Mostrando entradas con la etiqueta Pensamientos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pensamientos. Mostrar todas las entradas

PARA LA LUCHA NACIONAL, EDUCACIÓN PARA LA LUCHA

VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN


«En las escuelas de un Estado nacional habrá de dedicarse más tiempo al ejercicio corporal. No deberá transcurrir un solo día sin que un muchacho no consagre al menos una hora al adiestramiento físico, así de mañana como de tarde, en forma de juegos y de gimnasia. Hay un deporte en particular que no se ha de excluir de ninguna manera: el boxeo. Apenas si es posible creer lo falsas que son las ideas imperantes sobre éste entre las personas «educadas». Suponen tales personas que es natural y honroso para un joven aprender esgrima y batirse en duelo, pero mirar como una grosería el boxeo. ¿Por qué? No existe deporte alguno que estimule tanto como éste el espíritu de ataque; requiere una decisión rápida como el relámpago y templa y agiliza el cuerpo. Y el hecho de que dos jóvenes resuelvan sus disputas trenzándose a puñetazos, no es en modo alguno más grosero que sí lo hicieran empleando al efecto una pulida hoja de acero».

El fragmento que habéis podido leer al principio es uno de los muchos que me llamaron la atención del libro de Adolfo. Dicen que es un libro aburrido, espeso, pero a mí me divirtió bastante. Léanse "El Capital" de Marx, o hagan el intento, y se adentrarán de lleno en un lugar farragoso, árido y aburrido. Las comparaciones son odiosas, lo sé, y no crean que hago este cotejo y esta crítica a la obra cumbre de Marx por pura animadversión al marxismo y a sus hijos ideológicos, ya que cualquier comunista o socialista marxista con la suficiente objetividad dirá que ese libro es como he dicho: farragoso, árido y aburrido. Sin embargo, el libro de Adolfo es más entretenido. No es que sea una novela de Charles Dickens, pero desde luego se puede leer, se puede leer sin caer en el hastío más absoluto o en el sueño más apacible... o desapacible. No me dan sueño sin embargo muchos libros anarquistas. Recuerdo la lectura hace unos años de 'La Conquista del Pan', del ruso Piotr Kropotkin, que me gustó mucho, o de alguna de Proudhom. Pero ahí quedó la cosa, "me gustó", y punto. Recuerdo que en aquellos años era comunista y había hecho "amistades" con muchos anarquistas: anarquistas que no tenían nada que ver con el anarquismo en realidad, que de anarquismo poco habían leído y que lo eran porque ellos me lo decían y porque se distinguían por sus ropajes de tribu urbana. En aquella época me parecía increíble ver cómo los anarquistas de izquierdas (porque eran de izquierdas, y anarquistas los hay de muchos tipos) odian a muerte a los comunistas. En fin, la historia del anarquismo en España está ahí, así como la historia compartida entre el anarquismo y el marxismo, en la que animo que indaguen y observarán que esa disputa y odio viene de muy lejos; y claro, como esas disputas se van transmitiendo de generación en generación, pues...

Disculpen esta digresión. Empecé con la intención de hablar de una cosa y acabé hablando de otra.

En los colegios no se enseña ningún tipo de disciplina. No se enseña porque primeramente los no comprometidos socialmente son los de arriba, que animan esta situación de decadencia. Los propios docentes, además, no están motivados en muchos casos y no pueden ejercer ninguna autoridad: su labor no puede apenas realizarse (quizá piensen que exagero, pero conozco muchos testimonios personales y no es difícil encontrar noticias que respalden mi argumento). No hablo de volver a la vara y a la mano abierta, sino a volver al respeto por la persona que debe ejercer una autoridad. Y es que a los niños y adolescentes cuando, como a los anarquistas que nunca han leído nada sobre anarquismo, les entra por una oreja la palabra autoridad se ponen como locos, como hienas, y empiezan a llamar a todo el mundo fascista, hasta a la profesora marxista-leninista. Si no hay orden allí donde reina el caos, si un hombre por sí mismo no es capaz de ordenarse, es necesaria una disciplina, una autoridad y a la postre un liderazgo. 

Una buena forma de educar a los jóvenes y a los no tan jóvenes es en la lucha. El entrenamiento duro, los deportes de contacto... fortalecen el espíritu. Un espíritu fuerte darán al individuo, si su voluntad le deja, si con su voluntad es capaz, una mentalidad y una forma física acordes con su espíritu. Y esto debería inculcarse en los colegios, en los institutos, etc. Porque la lucha educa. Y también habría que fomentar el ajedrez, como elemento puro de lucha intelectual, de escenificación de la guerra en un tablero. Porque el guerrero debe ser un buen estratega además de utilizar como un dios sus puños. Una lucha sin cabeza no es propia de un hombre, sino de una alimaña.

Quizá a muchos le parezca violento. Y claro, lo es... ¡lo soy! Pero la violencia y un buen puño han hecho más cosas buenas... y bellas por el mundo que cuatro palabras e ideas melosas que han postrado al individuo en la pusilanimidad, en el hastío, en el burdo pacifismo (que no consiste en buscar la paz, lo cual sería lícito, sino en dejar que te peguen), etc.

Y no se lleven las manos a la cabeza, no se trata de ir por la calle como un matón, no se trata de abusar de nadie, no se trata de dar rienda suelta a la violencia gratuita. Es todo lo contrario, es autodisciplinarse, es ser más fuerte, es tener más control, y todo eso se consigue a voluntad, cultivando el arte de luchar, la lucha física e intelectual. Y la mente intelectual primero, el puño después... porque cuando ya no se puede razonar 'con el otro' hay que golpear.

Y tal como están las cosas es el turno de cualquier cosa menos de hablar. Recortes, prebendas a la banca, paro al alza, etc. Una sociedad bien instruida, bien cultivada y sana, no habría votado lo que votó en las últimas elecciones. ¡Es que no habría dado tiempo a ello! Un pueblo sano no querría votar, sino tener soberanía; un pueblo fuerte no querría libertad, es decir, que se la dieran, sino conquistarla. Sobre todo, un pueblo maduro, un pueblo que ha recibido tales golpes de sus políticos, banqueros, sindicatos... no aguantaría tanto sin hacer nada al respecto. ¿Y aún queréis hablar? ¿Aún no os queréis defender?.

DIGRESIONES

SIEMPRE HAY UNA BATALLA QUE LIBRAR

No vale la pena esperar algo o todo de aquello que te es ajeno. Ni las cosas ni las personas te pueden dar la felicidad, y si te la dan, ¿es responsable rendirnos a la dependencia que supondría otorgar el origen de toda nuestra felicidad en cosas que no forman parte de nosotros? Porque entonces la felicidad no cobijaría dentro de ti. La felicidad debe forjarse con nuestras manos y desde nuestro espíritu, todo lo demás no nos pertenece. Si no te conformas contigo mismo es que eres un ser incompleto y por lo tanto sufrirás en la medida en que ni las cosas ni las personas te corresponden. En todo caso, ¿es la felicidad lo más importante? ¿No es la felicidad el resultado de haber conseguido algo mucho más significativo, algo superior? ¿Acaso no podría ser la desgracia más valiosa que la felicidad, siendo como es la que nos hace valorar realmente los momentos felices y las cosas bellas de la vida? La desgracia, musa inquisidora, pero sabia y maestra de la vida que te enseña a andar con paso firme. La felicidad es, sin embargo, musa de la esperanza -para aquellos a quienes esperar atolondra-, y como mucho te invita a soñar y te enseña a reír... y es tan necesaria: no es menos importante por ser tan boba. 

No es que le reste valor al significado profundo de las personas -de las personas que por serlo tienen algo de profundidad-, ni niego el valor del amor hacia alguien y hasta cierto punto el hecho de entregarse noble y heroicamente -al contrario, es lo que para mí tiene más valor- a unos ideales y a todo lo que uno ama con un "desinterés" clamoroso; pero la soberanía tiene un precio y uno mismo debe defenderse de sus propias emociones e inseguridades. Depender de uno mismo es el mayor valor que puede poseer un ser humano en todos los terrenos. Sin embargo, todo aquello que pueda depender de un sujeto sin que él mismo quiera es de por sí un elemento de grandeza para ese sujeto, pues es el resultado de su poder. Está claro que no todos nacieron para ser superhombres, algunos deben obedecer, ya que la voluntad no es igual en todos. Y no piensen en mí como si fuera un dictador, dictadores se eligen a montones cada cuatro años en las tiranías democráticas con el consentimiento de los muchos. Yo, al menos, voy de frente y dejo correr mi voluntad de... poder.

--- 

El camino hacia el superhombre es un camino solitario y a la deriva, ¡pues cómo se llega a tal fin! No significa estar por encima de los demás hombres, sino ser ajeno a ellos, como trasladarse a otro plano: eso sería ya un rasgo de superioridad... ¿pero cómo se hace? Es alejarse de lo mundano, de lo superficial, de los problemas que son más creados que reales. Pues esa es nuestra realidad, un mundo falseado por problemas que surgen de la más enmarañada inteligencia de seres astutos, fantasmagóricos e invisibles.■

---

Y si sólo una nación en el mundo tuviera el poder suficiente para tan sólo despertar su voluntad y erigirla hasta el cielo para luego arrojarla sin piedad sobre la tierra, si un pueblo fuera capaz de tal cosa y experimentar una fuerza de tales dimensiones.... Creerme, el mundo temblaría, pero sobre la tierra puede que de repente poblaran hombres libres, hombres más soberanos, aunque sea al nivel de nación.■ 


Artículos de interés:
- PENSAMIENTOS Y REALIDADES PARADÓJICAS

CONTRA EL SEXISMO: UNA VISIÓN NACIONAL REVOLUCIONARIA

Ser nacional revolucionario significa ser ni de izquierdas ni de derechas. Es seguir la tercera vía, una tercera vía que se rebela contra las dos fuerzas del capital: el liberalismo y el marxismo, aunadas en ese plan internacionalista que es el mundialismo. Para mí ser NR consiste también en defender tu nación desde una perspectiva combativa e inconformista, desde el orden natural y mirando hacia toda la comunidad que defiende, una comunidad con una identidad claramente diferenciada. Pero últimamente miro, no sin desagrado, cómo la línea nacional revolucionaria se adhiere a movimientos nada nacional revolucionarios que a buena gana nos encerrarían entre rejas o nos meterían una paliza; incluso observo cómo adopta algunos de sus principios, como el feminismo, ¡nadie sabe por qué!, vomitando innumerables barbaridades y falsedades demagógicamente.

El feminismo es el sexismo que hoy domina. No es la igualdad con los hombres lo que persigue, pues si así fuera protestarían contra todas esas ayudas que reciben los empresarios por contratar mujeres en lugar de machacarnos con el victimismo y con el que "antes las...", como si las mujeres de antes estuvieran esclavizadas por los hombres o no fueran libres, no tanto como los hombres, como si los hombres no amaran a las mujeres, disfrutando de tenerlas amarradas en la cama (a mi abuela le da miedo salir a día de hoy a la calle, y antes, me decía, caminaba a sus anchas, con total seguridad, sin miedo). Las mujeres son hoy un sector de la sociedad que beneficia al y se ve beneficiada por el capital. Aliarse con el feminismo no significa otra cosa entonces que aliarse con el sistema y servir al capital, no es otra cosa sino la instrumentalización de la mujer, la ideología que más que nunca ordena y somete a la mujer diciéndole constantemente contra quien debe rebelarse y lo que tiene que hacer: liberarse de toda obligación personal (familia) y librar su batalla contra el "opresor", el hombre. El feminismo le ha dicho a la mujer que las mujeres antes no eran libres porque no eran dueñas de su cuerpo, porque no trabajaban (¿cómo?), porque iban tapadas con prendas parecidas al burka (¡pero qué dicen!), etc. Pues óiganme, feministas, hay mujeres bien constituidas, no envenenadas, que libremente asumen su verdadero papel como madres y protectoras del hogar, como educadoras, depositarias y transmisoras de los auténticos valores que hacen de una sociedad un lugar sano y saludable. Y no, no son un mero vientre, no son simples paridoras. Ni el hombre es un simple polinizador, ni un monstruo que deba ser hoy reeducado por unas cuantas que se creen... ¿qué se creen?, unas cuantas que a la mínima te llaman machista o cualquier otra lindeza.

Hoy ser feminista es bueno, defender los derechos de las mujeres es bueno. ¿Por qué ese derecho no puede recaer también sobre los hombres? ¿Por qué los hombres no tienen derecho a defenderse? ¿Por qué los hombres no pueden ser machistas y defender sus derechos? Claro, ser machista significa tener una mentalidad supremacista respecto a la mujer y no perseguir la igualdad de derechos respecto a la mujer, mientras que el feminismo sería, según el diccionario, un "movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres". El diccionario dice muchas cosas. Pero feminismo es "tendencia hacia lo femenino", no es otra cosa que esa, lo mismo que racismo es "tendencia hacia la raza" y para nada odio racial. ¡Malditos estos tiempos de neolengua donde las ideas no pueden campar a sus anchas con un significado verdadero!

Y bien, "tendencia hacia lo femenino" no connota ninguna reivindicación de igualdad respecto hacia los hombres, sino una clara adhesión, escrupulosa y radical adhesión, hacia todo lo que tiene que ver con lo femenino. Por supuesto, me sumo a esas mujeres que defienden su propia identidad como tales, que defienden lo eterno femenino: mal hace aquella que quiere igualarse a los hombres. No obstante, esto en el terreno de la identidad sexual. En cuanto al terreno de los derechos éstos deben permanecer en igualdad para todos los hombres y mujeres de una misma comunidad, ya que no son menos uno respecto al otro y su peso es el mismo, aunque sus proyecciones distintas. Así que no hay que defender derechos para las mujeres, sino para la comunidad. Los derechos son para todos. Y si en el pasado ha habido abusos no es culpa de nuestra generación, no tenemos la generación actual que pagar ninguna deuda del pasado, porque eso sí que es una tara marxista, una tara a su vez adoptada del judeocristianismo, ese ansia de unos de querer hacer culpables a los presentes de un pasado que no vivieron, como si los presentes fueran herederos de las faltas del pasado cual pecado original. Y esos abusos no fueron sólo contra la mujer, sino contra toda la clase trabajadora, ni todo lo que le pasa o haya pasado a la mujer es culpa de los demás. Si somos nacional revolucionarios, ¡si somos revolucionarios!, es porque queremos ¡empezar! algo nuevo, construir y forjar nuestro propio destino sin ningún tipo de resentimientos. Nuestra revolución debería y deberá suponer una ruptura con todas las épocas: la rueda ha dado ya un giro y el nuevo giro debe empezar con el empuje de nuestra impetuosa fuerza en un camino ascendente.

Y ataquemos a la paridad, que no debe ser por una simple razón: un número igual de hombres y de mujeres es un freno para el ascenso de los mejores. A un puesto de trabajo deben acceder... una revolución la hacen... ¡la hacen los mejores, los más capacitados, al margen del sexo! Y que no vengan hablando de paridad las feministas, feministas que hacen una revolución para mujeres, y sólo para mujeres, a quienes se adhieren algunos hombrecillos.

Y yo digo que cualquier feminismo es malo, provenga de donde provenga, se tiña con lo que se tiña, diga quien lo diga. El feminismo significa ruptura, lo mismo que lucha de clases concurre a ruptura. ¡Contra el feminismo y el machismo unidad, contra el mundialismo soberanía nacional, contra la lucha de clases comunidad nacional! Seguir la senda del feminismo es adentrarse en la lógica marxista y de lo políticamente correcto, es generar una confrontación absurda, aumentar la desigualdad entre hombres y mujeres en favor de la mujer porque esa igualdad feminista se consigue... ¿cómo se consigue? Dando facilidades a la mujer en forma de ayudas al empresario en cuanto a inserción laboral, fomentando el aborto, descuidando la familia, magnificando la violencia de género, protagonizada en gran medida por inmigrantes, y dando una imagen de la mujer como no agresora potencial y si de pobre víctima (Enlace 1) (Enlace 2) (Enlace 3), etc. ¡Qué no os engañen! Aquí hay una clara voluntad de supremacismo femenino mediante una estrategia que ya conocemos de sobra y que utilizan multitud de colectivos. Asimismo, que decir sino afirmar que esa mentalidad de la mujer oprimida es algo moderno

En definitiva, el machismo es una lacra, cierto, pero el feminismo no es mejor. Un nacional revolucionario, de la misma forma que se desmarca de toda orientación desfasada por inexistente y ficticia de izquierda y derecha, lo mismo debe hacer con el sexismo, provenga de donde provenga, pues si no es así de nada se van a diferenciar los partidos nacional revolucionarios de otros pertenecientes a lo que podríamos llamar izquierda tradicional.

Mal orientadas están las mujeres si van adhiriéndose al feminismo, que será muy moderno, pero nada conveniente. Igualmente, decirles que son unas desagradecidas, cual inmigrantes a quienes todo se les da y encima se quejan. Los hombres han defendido el hogar incluso con la vida, han perecido en guerras por grandes ideales y por la familia, han hecho y siguen haciendo los trabajos más duros y arriesgados y os han protegido a vosotras, pandilla de gritonas, bolleras y ridículas mujeres (PRUEBA DE LO DICHO). Si de justicia histórica se trata...¡Los hombres del mundo reclamamos una muestra o gesto que repare tales daños hacia los hombres, que tanto han sufrido durante siglos al servicio de la protección de la mujer, de la familia y de la patria! Por supuesto, reconocemos el servicio de la mujer, como elemento protector del hogar y dadora de vida, habiendo sido la garantía, como sigue siéndolo, del futuro de nuestro pueblo, un futuro en juego por la irresponsabilidad tanto de hombres como de mujeres.

Así que un nacional revolucionario no debería tener en cuenta el sexo para defender unos derechos u otros, porque un nacional revolucionario debe defender los derechos para toda su comunidad. Porque es lo más justo, porque es lo verdaderamente revolucionario, porque en tal mentalidad sí que no hay discriminación, porque en dicha visión el sexismo brilla por su ausencia y porque en dicho ánimo si se respira UNIDAD.■


NOTA: Este texto es una respuesta a un artículo de título "En defensa del feminismo" publicado en TdE.

LA PENA Y EL DESPRECIO

Desenmascarando a los apenados y penosos

El ser penoso es un tipo de ser muy generoso. Da pena, nos la regala. En apariencia te da un regalo, sí, te llena de sentimientos piadosos, hace que florezca de ti sentimientos de amor nada escrupuloso, atiborrándose de supuestos valores espirituales, grandes valores que dicen sólo saben dar aquellos poseedores de la superioridad moral: los pobres, los supuestos marginados por la sociedad, etc. Pero algo más importante, existe un efecto secundario: posteriormente puede hacerte sentir culpable de tu estado más privilegiado, llegando incluso a convencerte de que su estado es por tu culpa y a consecuencia de tus actos y estilo de vida. Obviamente esto no lo hace el penoso exclusivamente, sino más bien el aprovechado que hace del penoso su lucro: los medios de comunicación, las ONG, la Iglesia, la Mezquita, las sedes del PSOE, etc. No obstante, hay penosos que son como autónomos, pues además de ser penosos, conocen muy bien aquello que es la pena, y explotan al máximo su estado ante el hombre y la mujer ingenuos.

Aquel que da pena y no lo sabe, implícitamente da muestras de su propia inferioridad; simplemente su naturaleza es inferior. Sin embargo, el que da pena y lo sabe, que sabe de su estado de penoso, está por encima del anterior, pues aunque asume su inferioridad, su estatus de "por debajo", explota tal condición y de ella saca provecho. Ambos pueden beneficiarse pero desde luego el segundo llegará con mejores resultados a final de mes. Y no podemos olvidarnos del que quiere dar pena, un hombre penoso porque quiere, y que es el estado superior dentro de estos hombres de la hez. Éste quiere conseguir con la pena todo aquello que no es capaz de conseguir por méritos propios. Los niños que lloran a sus padres lo saben muy bien, pero claro, estos niños son inocentes. No obstante, este tipo de ser es como ese niño, sólo que conscientemente y con intenciones muy dañinas. Y esta es la familia de los pobrecitos, de seguro más amplia.

Pero no piensen que es sólo perverso o inferior aquel que da pena. Si alguien da pena, ¡si la pena existe!, es porque otro la recibe. Quien no recibe regalos de tales seres está en un estado emocional superior, el del desprecio; y esto a pesar de reconocer en aquel que da tan generosamente a un ser penoso: precisamente porque le reconoce (que le identifica como lo que es) le desprecia y no le hace pleitesía. Así que quien recibe la pena es el que la siente. No es lo mismo un estado de penosidad, es decir, el estado de generosidad de la pena, el de aquel que da, que ser un cliente de la misma, un receptor de tal cosa, generándose un estado de pena. Este negocio o forma de comunicación entre conciencias no sería tal si no fuera por la vanidad de aquellos que son tan piadosos. Éstos se sienten a la vez culpables y satisfechos de su estado personal, teniendo todo cubierto. Y esto a pesar de que puedan tener arrebatos de cierta impiedad, producto sólo de sus mareos de conciencia que luego les hará sentir más culpables. Así que ahí va, el sentimiento de pena es un sentimiento que reconoce la inferioridad del otro, y aquí ya quedan desenmascarados todos los piadosos, englobándose en tal concepto todo tipo de personas: oenegetas, sacerdotes, progres, etc.. Aquel que siente pena por alguien es alguien que se ve por encima, a pesar de sus sentimientos contradictorios. No obstante, su culpabilidad, y sabiendo del estado de cosas moral hoy existente, le hará sentir humano, sí, humano, lo que le provocará un paradójico estado de bienestar de conciencia, ya que ve en tales "tensiones" lo bueno. Lo humano es hoy, despojado de toda referencia sobre lo biológico, aquello que te hace débil o estar por debajo: toda tu humanidad reside en tus flaquezas. ¿Pero acaso queremos ser hombres? ¡No! El hombre debe ser superado, ¡el último hombre debe perecer!

Este sentimiento puede darse incluso entre iguales, entre supuestos iguales. Seguro que habéis escuchado más de una vez, y sobre todo mucho de los lectores que aquí leen, muchos de ellos librepensadores, esa expresión tan manía del hombre de gran superioridad moral: "me das pena". Siempre que me mencionan esas palabras mágicas les digo: "se dice gracias". Pero bien, al margen de mi ironía, comportándome como si fuera un hombre penoso que demanda un gracias por todo lo que da, veo muy claro que existe en tal expresión una vanidad inconmensurable en el emisor, un sentimiento de superioridad que el propio que lo dice será incapaz de reconocer por su escrupulosidad moral o por mera inconsciencia. Aunque en muchas ocasiones esa expresión denota indignación... o un no saber cómo rebatir. 

Por supuesto, esto no se da en todas las personas de manera idéntica ni nadie, de forma constante, pues estar sumergida en tales estados. No existe un hombre arquetípico de la pena o de la penosidad, ni siquiera una única variante, aquí sólo hago una pequeña reflexión, y pese a que me gustaría que fuera una reflexión completa, desconozco todo lo que hay que navegar para llegar a lo completo. Por lo tanto, disculpas por un análisis tan parcial.

Y bien, prosigamos. Como nadie está libre de dar pena, pues nadie puede controlar los sentimientos de la otra persona ni su vanidad y aires de grandeza, al menos podemos dejar de recibir regalos de aquellos que dan tan generosamente pena. Para ello hemos de convertirnos en auténticos despreciadores. Despreciar a alguien no es sentir pena por ella (tampoco odiarla), simplemente es despojarle de todo valor, o, mejor dicho, no valorar: aquello que no tiene valor no se puede valorar, por lo que lo despojado de valor es ver aquello que no se podía valorar sin la apariencia que (o sin el valor que) tu conciencia le había dado a priori, ya que las personas suelen pensar bien de las otras personas, siendo este un prejuicio, el de la bondad total a priori, muy dañino. El desprecio hacia algo supone, en definitiva, yéndonos ya al estado creado, no sufrir ningún daño de conciencia por aquel que es sujeto de nuestro desprecio. Daño de conciencia definido aquí como "padecer un momento de recepción o de emisión activa de pena". Y hagamos énfasis en lo de "emisión activa", pues si alguien siente pena por nosotros por lo que pensamos o decimos, no es por culpa nuestra, ya que no es a nuestra voluntad; y por supuesto tal estado de cosas creado por el otro no nos convierte en seres penosos. Y he aquí que no es que demos pena en realidad, sino que somos objeto de los grandilocuentes sentimientos de aquel que se apiada de todo aquello que le da pena porque sí; siendo éste ser un auténtico trastornado que simplemente extrae de otro sujeto su sentimiento de pena sin que el otro le dé nada en realidad.

Y llegados a este punto podríamos hablar de dos formas de ser receptores de la pena, que se deducen de lo anterior. Primeramente el que recibe pena del penoso. Seguidamente el que se autogenera la pena mediante alguien que no es de su agrado en opinión, por ejemplo. No cofundamos lo segundo con el desprecio, pues el que desprecia no padecerá por lo que desprecia, simplemente es una mancha que limpiar, basura que tirar, nada que merezca algo. El que siente pena por alguien, al margen de que le retire la palabra, por ejemplo, padecerá por tal estado de cosas.

El imperio de la piedad y sus hijos, la pena y la lástima, deben perecer. El despreciador es un ser auténticamente superior en cuanto sólo siente y padece por lo que tiene y debe tener un real valor, aunque sea sólo para él, y no por cualquiera. Ni nada ni nadie merecen la pena, ya que el sentimiento de pena es sólo un baladí estado de superioridad que te destruye poco a poco, debido a que en realidad supone el reconocimiento del inferior como un igual, que es hoy lo que te otorga superioridad moral. Se crece hacia abajo, hasta igualarte hasta lo más abajo, y nosotros queremos crecer hacia arriba, erguidos como el roble, ¿no? Aquel que da pena es ya un ser inferior, quiera o no, y en él mismo estará la clave de si quiere elevarse o no. Pero no a todos les es lícito. Apiadarte de esa inferioridad, repito, sólo te igualará con la misma inferioridad, así que poco harás por el penoso o el pobrecito venerando su desgracia por un lado a unos o alimentado su negocio de sabandija por otro lado a otros.

Y no crean que en este texto la referencia "pobrecitos", "penosos", "inferiores", los de "por debajo", etc., se dirige a gente que vive en la calle, que pase hambre o vaya en silla de ruedas, pues penosos los hay más allá de toda condición social, económica o física. No debemos obviar la reciprocidad que existe entre el penoso y el apenado. Ambos son también apenados y penosos. Y por supuesto, estos hombres constituyen toda la base del abrahamismo reinante. Es posible que nos gobiernen los ricos y los poderosos, pero en el espíritu y en la moral domina el esclavo.

En la vida hay que luchar por y junto con, llorar por, reír con e incluso morir por las personas que tienen un valor de verdad, por seres tan excepcionales que nos obliguen a considerarles como nuestros iguales. Solidaridad para con nuestros iguales, reconocimiento para quien lo requiere. Pero pena por nadie, sólo desprecio para quienes lo merecen; sólo así te librarás de los gusanos y de los venenos y te entregarás al mundo en la medida de que sólo te mueves por lo que amas y te apasiona.■

VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN


"En todos los lugares donde encontré seres vivos, encontré voluntad de poder, e incluso en la voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor [...] Y este misterio me ha confiado la vida misma: "Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo.
En verdad, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o instinto de finalidad, de algo alto, más lejano, más vario: pero todo esto es una única cosa y un único misterio [...]"
En verdad, yo os digo: ¡Un bien y un mal que fuesen imperecederos no existen! Por sí mismos deben una y otra vez superarse a sí mismos [...]
Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad ése tiene que ser antes un aniquilador y quebrantador de valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: mas ésta es la bondad creadora [...]
¡Hay muchas cosas que construir todavía! 
FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA.



La voluntad de poder es la actitud del hombre alzado hacia arriba, creador y destructor a la vez, como parte de la expresión nihilista activa y vitalista de Nietzsche. El hombre con voluntad de poder es el hombre que dice sí a la vida, es el hombre que se proyecta hacia el mundo como soporte y medio para sus ambiciones, deseos y aspiraciones. El hombre, luchando como la hierba bajo el asfalto desquebrajado, abriéndose paso... ¡eso es la voluntad de poder!, ¡eso es la voluntad de vivir... pero más!, ¡esa es la voluntad del hombre que quiere expandirse y siente necesidad de hacer uso de su poder y de sus fortalezas! ¡Ese es el hombre que se afirma constantemente!

Y la violencia... si la voluntad de poder es el motor de la vida y lo que empuja a todo ser a su realización, qué es la violencia sino su lenguaje. No hay nada más. La violencia propia que vemos "no" genera más violencia (es decir, no es el principio de la misma), sino que la propia vida, como violenta, genera la violencia: el hombre, como cualquier ser, es consecuencia de la violencia. ¿Acaso somos culpables de querer vivir, acaso hemos elegido un orden natural propio no-violento?, ¡¡las cosas son de una forma aunque nos empeñemos en lo contrario!!... ¿Y qué es la violencia? ¿Acaso no es querer someter a otro bajo nuestro poder? Voluntad significar someterse uno mismo (mandarse y obedecerse) o someter a (mandar y que te obedezcan, como si el ordenado fuera una prolongación de nuestra voluntad, y de hecho así sería), y con violencia o sin ella, pues alguien puede poseer un atractivo tal que la violencia se expresa en la tiranía de esa atracción, que domina las voluntades. Violencia física, violencia verbal, pero ahí está, esa necesidad de poder sobre otros, de someter la voluntad, el cuerpo, el espíritu... de nuestras presas, ¡esa necesidad de afirmación de nuestra existencia! ¡Todo y todos como un medio para nuestra realización y nuestra propia superación!

El diccionario nos dice que violento es aquel "que está fuera de su natural estado, situación o modo". No, el violento está en su estado natural, vive, sabe de qué va el juego en el que nos hemos involucrado involuntariamente los nacidos en este mundo. El violento quiere poner su orden, pues es un ser de poder. ¿Los que hacen los diccionarios dan por el hecho esa máxima de que el hombre es "bueno" por naturaleza?; y he aquí bueno en un sentido nada aristocrático, porque... ¿Qué es bueno?
¿Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.
¿Qué es malo? Todo cuanto procede de la debilidad.
¿Qué es felicidad? El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada. 
FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO.
Y esta expresión de Nietzsche si es toda aristocrática... ¡superar, superar, superar!

Y que ahora se echen las manos a la cabeza los pacifistas (¡Los de la (pseudo)revolución pacífica!) y demás hombres y mujeres de la pusilanimidad. La violencia es la vía que pone orden, cualquier orden, incluso la que genera el caos para luego imponer su orden. Dejar hacer, es decir, que aquel que tiene la voluntad, el poder, la fuerza, consienta con su pasividad ese "no ejercer la violencia", "no ejercer el poder", sólo provoca el caos, que todo valga, que no haya ley. Si la democracia consiste en que no nos gobiernen los más capacitados, significa que gobernará el caos y que por lo tanto hoy democracia no signifique otra cosa que caos. Un caos provocado por el golpe violento de un poder que divide y vence, el poder violento de la inacción de esa vieja moral de esclavos, del pacifismo, del masoquismo, del martirio, que inutiliza al hombre para dar cuerda al motor de su voluntad y al de la propia vida, incapacitándolo a su vez para luchar. ¡El caos es el orden de los débiles y liberticidas!

¿Y por qué detestáis, pacifistas, mis palabras?, ¡quitaros las manos de la cabeza! Vuestro pacifismo es muy violento, ¿por qué os escandaliza que corra un poco de sangre entonces? Pero el pacifista adora y afirma la violencia: ¡¡sois entonces unos paradójicos adoradores de la vida!!, pero la adoráis con un rictus en la cara, como muertos, pues os da cierto asco. La violencia justifica vuestra existencia, da sentido a vuestra piadosa lucha. La adoráis tanto que necesitáis de ella para luego llorar como niñas. ¿Por qué tanta necesidad de martirio, de tristeza y de autoculpa?, ¿por qué tanta necesidad de victimismo? No hay nada más penoso ni más despreciable que aquel que desea ser víctima, que se hace la víctima o que adora a las víctimas. No digo que adoremos a los verdugos, a los que ejercen su poder sobre otros aunque sea justamente, etc., sino que animo a que cada cual ejerza su poder, su fuerza, sobre otros, sobre lo que desprecia, sobre aquellos que nos tienen sometidos: pero primero sobre nosotros mismos.

Hoy se hace necesaria una llamada a la violencia, más en unos tiempos de crisis donde nuestra impotencia se queda reprimida aún observando el abuso de las imposiciones hipotecarias, de un mercado laboral injusto, de los desahucios, de los despidos masivos, de las tropelías de la banca y otras aberraciones.

Asúmanlo, hay que gritar ¡basta!, el pacifismo y la inacción no han hecho nada bueno por los hombres, si acaso el juego a otros que pululan con total libertad sabiendo que hagan lo que hagan no van a recibir su merecido. Es la lucha lo que reventará un orden para instaurar otro, es la sangre la que debe correr y ahogar a nuestros enemigos.




¡LA REVOLUCIÓN SERÁ VIOLENTA O NO SERÁ!
¡LAS REVOLUCIONES O SON VIOLENTAS O NO LO SON!

Pues las revoluciones no son ni transición, ni punto seguido, ni siquiera punto y aparte, sino que suponen el cambio radical de la forma de pensar, de la forma de ver el mundo y de la forma de actuar. Una revolución supone una ruptura en el devenir histórico, un cambio tan violento que todo parece partir desde cero. Pero esto surge de hombres que a priori se han revolucionado a sí mismos.■


Fuentes consultadas:
- FRIEDRICH NIETZSCHE 1844-1900
- Voluntad de poder
- FRIEDRICH NIETZSCHE, ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA. Alianza Editorial, año 1997. BA 0612, Pág. 176-178. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.
- FRIEDRICH NIETZSCHE, EL ANTICRISTO. Alianza Editorial, año 1997. BA 0613, Pág. 32. Traducción de Andrés Sánchez Pascual.

EL YO-YO-YO Y LA NEGACIÓN DE UNO MISMO

a Pablo de la Línea, un abuelo fuerte

Tengo una especie de amigo llamado Pablo de la Línea que siempre nos tacha de yoístas durante algún instante de las sesiones de Foro Identidad. Sus a veces delirantes intervenciones siempre se topan con la siguiente expresión, pues su discurso es un bucle, un bucle que se dispara de sesión de debate en sesión de debate: "Siempre estáis con el yo-yo-yo", nos dice. Y en cierta manera tiene razón, siempre estamos con el yo, con nuestro yo y yo y yo. Y yo me pregunto, ¿con quién quiere que estemos?, ¿es que acaso podemos dejar de estar con nosotros mismos?, ¿acaso quiere que seamos ajenos a nosotros mismos, que no reivindiquemos ni proclamemos nuestra propia declaración de identidad: yo soy yo?, ¿le molesta que algunos sean ellos mismos?

Pero bien, tal proclamación la puede decir quien esté bien seguro de que él es él. Veo a mucha gente no queriendo ser ella misma, lo cual quiere decir que sin duda se conoce bastante bien, lo bastante bien como para no desear ni juntarse consigo misma, es decir, existe quien se considera una mala compañía para sí misma hasta el punto de querer ser otra persona: tal cosa roza lo delirante. Pero también veo a muchos que andan deambulando en sus trincheras mentales, buscándose el yo, como si eso fuera algo que se pudiera buscar; quieren descubrir su verdadero yo, ¡madre mía!, como si tal sujeto se sintiera una copia barata de algo o un vaso vacío desprovisto de néctar, como un zombi, y quizá lo sea por su rechazo de sí mismo, por la negación de su propia realidad y querer ser otro: aquello que busca incesantemente tu yo es tu yo, ¡hippie! Tanta filosofía barata y de logse ha conseguido que los filósofos actuales sean vanguardistas en la búsqueda de lo inútil, o de lo que no hay que buscar, pues lo tienen delante de sus narices. Los aires de humo de la marihuana de los sesenta aún pesan en muchos trasnochados de hoy; esa generación ha convertido nuestro mundo en algo tan banal como el arte moderno. Somos la expresión más deprimente de la historia de la humanidad (humanidad entendida en su multiplicidad, no como algo que incumba a todos los seres con forma humana del planeta de la misma manera), hemos pasado de la areté griega a la degeneración profunda del discurso; de la expresión bella del arte a la concepción y transformación de lo deforme y de lo horrible en belleza, hemos pasado del conócete a ti mismo, un conócete a ti mismo que parte de la propia afirmación del sujeto (por lo que no hay que buscarlo, sino conocerlo), es decir del yo, de lo que se es, a niégate a ti mismo, preocupándote sólo de lo ajeno, de ser o abocarse a lo otro, en la abnegación más estúpida. Decirme, hombres de la modernidad, ¿por qué no defendéis lo propio?, ¿tanto os odiáis?, ¿¡tanto odiáis al que no desea ser un necesitado, un piadoso, un hombre penoso!?

Es el orgullo la mayor afirmación de uno mismo. Y recordaré lo que es el orgullo (en mi mundo semántico), sobre todo a aquellos que odian el amor a sí mismos: "reconocerse en su justa medida (siendo la justa medida una simple valoración racional pues todo se muestra de forma radical) pues si orgullo es amor propio, ¡qué mal se quiere aquel que se sobrevalora o se infravalora"; y a esto añado que el orgullo es la afirmación constante de uno mismo.

¡Allá vosotros, negadores, hijos del "último hombre"!■

EL SER ÚNICO Y LA DISIDENCIA

EL LOCO

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras,. -sí; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones!¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas.

Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

-Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

Khalil Gibran. OBLAS COMPLETAS, VOLUMEN I. Edicomunicación, S.A., año 2003, pág. 209. Traducción de Fath al-Santott.

Khalil Gibran fue un poeta, pintor, novelista y ensayista que nació en Bisharri (Líbano) en 1883. No voy a decir nada más sobre su biografía porque hay mucha información en Internet y prefiero centrarme en el texto que habéis podido leer. Dicho texto lo leí hace más de diez años por primera vez, y aún recuerdo el impacto que me causó. Me pareció algo nuevo, algo totalmente revolucionario. Sin duda no es para tanto, pero con veinte años muchas cosas nos parecen más de lo que son. No quiero minusvalorar al autor de esta obra pero lo cierto es que a ciertas edades tendemos a mitificar y a idolatrar de forma desmedida, y yo siempre he sido desmedido en todo, así que imaginaros, jajaja...

En muchas de las últimas entradas publicadas se ha tratado el tema de lo real, un tema recurrente y que me obsesiona en cierta manera. Por ello, en parte, este texto, que al recordarlo y reencontrarlo me ha parecido muy conveniente mostraros. Se puede leer: "(...) corrí sin máscara por las calles atestadas de gente". Sin duda esa máscara dice mucho, siendo esa realidad que encubre la verdadera realidad. No digo nada nuevo, lo sé, pero me parece evocador esa metáfora que une lo desnudo con lo verdaderamente real, ese titubeo que nos concede o a que nos obliga irremisiblemente todas las inseguridades provocadas por la pudicia al ser descubiertos tal como somos.

Hagamos énfasis en lo verdaderamente real o en lo que puede acercarse a ella, en oposición a lo falsamente real, que sería la susodicha máscara. Conocer lo verdaderamente real me parece altamente complicado, por no decir imposible, pues nuestros sentidos no están capacitados para en un sólo instante, en el mayor grado de consciencia, hacernos participe de todo lo que es en todas las dimensiones de percepción posibles: por ello lo real, lo que es lo real en sí, es algo casi ajeno al hombre, que sólo aspira a sus verdades. Pero la máxima "Todo es real" hace fácil todo análisis, así como el hecho de que es más fácil llegar a cierta verdad poniendo al descubierto la mentira, rompiendo la máscara. A partir de ya no hay que cuestionar lo real, no hay que ser un negador, al menos un negador en el sentido de negar un hecho que puede darse de cualquier forma, incluso no dándose.

El texto sigue así: "Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas." Por la calle va el hombre desnudo, el hombre que dicen que está loco. Aquí la locura es mostrarse tal cual uno es, en toda su autenticidad. La máscara hace que los demás no se rían de ti, el ser despojado de ella hace posible que unos se burlen o te humillen y que otros huyan, pues el hombre auténtico, el hombre que no se da miedo a sí mismo, que no reniega de sí, que no se avergüenza de sí, que no es ajeno a sí mismo... ¡es el terror! Y así es un poco la disidencia, la disidencia real: es como ir desnudo, es como ir sin máscaras, es como ser una especie de ser que a veces es motivo de admiración pero que en demasiadas ocasiones es objeto de burla y escarnio. Existen personas verdaderamente reales y otras falsamente reales. No está loco el loco, sino quien llama loco a otro. Y bien, aquí la locura es ajena a toda desviación o trastorno mental, no hablamos de una locura clínica.

Para concluir, esta parrafada: "Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser." Al leerla por primera vez sentí un gran remover en las entrañas. Lo considero un pensamiento profundo, un pensamiento abismal. El derecho a la incomprensión, a ser una entidad indescifrable, a ser alguien que suponga en sí un misterio. Es una reflexión curiosa la de este autor libanés, plantea la comprensión de uno hacia otro como una especie de robo, un hurto de su ser, como si nos metiéramos en su mente y le poseyéramos. Se puede estar deacuerdo o no pero lo que sugiere dicha parrafada tiene un gran poder, pues se trata de un pensamiento poderoso, una evocación que invita a ser cada cual poseedor y defensor de sí mismo,  A SER ÚNICO.■

EL PENSADOR: ENTRE LA DUDA Y LA CERTEZA

El pensador, de Auguste Rodin
El primer pensador fue sin duda alguna el primer maniático del por qué. Manía poco habitual y de ninguna manera contagiosa. Raros, en efecto, son los que la padecen, los que están roídos por la pregunta y sin poder aceptar ninguna certeza, pues nacieron en la consternación.

E. M. Cioran. DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO. Santillana, S.A. (Taurus), año 1995, pág. 40. Traducción de Esther Seligson.


Desde pequeño he sentido una gran inclinación hacia el noble ejercicio del pensar, de hecho siempre he querido ser filósofo y de alguna forma lo soy, pues un filósofo no se fragua en las facultades, desde donde sólo surgen licenciados en filosofía; y bien, no quiero decir que de allí no salgan filósofos, pero una cosa es aprender filosofía y otra ser la propia filosofía. Reflexionar, meditar, llegar a conclusiones, crear mis propias convicciones y valores (si tal cosa es posible) ha sido uno de los quehaceres que llevo conmigo casi desde la cuna. Muchos desengaños y muchas desilusiones, pero siempre con la idea clara de que siempre puedo empezar, que siempre puedo emprender el camino desde cero y generar una nueva cosmovisión, complementar la que tenía o mejorarla. Creo que esta capacidad de empezar desde cero, de resetearme, ha hecho favorable que no me estanque en ideas fijas, tener posturas más abiertas y sobre todo ser más consciente de qué debo o no debo ser, qué debo y qué no debo seguir. Me puedo equivocar una vez, y es disculpable, pues errar es algo normal, pero si me equivoco de nuevo en lo mismo ya es culpa mía.

Un por qué incesante en mi cabeza, un por qué que poco a poco va perdiendo fuerza en mí. La razón es creo muy lógica: ese por qué es la duda, una duda que ciertamente me llena de consternación y que muchas veces no lleva a respuesta alguna. La duda ha convertido durante siglos y milenios a la filosofía en mera especulación. Y es que los filósofos han perdido mucho tiempo en la duda, en dudar y ya está. Hay que buscar la certeza, dejar de perdernos en laberintos y dar una respuesta inmediata a lo que es. Tanto dudar la filosofía parece haberse alejado de las cosas reales. Por supuesto, estoy generalizando, pero tal cosa no es mi intención, pues sé que la filosofía es muy amplia y no una sola cosa. Al final tendríamos que dudar sólo de nuestras certezas, no obstante.

Y bien, hoy todo el mundo llama filósofo a todo charlatán, a todo aquel que da consejillos. Ese ser no es un filósofo, sino un manual de autoayuda, un libro barato lleno de consignas vacías y expresiones manías. Y es que un filósofo no da consejos, sino que busca respuestas. Busca respuestas razonadas, y no empíricamente, cierto es, pero también se sirve de multitud de disciplinas que si son empíricas. Difícil tarea la del filósofo, entre la certeza y la duda se mueve, y es posible que sea entre las dos donde el filósofo encuentre la verdadera consternación: al nacer tiene la certeza de haber nacido y a la vez la duda de por qué ha tenido que nacer.

Es frustrante tener la certeza de las cosas que son y no saber el por qué éstas son o dudar de si son el realidad como se muestran. Así pues, ¿es la tarea del filósofo una tarea imposible? ¿Tiene entonces algún valor la tarea del filósofo?

Ciertamente tiene valor cuando su pensamiento aporta una sabia y una fuerza nuevas a un grupo concreto de hombres o a una cultura en general, cuando su pensamiento es capaz de mover la materia gris de todo un país y con ello construir un mundo nuevo. También cuando una cosmovisión particular es capaz de hacer más fuerte a personas individuales y luego éstas empujar a todo un grupo de personas con su carisma y personalidad atractivas. En definitiva, el poder de los pensamientos está ahí, parecen irreales, fantasmagóricos, pero su fuerza reside precisamente en ello. Hay que reivindicar la figura del filósofo, porque las armas son siempre más letales cuando van unidas a la virtud de la palabra y del pensamiento. De nada sirve ser el más fuerte, el mejor armado, si ello no va acompañado de valores, de una cosmovisión surgida del pensamiento (un pensamiento surgido a su vez de las cosas que son por sí mismas, de lo que es real sin más) y de los hombres formidables, que en un momento histórico concreto, deben mostrarse consecuentes, incorruptibles e implacables.■

EL FANTASMA Y LA MÁSCARA DE LO REAL

Los enemigos de lo posible y de lo evidente


(...) La desilusión, el desengaño, como dicen los españoles, es un remedio peor que el mal que pretende curar y desemboca casi siempre en un refuerzo de la ilusión. Un defensor obstinado de una ideología cualquiera estará siempre, no preocupado como podría esperarse, sino más bien tranquilo y reconfortado en su creencia por el fracaso de esta misma ideología, como lo decía François Furet, que muestra, en una obra sobre la idea comunista en el siglo XX, que la ilusión comunista no es para nada derrotada, sino que sale al contrario reforzada, por la sucesión de sus desventuras históricas. Todo hombre que se confiesa desengañado está más que nunca hundido en su propio error, como todo loco que se declara curado no ha hecho más que subir en grado en la jerarquía de su propia locura. Todo el mundo lo sabe. Lo que se sabe menos, y que yo mismo confieso ignorar, es el secreto del mecanismo psicológico que hace que toda ilusión desengañada se transforme casi siempre en ilusión agudizada. (...)

Clément Rosset. EL DEMONIO DE LA TAUTOLOGÍA, seguido de cinco breves piezas morales. Arena Libros, año 2011, pág. 86-87. Traducción de Santiago E. Espinosa.

Estoy parcialmente deacuerdo con el texto que habéis podido leer del filósofo francés Clément Rosset. Pero no lo puedo estar conceptualmente, pues no dejo de entrever en las palabras "desilusión" y "desengaño" dos cosas distintitas y porque lo que dice Rosset no deja de ser relativo, es decir, no es aplicable a todos los casos.

La desilusión comprende que un hombre se ha hecho una idea irreal -e irreal no quiere decir no real como carente de existencia, pues todo es real y lo irreal es real en cuanto que se trata de algo que puede ser pensado, sino que carece de posibilidad- de una cosa que primeramente consideraba posible, o que ha sembrado en su interior una perspectiva sobre algo que a priori parecía posible, pero siempre posible para ese propio sujeto... y para nadie más. La desilusión sería entonces una venida de golpe de lo real, un daño emocional, un golpe, en definitiva, que pone los deseos o lo que cada cual quiere que las cosas sean en suspensión, dejando únicamente al descubierto lo que es posible, lo único que es posible, la evidencia.

No obstante, el desengaño supone que se tiene un conocimiento de lo real pero que a la postre éste, posteriormente, se muestra contrariamente a lo real, manifestándose lo que es de una forma totalmente distinta a la que se concebía.

Así pues, la ilusión es el fantasma de lo real que nos creemos, que forzamos en creernos como real. Cuando el número de magia que nos hemos infundido, o el que nos han infundido, desaparece, viene la desilusión. El engaño, por otro lado, supone que alguien que es ajeno a ti te ha llevado a un entendimiento engañoso de lo real, o que uno mismo se ha forjado una realidad, una realidad de las cosas, pero una realidad siempre ajena al concepto de ilusión, pues no es una ilusión, no es algo que no esté, sino que está, pero que está como una máscara. Cuando la máscara desaparece y surge esa realidad detrás de esa otra realidad, nos encontramos con el desengaño.

Se desilusiona el que sueña, se desengaña el que ve, pero ambos viven en la mentira.

No obstante, ¿cuántas cosas que se han hecho con ilusión han dado un resultado real? Pues claro, una cosa es tener ilusión por las cosas, es decir, un estado de ánimo que te aventure hacia lo que aún no es real, pero que supone un posible sin evidencia aún en la vida misma; y otra cosa muy distinta es soñar despierto, crearnos un mundo idílico, un mundo ajeno a la propia realidad; pues las normas de ese mundo idílico no suelen ser las mismas que las del único mundo posible (si no no sería idílico o utópico). Y bien, ¿cuántos engaños son parte de nuestra propia realidad? El engaño es sólo una máscara, esa falsedad real. Porque lo falso no es irreal, es lo más real si cabe. Es por ello que el que más consciente es es el más desengañado. No está más hundido en su error, estimado Rosset, sino hundido en otro error o más cerca de la verdad, es decir, de lo real. Pero esto... ¿quién lo sabe o cómo puede saberse? Sólo sabemos que la ilusión es enemiga de lo posible y que la máscara lo es de lo evidente.

LA ESPERANZA DE LA VOLUNTAD Y LA VOLUNTAD DE LA ESPERANZA

Menos arrodillarse y más pelear

Pensar que el esclavo no tiene voluntad es descabellado, por ello me veo en la necesidad de escribir el siguiente texto si no quiero correr el riesgo de ser malinterpretado. Pues bien, el esclavo, el hombre de la esperanza, tiene voluntad, pero la voluntad de la esperanza; es decir, hablamos de alguien que por propia decisión acepta la sumisión a lo imaginario o a lo parlante y real, quien le promete lo imposible.

La voluntad de la esperanza es la acción abocada a esperar todo de otros. Es la acción de aquel que siempre busca un redentor, alguien que le guíe y le prometa la salvación. Busca su esperanza activamente, quiere recibirla, quiere no perderla, y eso lo hace a voluntad, activamente. Su voluntad no está en ser mejor por sí mismo, sino en encontrar a alguien que le empuje… ¿a ser mejor? Porque este esperanzado cree que será mejor obedeciendo la fe, arrodillándose, dejando su ser a merced del capricho de aquel de quien espera y da gracias por todo. No es caprichoso el cristiano, o el musulmán, o… quien sea, que dice a todo “Gracias a Dios” o "Gracias..." a su ente o no-ente venerado. Es que este hombre, esclavo, no hace nada, todo lo que le ocurre es gracias a otro. No es un hombre a voluntad, sino a voluntad de otro, a voluntad de su Dios o de su redentor o guía. Su esperanza es decir “mi voluntad es otro”.

Sin embargo, el fuerte sólo espera de su voluntad el resultado de sus acciones, quien dice: “yo soy mi esperanza”. Por lo tanto, no espera otra cosa que no sea de sí mismo. De ahí que en alguna ocasión haya definido la voluntad como la esperanza de los fuertes. Este hombre es libre, y no es libre en cuanto al derecho que “otros” le dan, sino al propio derecho que a sí mismo se otorga. Ser soberano es ser libre y casi un capricho, pues uno mismo se lo da. La libertad se mide con todo aquello que sólo uno es capaz de hacer por sí mismo; pero he aquí y ahora la contradicción, la libertad es también la medida de todo aquello cuanto uno es capaz, por voluntad propia, de renunciar a cambio de un compromiso, de un comprometerse con una causa noble o con sus iguales. La libertad como eterna contradicción, la libertad como negación de sí misma, pero siempre clara en un punto, en el punto señalado anteriormente: la libertad es la medida de todo aquello que sólo uno es capaz de hacer por sí mismo.

Cuando hablo de esclavos no me refiero sólo a los abrahámicos, sino a todos sus derivados como los marxistas, los ateos, etc. Y bien, no sólo a éstos, también a otros que quizá a priori no son esclavos por verter sus ideas en otras cloacas. Aquellos que son poseídos por las ideas, por el fanatismo, son también esclavos. Es difícil no ser esclavo, es difícil ser libre y estar seguro de serlo. Yo, cuando hago algo, me pregunto: ¿lo hago por propia voluntad? Incluso responder a eso es difícil.

¡Menudo problema acabo de generarme con estos pensamientos!■

EL ÚLTIMO HOMBRE CONTRA EL SUPERHOMBRE

Una reflexión sobre la pena y la lástima: una diatriba contra los "tolerantes"


La pena y la lástima son dos venenos casi sinónimos, y digo casi por no decir idénticos. Beber de ellos te convierten en un esclavo. Si, te convierten en eso, y siendo esclavo no ayudas a nadie. Es que sentir pena no te hace más humano, sino más gilipollas. Y disculpen el exabrupto, pero esa palabra es, objetivamente, la adecuada. Una cosa es sentir empatía por el dolor ajeno y otra vivirlo como si te doliera a ti. Una cosa es comprender un dolor ajeno y otra ver en el que sufre necesariamente una víctima o un ser que merece piedad, es decir, tu servidumbre hacia quien padece, tu esclavitud hacia el débil. Quejicas, flojos, vagos, pordioseros son los que dan pena y viven de ella, los que os dan su veneno y... picáis como moscas. Aquel que sufre de verdad no comparte su dolor, no lo expone, aquel que sufre de verdad no comparte su herida infecta, se la cura, pues quiere evitar el contagio. Presbíteros, monjas, capillitas, oenegetas, así llamo yo a los que son dichosos ante la servidumbre hacia la piedad, personas que beben de ese veneno de la misma forma que lo suministran.

Ser débil es hoy lo bueno, pues todo el mundo busca ser merecedor de la compasión de los otros, cual niños faltos de cariño que no se bastan a sí mismos. Seres incompletos, sumidos en la desesperación de sus propias carnes, son los que aúllan por las calles en silencio, clamando piedad, detestando la fuerza, ocupando plazas o jactándose de ser revolucionarios y rebeldes, además de víctimas de todo, sobre su fungoso sofá. Hoy es la debilidad la fuerza, hoy es la compasión la fuerza, hoy es el bello y esculpido Apolo una ofensa, no digamos ya Ares o Zeus. Salgo a la calle y me sorprendo por no ser quemado vivo.

Y ya sé que el mundo es cruel, ya sé que el mundo es una calamidad, pero por ello debemos ser alegres, debemos suministrar esa alegría paradójica que Clément Rosset me mostró, que me mostró como guía, dándome un arma para enfrentarme a los monstruos que me aturden. Es por su crueldad que el mundo necesita la auténtica fuerza, y una auténtica belleza, y una verdadera ética que ponga en orden este caos que nos ha tocado vivir. Y vayamos a lo cruel. Este vídeo que sigue es estremecedor, nadie en su sano juicio puede ser ajeno al sufrimiento que en él se ve plasmado y nadie en su sano juicio puede celebrarlo. En él vemos a auténticas víctimas de la sinrazón humana, en él también vemos a bien alimentados oenegetas:


No me divierte saber que eso ocurre en el mundo, no me divierte en absoluto, pero paradójicamente río, río consciente de la miseria, consciente de todas las injusticias: ser débil no os salvará, ni ayudará a nadie. Pero por qué me intentan inducir el sentimiento de culpabilidad, porque intentan debilitarme, por qué pretenden turbarme la razón y el buen juicio, por qué me hacen responsable de los males del mundo, cuando sabemos que la pobreza en el tercer mundo es anterior al colonialismo, ni es provocada por el hombre blanco.

Esas imágenes son las que provocan que los europeos y los occidentales en general no ofrezcan resistencia ante la venida de hombres y mujeres tercermundistas a su suelo. Esos oenegetas que ofrecen esas imágenes saben perfectamente que esos niños no van a ir a Europa jamás, que morirán en el mismo suelo que nacieron: esas imágenes fundamentan la idea mítica del "pobre(cito) inmigrante"; no obstante los oenegetas explotan y trafican su miseria humana, propiciando que el capitalista tenga mano de obra barata, que el marxista cultural pueda destruir Europa en sangre y en valores, y que el oenegeta pueda conseguir su donativo; como veis son demasiados los beneficiados en todo esto, por lo que no seáis ingenuos: mientras el problema (mientras su negocio) sea rentable... seguirá. Esto también ayuda a la psique del hombre europeo a sentirse culpable de su condición, de verse feo con su piel blanca e indeseable por la sangre que bombea su corazón. La pena, la lástima, la piedad, la compasión, eso es lo que corroe a Europa, eso es lo que corroe en los hombres de ahora, un mal de conciencia, una mala rumia. Ya Nietzsche lo denunció, ya Nietzsche nos avisó... pero nadie escucha a los hombres intempestivos excepto unos pocos.

Y ahora qué, cuando os deis cuenta de todo lo que habéis hecho, cuando os deis cuenta de lo que habéis provocado, cuando os deis cuenta del engaño, no será la tolerancia la que os vaya a salvar, si acaso os matará. ¿Qué haréis cuando sintáis el frio hierro del machete en vuestro cuello? ¿Qué haréis cuando escuchéis los jadeos de vuestra novia violada en grupo? Os arrepentiréis de todo y entonces os sentiréis culpables de otra forma, y os diréis: «Qué mejor habría sido ser intolerante, aunque pueda ser una inmoralidad. Mil veces mejor una inmoralidad que una estupidez. Mil veces mejor ser el malvado en un mundo de bonachones mojigatos». Y yo os digo, bestia entre las bestias: ¡temedme, buenos corderitos, temedme a conciencia y desearme un final atroz!, pero darme las gracias, pues yo mantengo, paradójicamente, vuestra esperanza viva en vistas de que vuestro señor o vuestros Dios os salvará. ¡Ingenuos! Yo y mis iguales danzaremos y beberemos sobre vuestros cadáveres, sobre los vuestros y sobre otros venidos de lejos, los cadáveres de los últimos hombres.■

LA TIRANÍA DEMOCRÁTICA: LA IDEOLOGÍA ENGAÑABOBOS


Este discurso sería una provocación en cualquier otro lugar, pero no aquí, donde se reúne Foro Identidad cada dos semanas para entablar un duro combate entre las ideas libremente expuestas. Advierto que este discurso es mi opinión, hablo yo y sólo yo, de forma subjetiva, con la pretensión de contribuir al debate y nada más, por lo que no quiero reproches sobre su orientación ni que nadie se sienta atacado. Por lo demás, que a nadie le pille por sorpresa este discurso, bien conocido soy por no ser un amante de la democracia parlamentaria y todo aquello que represente debilidad y desidia.

Comencemos abruptamente: ¡el tolerante es una calamidad! Y eso es algo que lo saben muchos, incluso los que dicen ser tolerantes. Si no lo saben o alguien de aquí no lo sabía, lo digo yo. Una cosa es respetar, otra tolerar; lo primero es razonable, cívico, necesario, o casi necesario, porque a veces puede no serlo; pero lo segundo es, como he dicho anteriormente, una calamidad. Pocos tolerantes son los que yo conozco, y los que podría haber conocido he evitado conocerlos, pues yo no me junto con borregos. Me da igual que alguien me diga que es tolerante, como si yo me tuviera que creer todo lo que me dicen. Por lo tanto, me congratulo de que aquí, en Foro Identidad, seamos unos intolerantes consumados, necesariamente intolerantes, porque por necesidad no somos estúpidos. Si fuéramos estúpidos no vendríamos a este foro. Y me detendré en esto que expongo, para aclarar a los incrédulos el atrevimiento de mis palabras.

Tolerar es asumir cualquier cosa sin resistencia. El tolerar es, en su máxima expresión, el "me da igual", el "lo acepto", el "por qué no", el "está bien"... ¡la indiferencia! La tolerancia es la actitud del nuevo modelo de esclavo generado por la democracia, un nuevo hombre de inacción crítica, intelectual y volitiva, despojado del espíritu de lucha y de su propia identidad. A este hombre le da igual todo lo que no sea él mismo, pues no tiene más remedio que soportarse. Tolerar es no discutir. Yo siempre le digo al "tolerante", cuando me insulta o me critica una idea: «Tolerante, ¿por qué me discute, no acepta usted cualquier idea? ¿No dice usted ser tolerante?» Y es que la tolerancia es en sí misma ajena a la discusión. Así que observemos a nuestro alrededor, mirémonos a la cara, y observemos sin miedo: el mundo, el mundo entero, es hipócritamente tolerante y absolutamente intolerante. Así que el mundo es, en este sentido, algo poco estúpido, porque la intolerancia significa que "hasta aquí acepto", "hasta aquí he llegado", "no todo vale". Y así debe ser, las ideas y los actos se enfrentan y algunos pierden y otros ganan. Yo, cuando vengo a Foro Identidad, me regodeo en toda nuestra brillante intolerancia, porque es la esencia de nuestro foro, de cualquier foro libre, de cualquier foro donde se juntan personas a pelear con las ideas. Es por ello que me atrevo a decir que nuestra clase política es estúpida, pues sumida en la tolerancia, en la neutralidad política, y esto viendo más allá del teatro que hay montado, vemos que no hay una confrontación real entre amigos y enemigos.

Otro de los logros de la tolerancia democrática es que los imbéciles pueden hablar y decidir. Cuando eso ocurre un pueblo se hunde, pues se reniega de la calidad y de la excelencia. Yo digo que no, que no todos pueden hablar, que no todo el mundo tiene el mismo valor, que no todos somos iguales y que hay personas mejores que otras. Esto es una realidad.

Así pues, ya he desquebrajado uno de los elementos esenciales de la democracia, o de lo que nos han dicho que es la democracia, y que es, en esta democracia, inexistente por imposible: la tolerancia.

Otro de los mitos de la democracia es la soberanía popular. ¿Existe tal cosa? Para que haya soberanía popular debe haber una identidad concreta en un grupo de gente concreta, y hoy, radicalmente puedo decir que no hay pueblo, sino una masa desarraigada. Lo que queda de pueblo es tratado como una entelequia, como una antigualla, y es que dentro de poco los españoles que quedemos viviremos en reservas, como los indios, si no es que acabamos aniquilados bajo el cielo de la estrella y la media luna. En un país donde lo único que define la nacionalidad es el DNI la pertenencia al pueblo se ha perdido, así como la conciencia de tal. Así que, ¿soberanía popular? No es posible, ahora mismo no; o al menos no es posible la del pueblo español.

Nos han dicho que por votar cada cuatro años somos libres. Eso es una chiquillada. Cada cuatro años votamos y luego vemos cómo hacen con lo que hemos votado lo que quieren: ¿cuántos casos de transfuguismo hay? ¿Y la ley electoral? La ley electoral es antidemocrática, y más con las nuevas normas que restringen la pluralidad política, es decir, la participación de partidos si no cumplen ciertos requisitos. Y bien, votamos y decidimos a quien sentamos cada cuatro años (Eso si, decide la mayoría, no el pueblo, un claro ejemplo de que prevalece la cantidad sobre la calidad). ¿Y luego qué? Supongamos que hemos decidido algo. Luego ese a quien hemos sentado hace lo que le da la gana, pues ese hombre no sirve al pueblo, sino sus propios intereses de partido y personales... y a otros privados: ¡la democracia es también la tiranía de los caprichosos! Yo prefiero mil veces a un líder que a un político profesional. Yo quiero a un hombre con valores, a un hombre capaz de darlo todo por el pueblo que presumiblemente ama. Yo no quiero democracia, es decir, a charlatanes, sino a hombres que lleven un país como un marino su barco, firme por los mares, evitando que se hunda. Quiero a un capitán, quiero a un líder, quiero a alguien que sea capaz de tomar decisiones.

Otro mito de la democracia es la libertad. Es por ello que a difícil tarea es a la que nos enfrentamos los librepensadores en esta época de decadencia, difícil tarea en un mundo donde todos hacen uso de la palabra libertad sin ejercerla. En la democracia es libre sólo aquel que acepta todas las máximas democráticas tal como los autodenominados demócratas las han venido exponiendo. El demócrata te dice lo que es demócrata y lo que no es demócrata. Y hoy, lo que no es demócrata debe ser reducido. Y luego te vienen hablando de tolerancia y bla bla bla.

Yo nací el año 1981, durante los inicios de la orgia "memocrática". Ya había ocurrido el intento golpista. Luego me educó la logse y me enseñaron a distinguir entre el fascista y el demócrata. Básicamente facha era todo lo que había antes desde el inicio de los tiempos hasta no hacía mucho... "desde hace poco el pueblo es libre", me dijeron. Pero hay más. Los docentes me explicaron que fascistas son todos aquellos que no desean la libertad de expresión, es decir, no se trataba de gente que no te dejara decir cosas, sino que te decían lo que se debía o no decir. También son aquellos o eran aquellos que persiguen o perseguían a los de pensamiento diferente, además de ser aquellos que defienden a los ricachones. Y es que todos los fachas son ricachones, me dijeron, todos son capitalistas y están en contra del trabajador. Sin embargo, los demócratas son gente humilde, es decir, gente que no hace ostentación de riqueza, gente generosa y que mira por el pueblo. Son también luchadores por la libertad y radicalmente tolerantes. Los demócratas son buenos, los fachas son malos. Pues bien, en este mundo tan extraño que me ha tocado vivir aún no he conocido a un demócrata, y si los hay, o son minoritarios, o son perseguidos o... ¡paradoja!, les llaman fachas.

Y bien, no se confundan, en esta parrafada demócrata significa, al menos si nos referimos al demócrata perseguido, "aquel que piensa que el poder debe emanar del pueblo, pero de un pueblo homogéneo y firmemente constituido con la mira puesta en la única empresa noble: la patria, la nación...".

Y quiero finalizar hablando del tema "Libia", sobre lo que hemos vivido durante los últimos meses. Para ello transcribiré varias parrafadas que escribí en otros foros y que he unido en un sólo texto:

«Lo más lamentable es que ayer, hablando con muchos, deduje que el sentimiento generalizado es de felicidad ante la muerte de Gadafi. Me llamó la atención, gente que está todo el día con la “paz”, los derechos humanos, etc. etc. en la boca. Es la doble vara de los “demócratas”, que de demócratas tienen poco. La lucha metapolítica debe ser a conciencia, porque cambiar esta mentalidad va a ser complicado.

Los medios de comunicación también han hecho la guerra y son un elemento que hace posible la inexistencia de una democracia real, y he ahí que debemos responsabilizarles de toda esta opinión pública, que no es del público, sino de la tele. Los medios han llamado tirano, dictador y bla bla bla a Gadafi, ¡y qué más daría eso! Nos han vendido que esos rebeldes quieren la democracia y demás, y ya veremos lo que pasa en todos esos países. Los cristianos estarán temblando, por ejemplo.

La democracia es una tiranía más, te da con el mazo y te atiza con fuerza de otra forma, te llena el estómago y con eso pretende amansarte. La gente piensa que con la democracia ya hay libertad y valores, y con la democracia nunca ha habido tales cosas: la democracia de hoy es la sirvienta del capital. Eso sí, un logro interesante, los tiranillos se van rotando cada cuatro años. ¿Qué decide el pueblo en una democracia? En el poder quiero gente honrada, un líder que sepa dirigirnos hacia la victoria. Gadafi supo dirigir a su pueblo, le pese a quien le pese. Libia vivía el mejor momento de su historia en lo económico, Gadafi fue un líder y al principio del conflicto generado por el NOM Gadafi estaba ganando la guerra hasta que se inventaron lo de ataques a civiles y demás para que la OTAN tuviera una excusa ante la opinión pública de eso que llaman Occidente.

En un futuro, quién sabe, podremos juzgar a los mandatarios de la OTAN, a los ex presidentes yanquis, al “bueno” de ZP, a Sarkozy y a Berlusconi, por lo que han hecho en Libia y en otros muchos sitios, por lo que han promovido y siguen promoviendo. ¡Hay tantos responsables!

Y Gadafi no era un santo, lo sé, no soy tan ingenuo ni tan estúpido como para pensar eso. Saddam Hussein tampoco era un Santo. No lo fueron ni Hitler ni Mussolini. Tampoco lo era Stalin, ni lo es Carrillo. No lo es tampoco Obama, ni lo es Zapatero, ni Berlusconi, ni Sarkozy. Santos hay ninguno, y si encontráis alguno traérmelo para que desenmascare su apariencia de bondad. Ser demócrata no te convierte en bueno, hoy simplemente te da legalidad en tus acciones, aunque sean acciones criminales.

Y pensar que puedo acabar como Gadafi algún día, sodomizado y humillado, gracias al talante democrático que se ha demostrado en las "primaveras árabes" y en occidente, me ayuda a ser menos compasivo. No se ha liberado a nadie en todos esos países árabes, sólo los recursos naturales. La democracia es una tiranía más, lo demuestra cada día, y sus métodos son demoledores y sanguinarios... siempre de la mano del capital»■

EL FRACASO: EL FRACASADO Y SU VICTIMISMO


Hay muchos tipos de fracasados. Me detendré sólo en dos. Uno de ellos es el fracasado que está orgulloso de su fracaso y quiere en ello ser reconocido, así que no os corroa el veneno de la pena por él. Este tipo de fracasado se aprovecha del romanticismo de muchos personajes habidos en la historia o en los libros. Se aprovecha del estado hoy normal de cosas que ha hecho creer a la masa que el fracaso te otorga cierta superioridad moral o el estatus de víctima, lo que te da también superioridad moral. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que ser un fracasado te dé superioridad en algo? ¿En qué se basa esto? ¿Por qué necesariamente una víctima? A mí no me entra en la cabeza. No quiero decir que un fracasado no tenga en cierto momento razón, ¿pero ya, de entrada, ser fracasado te facilita superioridad moral y la razón?

Este tipo de fracasado es fracasado incluso cuando triunfa, pues este fracasado habla en nombre de los perdedores, se erige como mártir de las causas perdidas. Observareis que aquí, más que fracasado, hay pose de fracasado. Y es que este tipo de fracasado se inventa hasta sus fracasos. Es el rey del fracaso, es el rey de la derrota, y siempre será por culpa de alguien más fuerte, por alguien que supuestamente le oprime, la razón por la cual no consigue el éxito anhelado. El fracasado, en este caso, es también un oprimido, o más bien un victimista. Y se siente tan oprimido que se oprime a sí mismo. En batalla eterna contra sigo mismo y gracias a las psicologías modernas llega al propio auto-odio... Luego se vanagloria de ello: me odio, soy un ser mediocre, debo desaparecer... ¡Se vanagloria de su propia culpabilidad por existir, de su debilidad, de su podredumbre!

¿Qué estado de cosas ha propiciado todo esto? ¡Qué estado de cosas ha hecho posible que esta pose de fracasado, que este auto-odio, se ensalce como un don de humildad! La respuesta es sencilla, después de más de 2000 años la pregunta tiene fácil respuesta. ¡Los esclavos pueden hablar! ¡Maldita sea!

La figura del fracasado tiene muchos ejemplos en la literatura y en la historia. Casi ninguno de ellos responde al fracasado definido anteriormente. Y entramos de lleno en la segunda figura que quiero exponer.

Si existe romanticismo en estos seres creados por los más agudos ingenios o surgidos por los más enrevesados contextos históricos es porque se trata de seres que nunca han cejado en el empeño por algo, porque son luchadores empedernidos que prefieren la mayor de las derrotas y su honor intacto a recular y vivir mancillado. A ellos la derrota no les hunde, no es motivo ni escusa para ceder, sino más bien lo contrario, es la motivación. Fracasa constantemente, es decir, sus acciones no alcanzan la meta, pero sus miras están en la victoria, en la gloria, en el reconocimiento de sus hazañas por algo noble. Este fracasado tiene un aire voluntarioso, un aire distinguido e ingenuo, una inclinación hacia arriba que les obliga a luchar por valores más elevados que ellos mismos; y puede que por ello ya se hayan superado en parte. Su fracaso se mide por las acciones. El fracaso no está por lo tanto en el espíritu, que sólo tiene las miras puestas en la victoria, en el triunfo, en ¡la gloria!

Esto me hace pensar que qué importa fracasar o no, lo que importa es vivir la vida lo más intensamente posible sin renunciar en cada momento a lo que uno es y a lo que cada cual quiere proyectarse.

Se habla de que el nacionalsocialismo, por ejemplo, surgió de las cenizas del fracaso de la Primera Guerra Mundial. Su ascenso al poder es definido, por parte de muchos, sin que ello resulte escarnio, sino un matiz romántico, como el ascenso victorioso de una masa de fracasados o de una masa que más que fracasada, surgió del fracaso y estaba condenada al fracaso. Y es que el fracasado de verdad está condenado a ello. El fracaso real es el tema central de la tragedia moderna, y no una pose, ni una forma de vida, ni algo que deba infundirnos pena. Es el sino posible de los hombres heroicos, de los hombres fuertes que dan el todo por el todo aún a riesgo de quedarse con nada.■

LO REAL


Todo es real, todo lo que puede ser pensado, todo lo que es sensible, todo lo que se puede tocar y no tocar, nuestros sentimientos, las mentiras y las verdades... todo es real. En el mundo no hay lugar para lo irreal, todo lo que es es en cuanto que se manifiesta de una forma u otra. El mundo de las ideas existe, pero no como otro mundo, sino inmerso en ese único mundo real y absoluto como un algo pensado. ¿Qué es entonces lo irreal? Lo irreal es también lo real. Lo irreal es lo que no existe, es decir, lo que carece de "sensibilidad", pero a su vez se proyecta en forma de pensamientos, de ensoñaciones, etc. Todo lo que puede ser explicado o plantearse es de alguna forma.

Cuando la moral que se quiere implantar no se encuentra en la naturaleza se coge con las "manos" y se crea un sucedáneo, una moral manufacturada y racional. En el mundo real lo irreal surca invisible como el viento, pero como el viento, pega fuerte con sus azotes. Y corremos el riesgo de que se convierta en lo único real, en que sea la mentira, lo inexistente, lo "insensible", lo que domine cada acto, cada acontecimiento, cada hito de nuestras vidas. Si lo real y lo irreal son igual de reales, es decir, si ambos forman parte de lo Real, no sea descabellado pensar que existe una lucha inmemorial entre ambas fuerzas por ser hegemónicas dentro de un mismo mundo, del único mundo posible, como si hubiera una pugna eterna entre los que quieren mantener y defender lo ya establecido, es decir, el orden natural de las cosas (y estúpido sería aquí decir que se quiere "imponer" algo que ya es por sí mismo), y los que quieren establecer una realidad que sólo es viable mediante la imposición y el lavado de cerebro, es decir, el orden racional de las cosas.

Y no piensen que el orden natural no puede dar lugar a una moral, a un mundo espiritual y racional. Pero ese mundo espiritual surge de la tierra al igual que un manzano gracias al baño proporcionado por un cielo que siembra con agua y luz. El sustrato de esta moral es real, surge del mundo natural. Sin embargo, el orden racional de las cosas surge de algo tan sencillo como decir que aquello que no existe nos lo inventamos y que los manzanos nacen del aire. Este orden racional no surge de la tierra, es mera especulación. Mientras que el orden racional posibilitado por el orden natural surge de la tierra.

Esa moral que hoy impera lo único que pretende es lo mismo que con la silla, hacer el mundo un poco más cómodo. La moral que hoy nos domina no está hecha de las cosas de la vida, sino de divagaciones, de sueños, de metas imposibles e irrealizables. No está hecha para la laboriosidad y la paciencia de una vida natural y sacrificada, sino para monos sapientísimos con moral de esclavos. Esta moral que hoy totalitariza la vida de forma invencible quiere poner un velo a la propia vida en su crudeza. Quiere pasarnos por el fuego hasta que no quede dentro de nosotros ni una sola gota de sangre, quiere convertirnos en seres que no sienten ni padecen, en seres sin cuerpo que sólo sean pensamientos, como el aire, como los fantasmas.

Sin embargo, es inútil todo esfuerzo del utópico por deshacerse del mundo real, del único mundo posible. El polvo se puede tapar con una alfombra, pero el polvo sigue allí. El maquillaje puede ocultar el paso del tiempo, pero el paso del tiempo está ahí, inexorable, dorando cada piélago de nuestra piel.

Más de una vez he dicho que "el marxista cultural va en contra de la vida, pues no es un hombre de este mundo, de lo real, sino de otra parte, del mundo de las ideas". Básicamente no es que sea de otro mundo. Sé que todos habrán entendido lo que quería decir en aquel momento, pero me parece necesario aclararlo. El que es de otro mundo quiere alcanzar su mundo destruyendo el que ya existe. No quiere otro mundo en realidad, quiere el mismo mundo de ahora sustituyendo los pilares del mundo presente. Sólo de mentalidades así puede entenderse ese ánimo tan genocida del marxista. En el mundo que construye el moralista triunfante de la modernidad valdrá poco lo que veas, u oigas, o sientas. Lo irreal, que también es real, quiere imponerse y ser lo único Real. Preparaos para un mundo pensando, preparaos para un mundo que hecho de cosas que no existen tu cuerpo dejará de ser una pesada carga. "Pedazos de carne, pasad por la trituradora", nos dicen a lo lejos.■