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PEÑA SACRA DE RANCHILES, EN BOLONIA (TARIFA, CÁDIZ)

Lugar donde se encuentra el yacimiento


Todo el que busque información sobre los celtas encontrará un mapa que presumiblemente delimitaría la presencia de este grupo étnico en Europa. Éstos estuvieron en la Península Ibérica, pero dichos estudios no reflejan que llegaran hasta su zona más meridional. No obstante, cerca de las ruinas de Baelo Claudia (Tarifa) he podido comprobar de primera mano que posiblemente los celtas si pudieron establecerse en la zona, al presentarme ante un altar de piedra que es conocido coloquialmente como Piedra Escalera; y a pesar de su abandono y su pasar desapercibido para el ojo distraído, se trata de una rareza, como de algo que no debería estar ahí, una pieza de otro puzle que tanto historiadores como arqueólogos tienen problemas para su ubicación.


En muchas referencias bibliográficas los celtas son descritos como un conjunto de pueblos de la Edad de Hierro de origen indoeuropeo. Y bien cabe destacar que los griegos llamaban a los celtas "hiperbóreos". No obstante, si existe más constancia de los Íberos, concretamente de los turdetanos (descendientes históricos de los Tartessos), sobre quienes una hipótesis sugiere que llegaron a la Península Ibérica en el periodo Neolítico y que, presumiblemente, no serían de origen indoeuropeo. Sobre ellos han escrito varios historiadores griegos, como Heródoto o Estrabón, existiendo referencias a los Íberos que se remontan desde el siglo VI a.C. Dicho esto, he de advertir que todo lo que concierne a este tema no está exento de especulación interpretativa.

No obstante, hay que tener en cuenta que aunque los griegos llamaran Iberia a toda la Península Ibérica, celtas e íberos eran dos culturas diferenciadas, siendo los celtíberos simplemente uno de los pueblos célticos de la Península Ibérica o una referencia a las tribus celtas o celtizadas, constituyendo a su vez otra cultura diferenciada de las otras dos citadas. Transcribo literalmente de una de las fuentes consultadas: "Este pueblo celtíbero habitaba al oeste de la Cordillera Ibérica. Los romanos los consideraban una mezcla de celtas e íberos, diferenciándose así de sus vecinos, tanto de los celtas de la meseta como de los íberos de la costa".

Sin más, adentrémonos en los entresijos de la Piedra Escalera o Peña Sacra de Ranchiles.

Está situada en la vertiente sur de la Sierra de la Plata, muy cerca del Oppidum de la Silla del Papa. Se trata de un bloque de arenisca de unos 16 metros de largo por 12 de ancho y unos 3 o 5 metros del atura. Con sólo observarla uno piensa casi de forma instantánea que debió tratarse de un lugar de ofrenda y sacrificio a los dioses. No obstante, a pesar de todos los datos mencionados, no ha sido fácil identificar qué cultura pudo ser la que tallara sobre la piedra en aquel lugar, con vistas a la ensenada de Bolonia. Aún así existen ciertas evidencias que pueden ponernos en la pista, ya que se sabe de la presencia de otras tres construcciones semejantes: Ulaca en Ávila, Panoias en Portugal y Susa en Italia.

CASTRO VETÓN DE ULACA
PANOIAS (PORTUGAL)
El oppidum de Ulaca data de la segunda Edad de Hierro y está asignado con bastante seguridad a los vetones, una de las muchas tribus celtas que se instalaron en la Península Ibérica.

La estructura hallada en Susa, en el Piamonte italiano, también data de la Edad de Hierro. A pesar de la multitud de hipótesis al respecto se interpreta el elemento como un área de sacrificio celta, y posiblemente dedicada a un jefe local llamado Cozio.

Por último, el Santuario de Panoias, atribuido a los celtas y excavada en granito, en el norte de Portugal. Según la bibliografía manejada dicho santuario siguió siendo utilizado por los romanos al menos hasta el siglo III d. n. e. para culto de Serapis, un dios oriental de origen egipcio.

Tras todo este repaso parece más que probable que la Peña Sacra de Ranchiles tenga una clara relación con los celtas. Algunos autores como Plinio o Estrabón hablaban de un pueblo llamado celtici, situado en el actual Campo de Gibraltar, aunque algunos autores modernos piensan que no se trata de un detalle relevante o de un dato que haga referencia explícita a los celtas.



A pesar de todo estos datos sigue tratándose una incógnita históricoarqueológica, que en realidad no es tal. Los celtas, como pueblos del norte, hiperbóreos, fueron de fenotipos muy particulares. Dichos fenotipos no son difíciles de encontrar por la zona. Se trata simplemente de una intuición, o quizá de un deseo, o puede que se trate de mi fantesear con querer ser descendiente de aquellos excavadores de roca, de un auténtico pueblo guerrero; pero una cosa está clara, cuando uno profundiza en el legado cultural de la zona en concreto y de Andalucía en general, cuando uno ve con los ojos, simplemente con la vista, el legado genético, que se traduce en el fenotipo, cae el mito propiciado por intereses políticos sobre que los andaluces descienden de los musulmanes que tomaron con la espada esta tierra, tierra de la que fueron expulsados heroicamente.■


Bibliografía consultada:

Ciclo Carl Schmitt y El Concepto de lo Político (II)

UN FENÓMENO MODERNO: 
LA NEUTRALIDAD POLÍTICA

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La edición manejada es la siguiente:
Carl Schmitt, EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO (Texto de 1932). Ciencias Sociales, Alianza Editorial. Quinta reimpresión, 2009. Versión de Rafael Agapito

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«Si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra sino que se habría acabado también la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política, incluida la de la evitación de la lucha, si dejase de existir la posibilidad de una lucha en general.» (Pág. 64-65)

Si bien Schmitt nos delimita el área de acción de lo político, que se circunscribe a las categorías de amigo y enemigo, hoy en día se da la situación de que dicha conceptualidad política ha sido sustituida por lo estrictamente moral, pero moral desde una línea de pensamiento único que no da cabida a confrontaciones reales, sólo a acusaciones vacías. En un escenario no-político como el actual (hablaré del ejemplo español) no está del todo clara cierta constitución de hombres y mujeres en agrupaciones de amigos y enemigos. Más bien se percibe un escenario de “colegueo”: todos forman parte de un mismo sistema, todos trabajan por el sistema, por lo que la única oposición posible y esperanza para lo político se daría gracias al ascenso a las cámaras de representación parlamentaria de miembros de partidos antisistema que propiciaran una confrontación aunque fuera moral, es decir, la confrontación de dos concepciones de lo bueno y de lo malo. No obstante, otra opción sería la aparición de una weltanschauung amoral del mundo, que supondría la confrontación radical entre una ética crítico-moral (por encima del bien y del mal) contra la otra ética estrictamente moral (situada en el bien y en el mal que se delimita a decir lo que es bueno y lo que es malo), y que es la que domina el mundo.

Tanto el de la derecha como el de la izquierda son enemigos de España
Así que nuestros políticos se sitúan en la atalaya del bien para decirnos a todos lo que está mal y lo que es malo. Y eso lo hace, en el caso español, la mayoría de la cámara (por no decir toda, quién sabe lo que cada cual dice en privado), y todos los partidos sin excepción, ya sean marxistas, liberales… Por lo tanto la unidad política del caso español, más que en la constitución del 78, se esgrime en cierto pensamiento correcto, lo que hemos llamado mil veces marxismo cultural; pensamiento que si no predicas (sic) el sistema te condena al ostracismo “político”, te despide como figurante del teatro. No existe una realidad política bajo el concepto de Schmitt, todas las formaciones políticas obedecen un mismo segmento moral. Si discuten sobre lo económico, lo hacen bajo un prisma liberal y sólo sobre qué camino es mejor para el sistema liberal, asumiendo que es el único sistema viable: lo bueno. Y lo mismo ocurre con la moral, si discuten es sólo porque discrepan que esta medida u otra perjudica más o menos la consecución de unos mismos fines. Y que no os engañen los juegos de Izquierda Unida, un partido aburguesado y nada antisistema u otros partidos que siguen predicando cierto marxianismo. Por lo tanto, ciñéndonos a la teoría de Schmitt podemos afirmar que no existe en el panorama político español tal panorama político español. Nuestras cámaras, donde debería discutirse de gran política, se habla de asuntos cual curillas en una Iglesia, pues todos sin excepción ya saben lo que está bien y mal, qué es lo correcto e incorrecto, aunque sólo bajo su óptica, pues sobre lo bueno y lo malo hay muchas posturas, y no sólo la marxista cultural. Por lo tanto, qué paradoja, en España hay unidad política interior y al parecer la sociedad se identifica con dicha unidad (acostumbrada a la neutralidad, por lo que cualquier cosa que se salga de esa neutralidad será calificada de hostil y de radical), pues voten lo que voten, con matices, será lo mismo. Así que se vive una neutralidad pavorosa de pensamiento y acción desde la sociedad y las supuestas esferas políticas donde las agrupaciones entre amigos y enemigos son un mero espejismo: nuestro escenario político es simplemente un espectáculo, haciéndose imposible lo político. Y es por esto que la democracia tal como se entiende por parte del vulgo no es tal, sino una mera ilusión: el pueblo ni decide ni se beneficia el poder. Lo que vemos no es, en consecuencia, una política real, ni una lucha real. La situación actual no es por lo tanto culpa de los "políticos" nada más, sino de un pueblo que ha renunciado a la lucha, es decir, a lo político.

No obstante, este estado de “neutralidad” no puede durar permanentemente y, por supuesto, lo que yo he dicho no es lo que ocurre exactamente, pues la realidad es más compleja; he construido una aproximación a la realidad, descrito en parte el ambiente del politiqueo español. Bien sabemos que los verdaderos grupos de oposición, al menos en un terreno moral y ético –también en lo económico- están bien machacados por el sistema (los buenos): me refiero a los partidos nacionalistas (los malos). Éstos, siendo una minoría, por ahora, son el gran demonio del sistema. Pero por ejemplo, los disturbios causados por la inmigración en Salt durante el mes de enero u otros disturbios parecidos (e imaginaros que no cesan y se hacen cada vez más afanosos, lo cual no sería descabellado) podrían catapultar a estos partidos nacionalistas como poder político de primer orden (con auténtica capacidad de), al verse buena parte de la sociedad autóctona identificada con dichos partidos. Constituyendo ya estos grupos nacionalistas un enemigo real y no irreal (como ahora, chivo expiatorio) podría reaparecer en la escena española la política, habiendo una clara confrontación y una clara distinción entre “enemigos públicos”. Pero esto es sólo un ejemplo, pues bien sabemos que en el área nacionalista no existe la ansiada unidad: bien harían los líderes de los diferentes partidos nacionalistas leerse a Schmitt o a Thiriart, pues ambos propugnan la “unidad política”.

Sin embargo, recuerdo que en España volvió lo político durante el año 2003 gracias a la Guerra de Irak. Si, ese “a favor” y “en contra” de la guerra favoreció ese regreso a la acción política, esa agrupación según amigos y enemigos ¡a escala planetaria! Para que se constituya lo político da igual que sea por algo moral, o por una confrontación religiosa, simplemente es necesaria esa agrupación según amigos y enemigos y entonces se da lo político:

«Nada puede sustraerse a esta consecuencia de lo político. Y si la oposición pacifista contra la guerra llegase a ser tan fuerte que pudiese arrastrar a los pacifistas a una guerra contra los no pacifistas, a una «guerra contra la guerra», con ello quedaría demostrada la fuerza política de aquella oposición, porque habría demostrado tener suficiente fuerza como para agrupar a los hombres en amigos y enemigos. Si la voluntad de evitar la guerra se vuelve tan intensa que no retrocede ya ante la misma guerra, es que se ha convertido en un motivo político, esto es, que ha acabado afirmando la guerra e incluso el sentido de la guerra, aunque sólo sea como eventualidad extrema». (Pág. 66)



- - Si bien el gobierno de Aznar metió a España en una guerra innecesaria e injusta, vean cómo los opositores, el enemigo político del PP -que en realidad no es tal- de aquellos tiempos (tanto desde las calles como desde la cámara), se pusieron el pañuelo y pasearon las banderas de Palestina, Irak y alguna Gay (es bueno ser palestino o irakí o homosexual, pero no español para esos traidores), paseando igualmente banderas republicanas y banderas rojas con hoces y martillos. Interesantes las pancartas y sus mensajes, incluso hay una que califica de miopes tanto a la izquierda como a la derecha. - -

Y bien, sé que existen diversos episodios pasmódicos en los que se ha dado también el deseado fenómeno de lo político en nuestro país, pero desgraciadamente a lo que se aviene el escenario español es a la neutralidad, a discusiones fútiles y a la asunción de un pensamiento único: para paliar esta carencia de lo político en nuestra vida actual se recurre a regenerar las sempiternas guerras del pasado en lo referido, por ejemplo, a la II República, el franquismo, etc.; a la vez que se soslayan de forma descarada problemas que requieren decisiones precisas y valientes: la inmigración o el independentismo, por ejemplo. Eso “de ir al pasado” es un intento desesperado por mantener en España una especie de escenario político, cuando ese ir al pasado es terreno de estudio de los historiadores y no de cuatro resentidos que se han afiliado a un partido político para dirimir las disputas de sus abuelos o bisabuelos. Y no digo que se deba obviar el pasado, nuestra historia, simplemente digo que es inútil hacer siempre presente el pasado; lo político debería tener otras prioridades, muchas de ellas con la necesidad de una respuesta política inmediata.

Nuestro país -ya refiriéndome al estado como la unidad política y dejando de lado las diferentes unidades políticas que podrían darse dentro de la suprema unidad, el susodicho Estado- ni siquiera tiene enemigos en el exterior. Nuestro país no encuentra enemigos fuera de sus fronteras, el mundo parece para nuestros gobernantes una bella utopía, un mundo armónico donde todos son amigos. Nuestro Estado se lleva demasiado bien con Marruecos, enemigo natural de España, de la misma forma que le está cogiendo el gusto al velo y al islam, por ejemplo. Unos gobernantes que no reconocen a sus enemigos han renunciado a lo político, y todo sea dicho, han dejado a todo un estado despolitizado a merced de lo “extraño”. Y es que las exigencias del mercado no hacen posible dicha hostilidad, hay que llevarse bien y hacer el idiota:


- ESPAÑA VENDE Y REGALA ARMAS A MARRUECOS
- España regala a Marruecos ocho lanzabombas como prueba "de hermandad" 

Pero claro, ¿cómo van a reconocer nuestros gobernantes a su enemigo exterior si ni siquiera son capaces de reconocer enemigo interior alguno? Yo si sé cuáles son mis enemigos, muchos si reconocen al enemigo, pero nuestra lucha carece de la fuerza para constituirse en enemigo de, nuestra lucha carece de la fuerza para constituir lo político.

Sé que se me podrían decir que ETA constituye un enemigo reconocido por nuestros “políticos”. Sin embargo, en mi opinión –que no debe ceñirse con la realidad de otros- ETA no constituye un sujeto político, ni su lucha una guerra. ETA no es más que cualquier mafia de delincuentes. Me niego a otorgar a ETA el estatus político, eso sería reconocer legitimidad al independentismo por un lado y a sus acciones por otro. Las pretensiones de ETA son ilegítimas.

Empero, si tienen estatus político ciertos partidos independistas que deberían estar ilegalizados y sus respectivos líderes metidos en la cárcel por traición a la patria. Estos enemigos de la nación no son vistos como tales por nuestros gobernantes a nivel nacional, depositarios del poder que obliga el ejercicio del Estado; son, por otro lado, enemigos con los que negocian porque no reconocen en ellos a su contrario. No nos sorprenda que hablen de unidad y fortaleza institucional cada vez que se negocia con partidos contrarios a la unidad nacional:


Nótese como el PP, pésimo opositor, simplemente, por inercia, está en contra de la medida del PSOE -sin aportar ningún arguemento, y la indignación no es un argumento-, como el que lleva la contraria a su padre, cuando el PP no puede presumir siquiera de defender la unidad nacional. Mienten como bellacos: el PP también vendió y negoció parte de la soberanía nacional para beneficio de sus intereses con partidos separatistas:


En el estado de la neutralidad, en el estado cuyos gobernantes no reconocen a sus enemigos, los enemigos exteriores vienen a hacer botín a nuestras tierras, los independentismos se hacen fuertes para constituir la más alta unidad política: la creación de un estado-nación nuevo… a la vez que la nación española, poco a poco, pierde soberanía territorial, pierde su identidad, deja de ser España… mientras la banca, como siempre, gana.

«Sería una torpeza creer que un pueblo sin defensa no tiene más que amigos, y un cálculo escandaloso suponer que la falta de resistencia va a conmover al enemigo. (…) es mucho menos imaginable que un pueblo, por renunciar a toda decisión política, pueda llevar a la humanidad a un estado puramente moral o puramente económico. Porque un pueblo haya perdido la fuerza o la voluntad de sostenerse en la esfera de lo político no va a desaparecer lo político del mundo. Lo único que desaparecerá en ese caso es un pueblo débil». (Pág. 82)


Enlaces de interés:
- ¿Qué es metapolítica?
- Manifestaciones globales contra la guerra de Iraq
- SOBRE EL PASADO Y LO PASADO

LOS TRES HOLOCAUSTOS JUDÍOS

por Qbit

Ha habido mucha polémica recientemente con el obispo negacionista del holocausto, el cual ha sido finalmente expulsado de Argentina.

Lo que no me ha quedado claro es a qué holocausto se refería el obispo, si al de 1902, al de la Primera Guerra Mundial o al de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo? Sí, es que los judíos durante el siglo XX han clamado haber padecido tres holocaustos de 6 millones cada uno.

Aquí traigo los documentos históricos escaneados que lo prueban: 

Primer holocausto. 

En la 10ª edición de la Enciclopedia Británica, (1902), en un artículo sobre el antisemitismo, se afirmaba lo siguiente (ver el último párrafo de la columna de la izquierda, abajo del todo; pulsar para ver en grande):
“While there are in Russia and Rumania six millions of Jews who are being systematically degraded, and who periodically overflow the western frontier, there will continue to be a Jewish question in Europe”





La verdad es que la expresión queda bastante ambigua. ¿A qué se referirán con 6 millones de judíos “envilecidos” o “degradados”? Parece un holocausto, pero no se ha vuelto a saber nada del asunto… 

Segundo holocausto. 

El 31-10-1919, el antiguo gobernador del Estado de Nueva York, Martin H. Glynn, escribió en The American Hebrew, pág. 582 y 601, exigiendo que “la crucificación de judíos debe parar. El texto está lleno de llamativos elementos religiosos, como “dar de vestir al desnudo y de comer al hambriento”, además del numerito mágico de los 6 millones, por no hablar de la “guerra por la democracia”, frase que parece copiada por el mismo Bush. Y es que hay cosas que nunca cambian.

Dos semanas más tarde, el banquero judío Felix M. Warburg, el presidente de Joint Distribution Committee of American Funds for Jewish War Sufferers informó que “los judíos eran los peores sufridores de la guerra”… “los sucesivos soplos de ejércitos contendientes han roto la espalda de la judería europea y han reducido trágicamente a increíble pobreza, hambre y enfermedad a alrededor de 6.000.000 de almas, o la mitad de la población judía de la tierra”.

Siguió diciendo que “durante más de 4 años la guerra en el frente oriental fue luchada principalmente en los centros de la población judía” y que “tras el cataclismo de los últimos años es demasiado esperar que esta judería llegue a autosostenerse en unos breves doce meses” [New York Times November 12, 1919]

Edward M.M. Warburg, su hijo, fue el presidente de este mismo comité durante la Segunda Guerra Mundial.

Estas son las fotocopias de las 2 páginas originales del artículo de Martin H. Glynn en The American Hebrew:



“¡La crucificación de judíos debe parar!

Desde el otro lado del mar, seis millones de hombres y mujeres nos piden ayuda, y ochocientos mil niños pequeños lloran por pan.

Estos niños, estos hombres y mujeres son nuestros hermanos de la familia humana, con el mismo derecho a la vida que nosotros, la misma sensibilidad al frío del invierno, la misma propensión a la muerte ante los colmillos del hambre. Dentro de ellos residen las ilimitadas posibilidades para el avance de la raza humana como naturalmente residirían en seis millones de seres humanos. No podemos ser sus guardianes sino que debemos ser sus auxiliadores.

En la cara de la muerte, en la angustia del hambre no hay sitio para distinciones mentales de credo, no hay sitio para diferenciaciones físicas de raza. En esta catástrofe, cuando seis millones de seres humanos están yendo hacia la tumba por un destino cruel y despidadado, sólo los impulsos más idealistas de la naturaleza humana deberían mecer el corazón y mover la mano.

Seis millones de hombres y mujeres están muriendo por falta de lo necesario para vivir; ochocientos mil niños lloran por pan. Y este destino está sobre ellos sin tener culpa, sin transgredir las leyes de Dios o el hombre, sino por la espantosa tiranía de la guerra y una fanática sed de sangre judía.

En este amenazante holocausto de vida humana, olvidados están los refinamientos de distinción filosófica, olvidados están las diferencias de interpretación histórica; y la determinación de ayudar al desamparado, de cobijar al sin-hogar, de vestir al desnudo y de alimentar al hambriento se transforma en una religión en cuyo altar los hombres de cada raza pueden adorar y las mujeres de cada credo pueden arrodillarse. (*) En esta calamidad las pequeñeces de las modas del hombre se apartan ante las verdades eternas de la vida, y despertamos al hecho de que de las manos de un Dios venimos todos y ante el tribunal de un Dios debemos estar en el día del juicio final. Y cuando ese juicio venga la mera palabrería no valdrá un penique; sino las obras, las simples obras intangibles, obras que secan la lágrima del afligido y alivian la pena de la angustia, obras que con el espíritu del buen samaritano vierte aceite y vino en las heridas y encuentra sustento y cobijo para el que sufre y el afligido, superarán todas las estrellas en los cielos, todas las aguas en los mares, todas las rocas y metales en todos los astros celestes que giran en el firmamento sobre nosotros.

La raza es un asunto de accidente, credo, parcialmente un asunto de herencia, parcialmente un asunto del ambiente, parcialmente el método de raciocinio de uno; pero nuestras necesidades físicas y necesidades corporales están implantadas en todos nosotros por la mano de Dios, y el hombre y la mujer que puede, y no lo hace, oir el grito del hambre; que puede, y no lo hace, atender el gemido del moribundo; que puede, y no lo hace, extender una mano de ayuda a aquellos que se hunden bajo las olas de la adversidad es un asesino de los mejores instintos de la naturaleza, un traidor a la causa de la familia humana y un abjuro de la ley natural escrita sobre las tablillas de cada corazón humano por el dedo de Dios mismo.

Y así en el espíritu que cambió el voluntario ofrecimiento de la pobre viuda de cobre en plata, y la plata en oro al colocarlo en el altar de Dios, la gente de este país es llamada a santificar su dinero donando 35.000.000 de dólares en el nombre de la humanidad de Moisés para seis millones de hombres y mujeres.

Seis millones de hombres y mujeres están muriendo — ochocientos mil niños pequeños están llorando por pan.

¿Y por qué?.
Por culpa de una guerra para arrojar la autocracia al polvo y dar a la democracia el cetro del justo.

Y en esa guerra por la democracia 200.000 muchachos judíos de los Estados Unidos lucharon bajo las barras y estrellas. Solamente en la 77ª Division había 14.000 de ellos, y en el bosque de Argonia esta división capturó 54 armas alemanas. Esto muestra que en Argonia los chicos judíos de los Estados Unidos lucharon por la democracia como Joshua luchó contra los Amalekitas en las llanuras de Abraham. En un discurso en el así llamado “Batallón perdido”, liderado por el coronel Whittlesey de Pittsfield, el general-mayor Alexander muestra el espíritu combativo del que están hechos estos chicos judíos. De una manera u otra, el mandato de Whittlesey se apagó. Estaban faltos de comida. Intentaron dar la espalda a sus apuros. Intentaron y lo volvieron a intentar, pero sus hombres no sobrevivieron. La parálisis y la estupefacción y la desesperación estaban en el aire. Y cuando el momento era el más oscuro y todo parecía perdido, un muchacho soldado apareció, y le dijo al coronel Whittlesey: “Intentaré pasar”. Lo intentó, y fue herido, tuvo que arrastrase, pero pasó. Hoy lleva la Cruz al Mérito de Servicio y su nombre es Abraham Krotoshansky.

Por culpa de esta guerra por la democracia seis millones de hombres y mujeres judíos están famélicos al otro lado del mar; ochocientos mil bebés judíos están llorando por pan.”

(…viene de la página 582)

“En el nombre de Abraham Krotoshinsky que salvó al “Batallón perdido”, en el nombre de ciento noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve otros muchachos judíos que lucharon por la democracia bajo las barras y estrellas ¿no daréis cobre, o plata, u oro, para mantener la vida en el corazón de estos hombres y estas mujeres; para mantener la sangre en los cuerpos de estos bebés?.

El judío ha ayudado a todos excepto al judío.

En la guerra mundial el judío ha ayudado a todos excepto al judío. “Por allí” ayudó en un campo, en un ayuntamiento y en la guerra. “Por aquí” ayudó a la Cruz Roja, la Y.M.C.A., los Caballeros de Colón, los masones, el Ejército de Salvación y a todos los demás. Así ahora es el momento para que todos ayuden al judío, y Dios sabe ahora que es el momento en el que lo necesita.

Desde el abatimiento de esta guerra cada otra raza, salvo una o dos, ha agarrado un rayo de sol. Pero entre el envolvente abatimiento no hay luz para el judío “que llevar sobre mí”. La guerra está acabada para todos, excepto para el judío. El cuchillo está todavía en su garganta y una sed antiquísima sin razón ni motivo por sangre judía abre sus venas. El judío en Rumanía, Polonia y Ucrania está siendo el chivo expiatorio de la guerra. Desde el armisticio han sido señalados miles de judíos en Ucrania, han sido ofrecidos como sacrificios vivos a la pasión fanática y avaricia diabólica — sus gargantas cortadas, sus cuerpos ejecutados trozo a trozo por bandas de asesinos y milicia rabiosa. En la ciudad de Proskunoff un día hace unas pocas semanas el amanecer vió la puerta de cada casa en donde vivía un judío marcada para el asesinato. Durante cuatro días, desde el amanecer hasta el anochecer, fanáticos empuñaban dagas como demonios desde el infierno, parándose sólo para chapotear con las manos con la sangre de víctimas judías. Mataron a los hombres; fueron menos compasivos con las mujeres. Las violaban, y luego las mataban. Con un propósito de rabia, de la rabia a un hábito corrió este asesinar de judíos, hasta que entrados los cuatro días las calles de Proskunoff corrían rojas con la sangre como arroyos de un matadero, hasta sus hogares se convirtieron en una morgue por miles de seres humanos asesinados cuyas heridas abiertas gritaban venganza y cuyos ojos se habían vuelto de piedra ante los horrores que habían visto. Como el honorable Simon W. Rosendale, acertadamente parafraseando el pensamiento de Bobby Burns, en su discurso no hace mucho dijo, es la vieja historia de “la inhumanidad del hombre con el hombre que hace incontables miles de lamentos”. Por como ha sucedido en Proskunoff, así ha sucedido en cientos de otros sitios. La historia sangrienta se repitió ad nauseaum. Es la misma historia teñida de lágrimas — la misma vieja mancha sobre el escudo de armas de la humanidad. En verdad, Byron tenía razón cuando escribió:

Las tribus del pie errante y el pecho cansado
¿Dónde volaréis para estar en paz?
La paloma silvestre tiene su pecho, el zorro tiene su cueva,
La humanidad sus países, Israel nada más que el sepulcro.

Pero a Israel se le ha dado el derecho de un sitio en el sol, y la crucificación de judíos debe parar. Repetimos que la guerra está acabada para todos, excepto para el judío. Como Isaac el cuchillo está en su gargante, pero a diferencia de Isaac ningún poder parece capaz de parar el acero sediento de su sangre. Pero algún poder en el mundo debe alzarse para impedir esta masacre de una raza merecedora. Por la paz del mundo, tengamos a toda costa una Liga de Naciones; pero por la Humanidad del Mundo, para dar justicia al judío y otros pueblos oprimidos en la tierra, ¡tengamos una tregua de Dios! — Albany Times Union.”

Este artículo es el clásico texto judío en el que se practica el victimismo y a la vez intenta generar complejo de culpa, “la vieja mancha sobre el escudo de armas de la humanidad” (matar judíos), y la soberbia (mencionando hazañas militares). Al mismo tiempo, pide dinero, o mejor todavía, metales preciosos (“¿no daréis cobre, o plata, u oro?”).

En una cosa sí le doy la razón: En que es siempre “la misma historia sangrienta repetida ad nauseaum”. Y que lo diga, oiga, y la prueba es el tercer holocausto: 

Tecer holocausto. 

De este no hace falta que aporte ningún documento, porque es bien conocido. Los medios de comunicación nos dicen incesantemente que mataron a 6 millones de judíos en tiempos de Hitler, durante la 2ª Guerra Mundial. El cine ha hecho muchas películas, hay museos sobre el asunto y en diversos países se enseña en el colegio también. 

Conclusiones. 

Los holocaustos han ido de menos a más. El primero pasó desapercibido. El segundo, armó más revuelo, y este tercero, el de la actualidad, es superfamoso y dogma de fé (como el caso del obispo expulsado de Argentina).

Tres veces seis, 666. El 6 es un número de la numerología cabalística usado mucho en el judaísmo.

Una de dos: O se han “olvidado” de los anteriores holocaustos, o es que no existieron. De lo cual se deduce otra cosa: Se han olvidado de los anteriores al triunfar el tercero. Los anteriores parece que sirvieron como entrenamiento, como borradores. En esas ocasiones, dichos holocaustos no prosperaron por varios motivos:

− Poca tecnología: A principios del siglo XX, no existían medios de comunicación como la TV o estaban mucho menos desarrollados, por lo que la propaganda a la población era muy ineficaz.
− Población rural: La mayoría de la población vivía dispera en el medio rural, y no concentrada en ciudades, con lo cual el alcance propagandístico mediático era más limitado que en la actualidad. El avance tecnológico provocó que la sociedad pasara de agrícola y ganadera a industrial, y luego a una sociedad de servicios, concentrándose en ciudades, y es en las ciudades, con toda la población apelotonada, en donde se difunde la información con más facilidad, por la radio, TV o prensa, configurando una mentalidad uniforme entre la población como si de un rebaño se tratase.
− Tenían menos poder que ahora (financiero, medios de comunicación, etc.), y el mundo ignoraba su victimismo holocáustico.


Fuente:

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MI LUCHA


NOTA: El autor de este blog, de ser cierto, condena el Holocausto, además de todo tipo de genocidio; pero defiende, en la misma proporción que condena lo anterior (y son proporciones inabarcables), el derecho a todas las razas y pueblos a existir y a defenderse ante las agresiones externas. Por otro lado, condeno la censura que imprimen siempre los vencedores en la historia y la falsificación que de ella hacen, así como la moralización de ésta y la pérdida de toda objetividad y rigurosidad.

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Por fin me he leído el Mein Kampf, escrito por Adolf Hitler Pöltz. Sin duda me he leído una edición mediocre, con faltas de ortografía y errores de expresión incluso, no sé si por incompetencia de los editores o de forma premeditada. He aquí los datos de la edición.
Adolf Hitler, MI LUCHA (Mein Kampf: discurso desde el delirio). Colección «Ave Fénix Histórica» nº16, Barcelona, año 2003. Traducción de Sandra Schenker.
Me he tenido que conformar con lo que hay al haberme sido imposible hacerme con una edición como mínimo correcta. Pero a pesar de ser una edición mediocre me ha hecho pasar buenos ratos y ver la visión del demonizado fuhrer alemán: chivo expiatorio por excelencia de (casi) todo. No obstante, sería una ingenuidad pensar que la traducción está hecha con buena conciencia y no con la intencionalidad de falsificar párrafos, cambiar alguna palabra por otra o sesgar la obra.

Como bien es sabido Mi Lucha fue escrito en la prisión de Landsberg tras haber sido encarcelado por una intentona de golpe, inmortalizado en la historia como putsch de Bürgerbräu. En la prisión escribió el libro del que voy a hablar, espero que con la máxima imparcialidad y profundidad. Así que sigamos desmontando la edición y a Sandra Schenker, mujer a la que no he podido poner una cara, traductora de la edición que tengo entre manos y autora, igualmente, de la pequeña introducción; o así creo, pues no viene firmada.

Para empezar, Mi Lucha viene subtitulada de la siguiente forma: "Mein Kampf: discurso desde el delirio". Una vez acabada la lectura, para no precipitarme en juicios, me dije a mí mismo que discursos delirantes hay muchos pero no precisamente el del líder nacionalsocialista. Al contrario, veo un discurso sensato, acorde a su época -donde el antisemitismo no era propiedad de las NSDAP, sino de multitud de personajes y fuerzas políticas de diversa ideología (muchos de esos personajes y fuerzas políticas han sido exonerados y salvados en el presente, ya sea por omisión o mediante buena propaganda)-, además de colmado de amor y sinceridad hacia su pueblo, cultura y raza, es decir, hacia su grupo étnico.

En la introducción se dice lo que sigue en uno de sus apartados (Págs. 7, 8). 

-Entre líneas aportaré reflexiones propias-

DE LA OMISIÓN DE LA HISTORIA A LA CORRIENTE REVISIONISTA
Algunos libros como Mi Lucha han sido prohibidos o no recomendados con la intención de dejar constancia patente del rechazo a las tesis defendidas en ellos. Pero esconder datos sobre la historia no hace más que crear mitos, falsos mitos.
- Estoy deacuerdo. Una de las pocas cosas sensatas dichas. En cuanto a tesis rechazadas se referirá en concreto al racismo exacerbado, cosa cierta en el nazismo; racismo no menos cierto, aunque bajo otros presupuestos, que en el progresismo o en el cristianismo o... ideologías o doctrinas que rechazan igualmente lo diferente para reducirlo a un "igual", a una inmensa masa de individuos indiferenciables a escala global.
Y en este ambiente mítico ha surgido la corriente revisionista.
La corriente revisionista pretende que el holocausto nazi no existió o por lo menos que no alcanzó tan desorbitadas dimensiones. Pretende que «la fantasía del holocausto» no fue más que una trama de los judíos para lograr establecer el Estado de Israel.
- La corriente revisionista ha aportado datos objetivos que ponen en duda la realidad que nos venden los vencedores de la guerra. Si tan convencidos están de los crímenes del nazismo ¿por qué no dejan que se estudie libremente?, ¿por qué hay tanto interés por parte de los propios judíos en ser víctimas de todo? Si escribís "negacionismo" o "revisionismo" en cualquier buscador podréis encontrar muchas lecturas y videos para leer y ver siempre de forma crítica.
Esta corriente: reduce el número de víctimas de seis millones a medio millón; niega la existencia de los campos de exterminio y, así, afirma que Auschwitz no fue más que un campo de trabajo y que los hornos crematorios, que todavía hoy se pueden visitar, fueron construidos después del fin de la Segunda Guerra Mundial para desprestigiar a los nazis…
- Se niega precisamente por el oscurantismo que se mueve en torno a todo el asunto. Hoy se estima que hay entre 12 y 15 millones de judíos en todo el mundo. En 1933, según datos del enlace que podréis leer a continuación, la población judía en Europa era poco mayor de 9 millones.
De ahí que yo vea, como muchos, exagerada la cifra de 6 millones de judíos muertos a manos de los nazis en sus campos. O es exagerada o los nazis fueron muy pero que muy eficaces. En todo caso da igual que murieran seis millones o dos judíos, el matar por motivos de raza o cultura es despreciable y lo condenaré siempre. Aún así, en muchas informaciones se duda de los hornos crematorios y cámaras de gas… y por eso te meten en la cárcel. Los afirmacionistas deben tener algo escondido para querer evitar a toda costa que se investigue El Holocausto.
La prohibición directa o indirecta de ir a las fuentes del nazismo impide comprender su tono, impide enfrentarse a la corriente revisionista con el conocimiento necesario para la crítica.
- Este párrafo es muy ingenioso. Precisamente son los que no niegan el holocausto, los que hacen caso de todo lo que se dice, quienes son víctimas de los reproches de los revisionistas y negacionistas. No hay ningún investigador afirmacionista que haya estado en la cárcel o sufrido persecución mediática y difamación. De hecho, está tipificado como delito negar el holocausto en diversos tribunales de todo el mundo. Ejemplo:
Condenan a cinco años de prisión a negacionista austríaco detenido en España

Una vez más la libertad de opinión queda desacreditada. ¿Cómo es posible que pase esto en un Occidente que se vanagloria de sus logros en el terreno de la libertad? Está claro que te dejan departir hasta que no eres incómodo. A mi parecer, si querían castigar o desacreditar a los negacionistas, no lo hacen precisamente mandándoles a la cárcel o multándoles, eso, si acaso, da alas a los negacionistas y hace sospechar que la verdad no es como nos la detallan.
Las pruebas de la gravedad del holocausto pueden manipularse, pero no el exaltado tono de los discursos del nacionalsocialismo.
- El mismo tono exaltado de Hitler y sus discursos era algo tan común en la época en tantos otros líderes que no lo veo como argumento contra los nazis.
Ahora parece que incluso Hitler era políticamente correcto. Ahí van dos de sus frases que demuestran su racismo y su obsesión por el mejoramiento de la raza:
«El Estado declarará impropio para la reproducción a todo aquel que se halle evidentemente enfermo o padezca de incapacidad hereditaria, respaldando su actitud con la acción». (Hitler, Mi lucha, «El Estado»)
«Considérese cuán funestas son las consecuencias que a diario trae consigo la bastardización judaica de nuestro pueblo y reflexiónese también que este envenenamiento de nuestra sangre, sólo al cabo de los siglos -o tal vez jamás- podrá ser eliminado del organismo nacional. Millares de nuestros conciudadanos pasan como ciegos ante el hecho del emponzoñamiento de nuestra raza, sistemáticamente practicado por el judío». (Hitler, Mi lucha, «La farsa del federalismo»)
- ¿Qué Hitler parece ahora políticamente correcto? Ya vemos quién desvaría y a qué se refería lo de "discurso desde el delirio", a casi toda la introducción.

El enfoque de Hitler en su libro es claramente racista y xenófobo. Para Hitler, la raza y la nación van unidas, odia tanto al no ario como al extranjero de cualquier nacionalidad que no sea la alemana o de la órbita germana; con ese enfoque "racio-nacionalista" no solamente adquiere la raza un componente nacional sino que la propia nacionalidad encierra en sí lo que es la raza (se habla de raza alemana, raza checa, raza rutena…). Pero eso se destila en el discurso, un discurso para exaltar a las masas y favorecer un espíritu de orgullo nacional y de amor a la patria, algo de lo que carecen hoy desgraciadamente los españoles. En la práctica bien sabemos que Hitler no escatimó esfuerzos en crear alianzas tanto en el mundo musulmán como en Oriente. Pero ante todo era antisemita, y a pesar de ello en el libro no se desprende ninguna muestra o prueba que dé verosimilitud a La Solución Final. En la contraportada se dice: "El argumento más efectivo contra las corrientes revisionistas que niegan el holocausto es el mismo Mein Kampf". Pues no, este libro no me parece un argumento válido para los vencedores de la guerra. En Mi Lucha solamente leo la voz de un hombre embargado por el amor a su patria y a la historia que le antecede, un hombre concienciado en la importancia de la sangre, del pueblo y del trabajo. Por otro lado, se pueden entrever los deseos de venganza de muchos alemanes tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y el mal llamado Tratado de Paz de Versalles, tratado abusivo e injusto con el que los vencedores se cebaron contra Alemania.
«Estaba convencido de que el Estado se había impuesto la misión de contener y obstruir la acción de todo alemán realmente grande, apoyando, por el contrario, todo aquello que fuese antialemán. Yo detestaba la mezcla de razas que se exhibía en la capital (se refiere a Viena), odiaba aquella abigarrada colección de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas, etc., y, por encima de todo odiaba a los judíos, ese fangoso producto presente en todas partes: judíos y siempre judíos». (Pág. 51)
Cuando digo que el libro está escrito sensatamente tengo mis motivos: Hitler argumenta sus postulados, no parecen dictados precisamente por un lunático o un enfermo mental. Incluso justifica su antisemitismo y explica cómo llego a tal extremo. Llegó a tal extremo al darse cuenta de que los judíos no eran alemanes, sino extranjeros que mediante el sionismo pretendían un Estado propio. Los judíos, pues, no lucharían por Alemania y ningún estado que no fuera el propio, sino por el interés de su raza, de su cultura y nada más: o Israel o el dominio mundial (hoy sabemos que las dos cosas). Los judíos son el pueblo más resistente sobre la faz de la tierra, de eso no cabe duda y hasta el propio Hitler lo destaca. Cabe enfatizar en que casi existen tantos judíos en Estados Unidos como en Israel… y bien es conocida la orientación política internacional que tiene el gobierno norteamericano. Por otro lado, en aquella Alemania pre-nacionalsocialista (anterior al triunfo de las elecciones de 1933) era más que evidente el control que los judíos tenían sobre la economía y los medios de comunicación, lo que contribuía a la desconfianza de los gentiles: ¿por qué una raza extranjera quiere hacerse con todo el control de las finanzas y de los medios de comunicación? Además, el bolchevismo estaba a la vuelta de la esquina y bien es sabida las connotaciones judías que tiene dicha ideología, a pesar del antisemitismo de muchos de sus dirigentes. Si el cristianismo es la religión judía para los gentiles (es decir, para no judíos), el marxismo es ideología judía para los dichosos gentiles. Una relación muy imprecisa pero que puede servir para ilustrar toda la influencia judía tanto en lo ideológico como en lo religioso ya actúe o no la raza judía directamente.
«(…) Las oficinas estaban llenas de judíos. Casi todos los empleados eran judíos y casi todos los judíos eran empleados. Sorprendíame aquella muchedumbre de combatientes de la raza escogida y no podía menos que comparar su elevado número con la escasez con que esta raza estaba representada en los campos de batalla.
En el mundo de los negocios era todavía peor. La nacionalidad judía se había tornado allí verdaderamente "indispensable"». (Pág. 75)
En nuestro país, sin conciencia de Estado ni siquiera en nuestros gobernantes (que parecen más administradores de una ONG), donde la nacionalidad se le da a cualquiera, se está dando un grave caso de "bastardización", tal como lo consideraría Hitler. El Universalismo, que está aglutinando y destruyendo todas las identidades culturales y raciales, contribuye a que cualquier persona pueda ser de donde sea sin importar quién es él y de dónde viene. La humanidad no es una nacionalidad, sino un concepto zoológico y antropológico que define la diversidad cultural y racial del planeta. El Universalismo es el etnocentrismo globalizado: una cultura y una raza para todos. Y Hitler se planteaba, ¿quién puede ser alemán?:
«Apenas si es posible figurarse que exista alguien capaz de suponer que un negro o un chino, por ejemplo, puedan convertirse en alemanes porque hayan aprendido esta lengua y estén dispuestos a hablarla por el resto de sus días y a votar por algún partido político alemán. Semejante proceso equivaldría a un principio de bastardización de nuestra raza y no sería en este caso germanización, sino por el contrario la destrucción del elemento alemán.
Desde el momento en que la nacionalidad, o mejor dicho la raza, no es una cuestión de idioma sino de sangre, sólo sería posible hablar de germanización si el proceso pudiese alterar la naturaleza de la sangre de la persona a él sometida. Esto no obstante, es imposible. Por consiguiente, para que tuviese lugar la germanización, sería indispensable la mezcla de la sangre, la cual equivaldría a rebajar el nivel de la raza superior». (Pág. 134)
Para Hitler era de especial interés educar a su pueblo en el deporte. El deporte despierta el espíritu de lucha y de sacrificio. En la actualidad observamos cómo mediante los entretenimientos, la comida basura y el adocenamiento de la sociedad, componentes nefastos de la vida sedentaria moderna, la ciudadanía se inmola. Hitler demostró que la inculcación de grandes valores hacía a un pueblo fuerte, que despertaba de él una voluntad capaz de todo. Hoy en día, lo único capaz de levantar esa voluntad es el dinero, y no por su patria, sino por sí mismo y los plutócratas: todos los días pensamos en lo dinerario, más que en sexo incluso, lo que es lamentable y rúbrica de una vida ruinosa y decadente. En la época del nacionalsocialismo tengo entendido que sólo el 7% del salario era lo que todo alemán invertía en una vivienda. Hoy supone una barbaridad que me da vergüenza poner. Volviendo a lo primero, cabe destacar como curiosidad cómo Hitler gustaba del pugilismo como deporte:
«En las escuelas de un Estado nacional habrá de dedicarse más tiempo al ejercicio corporal. No deberá transcurrir un solo día sin que un muchacho no consagre al menos una hora al adiestramiento físico, así de mañana como de tarde, en forma de juegos y de gimnasia. Hay un deporte en particular que no se ha de excluir de ninguna manera: el boxeo. Apenas si es posible creer lo falsas que son las ideas imperantes sobre éste entre las personas «educadas». Suponen tales personas que es natural y honroso para un joven aprender esgrima y batirse en duelo, pero mirar como una grosería el boxeo. ¿Por qué? No existe deporte alguno que estimule tanto como éste el espíritu de ataque; requiere una decisión rápida como el relámpago y templa y agiliza el cuerpo. Y el hecho de que dos jóvenes resuelvan sus disputas trenzándose a puñetazos, no es en modo alguno más grosero que sí lo hicieran empleando al efecto una pulida hoja de acero». (Pág. 142)

Para el tercer Reich era muy importante la propaganda. En el propio libro, en la introducción, se le echa en cara al movimiento nacionalsocialista el hecho de que toma a la ciudadanía, es decir, a la masa popular, como a un conjunto manipulable y estúpido. ¿Acaso no es así? Pero es que esa perspectiva existe en cualquier ideología realista, y más en aquella época, cuando no habían tantos cortapisas a la hora de expresarse: antes había mayor claridad en los mensajes. Hoy en día es más que latente el borreguismo, y ese borreguismo es una demostración objetiva de esa estupidez y maleabilidad de la masa. Por otro lado, construir una propaganda que llegue al menos inteligente de los individuos es una muestra del talante popular y proletario del movimiento nacionalsocialista y que éste no excluía a ningún alemán fuera cuáles fueran sus capacidades.

Se habla de demagogia, de manipulación… La manipulación existe allí donde no se reflexiona sobre la información recibida o cuando uno se deja llevar por las emociones. En todo caso, no entiendo por qué se condena el ejercicio de la demagogia cuando es algo inherente en la política actual y de siempre. No hay política sin demagogia. La política discursiva que ha conocido el hombre siempre ha consistido en desparramar halagos, en la esperanza… todo político es un demagogo. Pero hay dos tipo de demagogia (en el plano emocional), una que miente y otra que dice la verdad, una que lucha por los verdaderos sentimientos que transmite y habla con el corazón y otra que lo hace de forma ladina, engañando y aprovechándose de la masa estúpida que conforma la sociedad. Nadie podrá negar que el tercer Reich no fue una época de prosperidad para Alemania y sus ciudadanos, lo mismo que el fascismo para Italia. ¡Oh, pobres borregos! Es verdad que Hitler utilizó a su pueblo pero todo pueblo elige a su gobernante para ser utilizado por el bien de sus propios intereses, ¿acaso no ocurre eso en nuestra democracia? Una política no demagógica, es decir, una política basada en argumentaciones, en la crítica constructiva y en lo intelectual donde se cultivara la razón (de la sensata, de la que está en el mundo, no la de "ideas universales" -los universalistas son platónicos modernos), una forma de ser político que en definitiva abogara a la inteligencia en lugar de a las emociones, sólo sería posible en sociedades donde la masa social fuera lo suficientemente educada y responsable, además de comprensiva, inteligente e intuitiva. Sin embargo, la sociedad que existe en la realidad es muy diferente de lo que muchos fantaseadores idealistas creen, la sociedad es maleable e ingenua, además de muy estúpida (no es un insulto, sino una palabra descriptiva de la sociedad). Queda mucho para que se alcance la mayoría de edad.
«Toda propaganda debe ser popular, adoptando su nivel intelectual a la capacidad respectiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desee que vaya dirigida. De esta suerte, es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande sea la masa que deba conquistar. Si se tratara, como acontece con la propaganda destinada a llevar adelante una guerra, de reunir a toda una nación en torno a determinado círculo de influencia, jamás se podría poner suficiente cuidado en evitar un nivel excesivamente alto de intelectualidad.
La capacidad receptiva de las multitudes es sumamente limitada y su comprensión escasa; por otra parte, tienen una gran facilidad para el olvido. De modo que toda propaganda, para que sea eficaz, se debe limitar a muy pocos puntos, presentándolos en forma de gritos de combate repetidos hasta que el último hombre haya interpretado el significado de cada uno. Si se sacrificara este principio al deseo de presentar la propaganda bajo múltiples aspectos, ésta perdería su efecto, ya que la muchedumbre resulta impotente para dirigir y asumir el material que se le ofrece; además se debilitaría, acabaría perdiendo su eficacia». (Pág. 70)
Para concluir, decir que evidentemente el movimiento nacionalsocialista no era democrático, por lo que rechazaba el parlamentarismo, el sufragio universal y la pluralidad política, siendo éstos los pilares fundamentales para comprender el componente totalitario del nacionalsocialismo. El parlamentarismo y la vida democrática suponen un derroche de recursos y de dinero público demasiado elevado, además de que no beneficia en absoluto a la premura de decisiones y a la efectividad que un Estado requiere. Por el contrario, se defiende la figura del líder, quien no debe estar supeditado a opiniones o mandatos ajenos. Y cómo no, el NS fue un movimiento que ofrecía una nueva visión del mundo con una idiosincrasia anticapitalista, poniendo en jaque la actividad preferida por la judería: la usura.

«8. El joven movimiento es en esencia y organización antiparlamentario; rechaza, tanto en su principio como en su composición, cualquier teoría basada en el sufragio de las mayorías, que implique el hecho de que el jefe se vea rebajado a no tener otra misión que la de poner en práctica órdenes y opiniones ajenas. El movimiento sustenta, así en las cuestiones pequeñas como en las grandes, el principio de la autoridad incuestionable del jefe, combinada con su más absoluta responsabilidad. Uno de los deberes principales del movimiento consiste en lograr que este principio rija, no sólo en lo que respecta a sus propias filas, sino también, y en forma decisiva, para toda la nación». (Pág. 122)



Fragmentos de Mi Lucha que me han llamado la atención:

«(…) El 27 de marzo de 1919, muy de madrugada, se intentó detenerme, pero cuando mostré mi fusil a los tres jóvenes que venían a arrestarme, éstos perdieron los bríos y se marcharon por donde habían venido. (…)» (Pág. 81) 

«(…) Nadie tiene derecho a pecar a expensas de la posteridad, es decir, de la raza». (Pág. 98) 

«Cuando los nacionalistas celebramos una asamblea, éramos nosotros mismos y no otros los soberanos. Más de una vez ocurrió que un puñado de nuestros camaradas se impuso heroicamente sobre una masa furiosa de elementos rojos. Seguramente que a la postre habría podido ser dominado aquel puñado de quince o veinte hombres, pero bien sabían los otros que antes se les hundiría el cráneo al doble o al triple número de ellos. Y a esto no querían exponerse. (…) Como un enjambre de avispas caían sobre los perturbadores de nuestras asambleas, fuese cual fuere la proporción numérica de éstos, sin temor a ser heridos, dispuestos a todo sacrificio y plenos siempre de la gran idea de abrir paso a la sagrada misión de nuestro movimiento». (Pág. 177) 

«(…) ¡No se libertan los pueblos por la inacción, sino mediante sacrificios!». (Pág. 263)

Otros textos del Mein Kampf:

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Otros enlaces de interés:

LOS MOROS EN ESPAÑA

(AYER Y HOY)
por Arjun



Acerca de la presencia musulmana en España, aprecio unas analogías dignas de consideración entre el panorama actual y situaciones pasadas de nuestra historia, por encima de las lógicas diferencias de tiempo y circunstancias entre ambos momentos.

Sin pretender sentar cátedra acerca de una cuestión que requiere de unos conocimientos sólidos para profundizar con solvencia en ella, me arriesgo a exponer unas reflexiones sobre el particular. Unas simples lecturas de aficionado no bastan para desentrañar ningún misterio ni ofrecer alguna teoría indiscutible, pero aún así podemos señalar aquello que no escapa a una observación detenida, llamar la atención sobre algunos aspectos dignos de detenerse en ellos y tratar en consecuencia de sacar una conclusión razonable al respecto.Según mi punto de vista, encuentro concordancias notables entre hechos en curso y episodios pretéritos. En concreto, y sólo para centrarnos en una aspecto de la cuestión, se trata de lo que sigue.

Al concluir la Reconquista, los vencedores de aquella larga confrontación, buscaron de diversas maneras, utilizando alternativamente políticas de palo y zanahoria, "integrar" (por emplear un vocabulario al gusto actual) a los vencidos en la nacionalidad de los patriotas. Se les ofreció la conversión como vía para su incorporación a la nación española, o su continuidad como musulmanes, con unas garantías y obligaciones, es decir con un estatus distinto y sin duda inferior, que los dejaba fuera de la "españolidad" de hecho y de derecho.

En esas épocas, la nacionalidad, la personalidad nacional, la afiliación a una nación o cómo queramos decirlo, estaba determinada por la pertenencia a una determinada fe, a una religión que era el signo distintivo primordial de esa nación. El criterio de la nacionalidad en este caso era el cristianismo. Era español el católico y únicamente éste podía serlo, los demás no lo eran ni podían serlo (judíos y moros pertenecían a otras naciones). El factor étnico o racial no entraba realmente en consideración, sino el religioso. Los hispanorromanos (celtíberos fuertemente latinizados) y los godos se consideraban a ellos mismos como miembros de la misma nación, sin que la diversidad de origen supusiese en esos tiempos diferencia alguna en la consideración de su pertenencia al mismo grupo. Insisto sobre este punto para despejar cualquier duda o malentendido: ni judíos ni musulmanes eran parte del pueblo formado por hispanorromanos y godos cristianos, y añadiremos que si no eran parte de ese pueblo tampoco querían serlo. De ahí la grosera estafa intelectual y moral de querer hacer pasar por españoles a los moriscos o a los sefardíes, cuando estos nunca lo fueron ni se sintieron identificados nunca con los cristianos. La cuestión de los "derechos adquiridos" en largos siglos de estancia en un territorio por una población extranjera (de origen y de identidad) no carece de todo fundamento, pero está fuera de toda discusión el que aquí no hubo nunca otros españoles que los cristianos, y paremos de contar. Ninguna pirotecnia verbal, ninguna alambicada recomposición histórica, ningún malabarismo seudocientífico, ninguna "performance" retórica puede transformar los burros en caballos y los moros o judíos en españoles.

Esa concepción de la nacionalidad (la pertenencia a una sociedad común, a una comunidad de destino) basada sobre una creencia religiosa compartida, no era privativa del bando cristiano, sino también del musulmán, con la diferencia de que en Occidente este concepto, el criterio religioso como determinante y exclusivo que define la pertenencia nacional, ha sido superado, mientras que en el mundo islámico perdura hasta nuestros días. En ningún país musulmán los no musulmanes son otra cosa, en los hechos reales, que ciudadanos de segunda o tercera categoría. Por otra parte, en el islam, la nación, tal como la entendemos los occidentales, no significa lo mismo que en Occidente. Está la tribu y después la umma, en el orden de sus lealtades: primero la solidaridad familiar, del clan, de la tribu, y después la solidaridad con el conjunto universal de los creyentes. El punto intermedio de la nacionalidad (el Estado nacional) es el que menos lealtades suscita para el hombre musulmán. Cualquier musulmán, primero es miembro de tal o cual clan o tribu, después es miembro de la "mezquita universal" y finalmente un nacional de cualquier país.

Hay que recordar que en la época objeto de esta exposición, la España búsqueda sólo existía en germen, en proyecto, como objetivo: la España perdida se recuperaba y se construía al mismo tiempo; con la reconquista España se iba haciendo. España era un edificio que se iba levantando a medida que se iba empujando al usurpador mahometano cada vez más hacia las costas donde siglos antes había desembarcado. España no existía como realidad concreta sino como proyecto, como voluntad y como elección (como vocación, en palabras de Julián Marías) antes de la unidad entre las Coronas de Castilla y Aragón (Fernando e Isabel). Durante todo el periodo de la Reconquista se habla de moros y cristianos más que de musulmanes y españoles (pero no tanto a causa de la "inexistencia" formal de España, sino de la identidad de significado de cristiano y español).

La nación española la crean los cristianos y únicamente ellos son los legítimos españoles. Los musulmanes no solamente no contribuyeron a la creación de España, sino que fueron sus más acérrimos enemigos. En ese proceso de liberación y construcción nacional, los moros no están con nosotros, sino contra nosotros. Sin embargo, según una corriente revisionista proislámica en boga (y que nos tememos que tiene un gran futuro por delante), son herederos legítimos de España aquellos que casi durante 800 años la sojuzgaron, la anularon y la combatieron. Se pretende hacernos tragar la intragable rueda de molino de la "españolidad" de los moriscos, supuestas víctimas del fanatismo católico, de la intolerancia, y del racismo de sus malos compatriotas. Esto sería como transformar en aztecas a los españoles del Virreinato de la Nueva España o en araucanos a los de la Capitanía General de Chile. Esta aberrante versión quiere hacer herederos de España a aquellos que más la negaron y odiaron y trataron, sin éxito, de aniquilarla.

Ni la raza ni el origen determina entonces la pertenencia al grupo nacional. Lo que prevalece sin duda alguna en la conformación de una identidad es la identificación con una fe determinada. La cristiandad victoriosa impone a los derrotados la elección entre la conversión o un estatus de inferioridad, de "extranjería" (y más tarde, cuando todos los límites de la paciencia fueron colmados, la salida del país). En el lenguaje actual diríamos que se buscó la "integración" de los enemigos de ayer.

Una cantidad significativa de moros aceptan aparentemente ese ofrecimiento que les permite permanecer en España y conservar sus bienes y propiedades. Estos conversos, en realidad, no son sinceros, salvo casos aislados, sino que fingen un catolicismo “de tapadera" que les garantiza los derechos y las prerrogativas que les corresponden como "cristianos nuevos". De puertas adentro, siguen practicando su religión, conservando sus hábitos, hablando su idioma, conspirando con el Turco instalado en Berbería, esperando un cambio de suerte para echar abajo la odiosa máscara y levantar de nuevo el estandarte mahometano en el suelo recuperado de Al-Ándalus. Existe una profusa literatura sobre el periodo que va desde las Capitulaciones de Granada (1492) hasta el decreto de expulsión definitiva de Felipe III (1609). Con ese comportamiento no hacen más que aplicar esas normas coránicas que autorizan y preconizan la simulación y el engaño en tierra del infiel cuando la relación de fuerza corre en desventaja del creyente. Aparentan aceptar las condiciones exigidas para su permanencia en España y su incorporación al pueblo que se ofrece a acogerlo en su propio seno (en un acto tan generoso como desafortunado), pero en realidad no se trata más que de una maniobra hipócrita que busca ganar tiempo y ponerse a salvo de inconvenientes y represalias.

Aleccionados sobre la deslealtad de los moriscos (sobradamente documentada y dolorosamente experimentada en más de 100 años de políticas fracasadas), enemigos declarados de su supuesta patria y quintacolumna permanente del Turco que asolaba las costas y preparaba un desembarco para reconquistar territorios peninsulares, nuestros antepasados deciden expulsarlos definitivamente "manu militari". Hasta aquí, en síntesis la historia.

400 años después de la salida del último morisco de España, tenemos otra vez el país infestado con la misma plaga de entonces.

A los musulmanes se les ofrece la integración al precio de la aceptación de unos valores que no están dispuestos a asumir, y del respeto a unas normas legales y culturales que no tienen la menor intención de acatar. No se les pide que se integren mediante la conversión religiosa, ya que hemos renegado totalmente de nuestro cristianismo ancestral, y el concepto de nacionalidad, privado ya del más elemental contenido cultural, espiritual y moral, arrancado de sus fundamentos históricos y civilizacionales, se ha devaluado y desnaturalizado al punto de quedar reducido a su más elemental dimensión administrativa: un documento de identidad, una cartulina plastificada. Ahora les pedimos que adopten nuestros valores y principios democráticos (algunos lunáticos hablan de un "contrato de ciudadanía”): la nueva religión oficial de una sociedad que reniega de sus más valiosas señas de identidad y hace un mérito del desapego a su propia historia.

Al igual que sus predecesores, los musulmanes actuales se prestan, aparentemente, a este juego, fingiendo, para la galería, aceptar esas condiciones. No hay más que escuchar a algunos de sus representantes hablar de democracia, pluralidad, respeto de la ley y de... integración: la música que es grata a nuestros oídos de papanatas occidentales. Mientras dure la ficción de esa supuesta integración (desmentida a diario por las prácticas reales de esos "integrados"), los moros van asentando las bases de su expansión y dominio, que en algún momento no muy lejano reclamarán ejercer a plena luz del día y sin discusión.

Pero la similitud entre ambos periodos puestos frente a frente está lejos de ser completa. Por el contrario, se aprecian diferencias de peso. La más destacable es sin duda la ausencia visible de voluntad alguna en nuestro bando de enfrentarse virilmente al problema, a diferencia de nuestros antepasados. Otra diferencia notable es que la mano tendida de los españoles a los moriscos era generosidad, un gesto de grandeza de una raza que sabía combatir a su enemigo y ser magnánimo en la victoria, y que además tenía ciertos escrúpulos morales en expulsar una población, extraña y enemiga, pero asentada desde hacía siglos en el país. El español que sabía ser duro en la adversidad no podía ser ruin en el éxito. La oferta actual a los moros es una demostración palpable del miserable nivel de ruindad y cobardía a la que han descendido las élites españolas de hoy, indignas del nombre que usurpan y que arrastran por el fango de la ignominia.

La invasión continúa a buen ritmo, la colonización se expande sin obstáculos, la islamización avanza resuelta. Nada verdaderamente eficaz parece interponerse en la marcha del regreso islámico a España. El país entero calla y mira hacia otra parte, cada vez más al suelo, para no tener que mirar a los ojos una realidad que exige imperativamente una respuesta inmediata y contundente. Los moros que echamos una vez son los mismos que ahora vuelvan, pero los españoles que hoy los reciben no guardan parecido alguno con los que los corrieron en otra época. Esta vez España muy bien puede acabarse sin remedio. Pues como advertía Oswald Spengler (en La decadencia de Occidente; véase cita en azul a continuación), sólo las naciones que son dirigidas por los que han conservado sus fuerzas naturales de cultura y forma conseguirán finalmente triunfar.

El fervor creativo, el latido que ha llegado a nosotros desde los primeros orígenes, se adhiere sólo a formas que son más antiguas que la Revolución y que Napoleón, formas que crecieron y no fueron hechas... Las tradiciones de una vieja sociedad educada, mientras sean aún suficientemente sanas para mantenerse apartadas de políticos y demagogos, y mientras profesen honor, abnegación, disciplina, el auténtico sentido de una gran misión (es decir calidad racial y esfuerzo), sentido del deber y del sacrificio, podrá llegar a ser un núcleo que canalice la corriente del ser de todo un pueblo y le permita establecerse en el tiempo y proyectarse hacia el futuro. Estar "preparado" lo es todo. La última raza que mantenga su forma, la última tradición viva, los últimos líderes que tengan su apoyo, se perpetuarán hacia el futuro, vencedores.■

Ampliando la polémica revisionista. El Hitler de la historia

Adjuntamos ahora un texto aportado por Arjun. El autor del mismo es John Lukacs, historiador oficialista, crítico implacable además del conocido historiador disidente David Irving. El texto procede de la obra El Hitler de la historia: juicio a los biógrafos de Hitler. Los pasajes en negrita han sido señalados igualmente por Arjun.

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No es una biografía de Hitler, sino una historia de su historia y una historia de sus biografías. Este es un cuento sin final, puesto que nuestra perspectiva histórica es siempre suceptible de cambio. No hay razón para dudar de que en los próximos 50 años aparecerán más biografías de Hitler, y que algunas pueden ser relativamente nuevas e incluso valiosas, y no sólo necesariamente por el descubrimiento de algún nuevo fondo documental. En general esto es inevitable, pero no significa que las obras más antiguas sean menos "históricas" que las nuevas, significa simplemente que, en contra de la "ilusión" científica, en la investigación y escritura de la historia no hay resultados definitivos. 

Además el propósito de la historia a menudo no es tanto una relación definitiva de los acontecimientos de un periodo como la descripción y comprensión histórica de algunos problemas: descripción mejor que definición, y comprensión mejor que omnisciencia, ya que si bien no es posible completar de manera perfecta nuestro conocimiento del pasado, un conocimiento razonable y adecuado de éste entra dentro de nuestras capacidades.
(...) 

La historia supone un replanteamiento sin fin del pasado, revisarlo y volver a visitarlo. La historia, en sentido amplio, es revisonista. La historia implica enfrentarse múltiples veces a las acusaciones, vuelve una y ora vez a juzgar a las personas y los acontecimientos, sin una ley que lo impida. No hay nada nuevo en esta observación, ya que en esto consiste precisamente el pensamiento. El pasado es lo único que conocemos y todo el conocimiento humano surge de un conocimiento pasado; todo conocimiento humano supone reflexiones sore el trabajo que hace referencia a la profesión histórica. La idea de que el trabajo, una vez aplicado con precisión el método científico y agotados los documentos existentes, habría acabado y el resultado sería definitivo (...) es una ilusión propia del siglo XIX. 

Es probable que existan en este momento más de cien biografías de Hitler y, sin embargo no puedo asegurar que la ciento uno no vaya a aportar algo nuevo. No obstante, la cantidad acumulada de investigaciones (nuevas búsquedas) tiene menor importancia que la calidad de las revisiones. ¿Cúal es el propósito de esas revisiones? En sentido amplio, el propósito del conocimiento histórico va más allá de la precisión; busca la comprensión. En un sentido más inmediato, el propósito de un historiador revisionista puede sacar a la luz informaciones sensacionalistas, provocar escándalo, o el deseo más o menos desinteresado de destruir falsedades. Puede que anhele el éxito académico o económico, un mayor reconocimiento entre sus colegas de profesión, en una esfera más amplia, conseguir publicidad: puede que esté promoviendo una ideología política o nacional, de la que a veces depende el tratamiento del tema. En este libro se muestra que esto también ocurre -en ocasiones- con el tratamiento histórico de Hitler.

Texto de John Lukacs. Aportado y traducido por Arjun

ANÁLISIS DEL TOTALITARISMO (II)

Totalitarismo y democracia.
Modelos de democracia: análisis y crítica. 


Resumen de uno de los debates de FORΦιDENTIDΛD,
celebrado el 24 de octubre de 2009
http://www.foro-identidad.es/2009/10/analisis-del-totalitarismo-ii.html


Foro Identidad se reúne para debatir de nuevo sobre el totalitarismo, pero esta vez intentando ver si existe la posibilidad de que la democracia esté derivando al totalitarismo o si realmente la democracia es un totalitarismo, sólo que más indoloro, sin campos de concentración y deportaciones masivas, pero sí con una misma finalidad: el control total del individuo y de las cosas sin conciencia de sí (materias primas, infraestructuras, etc.).


Uno de los contertulios hace una introducción, profundizando en la idea de democracia. De esta forma, se hace referencia a la división de poderes e, igualmente, otra referencia implícita acerca de la desaparición de la gran política (la grosse Politik) y su sustitución por la pequeña política. Se plantea entonces la posibilidad de que en las democracias actuales el poder político y partitocrático no haga sino la función de marioneta en un escenario controlado por unos poderes que permanecen en un segundo plano respecto al público, al pueblo. Estas marionetas, estos políticos, que no gobiernan ni ejercen mando real o significativo, sino que sólo administran, serían además los destinatarios de la ira del pueblo, mientras el poder real, posiblemente de tipo plutocrático y cleptocrático, se mantiene cómodamente, en aquél segundo plano, al margen de las críticas.


Hace dos semanas hablamos de que lo que caracteriza a un sistema totalitario es que éste pretende adueñarse de la conciencia y del cuerpo de las personas. Así, en cuanto a la conciencia, que verdaderamente significa “reconocerse uno mismo en sus atributos esenciales y en sus modificaciones”, en un estado totalitario se pretende convertirla en “reconocerse en aquello que aplica el totalitarismo”. De esta manera, en las democracias, todo el mundo se reconoce en los valores universalistas de la Ilustración, se reconoce en la voluntad general, interés general, etc., de la misma forma que en 1936 los alemanes se reconocían en el Nazismo o los rusos en el Comunismo. Por lo tanto, se ve claramente que se pretende alienar a la persona, anular su personalidad, para subyugarla a una visión ajena del mundo, anular su propio interés, eliminar su propia voluntad para hacer y deshacer (es decir, convertir al hombre en algo que se active en lugar de en algo activo por sí mismo): las personas, ciudadanos u hombres no son dueños de su destino y de sus vidas.


Así pues, sería ingenuo no asumir la esencia totalitaria que se respira en las democracias, unas democracias que se nutren del liberalismo y del mercado. En las democracias no hay pluralidad, ni libertad, es todo irreal, solamente «ideas».


En definitiva, para alguno o algunos participantes, comunismo, nazismo y democracia se diferencian en el fin, pero no en la finalidad, que es el control total del individuo.


Volviendo a lo más cercano, los contertulios analizan la realidad social española. Se analiza la manipulación de nuestros medios para determinar opiniones, etc. De cómo no existe una pluralidad política, pues todos los partidos aceptan el sistema y simplemente se diferencian en matices para administrar la riqueza. Se denuncia que no existe una clase política de calidad y que el voto de los ciudadanos no tiene efecto: la democracia española, como la de cualquier otro país democrático, es una pantomima, en el panorama político no existe una alternativa de cambio real, pues todos sirven a los mismos intereses. También se pone de relieve que el poder económico está por encima del poder político, es decir, la alta finanza se ha adueñado del poder político. Este poder político se manifiesta a nivel mundial bajo el acrónimo NOM.


En definitiva, el pueblo no participa en la vida política, el sufragio universal es una mera pantalla. Las instituciones siguen siendo tan rígidas como en el franquismo y los sindicatos subvencionados son más verticales que el propio Sindicato Vertical de cuando el franquismo. Se remata este análisis de la siguiente manera: «La democracia española se ha construido con los escombros del franquismo».■