberás ver con buenos ojos que la gran parte de las ayudas, como dinero, pañales y ropa de bebes, acaben en manos de las madres subsaharianas o marroquíes que llevan cinco hijos a cuestas: y doy fe de ello, he visto a mujeres de origen magrebí cargadas de niños -¡españoles del futuro!-, cuando una mujer española sólo puede permitirse el aborto, esa medida para con la libertad femenina. Gracias, marxistas culturales, sois el bien del mundo… pero yo me regodeo en el mal. ¡De nuevo, pseudo-cristianos postmodernos (marxistas culturales), se cumplen las antítesis “bueno” y “malvado”! Yo soy el malvado, Daorino “el malvado”. Otros me han llamado demonio, pero me gusta más malvado, suena más gótico. Y los que son como yo de malvados formamos parte de todo lo bueno, de todo lo bello y de todo lo heroico, y me enorgullezco de que mi estirpe provenga de latidos tan voluptuosos. Pero pasemos al meollo, creo que ya he dejado claro qué es y qué se propone el marxismo cultural, y si no lo habéis entendido siempre podréis leer la información de obligada lectura de Metapedia, cuyo enlace está casi al principio de este artículo.

Ahora toca hablar de Ayn Rand. Cuando se trata de señalar personalidades del marxismo cultural siempre se habla de Max Horkheimer, Marcuse o Erich Fromm, pero hay otras personalidades –sin duda menores– como Ayn Rand, que sin pretenderlo, o son estandartes del marxismo cultural o están envenenadas por dicha ideología. Y bien, tengo que decir que una de las “virtudes” del marxismo cultural es que una vez inoculado el veneno éste se extiende como la pólvora. Si os fijáis, España está repleta de y colmada por Estébanes Ibarras y Bibianas Aidos, incluso por Zeroleros o por pseudofachas, derechistas y progrefachas como los del PP y Minuto Digital. Todos ellos son marxistas culturales de una u otra forma, ya sea inconscientemente, queriendo o no queriendo; sólo que lo hacen sin cobrar, gratis: son los denunciadores, los perros guardianas, la defensa pretoriana del marxismo cultural. Desde aquí les digo a todos –me enfrento a un buen porcentaje de la población española y a más de siete millones de inmigrantes– que no podréis con la fuerza de la bestia rubia, una vez despierte. Un nuevo comienzo se avecina a lo lejos, los identitarios trabajamos para posibilitar ese comienzo, un comienzo que quizá no veamos: ante nosotros se abre un abismo, un abismo decadente y oscuro, pero no nos rendiremos jamás.

En wikipedia he encontrado mucha información sobre Ayn Rand, información que animo a que sea leída para que el lector saque sus propias conclusiones. En esa enciclopedia virtual la escritora es muy querida. El propio Jimmy Wales, fundador de wikipedia, se ha declarado profundo admirador de Ayn Rand, así como otras personalidades. Un buen ejemplo es Angelina Jolie, quien se dedica a adoptar niños de Camboya, Etiopía, etc., seguramente imbuida por toda esa ideología sobre la que ya nos hemos extendido bastante. Es que la chica tiene dinero. Las españolas, cuando quieren hijos se compran un perrito. Patético, ¿verdad? Riámonos al menos, que no quebrante nuestro ánimo tanta decadencia.

Si existe un elemento común entre el marxismo cultural y Ayn Rand es la LIBERTAD. Pero la libertad entendida bajo una perspectiva vaga. Para éstos la libertad supone “todo lo que hagas es válido siempre y cuando sea políticamente correcto”, y ya hemos visto qué es lo políticamente correcto: auto-odio, culpabilidad, destrucción de valores occidentales, sodomía, caos, etc.

Transcribiré de wikipedia (copiar y pegar) esos fragmentos que considero convierten a Ayn Rand en una marxista cultural:

- Ayn Rand defendía la total libertad a la hora de producir, distribuir (sólo a adultos) y consumir cualquier tipo de drogas, a pesar de condenar radicalmente su consumo como un atentado contra lo más valioso que tiene cada individuo: su mente. Como afirmó repetidamente, la libertad, si nos tomamos el concepto en serio, supone también la libertad para equivocarse, y, si alguien quiere tomar drogas, la libertad para suicidarse.

- Ayn Rand defendía el derecho absoluto a las mujeres a abortar si así lo deseasen, ya que cada individuo tiene un derecho absoluto sobre su vida y su cuerpo.

De ello se deduce que defender la promiscuidad, el consumo de drogas y la libertad de todo favorece la destrucción cultural y la desestructuración social. Esa defensa del aborto atenta contra el principio de la vida, así como el derecho de todo ser –aunque sea embrionario– a desarrollarse. El hecho de que una cultura consienta en el aborto libre demuestra su debilidad. Por último, eso de la “libertad para equivocarse” es, en el mundo de hoy, sin guías ni nadie que marque el camino, donde todo el mundo NO ES dueño de sí, arrojar a muchos miembros de una sociedad por el abismo. Además, es un absurdo, nadie se equivoca libremente, nadie quiere equivocarse. Son los pasos, las pautas sociales y las patologías que de ella derivan, las que nos empujan al error. Decir que uno se equivoca libremente es como decir que libremente atropellé a un perro.

No obstante, he de destacar que Rand condena el consumo de drogas. De ello deduzco que es una marxista cultural sin saberlo. De todas formas he de poner algo a favor de esta escritura judía (por lo que está en negrita):

-Ayn Rand defendía el derecho absoluto a distribuir, entre adultos, cualquier tipo de texto o medio audiovisual, incluida propaganda nazi, comunista o pornografía (que aborrecía, al considerarla como un atentado contra la sexualidad y el buen gusto, pero cuyo derecho a ser producida y distribuida defendía vehementemente). Sostenía que «las ideas no delinquen», y que sólo se debían castigar los actos delictivos. Afirmaba que cualquier intento de que el estado limitase la expresión de ideas «erróneas», «equivocadas» o «peligrosas» sólo podía terminar en una censura total de las ideas «impopulares».

Este fragmento también ha sido extraído de wikipedia. Como conclusión: si algo podemos destacar de Rand es que al menos ella fue consecuente con sus ideas o intentó serlo.

Ahora juzguen ustedes, ¿es Ayn Rand, aunque sea involuntariamente, de la misma forma que lo es involuntariamente la mayoría de las personas que conforman la sociedad, una marxista cultural? A mi modo de ver SÍ.

ANGELINA JOLIE, EL ORGULLO DE TODO MARXISTA CULTURAL
Sin más, ¿a qué nos quiere llevar el marxismo cultural? Sin duda el marxismo cultural quiere dominar las mentes de la misma forma que el liberalismo el cuerpo. Una el espíritu, la otra la fuerza de trabajo. Hasta este punto hemos llegado los hombres modernos, gobernados por ideologías decadentes y poco viriles. No obstante, hago una última reflexión:

“El triunfo pleno del marxismo cultural llegará cuando el hombre carezca, es decir, haya sido desposeído, de todo vínculo, que es por lo que todo hombre lucha. Entonces, el combate cultural habrá llegado a su fin. ¡Es el fin de la historia que preconizaban los primeros marxistas y los más teóricos! ¡El fin de todos los tiempos, la paz eterna, el fin de las contradicciones! ¡Triunfo del igualitarismo, del mundialismo y delirios de grandeza ante un mundo reducido a lo mismo! Llegados a este punto, sólo quedará algo parecido a un hombre: un cuerpo con forma humana. Éste, sin patria, sin madre, sin padre, “sin sangre”, sin voluntad, sin dioses… El día que lleguemos a final tan tenebroso pensaré que el mundo se ha acabado. Aunque suponer cierta posibilidad de “poder pensar” llegado momento tan estelar, es sólo producto de mi odiosa esperanza; odiosa es mi esperanza al creer que aún muchos –al día de hoy –puedan pensar y ser realmente libres, es decir, que puedan despojarse del marxismo cultural. Un hombre que se despojara de ideología tan libidinosa reobraría cierta consciencia, supondría una segunda muerte –la de su vida anterior– y el comienzo de una nueva vida. YO LO CONSEGUÍ.”■

CICLO AYN RAND (II): EL IRRACIONALISMO Y EL CANIBALISMO MORAL

La edición manejada es la siguiente:
Ayn Rand. LA VIRTUD DEL EGOÍSMO, «Un nuevo y desafiante concepto del egoísmo». Grito Sagrado Editorial, 2009. Buenos Aires (Argentina)

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«Lo irracional es lo imposible; es aquello que contradice los hechos de la realidad; los hechos no pueden ser alterados por un deseo, pero pueden destruir al que desea». (Pág. 50)

Eso es lo que nos dice Ayn Rand con mucho raciocinio y seguridad, pero con poca convicción. Al menos a mí no me convence y creo que a la mayoría de los lectores habituales de este blog tampoco les convencerá. Nos dice que lo irracional “es aquello que contradice los hechos de la realidad”. ¿Acaso no es lo irracional un hecho? ¿Es que lo irracional no sucede realmente? ¿Asume Rand que existe una irrealidad que es real? ¿Pero qué dice Rand? Yo digo: LO IRRACIONAL ES UN HECHO DE LA REALIDAD, NO SE CONTRADICE CON LA REALIDAD, PORQUE SI SE CONTRADICIERA CON LA REALIDAD SERÍA PORQUE LO IRRACIONAL NO ES REAL. Pero no seamos irónicos ni injustos, imagino que Rand se refiere al contexto desde algo o en algo cuando se refiere a la realidad y que lo irracional es ilógico respecto a los hechos objetivos. Pues bien, es que el contexto de las cosas suele ser movido por lo irracional, el propio Woody Allen, también judío, lo dice al final de su aclamada película Annie Hall:


El hombre sin emociones deja de ser un hombre y no se convierte en algo más que un ordenador.

No obstante, aclararé mi posición irracionalista, que a mi parecer es la menos irracional. El racionalismo llevado al extremo es la locura de la mente. La realidad no surge del cerebro o de la conciencia (idealismo platónico), ni al revés, sino holísticamente y de forma trascendente, ni surge ni deja de surgir, está ahí, la realidad no la creamos nosotros, nosotros sólo nos creamos un contexto en esa realidad que está ahí (esto me recuerda al ser-ahí de Heiddeguer): independientemente de las subjetividades y contextos personales, todo forma parte de un mismo contexto general, la suma total de todas las realidades forman parte de la realidad en sí. Sin embargo, la realidad no es algo al margen de nosotros, nosotros también somos esa propia realidad. La filosofía objetivista sostiene:

-Existe una realidad independiente de la mente del hombre, una realidad a la cual se accede a través de los sentidos y se procesa con la razón. La realidad existe de forma absolutamente objetiva. Los hechos son los hechos independientemente de los sentimientos, deseos y temores del hombre.

No, tanto el hombre como lo que percibe fuera de sí son la misma realidad, lo que no quiere decir que uno no pueda interactuar en su contexto de forma objetiva o que su cuerpo no interactúe con lo que está fuera de sí. El mundo es uno, el mundo es en sí una única realidad. El hombre no es una realidad distinta del mundo, lo mismo que un pensamiento no es distinto del cerebro. Este pensamiento lo considero profundo y es deudor de la filosofía nietzscheana: la intuición de la unidad de las cosas. Decir que la realidad es algo externo a la conciencia del hombre es como asumir que un vaso vacío es algo externo del agua. Lo son en términos relativos, pues obviamente cada cosa está al margen de la otra, pero el contexto es el mismo, la misma realidad, el mismo mundo.

Sin embargo, en algo tiene razón Ayn Rand: “(…) una realidad a la cual se accede a través de los sentidos y se procesa con la razón.” Pero yo añado, recapitulando:

Ayn Rand
No accedemos a la realidad como si se tratara de algo ajeno a nosotros mismos, sino que accedemos a la realidad en sí, de la que no percibimos su totalidad, sólo la realidad nuestra (el contexto particular). Así que accedemos a la Realidad, una realidad en sí de la que percibimos más o menos según nuestra consciencia; de esta forma accedemos a la misma realidad, todos sin excepción, lo mismo que respiramos "el mismo" aire de la tierra. El que muchos tengan una cosmovisión diferente, que cada cual perciba la realidad de forma  diferente, no invalida mi argumento, sólo afirma que existe una gran pluralidad de perspectivas cuando se trata de interpretar una misma realidad, una realidad de la que formamos parte, de la que somos, una realidad que además va más allá de nosotros mismos. El hombre, esclavo de la racionalidad, se esfuerza en destruir esa pluralidad. El mundo es uno y a la vez plural, pero no existe lo plural y de cada particularidad un mundo, es decir, diferentes realidades”.

Ahondando más en todo esto, afirmar que el irracionalismo reacciona contra todo aquello que da un valor excesivo a la razón y que encumbra como lo más importante todo proceso mental lógico no contradictorio, dejando como secundario toda experiencia vital, emocional, física, etc. Pero pensar que existe contradicción entre lo racional y lo irracional es una contradicción en sí misma. Negar una de ellas es negar una parte de la vida. Aceptarlas y afrontarlas es acercarse a la totalidad. En un artículo anterior, publicado en este blog bajo el título REFLEXIÓN SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA ACTITUD EGOÍSTA, escribí lo que sigue:

«Ayn Rand, elevando la razón a las cumbres “fantasmagóricas” de la libertad, racionaliza y logiliza el mundo al extremo. Así pues, se entiende cómo esta filósofa de origen ruso, ascendencia judía y nacionalizada estadounidense, que falleció el año 1982, critica a Nietzsche y su irracionalismo, un irracionalismo que podría definirse como “el hombre arrojado y entregado al orbe, superando, digiriendo y domando sus pasiones, hollando éstas vívidamente hasta agotarlas”. Y es que en la vida no todo se atiene a razones, la razón del hombre es incapaz e insuficiente para alcanzar toda la comprensión, magnitud y trascendencia de la propia existencia: una existencia basada en la razón exclusivamente te pone a la altura de una máquina. El hombre sólo debe usar la razón para entender la propia irracionalidad del mundo, para establecerse un orden, para hacer comprensible la realidad. Pero repito, el mundo es en sí irracional, la vida carece de sentido, en la vida no prima la razón sobre los sentimientos y la experiencia humana; no todo debe ser vertido en la cloaca racional, pues si no la vida se convierte en algo insípido, yermo, inerte y rígido. Y bien, admitir la irracionalidad del mundo, no desdeñar los sentimientos y las experiencias no es ser irracional.

»En definitiva, negar el racionalismo como medio para acceder al mundo con paso firme es igual de estúpido que negar el irracionalismo inherente en la propia realidad. Negar la irracionalidad es por otro lado negar la vida o parte de ella. Es a voluntad que debemos ser racionales».■

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Canibalismo moral: éticas colectivizadas

Lo he repetido mil veces y lo repetiré hasta la saciedad en este blog. La moral divide el mundo en dos, establece los dogmas del Bien y del Mal. El amoralista es el hombre ético, como crítico que es de lo moral. Se sitúa por encima del Bien y del Mal y, como soberano, construye su propio código. Sabe que el Bien y el Mal forman en realidad una sola cosa y que es el hombre, en un esfuerzo inútil por ponerse un orden de conciencia, quien divide esa unidad en dos. Por otro lado acepta que el Bien y el Mal no son ideas fijas y que si bien su concepción del mundo es amoral, también constituye su propia visión una especie de moral más elevada, sin ser estrictamente una moral, pues lo amoral no tiene tal fin. Estar por encima del Bien y del Mal no es negar que éstas existen en un mundo racional, si lo negara… ¿sobre qué estaría? Simplemente señala que el Bien y el Mal no son lugares específicos, que no existe un lugar eterno del Bien y del Mal con un significado verdadero o falso: que nada son fuera de la conciencia humana. El Bien y el Mal es lo que uno decide. Ser amoral es, por lo tanto, situarse por encima de ese Bien y de ese Mal fijos y dogmáticos, la antesala de un hombre que crea y confía en sus propios valores, lo que fijará su destino a voluntad. Lo moral habita en la conciencia, la moral nace de la racionalidad. Lo amoral escapa del hombre, es la asunción del orden natural de las cosas (a esto lo llaman irracional porque escapa de la conciencia humana) y no la de un orden de conciencia de las cosas. Pero lo amoral no es una moral en realidad, sino otra forma de referirse a la ética pura, es decir, a una forma de encargarse de la moral sin darle a la vida un fin moral absoluto.

Pero hablemos del canibalismo moral. ¿Cuándo se da dicho canibalismo? Se da allí donde existen sociedades colectivizadas, en sociedades donde el individuo no está por encima del grupo, de la sociedad, de lo comunal (según Ayn Rand, por supuesto). Se da allí donde un Estado o un grupo de hombres tienen la fuerza o el poder de disponer de la vida de otros. Sin embargo, Rand piensa que el Estado si es algo sacrificable en pos del individuo y que incluso algunos individuos deben sacrificarse por el bien de otros individuos, por el bien de la no-sociedad, es decir, la sociedad atomizada. Para Rand el Estado sólo debe funcionar a modo de policía, protegiendo los intereses individuales, el mercado, etc. En definitiva, ningún individuo es sacrificable, sin embargo, el estado o los ejércitos, que también constituirán un grupo de personas, si deben sacrificarse por el egoísmo de otros.

Esto me suena al hecho del estado a merced absoluto del mercado y de intereses particulares. ¿No es eso lo que ocurre ya? Los capitales han desposeído a las naciones de su soberanía, la usura domina todo y nos arruina poco a poco. Todo ello por el bien del individuo, nos dicen. Quien quiere hacer un negocio se endeuda, porque va al banco para que le preste dinero a cambio de intereses usurarios. Lo mismo ocurre cuando el estado quiere llevar a cabo infraestructuras, se endeuda: en ese momento el estado pierde su soberanía y el dominio de su destino, en ese momento el estado depende de –y todos nosotros trabajamos para– los bancos.

Un estado nacionalista debe mirar por el bien común de sus ciudadanos, y estos son sólo aquellos que comparten afinidad genética y cultural. La nacionalización de la banca, la eliminación y condena de la usura –además de encarcelación y trabajo físico para los que la practiquen– acabarán con el canibalismo real que nos acecha. Un nacionalismo de verdad, que es una sociedad colectivizada, no es nunca un canibalismo si todo se hace por el bien de uno mismo y de sus iguales. ¿A quién quiere engañar usted, Rand? Usted habla de no disponer de nadie pero habla de tratos con otros individuos, ¿no es eso disponer, aunque sea del egoísmo de otros? Su filosofía es una contradicción tras otra, una montaña de arena que erosiona rápidamente con un flojo soplido. El mundo que nos plantea es lo más parecido a la muerte. ¡Muerte al liberalismo! ¡Muerte al capitalismo laissez-faire!■


Textos de interés:
CICLO "NIETZSCHE Y EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA" (PARTE I/IV)
CICLO "NIETZSCHE Y EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA" (PARTE II/IV)
CICLO AYN RAND (I): LA ÉTICA OBJETIVISTA

CICLO AYN RAND (I): LA ÉTICA OBJETIVISTA

La edición manejada es la siguiente:
Ayn Rand. LA VIRTUD DEL EGOÍSMO, «Un nuevo y desafiante concepto del egoísmo». Grito Sagrado Editorial, 2009. Buenos Aires (Argentina)

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Las otras tres partes:


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Ayn Rand, un acercamiento

«Los tres valores cardinales de la ética objetivista, que, en su conjunto, son el medio para realizar el valor supremo de una persona, es decir, su propia vida, y al mismo tiempo su realización, son: Razón, Propósito, Autoestima, con sus tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad, Orgullo.

»El trabajo productivo es el propósito fundamental de la vida de un hombre racional, el valor central que integra y determina la jerarquía de todos sus valores. La razón es la fuente, la precondición de su trabajo productivo. El orgullo es el resultado.» (Pág. 44)

Ayn Rand es una filósofa y escritora estadounidense de origen ruso. Creció en el seno de una familia de sangre judía siendo la mayor de tres hermanas. Fundó la filosofía o teoría ética que bautizó con el nombre de objetivismo y fue una gran defensora del capitalismo laissez-faire. He de reconocer que he sacado bastante jugo de esta pensadora. Fui a destruirla, a criticarla sin contemplaciones, y me encontré muchos aspectos aprovechables, sobre todo aquellos donde la filosofía de Stirner y Nietzsche se hacen muy patentes. Posee cierta fuerza vitalista, anima a la acción. Me gusta su idea sobre la vida, definiéndola como un fin en sí misma y como lo único que hace posible la existencia de valores (todo aquello por lo que uno actúa); es por ello que la vida es el valor supremo del que dependen todos los demás valores y, en consecuencia, todas las metas de la vida. Es entonces lógico que condene la inacción, considerándola antítesis de la vida. Sin embargo, ello no quita que una buena porción de su filosofía me parezca dañina y desechable. Ya lo iremos tratando en el transcurso de este ciclo.

SACRIFICIO HUMANO
Su filosofía es sumamente interesante. A mi parecer no la construye basándose en lo que debería ser su foco de conocimiento: el egoísmo. Su filosofía es una reacción contra el altruismo, concepto desde el cual construye toda su cosmovisión egoísta. ¿Y qué es el egoísta? Para Ayn Rand el egoísta es alguien que no se sacrifica por otros ni permite que otros se sacrifiquen por él. Simplemente mira por sí mismo, aunque puede darse el caso de que dicho sujeto pueda llegar a acuerdos con otros sujetos de forma racional y "justa": Ayn Rand reduce las relaciones humanas a la noción de mercado, donde todo se centra en intercambios, transacciones e interés por. Quien no mira por sí mismo es alguien que no se respeta, quien es altruista es alguien que piensa que otros son susceptibles de ser sacrificables y que él mismo lo es, diría Rand; quien también afirma que «la felicidad es el estado exitoso de la vida; el sufrimiento es la señal de alarma, del fracaso o la muerte». (Pág. 48) Mentira. El dolor, el sufrimiento… son sensaciones que te hacen más fuerte y que conscientemente vividos te hacen sentir más vivo; porque sentirse vivo es apreciarse vulnerable ante la vida y a pesar de todo inconmensurablemente fuerte. No son fuente de fracaso ni resultado de tal –sí de alarma-, ni significan la muerte (la cual es ausencia de sufrimiento); es, por otro lado, el estado exitoso del luchador, señal de que se está viviendo y la consecuencia de toda vida que se labra con esfuerzo y esmero. La filosofía de Rand se muestra como una especie de Hedonismo (sin serlo, pues posteriormente afirmaría que la felicidad puede ser el propósito de toda ética, pero no su pauta –ver pág. 52) cuyo fin es siempre una felicidad racional, es decir, sin contradicciones, sin sobresaltos emocionales.

Ayn Rand define la moral y la ética como «un código de valores para guiar las elecciones y acciones del ser humano, aquellas que determinarán el propósito y el curso de su vida. La ética, como ciencia, se ocupa de descubrir y definir tal código». (Pág. 22) También sostiene que «la ética no es una fantasía mística, ni una convención social, ni un lujo subjetivo e innecesario que puede utilizarse y descartarse en cualquier emergencia. La ética es una necesidad objetiva, metafísica, (…) por mandato de la realidad y la naturaleza de la vida». (Pág. 39) Pero una realidad moral como la que Rand describe sólo puede alcanzarse con el uso de la razón, el arma más potente y el medio básico del hombre para la supervivencia: «El interés personal no debe estar determinado por ciegos deseos o caprichos arbitrarios», diría Rand. Es por lo tanto su filosofía un egoísmo racional. La razón hace posible al hombre ser hombre, tener un código ético, desarrollarse plenamente como ser humano y alcanzar sus propios valores, que le llevarán a encumbrar sus metas. Es así que rechaza todo irracionalismo (profundizaremos en esto más adelante y sobre todo en la segunda parte de este ciclo), admitiendo sólo aquello que sea procesado mentalmente, es decir, racionalmente; todo lo que no sea eso carece de validez como experiencia y como “todo”, simplemente no sirve, no es útil, no es productivo.

También nos habla del amor y de la amistad: «La sola existencia de la persona a la que se ama procura una alegría profundamente personal y egoísta. Es la felicidad personal y egoísta la que uno busca, gana y obtiene del amor». Y prosigue: «Un amor “caritativo”, “desinteresado”, es una contradicción en término; significa que uno es indiferente a lo que valora». (Pág. 80) ¿Qué es entonces el egoísmo? Poner en valor algo. La persona que amas es alguien que tú pones en valor, alguien de tu interés. Si haces algo para complacerla lo haces por ti, por el gozo que te supone verla complacida, porque ella es la fuente de tu felicidad y de tu goce personal. Hacer algo por personas desconocidas sería un acto altruista, un sacrificio absurdo para beneficio de unos sujetos que no se tienen en valor, lo que sería, por otro lado, devaluar aquello que realmente nos importa. Algo así no nos puede hacer felices, categorizaría Rand, quien considera la felicidad el más elevado propósito moral de una persona, el gran propósito al que te deben conducir todas las metas, el fin al que deben conducir todos nuestros esfuerzos.

«Recuerde que los valores son aquello por lo cual uno actúa, para obtener y/o conservar la propia felicidad, felicidad que debe lograrse por el propio esfuerzo. Dado que la felicidad personal es el propósito moral de la vida del hombre, quien fracasa en alcanzarla a causa de su propia desidia, de su incapacidad de luchar por ella, es moralmente culpable». (Pág. 83)

«La felicidad es aquel estado de conciencia que surge de los logros de los propios valores». (Pág.50)

UN SÍ A LA VIDA, UN COMPROMISO
Sin embargo, Rand expone que el hecho de ser uno mismo el beneficiario de nuestras propias acciones no quiere decir que sintamos indiferencia hacia los demás o que la vida humana carezca de valor o que no existan motivos reales para ayudar a personas en una emergencia. Simplemente sostiene que la vida de una persona no debe subordinarse a la de los demás; que alguien debe ayudar a los demás por propia voluntad, en un acto libre, y porque realmente sea necesario, no como un deber o una obligación. Vemos entonces cómo Rand es teóricamente contraria a todo sistema socializante, a todo aquello que ve en lo social su deber. Rand propugna por la atomización de la sociedad en su extremo, un mundo de individuos, los cuales forman particularmente un mundo mismo. De esta forma, no se ayudaría a quien lo necesita en realidad, sino a quien o a quienes se estime oportuno a voluntad. Para Rand su egoísmo es generosidad porque realmente es un acto voluntario y consciente, mientras que el altruismo, tal como esta autora lo entiende, representa lo contrario, un acto no volitivo e inconsciente, un sacrificio humano.

Recapitulando, puede resumirse la filosofía objetivista con los siguientes puntos:

- Se trata de una filosofía individualista que rechaza todo lo colectivo.

- «El principio social básico de la ética objetivista es que, así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano viviente es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar de los otros; en consecuencia, el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio. Vivir para su provecho significa que el propósito moral más elevado del hombre es el logro de su propia felicidad». (Pág. 48)

- El principio político básico de la ética objetivista es: ningún hombre tiene el derecho de iniciar el uso de la fuerza física contra otro sea cual sea el fin que quiera obtener.

-Existe una realidad independiente de la mente del hombre, una realidad a la cual se accede a través de los sentidos y se procesa con la razón. La realidad existe de forma absolutamente objetiva. Los hechos son los hechos independientemente de los sentimientos, deseos y temores del hombre.

-El propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad o «interés propio racional»

-La razón de cada individuo debe elegir qué valores quiere para su vida y los medios para alcanzarlos.

-El único sistema social de acuerdo con esta moralidad es el del capitalismo puro (llamado también capitalismo laissez-faire)


Egoísmo y altruismo

Pensar que la filosofía moral de Ayn Rand es sencilla es infravalorarla. Sin tapujos propone todo un código para todas las dimensiones de la vida. Pero como se trata de una filosofía egoísta y quien la propone es, en consecuencia, una declarada egoísta, no podemos soslayar que toda su proposición de nace de la subjetividad y, por qué no, del capricho. Porque ella nos dice qué es egoísmo y qué es altruismo, se siente con la superioridad de dictarnos qué es y qué no es lo correcto, quiere que pensemos y actuemos bajo su vara de medir.

El altruista es aquel que renuncia a sí mismo en pos de los demás, digamos que es un esclavo por vocación. Mientras que el egoísta es el hombre soberano, es aquel que se rige por su propio código moral y escala de valores. También sostiene que el egoísta actúa a voluntad y que el altruista no actúa a voluntad, al menos no a la suya. Pero bien, ¿no se puede elegir a voluntad el camino del altruismo, de la abnegación, el dar sin querer recibir nada o sin esperar nada? Habrá a quien haber sido egoísta le pueda suponer cierto grado de culpabilidad y decida, para corregirse de ese achaque de conciencia, seguir un camino inverso. Y ahora bien, ¿es todo sacrificio por los demás un acto de altruismo? ¿No puede ser algo decidido a voluntad un sacrificio? Servir a la patria, a tu pueblo… ¿es eso producto del altruismo? ¡Por qué desdeñar la gloria de un auto-sacrificio, algo que engrandece el propio hacer humano! ¡Por qué renunciar a la heroicidad, al espíritu fáustico, a un verdadero esfuerzo y a una vida artística! Para mí eso es un valor, y elegido a voluntad. Y lo más importante, ¿acaso todo el mundo tiene la capacidad de ser soberano, es decir, egoísta aunque sea bajo la concepción de egoísmo de Rand? ¿Realmente existe ese altruismo del que nos habla esta autora? Todo el mundo dice que es altruista bajo el concepto de Rand, pero la realidad es otra: lo sencillo es ser egoísta, ser altruista requeriría paradójicamente una voluntad mayor para serlo, ya que lo primero es la inercia de todo ser viviente: el propio interés. ¿De qué se queja Rand entonces? ¿Nos engaña? ¿A quién sirve?

Ayn Rand no tuvo hijos. Supongo que ella era mucho más importante para sí que la posteridad. Tanto sostener que el valor supremo es la vida y ella misma faltó a ese valor al no ofrecerle nada. ¿Todo a cambio de la libertad, incluso el valor supremo de la vida? Porque una mujer que no desea tener hijos ha renunciado a la vida como valor supremo. Para Rand parece que incluso sus valores son sacrificables cuando éstos les exigen un precio.


El patrón a voluntad y a no voluntad para decidir lo que es egoísta y aquello que no lo es me parece algo un tanto simplista. Pensar que en el mundo existe el altruismo  de forma tan radical -y esto sigue el hilo de lo dicho más arriba- es cuanto menos una tomadura de pelo. Señorita Rand, el altruismo, la generosidad, es otra forma de egoísmo. Su altruismo no existe. Todo lo que tenga voluntad seguirá lo que le conviene, o quizá no (pues se puede errar en las decisiones), pero el fin último de toda persona es primero su propia integridad, inmediatamente después la de las personas que valora (por las que siente un interés) y luego el resto. Hay intereses y valores mucho mayores que traspasan toda transcendentalidad del propio yo como sujeto material e espiritual. Dar todo o algo sin esperar nada, es decir, lo que define al altruista de Rand, no es ni ser egoísta (evidentemente) ni ser altruista (generoso), simplemente es ser un imbécil, un mártir, alguien sin voluntad, un inconsciente, alguien que no valora las cosas, un hombre desenfocado


Conciencia y Consciencia

Una de las ideas más interesantes de Ayn Rand es la referida a la conciencia y a la consciencia. Nos habla de subhumano y humano, de mente desenfocada y de mente enfocada. Dicha idea me hizo recordar la desternillante película “Desmontando a Harry”, de Woody Allen, una de mis favoritas.


Si algo distingue particularmente al hombre de las demás especies «es el hecho de que su conciencia depende de su voluntad». (Pág. 33) Para la autora que tratamos, ser consciente o no es, en consecuencia, un acto de voluntad. A voluntad se pueden tomar decisiones, pero ser consciente es una mezcla de conocimientos y experiencias (tanto racionales como irracionales), una experiencia que Rand no admite como válida por considerarla (en parte) un procurador irracional (sensaciones, emociones, instintos) que no aporta conocimientos. Posteriormente sostiene: «Cuando el hombre desenfoca su mente puede decirse que está consciente en un sentido subhumano de la palabra, ya que experimenta sensaciones y percepciones. Pero en el sentido del término tal como es aplicable al ser humano, en el sentido de una conciencia que interpreta la realidad y está capacitada para manejarla, una conciencia que puede dirigir las acciones y encargarse de la supervivencia del individuo, en ese sentido, una mente desenfocada no es consciente». (Pág. 36) Es entonces que para Rand una mente enfocada es la racional, la que favorece un pensamiento lógico, mientras que la desenfocada es un “no pensar”, lo irracional. La idea de que pensar o no pensar tiene un componente volitivo es sumamente interesante, hace hincapié en la facilidad de la mente humana para relajarse y aborregarse y por otro lado convierte a cualquier hombre en responsable de su estado, de su grado de conciencia o de inconsciencia.  

EL GLORIOSO HÉRCULES
Rand sostiene que cada cual es libre o no de pensar o no pensar, de estar en la realidad o evadirse de ella. Eso sí, incidiendo en la responsabilidad de las elecciones, Rand expone que “el hombre es libre para elegir no ser consciente, pero no es libre para escapar a la sanción que merece la falta de conciencia: su destrucción”. Tácitamente, Rand introduce el concepto de responsabilidad en cualquier decisión tomada libremente, pero es que... ¿ser consciente es algo que se pueda elegir? Rand parece consciente de las consecuencias de tomar una elección u otra, parece consciente de que toda decisión tiene un coste para el futuro, pero no parece consciente de que precisamente todo eso invalida y contradice, paradójicamente, el concepto de libertad, a pesar de rozar la idea que expongo cuando hace alusión a la responsabilidad. Por otro lado, parece que Ayn Rand confunde o mezcla los conceptos conciencia y consciencia (puede ser un error de traducción). Sé que las dos acepciones figuran en el diccionario como sinónimas, pero en este blog no vamos a caer en reduccionismos tan infantiles.

La consciencia es un “darse cuenta”, un darse cuenta de la realidad, cuanto más mejor. Se es más consciente cuanta más información podamos percibir a la vez de un mismo instante, sea cual sea la situación. Si llueve en el campo podemos ser conscientes de las gotas que caen sobre nuestro abrigo, de las que salpican sobre la hierba y la roca, del rayo que cae a lo lejos, de las nubes negras, de las crías de cualquier ave en un bello alcornoque, del verde de las hojas perennes de un pino, del aullido de un perro aterido en una choza, de los pies hundidos en el barro… y todo ello a la vez; ante un hombre en un debate podemos ser conscientes en un mismo instante del tamaño de la sala, del color de las paredes, del tipo de luz que emite la bombilla que nos ilumina, del tacto de la silla, del tacto de la mesa que tocamos con los codos, del timbre de voz de tu opositor, del tono de uno mismo, del bombeo de tu corazón, de las miradas de los presentes, de la tensión de la discusión, incluso de ciertas emociones que parecen casi “tocarse” en el ambiente, sentimientos como la ira, el amor… y todo ello a la vez, y cuanto más se percibe, más consciente se es. Por otro lado, la conciencia pertenece a la esfera de la ética, ya sea moral o amoral, a las concepciones que uno tiene de lo bueno y de lo malo en su interior. Y no lo olvidemos, la consciencia abarca a la conciencia. La conciencia delimita un elemento de la realidad, la consciencia toda, o al menos la que uno sea capaz de procesar en un único instante.■

Fuentes consultadas para la realización de este artículo:

REFLEXIÓN SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA ACTITUD EGOÍSTA

YO SOY ÚNICO

La generosidad es un egoísmo

¿Qué es el egoísmo? El interés propio, ya sea exclusivamente hacia lo particular o hacia el bien colectivo. Pensar en ti y pensar en los demás es egoísmo. Lo segundo puede que mucho más si piensas en lo que te pueden dar a ti y no tú a ellos. En todas las relaciones humanas hay un interés por algo, eso es egoísmo: quien da comida tiene interés en parecer bueno y mantener limpia su conciencia, el que come se aprovecha de la buena conciencia, todo ello es egoísmo. Pensar en uno mismo o pensar por los demás por uno mismo, todo ello es egoísmo. Puede que todo sea egoísmo pues del ego emana todo. En definitiva, parece que el interés, cualquier interés, es el egoísmo.

La masa anula la particularidad
Sin duda hablar de egoísmo es hablar del hombre, más bien del hombre como individualidad. Aquí al menos me centro en el hombre pues desconozco si otras formas de vida son capaces de una intencionalidad tan compleja como la humana. El egoísmo requiere intención y acción  (conscientemente) y a veces pulsión y acción (inconscientemente, como si se tratara de una especie de reflejo egoísta). Así sospecho que toda acción humana encierra en sí algo de interés para nuestro ego. Es esa tendencia del hombre hacia sí mismo o hacia lo suyo lo que llamamos egoísmo. No es algo bueno, ni algo malo, simplemente es lo que es. Y sin embargo el egoísmo no impide la generosidad, es precisamente la generosidad otro modelo de egoísmo, sólo que correcto, comprometido, que pretende reciprocidad para el propio ego y para el de los demás. Si ayudas a alguien también te ayudas a ti, si ayudas a alguien y ese otro no te corresponde ni siquiera con un agradecimiento no merece más generosidad. No hay que hacer nada gratuitamente. Hacer nada gratuito no significa hacer todo por dinero, sino hacer de cada acción algo que te reconforte, algo que te enriquezca, es decir, ser egoísta.

De esta forma podemos afirmar que existe un egoísta generoso, un modelo de egoísta que no es plenamente egoísta pero tampoco plenamente generoso (tampoco plenamente abnegado). El egoísta egoísta es, por otro lado, plenamente egoísta, pero también plenamente generoso… consigo mismo y nadie más. Finalmente, aseverar que el desinterés es una quimera (o al menos una contradicción en sí misma) y que todo tiene una intencionalidad si se hace conscientemente, es decir, un interés hacia o por: lo inconsciente también tiene una intencionalidad, pero es sin querer. Las pulsiones egoístas, es decir, los reflejos egoístas, forman parte del carácter, la conducta y el comportamiento, pudiendo ser adquiridos por impregnación cultural o por mimetismos o simplemente autogenerados como respuesta a determinado medio, constituyéndose en parte de la particularidad de cada sujeto.

Asimismo, he de advertir que no hay que entender el egoísmo exclusivamente como una actitud humana. Es algo más. El egoísmo filosófico se ocupa de esa actividad egoísta y del individuo como un absoluto, como un todo que sólo debe pensar en su propio beneficio. No obstante, centrarse en el individuo es ya profundizar en la filosofía egoísta.

I. EL EGOÍSMO

Manipulable, controlable, determinado
El egoísmo filosófico, toda aquella tendencia que se centra en el individuo como un absoluto en cualquier ámbito de estudio (ética, epistemología, política, etc.), me fascina. Supone la reivindicación del hombre soberano, único, auto-crático. Sin embargo, estas filosofías poseen elementos negativos y extremadamente perniciosos –al menos para una mentalidad con inquietudes sociales-, aunque multitud de ideas provechosas –y son con éstas con las que nos debemos quedar, pues aún teniéndose inquietudes sociales no debemos olvidar el propio interés individual como forma de negación del totalitarismo y como muestra de que lo social y lo individual pueden complementarse. En este mismo blog, con una serie de artículos que dediqué a Max Stirner, ya me introduje en este tipo de filosofías.

Y ¿por qué son perniciosas estas filosofías egoístas?, os preguntaréis, si tenéis curiosidad. Pues por un simple detalle (lleno de complejidad por otro lado): estas filosofías están “poseídas” por la idea de «libertad»; y seré más claro: son autodestructivas porque sacrifican o son capaces de sacrificar “todo” en pos de preservar y respetar la utopía libertaria laissez-faire y un estado utópico-racional, despojando al hombre de todos sus vínculos (familiares, nacionales, culturales, históricos, etc.)

Ser libre no es algo que esté al alcance de cualquiera, pues requiere dominio de sí (voluntad) y responsabilidad (consciencia): y la libertad no es un derecho, es algo que se conquista (y no plenamente – puesto que la libertad no es algo que esté ahí y se coge: cada cual forja su propia libertad, su propia voluntad, cada cual sabe hasta dónde puede mandarse y obedecerse, comprometerse y hacerse promesas). Egoístas como Ayn Rand hablan de razón y de libertad como elementos indisolubles y unidos, como elementos que se deducen el uno del otro. Y ¿por qué un acto razonado previamente o algo razonado previamente sin acto físico posterior es un acto cometido libremente, es decir, a voluntad? Un acto es libre cuando uno lo decide y siempre a voluntad, pero para ello han influido sobre la decisión cientos de condicionantes, ¿existe, por lo tanto, un acto realmente libre? ¿No es la libertad una contradicción en sí misma, como ya he señalado en otros artículos? Porque en cierto modo una decisión la tomas tú mismo y un montón de condicionantes, incluso a veces son los condicionantes quienes deciden al margen de uno mismo.

Aquiles, el de los pies ligeros

Ayn Rand, elevando la razón a las cumbres “fantasmagóricas” de la libertad, racionaliza y logiliza el mundo al extremo. Así pues, se entiende cómo esta filósofa de origen ruso, ascendencia judía y nacionalizada estadounidense, que falleció el año 1982, critica a Nietzsche y su irracionalismo, un irracionalismo que podría definirse como “el hombre arrojado y entregado al orbe, superando, digiriendo y domando sus pasiones, hollando éstas vívidamente hasta agotarlas”. Y es que en la vida no todo se atiene a razones, la razón del hombre es incapaz e insuficiente para alcanzar toda la comprensión, magnitud y trascendencia de la propia existencia: una existencia basada en la razón exclusivamente te pone a la altura de una máquina. El hombre sólo debe usar la razón para entender la propia irracionalidad del mundo, para establecerse un orden, para hacer comprensible la realidad. Pero repito, el mundo es en sí irracional, la vida carece de sentido, en la vida no prima la razón sobre los sentimientos y la experiencia humana; no todo debe ser vertido en la cloaca racional, pues si no la vida se convierte en algo insípido, yermo, inerte y rígido. Y bien, admitir la irracionalidad del mundo, no desdeñar los sentimientos y las experiencias no es ser irracional.

En definitiva, negar el racionalismo como medio para acceder al mundo con paso firme es igual de estúpido que negar el irracionalismo inherente en la propia realidad. Negar la irracionalidad es por otro lado negar la vida o parte de ella. Es a voluntad que debemos ser racionales.

II. EL «EGOÍSMO EGOÍSTA» Y EL «EGOÍSMO GENEROSO»

El egoísmo como actitud humana es algo que no debemos negar, ni siquiera en nosotros mismos: si decimos que somos generosos, mentimos, si decimos que no lo somos, también mentimos. Como podéis observar, ser un negador es abolir una cualidad humana o elemento de la vida, asumir ambas es afirmar la totalidad admitiendo las contradicciones, es decir, acercarse al amoralismo, a estar por encima de los conceptos. Abreviando, la generosidad se nuestra en el egoísmo y éste en la generosidad. Son dos actitudes esencialmente de la misma naturaleza aunque con diferentes inclinaciones. ¿Por qué son esencialmente lo mismo?, pues porque ambas derivan a la consecución de un interés hacia algo; el egoísmo es un interés personal que se manifiesta en una acción que beneficia al propio sujeto que lo acomete, pero la generosidad también conlleva un interés personal, que es cierto que beneficia a más gente, pero que conlleva igualmente un interés personal que se manifiesta paradójicamente en el desinterés y en la abnegación. Podemos hablar del goce que supone hacer un “bien”, o del interés de cometer una acción para ganar simpatías, o del interés de tener la conciencia limpia y libre de culpa, por lo cual estas personas actúan según qué forma determinados por su conciencia y nunca por los demás: si lo hacen es por su conciencia no por generosidad desinteresada. Así que cuidado con los generosos, cuidado con los desinteresados, cuidado con los egoístas egoístas (egoístas al cuadrado, e2) disfrazados de egoístas generosos.

III. LA SOCIEDAD Y EL INDIVIDUO

Hércules contra Hidra representa la lucha del disidente
El individuo tiene por sí mismo mucho que ofrecer a la sociedad. Yo soy anti-totalitario en la medida en que deseo el pleno desarrollo del individuo. Pero al individuo es lícito exigirle compromiso con la misma sociedad que permite su realización; es gracias a todo un esfuerzo colectivo que el individuo tiene las herramientas para desarrollar su egoísmo, ya se trate de un «egoísmo egoísta» o de un «egoísmo generoso». Que uno debe pensar en su propio interés, desde luego, pero sin olvidarse de nada ni nadie y sabiendo cuál es su verdadero y necesario interés. Una persona sanamente egoísta debe pensar que el individuo válido es la excepcional individualidad en sociedad, que no hay nada más noble que el compromiso con el grupo e interactuar con dicho grupo: el interés es mejor cuando es recíproco. Por lo tanto, el egoísta egoísta es un ser despreciable al que no le importa los demás mientras esté bien cubierto. Éste tipo de hombre busca, como consecuencia, un interés o beneficio carente de reciprocidad: se aprovecha de los demás sin ofrecer nada, cuando un acto generoso consiste en que dos partes se beneficien mutuamente persiguiendo su propio interés. Por ejemplo, ¿qué beneficios dan los bancos? Ellos no son productivos por sí mismos, ellos sólo producen del dinero… ¡del trabajo de los demás! o del que se inventan.

Por otro lado, una cosa es ser egoísta y otra muy distinta es ser soberano, aunque ambas pueden conjugarse. El egoísta (ya hablemos del egoísta o del generoso) es aquel que o bien se rige por intereses propios materiales o bien por concepciones metafísicas: el ser único, la particularidad. O bien puede regirse por los dos. Sin embargo, en el soberano es inherente el dominio de sí y la voluntad: voluntad y dominio de sí son corolario. Así pues deduzco que existen dos modelos de egoísmo egoísta y de egoísmo generoso, ambos con o sin soberanía. Y ¿por qué con o sin soberanía? El egoísta no siempre percibe el interés que reclama de sus propias acciones. Digamos que existe un egoísta no consciente, un egoísta que no llega a ver en su “generosidad” egoísmo, es decir, un enriquecimiento personal. Sin embargo, ese otro egoísta soberano, ya sea egoísta egoísta o egoísta generoso actúa a voluntad conociendo su interés, es decir, siendo consciente de lo que da y de lo que pretende recibir. TODO LO QUE HACEMOS, DE UNA U OTRA FORMA, LO HACEMOS POR NOSOTROS MISMOS, PORQUE NOS GUSTA SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS: NADA NOS GUSTA MÁS QUE SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS. POR OTRO LADO, NADA MÁS BELLO QUE SER PARTE DEL INTERÉS DE OTRO ALGUIEN: EL INTERÉS ES AMOR, GENEROSIDAD, EGOÍSMO... ES TODO JUNTO O POR SEPARADO O COMBINADO.

¿Son todas las manzanas iguales?
Y no nos dejemos confundir con ciertos detalles aparentemente desinteresados. Posiblemente nuestros padres parezcan desinteresados porque nos alimentan o nos dan cobijo. Pero no es así, todo lo que ellos dan es por su propio interés, por la satisfacción que les proporciona ver a sus hijos felices y seguros y su obra realizada, se trata de un interés necesario, generoso y noble.

Muchos también pensarán que el amor es desinteresado, que es darlo todo por nada o al menos sin esperar nada a cambio. Mentira. El amor es en sí egoísta y totalitario y si no no es amor. Es por amor que alguien lo quiere todo de otro alguien. Que en la locura del amor existan personas que sean capaces de perderlo todo, incluso la vida, por poseer a otro ser en cuerpo y alma (como se dice, ¿veis lo totalitario del amor ahora?) sólo demuestra hasta dónde es capaz de llegar una persona por pura locura egoísta; demuestra igualmente lo inconsciente del egoísmo, lo fatales que son las posesiones idílicas o celestiales: nada peor que estar enamorado del amor.

El egoísta que muere por amor porque lo quiere todo para sí de una persona es, salvando las distancias, como aquel que lo pierde todo apostando a los caballos y se ahorca en su habitación de hotel. Uno porque no posee lo que desea, el otro porque ha perdido lo que poseía y no puede poseerlo más, pero ambos por impotencia y porque sólo pensaban en el tener todo o más para su goce personal.

Así que veamos en todo un interés, veamos en todo un egoísmo, ya sea generoso o egoísta, y así entenderemos mejor las relaciones humanas, sociales, políticas, etc., y desconfiaremos de tanto buenismo.

IV. EL EGOÍSTA COMPROMETIDO

Los andamios de la razón hacia lo irracional
El egoísta, ya hablemos del egoísta o del generoso, se mueve, cada cual en su propio espectro, dentro de dos vertientes: el material y el trascendental.

En el trascendental (el egoísta del ser, el egoísta metafísico), tanto el egoísta egoísta como el egoísta generoso se proclaman como únicos y absolutos: el hombre como individuo es un todo. Pero seguidamente el egoísta egoísta matizaría, a modo stirneriano: no me interesa nada que esté por encima de mí. El generoso, por otro lado, diría: me interesa todo aquello que habite fuera de mí, incluso lo que esté por encima. Empero, en lo material (el egoísta del tener, el egoísta materialista) el primero señalaría: lo quiero todo sólo para mí y no me importa el resto; y el segundo: distribuyamos los bienes por mi propio interés y el de los demás.

No podemos soslayar esta realidad que formula que todo se mueve por un interés., tal como he ido repitiendo de una u otra forma Lo que ocurre es que existen intereses nobles y otros no tan nobles. Otros intereses no llegan a la altura de nobles. Un interés noble es el de aquel que trabaja por su pueblo, su raza y su país, por el interés de todos ellos y él mismo aún a riesgo de perderlo todo. Intereses nada nobles son los de la banca, que en su coartada de entidades generosas te asfixian con abusivas hipotecas para luego expropiarte sin atenerse a la realidad social, pues los bancos, así como cualquier empresa, sólo viven en y les interesa su propia realidad, como buenos egoístas al cuadrado.

Así que yo reivindico a un nuevo egoísta, reivindico al egoísta comprometido con una causa, a ese egoísta generoso que va más allá de su propio ser absoluto. Y un egoísta se apodera de las cosas, claro que sí, por ello un egoísta comprometido se apropia de una causa y se apropia de unos valores, pues cada paso que da debe ser una conquista, un acto de voluntad, un hacerse a sí mismo. Ejemplos los tenemos en nuestros antiguos héroes. ¿Quién no se queda fascinado por lo que sólo un hombre es capaz de hacer? ¿Quién no se complace y siente un cosquilleo de emoción al leer la cólera de Aquiles? Es la auto-superación de los hombres lo fascinante. Espíritus de esa naturaleza, elevados, inclinados hacia arriba, ¡espontáneos!, son lo que una nación necesita.

V. EL GRAN EGOÍSTA O EL GRAN INDIVIDUO: EL GRAN HERMANO DE ORWELL

El comunismo anula al hombre
El hecho de haberme adentrado en el egoísmo es porque el individuo y la individualidad me interesan como elementos dinamizadores en una sociedad, siempre y cuando se mire por la nación, que es paralelo a mirar por uno mismo. Sin duda he dicho que en todo hay egoísmo, pues es así si asumimos que en todo se persigue un interés propio, incluso en lo aparentemente desinteresado; pero vayamos ahora un poco más allá y desechemos, en cierto modo, todo lo que he escrito anteriormente.

Por supuesto, el egoísmo es sólo viable cuando el sistema político, económico y social lo permiten. ¿Y qué sistema no lo permite a escala social? Cualquier sistema totalitario. Por ejemplo, en las sociedades comunistas no existe el individuo. Como tal sólo existe uno: el líder, el Gran Individuo. Son los intereses de tal líder, ya sean egoístas o generosos, lo único que gobierna a un grupo de personas. Surge así la figura del Gran Egoísta y la de sus acólitos egoístas, que se han apoderado –han hecho suyo por conveniencia o han sido poseídos– del interés –o gran capricho– del líder para así poder medrar. Pero todos, acólitos y masa –el individuo es ya inexistente– se convierten en un medio, en un instrumento del Gran Egoísta. En estos países comunistas sólo existe, en definitiva, un líder, una voluntad, una línea. El estado se convierte en UNO y el pueblo es sólo el arma del Estado, una prolongación de la conciencia y de la voluntad del UNO. En los estados teocráticos es exactamente igual, aunque la voluntad y el egoísmo no surgen de ningún hombre, sino de un ser superior que no tiene existencia en la tierra y cuyo mandato es revelado o ya ha sido revelado (los libros sagrados son prueba de tales revelaciones: Biblia, Corán...) a los hombres.

Sin embargo, no es precisamente en la actualidad -que se supone haberse llegado, en lo que llaman occidente, a las mayores cotas de egoísmo y libertad-, el oasis donde el totalitarismo y el Gran Egoísta no existen. Los hilos del Gran Egoísta han dinamitado la masa para convertirla en migajas o grano: cada migaja o grano es un individuo. “Por fin”, nos dice el Gran Egoísta, “he dispuesto a los hombres la facilidad de ser soberanos y libres para regirse a sí mismos”. Mentira. Ahora el Gran Egoísta controla a los individuos subrepticiamente. El control mental se lleva a cabo mediante los medios de comunicación y entretenimiento de masas, como los videojuegos, el cine, etc.; y el control corporal mediante la acción de consumir o el envenenamiento y pervertimiento masivos: alcoholismo, drogadicción, ludopatía, pornografía, trasmutando e invirtiendo todos los valores, etc. Cuerpo y mente dominados por la idea fija del tener, del tener más sin fin, y de la libertad. Es mediante el egoísmo en su tendencia más egoísta cómo el nuevo totalitarismo pretende dominar a todos los seres humanos de la tierra: así rompen los vínculos de todos con todos, de los componentes de una nación con los propios componentes de esa misma nación, etc.

Sociedad atomizada
Es tanto el poder de este nuevo totalitarismo que no necesita obligarte por la fuerza a hacer ciertas cosas, consiguiendo que todo aquello que queremos no sea lo que realmente queremos, sino lo que nos han obligado a querer. ¿Cómo? Sí, así es. Nos crean necesidades superfluas, fomentan los vicios, la sensualidad radical… nos dicen que todo elllo es necesario y nos lo creemos; y todo ello para cortejar y dominar nuestros cuerpos mediante el control de la mente, que es lo mismo que controlar nuestra voluntad, para evitar cualquier atisbo de autocontrol del individuo. ¿Es entonces posible el egoísmo? Es posible en cuanto que existe el individuo como ser aislado del resto, ¿pero realmente alguien se rige por su propio interés? ¿Una sociedad manipulada se rige por su propio interés egoísta? Una vez más, el egoísmo y la individualidad soberana son una quimera, una falacia. En la época de la historia humana más dispersa, más rota, más desecha y desarraigada, supuestamente más libre, el individuo, desposeído de todo vínculo, acaba siguiendo los intereses de otro, de otro UNO o de otros UNOS: ni siquiera ahora puede ser agoísta a volutad. Recapitulando, el gran logro del sistema actual es convencerte de que lo que quieres lo quieres de verdad porque tú lo has decidido, convencerte de que eres tan libre como para poder regirte por tu propio interés. Una vez más, ya no la masa, sino el individuo, todos los individuos, anulados y sometidos a la voluntad, al capricho y al egoísmo del Gran Individuo, un individuo con muchas cabezas. Es por esa voluntad egoísta al cuadrado que el mundo se manifiesta como esa voluntad. Ser disidente es NO SEGUIR LOS DICTADOS DE ESA VOLUNTAD; y es por ello que en una sociedad atomizada serán los grandes egos, los más grandes espíritus, las más formidables individualidades, quienes entablarán lucha contra esta moderna Hidra de Lerna por unos ideales y valores elevados. Vivimos en la época de la inconsciencia y de los egoísmos, pero… ¿dónde están los grandes héroes? Los trovadores están ansiosos por cantar nuevas gestas.■

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MAX STIRNER, «el único» y «su propiedad» (III): LAS POSESIONES CELESTIALES

Datos de la edición de "El Único y su Propiedad", de Max Stirner, a que se refiere el artículo: Editorial Valdemar [Enokia S.L.], octubre de 2005. Letras Clásicas nº3 Traducción de José Rafael Hernández Arias.

(…) Quien no ha intentado y osado nunca dejar de ser un buen cristiano, un protestante creyente, un hombre virtuoso, se encuentra preso y confundido en la creencia, virtuosidad, etc. Al igual que los escolásticos sólo filosofaron dentro de la fe de la Iglesia (el Papa Benedicto XIV escribió tochos dentro de la superstición papista, sin jamás poner en duda esa fe), así hay escritores que llenan volúmenes enteros sobre el Estado sin ni siquiera poner en duda la idea fija del Estado, nuestros periódicos rebosan de política porque están poseídos de la demencia de que el hombre ha sido creado para ser un «zoon politikon», y así los súbditos vegetan en el sometimiento, hombres virtuosos en la virtud, liberales en la «humanidad», etc., sin jamás haber tocado esa idea fija con el cortante cuchillo de la crítica. Definitivos, como definitiva puede ser la demencia de un loco, permanecen esos pensamientos sobre pies firmes, y quien duda de ellos, ¡ataca lo sagrado! Sí, la «idea fija», ¡eso es lo verdaderamente sagrado!

¿Nos encontramos simplemente con poseídos del demonio, o topamos con la misma frecuencia con poseídos contrapuestos, que están poseídos por el bien, la virtud, la moralidad, la ley o cualquier otro «principio»? Las posesiones demoníacas no son las únicas. Dios obra en nosotros, y el demonio también, aquel mediante la «gracia», éste de manera «demoníaca». Los poseídos están empeñados en sus opiniones.

Si os desagrada la palabra «posesión», llamadlo «apasionamiento», sí, llamadlo así, porque el espíritu os posee y de él vienen todas las «inspiraciones», toda exaltación y entusiasmo. Añado que el perfecto entusiasmo –pues uno no se puede detener en el débil e incompleto– se llama fanatismo. 

El fanatismo se encuentra precisamente en los instruidos, pues el hombre es culto en cuanto se interesa por lo espiritual, e interés por lo espiritual es (y debe serlo necesariamente cuando es activo) «fanatismo»; es un interés fanático por lo sagrado (fanum). (…)■ (Pág. 77-78)

Vivimos en un mundo moral, o mejor dicho, en un mundo donde las personas son dominadas por una moral. No hacen lo que deben hacer, simplemente se guían por el ambiguo camino de lo que creen que está bien. Sus acciones se reducen a un guión de valores, y ese guión se sigue a rajatabla: no existe la posibilidad de elegir, de ser soberano. Una moral no da tregua a la libertad, las acciones de cada individuo deben erigirse bajo el código moral dominante. Pero el Bien y el Mal no existen, y si existen están tan mezclados que es imposible diferenciarlos. El TAO, aún siendo una noción dual del mundo, muestra claramente que en el Bien se oculta también el Mal y que, por el contrario, dentro del Mal se oculta el Bien. Entender el mundo bajo la senda del Bien es por lo tanto hollar un camino demasiado rígido. Ese camino del Bien ha sido antes labrado por otro, ese Bien no es tú Bien, sino el de alguien ajeno. En la vida no hay moral, la vida está exenta de ese "coste". La moral es esencialmente humana, demasiado humana, una invención, un artificio más.

Bajo el bien se erigen las cosas sagradas y divinas. Lo Bueno y lo Malo se nutren de aquello que beneficia o perjudica a una época determinada. Pero la moral no debe ser necesariamente un error, de hecho creo que es necesario un sistema de valores, un cierto orden ético. Pero el orden debe obedecer a intereses lo más reales posibles. Una moral erigida por el Hombre y para el Hombre, por beneficio del Hombre y que repercuta sobre todo en el individuo: una moral que respete al individuo. Respetar los valores de cada uno, la pluralidad, eso es la única moral que admitiría. Nadie está en posesión de la verdad, y por lo tanto nadie está en posesión del Bien.

Existen poseídos de la divinidad o celestiales, quienes son antitéticos respecto de los poseídos por el Mal, por el Diablo. ¿Por qué no iba a ser lo celestial en el Hombre producto de una posesión?, lo es de hecho. El Dios celestial, la idea de Humanidad y toda idea con miras morales bondadosas domeñan el alma o el espíritu (¡lo que sea!) de la misma forma que el Diablo quiere el alma de los mortales. Tanto el Bien y el Mal quieren dominar tu conciencia, pretenden que te reconozcas en sus atributos esenciales. Lo que ocurre es que siempre el Bien y el Mal se confunden, será porque forman un sólo "ser". Sin embargo, el Hombre con verdadera conciencia siempre estará por encima del Bien y del Mal y por lo tanto alejado de las posesiones celestiales y demoníacas: «Mi moral es la que yo decida».

Yo nombro a Stirner Rey de los sacrílegos. Dilapida todo lo sagrado, no existe nada intocable, todo puede ser atacado por la crítica, todo puede ser cuestionado. La censura nace del entendimiento de que hay ciertas cosas sagradas. ¿Qué es lo sagrado? Lo intangible, lo fijo, lo que está por encima de los hombres, de cualquier hombre. Y es de lo sagrado y de lo divino, que es igualmente lo sagrado, lo que Stirner llama «la idea fija».

La «idea fija» es el génesis del fanatismo. Como diría Cioran: «En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas». (E. M. Cioran. Breviario de Podredumbre. Suma de letras, S.L., enero de 2001, págs. 29.) Con el fanatismo, la «idea fija» se convierte en dinamita; excitada por el Hombre, convierte el mundo en una traca. No es menos fanático el presidente de un país desarrollado que invade una nación por considerarla inmoral que un mártir con explosivos que se inmola en una cafetería del centro de Tel Aviv por considerarlos igualmente inmorales e infieles. Todos luchan por su concepto de lo sagrado, por su moral. No obstante, solamente una conciencia alejada de parámetros morales puede darse cuenta del infantilismo al que está sometido al mundo, además del torrente emocional emponzoñado que lo recubre y la poca cordura que existe en su seno. ¿Estoy siendo catastrofista? No, simplemente comento la catástrofe; efecto de la esencia fanática del Hombre que ha inoculado lo insalubre e innatural en la Tierra.

Aquellos que luchan por algo "grande", por su moral, por lo sagrado, aquellos que dirigen y controlan "la fiesta", son unos egoístas involuntarios, pues solamente se sirven a sí mismos. Incendian a los más débiles para que luchen por su causa. Lo sagrado, la moral, es una inoculación más para eliminar la conciencia y la pluralidad. Ese tipo de egoísta crea a seres superiores para servirles porque sufren debido a su egoísmo, porque ven inmoral su naturaleza. Luchan contra su egoísmo, y cuanto más luchan más se benefician a sí mismos, pues lidian por amor propio, para superarse.

(…) Lo sagrado sólo existe para el egoísta que no se reconoce a sí mismo, el egoísta involuntario, para él, que siempre se ocupa de lo suyo y, sin embargo, no se tiene por el ser supremo, que sólo se sirve a sí mismo y al mismo tiempo cree servir a un ser superior, que no conoce nada superior a él y, no obstante, se entusiasma por lo elevado, en suma, sólo existe para el egoísta que no quisiera ser egoísta, y se humilla, esto es, lucha contra su egoísmo y, sin embargo, sólo se humilla «para elevarse», es decir, para satisfacer su egoísmo. Como quiere dejar de ser egoísta, busca por todo el cielo y la tierra seres elevados a los que servir y por los que sacrificarse; pero por más que se esfuerza y se martiriza todo lo hace por amor a sí mismo, y el desacreditado egoísmo no se separa de él. Por eso le llamo el egoísta involuntario. (…)■ (Pág. 69)

El «egoísta involuntario» necesita ser zarandeado por una idea fija; por alguna extraña razón no quiere equipararse a los dioses, no quiere ser soberano. ¿Acaso no se entiende el egoísmo como dominio de sí? El «egoísta involuntario» quiere ser dominado, prefiere ser el esclavo, no achacarse toda la responsabilidad de sus acciones: todo lo que hace es producto de algo superior a él mismo que le guía y le dicta su destino (su culpabilidad queda siempre disculpada ante los hombres pues su acción proviene de la divinidad, del Logos). Por lo tanto, este tipo de egoísta cree servir a intereses superiores a él, se muestra desinteresado, ¿no os recuerda a la figura del mesías, a la del revolucionario, a la de todo tipo de salvador, a la de todo aquel que se abandera con su moralidad y concepción del Bien? Ojo con estos egoístas, son pastores de cabras, a ellos les harán culto aquellos que creen en su «idea fija». Les seguirán los «desinteresados», que son aquellos que convierten una idea en su soberana, es decir, en su voluntad y su conciencia.

(…) ¿Dónde comienza el desinterés? Precisamente donde una finalidad deja de ser nuestra finalidad y nuestra propiedad, de la que nosotros, como propietarios, podemos disponer a nuestro antojo; donde ella se convierte en una finalidad fija o en una… idea fija, donde comienza a entusiasmarnos, a apasionarnos, a fanatizarnos, en suma, donde se manifiesta en ergotismo y se convierte en nuestra… soberana. (…) (Pág. 96)

Por lo tanto, no es de negar que en el mundo gobierna la moral. Encima una moral de humildes, es decir, de débiles. La humildad es una humillación a la potencialidad humana, es una forma de detestar e inmoralizar cualquier demostración de nobleza. La humildad es un valor nada aristocrático, negar la fuerza, el sentimiento de grandeza y de triunfo es negar en sí lo más vital que puede llegar a ostentar todo ser. Un hombre bien constituido debería potenciarse y agotarse mayúsculamente, darlo todo sin escatimar. La humildad al final aboga por la no acción, por el no cultivo del vivir. La humildad es una rendición en toda regla.

Pero si le digo: rezarás, honrarás a tus padres, respetarás el crucifijo, dirás la verdad, etc., pues esto es propio de los hombres y es su vocación o, simplemente, eso es la voluntad de Dios, ya tenemos la influencia moral: un hombre debe aquí humillarse ante la vocación del hombre, debe ser obediente, humilde, tiene que renunciar a su voluntad frente a un extraño que se erige como regla y ley; él debe humillarse ante un superior: humillación voluntaria. «Quien se humilla a sí mismo, será elevado». Sí, sí, los niños deben ser acostumbrados muy pronto a la piedad, beatitud y honradez; el hombre de buena educación es uno a quien le han enseñado, inculcado, insuflado y grabado «buenos principios». (…) (Pág., 119)


 Para colmo, el mundo se instituye bajo el «amor», ¿entendéis porque digo que gobiernan las emociones? El amor es toda negación de razón y de reflexión. Cuando el amor manda estamos siendo poseídos por lo más parecido a lo que llaman Dios. El Amor es el yugo por antonomasia, la mayor fuerza totalitaria, la excelencia religiosa y ascética. Huyamos de todo amor que no sea a nosotros mismos y a nuestros iguales. Bajo el amor se erigen todas las morales, todas las ideologías, todas las instituciones… por amor también fue la Revolución Francesa y la guillotina… El amor como justificante de todas las masacres, como «idea fija» más allá de lo sagrado.

El «amar» es un concepto que surge como inversión del «querer», es decir, del «poseer», o así entiendo yo. «Amar» es entregarse, rendirse, humillarse, sin embargo, «querer» es poner en valor lo que uno codicia conquistar y avasallar con sus propios medios. Alguien que se humilla dice "amo a esa chica", pero alguien que se respeta a sí mismo señala "quiero poseer a esa chica". Con el amor amas al amor, estás enamorado del amor, con el querer posees el objeto de tu capricho y goce y lo puedes hacer tuyo, puedes hacer que forme parte de ti. ¡Acaso no es el amor todo lo contrario a todo egoísmo! ¡Yo quiero ser egoísta, yo quiero poseer y hacerlo propio de mí, de lo que yo considero importante, yo quiero que sea mi propiedad y que me dé placer! Yo sabré ser generoso.

(…) Bien puedo aspirar a la racionalidad, puedo amarla, como a Dios y a cualquier otra idea: puedo ser filósofo, un amante de la sabiduría, al igual que amo a Dios. Pero lo que amo, a lo que aspiro, eso está sólo en mi idea, en mi imaginación, en mis pensamientos: está en mi corazón, en mi cabeza, está en mí como el corazón, pero no es yo, yo no soy ello. (…) (Pág., 119)■