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EVOLA SOBRE NIETZSCHE Y LO PAGANO

La experiencia nietzscheana aun no se encuentra agotada, en la medida en que ni siquiera ha comenzado todavía. Se encontrará ya seguramente agotada la caricatura estético-literaria de Nietzsche, condicionada por el tiempo, lo estará también la reducción biológico-naturalista de algunas partes de su enseñanza. Pero el valor que Nietzsche ha llevado heroicamente y con el precio de un sufrimiento sin nombre, a pesar de todo su ser que se sublevaba y cedía hasta que, sin un lamento, luego de haber dado todo, se derrumbó. Este valor que se encuentra más allá de su "filosofía", más allá de su humanidad, más allá de él mismo, idéntico a un significado cósmico, reflejo de una fuerza eónica —el hvarenô y el fuego terrible de las iniciaciones solares— este valor espera todavía ser comprendido y asumido por los contemporáneos. Ya en el mismo se encuentra la alarma, la apelación al disgusto, al despertar y a la gran lucha: aquella en la cual —tal como dijéramos— se decidirá el destino de Occidente: el de caer en un crepúsculo o el de encaminarse hacia una nueva aurora.

Liberando la doctrina de Nietzsche de su parte naturalista, reconociendo que el "superhombre" y la "voluntad de poder" sólo son verdaderas en tanto se las comprenda como valores suprabiológicos y, querríamos decir, sobrenaturales, entonces esta doctrina para muchos puede ser una vía a través de la cual se puede arribar al gran océano, al mundo de la universalidad solar de las grandes tradiciones nórdico-arias, desde cuya cumbre se impone el sentido de toda la miseria, de toda la irrelevancia y de toda la insignificancia de este mundo de encadenados y de poseídos.

(...)

Los valores nórdico-paganos son valores trascendentes, que reciben su verdadero sentido sólo desde lo interno de aquella concepción completa antimoderna y antieuropea que, en sus rasgos esenciales, ya hemos delineado. Pero los mismos también podrían constituir unos principios éticos, aptos mientras tanto para formar una base para una nueva educación y para un nuevo estilo de vida, libres de la hipocresía, de la vida y de las alucinaciones de las generaciones últimas.

La experiencia pagana no es para nada una experiencia imposible y anacrónica desde cualquier punto de vista. ¿No sentimos acaso casi todos los días cómo el "paganismo" del mundo moderno es constatado y deplorado por los representantes de las religiones europeas? Este paganismo es en gran medida, es verdad, un paganismo imaginario: se trata de un mal en cuya raíz quien nos ha seguido hasta aquí sin dificultad puede reconocer a las fuerzas y a las condiciones que en su origen han alterado el mundo antiguo precristiano.

Julius EVOLA, Imperialismo Pagano. Ediciones Heracles, año 2001. Págs. 117-118. Traducción del italiano y estudio preliminar a cargo de Marcos Ghio.■

LO REAL


Todo es real, todo lo que puede ser pensado, todo lo que es sensible, todo lo que se puede tocar y no tocar, nuestros sentimientos, las mentiras y las verdades... todo es real. En el mundo no hay lugar para lo irreal, todo lo que es es en cuanto que se manifiesta de una forma u otra. El mundo de las ideas existe, pero no como otro mundo, sino inmerso en ese único mundo real y absoluto como un algo pensado. ¿Qué es entonces lo irreal? Lo irreal es también lo real. Lo irreal es lo que no existe, es decir, lo que carece de "sensibilidad", pero a su vez se proyecta en forma de pensamientos, de ensoñaciones, etc. Todo lo que puede ser explicado o plantearse es de alguna forma.

Cuando la moral que se quiere implantar no se encuentra en la naturaleza se coge con las "manos" y se crea un sucedáneo, una moral manufacturada y racional. En el mundo real lo irreal surca invisible como el viento, pero como el viento, pega fuerte con sus azotes. Y corremos el riesgo de que se convierta en lo único real, en que sea la mentira, lo inexistente, lo "insensible", lo que domine cada acto, cada acontecimiento, cada hito de nuestras vidas. Si lo real y lo irreal son igual de reales, es decir, si ambos forman parte de lo Real, no sea descabellado pensar que existe una lucha inmemorial entre ambas fuerzas por ser hegemónicas dentro de un mismo mundo, del único mundo posible, como si hubiera una pugna eterna entre los que quieren mantener y defender lo ya establecido, es decir, el orden natural de las cosas (y estúpido sería aquí decir que se quiere "imponer" algo que ya es por sí mismo), y los que quieren establecer una realidad que sólo es viable mediante la imposición y el lavado de cerebro, es decir, el orden racional de las cosas.

Y no piensen que el orden natural no puede dar lugar a una moral, a un mundo espiritual y racional. Pero ese mundo espiritual surge de la tierra al igual que un manzano gracias al baño proporcionado por un cielo que siembra con agua y luz. El sustrato de esta moral es real, surge del mundo natural. Sin embargo, el orden racional de las cosas surge de algo tan sencillo como decir que aquello que no existe nos lo inventamos y que los manzanos nacen del aire. Este orden racional no surge de la tierra, es mera especulación. Mientras que el orden racional posibilitado por el orden natural surge de la tierra.

Esa moral que hoy impera lo único que pretende es lo mismo que con la silla, hacer el mundo un poco más cómodo. La moral que hoy nos domina no está hecha de las cosas de la vida, sino de divagaciones, de sueños, de metas imposibles e irrealizables. No está hecha para la laboriosidad y la paciencia de una vida natural y sacrificada, sino para monos sapientísimos con moral de esclavos. Esta moral que hoy totalitariza la vida de forma invencible quiere poner un velo a la propia vida en su crudeza. Quiere pasarnos por el fuego hasta que no quede dentro de nosotros ni una sola gota de sangre, quiere convertirnos en seres que no sienten ni padecen, en seres sin cuerpo que sólo sean pensamientos, como el aire, como los fantasmas.

Sin embargo, es inútil todo esfuerzo del utópico por deshacerse del mundo real, del único mundo posible. El polvo se puede tapar con una alfombra, pero el polvo sigue allí. El maquillaje puede ocultar el paso del tiempo, pero el paso del tiempo está ahí, inexorable, dorando cada piélago de nuestra piel.

Más de una vez he dicho que "el marxista cultural va en contra de la vida, pues no es un hombre de este mundo, de lo real, sino de otra parte, del mundo de las ideas". Básicamente no es que sea de otro mundo. Sé que todos habrán entendido lo que quería decir en aquel momento, pero me parece necesario aclararlo. El que es de otro mundo quiere alcanzar su mundo destruyendo el que ya existe. No quiere otro mundo en realidad, quiere el mismo mundo de ahora sustituyendo los pilares del mundo presente. Sólo de mentalidades así puede entenderse ese ánimo tan genocida del marxista. En el mundo que construye el moralista triunfante de la modernidad valdrá poco lo que veas, u oigas, o sientas. Lo irreal, que también es real, quiere imponerse y ser lo único Real. Preparaos para un mundo pensando, preparaos para un mundo que hecho de cosas que no existen tu cuerpo dejará de ser una pesada carga. "Pedazos de carne, pasad por la trituradora", nos dicen a lo lejos.■

EXPRESIÓN SENSIBLE DE LO INVISIBLE


Más allá de no agotarse en un naturalismo –tal como hoy sólo la ignorancia o la falsificación tendenciosa de algunos puede presentarla– más allá de conocimiento de los ideales de la superación viril y de la liberación absoluta, en la concepción pagana el mundo era un cuerpo viviente, compenetrado por fuerzas secretas, divinas y demónicas, por significados y por símbolos, de acuerdo al dicho de Olimpiodoro: era la “expresión sensible de lo invisible”. El hombre vivía en conexión orgánica y esencial con las fuerzas del mundo y del supramundo, de modo tal de poder decir, con la expresión hermética, que era “un todo en el todo, compuesto de todas las potencias”: no otro es el sentido que trasunta de la doctrina ario-aristocrática de âtmâ. Y esta concepción fue la base sobre la cual se desarrolló, como un todo en su manera perfecta, el corpus de las ciencias sagradas tradicionales.

El cristianismo infringió esta síntesis, creó un abismo trágico. Y así, por un lado el espíritu se convirtió en el “más allá”, lo irreal, lo subjetivo; de allí la raíz primera del abstractismo europeo; por otro, la naturaleza se convirtió en materia, exterioridad encerrada en sí misma, fenómeno enigmático. De allí la actitud que tenía que dar lugar a la ciencia profana. Y como el saber interior, directo, integral dado a la Sabiduría se le sustituyó el saber exterior, intelectual, discursivo-científico, profano, simultáneamente a la conexión orgánica y esencial del hombre con las fuerzas profundas de la naturaleza que constituía la base del rito tradicional, del poder del sacrificio y de la misma magia, se le sustituyó una relación extrínseca, indirecta, violenta: la relación propia de la técnica y de la máquina. He aquí pues en cuál manera la revolución judeo-cristiana contiene el germen de la misma mecanización de la vida.

Julius EVOLA, Imperialismo Pagano. Ediciones Heracles, año 2001. Págs. 102-103. Traducción del italiano y estudio preliminar a cargo de Marcos Ghio.■


Hay un impulso biológico que no es menos profundo por no ser espiritual; porque no es espiritual es por lo que es más profundo y por ello, sagrado, sagrado porque su violabilidad conlleva sacrilegio. ¿Qué valor puede tener una religión que se basa en oír y creer? La verdad no necesita ser creída, poco valor tiene aquello que necesita ser creído, que es cuestión de fe, que no tiene un lugar en el mundo, en el único mundo posible.

Crear un más allá, generar un abismo que separe a los hombres de lo sagrado y de la posibilidad de una experiencia vívida que supere lo perceptible por los sentidos, eso ha generado el judeocristianismo y otras formas de desacralizar el mundo; es mejor sentir la esencia de las cosas, vivir en un mundo vivo y no en un mundo donde lo sensible es mera materia, mera masa inerte sin posibilidad de transmitir nada, mera mecanización, en definitiva.

¿Existen los dioses? Si. Veo a Zeus a lo lejos en una lluvia con su trueno, a Poseidón en los mares calmos y crepitantes… ¡siento a Ares cuando la ira me embarulla y a Atenea equilibrándome para no generar un estrago que me perjudique! Siento a Eros ante la belleza irresistible de una mujer y en los impulsos que dicha belleza me genera por tan agradable impudicia; también siento a Hera, diosa de las mujeres y del matrimonio, cuando veo a una madre ofrecer su seno a aquello que es sangre de su sangre… Los dioses se manifiestan, nosotros les damos valor pues valor deben tener nuestras acciones, lo que hacemos. Que les hemos creado a nuestra semejanza… sin duda, ¡ellos no existen sin nosotros! Pero es que la única diferencia sustancial es que ellos son inmortales… ¡hemos creado dioses que nos sobrevivirán!

Los dioses surgen de la asunción de que hay un orden natural de las cosas, un orden no humano, no creado por nosotros. Es a partir de ese orden que con la razón hemos de generar un orden racional de las cosas. No es como siempre se ha hecho, generar un orden racional de las cosas que transforme la naturaleza: eso ha provocado toda una hecatombe de difícil explicación, una deriva perpetua. Nuestros dioses, nuestro Olimpo, nos ayudan a vertebrar ese orden natural, a generar un centro al hombre. Y esa es la misión de toda religión, fijar un punto, un centro, una brújula espiritual que pueda catapultarte a lo sagrado. Pero lo sagrado está en nuestro mundo, ¡ni en el más allá ni el más de ningún sitio!

Salir a la naturaleza es reconciliarse con los dioses. Un hombre reconciliado con los dioses es un hombre que tiene grandes posibilidades de ser humilde –pues reconoce sus limitaciones, PERO REALMENTE HUMILDE ESTÁ MAL DICHO, por lo que deduciréis– sin renunciar a su orgullo, es decir, en una contextualidad de amor propio. Para mí el orgullo es reconocerse en la justa medida, pues si orgullo es amor propio, ¡qué mal se quiere aquel que se sobrevalora o que se infravalora! Y ahora que surge el punto medio –inferido de justa medida–, decir que es algo totalmente subjetivo. En sí mismo no existe, es una medida racional de las cosas y como tal, de existir, sólo en nuestra cabeza. Así que amarse en su justa medida no es realmente el punto medio, sino verse objetivamente, verse de la forma más consciente posible, verse uno mismo tal como es, es decir, en toda su radicalidad.

Yo pienso, entonces, que los hechos se muestran de forma radical. Lo que es se ha manifestado como es. El punto medio, la comparación, etc. son medidas racionales, como he dicho, pero en realidad no ha habido punto medio, ni siquiera justa medida, pues el hecho o el fenómeno se ha manifestado en toda su plenitud. Las cosas son al margen de nuestra interpretación. Es la interpretación lo que hace que nos confundamos, lo que a veces nos hace ver lo que no existe. Es por ello lógico la necesidad de un mirarse a sí mismo, de un pararse, analizar y autocriticarse para no exagerarse o exagerar algo hacia arriba o hacia abajo.■

REFLEXIONANDO CON EL TAO



Las armas son las herramientas de la violencia;
todo hombre decente las detesta.

Las armas son las herramientas del miedo;
el hombre decente las evita.
Sólo con el mayor refreno
y en la más extrema necesidad
las usará si a ello es compelido.
La Paz es el valor más elevado.
Si la paz ha sido alterada,
¿cómo podría estar contento?
Sus enemigos no son demonios
sino seres humanos como él.
No les desea mal.
No se regocija en la victoria.
¿Cómo podría regocijarse en la victoria
y deleitarse en la matanza?

Él entra en batalla gravemente,
con gran pena y compasión,
como si a un funeral asistiera.

(TAO TE CHING (versión de Stephen Mitchell), de Lao Tse. Alianza Editorial, edición en «El libro de Bolsillo», con ref. H 4115. Fragmento completo Cap. 31, pág. 73)■




El TAO es una de las joyas de la Humanidad, de hecho supone una cumbre del trascendentalismo psíquico-espiritual y un sendero hacia la iluminación o consciencia objetiva. Creo lógico que todo el mundo se queda en halagos pues si leemos el TAO y observamos el mundo es de suponer que o no conocen el TAO y no han visto un sendero que recorrer, o simplemente no saben leer o viven en la indiferencia más pusilánime e indolente que puede arrastrar el ser humano sobre su cuerpo, un cuerpo sin alma, muerto, solamente carne y huesos.

Habría querido hacer un extenso análisis del libro TAO TE CHING como ya hiciera con la novela 1984, pero me advirtió un iniciado en estos temas que no cayera en el intelectualismo. Y es cierto, pues del TAO en realidad no se puede hablar, cuanto más hablamos de él (y lo dice el propio TAO) menos se conoce y entiende. El Tao simplemente hay que vivirlo; nos adentra en el mundo de los contrarios, en cómo todo se complementa, cómo la vida es una cuestión de tira y afloja. Llevar una vida contemplativa, la no-acción, vencer el deseo y desterrarlo, dejar que todo fluya... eso es lo que nos enseña el Tao; y todo tiene una finalidad: LA PAZ; que es el valor supremo, tanto en el TAO y en el hombre de bien como en cualquier religión del mundo, aunque algunos tachen a ciertas religiones como violentas.

De todos los poemas del TAO, he elegido el que podéis leer más arriba de nuevo. Creo que define perfectamente al hombre que no tienen más remedio que dejar aparte sus principios y adentrarse en un mundo de violencia para restablecer el orden del Tao, que no es otra cosa que la no-acción y que las cosas fluyan sin mediación externa: "debemos vivir con la naturaleza y no como si la naturaleza fuera un ser del que pudiéramos abusar; vivimos en ella y el daño que le hacemos es daño que nos infringimos".

También he de decir que el hombre de bien al que se hace referencia en el poema es un hombre que no existe, es el guerrero con honor, aquel que respeta a su enemigo, que lo venera y en cierta medida lo ama. Hablamos de los hombres de la buena guerra, de aquellos que ven a sus enemigos como a sus iguales y no como a demonios. Los hombres valían lo mismo. Hoy en día nos encontramos con que las vidas no valen nada, y si es cierto que antes tampoco, en ninguna época, al menos tenían honor y unos valores más verdaderos, de auténtico peso, hasta la palabra tenía un valor: creo que antes los hombres tenían más dignidad, ya fuera cual fuera su condición a pesar de las excepciones. Hoy en día el hombre vive lejos del TAO, vive lejos de cualquier fuente purificadora, envenenándose con la guerra, con las cruces, con los odios. De los 26 años que llevo viviendo creo que el mundo que he heredado en la actualidad es el más desalentador, desesperanzador y enfermo, pues todo está recubierto de una gran falsedad e impregnado de una fuerte psicosis y esquizofrenia que nos está empujando a una destrucción que se resume un suicidio colectivo de dimensiones globalizadoras.

Antes tenía unas fuertes convicciones políticas, ahora creo que he desterrado todo prejuicio ideológico y soy más libre, incluso más libre que cuando maté a Dios de mi cabeza. Mi nihilismo es sano, es vitalista y hasta puede complementarse con el TAO. No dejo que todo fluya porque sí, aunque ese flujo del que habla el TAO es incontrolable, al menos el de la energía espiritual. Supongo que no vale la pena luchar por nada, hemos tenido siglos y siglos para resarcirnos y solamente vamos a peor, ¿acaso no hemos aprendido algo? Y no es desesperanza, ¿acaso creéis que vale la pena mover un dedo por gente que consiente un mundo así? Yo he intentado cambiarlo, he luchado a mi manera y solamente me he llevado insultos. Nada más que me queda mi círculo de amistades y mi mujer, y así creo que seré feliz, más feliz que preocupándome por todas las injusticias. La mayor injusticia es tener que vivir en un mundo enfermo y sin alma, en un mundo desterrado de sí mismo, que odia y que se odia y que no cesa de autoflagelarse. ¿Qué queda entonces? Queda uno mismo, que es el camino más difícil, el reinventarse, el volver a crear un mundo propio mediante la voluntad de poder, el volver a la nada, al folio en blanco para luego resurgir de las cenizas hacia una nueva vida. Una vida en la que pueda purificarme, en la que pueda vencer al deseo, a la lujuria, a todo lo que me hace daño y que detesto y a lo que aún así reincido de nuevo. El deseo es una droga incontrolable, la lujuria un vicio maltratador del espíritu… Una vez curado puede que vuelva a dar algo a los demás, a entregarme fervorosamente a la digna e imposible tarea de cambiar el mundo.

LA UTOPÍA ESTÁ CERCA DE NOSOTROS, PERO TENEMOS DEMASIADO MIEDO PARA ALZAR LOS OJOS AL HORIZONTE.

Se despide cordialmente hasta el próximo POST,
DAORINO.■


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"LA CONSCIENCIA: Una búsqueda de la verdad", de P. D. Ouspensky



Ouspensky fue un hombre ávido de sabiduría, alguien que buscaba algo al margen de los demás seres; o tal vez así le vea puesto que abandonó la enseñanza reglada muy joven. Como Platón, no cree en la palabra escrita, no es que no la utilice, pero no la ve como una herramienta válida como aproximación a la verdad. Él cree en la palabra hablada, en el diálogo, en la dialéctica.

La Conciencia: Una búsqueda de la Verdad (Editorial Humanitas, S. L. Primera edición en español, 1993), es lo primero que he leído de Ouspensky, y puestos a ser certeros, me ha sorprendido por su sencillez y lucidez, aunque para muchos sus postulados pueden sonar a metafísica esotérica.
El libro consta de cinco puntos y cada uno de ellos podría leerse por separado y entenderse igualmente. Es así porque se configura en forma de preguntas y respuestas recopiladas de las conferencias que ha dado el autor sobre diferentes temas. He aquí los cinco puntos:

1. La Memoria.
2. Personalidad superficial.
3. La obstinación
4. Las emociones negativas
5. Notas al trabajo
En este pequeño estudio nos centraremos en el punto 1, LA MEMORIA. Para los demás puntos podéis remitiros al libro en cuestión, una lectura que para mi gusto es muy recomendada por ser tan atractiva y rica en conceptos.

1
LA MEMORIA

Habla aquí Ouspensky de la memoria y el recuerdo, de la conciencia y de cómo ser más conscientes.
Sobre la conciencia se centra todo el ensayo 1 (La Memoria), dividiéndola en cuatro estados:
- Durmiente
- Vigilia o Conciencia relativa.
- Conciencia de sí mismo, Autoconciencia o Autorecuerdo.
- Conciencia objetiva.

Ouspensky parte de que la conciencia es un darse cuenta, y con esa pequeña definición se puede entender todo fácilmente. De los cuatro estados, nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas en el primer y segundo estado; el primero es el sueño, un estado de inactividad en el que el cuerpo descansa; y el segundo es el estado de vigilia o conciencia relativa, que explica la mecanicidad de nuestros actos, un mundo donde no controlamos el flujo de nuestros pensamientos y nuestra imaginación: la imaginación, junto con la mentira, son malísimas para la memoria según Ouspensky. En este segundo estado todo se queda en la superficie, no ahondando en las esencias y en nuestra verdadera personalidad. Para salir de ese estado de vigilia y crecer hemos de recordarnos a nosotros mismos, y eso puede hacerse a voluntad, pero no duraderamente. Lo ideal sería recordarnos a nosotros mismos constantemente, sin intermitencias, porque la memoria sólo recoge momentos en los que hemos sido conscientes: sólo se recuerdan momentos de conciencia; por eso no recordamos el nacimiento, parte de nuestra infancia y tenemos lagunas de etapas de nuestra vida, recordando solamente los momentos más vívidos, ¿pero y si pudiéramos recordar todo, activar todas nuestras memorias? Para ello es necesario desarrollo, voluntad y recordarse a sí mismo: «(…) conciencia y voluntad son casi una misma cosa o, en cualquier caso, aspectos de la misma cosa (…)», dice Ouspensky.

El tercer estado es la conciencia de sí (el recordarse a sí mismo), a partir de ahí se encamina uno hacia la verdad, es también la conciencia de la individualidad, es donde el hombre busca su esencia y la de las cosas. Para ello es necesario un gran trabajo interior. Mientras, el cuarto estado de conciencia, la conciencia objetiva, es vivir en la verdad, es un estado de iluminación, lejos de la mentira y de la imaginación: la realidad se presenta tal como es, en su mayor LUCIDEZ, en la esencia más pura.

Ouspensky hace referencia a las vidas anteriores y a la reencarnación. El que uno se recordara a sí mismo en el pasado de antes del nacimiento podría influir en la nueva vida del individuo, por eso la idea de que lo que hagamos hasta nuestra muerte puede influir en nuestro próxima existencia. Esto me lleva a la idea del Eterno Retorno, tema que el autor desarrolla en este ensayo sobre la memoria. Pero para llegar a ese estado de memoria en el que uno puede recordarse antes del nacimiento hay que esforzarse en lo que Ouspensky repite hasta la saciedad: recordarse a sí mismo, saberse que uno está aquí y allá, solamente así se podrá tener una vida consciente.

«(…) Sobre la cuestión de vidas anteriores creo que hay gente que puede recordar algo, aunque sólo en casos muy raros, ya que recordar algo implica ya un cierto grado definido de desarrollo. El hombre ordinario no tiene aparato para una memoria tal. La esencia es mecánica. No vive por sí misma; no tiene un aparato especial para el pensamiento sino que tiene que pensar a través de la personalidad, y la personalidad no tiene experiencia (…)»

Ouspensky intenta disculpar al hombre por su incapacidad relativa de comprensión del mundo y de búsqueda de la verdad. Habla del tiempo y de la eternidad, donde todo tiene otras reglas, donde todo se repite constantemente y al mismo tiempo, cuesta imaginarlo. El hombre se va a lo más fácil, no tiene un espíritu claro de sacrificio, es como si prefiriera vivir en la mentira, en el estado de vigilia, o, peor aún, como si no pudiera salir de ese estado, como si estuviera estancado y atrapado. Sus palabras hablan por sí mismas:

«(…)¿La idea de tiempo paralelo significa que todos los momentos existen continuamente?
Sí, es muy difícil pensar sobre ello. Ciertamente significa eternidad del momento, pero nuestras mentes no pueden pensar de ese modo. Nuestra mente es una máquina muy limitada. Debemos pensar del modo más fácil y ser indulgentes con ello. Es más fácil pensar en repeticiones que en la existencia eterna del momento. Debe usted entender que nuestra mente no puede formular correctamente las cosas como son. Podemos hacer sólo formulaciones apropiadas que estén más cerca de la verdad que nuestro pensamiento ordinario. Esto es todo lo que se puede hacer. Nuestra mente y nuestro lenguaje son instrumentos muy burdos y tenemos que enfrentarnos a problemas muy finos y a cuestiones muy delicadas (…)»

Y para terminar, leamos las siguientes letras de Ouspensky, donde hace hincapié en los dos grandes problemas que tiene el hombre para llegar a la verdad, las dos destructoras de la memoria.
«(…)¿Qué se debe hacer para que la memoria no se eche a perder?
Trabajar en la imaginación primero. Luego en la mentira. Estas dos cosas destruyen nuestra memoria. Cuando empezamos a hablar de mentira, la gente lo tomó como algo divertido; no se hacían a la idea de que uno puede destruir su memoria completamente. Luche contra la imaginación también, no sólo como deporte o ejercicio (…)».