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ENSAYO SOBRE EL CORPORATIVISMO (II)

por Soldado Vikingo

Eurofighter Typhoon del Ejército del Aire de España, modelo en cuya fabricación participa EADS-CASA, que se encarga, además, de montar los ejemplares destinados a España.

CASA C-101 Aviojet, ÍNTEGRAMENTE DE FABRICACIÓN ESPAÑOLA


Pese a la buena planificación que se pueda hacer de una economía, sería imposible tratar de llevar a cabo el mismo proyecto en dos países distintos, principalmente porque el nivel de recursos y calidad de los mismos suele diferir en cada uno de ellos.

Como toda doctrina económica, el corporativismo no es ninguna excepción. Por lo tanto, sería de locos creer que llevarlo a cabo nos aseguraría el mismo éxito en España y en Alemania. Y no menciono a Alemania por el hecho de que construyera la economía más sólida y fiable del siglo XX sin intervención capitalista o comunista alguna, sino porque es una nación que dispone de mucho más recursos económicos que España.

Con 3 siglos de vida menos que nosotros (como nación unificada), los alemanes han sabido industrializarse a un ritmo que está a años luz del nuestro. Y con una política económica inteligente como la del III Reich, desarrollaron una agricultura "apenas existente" -favoreciendo al pequeño y mediano empresario- y explotaron al máximo su ya de por si excelente industria. Pero mi preocupación actual no es la economía alemana del III Reich, sino la española de 2011. 

España es un país económicamente débil y por eso sufre más que el resto los nefastos efectos de la Bolsa judía de Nueva York. Llevamos décadas vendidos a una política económica especuladora y poco inteligente (y eso sin olvidar que somos “de sangre caliente” y que lo del trabajo tampoco es que nos guste mucho). Analizando nuestra economía sector por sector, nos encontraremos con un desbarajuste grandísimo:

Campaña de MSR en defensa de los trabajadores y productos españoles
El sector primario en España está casi abandonado, reducido a pequeños focos como Almería que, eso sí, alimentan a gran parte de Europa. Sin embargo, las verduras y hortalizas españolas son vendidas al extranjero en lugar de autoabastecernos con ellas los españoles. ¿Qué supone esto?. Que la fruta española de calidad se la vendemos a alemanes, franceses y británicos y en su lugar consumimos (manteniendo así) a los agricultores de Marruecos. En resumen, los españoles somos tan “inteligentes” que preferimos ganar dinero vendiendo buenas verduras al extranjero para después comprar otras de menor calidad a los marroquíes antes que abastecernos de lo nuestro. Priorizamos los beneficios económicos a la calidad de nuestra alimentación.

Pero no toda la culpa es nuestra. El capitalismo y el libre mercado son los culpables de que eso suceda, ya que los agricultores son gente que tiene que sacar a su familia adelante y, como es normal, venden al mejor postor.

El sector secundario es casi inexistente. Históricamente, la industria española se ha concentrado en Cataluña, Vascongadas y Asturias. Durante el franquismo se continuó el proceso industrializador, pero ya dentro de la política capitalista de la globalización. Dentro de este apartado entrarían también las pequeñas y medianas empresas relacionadas con la construcción, de la que hablaré más adelante.

El sector terciario había sido uno de los más explotados hasta fechas recientes, gracias a la gran cantidad de turistas extranjeros que visitan España. Por desgracia, depender de este sector es muy arriesgado, ya que la afluencia de turismo está muy relacionada con la situación económica mundial, además de que estos negocios son verdaderamente productivos en específicas épocas del año. Dentro del sector terciario también estaría la educación, el mejor ejemplo de lo “provechosa” y “rentable” que ha sido la inversión español de los últimos tiempos (sobre todo en maestros sectarios de corte progresista).

Por último, tendríamos al sector de la construcción, especulación pura y dura y sobre el que ha girado la economía española de la última década y principal responsable de la situación actual.

Mapa industruial de España en 1974 - Pincha en la imagen para ampliar
¿Qué soluciones puede ofrecer un cualquiera como yo? Hipótesis y especulaciones, si, pero más que aquellos que ven la solución a la crisis en otorgar subvenciones a diestro y siniestro e incentivar el consumo (que me expliquen a mí cómo la gente que apenas tiene para comer va a consumir en ocio).

Antes que nada, un Estado corporativista tendría que nacionalizar la banca para poner la economía al servicio de la nación. El capital financiero está para servir a los españoles y no para que estos hipotequen sus vidas alimentando a las oligarquías banqueras.

Centrándonos en los diversos sectores económicos, pienso que se debería apostar por la incentivación del sector primario. Está claro que ya a nadie le apetece ocupar esos trabajos; excepto cuando hay crisis, época en la que aquellos que me acusan de “racista” y “extremista” dicen que los inmigrantes deben marcharse porque ya no hay empleo para todos. Una solución podría ser que el Estado se hiciera cargo de las explotaciones ganaderas, pesqueras y agricultoras, en colaboración con pequeñas y medianas empresas del sector. Otra medida a tener en cuenta podría ser que se destinara a grupos de personas a esas labores en épocas de cosecha, tarea que podría ser llevada a cabo por todos aquellos que objetaran al servicio militar obligatorio (en caso de que este volviera a hacerse efectivo) o por individuos que estén cumpliendo pena de cárcel (obviamente, los presos encargados de esas funciones no serían ni psicópatas, ni terroristas, ni violadores ni asesinos en serie; serían individuos que no supusieran un gran peligro para la población). Como última propuesta, también podría destinarse a las explotaciones agrarias a todos aquellos que necesiten comprender lo importante que es el trabajo para ganarse la vida (“en nuestra Patria no habrá sitio para los vagos”) o a los parados temporales que se hallen en la búsqueda de un empleo más cualificado.

Actividad agropecuaria, encuadrada en el sector primario

Una vez España fuera autosuficiente en materia económica, podría pasar a la mejora de la industrialización, cuyo gran objetivo sería fomentar a la industria española, ya que actualmente las pocas empresas de esas características residentes en España son extranjeras (aunque de todos modos, en el sistema actual el dinero va a parar a manos de particulares y no de las naciones). España necesita empresas nacionales dedicadas a la producción de vehículos, electrodomésticos y demás maquinaria. Repito que no podemos depender de productos venidos de fuera, ya que en cualquier conflicto político podríamos vernos perjudicados por ello.

En cuanto al sector terciario, no tenemos que poner todas nuestras expectativas en el turismo, aunque es bien cierto que tendríamos que fomentarlo más aún (por ejemplo, bajando los precios de museos y edificios importantes, y dando entrada gratuita en días especiales). ¿Y qué hacer con el sistema educativo, que actualmente se lleva mucho dinero y la mayoría es malgastado?. Obviamente, no podemos retirar las subvenciones a la educación pública. Pero si que tendríamos que permitir la expulsión definitiva de aquellos sujetos que no quieran ser educados y se nieguen a ser productivos para la nación. Sin embargo, antes de llegar a esa medida, dichos sujetos podrían ser enderezados con una educación estricta o su servicio en la explotación agraria, como he comentado anteriormente.

Aquellos maravillosos camiones PEGASO hechos en España por españoles
Finalmente, el sector de la construcción debería de ser nacionalizado, o al menos, puesto en manos de pequeñas y medianas empresas, para prevenir así la especulación y conseguir que únicamente se construyan las viviendas necesarias, además de evitar la construcción y compra-venta de viviendas que únicamente consigan esclavizar a sus propietarios por la posterior hipoteca bancaria.

En un Estado corporativista, empresas como la ACS de Florentino Pérez no tienen cabida, al igual que el Banco Santander, Inditex, PRISA o Rumasa. El destino de las grandes empresas de origen español tiene que ser el de su nacionalización y contribución a la economía nacional y el bienestar de todos los trabajadores españoles honrados.

Hace poco veíamos que el gobierno venezolano comunista de Hugo Chávez nacionalizaba el Banco Santander. Todo el mundo sabe mi poca “simpatía” por el comunismo… pero esa medida no me apena para nada; si acaso por los españoles que hayan perdido dinero por ello. Pero no puedo sentir ninguna lástima ante esa acción contra un capitalista español que lleva empleos hacia otros países para llevarse más plusvalías gracias a la mano de obra barata.

Caso diferente es el de las multinacionales, porque esas sí que no tienen más capital que el de sus dueños. Las grandes empresas que operan en un determinado país al menos pueden ser nacionalizadas, pero Coca Cola, Nike o McDonalds (por citar algunas) únicamente pueden ser eliminadas del mapa mediante la destrucción de la globalización (porque nacionalizar todas sus filiales sería muy difícil). Pero ese ya es otro tema del que se podría hablar largo y tendido…■

Artículo relacionado:

Ciclo Carl Schmitt y El Concepto de lo Político (III)

LA MORAL POLÍTICA

La desaparición de la división derecha-izquierda no quiere, en efecto, decir que todas las distinciones políticas vayan a desaparecer, sino únicamente que esta distinción, tal y como la hemos conocido hasta un tiempo reciente, ha perdido lo esencial de su significado. Reflejo de una época que concluye, su tiempo pasó.
(Alain de Benoist, Más allá de la derecha y de la izquierda)


Me río de aquellos que dicen que la Falange es la extrema derecha o un partido capitalista

¿Qué es la moral política? Cierto es que me he tirado meses pensando en este concepto y a decir verdad lo tenía muy claro hasta que leí a Carl Schmitt. Bien definí anteriormente el concepto como una política sacerdotal en el que las variantes bien y mal o bueno y malo mutaban en forma de derecha y de izquierda. La derecha dice que la izquierda es mala y se cree con la superioridad de imponernos todo aquello que les parece bueno, la izquierda hace lo mismo, y en eso consiste la política (de haberla) en este país. Esta significación parece valida, pero si nos adentramos en la lógica de Schmitt podemos apreciar que pierde todo su significado, pues como bien he intentado demostrar en los anteriores artículos de esta serie inspirada en el el jurista prusiano, ni siquiera existe lo político en nuestro país, ni confrontaciones reales, sólo cortinas de humo; me explico: esas discusiones no entran dentro de lo político porque no dan soluciones políticas. Esas peleas sobre que la derecha es buena o mala o que la izquierda es buena o mala sirven para charlas de sobremesa en Intereconomía o en la barra de un bar, pero eso no es estrictamente lo político, como he dicho antes. Son peleas absurdas entre hombres autodenominados de izquierda o de derecha que al final actúan de la misma forma a favor del sistema y que piensan más en el pasado que en el presente: si en algo se caracterizan los moralistas de la izquierda y de la derecha es en que se creen herederos de las pugnas habidas en el pasado histórico de nuestro país. No es más que parte del espectáculo mediático en que se ha convertido el escenario teatral de lo supuestamente político. Hoy el PP no parece menos de izquierdas que el PSOE ni el PSOE menos de derechas que el PP, por ejemplo. Además, ambos partidos se han incrustado en una misma línea moral y si bien pueden divergir en lo económico, sólo discuten en las formas sobre cómo llevar un mismo caballo, pero no discuten sobre cambiar de caballo.

Que no te digan por dónde tirar, al final acabarás en el mismo punto
Bien es cierto que esta significación pueda tener alguna importancia en una mente actual y distraída que realmente vea una antítesis clara entre ciertos partidos del sistema porque aprecia en ellos una línea de derechas y en otros una de izquierdas. Pero si por algo me planteé el concepto de “moral política” es porque un partido político realmente revolucionario debería despojarse de la idea de la izquierda y de la derecha (y he de reconocer que Benoist me ha ayudado mucho en esta cuestión) y simplemente amoralizarse políticamente, despojarse de la bidireccionalidad derecha e izquierda para tener toda libertad de maniobrabilidad política: estar por encima de la derecha y de la izquierda. Ahora bien, el que yo diga que el PP o el PSOE u otros partidos del sistema ya no son ni la derecha ni la izquierda no quiere decir nada, simplemente que esos partidos han convergido y avanzan ahora juntos a la espera de que surja una nueva unidad que les haga frente y vuelva a constituirse un escenario político español según amigos y enemigos.

Si bien la derecha ha consistido en cierto conservadurismo moral y políticas económico-liberales más o menos rígidas (posiciones conservadoras, capitalistas, religiosas, burguesas o simplemente opuestas a la izquierda política), si la izquierda se ha caracterizado por políticas sociales ya sea bajo un prisma económico-liberal (Social Liberal), económico-socialista (desde una óptica marxista y progresista, obrerista y proletaria o para con los necesitados) o socialdemócrata, en qué lugar situamos fenómenos como los fascismos o el nazismo, mal encasillados en el extremo de la derecha política. Los fascismos y el nazismo demostraron no ser de extrema derecha pese a muchos, pero ojo, tampoco demostraron estar por encima de la derecha y de la izquierda o ser exclusivamente de izquierdas, sino más bien situarse en la izquierda y en la derecha desde un extremo al otro, recorriendo todo el espectro político en una amalgama de ideas muy interesantes (en esto profundizaré en un futuro ciclo sobre los hermanos Strasser). El propio partido NAZI sería considerado de izquierdas en su época a pesar de su fuerte calado conservador: patriotismo, raza... El propio Erik Norling, en su obra “Los Hermanos Strasser y el Frente Negro” publicada por Ediciones Nueva República, diría lo siguiente:

«Con respecto al nacionalsocialismo, una realidad sobresalía: el NSDAP había sido –fundamentalmente entre 1925 a 1930- un partido de izquierdas; nacionalista sí, pero ante todo socialista» (Pág. 20)

«Insistimos: es erróneo seguir con la vulgata que el NSDAP era un partido de extrema derecha. Para sus contemporáneos, se trataba de un partido nacionalista de izquierdas. Los calificativos “socialista” y “obrero” no fueron nunca un señuelo con el que engañar a incautos. Y, por supuesto, si Hitler era la izquierda, los disidentes del nacionalsocialismo hay que situarlos en la extrema izquierda» (Pág. 22)

El Frente Negro
«Un aspecto sobre el que han insistido –no pocas veces de manera morbosa – los historiadores de la Escuela marxista de la segunda mitad del siglo XX es su rechazo de que el fascismo pueda haber sido un movimiento de izquierdas o, al menos, procedente o con raíces ideológicas en la izquierda. En el caso del nacionalsocialismo –y de buena parte de los fascismos europeos de la primera mitad del siglo XX–, esto fue realmente así. Uno de los afluentes que convergen en el nacionalsocialismo procede de la izquierda y es inequívocamente socialista. Se trata de un socialismo nacionalista –no internacionalista, no marxista–, pero ese socialismo no es, en modo alguno y como se ha repetido hasta la saciedad, un burdo señuelo con el que engañar a obtusos incautos». (Pág. 232)

Así qué ¿cómo calificar al nazismo, al fascismo o al sindicalismo como movimientos de extrema derecha si precisamente su componente nacionalista los convertían en anticapitalistas por un lado y antimarxistas por otro, al renunciar al carácter internacionalista de ambas, y demostraron hacer por su pueblo mucho más que cualquier movimiento socializante marxista o atomizante liberal? Conocer más a fondo la naturaleza de los fascismos, del nazismo y del sindicalismo fue lo que me motivó a replantearme los conceptos de derecha y de izquierda desde un extremo al otro. Como dice Benoist “las ideas no valen por la etiqueta que les pongamos encima. Más que las ideas de derecha o de izquierda, lo único que cuenta es defender las ideas justas”.

La moral política, es decir, la calificación de derechas y de izquierdas, tuvo su auge en su momento, durante el siglo XIX y parte del XX, pero hoy dicha distinción es absurda. Antes si existía una configuración entre amigos y enemigos basado en la burguesía contra el proletariado, en movimientos liberales contros otros socializantes… hasta la llegada de los fascismos. La historia política debería replantarse introducir en la lucha de aquellos años veinte, treinta y cuarenta la variante fascista, sindicalista o nazi como un fenómeno distinto a la derecha y a la izquierda que gozaba de cierta transversalidad, pues bien mezclaban ideas conservadoras con políticas socializantes que se distinguían plenamente por su antiliberalismo y defensa a ultranza de su identidad. ¿Es posible calificarlos como de derechas o de izquierdas? No, hacerlo sería una imprecisión, como mínimo una ambigüedad. Y hoy, en perspectiva, vemos que no tiene ningún sentido.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo una confrontación entre dos formas de internacionalismo aliados (liberalismo y marxismo) contra el fenómeno nacionalista (fascismos, nazismo...). Actualmente esos dos viejos aliados internacionalistas parecen volver a converger, pero carecen de la necesaria oposición que les haga frente: y el terrorismo internacional no es un sujeto político, me niego a darle ese estatus a un “enemigo” casi virtual que hace más por el sistema (pues lo justifica) que contra él. Incidiremos más en estas ideas aun a riesgo de redundarme.

Así que si durante varias décadas la lucha política se configuró según amigos y enemigos en un binomio burguesía contra proletariado y posteriormente en una lucha a escala casi mundial entre internacionalismos y nacionalismos para a posterior triunfo del internacionalismo volver al binomio capitalismo contra marxismo (Guerra Fría), hoy observamos cómo el capitalismo liberal ha triunfado en lo económico y el marxismo en lo cultural, convergiendo: ¡el liberalismo ha ganado el combate económico y el marxismo el cultural! Eso ha conseguido que la derecha y la izquierda pierdan significado, que se desvaloricen, que no tengan un sentido para la actualidad, por mucho que se empeñen en reivindicar dichos conceptos. Son conceptos que deberían estar en desuso, lo mismo que están hoy en día en desuso las palabras “jacobino” y “girondino” o “bolchevique” y “menchevique”.

Pero bien, la lectura de Schmitt me ha ayudado a entender que no existe en la actualidad un ejercicio de moral política en realidad, es decir, una configuración según amigos y enemigos desde lo moral. Hoy, sin duda, se sigue una línea moral específica, que es la marxista cultural. Quien no sigue esa línea queda condenado al ostracismo. Triunfa la neutralidad y el colaboracionismo y toda queja es sólo una apariencia (Ej. Las manifestaciones convocadas por los sindicatos el año pasado). Digamos que la política se ha hecho imposible. Pero los nacionalistas, si nos constituyéramos en un sólido bloque, olvidando las diferencias, podríamos desde lo ético y lo cultural constituir una gran fuerza y devolver a este país su estatus político. Nosotros debemos constituir el enemigo real del sistema y no un chivo expiatorio, nosotros debemos ser esa fuerza de choque revolucionaria que despierte las mientes de nuestros compatriotas. Tenemos que explicarles a nuestros compatriotas quiénes son nuestros enemigos, quieran o no; hemos, por ejemplo, decirles que Mohamed no es nuestro amigo, que el senegalés que vende bolsos tampoco es nuestro amigo,  que el chino que vende bonito y barato no es nuestro amigo, que los independentistas no son gente con la que negociar, sino enemigos de la patria que deberían estar en la cárcel y sus correspondientes partidos ilegalizados, que las feministas y sacerdotes de la "tolerancia" son también unos traidores, bufones subversivos, máximos exponentes de la degradación de nuestra cultura; hemos de afirmar que la chica blanca que se va con un ser extraño a su herencia genética es una traidora y una cualquiera, que quien se casa con un extranjero no eurodescendeiente es una mujer devaluada y que aquella que no dé hijos blancos a Europa es una mujer fracasada; hemos de ser firmes y mostrarnos con dureza y convicción, hemos de concienciarnos de que estamos ante una lucha aun por hacer. La confrontación del futuro hemos de llevarla a cabo nosotros los disidentes contra el sistema, hemos de encumbrar a la disidencia a nuevo modelo de sistema atacando desde lo ético, desde lo cultural y desde lo económico (generando de esta forma lo político, encumbrándonos a lo político como nueva fuerza que es capaz de declarar una lucha, unas intenciones y la guerra a su enemigo). Disidencia contra Sistema es la nueva configuración posible según amigos y enemigos, y en ella no juega papel alguno la derecha y la izquierda. Es de nuevo el nacionalismo contra el internacionalismo, el anticapitalismo contra el capitalismo, es la proposición de banca pública contra la banca internacional, es la invitación de un estado corporativista y nacional contra un modelo mundialista que crece a costa de la soberanía de las naciones, es una guerra a favor de la identidad contra la destrucción de las identidades, es la defensa de la raza contra el mestizaje, es la metapolítica contra la politiquería… Y quien quiera definir eso en conceptos de derecha y de izquierda que lo haga, pero a mi modo de ver caerá en un gran error: no existen los conceptos eternos.■

Ciclo Carl Schmitt y El Concepto de lo Político (II)

UN FENÓMENO MODERNO: 
LA NEUTRALIDAD POLÍTICA

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La edición manejada es la siguiente:
Carl Schmitt, EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO (Texto de 1932). Ciencias Sociales, Alianza Editorial. Quinta reimpresión, 2009. Versión de Rafael Agapito

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«Si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra sino que se habría acabado también la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política, incluida la de la evitación de la lucha, si dejase de existir la posibilidad de una lucha en general.» (Pág. 64-65)

Si bien Schmitt nos delimita el área de acción de lo político, que se circunscribe a las categorías de amigo y enemigo, hoy en día se da la situación de que dicha conceptualidad política ha sido sustituida por lo estrictamente moral, pero moral desde una línea de pensamiento único que no da cabida a confrontaciones reales, sólo a acusaciones vacías. En un escenario no-político como el actual (hablaré del ejemplo español) no está del todo clara cierta constitución de hombres y mujeres en agrupaciones de amigos y enemigos. Más bien se percibe un escenario de “colegueo”: todos forman parte de un mismo sistema, todos trabajan por el sistema, por lo que la única oposición posible y esperanza para lo político se daría gracias al ascenso a las cámaras de representación parlamentaria de miembros de partidos antisistema que propiciaran una confrontación aunque fuera moral, es decir, la confrontación de dos concepciones de lo bueno y de lo malo. No obstante, otra opción sería la aparición de una weltanschauung amoral del mundo, que supondría la confrontación radical entre una ética crítico-moral (por encima del bien y del mal) contra la otra ética estrictamente moral (situada en el bien y en el mal que se delimita a decir lo que es bueno y lo que es malo), y que es la que domina el mundo.

Tanto el de la derecha como el de la izquierda son enemigos de España
Así que nuestros políticos se sitúan en la atalaya del bien para decirnos a todos lo que está mal y lo que es malo. Y eso lo hace, en el caso español, la mayoría de la cámara (por no decir toda, quién sabe lo que cada cual dice en privado), y todos los partidos sin excepción, ya sean marxistas, liberales… Por lo tanto la unidad política del caso español, más que en la constitución del 78, se esgrime en cierto pensamiento correcto, lo que hemos llamado mil veces marxismo cultural; pensamiento que si no predicas (sic) el sistema te condena al ostracismo “político”, te despide como figurante del teatro. No existe una realidad política bajo el concepto de Schmitt, todas las formaciones políticas obedecen un mismo segmento moral. Si discuten sobre lo económico, lo hacen bajo un prisma liberal y sólo sobre qué camino es mejor para el sistema liberal, asumiendo que es el único sistema viable: lo bueno. Y lo mismo ocurre con la moral, si discuten es sólo porque discrepan que esta medida u otra perjudica más o menos la consecución de unos mismos fines. Y que no os engañen los juegos de Izquierda Unida, un partido aburguesado y nada antisistema u otros partidos que siguen predicando cierto marxianismo. Por lo tanto, ciñéndonos a la teoría de Schmitt podemos afirmar que no existe en el panorama político español tal panorama político español. Nuestras cámaras, donde debería discutirse de gran política, se habla de asuntos cual curillas en una Iglesia, pues todos sin excepción ya saben lo que está bien y mal, qué es lo correcto e incorrecto, aunque sólo bajo su óptica, pues sobre lo bueno y lo malo hay muchas posturas, y no sólo la marxista cultural. Por lo tanto, qué paradoja, en España hay unidad política interior y al parecer la sociedad se identifica con dicha unidad (acostumbrada a la neutralidad, por lo que cualquier cosa que se salga de esa neutralidad será calificada de hostil y de radical), pues voten lo que voten, con matices, será lo mismo. Así que se vive una neutralidad pavorosa de pensamiento y acción desde la sociedad y las supuestas esferas políticas donde las agrupaciones entre amigos y enemigos son un mero espejismo: nuestro escenario político es simplemente un espectáculo, haciéndose imposible lo político. Y es por esto que la democracia tal como se entiende por parte del vulgo no es tal, sino una mera ilusión: el pueblo ni decide ni se beneficia el poder. Lo que vemos no es, en consecuencia, una política real, ni una lucha real. La situación actual no es por lo tanto culpa de los "políticos" nada más, sino de un pueblo que ha renunciado a la lucha, es decir, a lo político.

No obstante, este estado de “neutralidad” no puede durar permanentemente y, por supuesto, lo que yo he dicho no es lo que ocurre exactamente, pues la realidad es más compleja; he construido una aproximación a la realidad, descrito en parte el ambiente del politiqueo español. Bien sabemos que los verdaderos grupos de oposición, al menos en un terreno moral y ético –también en lo económico- están bien machacados por el sistema (los buenos): me refiero a los partidos nacionalistas (los malos). Éstos, siendo una minoría, por ahora, son el gran demonio del sistema. Pero por ejemplo, los disturbios causados por la inmigración en Salt durante el mes de enero u otros disturbios parecidos (e imaginaros que no cesan y se hacen cada vez más afanosos, lo cual no sería descabellado) podrían catapultar a estos partidos nacionalistas como poder político de primer orden (con auténtica capacidad de), al verse buena parte de la sociedad autóctona identificada con dichos partidos. Constituyendo ya estos grupos nacionalistas un enemigo real y no irreal (como ahora, chivo expiatorio) podría reaparecer en la escena española la política, habiendo una clara confrontación y una clara distinción entre “enemigos públicos”. Pero esto es sólo un ejemplo, pues bien sabemos que en el área nacionalista no existe la ansiada unidad: bien harían los líderes de los diferentes partidos nacionalistas leerse a Schmitt o a Thiriart, pues ambos propugnan la “unidad política”.

Sin embargo, recuerdo que en España volvió lo político durante el año 2003 gracias a la Guerra de Irak. Si, ese “a favor” y “en contra” de la guerra favoreció ese regreso a la acción política, esa agrupación según amigos y enemigos ¡a escala planetaria! Para que se constituya lo político da igual que sea por algo moral, o por una confrontación religiosa, simplemente es necesaria esa agrupación según amigos y enemigos y entonces se da lo político:

«Nada puede sustraerse a esta consecuencia de lo político. Y si la oposición pacifista contra la guerra llegase a ser tan fuerte que pudiese arrastrar a los pacifistas a una guerra contra los no pacifistas, a una «guerra contra la guerra», con ello quedaría demostrada la fuerza política de aquella oposición, porque habría demostrado tener suficiente fuerza como para agrupar a los hombres en amigos y enemigos. Si la voluntad de evitar la guerra se vuelve tan intensa que no retrocede ya ante la misma guerra, es que se ha convertido en un motivo político, esto es, que ha acabado afirmando la guerra e incluso el sentido de la guerra, aunque sólo sea como eventualidad extrema». (Pág. 66)



- - Si bien el gobierno de Aznar metió a España en una guerra innecesaria e injusta, vean cómo los opositores, el enemigo político del PP -que en realidad no es tal- de aquellos tiempos (tanto desde las calles como desde la cámara), se pusieron el pañuelo y pasearon las banderas de Palestina, Irak y alguna Gay (es bueno ser palestino o irakí o homosexual, pero no español para esos traidores), paseando igualmente banderas republicanas y banderas rojas con hoces y martillos. Interesantes las pancartas y sus mensajes, incluso hay una que califica de miopes tanto a la izquierda como a la derecha. - -

Y bien, sé que existen diversos episodios pasmódicos en los que se ha dado también el deseado fenómeno de lo político en nuestro país, pero desgraciadamente a lo que se aviene el escenario español es a la neutralidad, a discusiones fútiles y a la asunción de un pensamiento único: para paliar esta carencia de lo político en nuestra vida actual se recurre a regenerar las sempiternas guerras del pasado en lo referido, por ejemplo, a la II República, el franquismo, etc.; a la vez que se soslayan de forma descarada problemas que requieren decisiones precisas y valientes: la inmigración o el independentismo, por ejemplo. Eso “de ir al pasado” es un intento desesperado por mantener en España una especie de escenario político, cuando ese ir al pasado es terreno de estudio de los historiadores y no de cuatro resentidos que se han afiliado a un partido político para dirimir las disputas de sus abuelos o bisabuelos. Y no digo que se deba obviar el pasado, nuestra historia, simplemente digo que es inútil hacer siempre presente el pasado; lo político debería tener otras prioridades, muchas de ellas con la necesidad de una respuesta política inmediata.

Nuestro país -ya refiriéndome al estado como la unidad política y dejando de lado las diferentes unidades políticas que podrían darse dentro de la suprema unidad, el susodicho Estado- ni siquiera tiene enemigos en el exterior. Nuestro país no encuentra enemigos fuera de sus fronteras, el mundo parece para nuestros gobernantes una bella utopía, un mundo armónico donde todos son amigos. Nuestro Estado se lleva demasiado bien con Marruecos, enemigo natural de España, de la misma forma que le está cogiendo el gusto al velo y al islam, por ejemplo. Unos gobernantes que no reconocen a sus enemigos han renunciado a lo político, y todo sea dicho, han dejado a todo un estado despolitizado a merced de lo “extraño”. Y es que las exigencias del mercado no hacen posible dicha hostilidad, hay que llevarse bien y hacer el idiota:


- ESPAÑA VENDE Y REGALA ARMAS A MARRUECOS
- España regala a Marruecos ocho lanzabombas como prueba "de hermandad" 

Pero claro, ¿cómo van a reconocer nuestros gobernantes a su enemigo exterior si ni siquiera son capaces de reconocer enemigo interior alguno? Yo si sé cuáles son mis enemigos, muchos si reconocen al enemigo, pero nuestra lucha carece de la fuerza para constituirse en enemigo de, nuestra lucha carece de la fuerza para constituir lo político.

Sé que se me podrían decir que ETA constituye un enemigo reconocido por nuestros “políticos”. Sin embargo, en mi opinión –que no debe ceñirse con la realidad de otros- ETA no constituye un sujeto político, ni su lucha una guerra. ETA no es más que cualquier mafia de delincuentes. Me niego a otorgar a ETA el estatus político, eso sería reconocer legitimidad al independentismo por un lado y a sus acciones por otro. Las pretensiones de ETA son ilegítimas.

Empero, si tienen estatus político ciertos partidos independistas que deberían estar ilegalizados y sus respectivos líderes metidos en la cárcel por traición a la patria. Estos enemigos de la nación no son vistos como tales por nuestros gobernantes a nivel nacional, depositarios del poder que obliga el ejercicio del Estado; son, por otro lado, enemigos con los que negocian porque no reconocen en ellos a su contrario. No nos sorprenda que hablen de unidad y fortaleza institucional cada vez que se negocia con partidos contrarios a la unidad nacional:


Nótese como el PP, pésimo opositor, simplemente, por inercia, está en contra de la medida del PSOE -sin aportar ningún arguemento, y la indignación no es un argumento-, como el que lleva la contraria a su padre, cuando el PP no puede presumir siquiera de defender la unidad nacional. Mienten como bellacos: el PP también vendió y negoció parte de la soberanía nacional para beneficio de sus intereses con partidos separatistas:


En el estado de la neutralidad, en el estado cuyos gobernantes no reconocen a sus enemigos, los enemigos exteriores vienen a hacer botín a nuestras tierras, los independentismos se hacen fuertes para constituir la más alta unidad política: la creación de un estado-nación nuevo… a la vez que la nación española, poco a poco, pierde soberanía territorial, pierde su identidad, deja de ser España… mientras la banca, como siempre, gana.

«Sería una torpeza creer que un pueblo sin defensa no tiene más que amigos, y un cálculo escandaloso suponer que la falta de resistencia va a conmover al enemigo. (…) es mucho menos imaginable que un pueblo, por renunciar a toda decisión política, pueda llevar a la humanidad a un estado puramente moral o puramente económico. Porque un pueblo haya perdido la fuerza o la voluntad de sostenerse en la esfera de lo político no va a desaparecer lo político del mundo. Lo único que desaparecerá en ese caso es un pueblo débil». (Pág. 82)


Enlaces de interés:
- ¿Qué es metapolítica?
- Manifestaciones globales contra la guerra de Iraq
- SOBRE EL PASADO Y LO PASADO

ENSAYO SOBRE EL CORPORATIVISMO

por Soldado Vikingo.
Publicado anteriormente en su blog Una, Grande y Libre.

Las corporaciones consisten en agrupaciones de personas con objetivos comunes en una misma labor económica. (S.V.)
En varias ocasiones se me ha criticado de atacar al capitalismo y al comunismo sin proponer una alternativa económica. Y eso no es del todo cierto.

La tercera vía, lo que suele definirse despreciativamente con el nombre de fascismo (su verdadero nombre, no hay duda, lo que me resulta ofensivo es el tono empleado para ello) defiende una política económica corporativista. Antes de pasar a explicarla, he de decir que mis conocimientos sobre economía no son muy buenos, pero intentaré hacerlo lo mejor que pueda (y hago la advertencia porque parece ser que para algunos tienes que ser un judío especulador para que tengan en cuenta tu opinión sobre la economía).

Las corporaciones consisten en agrupaciones de personas con objetivos comunes en una misma labor económica. Existen desde la antigua Roma y en España tuvimos en la Edad Media el fenómeno de los gremios. En épocas recientes, Miguel Primo de Rivera trató de corporativizar la economía española de la década de 1920, al tiempo que Mussolini lo hacía en Italia. Pero fue en la Alemania del III Reich donde este sistema (o al menos uno semejante) alcanzó sus mejores resultados.

José Antonio Primo de Ribera
Hay que dejar claro que el corporativismo busca la autosuficiencia económica de la nación. Un país será autosuficiente cuando pueda producir para sí mismo y no dependa en ningún sentido del exterior. Por lo tanto, el corporativismo es contrario a la globalización económica, donde son los grupos de presión (lobbies) quienes tienen el control de la economía gracias a la conexión mundial de todos los mercados. El mejor ejemplo de autosuficiencia (aunque no me guste reconocerlo) ha sido Cuba. Debido al bloqueo americano, Cuba ha tenido que rentabilizar sus recursos al máximo. Aunque lo mejor será no establecer similitudes entre corporativismo y comunismo, sobre ese apartado ya hablaré más adelante.

El corporativismo busca un sistema económico en el que el hombre pueda realizarse plenamente en su trabajo, ganarse honradamente la vida y no sea explotado. No hay que creer las mentiras vertidas por sus detractores, que dicen que es tan solo la sumisión total del trabajador al empresario.

En un sistema corporativista, la plusvalía (beneficios obtenidos de la producción) se reparten a partes iguales entre trabajadores y empresarios. Es por eso que el modelo de empresa más apto para un sistema corporativista es el de las cooperativas obreras y el de las pequeñas y medianas empresas (Pymes). ¿Por qué precisamente esos modelos? Muy sencillo: el corporativismo está radicalmente en contra de la lucha de clases y considera a trabajadores y empresarios como miembros del mismo sistema productivo. Para que no haya enfrentamiento, tiene que haber un trato cercano entre patrono y obrero. Y está claro que el trato entre trabajador y empresario será más frecuente y propenso al buen ambiente en una cooperativa o un pequeño negocio que en una gran multinacional. ¿Qué se haría entonces con las grandes empresas en un sistema corporativo? Nacionalizarlas o ponerlas al servicio del Estado (especialmente si se trata de negocios bancarios, de la construcción o de la alimentación, ejes básicos para el funcionamiento de un país).

Al contrario de lo que se suele pensar, las doctrinas defensoras del corporativismo no odian ni desprecian a los trabajadores. Únicamente exigen a éstos que el trabajo sea un valor importante en sus vidas. Tanto Mussolini como José Antonio coincidieron en esto (ambos dijeron que en su modelo de Estado no había sitio para todos aquellos vagos que se negaran a trabajar). Incluso Mussolini afirmaba que todo aquel que produjera un mínimo debía estar orgulloso de ello, y que las marcas del trabajo en las manos eran medallas que incluso él había tenido. Hitler también ha sufrido los ataques de los “defensores de la clase obrera”. Para quienes no lo sepan; cuando Hitler malvivía en Viena, estuvo trabajando como peón de albañil. Y el mismo Führer escribió en “Mi lucha” que el líder más grande podía ser hijo del campesino más humilde.

Benito Mussolini
Para el que no le quede claro lo que he expuesto hasta ahora: en el corporativismo no hay lugar para los vagos, los especuladores y los avariciosos.

Otra diferencia del corporativismo respecto al capitalismo y al comunismo es su consideración respecto al trabajador. Tanto el capitalismo como el comunismo consideran al trabajador un elemento de la producción (será por la mentalidad judía creadora de ambos sistemas).

En los últimos años, en el capitalismo se ha instaurado una corriente que podríamos calificar de “buen-rollista”, que pretende tratar bien a los trabajadores (esto se ve reflejado en las cenas de empresa). Si nos fijamos bien, siempre que se justifica el buen trato a los empleados por lo que sea, viene a continuación la frase “por qué así producirá más”. Para el que no lo haya comprendido, el capitalismo ha aprendido que un trabajador motivado por el factor que sea, le puede salir más rentable. Siempre está en medio el hecho de aumentar la producción o el rendimiento, nunca el tratar bien a una persona por ser lo que es.

Esta mentalidad materialista también podemos verla en los progresistas que justifican la llegada de inmigrantes para que nos paguen las pensiones. Primero, si no tenemos una estructura sólida para mantenernos nosotros solos, mucho menos podremos ocuparnos de los de afuera. Y segundo, esos progresistas tan multiculturales están tratando a los inmigrantes como objetos, para que trabajen en lo que ellos no quieren.

¿Qué consideración tiene, por tanto, el corporativismo de los trabajadores? El trabajador es un ser humano, y por ello tiene derecho a ganarse la vida sin que le exploten. De la misma manera, el empresario se compromete a tratar bien al trabajador, siempre que este sea honrado y lleve a cabo su labor. Queda clara la diferente consideración del hombre del corporativismo frente al elemento de la producción del capitalismo y a la herramienta estatal del comunismo.

Ahondando en la mentira de que el corporativismo somete a los trabajadores, otros han llegado a decir que económicamente es como el comunismo (mentira propagada principalmente por liberales). Como todos sabemos, en el comunismo no puede existir propiedad privada. Toda iniciativa empresarial queda a cargo del Estado. Frente a eso, en el corporativismo un empresario puede llevar a cabo una iniciativa privada, contando con la ayuda del Estado (ayuda que deberá ser devuelta, como es lógico) y sin explotar a nadie.

El capitalismo también otorga subvenciones, pero suele hacerlo consciente de que las Pymes son necesarias para el adecuado funcionamiento de la oligarquía capitalista superior.

Los artesanos
Al igual que en el apartado de autosuficiencia se parece al comunismo, el corporativismo también contiene el término de propiedad privada. Sin embargo, mientras que la propiedad privada capitalista se convierte en un valor sacrosanto y eje de la explotación, en el corporativismo se convierte en un valor más de la vida del hombre. En un auténtico sistema corporativista, la propiedad privada será ganada con el trabajo y la honradez, y no será un valor humano, como la están convirtiendo en el capitalismo, sino un simple valor material. Para que quede claro: en un sistema corporativo, Belén Esteban se habría muerto de hambre hace ya mucho tiempo; mientras que un médico que realizara operaciones a corazón abierto sería alguien respetado en su comunidad.

Lo que uno gana es suyo, no hay duda. Pero lo que se compra no es ningún valor humano. Los verdaderos valores humanos, como la dignidad, la justicia, la fe, el patriotismo, la camaradería, el amor… no pueden comprarse ni con todo el oro del mundo. Y, como es obvio, en una sociedad corporativista los valores humanos importarán más que los materiales.

No obstante, es un sistema al que es difícil llegar, principalmente por la mentalidad materialista de la gente y porque, en cuanto falle algún miembro de la relación trabajador-empresario, puede desmoronarse fácilmente. Es por eso que antes de otorgar subvenciones a nuevas empresas debería de estudiarse la personalidad de quien lleva a cabo la iniciativa, ya que si se tratara de una persona avariciosa, debería denegársele el poder crear dicha empresa, ya que seguramente trataría de obtener el máximo rendimiento posible forzando a los empleados que estuvieran a su cargo (como sucede en el capitalismo). De la misma manera, debería de asegurarse la correcta relación entre trabajadores y empresarios mediante la filiación obligatoria en los sindicatos verticales, donde se tratarían los problemas relacionados con el trabajo y las medidas a llevar a cabo.■

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Ensayo sobre el corporativismo (Segunda Parte)

REFLEXIÓN SOBRE LA FILOSOFÍA Y LA ACTITUD EGOÍSTA

YO SOY ÚNICO

La generosidad es un egoísmo

¿Qué es el egoísmo? El interés propio, ya sea exclusivamente hacia lo particular o hacia el bien colectivo. Pensar en ti y pensar en los demás es egoísmo. Lo segundo puede que mucho más si piensas en lo que te pueden dar a ti y no tú a ellos. En todas las relaciones humanas hay un interés por algo, eso es egoísmo: quien da comida tiene interés en parecer bueno y mantener limpia su conciencia, el que come se aprovecha de la buena conciencia, todo ello es egoísmo. Pensar en uno mismo o pensar por los demás por uno mismo, todo ello es egoísmo. Puede que todo sea egoísmo pues del ego emana todo. En definitiva, parece que el interés, cualquier interés, es el egoísmo.

La masa anula la particularidad
Sin duda hablar de egoísmo es hablar del hombre, más bien del hombre como individualidad. Aquí al menos me centro en el hombre pues desconozco si otras formas de vida son capaces de una intencionalidad tan compleja como la humana. El egoísmo requiere intención y acción  (conscientemente) y a veces pulsión y acción (inconscientemente, como si se tratara de una especie de reflejo egoísta). Así sospecho que toda acción humana encierra en sí algo de interés para nuestro ego. Es esa tendencia del hombre hacia sí mismo o hacia lo suyo lo que llamamos egoísmo. No es algo bueno, ni algo malo, simplemente es lo que es. Y sin embargo el egoísmo no impide la generosidad, es precisamente la generosidad otro modelo de egoísmo, sólo que correcto, comprometido, que pretende reciprocidad para el propio ego y para el de los demás. Si ayudas a alguien también te ayudas a ti, si ayudas a alguien y ese otro no te corresponde ni siquiera con un agradecimiento no merece más generosidad. No hay que hacer nada gratuitamente. Hacer nada gratuito no significa hacer todo por dinero, sino hacer de cada acción algo que te reconforte, algo que te enriquezca, es decir, ser egoísta.

De esta forma podemos afirmar que existe un egoísta generoso, un modelo de egoísta que no es plenamente egoísta pero tampoco plenamente generoso (tampoco plenamente abnegado). El egoísta egoísta es, por otro lado, plenamente egoísta, pero también plenamente generoso… consigo mismo y nadie más. Finalmente, aseverar que el desinterés es una quimera (o al menos una contradicción en sí misma) y que todo tiene una intencionalidad si se hace conscientemente, es decir, un interés hacia o por: lo inconsciente también tiene una intencionalidad, pero es sin querer. Las pulsiones egoístas, es decir, los reflejos egoístas, forman parte del carácter, la conducta y el comportamiento, pudiendo ser adquiridos por impregnación cultural o por mimetismos o simplemente autogenerados como respuesta a determinado medio, constituyéndose en parte de la particularidad de cada sujeto.

Asimismo, he de advertir que no hay que entender el egoísmo exclusivamente como una actitud humana. Es algo más. El egoísmo filosófico se ocupa de esa actividad egoísta y del individuo como un absoluto, como un todo que sólo debe pensar en su propio beneficio. No obstante, centrarse en el individuo es ya profundizar en la filosofía egoísta.

I. EL EGOÍSMO

Manipulable, controlable, determinado
El egoísmo filosófico, toda aquella tendencia que se centra en el individuo como un absoluto en cualquier ámbito de estudio (ética, epistemología, política, etc.), me fascina. Supone la reivindicación del hombre soberano, único, auto-crático. Sin embargo, estas filosofías poseen elementos negativos y extremadamente perniciosos –al menos para una mentalidad con inquietudes sociales-, aunque multitud de ideas provechosas –y son con éstas con las que nos debemos quedar, pues aún teniéndose inquietudes sociales no debemos olvidar el propio interés individual como forma de negación del totalitarismo y como muestra de que lo social y lo individual pueden complementarse. En este mismo blog, con una serie de artículos que dediqué a Max Stirner, ya me introduje en este tipo de filosofías.

Y ¿por qué son perniciosas estas filosofías egoístas?, os preguntaréis, si tenéis curiosidad. Pues por un simple detalle (lleno de complejidad por otro lado): estas filosofías están “poseídas” por la idea de «libertad»; y seré más claro: son autodestructivas porque sacrifican o son capaces de sacrificar “todo” en pos de preservar y respetar la utopía libertaria laissez-faire y un estado utópico-racional, despojando al hombre de todos sus vínculos (familiares, nacionales, culturales, históricos, etc.)

Ser libre no es algo que esté al alcance de cualquiera, pues requiere dominio de sí (voluntad) y responsabilidad (consciencia): y la libertad no es un derecho, es algo que se conquista (y no plenamente – puesto que la libertad no es algo que esté ahí y se coge: cada cual forja su propia libertad, su propia voluntad, cada cual sabe hasta dónde puede mandarse y obedecerse, comprometerse y hacerse promesas). Egoístas como Ayn Rand hablan de razón y de libertad como elementos indisolubles y unidos, como elementos que se deducen el uno del otro. Y ¿por qué un acto razonado previamente o algo razonado previamente sin acto físico posterior es un acto cometido libremente, es decir, a voluntad? Un acto es libre cuando uno lo decide y siempre a voluntad, pero para ello han influido sobre la decisión cientos de condicionantes, ¿existe, por lo tanto, un acto realmente libre? ¿No es la libertad una contradicción en sí misma, como ya he señalado en otros artículos? Porque en cierto modo una decisión la tomas tú mismo y un montón de condicionantes, incluso a veces son los condicionantes quienes deciden al margen de uno mismo.

Aquiles, el de los pies ligeros

Ayn Rand, elevando la razón a las cumbres “fantasmagóricas” de la libertad, racionaliza y logiliza el mundo al extremo. Así pues, se entiende cómo esta filósofa de origen ruso, ascendencia judía y nacionalizada estadounidense, que falleció el año 1982, critica a Nietzsche y su irracionalismo, un irracionalismo que podría definirse como “el hombre arrojado y entregado al orbe, superando, digiriendo y domando sus pasiones, hollando éstas vívidamente hasta agotarlas”. Y es que en la vida no todo se atiene a razones, la razón del hombre es incapaz e insuficiente para alcanzar toda la comprensión, magnitud y trascendencia de la propia existencia: una existencia basada en la razón exclusivamente te pone a la altura de una máquina. El hombre sólo debe usar la razón para entender la propia irracionalidad del mundo, para establecerse un orden, para hacer comprensible la realidad. Pero repito, el mundo es en sí irracional, la vida carece de sentido, en la vida no prima la razón sobre los sentimientos y la experiencia humana; no todo debe ser vertido en la cloaca racional, pues si no la vida se convierte en algo insípido, yermo, inerte y rígido. Y bien, admitir la irracionalidad del mundo, no desdeñar los sentimientos y las experiencias no es ser irracional.

En definitiva, negar el racionalismo como medio para acceder al mundo con paso firme es igual de estúpido que negar el irracionalismo inherente en la propia realidad. Negar la irracionalidad es por otro lado negar la vida o parte de ella. Es a voluntad que debemos ser racionales.

II. EL «EGOÍSMO EGOÍSTA» Y EL «EGOÍSMO GENEROSO»

El egoísmo como actitud humana es algo que no debemos negar, ni siquiera en nosotros mismos: si decimos que somos generosos, mentimos, si decimos que no lo somos, también mentimos. Como podéis observar, ser un negador es abolir una cualidad humana o elemento de la vida, asumir ambas es afirmar la totalidad admitiendo las contradicciones, es decir, acercarse al amoralismo, a estar por encima de los conceptos. Abreviando, la generosidad se nuestra en el egoísmo y éste en la generosidad. Son dos actitudes esencialmente de la misma naturaleza aunque con diferentes inclinaciones. ¿Por qué son esencialmente lo mismo?, pues porque ambas derivan a la consecución de un interés hacia algo; el egoísmo es un interés personal que se manifiesta en una acción que beneficia al propio sujeto que lo acomete, pero la generosidad también conlleva un interés personal, que es cierto que beneficia a más gente, pero que conlleva igualmente un interés personal que se manifiesta paradójicamente en el desinterés y en la abnegación. Podemos hablar del goce que supone hacer un “bien”, o del interés de cometer una acción para ganar simpatías, o del interés de tener la conciencia limpia y libre de culpa, por lo cual estas personas actúan según qué forma determinados por su conciencia y nunca por los demás: si lo hacen es por su conciencia no por generosidad desinteresada. Así que cuidado con los generosos, cuidado con los desinteresados, cuidado con los egoístas egoístas (egoístas al cuadrado, e2) disfrazados de egoístas generosos.

III. LA SOCIEDAD Y EL INDIVIDUO

Hércules contra Hidra representa la lucha del disidente
El individuo tiene por sí mismo mucho que ofrecer a la sociedad. Yo soy anti-totalitario en la medida en que deseo el pleno desarrollo del individuo. Pero al individuo es lícito exigirle compromiso con la misma sociedad que permite su realización; es gracias a todo un esfuerzo colectivo que el individuo tiene las herramientas para desarrollar su egoísmo, ya se trate de un «egoísmo egoísta» o de un «egoísmo generoso». Que uno debe pensar en su propio interés, desde luego, pero sin olvidarse de nada ni nadie y sabiendo cuál es su verdadero y necesario interés. Una persona sanamente egoísta debe pensar que el individuo válido es la excepcional individualidad en sociedad, que no hay nada más noble que el compromiso con el grupo e interactuar con dicho grupo: el interés es mejor cuando es recíproco. Por lo tanto, el egoísta egoísta es un ser despreciable al que no le importa los demás mientras esté bien cubierto. Éste tipo de hombre busca, como consecuencia, un interés o beneficio carente de reciprocidad: se aprovecha de los demás sin ofrecer nada, cuando un acto generoso consiste en que dos partes se beneficien mutuamente persiguiendo su propio interés. Por ejemplo, ¿qué beneficios dan los bancos? Ellos no son productivos por sí mismos, ellos sólo producen del dinero… ¡del trabajo de los demás! o del que se inventan.

Por otro lado, una cosa es ser egoísta y otra muy distinta es ser soberano, aunque ambas pueden conjugarse. El egoísta (ya hablemos del egoísta o del generoso) es aquel que o bien se rige por intereses propios materiales o bien por concepciones metafísicas: el ser único, la particularidad. O bien puede regirse por los dos. Sin embargo, en el soberano es inherente el dominio de sí y la voluntad: voluntad y dominio de sí son corolario. Así pues deduzco que existen dos modelos de egoísmo egoísta y de egoísmo generoso, ambos con o sin soberanía. Y ¿por qué con o sin soberanía? El egoísta no siempre percibe el interés que reclama de sus propias acciones. Digamos que existe un egoísta no consciente, un egoísta que no llega a ver en su “generosidad” egoísmo, es decir, un enriquecimiento personal. Sin embargo, ese otro egoísta soberano, ya sea egoísta egoísta o egoísta generoso actúa a voluntad conociendo su interés, es decir, siendo consciente de lo que da y de lo que pretende recibir. TODO LO QUE HACEMOS, DE UNA U OTRA FORMA, LO HACEMOS POR NOSOTROS MISMOS, PORQUE NOS GUSTA SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS: NADA NOS GUSTA MÁS QUE SER GENEROSOS CON NOSOTROS MISMOS. POR OTRO LADO, NADA MÁS BELLO QUE SER PARTE DEL INTERÉS DE OTRO ALGUIEN: EL INTERÉS ES AMOR, GENEROSIDAD, EGOÍSMO... ES TODO JUNTO O POR SEPARADO O COMBINADO.

¿Son todas las manzanas iguales?
Y no nos dejemos confundir con ciertos detalles aparentemente desinteresados. Posiblemente nuestros padres parezcan desinteresados porque nos alimentan o nos dan cobijo. Pero no es así, todo lo que ellos dan es por su propio interés, por la satisfacción que les proporciona ver a sus hijos felices y seguros y su obra realizada, se trata de un interés necesario, generoso y noble.

Muchos también pensarán que el amor es desinteresado, que es darlo todo por nada o al menos sin esperar nada a cambio. Mentira. El amor es en sí egoísta y totalitario y si no no es amor. Es por amor que alguien lo quiere todo de otro alguien. Que en la locura del amor existan personas que sean capaces de perderlo todo, incluso la vida, por poseer a otro ser en cuerpo y alma (como se dice, ¿veis lo totalitario del amor ahora?) sólo demuestra hasta dónde es capaz de llegar una persona por pura locura egoísta; demuestra igualmente lo inconsciente del egoísmo, lo fatales que son las posesiones idílicas o celestiales: nada peor que estar enamorado del amor.

El egoísta que muere por amor porque lo quiere todo para sí de una persona es, salvando las distancias, como aquel que lo pierde todo apostando a los caballos y se ahorca en su habitación de hotel. Uno porque no posee lo que desea, el otro porque ha perdido lo que poseía y no puede poseerlo más, pero ambos por impotencia y porque sólo pensaban en el tener todo o más para su goce personal.

Así que veamos en todo un interés, veamos en todo un egoísmo, ya sea generoso o egoísta, y así entenderemos mejor las relaciones humanas, sociales, políticas, etc., y desconfiaremos de tanto buenismo.

IV. EL EGOÍSTA COMPROMETIDO

Los andamios de la razón hacia lo irracional
El egoísta, ya hablemos del egoísta o del generoso, se mueve, cada cual en su propio espectro, dentro de dos vertientes: el material y el trascendental.

En el trascendental (el egoísta del ser, el egoísta metafísico), tanto el egoísta egoísta como el egoísta generoso se proclaman como únicos y absolutos: el hombre como individuo es un todo. Pero seguidamente el egoísta egoísta matizaría, a modo stirneriano: no me interesa nada que esté por encima de mí. El generoso, por otro lado, diría: me interesa todo aquello que habite fuera de mí, incluso lo que esté por encima. Empero, en lo material (el egoísta del tener, el egoísta materialista) el primero señalaría: lo quiero todo sólo para mí y no me importa el resto; y el segundo: distribuyamos los bienes por mi propio interés y el de los demás.

No podemos soslayar esta realidad que formula que todo se mueve por un interés., tal como he ido repitiendo de una u otra forma Lo que ocurre es que existen intereses nobles y otros no tan nobles. Otros intereses no llegan a la altura de nobles. Un interés noble es el de aquel que trabaja por su pueblo, su raza y su país, por el interés de todos ellos y él mismo aún a riesgo de perderlo todo. Intereses nada nobles son los de la banca, que en su coartada de entidades generosas te asfixian con abusivas hipotecas para luego expropiarte sin atenerse a la realidad social, pues los bancos, así como cualquier empresa, sólo viven en y les interesa su propia realidad, como buenos egoístas al cuadrado.

Así que yo reivindico a un nuevo egoísta, reivindico al egoísta comprometido con una causa, a ese egoísta generoso que va más allá de su propio ser absoluto. Y un egoísta se apodera de las cosas, claro que sí, por ello un egoísta comprometido se apropia de una causa y se apropia de unos valores, pues cada paso que da debe ser una conquista, un acto de voluntad, un hacerse a sí mismo. Ejemplos los tenemos en nuestros antiguos héroes. ¿Quién no se queda fascinado por lo que sólo un hombre es capaz de hacer? ¿Quién no se complace y siente un cosquilleo de emoción al leer la cólera de Aquiles? Es la auto-superación de los hombres lo fascinante. Espíritus de esa naturaleza, elevados, inclinados hacia arriba, ¡espontáneos!, son lo que una nación necesita.

V. EL GRAN EGOÍSTA O EL GRAN INDIVIDUO: EL GRAN HERMANO DE ORWELL

El comunismo anula al hombre
El hecho de haberme adentrado en el egoísmo es porque el individuo y la individualidad me interesan como elementos dinamizadores en una sociedad, siempre y cuando se mire por la nación, que es paralelo a mirar por uno mismo. Sin duda he dicho que en todo hay egoísmo, pues es así si asumimos que en todo se persigue un interés propio, incluso en lo aparentemente desinteresado; pero vayamos ahora un poco más allá y desechemos, en cierto modo, todo lo que he escrito anteriormente.

Por supuesto, el egoísmo es sólo viable cuando el sistema político, económico y social lo permiten. ¿Y qué sistema no lo permite a escala social? Cualquier sistema totalitario. Por ejemplo, en las sociedades comunistas no existe el individuo. Como tal sólo existe uno: el líder, el Gran Individuo. Son los intereses de tal líder, ya sean egoístas o generosos, lo único que gobierna a un grupo de personas. Surge así la figura del Gran Egoísta y la de sus acólitos egoístas, que se han apoderado –han hecho suyo por conveniencia o han sido poseídos– del interés –o gran capricho– del líder para así poder medrar. Pero todos, acólitos y masa –el individuo es ya inexistente– se convierten en un medio, en un instrumento del Gran Egoísta. En estos países comunistas sólo existe, en definitiva, un líder, una voluntad, una línea. El estado se convierte en UNO y el pueblo es sólo el arma del Estado, una prolongación de la conciencia y de la voluntad del UNO. En los estados teocráticos es exactamente igual, aunque la voluntad y el egoísmo no surgen de ningún hombre, sino de un ser superior que no tiene existencia en la tierra y cuyo mandato es revelado o ya ha sido revelado (los libros sagrados son prueba de tales revelaciones: Biblia, Corán...) a los hombres.

Sin embargo, no es precisamente en la actualidad -que se supone haberse llegado, en lo que llaman occidente, a las mayores cotas de egoísmo y libertad-, el oasis donde el totalitarismo y el Gran Egoísta no existen. Los hilos del Gran Egoísta han dinamitado la masa para convertirla en migajas o grano: cada migaja o grano es un individuo. “Por fin”, nos dice el Gran Egoísta, “he dispuesto a los hombres la facilidad de ser soberanos y libres para regirse a sí mismos”. Mentira. Ahora el Gran Egoísta controla a los individuos subrepticiamente. El control mental se lleva a cabo mediante los medios de comunicación y entretenimiento de masas, como los videojuegos, el cine, etc.; y el control corporal mediante la acción de consumir o el envenenamiento y pervertimiento masivos: alcoholismo, drogadicción, ludopatía, pornografía, trasmutando e invirtiendo todos los valores, etc. Cuerpo y mente dominados por la idea fija del tener, del tener más sin fin, y de la libertad. Es mediante el egoísmo en su tendencia más egoísta cómo el nuevo totalitarismo pretende dominar a todos los seres humanos de la tierra: así rompen los vínculos de todos con todos, de los componentes de una nación con los propios componentes de esa misma nación, etc.

Sociedad atomizada
Es tanto el poder de este nuevo totalitarismo que no necesita obligarte por la fuerza a hacer ciertas cosas, consiguiendo que todo aquello que queremos no sea lo que realmente queremos, sino lo que nos han obligado a querer. ¿Cómo? Sí, así es. Nos crean necesidades superfluas, fomentan los vicios, la sensualidad radical… nos dicen que todo elllo es necesario y nos lo creemos; y todo ello para cortejar y dominar nuestros cuerpos mediante el control de la mente, que es lo mismo que controlar nuestra voluntad, para evitar cualquier atisbo de autocontrol del individuo. ¿Es entonces posible el egoísmo? Es posible en cuanto que existe el individuo como ser aislado del resto, ¿pero realmente alguien se rige por su propio interés? ¿Una sociedad manipulada se rige por su propio interés egoísta? Una vez más, el egoísmo y la individualidad soberana son una quimera, una falacia. En la época de la historia humana más dispersa, más rota, más desecha y desarraigada, supuestamente más libre, el individuo, desposeído de todo vínculo, acaba siguiendo los intereses de otro, de otro UNO o de otros UNOS: ni siquiera ahora puede ser agoísta a volutad. Recapitulando, el gran logro del sistema actual es convencerte de que lo que quieres lo quieres de verdad porque tú lo has decidido, convencerte de que eres tan libre como para poder regirte por tu propio interés. Una vez más, ya no la masa, sino el individuo, todos los individuos, anulados y sometidos a la voluntad, al capricho y al egoísmo del Gran Individuo, un individuo con muchas cabezas. Es por esa voluntad egoísta al cuadrado que el mundo se manifiesta como esa voluntad. Ser disidente es NO SEGUIR LOS DICTADOS DE ESA VOLUNTAD; y es por ello que en una sociedad atomizada serán los grandes egos, los más grandes espíritus, las más formidables individualidades, quienes entablarán lucha contra esta moderna Hidra de Lerna por unos ideales y valores elevados. Vivimos en la época de la inconsciencia y de los egoísmos, pero… ¿dónde están los grandes héroes? Los trovadores están ansiosos por cantar nuevas gestas.■

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WELTANSCHAUUNG

Ciclo J. T. (II/IV)
La polución no existe sólo en el medio ambiente, también en el espíritu
(…) "Weltanschauung", que significa concepción del mundo, descripción de los fines en sí, imagen del mundo proyectada por nuestro espíritu. (…)

En la actualidad, existe una escuela de "el tener más", es la del economicismo, que se divide a sí misma provisionalmente en dos ramas: la pobre, es decir, marxista, y la rica, es decir, la americana.

Para esta escuela de "el tener más", lo económico lo domina todo. En Vietnam, estos niñatos primarios que son los americanos no pueden comprender como el mismo aldeano vietnamita a quien habían ofrecido una caja de leche al mediodía, les apuñalase por la espalda a medianoche.

En cuanto a los marxistas, han descubierto azorados que la sociedad comunista engendraba una delincuencia juvenil, un nihilismo, infinitamente más amplios que aquellos manifestados por los decadentes burgueses. Me era necesario abrir este paréntesis para esbozar las razones que nos hacen decir que lo político debe dominar lo económico. No es por otra cosa que por que la política es, para nosotros, la puesta en marcha de nuestra Weltanschauung, la puesta en marcha de una estética del mundo. Lo económico, lo social, son los medios, jamás fines en sí. Si no, ¡a qué miserable humanidad iríamos a parar!

Jean Thiriart. LA REVOLUCIÓN NACIONAL-EUROPEA - Homenaje a Jean Thiriart (1922-1992). Colección Europa Rebelde. Ediciones Nueva República, S.L., pág. 92. Traducción de Jordi Garriga.
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¡Levántate!
De las múltiples formas en que puede manifestarse la decadencia, posiblemente sea en “la política” donde se evidencie de forma más palpable. Pero no la política en sí es decadente, sino que, como en todo, es el propio hombre quien dedicado a la política manifiesta su decadencia. El hombre, siempre artífice de lo mejor y de lo peor y siempre o casi siempre más partidario de lo segundo. Y es que nuestra clase política son los representantes de la decadencia, es decir, de la sociedad, una decadencia a la vez financiada por la plutocracia -también decadente-, manejando, dirigiendo y dominando a: 1) la política mediante los cheques o consiguiendo asientos en las diferentes cámaras, ya sean locales, provinciales, nacionales...; 2) la sociedad con sus suculentos objetos y su mercado “repleto de felicidad”.

Ya Thiriart lo decía, «existe una escuela de “el tener más”». Yo quizá no habría dicho que existe una escuela, sino que además de existir tiene vida propia. Esa escuela se ha convertido en el Weltanschauung del hombre moderno. Y es posible que esa concepción del mundo del hombre moderno sea la misma que la de un hombre de hace mil años, es posible que, en definitiva, sea la concepción inherente en todo hombre mediocre ya viviera en una época o en otra. El tener encumbrado a las cimas del placer y de la felicidad, como si el placer y la felicidad no tuvieran lugares más bellos y puros. El placer y la felicidad no se buscan, ni siquiera se deben desear, pues ambas vienen de la mano de aquellos hombres que ante todo ponen por delante su esfuerzo y compromiso para ser los más grandes, para elevarse, para acercarse a los dioses. Digamos que el hombre del ser es un hombre elevado y que el hombre del tener es un hombre mediocre, un hombre que tiene vértigo y huye de las alturas. Pero que no parezca que condeno el tener. Que nadie piense que quiero desposeer "a todos" de sus cosas. Digamos que lo que quiero decir es que las cosas no nos posean a nosotros.

Es del ser de donde han surgido los grandes valores, desde donde se han forjado las más formidables batallas, desde donde la voluntad ejerce toda su fuerza. Es desde el ser donde la vida adquiere un poco de sentido, es desde el ser donde el hombre ha pintado las más grandes obras y escrito las más maravillosas historias y versos; es del único lugar –dentro de nosotros- que puede atesorar un mínimo de nobleza, de belleza, de grandeza y de dignidad que nos catapulte a la gloria, a lo sagrado, al superhombre... Al final, tanto tener, tanto materialismo, tanto bienestar y tanta comodidad nos han incapacitado para las grandes proezas, para las grandes gestas, reduciéndonos a víctimas satisfechas del economicismo y educándonos en la filosofía de que todo tiene un valor cuantificable, al pragmatismo y utilitarismo radicales. Hoy no somos “Yo soy”, sino “Yo tengo”.

Un momento abismal
Redundando en el asunto, la sociedad, indiscutiblemente materialista, por descuidar el ser –ya sea por propia voluntad, por educación, por control de los medios de comunicación o por su propia visión del mundo– y favorecer el tener –sin preocuparse en mantener un equilibrio-, ha despojado de espíritu a las personas, ahuecando su interior: nacimiento del nihilismo. Si bien podemos disfrutar del goce de una vida material plena –con esto me refiero a lo básico, lo demás es lujo y prescindible- que nos ayuda, sin duda, a llevar una vida mucho más tolerable y fácil (aunque díganle esto al 20% de la población española que vive con unos ingresos inferiores a la mitad de la renta media), no la aprovechamos como trampolín para satisfacer a nuestro ser, nuestro desarrollo personal en lo intelectual-mental y físico, prefiriendo dejarnos manipular por la publicidad y diversos medios de enajenación. Hoy más que nunca el nihilismo negativo (manifestado en la depresión, en los suicidios…), que no es una puerta hacia un mundo creativo, sino, todo lo contrario, hacia un mundo de destrucción gratuita, decadencia y vacío. La obsesión y el exceso de culto al tener han conseguido desencantar a un gran porcentaje de la población, un porcentaje dispuesto a venderse por un puñado de objetos. La tiranía del dinero, la tiranía del capital, la…

Es por todo esto que la política debe dominar a lo económico, es por ello que el mercado y sus mecanismos para atraer a las personas hacia él deben ser intervenidos. Pero antes lo político debe ser tomado por personas que obliguen a abdicar, ya sea pacíficamente o por la fuerza, a la actual clase política, por personas incorruptibles que se dediquen a la política por vocación personal y no por intereses economicistas: la política como una especie de sacerdocio. Nuevos hombres deben demostrar y mostrar a todos que existe una concepción distinta del mundo, una visión del mundo que sin olvidar las ventajas de una vida material y las facilidades que esta trae consigo, den un mayor valor al espíritu, a la voluntad y a los grandes valores que de él puedan surgir. Ha sido con valores como Europa se convirtió en el gran civilizador del mundo, y es por ello que nosotros debemos recoger el testigo y continuar la labor de nuestros ancestros, aunque… a nuestra manera. ¡Conquistemos nuestra libertad!

Hay que huir de la rutina marcada por la economía, por el capital. El bienestar material es sólo un medio, el mercado es también un medio, la economía es un medio… pero nunca deben ser el fin. Todo ello es el medio para que nosotros seamos cada vez mejores y no un fin que nos envilezca y nos haga esclavos de números, de precios, de rebajas, de descuentos… Y para esto es necesaria una nueva clase política y una sociedad dispuesta a cambiar, a mejorar, dispuesta a ser libre de verdad. «Si no, ¡a qué miserable humanidad iríamos a parar!», como dijo Jean Thiriart.■


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