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Racionalidad y racionalización en los sucesos históricos y manipulación de masas

(Introducción a un debate de Foro Identidad celebrado el 9 de abril de 2011 a cargo de Daorino. Para ver los textos a los que se hace referencia y leer el resumen del debate, visitar el siguiente enlace: FI)

Racionalidad, racionalización, historia, manipulación de masas… Son temas recurrentes de Foro Identidad, temas que siempre vuelven y que siempre se mencionan en casi todos los debates, especialmente el que concierne a la manipulación. Pero también hemos hablado concretamente estos asuntos muchas veces bajo diferentes títulos. La última vez fue el 29 de mayo y el 12 de junio de 2010 bajo el título Memoria Histórica, un título que fue acompañado por dos subtítulos, uno por cada uno de los debates que se celebró. El primero rezaba así: ¿Es la historia una falsificación?; mientras que el segundo decía: Segunda República (1931-2010). Fueron dos debates muy constructivos, menos no puede pedirse de Foro Identidad –en la página web están los resúmenes publicados, por si queréis leerlos. Es por lo tanto evidente que en Foro Identidad existe una clara preocupación sobre la libertad de pensamiento y todo aquello que no la hace posible: todo lo que no la hace posible va desde la libertad total hasta el autoritarismo total; ambas formas son formas de totalitarismo y es a voluntad que no hemos de cegarnos ni ser arrastrados por el totalitarismo libertario o por el totalitarismo más coercitivo.

Como siempre, para formarnos y tener unas ideas con las que trabajar para encauzar el debate, proponemos una serie de textos que pueden verse en la página web y que suelen publicarse el segundo lunes después de la última tertulia.

El primer texto ha sido extraído de la enciclopedia virtual denominada Metapedia. El texto se titula Revisionismo Histórico. Revisionismo es toda interpretación y estudio de la historia. Pero hoy en día existe una historia oficial, una historia dogmatizada con una línea muy clara: existen hechos incuestionables que no pueden estar sujetos a revisión. La Historia establecida ha sido conquistada por el dogma, en definitiva: ¿qué racionalidad puede aplicarse entonces a la historia? ¡Todo es manipulación! Si existen hechos incuestionables, inamovibles, etc., ¿qué sentido tiene la historiografía como disciplina encargada de investigar los hechos históricos? Si bien se dice que “la historia la han escrito los vencedores”, hoy esa frase adquiere una dimensión tan real que rebatirla me parecería producto de una mentalidad obnubilada: darse cuenta de eso es ser disidente. Hoy el revisionismo cuestiona esa historia oficial, esa historia basada en dogmas. Quien se salga de lo establecido por lo políticamente correcto corre el riesgo de ser marginado por los catedráticos y por la masa social, corre el riego de ser tachado de innumerables improperios; para quienes cuestionan el dogma histórico, su victoria consiste en llevar el vituperio con orgullo, como símbolo de victoria, pues la certeza sobre que el mundo está realmente lobotomizado adquiere un tinte de realidad deslumbrante.

A nosotros nos dan igual los catedráticos. Hoy ser historiador es como ser psicólogo. Si los segundos no se diferencian demasiado de los videntes que salen por la tele de madrugada, los primeros no se diferencian de un cuentacuentos, de un narrador de ficciones. Un verdadero historiador no narra la historia, sino que investiga, contrasta, hace de su trabajo una labor científica, no científica empírica, sino científica como fuente de saber que es, como disciplina que tiene un método de trabajo; tampoco somete los hechos a condena moral, pues eso no es hacer justicia a la historia, no es ceñirse a los hechos. En todo caso el verdadero historiador no debería llamarse jamás así, sino historiógrafo, pues la historia es simplemente la fuente de trabajo. El historiógrafo no hace historia, sino que la estudia, la investiga, ata cabos sueltos. Historiadores si son los falsificadores, los que han construido una historia oficial, artificial y llena de mentiras: ellos si son narradores de historias, ellos sí que hacen historias e historia oficial, muchas veces ficticia u omitida o falsificada. La fórmula es sencilla: lo que no convenga se omitirá, se deformará o se reescribirá, mientras que lo que convenga se magnificará, se superlativizará.

El segundo texto se titula “Estrategias de manipulación de masas. Hacer amar la propia servidumbre pensando que es libertad”. En dicho texto pueden leerse unas palabras de Noam Chomsky:
“La manipulación y la utilización sectaria de la información deforman la opinión pública y anulan la capacidad del ciudadano para decidir libre y responsablemente. Si la información y la propaganda resultan armas de gran eficacia en manos de regímenes totalitarios, no dejan de serlo en los sistemas democráticos; y quien domina la información, domina en cierta forma la cultura, la ideología y, por tanto, controla también en gran medida a la sociedad”
Poco que añadir a las palabras de Chomsky, matizaría su conceptualidad, pues no es la mía y aparte Chomsky no deja de ser el sistema, pero no lo haré porque no procede y alargaría este escrito bastante.

Hoy, que vivimos el totalitarismo de la libertad, nadie se cree que no es libre, ni siquiera se plantea si es libre o no de forma seria. Ese es el gran logro del totalitarismo de la modernidad. Quienes nos damos cuenta de esto somos tildados de locos, de rebeldes, de incoherentes… de todo. Sin embargo, somos seres más conscientes, más conscientes que la mayoría. ¿Por qué unos se dan cuenta y otros no? Está claro, unos podemos, con mayor o menor éxito, salirnos de los cauces de manipulación, mientras que otros son arrastrados, y ahí tiene mucho que ver la inteligencia y la naturaleza de cada individuo: no todo el mundo es capaz de tomar las riendas de su destino, al menos las riendas de su propio pensamiento. ¿Y a dónde nos está llevando toda esta manipulación de los medios? A la asunción de lo mediocre, de la decadencia, al auto-odio, a convertir a las masas en combatientes contra fantasmas como Hitler y contra otros espíritus que ya no existen. ¿No es absurdo?

El tercer texto se llama 101, que nos introduce en el texto de Orwell, 1984, con una cita muy elocuente: "Quién controla el pasado controla el futuro: quién controla el presente controla el pasado". Vitali, un poeta argentino de una sensibilidad singular, ferviente peronista, enemigo del imperialismo y amante de las cosas que hoy hacen a los hombres “malvados” y “terribles”, sostiene que la obra de Orwell, concretamente esa frase, está superada. Dice que el propio Gran Hermano crea su propia disidencia. Es el colmo de la manipulación. Sin duda, para Vitali, la disidencia no es menos libre por disentir, sino que se obliga a estar más pendiente que nadie del Gran Hermano. Por supuesto, yo no estoy deacuerdo con Vitali. Es cierto que hay una especie de disidencia que le hace el juego al sistema, pero existe otra, otra disidencia que es enemiga mortal del sistema y que vive machacaba y asediada cada día por los adalides de la libertad. Y esa disidencia no sale en la tele ni se encuentra incrustada en algunos partidos políticos minúsculos, si acaso se encuentra en uno o dos blogs. Y es que ser antisistema no se trata sólo de disentir, eso lo hace cualquiera. Y que tomen nota muchos.

Los que habéis leído 1984 recordaréis que en esa distopía existía un ministerio muy singular, denominado Miniver (Ministerio de la Verdad) que “se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado”. Hoy no podemos saber hasta qué punto esto se ha convertido en una realidad, pero está claro que los historiadores –que no los dedicados a la historiografía- al menos hacen palimpsesto sobre la historia real, ya sea omitiendo hechos o inventando otros para luego adoctrinar con esa historia ficticia en los colegios, institutos y universidades.

Llegados aquí planteo lo siguiente: ¿qué posibilidad existe de racionalidad y racionalización en los sucesos históricos? Sólo hay lugar para la manipulación de masas y el palimpsesto.

Por último tengo que hablar de un texto sobre el eminente HEGEL, La Filosofía de la Historia. Del texto sobresale una expresión que nos viene muy bien para el debate. Dicta así: “Para Hegel la reflexión sobre la historia supone una interpretación: la imparcialidad es imposible. Hay que interpretar la historia desde la racionalidad; hay que atender a los hechos para discernir el proceso racional que se da en la historia.”

Yo, sin embargo, creo que se puede hacer una historia imparcial, es decir, justa, y que, además, se puede hacer una historia objetiva, que obviamente surgirá de la subjetividad analítica (que no emocional) del propio historiógrafo. Creo, en definitiva, que una historia imparcial y objetiva ha de alejarse de los sentimentalismos y de los intereses del poder o filias políticas, sean cuales sean. La historia es algo muy serio, una construcción humana de la que todos formamos parte. Yo no quiero que me falsifiquen, yo no quiero mentiras, no quiero demonios ni dioses en la historia, quiero que la historia de los hombres se cuente, pero alejadas de toda condena moral; pues la moral, cuando escribe historia, manipula.

Para concluir, decir que muchas veces me he imaginado en la habitación 101. Para quienes no lo sepan se trata, según la novela 1984, de un espacio de tortura donde los rebelados son sometidos a aquello que les causa más terror. Seré irónico ahora, pues de poco sirve ser serio: creo que es precisamente hoy cuando nos someten a lo que nos causa más terror, constantemente y sin fin. Orwell no vaticinó las dimensiones de esa habitación 101, no recuerdo una descripción muy concreta de metros cuadrados y demás. Sin duda esa habitación no existe, pero la realidad ha superado la ficción una vez más, pues sin duda no ha sido necesaria ninguna habitación concreta. Ese espacio de tortura es planetario, universal. Sólo ha sido necesario hacer llegar la televisión a cada casa, y dentro de cada casa poner una en cada cuarto. Todos vivimos en el espacio de tortura 101, un espacio ubicuo. ¡Cómo demonios no me había dado cuenta antes! Supongo que el sistema sabe perfectamente que en el interior de cada persona hay un “rebelado” y que por ello merece una tortura constante.

Vivir en 1984 no es nada agradable.

Gracias por escucharme.■

REFLEXIÓN SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA ACTITUD EGOÍSTA

YO SOY ÚNICO

La generosidad es un egoísmo

¿Qué es el egoísmo? El interés propio, ya sea exclusivamente hacia lo particular o hacia el bien colectivo. Pensar en ti y pensar en los demás es egoísmo. Lo segundo puede que mucho más si piensas en lo que te pueden dar a ti y no tú a ellos. En todas las relaciones humanas hay un interés por algo, eso es egoísmo: quien da comida tiene interés en parecer bueno y mantener limpia su conciencia, el que come se aprovecha de la buena conciencia, todo ello es egoísmo. Pensar en uno mismo o pensar por los demás por uno mismo, todo ello es egoísmo. Puede que todo sea egoísmo pues del ego emana todo. En definitiva, parece que el interés, cualquier interés, es el egoísmo.

La masa anula la particularidad
Sin duda hablar de egoísmo es hablar del hombre, más bien del hombre como individualidad. Aquí al menos me centro en el hombre pues desconozco si otras formas de vida son capaces de una intencionalidad tan compleja como la humana. El egoísmo requiere intención y acción  (conscientemente) y a veces pulsión y acción (inconscientemente, como si se tratara de una especie de reflejo egoísta). Así sospecho que toda acción humana encierra en sí algo de interés para nuestro ego. Es esa tendencia del hombre hacia sí mismo o hacia lo suyo lo que llamamos egoísmo. No es algo bueno, ni algo malo, simplemente es lo que es. Y sin embargo el egoísmo no impide la generosidad, es precisamente la generosidad otro modelo de egoísmo, sólo que correcto, comprometido, que pretende reciprocidad para el propio ego y para el de los demás. Si ayudas a alguien también te ayudas a ti, si ayudas a alguien y ese otro no te corresponde ni siquiera con un agradecimiento no merece más generosidad. No hay que hacer nada gratuitamente. Hacer nada gratuito no significa hacer todo por dinero, sino hacer de cada acción algo que te reconforte, algo que te enriquezca, es decir, ser egoísta.

De esta forma podemos afirmar que existe un egoísta generoso, un modelo de egoísta que no es plenamente egoísta pero tampoco plenamente generoso (tampoco plenamente abnegado). El egoísta egoísta es, por otro lado, plenamente egoísta, pero también plenamente generoso… consigo mismo y nadie más. Finalmente, aseverar que el desinterés es una quimera (o al menos una contradicción en sí misma) y que todo tiene una intencionalidad si se hace conscientemente, es decir, un interés hacia o por: lo inconsciente también tiene una intencionalidad, pero es sin querer. Las pulsiones egoístas, es decir, los reflejos egoístas, forman parte del carácter, la conducta y el comportamiento, pudiendo ser adquiridos por impregnación cultural o por mimetismos o simplemente autogenerados como respuesta a determinado medio, constituyéndose en parte de la particularidad de cada sujeto.

Asimismo, he de advertir que no hay que entender el egoísmo exclusivamente como una actitud humana. Es algo más. El egoísmo filosófico se ocupa de esa actividad egoísta y del individuo como un absoluto, como un todo que sólo debe pensar en su propio beneficio. No obstante, centrarse en el individuo es ya profundizar en la filosofía egoísta.

I. EL EGOÍSMO

Manipulable, controlable, determinado
El egoísmo filosófico, toda aquella tendencia que se centra en el individuo como un absoluto en cualquier ámbito de estudio (ética, epistemología, política, etc.), me fascina. Supone la reivindicación del hombre soberano, único, auto-crático. Sin embargo, estas filosofías poseen elementos negativos y extremadamente perniciosos –al menos para una mentalidad con inquietudes sociales-, aunque multitud de ideas provechosas –y son con éstas con las que nos debemos quedar, pues aún teniéndose inquietudes sociales no debemos olvidar el propio interés individual como forma de negación del totalitarismo y como muestra de que lo social y lo individual pueden complementarse. En este mismo blog, con una serie de artículos que dediqué a Max Stirner, ya me introduje en este tipo de filosofías.

Y ¿por qué son perniciosas estas filosofías egoístas?, os preguntaréis, si tenéis curiosidad. Pues por un simple detalle (lleno de complejidad por otro lado): estas filosofías están “poseídas” por la idea de «libertad»; y seré más claro: son autodestructivas porque sacrifican o son capaces de sacrificar “todo” en pos de preservar y respetar la utopía libertaria laissez-faire y un estado utópico-racional, despojando al hombre de todos sus vínculos (familiares, nacionales, culturales, históricos, etc.)

Ser libre no es algo que esté al alcance de cualquiera, pues requiere dominio de sí (voluntad) y responsabilidad (consciencia): y la libertad no es un derecho, es algo que se conquista (y no plenamente – puesto que la libertad no es algo que esté ahí y se coge: cada cual forja su propia libertad, su propia voluntad, cada cual sabe hasta dónde puede mandarse y obedecerse, comprometerse y hacerse promesas). Egoístas como Ayn Rand hablan de razón y de libertad como elementos indisolubles y unidos, como elementos que se deducen el uno del otro. Y ¿por qué un acto razonado previamente o algo razonado previamente sin acto físico posterior es un acto cometido libremente, es decir, a voluntad? Un acto es libre cuando uno lo decide y siempre a voluntad, pero para ello han influido sobre la decisión cientos de condicionantes, ¿existe, por lo tanto, un acto realmente libre? ¿No es la libertad una contradicción en sí misma, como ya he señalado en otros artículos? Porque en cierto modo una decisión la tomas tú mismo y un montón de condicionantes, incluso a veces son los condicionantes quienes deciden al margen de uno mismo.

Aquiles, el de los pies ligeros

Ayn Rand, elevando la razón a las cumbres “fantasmagóricas” de la libertad, racionaliza y logiliza el mundo al extremo. Así pues, se entiende cómo esta filósofa de origen ruso, ascendencia judía y nacionalizada estadounidense, que falleció el año 1982, critica a Nietzsche y su irracionalismo, un irracionalismo que podría definirse como “el hombre arrojado y entregado al orbe, superando, digiriendo y domando sus pasiones, hollando éstas vívidamente hasta agotarlas”. Y es que en la vida no todo se atiene a razones, la razón del hombre es incapaz e insuficiente para alcanzar toda la comprensión, magnitud y trascendencia de la propia existencia: una existencia basada en la razón exclusivamente te pone a la altura de una máquina. El hombre sólo debe usar la razón para entender la propia irracionalidad del mundo, para establecerse un orden, para hacer comprensible la realidad. Pero repito, el mundo es en sí irracional, la vida carece de sentido, en la vida no prima la razón sobre los sentimientos y la experiencia humana; no todo debe ser vertido en la cloaca racional, pues si no la vida se convierte en algo insípido, yermo, inerte y rígido. Y bien, admitir la irracionalidad del mundo, no desdeñar los sentimientos y las experiencias no es ser irracional.

En definitiva, negar el racionalismo como medio para acceder al mundo con paso firme es igual de estúpido que negar el irracionalismo inherente en la propia realidad. Negar la irracionalidad es por otro lado negar la vida o parte de ella. Es a voluntad que debemos ser racionales.

II. EL «EGOÍSMO EGOÍSTA» Y EL «EGOÍSMO GENEROSO»

El egoísmo como actitud humana es algo que no debemos negar, ni siquiera en nosotros mismos: si decimos que somos generosos, mentimos, si decimos que no lo somos, también mentimos. Como podéis observar, ser un negador es abolir una cualidad humana o elemento de la vida, asumir ambas es afirmar la totalidad admitiendo las contradicciones, es decir, acercarse al amoralismo, a estar por encima de los conceptos. Abreviando, la generosidad se nuestra en el egoísmo y éste en la generosidad. Son dos actitudes esencialmente de la misma naturaleza aunque con diferentes inclinaciones. ¿Por qué son esencialmente lo mismo?, pues porque ambas derivan a la consecución de un interés hacia algo; el egoísmo es un interés personal que se manifiesta en una acción que beneficia al propio sujeto que lo acomete, pero la generosidad también conlleva un interés personal, que es cierto que beneficia a más gente, pero que conlleva igualmente un interés personal que se manifiesta paradójicamente en el desinterés y en la abnegación. Podemos hablar del goce que supone hacer un “bien”, o del interés de cometer una acción para ganar simpatías, o del interés de tener la conciencia limpia y libre de culpa, por lo cual estas personas actúan según qué forma determinados por su conciencia y nunca por los demás: si lo hacen es por su conciencia no por generosidad desinteresada. Así que cuidado con los generosos, cuidado con los desinteresados, cuidado con los egoístas egoístas (egoístas al cuadrado, e2) disfrazados de egoístas generosos.

III. LA SOCIEDAD Y EL INDIVIDUO

Hércules contra Hidra representa la lucha del disidente
El individuo tiene por sí mismo mucho que ofrecer a la sociedad. Yo soy anti-totalitario en la medida en que deseo el pleno desarrollo del individuo. Pero al individuo es lícito exigirle compromiso con la misma sociedad que permite su realización; es gracias a todo un esfuerzo colectivo que el individuo tiene las herramientas para desarrollar su egoísmo, ya se trate de un «egoísmo egoísta» o de un «egoísmo generoso». Que uno debe pensar en su propio interés, desde luego, pero sin olvidarse de nada ni nadie y sabiendo cuál es su verdadero y necesario interés. Una persona sanamente egoísta debe pensar que el individuo válido es la excepcional individualidad en sociedad, que no hay nada más noble que el compromiso con el grupo e interactuar con dicho grupo: el interés es mejor cuando es recíproco. Por lo tanto, el egoísta egoísta es un ser despreciable al que no le importa los demás mientras esté bien cubierto. Éste tipo de hombre busca, como consecuencia, un interés o beneficio carente de reciprocidad: se aprovecha de los demás sin ofrecer nada, cuando un acto generoso consiste en que dos partes se beneficien mutuamente persiguiendo su propio interés. Por ejemplo, ¿qué beneficios dan los bancos? Ellos no son productivos por sí mismos, ellos sólo producen del dinero… ¡del trabajo de los demás! o del que se inventan.

Por otro lado, una cosa es ser egoísta y otra muy distinta es ser soberano, aunque ambas pueden conjugarse. El egoísta (ya hablemos del egoísta o del generoso) es aquel que o bien se rige por intereses propios materiales o bien por concepciones metafísicas: el ser único, la particularidad. O bien puede regirse por los dos. Sin embargo, en el soberano es inherente el dominio de sí y la voluntad: voluntad y dominio de sí son corolario. Así pues deduzco que existen dos modelos de egoísmo egoísta y de egoísmo generoso, ambos con o sin soberanía. Y ¿por qué con o sin soberanía? El egoísta no siempre percibe el interés que reclama de sus propias acciones. Digamos que existe un egoísta no consciente, un egoísta que no llega a ver en su “generosidad” egoísmo, es decir, un enriquecimiento personal. Sin embargo, ese otro egoísta soberano, ya sea egoísta egoísta o egoísta generoso actúa a voluntad conociendo su interés, es decir, siendo consciente de lo que da y de lo que pretende recibir. TODO LO QUE HACEMOS, DE UNA U OTRA FORMA, LO HACEMOS POR NOSOTROS MISMOS, PORQUE NOS GUSTA SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS: NADA NOS GUSTA MÁS QUE SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS. POR OTRO LADO, NADA MÁS BELLO QUE SER PARTE DEL INTERÉS DE OTRO ALGUIEN: EL INTERÉS ES AMOR, GENEROSIDAD, EGOÍSMO... ES TODO JUNTO O POR SEPARADO O COMBINADO.

¿Son todas las manzanas iguales?
Y no nos dejemos confundir con ciertos detalles aparentemente desinteresados. Posiblemente nuestros padres parezcan desinteresados porque nos alimentan o nos dan cobijo. Pero no es así, todo lo que ellos dan es por su propio interés, por la satisfacción que les proporciona ver a sus hijos felices y seguros y su obra realizada, se trata de un interés necesario, generoso y noble.

Muchos también pensarán que el amor es desinteresado, que es darlo todo por nada o al menos sin esperar nada a cambio. Mentira. El amor es en sí egoísta y totalitario y si no no es amor. Es por amor que alguien lo quiere todo de otro alguien. Que en la locura del amor existan personas que sean capaces de perderlo todo, incluso la vida, por poseer a otro ser en cuerpo y alma (como se dice, ¿veis lo totalitario del amor ahora?) sólo demuestra hasta dónde es capaz de llegar una persona por pura locura egoísta; demuestra igualmente lo inconsciente del egoísmo, lo fatales que son las posesiones idílicas o celestiales: nada peor que estar enamorado del amor.

El egoísta que muere por amor porque lo quiere todo para sí de una persona es, salvando las distancias, como aquel que lo pierde todo apostando a los caballos y se ahorca en su habitación de hotel. Uno porque no posee lo que desea, el otro porque ha perdido lo que poseía y no puede poseerlo más, pero ambos por impotencia y porque sólo pensaban en el tener todo o más para su goce personal.

Así que veamos en todo un interés, veamos en todo un egoísmo, ya sea generoso o egoísta, y así entenderemos mejor las relaciones humanas, sociales, políticas, etc., y desconfiaremos de tanto buenismo.

IV. EL EGOÍSTA COMPROMETIDO

Los andamios de la razón hacia lo irracional
El egoísta, ya hablemos del egoísta o del generoso, se mueve, cada cual en su propio espectro, dentro de dos vertientes: el material y el trascendental.

En el trascendental (el egoísta del ser, el egoísta metafísico), tanto el egoísta egoísta como el egoísta generoso se proclaman como únicos y absolutos: el hombre como individuo es un todo. Pero seguidamente el egoísta egoísta matizaría, a modo stirneriano: no me interesa nada que esté por encima de mí. El generoso, por otro lado, diría: me interesa todo aquello que habite fuera de mí, incluso lo que esté por encima. Empero, en lo material (el egoísta del tener, el egoísta materialista) el primero señalaría: lo quiero todo sólo para mí y no me importa el resto; y el segundo: distribuyamos los bienes por mi propio interés y el de los demás.

No podemos soslayar esta realidad que formula que todo se mueve por un interés., tal como he ido repitiendo de una u otra forma Lo que ocurre es que existen intereses nobles y otros no tan nobles. Otros intereses no llegan a la altura de nobles. Un interés noble es el de aquel que trabaja por su pueblo, su raza y su país, por el interés de todos ellos y él mismo aún a riesgo de perderlo todo. Intereses nada nobles son los de la banca, que en su coartada de entidades generosas te asfixian con abusivas hipotecas para luego expropiarte sin atenerse a la realidad social, pues los bancos, así como cualquier empresa, sólo viven en y les interesa su propia realidad, como buenos egoístas al cuadrado.

Así que yo reivindico a un nuevo egoísta, reivindico al egoísta comprometido con una causa, a ese egoísta generoso que va más allá de su propio ser absoluto. Y un egoísta se apodera de las cosas, claro que sí, por ello un egoísta comprometido se apropia de una causa y se apropia de unos valores, pues cada paso que da debe ser una conquista, un acto de voluntad, un hacerse a sí mismo. Ejemplos los tenemos en nuestros antiguos héroes. ¿Quién no se queda fascinado por lo que sólo un hombre es capaz de hacer? ¿Quién no se complace y siente un cosquilleo de emoción al leer la cólera de Aquiles? Es la auto-superación de los hombres lo fascinante. Espíritus de esa naturaleza, elevados, inclinados hacia arriba, ¡espontáneos!, son lo que una nación necesita.

V. EL GRAN EGOÍSTA O EL GRAN INDIVIDUO: EL GRAN HERMANO DE ORWELL

El comunismo anula al hombre
El hecho de haberme adentrado en el egoísmo es porque el individuo y la individualidad me interesan como elementos dinamizadores en una sociedad, siempre y cuando se mire por la nación, que es paralelo a mirar por uno mismo. Sin duda he dicho que en todo hay egoísmo, pues es así si asumimos que en todo se persigue un interés propio, incluso en lo aparentemente desinteresado; pero vayamos ahora un poco más allá y desechemos, en cierto modo, todo lo que he escrito anteriormente.

Por supuesto, el egoísmo es sólo viable cuando el sistema político, económico y social lo permiten. ¿Y qué sistema no lo permite a escala social? Cualquier sistema totalitario. Por ejemplo, en las sociedades comunistas no existe el individuo. Como tal sólo existe uno: el líder, el Gran Individuo. Son los intereses de tal líder, ya sean egoístas o generosos, lo único que gobierna a un grupo de personas. Surge así la figura del Gran Egoísta y la de sus acólitos egoístas, que se han apoderado –han hecho suyo por conveniencia o han sido poseídos– del interés –o gran capricho– del líder para así poder medrar. Pero todos, acólitos y masa –el individuo es ya inexistente– se convierten en un medio, en un instrumento del Gran Egoísta. En estos países comunistas sólo existe, en definitiva, un líder, una voluntad, una línea. El estado se convierte en UNO y el pueblo es sólo el arma del Estado, una prolongación de la conciencia y de la voluntad del UNO. En los estados teocráticos es exactamente igual, aunque la voluntad y el egoísmo no surgen de ningún hombre, sino de un ser superior que no tiene existencia en la tierra y cuyo mandato es revelado o ya ha sido revelado (los libros sagrados son prueba de tales revelaciones: Biblia, Corán...) a los hombres.

Sin embargo, no es precisamente en la actualidad -que se supone haberse llegado, en lo que llaman occidente, a las mayores cotas de egoísmo y libertad-, el oasis donde el totalitarismo y el Gran Egoísta no existen. Los hilos del Gran Egoísta han dinamitado la masa para convertirla en migajas o grano: cada migaja o grano es un individuo. “Por fin”, nos dice el Gran Egoísta, “he dispuesto a los hombres la facilidad de ser soberanos y libres para regirse a sí mismos”. Mentira. Ahora el Gran Egoísta controla a los individuos subrepticiamente. El control mental se lleva a cabo mediante los medios de comunicación y entretenimiento de masas, como los videojuegos, el cine, etc.; y el control corporal mediante la acción de consumir o el envenenamiento y pervertimiento masivos: alcoholismo, drogadicción, ludopatía, pornografía, trasmutando e invirtiendo todos los valores, etc. Cuerpo y mente dominados por la idea fija del tener, del tener más sin fin, y de la libertad. Es mediante el egoísmo en su tendencia más egoísta cómo el nuevo totalitarismo pretende dominar a todos los seres humanos de la tierra: así rompen los vínculos de todos con todos, de los componentes de una nación con los propios componentes de esa misma nación, etc.

Sociedad atomizada
Es tanto el poder de este nuevo totalitarismo que no necesita obligarte por la fuerza a hacer ciertas cosas, consiguiendo que todo aquello que queremos no sea lo que realmente queremos, sino lo que nos han obligado a querer. ¿Cómo? Sí, así es. Nos crean necesidades superfluas, fomentan los vicios, la sensualidad radical… nos dicen que todo elllo es necesario y nos lo creemos; y todo ello para cortejar y dominar nuestros cuerpos mediante el control de la mente, que es lo mismo que controlar nuestra voluntad, para evitar cualquier atisbo de autocontrol del individuo. ¿Es entonces posible el egoísmo? Es posible en cuanto que existe el individuo como ser aislado del resto, ¿pero realmente alguien se rige por su propio interés? ¿Una sociedad manipulada se rige por su propio interés egoísta? Una vez más, el egoísmo y la individualidad soberana son una quimera, una falacia. En la época de la historia humana más dispersa, más rota, más desecha y desarraigada, supuestamente más libre, el individuo, desposeído de todo vínculo, acaba siguiendo los intereses de otro, de otro UNO o de otros UNOS: ni siquiera ahora puede ser agoísta a volutad. Recapitulando, el gran logro del sistema actual es convencerte de que lo que quieres lo quieres de verdad porque tú lo has decidido, convencerte de que eres tan libre como para poder regirte por tu propio interés. Una vez más, ya no la masa, sino el individuo, todos los individuos, anulados y sometidos a la voluntad, al capricho y al egoísmo del Gran Individuo, un individuo con muchas cabezas. Es por esa voluntad egoísta al cuadrado que el mundo se manifiesta como esa voluntad. Ser disidente es NO SEGUIR LOS DICTADOS DE ESA VOLUNTAD; y es por ello que en una sociedad atomizada serán los grandes egos, los más grandes espíritus, las más formidables individualidades, quienes entablarán lucha contra esta moderna Hidra de Lerna por unos ideales y valores elevados. Vivimos en la época de la inconsciencia y de los egoísmos, pero… ¿dónde están los grandes héroes? Los trovadores están ansiosos por cantar nuevas gestas.■

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1984 (PARTE IV)

Llegamos a la cuarta y definitiva parte de este análisis sobre la novela 1984. Mucho se puede hablar sobre las palabras de Orwell y poco se ha dicho en El Mundo de Daorino. Lo que he intentado construir es simplemente un análisis lo bastante decente para que el mensaje de Orwell llegue un poco más a la sociedad actual, y espero haberlo conseguido. Sin más, seguiremos ahondando en el miedo y en el odio, hasta encerrarnos en la habitación 101, donde diremos adiós a la claustrofóbica y asfixiante sociedad de 1984.■


VIII
1984, STALIN Y EL IMPERIALISMO

«La Historia empezó en el sesenta y tantos, en el período de las grandes purgas, en el cual los primitivos jefes de la Revolución fueron suprimidos de una sola vez. Hacia 1970 no quedaba ninguno de ellos, excepto el Gran Hermano. Todos los demás habían sido acusados de traidores y contrarrevolucionarios. Goldstein huyó y se escondió nadie sabe dónde» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.81)

Inevitablemente, este fragmento de la novela me sugiere la traición de Stalin a la simiente primogénita de la Revolución Rusa y del bolchevismo; primero a Marx como ideólogo del comunismo y a Lenin como camarada y como uno de los padres de la Revolución, aportando sus tesis a los postulados marxistas y ampliando su riqueza conceptual. Esta traición se expande a otros muchos, como a Trotsky.

Lenin desarrolló su idea de Imperialismo intentando explicar las causas de la Primera Guerra Mundial. Según éste, el Imperialismo es el paso siguiente del capitalismo, su evolución natural. Hoy en día se convierte más que en un presagio o interpretación a priori de la historia, es una realidad total que llamamos Globalización y que no es otra cosa que el Imperialismo económico, tutelado por los países occidentales y subvencionado con la guerra.

En 1984 uno de los objetivos de los tres bloques en contienda era la conquista del mundo, el control total y absoluto de cada gramo de tierra, agua y aire, así como la dominación de todo ser viviente. Por lo tanto, en 1984 el Imperialismo es un objetivo que se muestra sin tapujos y que a su vez va en contra de sus intereses, pues la total dominación conllevaría el final de toda beligerancia, lo que provocaría la sobreproducción y la puesta en peligro de la continuidad de la Jerarquía Social, la desigualdad, el miedo y el control absoluto. Hoy en día, la metáfora de Orwell también tiene sus ecos. El Imperio nos quiere infestar de odio y miedo, nos quiere dominar mediante suculentos productos, a la vez que nos agobia con supuestas crisis y con desinformaciones premeditadas. A su vez, vivimos en una sociedad cada vez más controlada, donde la violencia generada supone una excusa para el control social, lo que genera a su vez más inquietud, más miedo y más odio y menos libertades.■


IX
EL ODIO Y LA TORTURA Y
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD


Como ya hemos citado con anterioridad hasta la saciedad, la base de la sociedad de 1984 es el odio, lo que se atestigua con la siguientes palabras de la novela de Orwell:

«Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.261)

Por lo tanto, 1984 es una sociedad cruel, donde la humillación a uno mismo y la obediencia sin fisuras funcionan como las dos grandes virtudes que debe cultivar cada ciudadano. El odio hacia lo ajeno y a la vez el autoflagelamiento recuerdan a las fauces más negras de la Historia, donde el Hombre se sumergía en la miseria y en la humillación, a veces casi voluntaria, pues era la única forma de seguir viviendo o de vivir bien consigo mismo. Es terrorífica la visión que nos abre la novela, pues no solamente se coarta la libertad humana, sino su propia capacidad de ser un ser humano, arrancando de raíz las emociones más dignas y puras, más gratificantes y bellas que esconde el hombre.

Pero la crueldad de 1984 va más allá. A los que sufren un chispazo, un despertar, les espera un futuro mucho más humillante que la propia sumisión al Partido. Da igual por donde te muevas, por dónde y cómo te escondas o lo bien que finjas, pues la Policía del Pensamiento acabaría cogiendo a cualquier rebelde. A los que son hechos presa, a esos seres que se han rebelado con cualquier gesto de libertad, les espera una tortura que va más allá de lo desmedido. Es más que psicológica, va más allá de toda palabra. Resúmase así el suplicio al que son sometidos los herejes:

«-Dime –murmuró Winston-, ¿cuándo me matarán?
-A lo mejor tardan aún mucho tiempo- respondió O´Brien-. Eres un caso difícil. Pero no pierdas la esperanza. Todos se curan antes o después. Al final te mataremos»
(1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.267)

Primero te curan, luego te matan; de esa forma se resume la mayor de las crueldades. Si el sistema descubre que no comulgas con sus principios, que eres una ovejita descarriada, el Partido te humillará hasta llevarte por el buen carril. Imagínense a un dictador fascista torturado por un policía marxista y que el segundo acabara convenciendo al primero de que es comunista. Pero no es solamente convencerle de que lo diga, sino de que lo diga con fe de que lo es realmente. Eso va más allá de un rebajamiento, es la mayor de las torturas psicológicas, con lo que se demuestra que el odio y el miedo funcionan y que gobiernan más que las personas; es más, gobiernan a las personas, hacen que hinques la rodilla. Por ello, la única libertad es la esclavitud, es decir, es como ser libre para ser pobre, pues es lo único permitido, lo único que vale: la sumisión total.■


X
CONCLUSIÓN: LA HABITACIÓN 101



Orwell apela constantemente a la igualdad como única forma para mantener unas relaciones sociales estables y fructíferas, sin peleas ni disputas tediosas e innecesarias: «Donde hay libertad puede haber sensatez» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.214), nos dice; apela, igualmente, al sentido común. El sentido común es seguir la lógica de no hacer daño a tu semejante, de saberte igual que los demás (pues todos tenemos las mismas necesidades) y de convivir con armonía para llegar a una felicidad duradera y estable. «La mayor de las herejías era el sentido común» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.86), diría Orwell. Resulta increíble que una sociedad como 1984 pueda vivir ajeno al sentido común. El sentido común es la base Natural y primordial de la Ley, de toda Ley establecida por el hombre para hacer la sociedad más estable y que todo acto delictivo sea punible. Extrapolado todo esto al plano de nuestra realidad, nos damos cuenta de que el sentido común está encadenado, existe pero no reina, no es el motor de la Historia. El sentido común es la sensatez, y nos encontramos ante un mundo desigual, donde la felicidad se contabiliza en la cantidad de cosas inútiles acumuladas por cada uno. Parece, pues, que en la sociedad de 1984 todo va dirigido en contra del sentido común, desde la neolengua al doblepensar pasando por la guerra y...

Nuestra sociedad actual es una Habitación 101 de dimensiones globales, ¡¡nuestro planeta es la habitación 101!!. Allí te infligen el mayor de tus temores para dominarte, para que te arrodilles y pidas auxilio. Sientes tanto miedo que te aferras a tu peor enemigo para que te salve. Ese es el poder del miedo y ese es el secreto de Ingsoc. Al partido le da igual que le odies, lo que le importa realmente es tenerte atado, saberte desprotegido para que bebas de su mano. En nuestra realidad es lo mismo. El miedo al que nos someten es bestial, uno a veces piensa si es buena idea salir a la calle, pues parece que está llena de asesinos, de ladrones y de proxenetas. Pero el mayor de los miedos en la sociedad actual es la incertidumbre a la que nos someten, pues la estabilidad social no existe realmente, vivimos en un bienestar débil que parece poder derrumbarse en cualquier momento. Nuestra vida es la misma que la de un trapecista sobre su fina cuerda.

Al final de la lectura de 1984, me dije, un tanto frustrado y desalentado, pensando en la época que me ha tocado vivir: «¿Para qué sirve el poder?, ¿para qué tanto poder? En definitiva, ¿por qué el poder mismo de las cosas y sobre las cosas?, ¿por qué el afán de unos hombre por dominar a otros? Respuesta: porque así lo deciden tanto los que dominan como los que se dejan dominar y porque el instinto humano es cruel, territorial, celoso y destructor»

Y para concluir, que sirvan estas palabras de la novela 1984 para mayor desasosiego e incertidumbre, pues parece que al final el porqué de la obra de Ingsoc queda entre interrogantes, adornando una incógnita entre paréntesis que no puede despejarse:

«Pero hay una cuestión que hasta ahora hemos dejado a un lado. A saber: ¿por qué ha de ser evitada la igualdad humana? Suponiendo que la mecánica de este proceso haya quedado aquí claramente descrita, debemos preguntarnos: ¿cuál es el motivo de este enorme y minucioso esfuerzo planeado para congelar la historia de un determinado momento?

»Llegamos con esto al secreto central. Como hemos visto, la mística del Partido, y sobre todo del Partido Interior, depende del doblepensar. Pero a más profundidad aún, se halla el motivo original, el instinto nunca puesto en duda, el instinto que los llevó por primera vez a apoderarse de los mandos y que produjo el doblepensar, la Policía del Pensamiento, la guerra continua y todos los demás elementos que se han hecho necesarios para el sostenimiento del Poder. Este motivo consiste realmente en…»
(1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.210)■

Enlaces de interés:
-
1984 (PARTE I)
-
1984 (PARTE II)
-
1984 (PARTE III)

1984 (PARTE III)

Como pudimos leer en la primera y segunda parte de este análisis sobre la obra 1984 de Orwell, el odio sigue centrando cada punto a abordar. Es sin duda el denominador común de 1984, alrededor del cual gira todo lo demás. En esta tercera parte nos ceñiremos en la jerarquía social, en la configuración mundial y en los objetivos del Partido, entre otras cosas. Sin duda, todo análisis se quedará corto, pues sobre 1984 se podrían escribir libros enteros.■


VI
LA GUERRA ES LA PAZ:
EL OBJETIVO DEL PARTIDO Y LA GUERRA CONTÍNUA


En 1984 el desarrollo tecnológico se sostiene en la guerra: la destrucción es el fin supremo de toda técnica, es, de hecho, lo que justifica la existencia de la ciencia. Esto es solamente el reflejo de la ciencia del s. XX. Sin la guerra la aviación no se habría desarrollado tan rápido, así como la tecnología naval. En los laboratorios se han generado armas mortíferas, ya sean mediante átomos o virus, y no digamos la carrera espacial, si el hombre llegó a la luna o si un ruso fue el primero en orbitar la tierra como una mosca suele marear con sus vuelitos fue gracias a la guerra, al odio, al miedo… Porque al fin y al cabo la ciencia sirve a los principios del miedo y del odio, al menos a la así descrita en 1984. Bien sabemos que la ciencia médica y doméstica han avanzado con creces, lo cual ha supuesto un crecimiento en nuestro nivel de vida, pero también es cierto que también se ha visto empañada por logros un tanto indignos. Lo descrito en 1984 es la ciencia al servicio del mal, de la maldad, una sombra no demasiado exagerada de la realidad.

La finalidad del Partido se podría definir con la siguiente cita: «Las dos finalidades del Partido son conquistar toda la superficie de la Tierra y extinguir de una vez para siempre la posibilidad de toda libertad del pensamiento» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.192) La primera se sabe imposible porque no convendría al motor de la economía: una vez conquistado todo no se podría producir, no se podría destruir, la máquina económica se pararía y todo el subsistema social se derrumbaría. Todo esto lo sabían muchos miembros del Partido pero lo anulaban mediante el doblepensar. Además, ese objetivo utópico de conquista total hacía valer la guerra continua y la actitud exacerbaba a las masas, fanáticas y enérgicamente contundentes.

El Mundo de 1984 se divide en tres bloques, y en los diversos bloques el motor de la economía es la guerra. No sólo es el motor de la economía, sino la forma de mantener a la sociedad al límite, lo que hace que la jerarquía social se mantenga y todo sea mejor sometible mediante el miedo y el odio. Se da la paradoja, por lo tanto, de que los tres bloques funcionan como aliados aunque estén en constante guerra, como podremos leer en el siguiente fragmento, donde también se alude a la integridad cultural, bien a mantener y que hace referencia a la identidad y al nacionalismo:



«(…) Eurasia podría conquistar fácilmente las Islas Británicas, que forman parte, geográficamente, de Europa, y también sería posible para Oceanía avanzar sus fronteras hasta el Rin e incluso hasta el Vístula. Pero esto violaría el principio –seguido por todos los bandos, aunque nunca formulado–, de la integridad cultural. Así, si Oceanía conquistara áreas que antes se conocían con los nombres de Francia y Alemania, sería necesario exterminar a todos sus habitantes –tarea de gran dificultad física– o asimilarse una población de centenar de millones de personas que, en lo técnico, están a la misma altura que los oceánicos. El problema es el mismo para todos los superestados, siendo absolutamente imprescindible que su estructura no entre en contacto con extranjeros, excepto en reducidas proporciones con prisioneros de guerra y esclavos de color. Incluso el aliado oficial del momento es considerado con mucha suspicacia. El ciudadano medio de Oceanía nunca ve a un ciudadano de Eurasia ni de Asia Oriental –aparte de los prisioneros¬– y se le prohíbe que aprenda lenguas extranjeras. Si se le permitiera entrar en relación con extranjeros, descubriría que sin criaturas iguales a él en lo esencial y que casi todo lo que se le ha dicho sobre ellos es una sarta de mentiras. Se rompería así el mundo cerrado en que vive y quizá desaparecieran el miedo, el odio y la rigidez fanática en que se basa su moral. Se admite, por tanto, en los tres Estados que por mucho que cambien de manos Persia, Egipto, Java o Ceilán, las fronteras principales nunca podrán ser cruzadas más que por las bombas» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.193, 194)

A su vez, el mensaje de 1984 te convence del absurdo de la guerra y de la política, si es que no son lo mismo. El nacionalismo no son sino inventos de la mente humana donde puede proyectar toda su energía paranoica, todo su fanático ego, tada su porquería.

Para concluir, el objetivo subyacente del Partido es el poder, el poder por el poder, el control total, y he ahí la desgracia de la sociedad de 1984, o de la nuestra propia, de que la persecución de ese poder no tenga un motivo o un fin, lo que hace todo más absurdo. Pero además, ese anhelo de poder por el poder no tiene vista, pues no le importa que para ello mueran miles de personas, ¿acaso no es el retrato de todas las tiranías, ya sean autoritarias o democráticas? El querer el poder porque sí, por amor al propio poder y ya está, como los padres quieren a sus hijos por el simple hecho de serlos y punto, sin que exista un motivo racional. En el siguiente fragmento se describe perfectamente la idea del poder por el poder:

«- Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el puro poder. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes e hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.257)

Dicho todo esto, La Guerra es la Paz porque mantiene el sistema y la jerarquía social inalterables; es decir, mantienen el orden, y el orden es la paz.■


VII
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA: JERARQUÍA SOCIAL Y DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA


Como ya hemos dejado entrever anteriormente, en el mundo de 1984 existían tres bloques, cada uno de los cuales seguía una ideología que, sin embargo, al final se traducían en lo mismo: control, dominación, esclavitud y guerra.


Pero el bloque predominante en la novela es Oceanía, cuya sociedad es la que vivió Winston y Julia, por lo que nos centraremos en ella. En la novela se hace especial hincapié en la importancia de la jerarquía social, jerarquía que se mantiene mediante la guerra y el odio, y cuyo sustento es la desigualdad, pues una sociedad no jerarquizada, según Ingsoc y el GH, no tiene futuro, no es rentable.

«Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en la que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por sí mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.189)



En el esquema que os presento arriba es la famosa jerarquía social. Arriba aparece el GH, que es una especie de deidad que nadie ha visto jamás y que rige el destino de Oceanía. Es la cabeza del Partido, que aparece más abajo. Éste se divide en Partido Interior y Exterior. El primero es el cerebro, un servicio de inteligencia y control de todo que se dedica a controlar cada paso que se da en el territorio. El Partido Exterior, sin embargo, va destinada a la guerra, y por ello son las manos del Partido y de Oceanía. Es de destacar que solamente representan el 6%, o así puede uno dilucidar leyendo la novela.

En el Partido también había desigualdades, pues existía una especie de élite con ciertos privilegios, como el de poder apagar la Telepantalla durante un tiempo limitado. Esta desigualdad se hacía igualmente patente en Winston y Julia, que eran verdaderos obreros del Partido, máquinas, personas sin vida propia con jornadas laborales desorbitadas. De hecho, casi todos los miembros del Partido tenían una vida laboriosa, sin tiempo para pensar. Por ello, el chispazo de luz de Winston se presenta en la novela como todo un acontecimiento en su vida: es un chispazo de decir basta, de rebeldía, de querer ser libre. Y era preferible la muerte a vivir muerto. En definitiva, el Partido era la casta dominante y gobernante, porque, aunque más pequeña, era como las bisagras de una puerta: la puerta es más grande pero sin bisagras no puede moverse.

«Si uno ha de gobernar, y de seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad. (…) Conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.209)

Luego se encuentran los proles, que representan el 83% aproximadamente (incluso puede que más) de la ciudadanía de Oceanía. Era como un mundo aparte, en la novela casi parece que se tratan de seres salvajes que no conocen la neolengua ni el doblepensar, de seres que viven en plena ignorancia, y eso es lo que le da fuerza al Partido, pues así más débiles, así más fáciles de dominar. De vez en cuando los proles sufrían ataques de misiles, sin embargo, parecía que nunca había pasado nada, pues el Partido lo dejaba bien claro: si no caían misiles no caían y lo que se viera era mentira, incluso los cadáveres. Los proles eran pasionales, acudían en masa a las manifestaciones y le daban un toque festivo, de fe y culto popular a la imagen del GH. No obstante, para muchos, incluido Winston, si había esperanza estaba en los proles, menos contaminados por el apestoso y asfixiante ambiente del Partido.

En el plano económico nos encontramos ante la guerra continua como motor incombustible de la producción, tal y como ya habíamos dilucidado anteriormente. Se trata de destruir para volver a construir, de destruir lo producido, de producir por producir para que la jerarquía social y el equilibrio mundial se mantengan estables, y que con ello se mantenga igualmente la desigualdad, el control, el miedo, el odio...

«El problema era mantener en marcha las ruedas de la industria sin aumentar la riqueza real del mundo. Los bienes habían de ser producidos, pero no distribuidos. Y, en la práctica, la única manera de lograr esto era la guerra continua.

»Un acto esencial de la guerra es la destrucción, no forzosamente de vidas humanas, sino de los productos del trabajo. La guerra es una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podrían emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes»
(1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.190)

«En cuanto al problema de la superproducción, que ha estado latente en nuestra sociedad desde el desarrollo del maquinismo, queda resuelto por el recurso de la guerra continua, que es necesaria también para mantener la moral pública a un elevado nivel» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.202, 203)

Claro está, todo lo dicho por Orwell, siendo irreal, resulta de una veracidad histórica contrastable. El siglo XX es un paradigma económico en este sentido. Después de quedar Europa arrasada durante la Primera Guerra Mundial y después de haber sido reconstruida, la bolsa de Nueva York calló, pasando a la historia como el famoso crack del 29. La economía estadounidense obtuvo grandes beneficios vendiendo sus productos a una Europa decaída. Pero cuando Europa se hacía cada vez más autosuficiente la producción estadounidense estaba por encima de su exportación y posterior venta, es lo que llamamos superproducción (aunque sería más descriptivo sobreproducción) y que en 1984 se solucionaba con la Guerra Continua. ¿Y cómo se solucionó toda la locura del CRACK del 29? Pues mediante la Segunda Guerra Mundial y la posterior configuración de un Nuevo orden Mundial con la Guerra Fría como telón de fondo a modo de Guerra Continua, ¿pues acaso no fue una lucha soviético-estadounidense encubierta Vietnam, Corea o Afganistán? Así se mantenía la producción y el orden económico mundial equilibrado, sufriendo unos para poder vivir otros. Y es que Occidente vive de la miseria de los demás, pese a quien pese, como Ingsoc y sus seguidores de los proles y de los esclavos.

Por último, nos encontramos con los esclavos. No son un porcentaje muy amplio (no se dice en la novela), pues resulta más ventajoso eliminarlos para poder mantener la integridad cultural. No tienen mucha importancia en la vida social de 1984, apenas se citan, aunque es relevante que se nutren de prisioneros de guerra de otros superestados y de hombres y mujeres de las nuevas tierras sometidas.

Para concluir, hemos de hacer mención de uno de los principios del Partido: LA IGNORANCIA ES LA FUERZA. No solamente es la fuerza, sino la única forma de mantener fanatizada a la ciudadanía mediante la desinformación y la tergiversación y control de la Historia. En 1984 nadie sabe realmente por qué combate, nadie sabe realmente nada, solamente lo que les dice el GH y El Partido.■

Enlaces de Interés:
1984 (PARTE I)
1984 (PARTE II)

1984 (PARTE II)



Esta semana continuamos analizando la obra 1984 de Orwell. Nos centraremos en algunos conceptos básicos de la novela y en ciertos puntos calientes de la vida social de 1984. Así, trataremos la sexualidad, la pareja, el control del pasado... para intentar adentrarnos en las entrañas de la genial novela de Orwell.


III
NEOLENGUA Y CRIMENTAL


¿Qué es la Neolengua?: «La finalidad de la Neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.294) La neolengua es, por lo tanto, una forma de mantener en la ignorancia y en el subdesarrollo intelectual a la población, empezando por los propios miembros del Partido. Así mismo, el Gran Hermano hacía posible la consecución de uno de sus tres principios más importantes: LA IGNORANCIA ES LA FUERZA.

La neolengua era el sistema de signos creado por el Gran Hermano que debía hacer de la lengua de Oceanía un poder inequívoco, donde cada palabra significara una cosa y nada más. Por lo tanto, palabra que se pronunciara palabra que debía ser entendida por todos por igual. Esto suponía toda una sangría en el mundo de la literatura y de la prensa. El Partido se encargaría de modificar todas las obras habidas y por haber, de crear novelas mediante parámetros y algoritmos, generando tramas, argumentos, todos ellos en neolengua.

Aunque el Partido también hacía novelas para los proles, para quienes la neolengua no era muy conocida o no demasiado extendida. Se les daba un formato clandestino, pero al final todo se traducía a que el Partido debía tener el control total sobre la cultura, sobre lo que se lee o se deja de leer.

El uso de la neolengua, creyéndose sus significados, podría ser un seguro de vida frente al Crimental. El Crimental es el delito de pensamiento. Cometer semejante sacrilegio contra el Partido constituía uno de las mayores heterodoxias, pues eso significaba que al Partido se le escapaban algunos individuos y además se manifestaba que el poder absoluto de Ingsoc no era hermético y podía tener escapes.

Pero al Crimental no escapaba nadie, pues más tarde o más temprano te cogerían y luego te matarían. Cuando alguien asume el delito la vida se convierte en un infierno doblemente, pues no solamente debe fingir ante las telepantallas, vigilar los gestos y los movimientos, sino luchar contra sí mismo, contra su propia luminosidad de conciencia, que debería camuflar mediante el doblepensar.■


IV
CONTROL DEL PASADO Y EL DOBLEPENSAR


El control del pensamiento requiere de cierta praxis, porque si no no habría coherencia en el mundo que el Partido quiere para todos sus ciudadanos. El control del pensamiento se centra en parte en la mananipulación de los medios de comunicación audiovisuales, radiofónicos y escritos; pues es en esos medios donde se dice lo que todos deben pensar. Si un día se dice una cosa y al siguiente una contradictoria el ciudadano debe estar entrenado en el doblepensar para deshacerse de esa incoherencia y creerse lo que en ese momento se comunica, pues esa es la única verdad: el pasado como tal no existe. La sociedad de 1984 vive en un presente perpetuo, ayer se decía que llevaban veinte años en guerra contra alguno de los bloques rivales y al siguiente se decía que era la aliada, pero la aliada desde hacía veinte años igualmente y todo el mundo debía creérselo sin rechistar. Esto suponía un control del pasado letal, y lo hacían de forma impecable, actualizando la hemerotecas, la prensa, las estadísticas, todo lo que hiciera falta para que lo que dijera El Partido en el nombre del GH fuera algo coherente y con sentido, así como irrefutable. Si alguien pensaba que existía una incoherencia en la historia de 1984 podría ir a la biblioteca, abrir uno de los libros de historia y ver que estaba equivocado, pues ese libro ya se había modificado. Por lo que toda incoherencia era indemostrable y solamente podía vivir dentro de los hombres y mujeres con conciencia. Esto no es solamente el control del pasado, sino su supresión. Y esto se me antoja más que una metáfora, es la realidad histórica de nuestro tiempo donde la Historia la escriben los vencedores o vencedor tras vencedor con sus interminables revisionismos.■



V
EL PLACER COMO REBELDÍA


En un mundo donde las emociones son coartadas, el sexo debe ser restringido a un plano práctico de procreación y esa fuerza contenida por la falta de borrachera erótica o plenitud sexual es utilizada por el Partido para mantener a sus seguidores más activos, más radicales, más fanáticos y manejables. Solamente el miedo y el odio son consentidos por El Partido, porque así es como mejor responden las masas ante sus designios. El placer es, por lo tanto, todo un acto de rebeldía:

«Y Julia se extendió sobre este asunto. Ella lo refería todo a su propia sexualidad. A diferencia de Winston, entendía perfectamente lo que el Partido se proponía con su puritanismo sexual. Lo más importante era que la represión sexual conducía a la histeria, lo cual era deseable ya que se podría transformar en una fiebre guerrera y en adoración del líder. Ella lo explicaba así: «Cuando haces el amor gastas energías y después te sientes feliz y no te importa nada. No pueden soportarlo que te sienta así. Quieren que estés a punto de estallar de energía todo el tiempo. Todas estas marchas arriba y abajo vitoreando y agitando banderas no es más que sexo agriado. Si eres feliz dentro de ti mismo, ¿por qué te ibas a excitar por el Gran Hermano y el Plan Trienal los Dos Minutos de Odio y todo el resto de su porquería.

»Esto era cierto, pensó él. Había una conexión entre la castidad y la ortodoxia política. ¿Cómo iban a mantenerse vivos el miedo, el odio y la insensata incredulidad que el Partido necesitaba si no se embotellaba algún instinto poderoso para usarlo después como combustible? El instinto sexual era peligroso para el Partido y éste lo había utilizado en provecho propio. Habían hecho algo parecido con el instinto familiar. La familia no podía ser abolida; es más, se animaba a la gente a que amase a sus hijos casi al estilo antiguo. Pero, por otra parte, los hijos eran enfrentados sistemáticamente contra sus padres y se les enseñaba a espiarlos y a denunciar sus desviaciones. La familia se había convertido en una ampliación de la Policía del Pensamiento. Era un recurso por medio del cual todos se hallaban rodeados noche y día por delatores que les conocían íntimamente»
(1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág. 136-137)

El amor entre Winston y Julia, otro de los personajes importantes de la novela, requiere de una mención obligada, pues el amor envuelve la historia de Winston como el odio envuelve la moral del Partido. Ambos eran aliados contra la ideología de Ingsoc, cuando hacían el amor sentían una trepidante sensación de placer y heterodoxia, el sexo tenía un valor que trascendía más allá del cuerpo, era un golpe moral, político, un acto corrupto porque se hacía con devoción, con placer y con amor. Que Orwell se explique por sí mismo:

«Este cuerpo joven y vigoroso, desamparado ahora en el sueño, despertó en él un compasivo y protector sentimiento. Pero la ternura que había sentido mientras escuchaba el canto del pájaro había desaparecido ya. Apartó su mono a un lado y estudió su cadera. En los viejos tiempos, pensó, un hombre miraba el cuerpo de una muchacha y veía que era deseable y ahí acababa la historia. Pero ahora no se podía sentir amor puro o deseo puro. Ninguna emoción era pura porque todo estaba mezclado con el miedo y el odio. Su abrazo había sido una batalla, el clímax una victoria. Era un golpe contra el Partido. Era un acto político» (1984. George Orwell. Ediciones Destino, Segunda Edición de Julio de 2001, pág.130)

Los afanes del Partido iban también más allá del control del placer, pues como ya se ha podido aludir anteriormente, también querían controlar los sentimientos. Nadie puede meterse en la cabeza de uno, pero al final todo cede, al final el Partido sería capaz de convencerte de lo contrario y eliminar de ti todo amor, sustituyéndolo por el odio, la fuerza y el impulso de la sociedad de Oceanía.■

Enlaces de interés:
-Wikipedia: Neolengua
-Los principios de Neolengua
-La “neolengua orwelliana”: una contradicción vital
-Wikipedia: Doblepensar
-La opinión alternativa: doblepensar
-Blog doblepensaryneolengua
-Capítulo II de 1984
-1984 analizado por El Rincón del Vago
-Wikipedia: Ignorancia
-Frases célebres sobre la ignorancia en provervia.net

1984 (PARTE I)


Este artículo, debido a su extensión, se publicará en cuatro partes. Fue mucho el interés que suscitó en mí 1984 nada más empezar su lectura, pues no se trataba solamente de una novela, me encontraba con auténtica dinamita entre las manos, con todo un arma político, con toda una declaración de principios en modo de prosa.

La novela de George Orwell (pseudónimo de Arthur Blair) titulada 1984, es una de esas obras que, como otros libros que han sido comentados en este blog, se quedan clavados en la memoria, y no solamente por su sencilla y entretenida lectura, sino por su mensaje político, militante, combativo, certero y visionario. Así mismo, es una novela donde el debate y la reflexión moral y política están presentes en cada línea, pues es la plasmación de la contemporaneidad de Orwell. ¿Cómo iba entonces a obviar el hacer un artículo sobre semejante novela después de su lectura, una lectura que inspira a escribir? Pese a su visión futurista, uno no puede evitar entrever la visión que Orwell tenía de la Unión Soviética en manos de Estalin y la sombra del nazismo. Estalinismo y nazismo: tendencias políticas que si bien enemigas ideológicamente, tenían un parentesco común en la forma de mantenerse en el poder. 1984 es, por lo tanto, una crítica feroz a cualquier sistema oligárquico o autoritario y a su vez una danza literaria en loor a la libertad de expresión y de pensamiento.■


I
AMARÁS AL GRAN HERMANO


Antes de la Revolución, los capitalistas eran dueños de Oceanía. Pero después Ingsoc y sus revolucionarios impusieron su régimen. Todo se reduciría a una cosa: Amarás al Gran Hermano. Él siempre te vigilará, siempre verá cada paso y cada pensamiento que ronde tus sienes; la libertad será solamente un camino prohibido, un acto criminal para la consecución de los proyectos del Gran Hermano, que es omnipresente. Nadie sabe si el Gran Hermano existe, aunque mediante el doblepensar todos pueden pensar que es inmortal, que siempre ha existido, y a la vez que no existe, que es una patraña del Partido. El GH se materializa en unos aparatos llamados Telepantalla, apostados por doquier, incansables máquinas que vigilan cada rincón del suelo del país.

Todos los nacidos a la sombre del GH deben guardarle obediencia, hacer culto a su efigie, honrarle en los Minutos del Odio como si fuera un Dios en una especie de rito de reminiscencias remotas. Esto es una realidad, las calles de Oceanía pueden recordar a fotos viejas de las avenidas de ciudades rusas con el perfil de Stalin o a barrios de ciudades alemanas invadidas por simbología nazi, donde sus ciudadanos también hacían culto del doblepensar, un mecanismo mediante el cual uno piensa dos cosas al mismo tiempo y que a su vez implica la habilidad de olvidar lo no conveniente y poder atraerlo si se necesita. Todo ello era lo que ocurría en cada acción social, una actuación mecánica, teatral y preconcebida, dentro de una realidad delirante formulada por líderes paranoicos.

Así mismo, El Partido, dos palabras que al ser pronunciadas debían procurar miedo y respeto-más lo primero, porque lo segundo se derivará solo-, es la sombra del GH. Sus miembros deben hacerlo todo por él, pues es su vida, es su cruzada, por él deben darlo todo y por él deben estar dispuestos a realizar cualquier cosa, aunque de ello dependan la vida de los demás o las suyas propias.■

II
WINSTON Y LA VIDA EN 1984


La vida se regía por los principios de Ingsoc: LA GUERRA ES LA PAZ, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD; principios que a favor de la lógica significan literalmente lo que dicen, pues en neoluengua no se podían permitir fisuras que dieran lugar a equívocos. Pero Winston, protagonista de la novela, encarna al ser con conciencia, a un rebelde del sistema que al escribir su diario ya comete un sacrilegio que le llevaría a la muerte, a ser vaporizado.

En cada rincón, la Telepantalla te observaba, era la encarnación tecnológica del Gran Hermano, Oráculo Moral, político y biempensante de la sociedad de 1984, que vigilará tus sueños, tus gestos, te estudiará minuciosamente, hasta lo más insignificante, para ahondar en una posible traición veinticuatro horas al día.

En la vida de 1984 no era posible el amor, ni la amistad, todo se reducía a una desconfianza y a un control exhaustivos de cada uno de los miembros de la sociedad, pues a priori, todos eran sospechosos de traición y debían investigarse mutuamente. Esta situación se hacía más fuerte y patente en los hombres y mujeres del partido (a quienes se les exigía más que a cualquier otro ciudadano), que debían expresar su obediencia en los minutos del odio, en las manifestaciones, en jornadas de trabajo de catorce horas diarias, en actividades extralaborales para fingir que son fieles al Partido o para mostrar su amor al Gran Hermano, etc.

La vida en 1984 era asfixiante, ningún minuto de sosiego, ningún momento de libertad, ningún sentimiento auténtico. Por eso, 1984 constituye una distopía muy amarga, dolorosa y fría, pero contada de una forma sencilla y bella. Sin embargo existe la esperanza, establecida en Goldstein y en su organización, llamada “LA HERMANDAD”. Goldstein fue uno de los fundadores del Partido, una de las semillas de la Revolución. Posteriormente lo trataremos, porque siendo 1984 una obra que hace hincapié en los autoritarismos, y especialmente en el Estalinismo, se hace irremisible señalar el paralelismo que existe entre la realidad y la ficción, es decir, entre Goldstein-Ingsoc y Lenin-Stalin respectivamente, siendo Stalin el traidor de la Revolución y del concepto ideológico que lo hizo posible: el marxismo-leninismo.■


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